Atrapada Nina Capítulo 23

Obligándose a mantener la mirada al frente sintió los pasos apresurados del abogado a su espalda, mientras imaginaba el impacto que causaría en el verla allí sentada con la espalda al aire y el torso ligeramente girado...

23

Al día siguiente se levantó totalmente descansada. Por primera vez pudo dormir de un tirón sin la tensión de que cada llamada que recibiese pudiese ser la de su acosador. Se levantó y recordando las palabras de Paula la noche anterior cogió el teléfono y estuvo a punto de llamar a Ricardo, pero en el último momento se acobardó y dejó el aparato sobre la mesa. Bajo la ducha meditó largamente. Ricardo le gustaba y mucho, era todo lo que esperaba de un hombre, atractivo, fuerte, atento e inteligente. Pero su relación había estado llena de tropiezos y la culpable, invariablemente, había sido ella. Primero con aquel desafortunado beso con el empresario chino en el ascensor, luego huyendo del portal víctima de un ataque de pánico y  finalmente con las conversaciones telefónicas, intentando alejarle de él para que no se convirtiese en objetivo de su acosador.

Si le llamaba ¿Qué demonios podía decirle para convencerle de que esta vez iba en serio? Dejó correr el agua caliente por su cuerpo y no pudo evitar un grito de frustración. ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?

Acababa de vestirse y estaba desayunando cuando sonó el teléfono. Era Paula. Lo cogió casi con precaución sospechando cual sería el tema de conversación.

—Hola Paula ¿Qué tal?

—Bien. ¿Has llamado ya a Ricardo? —preguntó su amiga yendo directamente al grano, sin contemplaciones.

—Aun no he tenido tiempo...

—Los cojones. —le cortó ella— Quiero que lo hagas ahora mismo.

—Es que no sé qué decirle.

—Deja ya de torturarte y comportarte como una damisela en apuros y llámale. Ya te lo he dicho no tienes que darle explicaciones. Lo que tienes que hacer es invitarle a un cotillón de fin de año, vestirte lo más puta que sepas y frotarte contra él toda la noche. Una vez lo hayáis hecho en todas las posturas posibles ya hablaréis.

—Dicho de esa forma parece muy fácil, pero no eres tú la que tiene que enfrentarte a él.

—¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué te diga que no y estés como al principio? Deja ya de compadecerte de ti misma y toma las riendas de tu vida. Ahora eres libre, aprovéchalo. Líate con él y luego ámalo para siempre o deséchalo como un pañuelo usado. Toda tu existencia la has pasado dependiendo de otra persona, ya va siendo hora de que cojas las riendas de tu vida.

A pesar de que su mente se empecinaba en intentar negarlo sabía que su amiga tenía toda la razón. Jamás había sido una mujer totalmente independiente y quizás ese fuese el momento dejar de esperar y comenzar a hacer. Dándole las gracias a su amiga y prometiéndole hacerla caso, colgó y llamó inmediatamente a Ricardo, consciente de que si esperaba quizás no tuviese agallas para hacerlo.

El teléfono apenas dio dos tonos antes de que el abogado contestase.

—Hola, Nina. Precisamente iba llamarte para terminar de cerrar las cuentas anuales.

—¡Ah! Gracias. Le diré a Lorna que te llame para que te envíe toda la documentación que necesites, pero no te llamaba por eso.

—Entonces, tú dirás.

—Ya sé que es un poco tarde y probablemente ya tendrás planes, pero un cliente me ha regalado un par de entradas para la fiesta de Fin de Año del Plaza y pensé que tal vez querrías acompañarme. —dijo Nina conteniendo la respiración.

Ricardo no le contestó inmediatamente, como si se lo estuviese pensando, haciendo que el miedo de Nina a que le rechazase se acentuase hasta hacerla temblar.

—¿Por qué no? —respondió finalmente— Me han dicho que las fiestas de Fin de Año del Plaza son muy buenas y mi alternativa era el cóctel que hacemos en el bufete. No sabes lo aburridos que pueden llegar a ser los abogados.

—¡Estupendo! —exclamó Nina agradeciendo a Paula la patada en el culo de hacía unos instantes. La cena es a las diez, ¿Te parece que quedemos en la barra a las nueve  y cuarto?

—Me parece perfecto. Solo una condición, que esta vez no salgas corriendo.

