Atrapada Nina Capítulo 5
Fingiendo besarle la mejilla acercó su boca a la oreja de Fernando y le susurró: Tú lo has querido...
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Nina le soltó una larga retahíla de insultos, pero su todavía marido ya había cortado la comunicación. Se quedó mirando el teléfono como una idiota sin saber qué pensar. ¿De veras se había atrevido Fernando a venderla como si fuese ganado? Después de lo que había visto aquellos días, la imagen que tenía de Fer había cambiado radicalmente. Afortunadamente había hecho caso a su abogada y la conversación había sido grabada por la aplicación de su móvil.
Se metió en la ducha y lo pensó largamente. ¿Sería capaz de rebajarse hasta ese punto con tal de mantener su independencia? Se miró el cuerpo. Jamás lo había tocado otro hombre que no fuese Fernando. Y ahora... Tendría que venderse como una vulgar prostituta.
Se prometió a si misma que esa sería la última putada que le haría ese cabrón. Le quitaría todo y le obligaría a arrastrase ante ella suplicando. Salió de la ducha y se miró al espejo, convencida de que en aquel momento su cuerpo era un arma y tenía que usarlo con sabiduría.
Lo meditó durante toda la mañana. Hasta Paula la notó rara y le preguntó si quería que pasase la noche con ella. Ella se lo agradeció y se limitó a decirle que esa noche tenía una cena de negocios sin darle más detalles y Paula no insistió.
Al mediodía había llegado a la conclusión. El mundo era una mierda y no había príncipes azules, así que ella sería una princesa sin corazón. Lo haría, pero si lo hacía, lo haría bien. Conseguiría que Fer se arrepintiese de haberle puesto los cuernos.
Comió rápidamente y tras un par de horas, empezó a preparar la cena. En cuestión de minutos el aroma del asado y la crema champiñones invadieron la cocina.
En cuanto estuvo todo controlado, se fue al baño y volvió a ducharse. Se secó y se aplicó una crema de avellanas por todo su cuerpo hasta que toda su piel lució elástica y brillante. Tras pintarse las uñas y maquillarse se recogió el pelo en un moño que dejaba su cuello a la vista y se puso el conjunto que había comprado para Fernando.
De puntillas observó de nuevo su cuerpo en el espejo y le gustó lo que veía. El conjunto realzaba sus senos y mostraba las partes más atractivas de su anatomía. Cogió una media entre sus manos. Le encantaba su tacto aterciopelado. La acercó a la punta de sus pies y la deslizó lentamente pierna arriba sintiendo la suave presión que ejercía sobre su piel. La estiró del todo y la atrapó con la presilla del liguero antes de terminar de colocársela. Repitió lo mismo con la otra media y se dirigió al armario donde escogió un vestido del mismo color burdeos que la ropa interior, con una vertiginosa abertura que le llegaba casi a la cadera.
Cogió unos zapatos de tacón de aguja, pero no se los puso, aun era temprano. El resto de la tarde se lo pasó vigilando el asado y poniendo la mesa en el comedor. Cuando terminó eran más de las ocho y media.
Llegaron puntuales. Nina intercambio dos besos con los desconocidos y desvió la cara lo justo para que el beso que Fer le dirigía a sus labios, acabase en su mejilla.
—Tienes una esposa muy hermosa. —dijo el chino con una mirada apreciativa.
Nina no se quedó parada y les invitó a pasar al comedor mientras ella se llevaba el vino que habían traído sus invitados a la cocina. Mientras entraba en la cocina suspiró aliviada. Se había imaginado que los chinos serían un matrimonio de mediana edad. Caras redondas, barrigas prominentes y ojos bizqueantes tras unas gafas redondas, pero resultó ser un matrimonio joven. Ella era delgada y menuda, como una muñeca y él era un poco más alto y robusto con unos labios sensuales y una mirada profunda y exótica.
Nina abrió la botella y vertió el vino en el decantador. Al llegar al comedor ellos ya se habían sentado y estaban charlando animadamente. Al parecer habían llegado aquella misma tarde y pensaban quedarse una semana y así aprovechar para hacer un poco de turismo.
Sirvió el vino y se unió a la conversación. Los dos hablaban español bastante bien, así que Nina pudo indicarle a Liu Fen las mejores tiendas de la ciudad.
