Atragantadas con su orgullo (5 y final)

Nuevas y lacerantes sensaciones, para pasar por los modos crueles inimaginables......hasta que la luz se apaga... pero... Espero que no les haya desagradado esta lectura... Un beso... Sandra Raquel.

Atragantadas con su orgullo ( V )

Mi posición extrema, con el falo introducido en mi ano, mi espalda rígida y con mis manos atadas en la nuca y pies también anclados en las patas traseras del taburete, me hacían sentirme muy mal. Cada segundo que pasaba era un calvario para mí.

A esto, añadido que toda la noche la había pasado así, entre picaduras de insectos y además los vapores vomitivos que ascendían a mis fosas nasales, hacían de mi situación algo ya extremadamente insostenible.

Casi ya estaba a punto de gritar, cuando varios de los miembros del club, aparecían ante mí. Venían sonrientes y confortablemente desayunados. Les vi hacer gestos de asco a medida que se acercaban hasta mí. Imaginé que era debido a los olores perversos que rodeaban todo mi cuerpo y que a mí me tenían ya tan desesperada.

Al parecer los menos escrupulosos, se acercaron hasta mí y me toquetearon las tetas y la cara, mientras el jefe algo mas alejado de mí, decía :

Chicos, es la hora que esta cerda puta trabaje algo en nuestro jardín botánico. Desatadla y llevadla al cobertizo para que cargue con las herramientas necesarias.

No comprendí el significado de sus palabras, pero ya todo me daba igual. Me sentía tan angustiada y desesperada que no creía que hubiera un tormento mayor.

De inmediato, varias manos hurgaron en mis ataduras de muñecas y tobillos, quedando liberada en pocos segundos. Cuando pude apoyar mis pies sobre la ardiente arena, mi cuerpo se agitó y suspiré con un cierto alivio. Con mis manos friccioné todo mi cuerpo, pues estaba entumecida por haber pasado toda la noche en esa postura tan inhumana.

Pero no me dejaron reponerme del todo, ya que tirando de mis ajados cabellos, me hicieron salir del falo y después de rodar por la arena, entre patadas e insultos, me hicieron incorporar, sin importarles los dolores que pudiera estar soportando en aquellos instantes.

Una vez en pie y a base de manotazos y patadas en mis nalgas, me acercaron hasta donde estaba el cobertizo. Uno de los hombres, el que mas me daño me hacía, me hizo entrar y me dijo :

Puta, coje un par de bolsones de esos, los de esparto y camina hacia aquella estantería.

Cada uno de los bolsones estaba hecho de esparto del mas basto. Tenían una cinta del mismo material para ser colgada en el hombro. Caminé con sendos bolsones hasta el final del cobertizo. Había una estantería llena de hierros, herramientas y otros útiles.

Coje 4 hierros de los de anilla, ese mazo de tu derecha y estas tijeras de podar. Y guárdalo todo en uno de los bolsones.

Le obedecí sin rechistar. Cada hierro era una barra de unos 30 cm de largo, con un calibre de 2 cm y con una punta muy afilada y la otra roma. Un poco antes de esta última, había una anilla insertada. Guardé el mazo, que pesaba mucho para mis excasas fuerzas ya y los 4 hierros. Vi también las tijeras de podar y las guardé dentro del bolsón. A una indicación de él, me colgué el bolsón en el hombro izquierdo, pero con salida por mi cadera del otro lado.

Sentí el roce molesto del esparto clavarse sobre mi tierna piel, pero lo soporté sin rechistar.

Muy bien, ahora coje esas cuatro tiras de cuerda y esa goma de tubería. Y guárdalos también en el mismo bolsón.

Le obedecí sumisa y guardé todo cuanto él me iba indicando. El peso se había hecho ya enorme y sentía como se clavaba sobre mi sensibilizado hombro izquierdo.

