Atraido por ti
Me preguntas por qué te deseo. Quizá este relato sea la mejor explicación.
Me dices que no entiendes cómo me siento atraído por ti. Si supieras . Si supieras cuántos momentos, cuántas veces, lejos de ti físicamente, vienes hasta mí. Y te veo y te siento casi como si tu presencia fuera real.
Te veo ante mí, entre tímida y provocativa. Con decisión y a la vez con algo parecido al miedo. Nunca sabes cuál será mi papel: el de tierno o el de cruel. Y me excitas. Me excita verte así, delante de mí. Me excita tu pecho que adivino debajo de tu blusa y más cuando estás sin sujetador. Me excita tu boca, jugosa y sabrosa, dispuesta a unirse con la mía. Me excita imaginar tu lengua juguetear con la mía en el interior de nuestros labios. Me excita tu cuerpo, tu silueta, el contorno de tu culo. Me excita tenerte conmigo cuando te imagino dispuesta a seguirme en mis juegos. Me excita el imaginarte entregada y sumisa. Me excitas.
Y me encanta rodear tu cuerpo con mis brazos. Apretarte contra mí y besar tu boca. Entreabrir tus labios y sujetarlos entre los míos. Me encanta repasar con mi lengua el perfil de tu boca y detenerme en sus comisuras, allí donde los labios acaban. Me encanta llevar mi boca por tus mejillas y alcanzar tu cuello. Me encanta besar una y otra vez tu cuello, reseguir con mis labios tu nuca, allí donde se inicia tu pelo. Me encanta recorrer el contorno de tus orejas con mi lengua que enseguida recorre sus pliegues, como intentando entrar en tu interior.
Y mientras, mis manos acarician tu cuerpo, todavía sobre la ropa. Y me encanta apretar tus pechos, recorrer los flancos de tu abdomen y rodear tu culo con mis manos, mientras me aprieto contra ti para que sientas mi erección, esa erección de la que eres causa y efecto. Y no me aguanto más. Y comienzo a desnudarte.
Me excita ver cómo debajo de tu blusa asoma el inicio de tus pechos ocultos por el sujetador. Me encanta quitarte la falda y contemplar tu figura sólo cubierta por el sujetador y tus braguitas. Te pongo de espaldas a mi y contemplo tu espalda, recta y lisa, cruzada por los tirantes del sujetador y rematada por tu culo, tan bello de contemplar y entre cuyas nalgas se marca la cinta del tanga. Y me gustaría darte palmadas en tus nalgas. Ver como se estremecen al golpe de mis palmas y como se enrojecen por el efecto de mis cachetes. Y contemplarte quieta mientras recibes el impacto de mi mano abierta en cada una de tus redondeces simétricas y bellas. Y me excita hacer a un lado la cinta del tanga y contemplar el inicio de tu vulva y tu ano levemente velados por un fino vello. Y me excita recorrer con mis labios y me lengua la tersura de tu espalda. Y te incorporo y desabrocho tu sujetador y me vuelvo a extasiar, como siempre, a la vista de tus pechos. De su forma, su tamaño perfecto, su tersura, su color rematado por el rosa pálido de tus aureolas y pezones. Y siento ganas de tomarlos entre mis manos y estrujarlos hasta hacerte daño. Pero no, los acaricio suavemente con mis manos, deslizo tus pezones entre mis dedos índice y corazón y acabo por metérmelos en la boca. Y me excita tu pasividad, el que te limites a acariciar mi polla por encima de mis pantalones. Y como me gusta tu contacto directo, me quito mis pantalones y mis calzoncillos. Y tú acaricias ahora directamente mi verga enhiesta mientras yo sigo acariciando con mis labios tus pechos y mis manos se deslizan bajo tu tanga. Y acarician tu culo y pasando a tu vientre enredo tus dedos en tu vello antes de penetrar entre tus labios vaginales. Y los separo y noto en mis yemas tu humedad y tu intimidad.
Y bajo tu tanga por tus muslos, tus rodillas y tus pantorrillas hasta que con un brusco movimiento de tus pies, quedan en el suelo, fuera de ti. Y te miro.
Te veo completamente desnuda delante de mí. Veo tu cara con tus labios entreabiertos como promesa de inmediatos placeres, tus pechos, esa maravilla estética, tu vientre liso que culmina en la negra mata de tu vello. Ese vello que encierra y guarda tu intimidad, esa zona dadora de placer.