Los cuatro cenaron con apetito. Nina sirvió la cena intentando no mostrar su nerviosismo. El matrimonio alabó su comida y se deshizo en agradecimientos por haberlos invitado. A su vez ella les preguntó dónde se hospedaban y si les gustaba la ciudad.
Terminaron con el postre y ellas se quedaron recogiendo mientras Chen Lang y su marido escogían la música. Cuando las mujeres volvieron, la suave voz de Sade envolvía el comedor. Los dos hombres se acercaron y rodearon a sus mujeres por la cintura mientras se mecían al ritmo de la música.
—Estás espectacular. —le dijo Fernando al oído.
—¿Te gusta? Me lo he puesto especialmente para él. —dijo ella señalando a Chen con la cabeza— Aunque con su mujer delante, no creo que haga nada.
—No lo subestimes. Los orientales tienen una visión del sexo bastante diferente a la nuestra. Ya sabes, son comunistas, lo comparten todo. —dijo su todavía marido echando una larga mirada a las piernas de Fen.
A Sade le siguió Celine Dion y en ese momento Chen le pidió permiso a Fer para bailar con ella.
—Será un placer —dijo ella sin esperar a que su marido le diese permiso y se acercó al chino dejando que su brazo le rodease el talle.
Nina colocó su brazo sobre el hombro de Chen y comenzó a moverse al son de la música. Sus miradas se encontraron. Los ojos de Chen quedaban un poco más bajos que los suyos debido a los tacones, pero a él no pareció importarle.
—Es usted una mujer muy hermosa. —dijo el hombre acercando su cuerpo un poco más hacia él.
—Gracias, pero no me trates de usted, me haces sentir vieja. —replicó ella dejando que la mano del hombre se deslizase por su espalda.
—Las gracias tengo que darlas yo. No sabes lo que representa para nosotros que abráis vuestras puertas y nos permitáis disfrutar de vuestro hogar.
—No es nada, es lo menos que podemos hacer. Nos gusta tener una relación... estrecha con nuestros mejores clientes. —dijo Nina sin poder creer lo que estaba diciendo.
Bailaron un rato. El rostro de Chen se fue acercando poco a poco a ella hasta que pudo sentir su aliento tibio acariciarle el cuello a la vez que las manos de él recorrían su espalda, lentamente, dejando fugaces rastros de excitación allí por donde pasaban. Acercando su rostro un poco más, la beso levemente en el cuello.
Estaba claro que él y su marido ya habían hablado antes de entrar en casa. Por una parte lo agradecía. Evitaría una embarazosa conversación, pero por otra le hizo sentirse una vulgar mercancía. Su todavía marido ni siquiera la miraba, estaba concentrado en magrear el cuerpo de la mujer de Chen, que, complaciente, había cerrado los ojos y se dejaba hacer mientras se mecía al ritmo de la música.
Los labios de Chen se desplazaron pos su cuello y se abrieron. Le lamió el cuello a la vez que sus dientes lo mordían suavemente. Sintiéndose rara y un poco torpe le acarició el pelo dejándole hacer. Sin apresuramientos, Chen fue avanzando con sus besos hasta su mandíbula y la recorrió en dirección a su boca.
En ese momento se apartó y la observó unos instantes antes de besarla en la boca. Sus labios se juntaron y ella se quedó paralizada no había besado a nadie que no hubiese sido Fernando desde que tenía catorce años. El hombre sin darse cuenta de sus vacilaciones la siguió besando.
Tras unos instantes de duda, le devolvió el beso. Chen no era como su marido. Su lengua penetró en su boca para saborear y acariciar, no para dominar. Colgando los brazos del cuello del chino le devolvió el beso, sintiendo a la vez excitación y culpa. ¿Qué dirían su padre o Paula si la vieran hacer aquello?
Durante un par de minutos se estuvo torturando hasta que las sabías caricias y los besos de Chen borraron todo rastro de remordimientos.
Deshaciendo el beso, empujó a su invitado en dirección al sofá y le obligó a sentarse en el mientras le daba la espalda. Con un par de gestos rápidos se abrió la cremallera del vestido dejando que cayese a sus pies.