Salimos del cobertizo, con la bolsa colgada y la otra en la mano izquierda. En ella introndujeron el recipiente que había reunido todas las meadas de ellos de la noche y madrugada anterior. Ahora estaba tapado herméticamente y ya no olía. Nada mas colgarmelo de forma contraria a la bolsa de herramientas, sentí que el peso me hacía doblar las piernas.

Otro de los hombres, me entregaba una caja alargada, bastante mugrienta, colocándola entre mis brazos, que dejé en aungulo recto sobre mi cuerpo, para poderla llevar así, a la vez que uno de los hombres me decía :

Puta, ahora subirás hasta lo alto de esa loma. Allí hay mas amigos que te esperan. Sabemos que el calor es ya odioso y que vas cargada, pero debes llegar lo antes que puedas. Todo el tiempo que pase de 20 minutos se convertirán en azotes y castigos extras. ¿Quéda claro, zorra asquerosa?.

Asentí, sin siquiera mirarle a la cara. Había una larga caminata a pleno sol y cuesta arriba, cargada con esas cosas que me hacían sufrir a cada paso.

Caminaba lentamente al principio, pero poco a poco, fui cogiendo algo mas de ritmo y mis pasos me hacían ver cada vez mas cerca mi nueva meta. Pero el sol me mortificaba mas de lo que me hubiese imaginado y cuando aún no había recorrido un tercio del camino marcado, sudaba copiosamente y jadeaba a cada paso.

Y lo peor, los insectos revoloteaban sobre mi cuerpo, sin que pudiera quitármelos de encima, ya que mis manos estaban ocupadas por la caja. Sentía también como el esparto rozaba mis hombros y mis pechos al cruzarse ambas cintas entre los mismos.

Seguí caminando, mientras mi desfallecido cuerpo se iba deshidratando un poco mas cada poco tiempo. Y cuando llegué a lo alto de la loma, estaba deshecha y mis piernas temblaban mas de lo conveniente. Mi visión estaba ya algo borrosa, pero aún así pude distinguir al grueso del Club delante de mí.

Era un paraje sin una sola sombra, aunque ellos habían instalado sombrillas y asientos. Y hasta pude ver bebidas refrescantes, que no eran para mí y que no probé, claro.

No sabía el tiempo que habría invertido al ver que quien parecía el cabecilla del grupo, sonreía mirando su reloj. Y terminando por decir :

Puta, eres lenta. Has conseguido llegar 6 minutos tarde, así que tendrás un castigo adecuado por semejante falta. ¡Acércate!.

Me acerqué, temblando mas aún. Y cuando estuve ante él, me dijo :

Hemos pensado en que trabajes un poco la jardinería, pero necesitamos de ciertas plantas que te encargarás tu de recolectar. ¡Sígueme!, pero antes deja las bolsas en el suelo y trae los hierros y el mazo.

Ne despojé de las raspantes bolsas y las dejé sobre la tierra áspera y dura. Abrí la bolsa en donde estaban los hierros y el mazo. Saqué las cuerdas y la tubería de goma, que ya sabía para lo que serviría. Después saqué las tijeras de podar, sin que supiera que fin podrían tener. Cogí los cuatro hierros que pesaban bastante en una mano y con la otra saqué el mazo. Y me dirigí hasta donde ya me esperaba mi dictador.

Muy bien zorra, déjalos en el suelo. Coge uno y el mazo y clávalo aquí, hasta que solo asome unos cm del suelo a la anilla.

Coloqué el hierro en el lugar indicado y cogiendo el mazo intenté golpear contra la parte alta del hierro, pero no tenía fuerzas para hacer semejante cometido. Así de cogí el mazo de la madera mas cercana al mismo y comencé a golpear, despacito hasta conseguir que el hierro ya no se moviera.

Cuando cogía el mazo con ambas manos, le escuché decir :

Puta, te he marcadao los otros tres puntos. Ahora me voy a la sombra, pero en cuanto hayas terminado, lo supervisaré personalmente y pobre de ti si no están clavados como te he dicho.

