Atrapada Nina Capítulo 15
La satisfacción y la tranquilidad duraron hasta que llegó a casa. Estaba a punto de entrar en la ducha cuando sonó de nuevo el teléfono. Era la llamada que más temía. Aun más que las del pirado.
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El invierno había tardado en llegar, pero finalmente lo hizo. La lluvia y las nubes oscuras y amenazadoras no contribuyeron a mejora su estado de ánimo. Se quedó en casa, fingiendo que continuaba griposa, sin atreverse siquiera a salir de casa y pensando en cómo iba a poder tener una vida con aquella amenaza pendiendo sobre su cabeza. Ahora que había huido de un matrimonio que era una mentira y por fin era libre aparecía aquel desconocido y estaba peor que nunca. El acosador la llamaba puntualmente a las cuatro y media de la mañana, a pesar de que probablemente sabía que tenía el móvil apagado. Desde ese momento seguía insistiendo y no paraba hasta que descolgaba. Normalmente no decía nada y se limitaba a respirar profundamente para intimidarla, y cuando empezaba a insultarla ella se limitaba a colgarle sin más.
Tres días después la teniente se presentó en su casa para decirle que ya tenían el registro de llamadas pero que lamentablemente no servía de nada. Al parecer las llamadas se hicieron desde un teléfono desechable que estaba a nombre de un ciudadano sueco que no había estado en el país en los últimos ocho meses. Se habían puesto en contacto con él por medio de sus colegas suecos y el hombre había dicho que se lo habían robado en sus vacaciones en Palma y que no se había molestado en denunciarlo porque no quería perder todo el día en una comisaría por un cacharro que costaba veinte euros.
Según le dijo Mía aquellos teléfonos estaban muy buscados por los rateros ya que había un floreciente mercado negro. Todo aquel que quería hacer negocios poco legales recurría a ese tipo de terminales. A partir de ahí no podían hacer mucho. Mía dijo que lamentablemente no disponían de personal suficiente para vigilar todos los casos de acoso, aunque si le dio un espray de pimienta y un llavero con un botón conectado directamente con la comisaría que permitiría dar la alarma en caso de que las amenazas se volviesen reales.
Consciente de que no serviría de nada seguir encerrada en casa llorando y autocompadeciéndose salió por fin de casa intentando hacer una vida normal, dentro de lo que cabía. Siempre mirando a sus espaldas y escrutando entre la gente una figura amenazadora o unos ojos fijos clavados en ella. Afortunadamente la empresa iba viento en popa, porque ella apenas tenía fuerzas para mantener la concentración unos pocos minutos seguidos. En la oficina no parecían darse cuenta y se comportaban con ella normalmente, lo que le ayudaba a relajarse un poco.
Dani había empezado a trabajar renovando la página web de la empresa y se presentaba cada poco con alguna pregunta o sugerencia. Nina sospechaba que no solo aparecía por allí para preguntarle. El chico era mono, delgado y alto como un esparrago, con el pelo rubio y de punta y unos ojos dulces de color miel. Afortunadamente ambos sabían que él no era más que un empleado a prueba y ella su jefa y la cosa no pasó a mayores.
La que no se tragó ninguna excusa fue Paula. Aunque tuviese deseos de evitarla, era la única amiga en la que confiaba y no podía evitar verla en el gimnasio o quedar con ella para tomar un café. Finalmente un día después de salir del vestuario del gimnasio la llevó a tomar un café y le preguntó a bocajarro.
—¿Se puede saber qué diablos te pasa?
—¡Oh! Nada, es solo Ricardo...
—Los cojones. —le cortó ella— Tú no estás confusa, tú estás aterrorizada. No soy tonta, veo como caminas por la calle con los nervios en tensión, mirando a todas partes, como si estuvieses dispuesta a salir corriendo a la menor señal de peligro. Soy tu amiga y estoy preocupada por ti. Cuéntame que te pasa. Si puedo hacer algo por ti te ayudare, si no por lo menos podré consolarte.
Nina miró a su amiga a los ojos, le cogió la mano y se echó a llorar. Paula la miró con tristeza y la abrazó, consciente de que en aquel momento era lo único que podía hacer por su amiga.
Cuando finalmente se calmó le contó lo que había pasado. No hacía falta que hablara, Paula era totalmente transparente para ella y podía ver en sus ojos la furia y la impotencia.
—¿Cómo puedo ayudarte? —le preguntó— ¿Quieres que vaya a vivir contigo una temporada?
—¡No! —exclamó asustada— Bajo ningún concepto pondré tu vida en peligro. Parece que de momento se conforma con tenerme controlada.
—Pero así solo haces que seguirle el juego...
—Sí y quizás se canse y me deje en paz. —dijo Nina.
—O decida que es el momento de dar un paso más. ¿Qué dice la policía?
—Que sin más pruebas, no pueden hacer nada. Obviamente, si tienen que poner un policía a cada mujer amenazada en este país necesitarían un ejército. La teniente que me atendió parece sincera y me ha dado una alarma para alertarles si me siento en peligro. —dijo enseñando a Paula el llavero.
Su amiga la miró escéptica. sabía que aquello era poco más que una pata de conejo. Si un día se veía obligada a usarlo a menos que hubiese una patrulla cerca por casualidad no creía que llegasen a tiempo.
—Eso no es estar preparada. Creo que lo que necesitas es otra cosa. En el gimnasio todas las tardes a partir de las siete de la tarde hay una asociación de mujeres que da clases de autodefensa. Deberías ir. Es más, iremos juntas.
