Atrapada
Relato reconstruido de una conversación con una lectora de Todorelatos, sexo no consentido que deriva a gran cogida.
Atrapada
Llegó temprano a la oficina. Apenas era lunes pero se consoló al recordar que dentro de unos días ya estaría de vacaciones, como sus amigas, algunas de las cuales ya estarían de paseo con sus maridos o sus novios. Ya le tocaría, se dijo, y con este pensamiento se dispuso a "trabajar", pese a que no tenía asuntos pendientes, entonces lo vio, era un sobre amarillo, doblado en dos, encima de otros papeles dentro del primer cajón de su escritorio. No recordaba haber guardado eso el viernes pasado, curiosa revisó el sobre, no tenía remitente, tampoco estaba cerrado, "¿qué será?", pensó antes de abrir la ceja y sacar la hoja doblada en dos y ver aquellas palabras, pintadas con marcador rojo: "¡Eres una perra!", "¿qué diablos es esto?", se dijo y con pasmosa lentitud desdobló la hoja, había otro texto: "nunca pensé que fuera tan puta", y más abajo una foto, una indecente y ofensiva foto, una mujer inclinada mamando un erecto miembro que salía del pantalón de un sujeto desconocido.
De inmediato sus manos arrugaron el papel y sintió que la respiración le faltaba, apenas pudo pensar: "¿quién habrá sido?, ¿quién sería el estúpido que me había mandado esto?", y mientras en su mente trataba de repasar la fotografía una inesperada exclamación de sorpresa fue apenas contenida, "¿sería posible?", ahora el nerviosismo la invadió totalmente, se levantó como pudo de su silla y se metió al solitario privado, cerró la puerta y con detenimiento volvió a desplegar la hoja, "madre santa!, soy yo, si soy yo!", mientras repasaba con ojos atentos, si, era ella y alguien más, si, el chico nuevo de contabilidad y como en cámara lenta recorrió lo ocurrido el viernes pasado, en la reunión de fin de año.
II
Había sido una travesura, como en los viejos tiempos antes de casarse. Cuando ella y sus migas descubrían un empleado nuevo y de buen ver, de inmediato cruzaban apuestas para ver "quien estrenaba al nuevo", de esa forma se divertía a veces, ganó dos o tres apuestas hasta que descubrió a su esposo, se hicieron novios formales y un año después se casaron, a partir de entonces dejó de seguirles el juego a las cabronas de sus amigas, hasta el viernes pasado. ¿Por qué había aceptado?, si era feliz en su matrimonio, bueno más o menos, ¿sexualmente?, si más o menos. Y mientras un nudo en la garganta le dificultaba respirar, regresó a la fotografía, "¿quién tomaría la foto?, ¿y para qué se la había mandado, llamándole puta?, ¿habría tomado más?, seguro había sido alguien de la oficina, ¿pero quién?", trató de recordar buscando en sus recuerdos a algún tipo en particular, no, definitivamente no hubo nada raro en esa fiesta, podría haber sido cualquiera, uno en particular que se percató de que andaba ligándose al "nuevo", ¿sus amigas?, eso estaba descartado, les tenía mucha confianza además ella también tenía cositas que contar de esas mujeres.
Tratando de encontrar respuestas a tantas preguntas, recordó lo ocurrido. Ella estaba tranquilamente comiendo un trozo de pavo cuando Ofelia llegó para sentarse a un lado suyo y le dijo: "ya viste manita, tenemos empleado nuevo", alzó la vista para ver a aquel joven delgado, de buen ver, ¡de muy buen ver!, se dijo. Sofía se les unió, ya media peda, y sabiendo de antemano lo que comentaban les adelantó "¡calmadas arpías!, que yo me comeré ese pastelito, ya le tengo echado el ojo, así que ni se metan con mi novio", ambas rieron a carcajadas, divertidas sobre todo de la patente embriaguez de la Sofía, quien las retó "¿o qué?, me van a decir que le entran a la apuesta, ya les he ganado varias, recuerden", "pues si, pinche Sofía, con eso de que eres re facilita!", le dijo Ofelia. Como sea hicieron el trato: una invitación a comer para la ganadora, siempre y cuando presentara pruebas fehacientes de haberse empiernado con el sujeto en cuestión.