Y se fue sin mirarme siquiera. Cogí el mazo con ambas manos y comencé a golpear el hierro, haciendo que se introdujera dentro de la dura tierra. En cuanto quedó a la medida que él me había dicho, me separé ya sudando a chorros y cogí un nuevo hierro para clavarlo en el lugar marcado en la tierra.

Pasados 10 minutos y con dolor en mis manos, cubierta de sudor y apestando corporalmente mas a cada segundo que pasaba, me dirigí hasta donde los hombres se encontraban. Estaban bebiendo, lo que hizo que mi sed arreciase un poco mas.

Nada mas ver como me acercaba, se levantó y dijo :

Vamos a ver zorra el tipo de trabajo que has realizado.

Y paso por delante de mí, empujándome. Que hizo que cayera al suelo, aunque me levanté lo antes que me fue posible.

Bueno, no está nada mal. Has cumplido esta parte de la tarea. Muy bien iremos a recolectar unas plantas. Ve a por las tijeras de podar y vuelve de inmediato.

Me apresuré con mi caminar cansino, aunque forcé un poco mis pasos para que no se enfadara conmigo y cogí las tijeras de podar, regresando a un trote que casi no podía soportar ya.

Venga ramera, asquerosa puta, date mas prisa o ¿deseas que me de una insolación por tu culpa?.

Apresure mas mis pasos inestables y llegué hasta donde él me aguardaba. Y ambos, nos dirigimos unos 30 metros mas allá hasta una zona poblada de bambú muy joven. Entonces, me dijo :

Acércate puta. Estas varas de bambú son aún jóvenes. Has de cortar 60 tallos verdes de un metro de longitud cada uno. Corta el primero a ojo, y ya te diré si está bien o no.

Me acerqué con las tijeras de podar y eligiendo un tallo fino y verde, corté por donde creía que mediría un metro. Y me apresuré a llevárselo para su revisión.

Ahhh, muy bien, casi clavada la medida. Muy bien dedícate a cortar 60 tallos igual a este. ¿Sabes para que son?.

No.

¿Deseas saber para que son?.

No.

Muy bien, haz tu tarea y cuando los tengas todos los traes, de una sola vez, hasta donde estamos reunidos. Y procura no tardar, ¿comprendido, zorra?.

Simplemente, asentí. Y en cuanto se hubo alejado, me dispuse a cortar los tallos indicados. Llevaba unos 24 tallos y ya sentía ligeros dolores en mis manos y espalda. Seguí y seguí hasta creer que ya estaban los 60 indicados.

Los distribuí en el suelo y los puse en grupos de 10, para poder contarlos mejor. Me dio rabia, porque aún me faltaban 6 tallos. Me apresté, entre enormes esfuerzos a cortar los restantes. Y tras dejarlos sobre la tierra, comencé de nuevo el recuento.

Y sí, ya estaban los 60 tallos cortados. Los apilé y los cogí del suelo, con grandes dificultades, consiguiéndolos al cuarto intento y caminé hasta donde estaban los hombres.

En cuanto me vieron aparecer, varios hombres acudieron a mi encuentro, a la vez que el cabecilla decía :

Amigos, coged uno de esos tallos que os ofrece nuestra apestosa Sandrita.

Ni siquiera podía llorar ya. Las lágrimas se agotaron en el transcurrir de la noche. Aunque los síntomas eran los mismos y mis ojos se sobre cargaban por la tensión. Cada uno de los miembros del Club fue cogiendo un tallo, hasta quedar liberada de semejante peso.

Muy bien zorra, ahora trabajarás otro tipo de manualidades. ¡Sígueme!.

Por favor, ¿podríais darme un poco de agua?.

¿Agua?. Nada de agua. Déjate de mariconadas y acelera tu paso, sino quieres que te lo acelere yo mismo.

No dije nada mas y me apresté a seguirle a menos de 1 metro. Era una larga caminata, bajo un sol que me derretía por segundos. Además, mis pies estaban ya muy sensiblilizados por la rugosidad áspera del terreno.

