Atrapada Nina Capítulo 16
El guarda le dijo que no necesitaba nada y se despidió. Mientras se dirigía al coche pudo sentir la mirada del segurata fija en su culo y a pesar de que no le resultaba un hombre atractivo para nada, no pudo evitar sentirse excitada. La soledad le estaba pasando factura.
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Afortunadamente el trabajo no la dejó mucho tiempo para pensar y las semanas siguientes pasaron rápidamente. El pirado, como lo llamaba ella, seguía llamando, pero parecía conformarse con verla sola y ya no la increpaba. Solo se dedicaba a respirar o soltar alguna carcajada bronca antes de colgar. La teniente Rodríguez la llamaba de vez en cuando para ver como se encontraba y darle un poco de ánimo. Según ella, el hecho de que hubiese dejado de insultarla y que no se mostrase ante ella era buena señal y no creía que fuese mucho más allá. De todas maneras seguían consultando su lista de llamadas por si el hombre cometía un error y utilizaba su propio teléfono aunque no tenía muchas esperanzas porque cambiaba de terminal cada poco tiempo.
Además, las clases de defensa personal contribuyeron a que se sintiese más segura, de hecho un día tuvo la oportunidad de probar lo que había aprendido.
Había estado trabajando toda la tarde. Las navidades se acercaban y había pensado en hacer una pequeña fiesta para los empleados en las oficinas y estuvo tan entretenida preparándolo todo que cuando se dio cuenta habían apagado las luces y ya no quedaba casi nadie en la factoría. Como no la gustaba quedarse después de que apagasen las luces recogió su bolso apresuradamente y salió de la oficina. Las máquinas paradas, los pasillos solitarios y el eco de sus tacones al golpear el suelo de cemento en el profundo silencio de la noche le recordaban las advertencias que en ese momento no estaba teniendo en cuenta.
En ese momento de un pasillo lateral apareció una sombra y alargó un brazo hacia ella. Nina no se lo pensó y haciendo un gesto que había estado entrenando todas aquellas semanas agarró al desconocido por la muñeca y usando su impulso lo aprovechó para derribarlo justo en el momento en el que se dio cuenta de que era el guardia jurado.
—¡Oh Dios! ¡Lo siento mucho! —dijo ella mientras se apresuraba a ayudar al pobre hombre a levantarse.
—No pasa nada, señora. —dijo él sacudiéndose el polvo del uniforme— Estaba haciendo la ronda y cuando la he visto he recordado que algún gracioso esta mañana ha inyectado silicona en la cerradura de la garita y pensé que era un buen momento para informarla. Obviamente me equivoqué.
—La culpa ha sido mía, Jorge. La verdad es que caminar por esta enorme nave a oscuras me da un poco de miedo y reaccioné de manera exagerada. Espero que no me guardes rencor. —dijo Nina tratando de poner una sonrisa inocente.
—A usted nunca, señora. —replicó el guarda recolocándose el cinturón y mirándola con aquellos ojillos pequeños y oscuros— Si quiere la acompañare hasta la salida, señora.
—Llámame Nina. Por favor. Odio las formalidades.
—De acuerdo, Nina. —sonrió el guardia— Y recuerda que si se siente incómoda caminado por la nave cuando este vacía no tiene más que llamarme y la acompañaré hasta la salida. No es ninguna molestia.
—Gracias, lo tendré en cuenta la próxima vez. —dijo ella cuando llegó a la puerta— Y mañana mismo me encargaré de llamar a un cerrajero para que la arregle. ¿Necesitas algo más?
El guarda le dijo que no necesitaba nada y se despidió. Mientras se dirigía al coche pudo sentir la mirada del segurata fija en su culo y a pesar de que no le resultaba un hombre atractivo para nada, no pudo evitar sentirse excitada. La soledad le estaba pasando factura.
Al día siguiente quedó con Paula para tomar el café y le contó como las clases de autodefensa habían empezado a surtir efecto. Cuando terminó de contar la anécdota con el pobre Jorge ambas estaban riendo sin poder parar. Finalmente Paula le preguntó cómo le iba y ella fue totalmente sincera. Echaba de menos tener un cuerpo cerca de ella y cuando le contó que la mirada del guarda de seguridad la había excitado volvieron a reír. No le sorprendió que Paula se ofreciese para acompañarla a casa y darle unos cuantos achuchones. Ella se lo agradeció, pero por nada del mundo hubiese puesto a su amiga en peligro.
Se despidieron y cuando llegó al trabajo no pudo evitar sonreír al ver al guarda de seguridad. Este pareció no entender el origen de la sonrisa y se la devolvió amablemente mientras hacía una ligera inclinación de cabeza.
En cuanto llegó a la oficina llamó al cerrajero que le había ayudado con la cerradura de casa y este quedó en que iría a última hora. El hombre tardó en llegar, pero hizo el trabajo en unos minutos. Cuando terminó el guarda la llamó y ella se acercó a la garita para pagarle.
Encontró a los dos hombres charlando y bebiendo un par de refrescos y ambos se giraron cuando la oyeron acercarse. Los dos interrumpieron su conversación haciendo el mismo gesto apreciativo. Nina intentó ignorar las miradas que se clavaban en el escote de su blusa y en sus caderas y les saludó alegremente. Le pagó y mientras el cerrajero hacia la factura, Jorge le enseñaba satisfecho la nueva cerradura. Al parecer además del bombín había cambiado todo el mecanismo y por un poco más había conseguido una cerradura más resistente y difícil de forzar. Tras darle las gracias se despidió y volvió a la oficina.
