Atrapada en la crisálida (2: La intrusa)

De noche, y en una zona boscosa y apartada, Crisálida se ofrece a Julián en la precariedad de su automóvil. Tras una pausa recrean vivencias llenas de morbo, que los empujan a una nueva cópula con furor renovado.

Presente

Sigo en la habitación con las luces apagadas. La ventana me separa de la noche de Bangkok como el cristal de una inmensa pecera. El concepto "contaminación lumínica" no parece haber llegado a esas latitudes, y en la lejanía, el barrio de Patpong reverbera atrapando a sus luciérnagas infantiles. Se ven los destellos de algún helicóptero, transporte de magnates que asisten a cenar rodeados de sus zorras. Como otras ciudades del sudeste asiático, Bangkok bulle a todas horas.

Me levanto y busco los calmantes en mi bolso. Saco uno del blister y voy al baño a por un poco de agua, me lo pongo en la boca pero segundos después lo escupo. Lo veo en la pila del lavabo deshacerse omo esputo de lagarto. No voy a adormecer mis sentimientos ni a macerar mis recuerdos en drogas, voy a gozarlos otra vez con la perspectiva que da el tiempo, y me tumbo de nuevo en la cama recordando a Julián.

Pasado

Aún lo veo sobre mí, atrapando mi cuerpo y yo entregado a su vicio, durante aquellas furtivas escapadas al bosque en su automóvil. Le oigo susurrarme al oído:

-Eres mía -y entonces, recorre con sus manos mi cuerpo todavía masculino, intentando desabrochar el botón inoportuno que impide su avance; o el punto más frágil de la tela, para romperla y alcanzar mi piel.

-Me estás jodiendo de verdad, putita -prosigue con su voz ronca de deseo, simulando cabreo entre risas jocosas-, esa ropa es muy excitante, pero está llena de botones, machos y tachuelas, y al final pierdo la paciencia y te la arranco a tirones...lo haces a propósito ¿verdad?...te gusta sentirte forzada...mmmm...

-Mmmmm....-ronroneo yo, porque en este punto ya no tengo palabras, acariciando su cabeza que se ha rapado para mi gusto y sintiendo su barba de tres días frotarse contra mi piel. Me gusta ponerme esa ropa para él, le enloquece a pesar de sus quejas y aunque apenas pueda verla en la oscuridad.

Estoy tumbada en el asiento trasero, y mis piernas rematadas por unos zapatos de tacón cuelgan por la puerta abierta, juego con ellas, rodeando su cintura o frotándolas contra él. Julián está sobre mí, con los pantalones bajados; chaqueta y camisa, desabrochados. Me cubre con su torso y me roza con su felpa de vello. Siento sus manos rompiendo impacientes los ligueros; deshaciendo el hilo tramado de las medias y rajándome por fin la culera de la braga...

Con Julián, comparto jornada laboral en la zona administrativa de una fábrica de lencería, y me desvirgó en los lavabos, cuatro meses atrás. Es mayor que yo y bastante bruto, pero como decía mi abuela: sobre gustos no hay colores y a mí me tiene en celo canino. Yo aún vivo con mis padres, y él, con la clueca de su madre. No es esa la única hembra de su vida, hay otra anidando en su corazón: su eterna novia, Gemma. No tenemos techo sólido donde consumar y aprovechamos el precario confort de su automóvil, la oscuridad de la noche y los frondosos bosques de los alrededores. La situación tiene su morbo, y hace pocos días se me pegó al culo una procesionaria de los pinos, con lo que la fiesta acabó en Urgencias. Hubo especulaciones y chascarrillo sanitario, y pasé a ser un número más en la estadística de zorronas víctimas de la lujuria, junto a las atrancadas por botellas, jarrones, pitbulls y rosarios.

Andamos sobrados de lencería que "desviamos" de la fábrica, y con la misma eficacia que actualizo los pedidos en la oficina, me pongo las braguitas de blonda Tapicul Dreams o las medias de redecilla Pecatora 69, novedades del catálogo de este año. Reconozco que son de buena calidad, aunque no aguantan más de tres minutos las embestidas del macho alfa.