Caminaba ya con cierta dificultad tras él, que llevaba la tijera de podar y el tallo que había seleccionado de los 60 que había cortado minutos antes. Puede ver que se dirigía hacia una explanada llena de cardos y pensé que deseaba mortificarme, haciéndome caminar por entre ellos.

Pero mi sorpresa fue total, cuando apenas nos habíamos adentrado 5 metros dentro de aquella maraña de pinchos que martirizaban mis piernas, me hizo detener, diciendo :

Ya hemos llegado puta. Tu tarea consiste en que cortes y apiles una gran gantidad de estas plantas de los tipos que ahora te indicaré. Y luego los llevarás hasta donde estamos nosotros en los viajes que necesites.

Sus palabras, me dejaron anonadada completamente. Máxime teniendo en cuenta que cada planta de aquellos cardos, medía mas de 20 cm de alto por otros tantos de contorno.

Puta, escúchame con atención, porque de ti depende que tu tarea sea ardua o sencilla. Mírame como corto yo de cada tipo. Así, sin dejar nada de tallo.

Observaba como con la tijera de podar, cortaba cada planta justo en el comienzo de la ramificación de las ramas. Me daba pánico observar las puntas afiladas de los cardos de púas y las hojas espinosas de los otros tipos.

A ver, puta, ahora seguirás tu solita. Deberás apilarlos fuera de aquí y esperamos que no traigas menos de 10 plantas cortadas de esta forma en cada viaje, o serás castigada con 10 azotes por planta faltante. Deseamos que traigas 30 plantas del tipo de púas y otras 20 del de hojas dentadas. ¿Quéda claro, puta apestosa?.

Me abofeteó la cara con varios manotazos al quedarme como embobada por lo que acababa de escucharle decir. Tras los bofetones, llegué a exclamar :

No....no podéis pedirme eso......mi cuerpo está desprotegido, me pincharé toda. No es en serio, ¿verdad?.

Es completamente en serio, zorra. Así que apresúrate a traernos cuanto antes el material y en las dosis indicadas o verás lo que es bueno.

Me sentí muy mal, ante semejantes órdenes....y sobre todo cuando arrojó la tijera de podar 12 metros mas allá de nuestra posición, indicándome que las buscara y que comenzara a cortar en esa zona.

Aunque mi angustia y mi cansancio, hacian ya mella en mi cuerpo, en cuanto él se fue abandonándome bajo el tórrido sol en ese océano de cardos silvestres.....me afané en buscar las tijeras de podar y terminar cuanto antes tan ingrata tarea.

Pero a cada paso que daba las púas buscaban mi piel desnuda y me punzaban sin piedad. Conseguí descubrir las malditas tijeras, pero no había forma de cogerlas, sin pincharme casi todo mi cuerpo. Los cardos eran enormes y además muy frondosos.

Intenté separarlos con mis manos, pero las punzadas me hacían desistir. Sabía que debía coger las tijeras y pasar por allí varias veces, para poder cortar del sitio señalado.

Era todo tan terriblemente doloroso, que mi sufrimiento iba mermando mi capacidad de resistencia. Aún así y sin reparar en los pinchazos que recibían mis costados y caderas, conseguí llegar hasta las malditas tijeras.

Cuando las tuve en la mano, recapacité y llevar 10 plantas de aquellas, sin protección alguna por un camino lleno de piedras y tierra, traicionera y resbaladiza, suponía sufrir mil suplicios para recorrer los 200 metros que me separaban del grupo.

Me decidí a apilar las que fuera cortando sobre uno de los cardos mas grandes, así al menos me evitaría pinchazos innecesarios. Pero mi escenario era perverso, ya que no podía cortar tallo alguno sin utilizar mis dos manos y además apoyar mis tetitas ya muy sensibilizadas contra las sádicas púas de los cardos.

Sin embargo y a pesar de las punzadas dolorosas en mis pechos y costados, conseguí abrir un pequeño hueco en donde poder trabajar, sin sentir las punzadas constantes. Cortaba una planta y la colocaba sobre uno de los cardos gigantes que había selleccionado para que me sirvieran de mesa.