—Sé que tengo muchas explicaciones que darte, pero si me lo permites prefiero dártelas en persona. —dijo Nina— Y te prometo que lo último que se me ocurrirá será salir corriendo.

Tras despedirse y colgar no pudo evitar pegar un par de saltitos. Estaba tan contenta que tenía ganas de llorar, reír y gritar al mismo tiempo. Necesitaba tanto compartirlo con alguien que no tardó ni un segundo en enviar un wasap a Paula para darle la buena noticia. Paula le devolvió unos emojis de carcajadas y luego le dijo que si se atrevía a volver a casa sin todos sus agujeros dilatados iba a tener una seria conversación con ella.

El resto del día lo pasó en una nube y cuando llegó al trabajo tuvo que contenerse ya que la muerte de Dani aun estaba muy reciente y los trabajadores seguían conmocionados por lo ocurrido.

Para redondear el día, por la tarde Mía le llamó para informarle de que Jorge había pasado a disposición judicial y el juez había decretado prisión provisional sin fianza. La detective se había mostrado segura de que el hombre sería sentenciado a una larga pena a pesar de que no habían logrado sacarle una confesión.

Dándole las gracias, se despidió de ella diciendo que si necesitaba su participación en el juicio estaba a su disposición.

La sensación de alivio que sintió al enterarse de que Jorge seguiría en prisión fue casi física, pero rápidamente quedó olvidada. Tenía que hacer un montón de preparativos para el cotillón. Quería hacerse un tratamiento facial, depilarse, ir a la peluquería y comprase un vestido y unos zapatos bonitos y apenas tenía dos días para completar los preparativos.

Los siguientes días entre el trabajo y los preparativos para la fiesta apenas tuvo tiempo para nada ni siquiera para ir al gimnasio. Finalmente el treinta y uno de diciembre amaneció claro pero helador. Pasó la mañana en la oficina. Incapaz de estarse quieta se dedicó a pasear de un lado al otro como una fiera enjaulada hasta que llegó la hora de cerrar y dar a la plantilla la tarde libre.

En cuanto llegó a casa comió y durmió una corta siesta antes de empezar a prepararse. Desembarazándose de la ropa entró en el baño y se dio una larga ducha que terminó con un par de minutos bajo el agua helada.

Con la piel de gallina y los pezones erectos se secó el cuerpo y se miró al espejo un poco cohibida. La chica que le había depilado la había convencido para que se hiciese las ingles brasileñas y el único rastro que quedaba de vello púbico era una delgada línea de pelo oscuro que prolongaba la abertura que formaban los  labios de su vulva. Se imaginó a Ricardo observándola y besando aquella zona cálida y suave y sintió un escalofrío de placer.

Mientras se secaba con la toalla no podía dejar mirarse al espejo. Dejando la toalla cogió la crema hidratante y se la extendió por todo el cuerpo. El contacto de sus dedos con sus piernas su sexo y sus pezones provocaron que su cuerpo se estremeciese hambriento. Cada vez estaba más segura de que aquel día no escaparía de Ricardo.

Cuando terminó volvió a la habitación. Sobre la cama estaba el vestido que había comprado. Era un Dolce y Gabbana de color champán. El tejido, una mezcla que ni siquiera la dependienta le pudo explicar, emitía reflejos metálicos y se adaptaba a sus curvas como si fuera líquido. La única razón por la que había estado a punto de no comprarlo había sido porque al tener toda la espalda al aire no podía usar sujetador. Solo las palabras de la dependienta y los pliegues que formaba en torno a su busto la convencieron para comprarlo. Junto con él, compró unas sandalias a juego casi del mismo color. Se acercó y acarició el tejido del vestido, recordando la sensación fría y a la vez excitante al sentirlo sobre sus pezones desnudos.

Apartando la mirada se dirigió al armario y rebuscó entre su ropa interior. Lo ideal hubiese sido llevar el vestido sin nada más que unas braguitas, pero las temperaturas habían bajado tanto que al final decidió que si no quería que se le cayesen los dedos de los pies antes del final de la noche tendría que ponerse algo. Finalmente optó por un liguero de color rojo por aquello de entrar en el año con algo de ese color que sujetaría unas medias transparentes y sin costura. Cuando terminó de colocárselas buscó el tanga a juego, también de color rojo, pero como no aparecía por ninguna parte se contentó con uno de color borgoña que era prácticamente transparente y cogió el vestido. La tela se deslizó sobre su cuerpo envolviéndolo con una ligereza que casi sentía que no llevaba nada puesto.

