Atrapada Nina Capítulo 13

Cuando cesaron las arcadas seguía sintiéndose sucia y atemorizada. Con las piernas temblando se metió en la ducha y dejó que el agua ardiente escurriese por su cuerpo y se llevase aquella perturbadora sensación.

13

El teléfono la despertó. Miró el reloj. Apenas eran las seis de la mañana. Aun mediodormida alargó la mano y sin abrir los ojos respondió:

—¿Diga? ¿Diga?

Al no recibir respuesta abrió finalmente los ojos y miró para ver quién era el que la llamaba. De nuevo el chalado de su marido ocultando el número. Irritada se cagó en la puta que lo parió y estaba a punto de colgar cuando una voz bronca que no era la de su ex interrumpió la sarta de insultos.

—Ya veo lo confundido que estaba contigo. Yo que creía que eras una mujer con estilo y no eres más que una fulana  que le gusta pasearse por ahí sin sujetador, bamboleando los pechos como una puta y restregándose en los portales con la primera polla negra que pilla.

Un escalofrío recorrió la espalda de Nina. Ahora sí que estaba totalmente segura de que aquel tipo no era su ex. Las ira y el desprecio que destilaban cada una de sus palabras la atemorizaron y la humillaron a la vez. La imagen de aquel desconocido siguiéndola bajo la lluvia se hizo mucho más nítida y real. Miró el teléfono con la mano temblorosa e intentó colgar, pero aquella voz rasposa y oscura la tenía subyugada y no podía hacer otra cosa que escuchar.

—Las mujeres como tú solo merecen una cosa... Sí una cosa. —continuó con la voz ligeramente distorsionada, probablemente con la ayuda de algún dispositivo— Debes ser castigada por tu comportamiento. Una perra como tú solo puede aprender con el dolor.

—No sé quién te crees que eres. —replicó ella saliendo por fin de su inmovilidad— Pero si sigues acosándome hablaré con la policía.

Una larga carcajada la interrumpió.

—No seas idiota, zorra. ¿Qué les vas a contar? Perdone señor policía. —dijo el desconocido con voz de falsete— Un desconocido me acosa y me recrimina que vaya follando como una mona salida por los portales. Además de puta, eres estúpida. La policía se reirá de ti y no te hará ni caso y si me entero de que acudes a ella te arrepentirás. Ni siquiera esa atractiva polla negra tuya podrá hacer nada para evitarlo.

El desconocido parecía haber acabado su discurso, pero no colgó. Un silencio escalofriante en el que solo se oía la respiración del acosador cada vez más anhelante se estableció hasta que se interrumpió con un bronco gemido.

—Oh, sí. Pronto recibirás tu merecido. Sentirás mi polla desgarrando tu ano mientras mis manos se cierran en torno a tu cuello...

Finalmente Nina reunió fuerzas y colgó. Se sentía sucia por dentro y por fuera. Sabía que aquel cabrón había estado masturbándose mientras hablaba con ella y no podía evitar que su mente imaginase a aquella silueta entrevista la noche anterior en la oscuridad eyaculando y cubriendo su cuerpo desnudo con su repugnante semilla.

Mareada se levantó y se dirigió corriendo al baño. Cuando cesaron las arcadas seguía sintiéndose sucia y atemorizada. Con las piernas temblando se metió en la ducha y dejó que el agua ardiente escurriese por su cuerpo y se llevase aquella perturbadora sensación.

Apenas reconfortada salió del baño. Se sentía más sola que nunca, pero además aquella soledad no era triste, era oscura y peligrosa. Lo que más la perturbaba de todo aquello había sido su estupor y su inmovilidad. Había escuchado con atención cada una de las palabras de aquel hijo puta sin voluntad para grabar o siquiera cortar la comunicación. Solo podía escuchar, apretando el teléfono con fuerza, dejando que las lágrimas corriesen por su rostro.

¿Qué iba a hacer ahora? ¿Llamar a la policía? Cogió el teléfono un instante, pero las amenazas del desconocido estaban grabadas a fuego en su cerebro. Y ni siquiera tenía una sola prueba. Como una idiota se había olvidado de grabar la conversación. ¿Cómo podía ser tan tonta? Se sentó en la cama unos instantes intentando calmarse y justo en ese momento el teléfono volvió a sonar haciendo que pegase un salto.

Casi sin atreverse a tocarlo miró quién era el que llamaba. Era Ricardo. Una lágrima de alivio corrió por su mejilla. Con las manos todavía un poco temblorosas por el sobresalto cogió el móvil.

—Hola, Nina. Solo quería saber qué tal estabas. Siento haberme dejado llevar anoche. No quería asustarte.

—Yo, no... Lo siento. Solo fue que... Bueno es complicado. —en ese momento con el cerebro embotado lo único que sabía era que no era el momento de hablar con Ricardo.

—Solo quiero que sepas que te entiendo, quizás es un poco pronto y apenas nos conocemos. Además tú estás confusa por todo lo que has vivido últimamente. Quiero que sepas que me gustas y te respeto. No quiero que pienses que lo único que quería de ti era un polvo rápido en un portal.

Las palabras de Ricardo le recordaron la conversación con el acosador y Nina se quedó en blanco sin atreverse a abrir la boca.

—Nina, ¿Estás bien? —le preguntó él ante el prolongado silencio.

—Oh, si es solo que... Ahora no puedo hablar. ¿Te importa que te llame más tarde?

—No hay problema. —la voz de Ricardo sonó un poco deprimida como si creyese que había metido la pata— Llámame cuando quieras.