Mientras mi polla permanece erecta, inflamada, ansiosa de placer. Y tras deleitarme en tu presencia, pongo la mano en tu cabeza y presiono hacia abajo. No hace falta más. Me conoces y sabes lo que quiero. Te agachas y tomas entre tus labios la cabeza de mi verga y para no estar incómoda te arrodillas y la lames con delectación. ¡Oh, cómo describir el placer que me das! Verdaderos calambres de placer se originan entre tus labios, recorren mi cuerpo y estallan como un castillo de fuegos artificiales en mi cerebro. Y ansioso por recibir ese placer aumentado, cojo con ambas manos tu cabeza. Te inmovilizo y meto mi polla en tu boca hasta llegar a tu garganta, Veo en tu cara la sorpresa y la sensación de ahogo que te invade. Y me excita y no abandono la presión hasta que tu arcada me muestra tu angustia. ¿Egoísmo? Todo, pero quien haya sentido el placer que tus labios proporcionan sabría disculpar ese egoísmo. Y tus labios recogen mi glande y sorben como queriendo arrancar desde el interior el placer máximo. Y te lo prometo: sólo el no estar seguro de tu reacción impide que mi orgasmo tenga lugar entre tus labios y mi semen llene tu boca. Así que en un supremo esfuerzo de voluntad, abandono tus labios, te levanto y comienzo, mi boca en la tuya, a acariciar tu cuerpo.
Y mis manos recorren tu cara como si quisieran aprendérsela de memoria, y acarician suavemente tu cuello y tu nuca. Pasan de forma breve por tus hombros y se deslizan por tu espalda y tus flancos hasta alcanzar tus dos nalgas, simétricas y perfectas. Y como antes, tu cuerpo está muy apretado contra el mío. Y tus pechos clavados en mi pecho, y tu vientre presionando contra el mío y entre ambos mi polla: caliente, erecta, dura y enrojecida. Y la excitación creciendo. Y te tiendo en la cama, boca arriba. Y mis labios dejan los tuyos y comienzan a seguir el camino que antes han abierto las manos. Y beso tu cuello, tus pechos, deteniéndome un rato en sorber dulcemente tus pezones. Y paso a tu vientre, terso y suave, y recorro con la punta de la lengua el contorno y los pliegues de tu ombligo. Y mi lengua, siempre impaciente, cambia la lisura de tu vientre por la aspereza de tu vello púbico. Y se abre camino entre él hasta que alcanza tu vulva, tu centro, tu intimidad. Y se introduce entre tus labios, busca tu clítoris y abre el camino de tu vagina. Y mientras mis manos acarician tus pechos, tu vientre y tu culo, mi lengua explora tu interior, queriendo despertar en ti un cúmulo de sensaciones agradables. Y te alzo las piernas y mi lengua recorre el camino entre tu vulva y tu ano. Se introduce entre tus nalgas, tan dulces y suaves al tacto y acaricia ese agujerito tuyo, trémulo y tan dulce y tan deseado. Y te pongo de espaldas y me echo sobre ti. Y mientras mi lengua te besa el cuello y la nuca, resiguiendo otra vez el límite entre tu nuca y el inicio de tu pelo, mi pecho siente la frescura y suavidad de tu espalda y mi polla se introduce entre tus nalgas como si buscara entrar en ti.
Y te doy la vuelta, te levanto y separo las piernas y me acerco a ti que agarras mi polla entre tus manos y la diriges a la entrada de tu vagina. Mi polla, ardiente y palpitante, parece a punto de estallar. Y siente el frescor de tu mano mientras la diriges a la entrada que da paso a tu interior. La colocas y muy suavemente con tus manos frenas el impulso de mi vientre que quiere entrar de ti con una urgencia extrema. Y esperas un poco mientras tu vagina se acostumbra a la entrada de mi verga, a la que poco a poco dejas introducirse entre tus muslos. Y, ¡oh maravilla repetida!, mi polla se abre camino en tu interior y se humedece con tu humedad. Se va abriendo camino entre las paredes de tu interior que son el compendio ideal de suavidad acogedora y de dureza acariciante. Y llego al fondo, mi pubis contra tu pubis y sigo empujando. Me gustaría entrar todo en ti. Y mientras mi boca busca tu boca y te pido que tu lengua entre en mi boca, comienzo ese mete y saca que me vuelve loco. Y mi polla está rodeada de lo que parece un suave guante que la acaricia con la firmeza justa. Y mientras tu lengua acaricia el interior de mi boca, siento como crece en mí la excitación y mi mete-saca se acelera y mi glande cada vez está más hinchado y más caliente. Y una especie de ola imparable crece en mí y recorre todo mi cuerpo hasta el extremo de mi pene y me corro. Y mientras mi orgasmo invade todas y cada una de mis terminaciones nerviosas vierto en tu interior mi semen que brota a torrentes de mi verga. Tras un último estremecimiento, me abandono sobre ti sintiendo el regusto del placer que me ha proporcionado el entrar en ti. Y me echo a un lado en la cama y me quedo quieto, intentando recuperar mi respiración mientras siento los latidos desenfrenados de tu corazón imitando al mío. Y nos vamos tranquilizando y nuestros cuerpos sudorosos recuperan poco a poco la normalidad.