Tras ponerse a los tacones se miró al espejo con aire crítico. La falda del vestido le llegaba un poco por encima de la rodilla. Dobló las rodillas y se agachó para asegurase de que no se veía el elástico de las medias y se incorporó de nuevo. Sus pechos saltaron libres de sujeción y cuando dejaron de bambolearse formaron tres gruesos pliegues en el escote que iban de un pezón a otro formando un bonito arco.

Se giró un poco y vio su espalda desnuda. El vestido dejaba ver la porción justa del nacimiento de sus pechos. Se alejó un poco y dio un cortó paseo directamente hacia el espejo cruzando ligeramente las piernas. El efecto era contundente con sus pechos vibrando a cada paso y el vuelo de su vestido acompañando con elegancia el movimiento de sus caderas.

Cuando se paró, se recolocó uno de los pliegues y tras coger un pequeño bolso plateado embutió como pudo el contenido del que usaba normalmente, se puso el abrigo y salió a la calle apresuradamente, aun tenía que pasar por la peluquería para peinarse.

24

La peluquera le retuvo con su recogido un poco más de lo que hubiese deseado y cuando llegó eran un poco más de las nueve y media. Dejando el abrigo en el guardarropa se acercó a la barra que ya estaba poblada por un buen número de hombres y mujeres, todos de punta en blanco, tomando algo mientras esperaban la hora de la cena.

Miró entre la gente buscando a Ricardo, pero lo único que encontró fueron las miradas apreciativas de varios hombres. Ignorándolos se apoyó en la barra y pidió una agua con gas, con los nervios apenas había comido nada y prefería dejar el alcohol para cuando tuviese algo en el estómago. Intentando no mostrar nerviosismo, se sentó en uno de los taburetes y se dispuso a esperar.

Poco a poco la gente se fue alejando en dirección a sus mesas hasta que apenas quedaron media docena de personas. Nerviosa estaba a punto de llamar cuando fue Ricardo el que se adelantó.

—Hola, Nina. Perdona, pero he tenido una emergencia. Si quieres puedes ir cogiendo mesa. Llego en diez minutos.

—No hay problema, pero si no te importa prefiero esperarte en la barra no me siento cómoda entrando yo sola en el comedor. —respondió ella.

—Como quieras. Tenemos tiempo. —dijo él y colgó.

Nina siguió bebiendo su agua sin gas mientras echaba fugaces miradas a la puerta. Finalmente, diez minutos después, vio a Ricardo a través del cristal de la puerta y se giró rápidamente simulando estar enfrascada en su bebida.

Obligándose a mantener la mirada al frente sintió los pasos apresurados del abogado a su espalda, mientras imaginaba el impacto que causaría en el verla allí sentada con la espalda al aire y el torso ligeramente girado mostrando por el borde de la tela el nacimiento de uno de sus pechos.

—Hola, Nina. Estas preciosa. —saludó Ricardo rozándole la espalda con la mano para llamar su atención.

—Gracias, —replicó ella complacida, tu también estas muy elegante. —dijo ella recolocando la pajarita torcida del abogado.

—Perdóname, son las prisas, uno de mis clientes le dio por pasearse con su Jaguar con un par de copas de más la noche más vigilada del año. Para colmo se ha puesto discutir con los guardias urbanos hasta que estos perdieron la paciencia y lo detuvieron.

—Quizás le apetecía más pasar la noche en el calabozo que con su familia. —bromeó ella mientras se levantaba y dejaba que Ricardo apoyase la mano ligeramente en su espalda guiándola hacia el comedor.

La sensación de las manos cálidas sobre su piel le provocaron un delicioso hormigueo. Los primeros camareros estaban apareciendo con el cóctel de gambas cuando se sentaron a la mesa. El hotel no había reparado en gastos y había decorado suntuosamente su mayor salón de banquetes. Más de trescientas personas en  unas cuarenta mesas redondas se repartían por el salón dejando en el centro un amplio espacio para el baile posterior.

La comida estaba deliciosa y ambos comieron con apetito. Compartían la mesa con otras tres parejas y pronto se enfrascaron en la conversación y acabaron congeniando. La cena se le pasó en un suspiro. Las miradas de Ricardo la inflamaban y sentía como el deseo crecía a cada instante  y deseando que el sintiese lo mismo mientras degustaba el postre le acarició la pierna con el pie. Ricardo, que estaba hablando con su vecino de mesa sobre un el nuevo modelo del Panamera se giró inmediatamente y mirándola a los ojos le estrechó la mano. El contacto de aquella mano morena le hizo estremecer.