—Lo haré y no te preocupes, anoche lo pasé bien. —trató de tranquilizarle aunque su tono de voz no fuese nada convincente.

A pesar de que la conversación había sido torpe y confusa la voz de Ricardo le confortó un poco, le hizo sentirse que no estaba sola y consiguió juntar fuerzas para vestirse. Como aun era pronto para ir al trabajo se puso ropa de deporte y se fue al gimnasio. Quizás un poco de deporte la ayudase a olvidarse definitivamente de aquel pirado. Lo más probable es que solo fuese un gilipollas y después de correrse sobre el móvil la dejase en paz.

Cuando llegó al gimnasio Paula ya estaba allí haciendo pesas a pesar de lo temprano de la hora.

—Cómo diablos te las arreglas para coincidir siempre conmigo. ¿Vives aquí? —le preguntó Nina subiendo a una bicicleta estática y comenzando a pedalear.

—¡Vaya! ¡Cuánto tiempo! Sé que estabas ocupada, pero no creía que fuese para tanto. Te echaba de menos y por cierto soy como los osos polares te huelo a kilómetros de distancia. —dijo ella entre risas.

—Espero que no me estés llamando foca. —Nina sonrió a pesar de no estar de muy buen humor y comenzó a pedalear intentando evitar pensar en nada. A pesar de que lo intentaba tenía las palabras de aquel cabrón grabadas a fuego en la mente y cada pocos minutos volvían a su mente pare torturarla. Ella lo único que podía hacer era aumentar el ritmo y la resistencia de la máquina.

En cuestión de pocos minutos estaba cubierta de sudor y jadeaba como una locomotora vieja. La falta de ejercicio le había pasado factura y tras poco más de quince minutos tuvo que parar porque no podía más.

Paula que la había estado observando no pudo evitar acercarse.

—Veo que te lo has tomado en serio. Pero deberías aflojar si no quieres lesionarte. Ni que te estuvieses preparando para subir el Alpe d´Huez.

Nina, que aun estaba intentando recuperase levantó la cara y miró a su amiga, pero no dijo nada. Simplemente hizo un gesto y cambió de aparato. Esta vez escogió la cinta de andar y se esforzó en mantener un ritmo más relajado. Poco a poco fue olvidándose de la llamada aunque la sensación de sentirse nerviosa y violentada no desapareció en toda la sesión.

Después de casi una hora, el ejercicio surtió efecto y estaba demasiado cansada para pensar en nada. Dejando el aparato se dirigió a la ducha. Paula que no dejaba de mirarla con atención la siguió.

—¿Te pasa algo? Hoy te noto especialmente rara. —dijo su amiga genuinamente preocupada.

El agua caía sobre las dos llevándose el sudor que cubría su cuerpo. La mirada que le echó Paula a su cuerpo le hizo sentirse un poco incómoda y ella pareció notarlo porque la apartó inmediatamente.

—¿No será por algo que he hecho? ¿Verdad?

—No es por ti. Te lo aseguro.

—Entonces ¿Por qué estas tan nerviosa? Jamás te había visto así ni siquiera cuando te enteraste de lo de tu ex.

Nina dudó y estuvo a punto de contárselo todo, pero estaba segura de que todo aquello era una broma pesada y si por casualidad no lo era no quería poner a Paula en peligro de ninguna manera. De todas maneras si no quería que la relación que tenía con su mejor amiga no se deteriorara tenía que contarle algo, así que optó por contarle solo una parte de la historia.

—Está bien, pero no te rías. Ayer salí con Ricardo. El caso es que después de cenar salimos a pasear y nos pilló la tormenta de anoche. Nos refugiamos en un portal y una cosa llevó  a la otra y cuando me di cuenta el tenía las manos dentro de mi blusa y yo las mías dentro de su bragueta...

—¡Maldita sea! No me cuentes que alguien ha sobado esos preciosos melones porque me muero de envidia. —dijo Paula echando una mirada lasciva a los pezones de Nina.

—El caso es que me dio un ataque de pánico y huí como un conejo. —dijo ella omitiendo cualquier mención al desconocido que había sorprendido siguiéndola bajo la lluvia y a la llamada.

Paula no lo pudo evitar y rio aliviada.

—Menos mal que era solo eso. Me tenías realmente preocupada. —dijo su amiga entre risas.

—Basta ya, Paula. No es cosa de risa. Ese hombre me gusta. Es atractivo, inteligente, y ...

—Tiene una polla como la de un caballo. —le interrumpió Paula entre risas— Vamos, chica, que no es tan grave. Si a ese tío le gustas, realmente eso solo aumentará el interés que siente por ti.

—¿Tú crees?

—Pues claro. Lo que deberías hacer es volver a llamarle y proponerle una cena en casa y esta vez  olvidarte de todo y dejarte llevar. ¡Dios! Parece mentira que te este diciendo esto. Debo ser tonta.

—No, solo eres una buena amiga, la mejor. Gracias, no sé qué haría sin ti. —replicó Nina abrazándola.

Paula aprovechó y se apretó contra el cuerpo desnudo de su amiga hasta que Nina la apartó con suavidad pensando que ojalá Paula tuviese pene, porque a veces sentía que solo su amiga la entendía. Sin poder evitarlo se acercó y le dio un beso en los labios. Rápido y suave para evitar que Paula intentase nada más y se dirigió a los vestuarios. Tenía un empresa que dirigir.

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Un saludo y espero que os guste.