Hasta Fer paró un segundo de comerle las tetas a Liu Fen para observarla. Aprovechando que la china seguía con los ojos cerrados, su marido la observó de arriba abajo mientras ella le propinaba una mirada de desprecio antes de darse la vuelta.
Los ojos de Chen expresaban la misma admiración. Durante un instante pensó en desnudarse frente a él, pero finalmente optó por sentarse a horcajadas sobre su invitado y dejar que lo hiciese el mismo. Chen no hizo ningún gesto por unos instantes hasta que pareció salir del trance y acarició la piel de su vientre justo por encima del liguero. Mientras fijaba los ojos en sus pechos, las manos bajaron y acariciaron la resbaladiza seda de sus medias.
Nina suspiró y meció sus caderas suavemente, notando como crecía el miembro de Chen bajo su cuerpo.
Apoyando las manos en su pecho se inclinó y le dio un largo beso a la vez que le desabotonaba la camisa. A su espalda Fer no perdía el tiempo. Nina podía oír el rítmico crujido de la mesa del comedor y los cortos grititos, de la esposa de Chen.
Apartando las manos del pecho del empresario Nina se deshizo del sujetador. Sus pechos firmes y tersos llamaron la atención del hombre que los acarició con suavidad antes de meterse los pezones en la boca. Nina gimió y movió sus caderas con un poco más de intensidad. Estaba cada vez más excitada.
En un instante Nina se vio alzada en el aire antes de que Chen la depositase sobre el amplio sofá. Chen terminó de quitarse la camisa y los pantalones mostrando un cuerpo fibroso como el de un competidor de artes marciales. Cuando se quitó los calzoncillos no pudo evitar comparar aquel miembro con la polla de su marido. Era bastante más pequeño. El hombre se acercó y ella acarició la polla de un hombre que no fuera su marido por primera vez en su vida.
Estaba dura y caliente. A pesar de estar totalmente estirada no mediría mucho más de quince centímetros. Atrajo al hombre hacia ella y se la metió en la boca. Tirando suavemente de la piel que lo cubría lamió el glande antes de metérsela entera en la boca. Era una sensación rara el tener una polla en la boca y que esta no la llenase ni la asfixiase. La chupó con suavidad un par de minutos, observando cómo Chen se estremecía de placer.
Ella, por el rabillo del ojo vio, como Fer daba la vuelta a su pareja y la embestía con violencia. La mujer, que seguía con los ojos cerrados, continuaba pegando aquellos grititos a la vez que intentaba mantener el contacto de sus pies con el suelo.
A punto de correrse, el invitado se apartó y la apremió a sentarse en el sofá. Agachándose acarició el cuerpo de Nina con lentitud hasta llegar a su pubis. Nina se quitó el tanga y abrió sus piernas con timidez. Chen la miró un instante a los ojos, como pidiendo permiso antes de besar su monte de Venus.
Nina gimió y todo su cuerpo se estremeció excitado. Los bramidos de su marido mientras embestía a Fen se oían como a quilómetros de distancia. Sintió como Chen cogía una de sus piernas y la acariciaba besándole los tobillos y las pantorrillas a través de la fina seda de las medias. Nina, cada vez más excitada emitió un gemido de apremio. Sentía todo su cuerpo burbujear.
El hombre, ignorándola, se adentró con parsimonia entre sus muslos los besó y los mordisqueó antes de enterrar la cabeza entre ellos.
Nina abrió aun más sus piernas mostrándole su sexo anhelante y el acercó su boca hasta que pudo sentir su aliento cálido acariciando su clítoris.
Cuando finalmente su boca se cerró en torno a su coño, todo su cuerpo se combó estremecido. Nina apoyó una mano en la cabeza de su amante mientras con la otra se estrujaba los pechos llevada por una increíble excitación.
No podía más, necesitaba a aquel hombre dentro de ella. Con un gemido agarró a Chen por el pelo y tiró de él obligándole a avanzar hasta que lo tuvo a su altura. Con rapidez, deslizando la mano entre sus cuerpos, cogió la polla de Chen y la dirigió a su interior.
La sensación fue indescriptible. Chen comenzó a empujar sin apresurarse mientras Nina gemía y envolvía la cintura de su amante con sus piernas. Incorporándose, el hombre siguió follándola, dejando suficiente espacio entre ellos para que ella viera como aquella polla entraba y salía de su cuerpo produciéndole un placer salvaje.