Aquella noche tuvo un sueño. Estaba en la oficina observando el trabajo del cerrajero con los dos hombres a sus espaldas. Sentía aquellos dos pares de ojos fijos en ella y no podía evitarlo. Simulando inspeccionar el trabajo más de cerca se agachó. Su culo tensaba el tejido de la falda y por el rabillo del ojo veía a los dos hombres moverse inquietos con sus miradas fijas en ella.
A pesar de que aquellos hombres no eran su tipo con aquellas enormes barrigas tensando el tejido de sus uniformes y aquellas caras toscas y ansiosas, un placer primitivo la estaba envolviendo.
—Buen trabajo, chicos —dijo irguiéndose y sentándose en la pequeña mesa de la garita y cruzando las piernas.
Los hombres la observaban paralizados. La falda se había subido hasta mostrarles el delicado encaje de las medias y un par de presillas del liguero. Nina sonrió y esperó apoyando las manos en la mesa, disfrutando de las miradas ansiosas y sintiendo como su sexo se calentaba y se humedecía.
Finalmente Jorge fue el que se acercó primero. Ella le premió descruzando las piernas y dándole una fugaz visión de su entrepierna. El hombre salivó al ver que no llevaba bragas y alargó la mano con la intención de introducirla entre sus piernas. En ese momento ella le cogió la muñeca de la misma manera que la noche anterior en el almacén solo que esta vez se la llevó a la boca y chupó con una sonrisa aquellos dedo gordezuelos.
Mientras lo hacía no dejaba de mirar a los ojos del cerrajero que ya estaba manipulando con precipitación la cremallera de su mono.
Finalmente el guardia le separó las piernas e introdujo su cuerpo entre ellas. Sin dejar de chuparle los dedos, Nina bajó las manos y se deshizo de sus pantalones y sus calzoncillos con maestría, descubriendo una polla enorme y rugosa, con unas venas oscuras y tortuosas.
Ansiosa la acarició y se golpeó el pubis con ella, relámpagos de placer la asaltaron y la obligaron a retorcerse soltando un largo gemido que los dedos de Jorge apagaron. Sin esperar más el guarda apartó la mano de su boca y cogiéndose el miembro se lo hundió hasta el fondo de su coño. Nina gritó y se estremeció al sentir aquella enorme herramienta dilatando su vagina hasta el punto que creyó que se iba a romper.
En ese momento el cerrajero que se había limitado a mirar mientras se masturbaba se acercó y la obligó a tumbarse de manera que su cuello y su cabeza sobresalían de la mesa. Con un rugido la obligó a abrir la boca y estrelló la punta de su glande en el fondo de su garganta.
En ese momento comenzó una salvaje cabalgada mientras los dos hombres tiraban de su ropa para dejar a la vista sus pechos. Ambos se lanzaron como fieras hambrientas sobre sus pechos los amasaron y los pellizcaron, los chuparon y los mordieron, pero todo le daba igual solo sentía las intensas oleadas de placer que recorrían su cuerpo.
Medioahogada con varios manotazos apartó a los hombres y se levantó. Desafiándoles con la mirada se deshizo de su ropa rasgada y se exhibió ante ellos solo vestida con las medias y los tacones. Sentía todo su cuerpo palpitar y sabía que una polla no sería suficiente para aplacar aquella necesidad.
Con un movimiento decidido se acercó al cerrajero y con una llave que había aprendido en las clases de autodefensa lo tumbó en el suelo. El hombre soltó un gemido y aprovechando su aturdimiento se sentó sobre el dándole la espalda. Mirando al guarda a los ojos cogió la verga del cerrajero y se la clavó en el culo. Aquella no era la polla pequeña y suave de Chen. El miembro grueso del hombre atravesó su esfínter y ella no pudo evitar un grito al sentir el lacerante dolor.
Dándose un momento de tregua separó las piernas y poniéndolas a ambos lados de las del cerrajero comenzó a mover sus caderas arriba y abajo. En pocos segundos el dolor se mezcló con el placer y cuando se dio cuenta se estaba moviendo furiosamente, clavándose aquel falo ardiente mientras miraba a los ojos del guarda.
Este no esperó más y se inclinó sobre la pareja y después de comerle el coño unos instantes la penetró el también. La sensación fue gloriosa las pollas colmaban y estiraban sus dos orificios y el placer parecía que iba a terminar por arrasarla.
En ese momento se giró y se encontró con un espejo. Entonces se vio emparedada entre dos cuerpos sudorosos y peludos que no paraban de ensañarse con su cuerpo y una profunda sensación de vergüenza la inundó. Intentó separarse, pero los hombres la tenían perfectamente agarrada, uno por el pelo y otro por los pechos y seguían penetrándola una y otra vez con fuerza sin llegar a correrse nunca...
En ese momento se despertó con un grito. Jadeando se apartó el pelo sudoroso de la frente mientras encendía la luz. Desorientada, miró el reloj mientras respiraba hondo tratando de calmarse aunque la sensación de sentirse sucia no se pasaba. Todo su cuerpo estaba estremecido y excitado. El corazón retumbaba en su pecho y el sudor corría por su torso haciéndole cosquillas.
Aun era demasiado pronto para levantarse así que se tumbó y cerró los ojos, la imagen de la cara contorsionada de Jorge mientras la asaltaba la obligó a abrir los ojos de nuevo. Aquella noche iba a ser muy larga.
Esta nueva serie consta de 25 capítulos. Publicaré uno más o menos cada 5 días. Si no queréis esperar o deseáis tenerla en un formato más cómodo, podéis obtenerla en el siguiente enlace de Amazón:
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Un saludo y espero que os guste.