Cuando hube cortado unos cuantos, los conté entre pequeños quejidos al pincharme con sus púas agresivas. Tenía 6 manojos y debía llevar 3 grupos de 10, pero los 6 que había cortado ya abultaban demasiado para poderlos coger de una vez.

Por mi mente recorrió toda la perversión a la que me estaban sometiendo aquellos infames. Y lo peor era que no podía decir que no. Estaba sola y a merced de ellos completamente. Mientras estaba en estos pensamientos que apagaban algo mas el poco espíritu del cual aún disponía, decidí sacar fuera de aquel laberinto de agrasividad, los que ya tenía cortados.

El sol estaba casi en su cénit, pero el calor era mas que sofocante. Como pude y vadeando los cardos de todo tipo que encontraba en mi camino al exterior, aunque pinchándome los muslos y piernas, conseguí llegar al exterior de aquella pequeña selva, depositando los 6 manojos en la arena rígida y calentada.

Y volví a por los cuatro que me faltaban para completar el primer envío. Los corté y los saqué también al exterior. Cuando los apilé junto a los anteriores, puede ver que en mis manos no podría llevarlos todos. Necesitaban de un apoyo para poder dar alguna garantía de que no cayeran por el camino.

Los entrelacé los mejor que pude, a pesar de mis infinitos dolores por cada pinchazo en mis manos y dedos. Aún apilados y entremezclados abultaban demasiado como para poderlos sujetar con solo mis manos. Lo intenté de todos modos, pero nada mas dar el primer paso, la carga se vino contra mi cuerpo y mis tetas fueron las receptoras de semejante envío.

Nada mas sentir las punzadas en mis pechos y sobre todo en los pezones, grité y solté el fardo, mientras me tocaba las partes punzadas con mis manos. Sabía que tenía que darme prisa, porque si se les ocurría venir a verme, seguro que padecería un montón.

Volví a coger el fardo, que no se había deshecho al dejarlo caer al suelo y lo acerqué hasta mis pechos, teniendo especial cuidado de que mis pezones quedaran libres de algún contacto. Sólo fue una sensación de un segundo al clavarse ligeramente las púas sobre mis pechos. Pero casi al instante, pasó el efecto debastador y conseguí coger el camino de 200 metros de recorrido, por el que se llegaba hasta donde ellos me aguardaban.

Cuando me vieron aparecer, recibí un aplauso, que me descompuso mas aún de lo que ya estaba. Me indicaron en donde debía dejarlo y salí disparada de ahí para conseguir un nuevo fardo de 10 cardos.

Corté y reuní dos nuevos fardos de 10 matas cada uno y cogiendo uno de los dos, lo llevé hasta el lugar adecuado. Me hicieron colocarlo al lado del primer envío. Y rápidamente me alejé para traer el tercer fardo.

A los pocos minutos estaba ante ellos con el tercer lote de cardos. Lo dejé colocado junto a los anteriores y volví a alejarme, para cortar los 20 cardos de hoja espinosa.

Cortar estos, fue mucho mas fácil y menos doloroso. Pero reunirlos todos, era algo imposible. Así como los otros unas púas se entrecruzaban con otras, con este tipo de cardos no sucedía igual. Me las ingenié para entrecruzar las hojas espinosas de uno con las del otro. Pero no tuve mas remedio que pegarlos a mi cuerpo, bajo caida inminente de las matas.

Y llegué entre grandes estertores y chorreando sudor hasta donde me esperaban todos, bien guarecidos bajo las sombras de los frondosos árboles.

Al verme aparecer, me indicaron que debía colocar hoja a hoja, sobre el anterior depósito. Me costó un nuevo esfuerzo, pero conseguí separar las hojas e irlas colocando sobre los cardos de púas. La altura total de de todo el conjunto debía de ser de unos 30 cm y con medio metro de ancho y un largo de casi un metro.

Varios de ellos estuvieron supervisando todo el conjunto durante varios minutos, mientras mis muñecas y tobillos iban siendo atados con cada una de las 4 cuerdas.