Ni falta hizo que se le aventara, cuando empezó la música el chico nuevo la sacó a bailar. Miró a sus sorprendidas amigas y aceptó. Bailaron varias piezas, se tomaron algunas cubas y platicaron. Se sintió atraída por él, la pepita le palpitaba cuando se apretaba al bailar, por ello más tarde lo siguió de lejos rumbo al piso superior, donde además de otras oficinas estaba el almacén de la papelería. Cuando ella entró todo estaba oscuro, pero supo que ahí estaba aquel chico, prendió la luz y cerró la puerta, un momento después ya se besaban, besos interminables, ensalibados, dándose lengua, en tanto que las manos del hombre trataban de subirle el floreado vestido. Ella también quiso participar del faje, bajó la mano hasta el pantalón y apretó el puño sobre el duro garrote, y sorprendida hizo esfuerzos para sacar a la luz la tremenda tranca, lo logró cuando ya sus pantis estaban por sus rodillas, y lo que vio desató furiosos deseos, "se la tengo que mamar".
Y lo hizo, durante largos minutos se entretuvo y se excitó al tragarse el miembro erecto de ese chico, que luego supo se llamaba Samuel, y ya cuando las quijadas le dolían de tanto mamar se recostó de espaldas sobre un escritorio y en el momento en que sus piernas se abrían en compás sintió la inesperada arremetida del macho, la verga entró a la primera, profundamente, hasta que los duros huevos de él chocaron contra los cachetes de sus nalgas; instantes después las arremetidas de aquel hombre hacían brincar el femenino cuerpo sobre aquel incómodo remedo de cama, sacándole apagados gemidos. Su primer orgasmo le vino de inmediato y gritando se vino mientras el chico le mordía fuertemente las tetas.
Luego cambiaron de posición y apoyada sobre el escritorio le ofreció las nalgas, entre las cuales Samuel le sepultó el garrote hasta penetrarla de nuevo por la pepa, que ya chorreaba de jugos que lentamente escurrían por sus piernas; todo el cuartucho apestaba a sexo, los cuerpos ya sudando copiosamente y ella pidiendo más y más verga, hasta que por fin su amante se vino llevándola de nuevo al cielo, cuando ya tenía cuatro orgasmos en su haber; luego acomodaron sus ropas y sigilosos salieron de esa bodega.
Ella trató de recordar todo lo ocurrido, pero no encontró respuestas, la puerta de esa oficina estaba cerrada, ella misma lo había hecho, en el cuarto había una sola ventana y las persianas estaban bajadas, ¿entonces?, ¿cómo pudo alguien tomar esa foto?, o fotos en caso que hubiera más, y lo más importante ¿por qué y para qué?, no supo contestar.
III
El día de trabajo se le hizo interminable, y cuando ya en el estacionamiento de la empresa estaba por subirse a su vocho descubrió un papelito doblado entre el parabrisas y uno de los limpiadores, el corazón se le aceleró y nerviosa lo tomó refugiándose en el carro, ya dentro lo desdobló, el mensaje era escueto: "ni creas que te escapaste, grandísima puta!, te tengo en mis manos, tengo más fotos, ¿quieres verlas?, te costará algo, por lo pronto mañana quiero que dejes las pantaletas que hoy traes puestas, dentro de una bolsa, ponlas en la parte superior de una de las llantas de tu coche, si lo haces te entregaré las tres primeras fotos, se buenita y pórtate bien".