No sabía si era por efecto de la atracción que ejercía sobre ella aquel hombre o porque hacía bastante tiempo que no echaba un polvo, pero el caso es que apenas tardó un par de minutos en correrse.
Chen se separó y la observó estremecerse mientras acariciaba suavemente su cuerpo.
Cuando se recuperó Nina se levantó del sofá y se arrodilló frente a él. Cogiendo una de sus manos se la besó y se metió dos de los dedos en su boca chupándolos profundamente los impregnó con su saliva antes de apartarse y darle la espalda.
Fernando ya se había corrido y estaba mirándola. Con la mejor cara de zorra que pudo poner, cogió los dedos de Chen y mientras se apoyaba en uno de los brazos del sillón, poniendo el culo en pompa, los dirigió a la abertura de su ano.
No lo había planeado, pero en ese momento se dio cuenta de que era la forma de castigar a su marido. Alguna vez él le había pedido que le dejase entrar por detrás, pero ella, intimidada por el grosor de su miembro, se lo había negado y tras un par de intentos no había insistido más. Sin embargo, la polla de su invitado no era tan grande y la suavidad con la que le había tratado le hicieron sentirse lo suficientemente segura como para intentarlo.
Los dedos de Chen eran sabios y prudentes. Con maestría y un poco más de saliva dilató su esfínter hasta que dos de sus dedos entraron con facilidad. Mirando a los ojos a Fer, separó un poco más las piernas para facilitar la maniobra y cogiendo la herramienta de Chen se empaló con ella.
Un fuerte calambre la obligó a detenerse unos instantes. El hombre, atento a sus necesidades, se quedó quieto, acariciando sus piernas y su culo mientras ella emitía leves quejidos y respiraba superficialmente hasta que el dolor cesó un tanto. En ese momento volvió a moverse y el dolor fue más soportable. Poco a poco comenzó a moverse con más intensidad y el dolor fue dando paso a un intenso placer.
Tras una leve tregua, le indicó a Chen que se sentase y se subió al sofá dándole la espalda y poniendo las piernas a ambos lados de las del chino, dejando así su sexo expuesto a las miradas de la otra pareja. En ese instante comenzó a moverse de nuevo mientras Chen acariciaba su cuerpo resbaladizo de sudor.
Con una mirada invitó a Liu Fen a acercarse. Fernando hizo el amago de acercarse también, pero ella le frenó en seco y tuvo que conformarse con observarlos sentado en una silla.
La mujer se arrodilló frente a ellos y comenzó a besar y lamer su coño y los huevos de su marido mientras Nina no dejaba de empalarse con su polla gimiendo y retorciéndose.
Cuando se dio cuenta estaba saltando con todas sus fuerzas sobre Chen. El placer era tan intenso que incluso se olvidó de que Fernando la estaba observando. Cubierta de sudor y jadeante se derrumbó. Chen la ayudó a levantarse y dio un par de rápidas ordenes en chino a su esposa que se tumbó obediente en el sofá.
A continuación puso a Nina a cuatro patas sobre ella, dejando su coño a la altura de la cara de Liu Fen. Chen se subió entonces al sofá y volvió a encularla mientras Nina enterraba su cara entre los cremosos muslos de la china.
Chen continuó sodomizándola, esta vez con más violencia, alternando el culo de Nina y la boca de su mujer para darle un descanso.
En cuestión de segundos los tres gemían cada vez más excitados hasta que los orgasmos llegaron en cascada. El primero fue Chen; con dos bestiales empujones se corrió en el culo de Nina, que estimulada por el calor de su semilla y los lengüetazos de Fen se corrió a su vez sin dejar de besar y masturbar a la joven china hasta que segundos después se estremecía con un prolongado grito.
Cuando finalmente se separaron jadeantes, Fernando los estaba mirando. Sus ojos lo decían todo. Nina se levantó desnuda y con el semen de Chen escurriendo entre sus muslos se acercó a su marido. Fingiendo besarle la mejilla acercó su boca a la oreja de Fernando y le susurró:
—Tú lo has querido.