Y entonces, la voz del que parecía llevar el gobierno del grupo, dijo :

Sandra, ahora vas a ser una buena puta y te vas a quedar a 4 patas y bordeando este colchón celestial.

Esas palabras me aterrorizaron mas aún de lo que ya estaba. Sabía que los cardos iban a ser para mortificarme de algún modo. Pero no esperaba mas torturas parciales.

Obedecí, aunque con un enorme terror dentro de todo mi ser y me quedé a 4 patas, con mis piernas y brazos bordeando la cama espinosa. Mis pezones casi rozaban las hojas espinosas. Al mas leve movimiento de mi espalda, mis pezones serían los primeros castigados con lo que tenía ante mí.

Procuraba mantener mis piernas lo mas estiradas posibles, al igual que mis brazos con lo que conseguía mantener mis pechos a una prudente distacia de 10 cm de ese colchón infernal. Aunque la postura era muy incómoda, me sentía aún con fuerzas para poderla mantener. Entonces, la voz de aquel cabecilla, resonó terrorífica en mis oídos, al decir :

Bueno amigos, cada uno tenéis un tallo especialmente seleccionado por esta puta. Le agradeceremos su obsequi en la medida que podamos. Por tanto que cada uno la aseste de uno a dos azotes en la parte del cuerpo que mas le agrade o desee.

Esas palabras, que significaban que podrían darme 120 latigazos con los tallos verdes de bambú, unido a mi cansancio y además a la posición tan forzada que mantenía, me hicieron comenzar a temblar. Para colmo y para que no pudiera recoger piernas o brazos, las cuerdas habían sido ya atadadas a las argollas de los hierros que horas antes había clavado en la tierra.

Uno de los hombres y que al parecer era quien supervisaba mi estado fisiológico, dijo :

Creo que deberíamos ponerla una inyección de fuerza o se nos romperá en la mitad de la diversión.

Si, yo también estoy de acuerdo con eso. Pónsela en donde la haga el efecto antes.

Entonces, sin pensarlo mas, en una de sus tetas....el efecto ahí es casi inmediato.

El cabecilla de todos mis torturadores, asintió y quien había hablado se acerco a mí y clavándome una aguja larga en el pecho izquierdo, inyectó la sustancia dentro de mi cuerpo.

El efecto fue casi inmediato. Me sentí fuerte y con ganas de vivir, pero también me sentí incómoda, por tener que mantener esa postura.

Y comenzaron a desfilar ante diversas partes de mi cuerpo, descargando uno o dos azotes sobre la parte de mi cuerpo que mas deseaban. Así, mis nalgas primero y mi espalda y muslos después fueron masacradas por los azotes constantes y continuos de cada uno de ellos.

Después del 10º azote, mi mente comenzaba a rebelarse y mis jadeos se hacían mas patéticos, aunque seguí con fuerzas suficientes para poder soportar mucho mas. Sentía el cuerpo cruzado de verdugones, aunque no excesivamente pronunciados, pero aunque mis pechos no habían cedido mucho terreno, mis piernas ya comenzaban a sentir cierto temblor, lo que me hacía presagiar que en cuando mis brazos se contagiaran de aquel temblor, mis pechos y el resto del cuerpo, se verían amenazados con las punzantes hojas de aquellas malditas plantas.

Los azotes eran continuos y sin descanso alguno, siempre seguidos de imprecaciones y risas de muchos de ellos. Cuando ya habían pasado sobre mi cuerpo las varas de unos 40 socios, me sentía sin poder y control para sujetar mis brazos y piernas, cuyos temblores me hacían presagiar el desplome de mi cuerpo sobre aquel colchón tan sádico.

En un minuto de debilidad y sin que cesaran los azotes sobre mi cuerpo, mi cuerpo rozó a ráfagas el lecho punzante, siento mis pezones y pubis los primeros afectados, pero que a toda costa intentaba alejarlos de aquellas sensaciones infernales.