Nina la miró con incredulidad. Nunca había usado la violencia contra nadie y no se sentía capaz de defenderse ni de una mosca. Pero Paula insistió.
—Vamos, no seas tonta. En caso de que no sirva para nada por lo menos haremos un tipo de ejercicio diferente estoy harta de las chorradas del zumba.
Le costó, pero al final dejó que Paula las inscribiera a las dos en las clases aunque tuviese que salir un poco antes del trabajo. Quería a esa mujer, sentía que sin ella se sentiría totalmente perdida. Cuando se levantaron no pudo evitar darle un largo abrazo antes de salir a aquel día oscuro y lluvioso.
A medida que pasaba el tiempo se sentía un poco más segura de que lo de las clases de autodefensa no eran tan mala idea. Probablemente en una situación real no servirían mucho, pero le ayudarían a sentirse un poco más segura y a poder concentrarse en su trabajo.
El segundo envío para los chinos estaba preparado y por fin había podido dar un poco de respiro a los trabajadores que habían estado haciendo horas extras para recuperar el tiempo perdido y poder entregar el pedido puntualmente.
Aquella tarde tuvo una reunión con Felipe para tranquilizarle y decirle que seguirían teniendo carga de trabajo suficiente y que si la página de Dani funcionaba probablemente tendría que contratar a más gente para hacer un segundo turno de trabajo. Por fin aquella noticia logró arrancar una leve sonrisa a aquel hombro de rostro hierático.
La satisfacción y la tranquilidad duraron hasta que llegó a casa. Estaba a punto de entrar en la ducha cuando sonó de nuevo el teléfono. Era la llamada que más temía. Aun más que las del pirado. Era Ricardo. Durante todos aquellos días había ido retrasando aquella llamada, consciente de que lo que le iba a decir le haría daño y acabaría con aquella relación para siempre. Pero no quería arriesgarse a que le hiciesen daño. Lo quería demasiado. No sabía si era porque sabía que su relación era imposible, pero cada vez se sentía más enamorada de él.
—Hola, Ricardo. Siento no haberte llamado. Estaba muy ocupada. —mintió.
—Bueno, la verdad es que estaba preocupado. No he tenido noticias tuyas en casi una semana.
—Lo sé. Es culpa mía. Necesitaba tiempo para pensar.
—¿Pensar en qué? —preguntó Ricardo con tono serio.
—En lo nuestro. —respondió ella respirando hondo e intentando contener las lágrimas— Creo que es demasiado pronto. Acabo de salir de un matrimonio y no estoy preparada para una relación seria...
—Sé perfectamente a que te refieres. —le interrumpió a él— Te han mentido y te han traicionado, pero no todos los hombres somos así. No sé cómo decirte esto sin asustarte, pero lo que siento por ti es algo más que pura atracción física y sé que tu también sientes algo por mí.
—Lo siento. Siento haberte dado esperanzas... Pero ahora mismo no. No puedo... No es por ti, has sido realmente adorable conmigo. Espero que aun día puedas perdonarme.
Se sentía tan vulnerable allí en el baño, desnuda, sin palabras para poder explicarse, que sin fuerzas para decir nada más, colgó el teléfono y lo apagó. Llorando entró en la ducha, abrió el agua y la dejó correr por su cuerpo desnudo mientras ella resbalaba poco a poco hasta sentarse en el suelo hecha un ovillo deseando que el infierno la tragase. No podía ser peor que aquello.
Al día siguiente el cielo se despejó y le ayudó a sentirse un poco más optimista. Por lo menos ahora aquel cabrón no tendría escusa para hacer daño a nadie. El resto del día lo pasó haciendo clientes y por la tarde estuvo en la oficina haciendo papeleo hasta que Paula la llamó para recordarla que tenía una cita en el gimnasio.
Sus nuevas compañeras le recibieron con una sonrisa y la monitora les dio un corto discurso de bienvenida, animando a las presentes a no tener miedo de pedir ayuda y a no aguantar y rebelarse contra cualquier forma de violencia machista. A continuación explicó que les iba a enseñar a enfrentarse a sus agresores y a defenderse si eran atacadas.
Tras hacer una serie de estiramientos. La monitora hizo con ellas una serie de ejercicios para fortalecer sus brazos y piernas antes de entrar en materia y emparejándolas las enseñó una serie de maniobras para zafarse de su agresor que ellas repetían alternando el papel de agresor y agredida.
Paula pareció disfrutar especialmente del papel de agresor y aprovechó para sobar el cuerpo de Nina a la vez que gritaba palabras soeces y se ponía a llorar como un bebe y a suplicar que no la matara cuando la derribaba, al final todas acabaron tiradas por el suelo muertas de la risa a pesar de las recriminaciones de la monitora.
Cuando terminó la clase se sintió mejor de lo que se había sentido en los últimos días. Las bromas con Paula habían contribuido a mejorar su estado de ánimo, aun así el efecto duró poco. La soledad estaba empezando hacer mella. Cuando llegaba a casa se sentía sola hasta el punto de que en varias ocasiones se le había pasado por la cabeza volver a casa de su padre. Finalmente siempre lo desechaba no quería volver a depender de nadie y tampoco quería ponerlo en peligro.
Así que al final se acostaba todas las noches sola, esperando que los monstruos la respetaran y la dejaran dormir toda la noche de un tirón.
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Un saludo y espero que os guste.