No supo cómo manejó hasta su casa, ni cómo hizo para no decirle todo a su marido cuando él llegó por la noche, varias veces estuvo a punto de llorar y a gritos decirle a él lo que le ocurría, pero no lo hizo, y cuando ya en la cama su marido intentó hacerle el amor, argumento un fuerte dolor de cabeza. Durmió por ratos pues inesperadas y amenazantes pesadillas la despertaron varias veces. Y a la mañana siguiente buscaba un buen pretexto para faltar al trabajo, pero recordó el mensaje: "estás en mis manos..., tengo más fotos...". Totalmente invadida por el miedo llegó a la oficina y ni siquiera hizo caso al comentario de sus amigas: "oye, ¿qué tal te fue con aquel?, anda dinos, cuenta mujer", las esquivó y se fue directo a su oficina. Había cumplido con el trato, dejó sus calzones sucios donde el desconocido lo indicó, ella esperaba que él hubiera cumplido con su parte, pero por más que buscó y rebuscó en los cajones no halló nada, luego el trabajo hizo que olvidara su gran problema hasta que recibió una llamada, una voz desconocida le dijo: "eres buena niña, cumpliste, en unos minutos recibirás de un mensajero un sobre, en él están las tres fotos prometidas, yo también se cumplir, al menos esas no las usaré para perjudicarte, digo, si te portas mal, pronto tendrás noticias mías". Y cuando por fin se presentó el mensajero le arrebató el sobre y de inmediato se metió al privado donde sacó furiosamente el contenido, ahí encontró las fotos, impresas en color, en una sola hoja.
En la primera, ella estaba de espaldas sobre el escritorio, con las piernas abiertas y alzadas hacia el techo de la oficina, su cuerpo semidesnudo, sus carnosas piernas, sus nalgas parcialmente a la vista, y entre ellas el grueso ariete que entraba y hacía que su rostro congestionado mostrara una rara expresión de placer. La segunda la mostraba apoyada sobre el escritorio, mostrando a plenitud su nalgatorio, el vestido arremangado en su cintura y tras ella el tipo aquel metiéndole la verga, también su rostro manifestaba el intenso placer. La tercera era menos ofensiva o lujuriosa, los mostraba a los dos luego del combate amoroso, a ella acomodándose las pantimedias y a él subiéndose el cierre del pantalón, ambos dándose el último beso de esa noche.
De nuevo se sintió totalmente invadida por el pánico, las innumerables preguntas atiborraban su mente, ¿cómo y quién lo hizo?, ¿qué pretendía?, si las fotos estaban impresas sobre papel fotográfico de computadora eso significaba que fueron tomadas con cámara digital, de esa forma estaría siempre a su merced, el desconocido siempre tendría a su disposición los archivos en su computadora, pero sobre todo, ¿qué pretendía?, ¿qué ella le diera también las nalgas?, ¿cómo salir de aquel embrollo?
Cuando ya fatigada de tanto pensar estaba por subirse a su carro para huir de ese lugar, de nuevo encontró un mensaje: "mamacita, yo se que tienes muchas preguntas que hacer, me reservo las respuestas, pero como te has portado bien te doy la oportunidad de que preguntes, deja tu mensaje en una hoja arrugada dentro del bote de basura que está a la salida del estacionamiento, ya sabré si las contesto o no, pero ante todo tranquila, yo tengo el control y mientras te portes bien estás a salvo, ¿quedamos?".
Apurada buscó una hoja en que escribir, tenía tanto que preguntar y tanto coraje que sacar que apurada escribió con garabatos: "¿qué pretendes?, ¡desgraciado!, ¿quién eres?, ¿qué pretendes?, lo que hiciste es una monstruosidad, ¿por qué hiciste eso?, ¡no tienes nombre!, me estás partiendo la madre!, anda, quiero que me digas que pretendes, estás destrozando mi vida, no sabes lo que estoy padeciendo, ¡no sabes!, ¿quién eres?, maldito, ¿dime quién eres?". Arrancó con furia el vocho y al pasar aventó el papel dentro del bote indicado.
IV
Inesperadamente al llegar a su casa se sintió mejor, el desconocido al menos intentaba tener un diálogo con ella, quería algo, eso era obvio, sobre todo pudo dar rienda suelta a su furia, al menos parcialmente, eso la hacía sentirse mejor. Ya entre las sábanas con su marido, lo sorprendió al darle tremenda cogida, desató todo su coraje y miedo contra la verga erecta del hombre que con ojos desorbitados no alcanzaba a creer tal pasión: primero lo montó sepultando el erecto pene en su hambrienta pucha y se puso a cabalgar con tal furia que el sorprendido marido a duras penas pudo contener la eyaculación; luego del primer orgasmo se acostó sobre su hombre y casi lo obligó a hacer el 69, así sacó otro orgasmo; y el tercero cuando fue ella quien se acostó de espaldas y atrajo sobre sí el cuerpo de él para empalarse de nueva cuenta, al terminar exhaustos él se atrevió a preguntar: "oye mamacita, ¿qué te pasó?, ¿estamos festejando algo que olvidé?, qué caliente estabas chiquita!", sólo lo besó con pasión y entrelazó sus piernas con las suyas reclamando más miembro.