Casi no me acabo de creer lo que he sentido en este rato junto a ti cuando veo como te levantas de la cama. Sales de la habitación y al poco entras con una pícara sonrisa en tu boca. Y yo casi no me atrevo a pensar lo que creo intuir en ti. Pero sí: no te ha bastado con proporcionarme este maravilloso orgasmo. Conoces muy bien mis fantasías y lo quieres volver a intentar. Y mientras tu sonrisa se hace todavía más pícara y cómplice te echas en la cama de espaldas a mi y tu mano me entrega el tubo de lubricante. Yo atónito e incrédulo, dudo, pero tú te abres tus nalgas con las manos y me muestras tu ano, ese orificio tan deseado y que otras veces se ha negado a ser penetrado. Sin acabar de creérmelo, abro el lubricante y con la punta de mis dedos unto con él tu ano y sus bordes. Mi pene, que tras el asalto anterior se había quedado fláccido se yergue otra vez como un muelle sólo al pensar lo que me propones. Y por si eso no bastara, mientras te unto con el lubricante tus manos juguetean con mi polla como otras veces has hecho mientras yo estoy detrás de ti en algún lugar donde la poca privacidad nos impide acariciarnos libremente. Y mientras mi verga se endurece y vuelve a latir de impaciencia, yo sigo dándote crema lubricante e intentando introducirte un dedo en tu culo que poco a poco se va abriendo a la presión. Y entonces coges con tu mano mi pene y lo diriges hacia tu ano mientras tu culo en pompa se acerca hacia mí. Y noto como la cabeza de mi verga se enfrenta a tu agujero. Presiono sin hacer mucha fuerza y la resistencia de tu esfínter lo expulsa hacia fuera. No quiero hacerte daño y te unto más lubricante mientras intento dilatarte, ahora con dos dedos. Noto que te duele, pero mi ansiedad y mi deseo son demasiado grandes.
Y animado por tu invitación y un nuevo ofrecimiento de tu culo, vuelvo a presionar y noto como muy lentamente comienza un inicio de penetración. Exhalas un quejido y tu mano crispada sobre mi impide que siga avanzando. Esperas unos minutos y presionas otra vez tu culo contra mi con lo que mi glande se abre camino un poco más en tu interior. Tu cuerpo se arquea inconscientemente, pero estás decidida a intentarlo y repites una y otra vez tus maniobras. Y yo, aunque deseo presionar y meterme en ti de golpe, reprimo mi deseo y te dejo hacer deseando con todas mis fuerzas que seas capaz de vencer la resistencia de tu esfínter. Y pasa. Y poco a poco noto como mi polla se apodera de tu culo y milímetro a milímetro entra en ti mientras aprietas tus dientes. Mi mano entonces comienza a acariciar tu vulva y tu clítoris intentado un placer que contrarreste el daño que puedas sentir. Pero es algo tan deseado que mi polla no soporta más el placer. Y comienza a estremecerse y a moverse muy poco, lo que permite tu estrechez. Y eso basta. Nuevamente las descargas de placer del orgasmo recorren todo mi cuerpo y vierto otra vez en ti un chorro impetuoso de esperma. Y saco mi polla de ti, que con un suspiro de alivio te vuelves hacia mí y buscas mis ojos de forma interrogadora. Espero sepas apreciar en los míos mi agradecimiento. Mi agradecimiento por el placer que me has proporcionado, por tu abandono, por tu entrega, por ese regalo que me has hecho: el de tu cuerpo que se ha abandonado en mí. Y a pesar de mi egoísmo, deposito en tus labios un dulce y tierno beso que es a la vez un gracias y un ¡perdóname! Otra vez (y van ) me he dejado vencer por el egoísmo y he tomado todo el placer que me has dado y no estoy seguro de haberte correspondido como te mereces. Pero tus ojos brillan de alegría. Ya me lo has dicho tantas veces: ¡Cómo me gustaría realizar tus fantasías!
¿Y te extraña mi adición a ti? ¿Y no comprendes como al tenerte cerca mi excitación se hace evidente y mi polla quiere reventar mis pantalones? ¿Entiendes ahora lo que provocas en mí? Ojalá un día no muy lejano hagamos real algo de lo que ahora te relato.
Mientras te envío un beso muy, muy tierno y muy erótico y sensual.