-Arrriiiibaaaa- prosigue, mientras me iza, da la vuelta, y así quedo: bocabajo; con mi boca mordiendo el cuero de la tapicería. Me gusta ese olor a piel animal, lo hemos hecho tantas veces sobre el asiento que ya forma parte de nuestra relación. Un tortuoso trío que consuma siempre en la oscuridad: Julián, el auto y yo, en el claro de ese bosque, haga frío o calor. A veces, el sudor nos deja pegados el uno al otro; y en otras, sus palabras vejatorias pero deliciosas son tangibles, condensadas por el frío de la noche y convertidas en vapor blanco, como los bocadillos de las viñetas.

Siento su boca en mi nuca, aferrándome como un lobo, y a veces lo creo así, sobre todo las noches en que la luna traza blanco y negro absoluto entre los árboles, y siento sus manos como garras arañarme los pezones y su vello me electriza cuando me roza y su olor natural vence cualquier rastro de perfume. Me gusta verle mirando fiero sin que me diga nada, porque así lo veo más animal que humano y eso me encanta.

Entonces, me siento vulnerable y protegida a la vez, y suspiro para que me haga eso: metérmela con un golpe seco como hace la alimaña macho a su hembra, hasta el fondo, una y otra vez, partiéndome de dolor y de gusto hasta que se corre, preñándome y arrancándome la simiente.

Yo apuro el goce levantando bien el culo para que me penetre hasta el fondo, aprovechar hasta el último espasmo y finalmente, relajarnos. Entonces, permanece sobre mí un buen rato, tan manso que no parece el mismo, pareando su resuello con el mío y meciéndose en el vaivén acompasado de mi cuerpo. Aún tiene la polla dentro de mí y siento la pelusa de sus cojones en mis nalgas mientras me dice al oído:

-¿Vendrás a verme el sábado? -me pregunta.

-Vendré, no lo dudes -le contesto.

Julián juega al fútbol en un equipo de tercera. Es un buen delantero, y en el pasado rozó la segunda división como otros tantos anónimos que nunca saldrán en el papel de periódico ni en el couché; pero sigue porque le gusta, y no lo dejará hasta que le pierda el pulso al balón o caiga fulminado en pleno campo. Me encanta esa exhibición masculina, esas robustas piernas arrancar la hierba a taconazos, driblar y romper el juego al contrario. Su pelo empapado en sudor. Es mi hombre, el que me rompe el culo cuando quiere, y el que sabe cuando lo deseo sin que se lo diga. Bueno, se lo pongo fácil porque casi siempre busco eso.

-Te vas a poner las bolas chinas como siempre -me dice, casi ordenándome-. Me gusta saber que estás ahí en la grada y que las llevas metidas bien adentro. Eso me da coraje para seguir, ganar y celebrarte. -y me da unos furiosos mordiscos en el cogote..

-Eres un auténtico guarro -le contesto yo burlándome-, como sigas así...mmmmm...

Noto su polla flácida en mi recto, tras la reciente corrida, pero sé que si sigo con las risas y cotorneándome...

-Vas a bajar a los vestuarios como el sábado pasado, todos están deseando repetirte. ¿Cómo se te pasó eso por la cabeza?. No sé porque lo pregunto sabiendo la loca que eres...

-Ya te lo conté, Julián. Pero sé que quieres que lo haga otra vez para calentarte...

-Cómo lo sabes...mmmm...

-Pues eso...tenía mi ano atrancado por las bolas que me estaban dando un goce de muerte, mientras miraba la otra bola, la que manejabas tú con tus botas y pensé que porqué no bajarme al vestuario como una comadreja, y allí oler el sudor de tu ropa. Y así lo hice. Nadie se dio cuenta, porqué justo acababas de meter tú el segundo gol y la gente lo gritaba. El vigilante ni se enteró, porque tenía los ojos puestos donde todos, y voceando también. En el vestuario, anduve un rato olisqueando la sobaquera de tu camisa y la entrepierna de tu pantalón, y ya casi entrando en celo, oigo un rumor de pasos y no se me ocurre otra cosa que..

  • Esconderte en el cuarto anexo, una buena madriguera para zorras...Siempre había pensado que el vigilante y que el masajista eran...