Cuando a la mañana siguiente llegó a su trabajo sentía sus piernas flaquear de sólo pensar que le iría a pedir el tipo de las fotos. Al abrir su escritorio encontró un nuevo mensaje: "Vaya que tienes carácter, tú reacción me sorprendió, de veras, y sobre tus preguntas, te lo diré directo y al grano: quiero cogerte, meterte la pinga, quiero que seas mía, acepta y tendrás las fotos que faltan y mi sincera promesa de que ya nunca sabrás de mi y que no te haré daño alguno, ¿aceptas?, si es así te espero el sábado próximo al medio día, como es fin de semana no hay empleados, te espero en la misma oficina abandonada donde te tomé las fotos, ¡ah!, no trates de sorprenderme porque puedes arrepentirte, te lo aseguro, por mi parte puedes estar segura que no habrá más fotos ni mensajes, saldré de tu vida, lo juro. Si aceptas, procura llegar entre las doce y la una de la tarde, ¡ah!, trae algo para que te cubras el rostro, ¡será excitante!".
--"¿Así que era eso?", se preguntaba la mujer indecisa sobre aceptar o no la indecorosa propuesta.
El sábado por la mañana se decidió y le inventó al marido: "oye corazón tengo que ir a trabajar, están haciendo auditoría y tengo que hacer el papeleo", él refunfuñó y la dejó ir. Cuando ya estaba en el estacionamiento las piernas le temblaban sin decidirse a bajar del auto, por fin lo hizo y con paso inseguro se metió al elevador; la soledad del edificio la asustó, los vigilantes estaban en la entrada principal ninguno por el área de estacionamiento. Se percató de que había llegado al piso indicado por el repentino brinco del aparato, salió del elevador y no encontró a nadie, todo lucía silencioso y en penumbras, caminó por el pasillo tratando de amortiguar sus pasos hasta que llegó a la bodega de papelería, giró la perilla y la puerta rechinó abriéndose parcialmente, dio dos o tres pasos en aquella oscuridad hasta que la voz la sorprendió: "tápate la cara, ¿traes con qué?", asustada buscó en su bolso y sacó una vieja gorra de lana de su marido, se la puso apurada sobre la cabeza y al bajarla cubrió hasta su barbilla, entonces la luz se encendió, el desconocido volvió a hablar:
--"Buena niña, te haz portado bien, ahora desnúdate, quítate el vestido".
--"No hasta que me digas quién eres y por qué haz hecho esto, ¿por qué?, ¿te conozco?, ¿por qué me quieres obligar a esta horrible situación?".
--"Mi nombre nunca lo sabrás, pero sí me conoces, al menos de vista y me gustas, mucho, desde hace tiempo, pero siempre te haz mostrado inaccesible para todos o casi todos, los que no te conocen; para todos eres la chica modelo, recatada, modosita, callada, buena esposa, seria, eficiente empleada; pero para otros como yo, eres una mosquita muerta, una vieja calentona que le gusta coger y mamar miembro, una mujer caliente capaz de todo para ser enculada. En las oficinas se comenta que eres caliente pero que sólo aflojas las nalgas con aquel que te calienta la gatita, a pesar de que ya eres casada, en síntesis no eres más que una puta y ahora vas a culear conmigo
La mujer guardó silencio sintiendo que aquellas manos extrañas recorrían sus pechos, los sopesaban con lentitud recorriendo la suave curva carnosa de cada chiche; luego las manos fueron hasta sus nalgas donde las manos amasaron con ansia los cachetes de su culo, apretando ora una, ora la otra, yendo lentamente desde su cintura hasta abajo, donde el nalgatorio era más carnoso; se sintió temerosa, casi aterrorizada, con la respiración agitada; todo su cuerpo temblaba ante el inminente ataque y se mordió los labios para contener un grito, tal vez de ayuda, pero estaban solos los dos, ella a merced de aquel loco maniático.