Justo en ese momento la orquesta empezó a tocar y Ricardo no se lo pensó ni un segundo, tirando de ella la ayudó a levantarse y se dirigieron a la pista de baile donde ya se les estaban uniendo varias parejas.

Con una sonrisa Ricardo enlazó su cintura y comenzó a girar al ritmo de la música. Bailaron un par de temas lentos y en seguida la orquesta se animó y tocó temas más movidos. En pocos minutos casi toda la gente se había animado y estaba bailando y saltando esperando cada vez con más expectación la llegada del nuevo año.

Al principio pensó que había sido un error lo de no llevar sujetador. Sus pechos rebotaban a cada salto obligándola a moverse con más suavidad, pero al contrario de lo que pensaba eso le hizo que su baile resultase más sensual. Divertida observaba como Ricardo le lanzaba miradas mal disimuladas a sus pechos que se movían y tensaban la liquidez del vestido generando una serie de ondas y pliegues que al abogado le resultaban irresistibles.

A las doce menos diez los camareros volvieron a aparecer repartiendo copas de champán. Para entonces todos se habían reunido en el centro de la pista y una pantalla bajó del techo comenzando la cuenta atrás.

Se le hacía raro ver un reloj digital descontando segundos en vez de las clásicas campanadas, pero pronto se olvidó de todo al sentir como Ricardo, a su lado, la enlazaba por la cintura.

5, 4, 3, 2, 1... Una lluvia de confeti y serpentinas les envolvió mientras la pantalla mostraba en enormes letras Feliz Año Nuevo. En ese instante Ricardo no esperó más y le dio un largo beso. Nina se lo devolvió con entusiasmo mientras se colgaba del cuello del abogado y dejaba que sus manos le acariciasen la espalda las caderas y el culo.

Solo la falta de aire les obligó a separarse. La orquesta había vuelto a tocar y todos a su alrededor ya estaban bailando.

Nina le dio un nuevo beso esta vez más corto y cogiéndole la mano tiró de él hacia una de las mesas vacías. Antes de seguir adelante necesitaba contárselo todo.

—Antes de que lleguemos más lejos necesito explicarme —dijo Nina apenas se hubo sentado— Sé que te lo he puesto difícil estas semanas. Créeme si te digo que no era mi intención.

Ricardo la miró con su curiosidad, pero sus ojos oscuros también reflejaban impaciencia así que no se anduvo por las ramas, ella también estaba ansiosa por sentir su cuerpo rodeándola.

—El día del portal, la verdad es que me entró un ataque de pánico y huí como un conejo. No sé por qué me ocurrió, supongo que me sentí abrumada por lo que sentía por ti y me pareció que era demasiado pronto. Y no hubiese pasado de eso si no fuese porque a partir de aquel día empecé a recibir llamadas amenazadoras. La persona que me acosaba amenazaba con matar a todo el que se acercase a mí.

—Deberías habérmelo contado. —intervino él— La mayoría de esos tipos son pirados que luego nunca se atreven a hacer nada. Yo me hubiese encargado de él.

—Eso me decía la policía, pero no sé que había en su voz que me decía que no estaba faroleando, de hecho hace unos días celebramos una cena de empresa y me tome un par de copas de más. El caso es que como estaba segura de que mi acosador no estaba allí me deje llevar y me líe con uno de mis empleados... Sí, ya sé que suena horrible, pero me sentía muy sola y las copas de más hicieron el resto. Pero eso no fue lo peor al día siguiente Dani apareció muerto al día siguiente, cosido a puñaladas. —dijo ahogando un suspiro.

—¡Joder! Así que tenías razón. Es horrible... —dijo él estrechando la mano de Nina.

—Sí, por eso me he mantenido alejada de ti. Jamás me perdonaría que te pasase nada. Afortunadamente cometió un error y ya está detenido. No volverá a molestarme y por eso te he llamado. Me gustas mucho y querría comenzar desde cero contigo. Si decides no seguir adelante lo entenderé. Tienes razones más que suficientes. A pesar de todo, me gustas demasiado para ocultarte todo lo que ha pasado, necesitaba decírtelo.