-Pero yo no sabía que eran ellos, porque ya estaba encerrada en ese trastero enano y a oscuras, cuando le oí decir al masajista: "ven aquí, a ver como está esa luxación", y el vigilante contestarle: "ahora....y si nos pillan?"

Notaba cada vez más dura la polla de Julián, y mi culo atrapado se ponía gozoso por momentos. Proseguí, aún controlándome:

-Miré por la cerradura. El vigilante ya estaba tumbado sobre la banqueta, desnudo, mientras el masajista le sobaba la espalda. Todo muy profesional, si no fuera porque su cipote ya estaba fuera y con erección manifiesta. Era un masaje extraño y excitante, porque se alternaba espalda con duro pajote...Entre las bolas metidas y ver eso, me puse más que salida, y pensé que necesitaba algo más satisfactorio. Tú eras la solución Julián, pero allí no estabas, y a tientas, busqué algo que meterme. Alcancé todo tipo de artilugios hasta que dí con una escobilla de baño...

-Sigue, sigue así...mmmm...me gusta tu lujuria...-Yo notaba su vergajo de nuevo erecto pero intenté controlarme y seguí con la historia:

-Salivé el ano y me la metí tras sacarme las bolas chinas, acordándome de aquello que aprendí en al escuela: "el orden de los factores no altera el producto" y situé de nuevo el ojo en la cerradura. El vigilante que seguía tumbado boca arriba en la banqueta, se la estaba chupando al sobón profesional, mientras él seguía con el masaje, esta vez, frente a su boca...y maldición...ahí llegabais vosotros...

-El partido había acabado. ¿Qué querías? ¿Qué esperáramos en la entrada, a que acabaran el masajista, su putito y la fisgona del armario? Haber colgado un letrero en la entrada que dijera: "CERRADO POR FELACIONES"

-Hubiese sido un detalle. Los dos fueron corriendo hacia las duchas, para esconderse y calmar el sofocón, cuando vosotros llegasteis gritando como locos y celebrando la victoria.

-Y tú ahí metida y empalada con el mango de la escobilla...mmm..¿hasta dónde?

-Hasta el grueso, como 20 cm, y sin parar de darme, ahora meto, ahora saco...que gusto...

-Zorrraaa.....-Me da un fuerte achuchón y me parte de nuevo. Gimo de gusto y un lapo de saliva me resbala de la boca, desparramándose sobre el cuero de la tapicería, pateo un poco porque sé que le excita sentirme revolviendome bajo él, como una coneja atrapada. Me da otra envestida, otra y otra, y entonces se detiene. Oigo su resuello excitado y me dice:

-Sigue.

-Mmmmm...si sigues maltratándome así, no se si podré contenerme y seguir -contesto yo gustosa, obedeciéndole, mientras extiendo las manos hacia atrás para alcanzarle los huevos y prosigo: -Oía el jolgorio, mientras fisgando y empalándome con mi escobilla, os veía: algunos estabais casi desnudos y otros a pelo, sudados, todo tetosterona. Podía olerla hasta por la cerradura. Entonces llegaron las cervezas y el descorche del cava, que corrió generoso. Había abrazos y apretones en los huevos, todo muy primario y muy machote, y tú el que más, abusando de los culos con las manos.

-Sigue...sí...-me dice, y no se si me pide que siga con la historia o con el sobe de cojones que ya estrujo, bola a bola. Por si acaso, me arranco con las dos cosas para no desencantarle y su aliento me anima, cada vez más acelerado, en el cogote.

-Algunos se largaron tras ducharse y os quedasteis los más perros

-Pedro, Ignacio, Alex y yo, también los más borrachos.

-Pero no lo suficiente, al menos ese día. Andabais achispados sin esa flojera de cuerpo y de polla que da la borrachera. Se acabó el alcohol y Alex se acordó de las cervezas del trastero. Me acojoné, te lo juro..

-Mentira...lo estabas deseando...-me susurra mientras me da un nuevo pollazo, que yo recibo encantada y al que respondo con un chillido agudo, porque esa vez si ha alcanzado el tope.

-Apenas tuve tiempo...

-Aún te veo, allí a cuatro patas, justo sacándote la escobilla...