Unos minutos después el matrimonio se fue, dándoles las gracias por la velada mientras los ojos de ambos no se apartaban de Nina.
—Has estado perfecta. —dijo Fernando con retintín cuando se hubo cerrado la puerta del ascensor con los chinos dentro— Una gran actuación.
—Estupendo, porque te va a costar cara. —replicó Nina, aun desnuda, sin arredrarse.
Fernando, al escucharla se dio la vuelta y la acorraló contra la pared. Sus ojos se fijaron en ella y recorrieron su cuerpo mostrando su deseo.
—No eres más que una puta. —dijo él con desprecio agarrando uno de sus pechos.
—Sí, lo soy, pero ¿Sabes que es lo mejor? Las putas elegimos cuando y con quién. Y lo hacemos pagar caro—replicó ella apartándolo de un empujón.
Sin darle tiempo a responder le dio varios empujones más en dirección a la puerta y tras tirarle la ropa, le obligó a salir del piso ignorando la catarata de insultos que le soltaba. Cuando cerró la puerta tuvo que apoyarse en ella para no caerse. No recordaba haber pasado nunca por emociones tan intensas y tan contradictorias en un lapso de tiempo tan corto. El miedo, el suspense, el dolor, el placer, la humillación, la rebeldía, la venganza...
Entró en la ducha y dejó que el agua corriese hirviente y se llevase las lágrimas y la suciedad de aquella noche. Se restregó con fuerza, eliminando todo resto que hubiese quedado de aquella noche. Salió de la ducha con la piel irritada, pero sintiéndose un poco más limpia.
Apenas pudo dormir, a pesar de que se repetía una vez que no tenía de que avergonzarse, el sentido de culpa y los nervios por todo lo que podía pasar mal y dar al traste con todos sus esfuerzos, le impidieron pegar ojo.
Paula lo notó inmediatamente y la acosó a preguntas hasta que Nina se rindió y le contó lo que había pasado la noche anterior.
—¡Bien! ¡Así se hace! ¡Que se joda ese hijoputa! —exclamó Paula— Te has follado a otro en sus morros y encima si intenta atacarte por ello tienes grabada la conversación en la que te obligaba a hacerlo. Eres mi ídolo.
Nina se giró y dejando las pesas la miró con cara de pocos amigos. Aun estaba trabajando en aquello de que era una puta sin corazón.
—Por cierto —dijo Paula ignorándola— ¿Te gusto lo que te hizo la chinita?
—Te lo he dicho mil veces. —respondió Nina mostrando su irritación— No soy lesbiana y si eres buena amiga dejarás el tema y hablarás del tiempo. Aunque no lo creas, estoy haciendo un especial esfuerzo por olvidar todo este asunto.
—Vale, Vale. Pero comprenderás que tenía que intentarlo. —dijo su amiga sin poder evitar una mueca de desilusión.
A pesar de sus palabras estuvo realmente pesada el resto de la sesión y en la ducha, así que poniendo una excusa evitó tomar un café con ella después del gimnasio.
Después de comer fue a ver a Bianca, que ya tenía redactada la demanda de divorcio en la que básicamente le exigía a Fernando la casa, el coche y el control de la empresa. Cuando le mostró la grabación en la que su exmarido le exigía que se prostituyese a la abogada le faltó poco para batir palmas con las orejas.
—Por cierto, ¿A que no sabes quién me ha llamado esta mañana? —preguntó Bianca divertida.
—¿No me digas que te ha llamado Fernando?
—El mismo. Me dijo que su mujer era una zorra infiel y mentirosa y que quería deshacerse de ella, obviamente sin dejarle un duro.
—¿Y qué hiciste? —preguntó Nina de nuevo.
—Después de tapar el teléfono con la mano para reírme un rato, le dije que lo sentía, pero que estaba muy ocupada y le recomendé a Tino. Es buen abogado, pero contra mí y contra tu móvil no tiene nada que hacer. Seguramente tengamos noticias de él pronto, así que ya te llamaré. Mientras tanto tranquila y paciencia.
Nina salió un poco más tranquila de la oficina de Bianca al ver a la abogada tan segura de sí misma, aunque no tenía mucho tiempo. Si había una reunión quería tenerlo todo bien atado, así que cogió el teléfono.
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Un saludo y espero que os guste.