Ricardo la miró un momento en silencio, y acercando la mano a sus mejillas se las acarició con el dorso. Nina se ruborizó y atrapó la mano con la suya prolongando el contacto y sonriendo.

—¿Por qué no empezamos bailando? —sugirió él.

Sin esperar su respuesta tiró de ella y la llevó a la pista. En ese momento la orquesta estaba tocando una melodía lenta y Nina apoyó la cabeza en el hueco que formaban el hombro y la barbilla de Ricardo mientras se mecían con suavidad al ritmo de la música.

Una extraña languidez se apoderó de ella. Dejándose llevar abrazó a Ricardo por el cuello y se aspiró profundamente el aroma de la loción para el afeitado que emanaba de él.

El cambio de canción la sorprendió y tardó unos segundos antes de reaccionar, pero enseguida se separó un par de pasos y comenzó a moverse al ritmo de la música. Ricardo apenas se movía absorto en observarla. Girándose le dio la espalda y se retrasó hasta que sus cuerpos contactaron. Él la cogió por las caderas y se pegó a ella mientras recorría su cuello desnudo con los labios haciéndola estremecerse de placer. Aprovechando el ritmo de la música le golpeó un par veces con el culo y en seguida el reaccionó pegándose aun más a ella mientras la rodeaba con los brazos justo por debajo de sus pechos. La necesidad de tener a aquel hombre dentro de ella fue tan intensa que no lo dudó un segundo más.

—No quiero seguir bailando. Vamos a mi casa. De allí no podré escapar. —dijo con la voz enronquecida por el deseo.

Ricardo tampoco pareció muy interesado en la música y agarrándola de la mano se dirigieron al guardarropa.

Mientras esperaba el taxi él la abrazó. Atraída por su calor Nina se pegó a él y deslizó las manos por dentro de su abrigo. Acariciando el pecho y el culo de Ricardo se puso de puntillas y le dio un largo beso. Sin ser casi consciente de ello la mano bajó hasta su bragueta y le acarició el paquete por encima del pantalón. En seguida notó como el miembro del hombre crecía y se endurecía. De haber estado solos se hubiese tumbado sobre el suelo helado y hubiese dejado que la follase allí mismo.

Una vez en el taxi la situación se invirtió y fue Ricardo el que deslizó la mano entre sus muslos acariciando y palpando, haciendo que Nina se derritiese de deseo. Salieron del taxi casi a la carrera y se acercaron al portal. Incomodada por las continuas caricias y empujones de un Ricardo cada vez más excitado no era capaz de encontrar las llaves. No sabía por qué, pero se había llevado el espray de pimienta en el bolso y cada vez que conseguía atraparlas el enojoso tubo se interponía y la obligaba a seguir revolviendo. Finalmente las consiguió coger y abrió la puerta del portal apresuradamente. A trompicones, entre besos, caricias y estrujones entraron en el ascensor. El aparato nunca le había parecido tan lento. Cuando finalmente terminó el trayecto Ricardo tenía dos de sus dedos profundamente hincados en su sexo.

A duras penas logró separarse. Con el abrigo arrastrando por el suelo avanzó por el pasillo rechazando el acoso del hombre y abrió la puerta. En cuanto se cerró tras ella notó la mano de él intentando tirar del abrigo para atraparla, pero ella lo eludió deshaciéndose de la prenda y corrió hacia el salón. Tirando el bolso en el sofá intentó seguir, pero él la atrapó y la abrazó dándole un beso salvaje.

Tras unos segundos se separó y bajando uno de los tirantes de su vestido Ricardo envolvió su pecho con la boca. Un millón de aguijonazos de placer irradiaron de su pezón cuando la lengua del abogado lo lamió y lo aprisionó contra el labio en un suave pellizco.

Nina gimió y se apretó contra él restregando su pierna contra la de él hasta dejarla apoyada sobre su cadera. Con un movimiento Ricardo la cogió por el culo y la levantó besándola de nuevo. Nina cruzó las piernas en torno  a sus caderas y se dejó llevar al dormitorio.

En cuanto llegaron la depositó sobre la cama. Nina se apresuró a desabrocharle la camisa revelando un torso amplio y musculado de un atractivo color caramelo. Con las piernas aun rodeando su cintura recorrió los pectorales y rozó las tetillas del abogado con la punta de sus uñas mientras le miraba ansiosa.