Luego fue puesta de espaladas y sus piernas chocaron contra la orilla del escritorio; aquellas manos bajaron con lentitud el cierre del vestido que pronto quedó en el piso; instantes después sintió una lengua húmeda recorrer su espalda, primero su nuca, luego la parte media de la espalda, de arriba abajo, una y otra vez, sin prisa; ella estaba a punto de perder el sentido cuando las manos del desconocido le bajaron el calzón de seda blanca y momentos después lo sintió arrodillarse tras ella y abrir con las manos los carnosos globos de sus nalgas; contuvo el grito pero fue imposible, el "noooo, por favor" resonó en aquel cuartucho, pero no detuvo los avances del tipo aquel, quien ahora le lamía las nalgas, se las besaba con delectación, con extrema ternura, con excitación; luego esa boca se deslizó abierta sobre la raja que separaba sus glúteos, fue más de que pudo soportar, el "aaaahhhh" sonó más con pasión que como queja, ella se apoyó entonces sobre el escritorio e involuntariamente aflojó su cuerpo, haciendo más fácil el acceso del hombre a su secreta intimidad.
Para cuando la filosa lengua del desconocido titilaba insiste su culo los gemidos de la mujer parecían suplicas, exigencias de mayor placer; ya la panocha escurría jugos calientes cuando dos dedos exploraron esa pegajosa cavidad y ella suplicaba: "ya, por favor, ya ".
--"¿Ya?, ¿qué?", dijo el sujeto.
--"Ya, por favor, termina, ya, por favor
--"¿Quieres verga?, pídemelo
--"Siiiii, quiero, ya la quiero, dámela, por favor", suplicó la hembra sorprendida de sus propias palabras.
Pero el desconocido no tenía prisa. Siguió lamiendo y chupando el ano que ya distendido sentía como aguijones los piquetes de lengua que aquel le propinaba, en tanto que tres dedos le taladraban la chocha ahora abierta y jugosa, chorreante casi, así tuvo la mujer su primer orgasmo y pese a que trató de contenerse gimió quedamente. Luego el sujeto la dejó recuperarse para luego situarle el erecto miembro en la entrada de la vagina e instantes después se la fue metiendo con lentitud. Con lentitud se la cogió, con pasmosa paciencia se la metió hasta el fondo, hasta que ella sintió contra sus nalgas los rebeldes vellos del hombre; luego igual se la sacó, lentamente, así una y otra vez hasta que cambió de estrategia y cuando la tenía completamente sumida hacía redondeles, círculos dentro de la caliente caverna vaginal, minutos después ella se vino a su pesar pues estaba sintiendo riquísimo. A esa venida siguió otra cuando el hombre hizo más intenso el trajinar del duro garrote, hasta que dos orgasmos después la mujer sintió que el hombre se quedó quieto un momento y con un profundo "aaaaahhh me vengo" le anunció que la leche llegaba, en ese momento la chica sintió en sus entrañas los intermitentes chorros de semen y sin proponérselo incremento su mutuo placer al hacer palpitar sus músculos vaginales, que daban apretoncitos al garrote que seguía echando mocos.
Minutos después ambos recuperaron el sentido, él comedido le limpió los chorros de semen que escurrían por sus piernas y de paso le limpió el chocho ahora mustio y retraído, luego la besó en la boca a modo de despedida:
--"Bueno mamacita, cumpliste y bien, coges riquísimo, ahora me voy, y puedes estar segura que cumpliré mi promesa de no molestarte jamás, espero que lo hayas gozado igual que yo".
--"Siii, me gustó, mucho", dijo la mujer.
--"¿Cuánto?"
--"Nunca había gozado tanto como hoy, lo juro".
--"Que bueno, pero hoy dejo de molestarte, no habrá otra vez".
--"¿Por qué?", dijo ella sorprendiéndolo.
--"¿Quieres más?, ¿otro día?".
--"Si, pero quiero que sea como hoy, así como lo preparaste, así como me hiciste sentir, aterrorizada, con temor y deseo a la vez, así lo quiero, ¿quieres tú?".
--"Ya te avisaré grandísima puta", le dijo el hombre al salir.
Nota.- El relato es la reconstrucción de una plática con una lectora de Todorelatos, acerca de una experiencia real.