-Y yo os veo estupefactos, incapaces de reaccionar y cubriros, vuestras pollas erectas y el vestuario impregnado con vuestro olor.

-Fue instintivo. Te agarramos.

-Puro instinto. Me ofrecí.

-Te arrastramos hasta la banqueta y te pusimos boca arriba

-Que gusto... - le confirmo, a lo que me contesta con una nueva arremetida.

-La cabeza te colgaba del canto del banco y Pedro levantó tus piernas hasta cruzarlas con tu cuello. El culo quedó entregado y abierto, previamente dilatado por la escobilla. Temblabas.

-Pero no de miedo. Te lo juro. El deseo me desbordaba. Entonces me la metiste con un golpe seco (nueva arremetida)..como ahora...síííííí....hasta el fondo. Me sonreías con una mezcla de odio y deleite. La sacabas, la metías, me golpeabas con las bolsas de tus huevos...que daño más sabroso...pero no podía verte bien, porque tenía la boca ocupada chupando la polla de Ignacio que hurgaba en mi faringe, buscando amamantarme como si yo fuera un ternero. Con las manos extendidas, masturbaba a los restantes, al circuncidado más fácil, porque Alex tiene pellejo. Me aplicaba para sincronizarnos y no perder el control de la boca ni el de las manos, porque el de mi culo, tu ya sabías manejarlo, hurgando mi próstata y mi fondo...

-Y entonces Ignacio te soltó la lechada, abundante, que tu tragabas y escupías en parte, chorreando por la boca...como te pusiste...mmmmmm...por un momento perdiste el control de las manos y yo te ayudé llevándolas a tus pezones, para que allí frotaran sus capullos. Los tenías a tu merced y ellos buscaban meterlos en su escroto...

-Qué placer me daban los cabrones. Los dos se corrieron al unísono, inundándome las tetillas mientras yo ordeñaba sus huevos....asííí...asíííí...como lo hago ahora con los tuyos...

(flop...flop...flop...flop...)

-Te olvidas de tu pollita que altanera me desafiaba, yo la agarré para darle un buen pajazo y gozarla

-Ah..."la intrusa"..ya no me acordaba.

-¡Qué carajo! es tú polla y a mi me gusta. Eres más hembra que algunas La veo dentro de ti en cada instante, atrapada, en tu manera de moverte y respirar, en como te tocas...en cómo me miras...y eso me da más morbo que si fuera visible... mi polla es la llave, y tu culo, la deliciosa cerradura. Me gusta sentir que sólo yo la tengo, y que cada vez que estamos juntos abro esa cerradura y esa mujer atrapada sale de su prisión, enloquecida de deseo...

-¿Lo soy más que tu novia? - le pregunto yo, receloso.

-¿Soy yo tu única llave?...-Se ríe y prosigue:

-Olvida y déjate llevar...

Me rindo, no espero respuesta. Reconozco que "la intrusa" me da gusto, tanto, que creo estar lubricando por el ano. Saca su verga y me da pánico que no la meta de nuevo, pero es sólo para voltearme y dejarme boca arriba. Roza el capullo duro como un mástil de caoba por la zona perianal, para que lo goce sin penetrar, y así me tiene un buen rato, demasiado para mí, porque enloquezco y le grito:

-¡¡¡Métemela todaaaaaa por favor...ya no puedo más!!!

Y así lo hace, violento:

(flop...flop...flop...flop...flop)

-Zorra...ni se te ocurra seguir con la historia, esos cabrones ya me estaban poniendo celoso, ¿viste que no te metieron la polla por el culo?....Si lo hacen, los doblo.

Veo su sonrisa lujuriosa y como me mira sin verme, embistiéndome sin piedad. Mi ano partido y mi próstata lacerada, pero enervada de placer. Un ruido en la oscuridad nos detiene unos segundos. Sin sacármela, mira hacia atrás pero no se acobarda, lo notaría en la flojera de su pene, y ahí sigue tan duro como antes. Prosigue...¿por qué asustarse? Es el bosque y está lleno de alimañas

fornicando como nosotros, pero yo no tengo miedo sometida a su fuerza poderosa, es puro sexo desbocado y mi único pavor es que detenga su galope...