Apartándose Ricardo terminó de desvestirse mientras ella le observaba con el vestido levantado y las piernas abiertas mostrándole el tanga empapado por el producto de su excitación.

Con el pene erecto balanceándose ante ella, él se agachó al borde de la cama y le cogió uno de los pies. Con los labios recorrió su tobillo, el arco del pie y terminó besando sus dedos. De una patada se deshizo de él y abrió las piernas aun más. Ricardo, sin embargo, la ignoró y se lo tomó con tranquilidad, acariciando y recorriendo sus piernas con los dedos y la lengua, volviéndola loca de deseo. Incapaz de aguantar más lo agarró por el cabello y le acercó la cabeza a sus ingles.

Apenas un roce fue suficiente para que todo su cuerpo se estremeciese. Estaba tan excitada que cuando Ricardo apartó el tanga y envolvió su sexo con la boca, no tardo más que unos segundos en correrse. Todo su cuerpo se estremeció indefenso mientras él la masturbaba con intensidad prolongando aun más su placer.

En cuanto los últimos relámpagos de placer se hubieron extinguido se sintió de nuevo excitada. Era como si solo aquella polla grande y amenazadora fuese capaz de calmar su hambre. No podía esperar más.

—Vamos, fóllame. —le ordenó abriendo las piernas.

Ricardo adelantó su cuerpo y lo acomodó entre sus piernas. Con un movimiento rápido agarró de la tira del tanga y le arrancó la prenda de un tirón. La prenda se le hincó en el sexo pero hasta el doloroso tirón le resultó excitante.

Cegado por la pasión Ricardo cogió su miembro y se lo clavó de un solo golpe. La polla resbaló fácilmente en su interior hasta hincarse en lo más profundo de su coño, provocando que Nina se retorciese de placer. Indefensa, lo único que pudo hacer fue agarrase a los hombros de su amante mientras él agarrado a su liguero, la acometía como una bestia embravecida, arrasándola de placer.

En ese momento Ricardo pareció darse cuenta de la violencia de sus acometidas e intentó mostrarse un poco menos rudo, pero ella le dio un largo beso mientras le suplicaba que no parase.

A punto de correrse Nina apartó a su amante a empeñones y se puso a cuatro patas. Ricardo se acercó y deslizando las manos bajo el vestido de Nina le acaricio los pechos mientras que con la punta del glande rozaba y tanteaba la entrada de su sexo. Nina se giró un instante y le beso mientras él se colocaba sobre ella dispuesto a penetrarla de nuevo.

Con un jadeo aguantó el peso de Ricardo cuando se dejó caer sobre ella a la vez que la penetraba de nuevo. Bastaron un par de pollazos para ponerla de nuevo al borde del clímax. Ansiosa por pegarse a su cuerpo irguió el torso y se deshizo del vestido sacándolo por la cabeza mientras él soltaba su recogido dejando que la melena de Nina cayese como una cascada por su espalda.

En ese momento Ricardo la envolvió con sus brazos y la penetró con ternura. Todo el ansia que sentían hacia unos segundos se había disipado y ahora se movían lentamente disfrutando de la increíble sensación que les proporcionaban sus sexos al resbalar el uno dentro del otro.

Dejándose caer de lado Ricardo tiró de ella hasta quedar tumbados de lado. Ella aprovechando el impulso siguió empujando hasta que quedó encima y de espaldas a él. Apoyando las piernas a ambos lados de sus muslos comenzó a mover sus caderas mientras su amante acariciaba su cuerpo a placer. De nuevo la excitación empezó a aumentar y cuando se dio cuenta estaba agitando las caderas con todas sus fuerzas mientras su amante acariciaba y palmeaba su sexo hinchado y enrojecido. Ni siquiera el orgasmo la detuvo y gritando de placer se inclinó hacia adelante y apoyando las manos en las rodillas de Ricardo siguió clavándose aquella ardiente estaca hasta que sintió una oleada de semen ardiente inundando su coño.

Exhausta y aun estremecida se dejó caer de lado. Ricardo se apresuró a abrazarla manteniendo la polla en su interior, moviéndola con suavidad y exprimiendo hasta el último chispazo se placer.

Esta nueva serie consta de 25 capítulos. Publicaré uno más o menos cada 5 días. Si no queréis esperar o deseáis tenerla en un formato más cómodo, podéis obtenerla en el siguiente enlace de Amazón:

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Un saludo y espero que os guste.