Cuando los azotes hubieron cesado, mis lágrimas caían raudas sobre aquel colchón a la vez que mis convulsiones eran perceptibles totalmente.

Bueno amigos, esta cerda precisa de un lavado interior. Y creo además que será una forma de que disfrute de algo nuevo para ella. Comenzaremos con la sesión de enemas.

Escuché comentarios y risas escandalosas, mientras alguien hurgaba en mi ano, introduciendo una goma en forma de pene. Lo soporté sin quejarme para nada, pero quien tenía la autoridad, se acercó hasta mi cara y me dijo :

Vas a soportar un par de enemas en tu culo. Si soportas dos, sin gritar y sin dejarte caer, pasaremos de los demás. En caso contrario tendrás los cinco en tu culo e intestinos. Ah!, se me olvidaba...cada enema es de un litro, así que vete mentalizando.

Ni siquiera le respondí. Sabía que los enemas serían muy crueles para mi interior y que serían realizados con sus orines de la noche anterior, ya recalentados por el sol del día y además algo gasificados por las reacciones internas de los elementos químicos de la urea.

Estaba segura de no poder soportar, ni tan siquiera el primero. Y me sentí simple y vulgar al tener que estar recibiendo ese tipo de trato por todos ellos.

Cuando conectaron el primer enema, sentí el líquido, bastante caliente colarse por mi recto y llenarme toda por dentro. Me sentía como a punto de reventar, pero los orines seguían circulando dentro de mi intestino, hasta que terminó la primera dosis.

Me sentía convulsa en todo mi cuerpo, pero principalmente en brazos y piernas, que me picaban aún de los azotes recientes. El primer enema estaba colocado y debía soportarlo hasta que ellos decidieran quitarme el tapón de mi ano. Pero, para hacérmelo mas difícil, me toqueteaban constantemente, sobre todo mi vagina y mi vientre, que estaba hinchado por la enorme candidad de líquido.

A la media hora de estar padeciendo los efectos mortificantes del primer enema, me dejaron evacuar todo el contenido de mi interior. Sentía mi ano como un sifón a presión. No me importó soltar todo lo que tenía dentro, ante las miradas de unos y otros, acompañadas de unas risotadas humillantes para mí.

Mi cuerpo se estremecía sin que pudiera controlarlo, cuando ya me estaban colocando la goma en forma d epene, para el segundo enema.

Y vuelta a lo mismo, pero mi cuerpo ya temblaba desde mucho antes de comenzar la irrigación. A cada convulsión, sentía mis pezones y vagina, punzarse con el colchón. Intentaba por todos los medios, no perder el control. Pero a cada segundo que pasaba y mientras el líquido perverso se apropiaba de cada rincón interno de mi cuerpo, me sentía mas floja y temblorosa.

Y terminé por caer sobre aquel infierno de púas, apoderándose de cada parte sensible de mi cuerpo. Grité y grité, pero a pesar de la monstruosidad de sensaciones sobre mis partes mas sensibles y mientras algunas púas traspasaban limpiamente mis pechos y vientre, el enema seguía su curso.

Cuando estuve rellena con otro litro de orines y mientras me retorcía llena de angustia en mi lecho espinoso, escuché las carcajadas de cada uno de los que me rodeaban. Pocos minutos después, me quitaban el tapón y mi cuerpo se convulsionaba al expeler los líquidos almacenados, sintiendo nuevas y mas terribles punzadas en mi partes sensibles e indefensas.

Y de ese modo, me colocaron el tercer enema. Pero quisieron ahorrar tiempo y decidieron llenarme completamente con los algo mas de tres litros que quedaban.

Pensé que la vida se me iba en aquel momento, pero alguien hábilmente se percató y me fue colocada una nueva inyección que me hizo soportar el tormento sin que me desvaneciera.

Cuando se me permitió liberar mis intestinos de aquel líquido corrosivo, me sentí morir y revivir muchas veces seguidas, hasta que quedé latente y sufriendo las punzadas de las plantas que agredían mis tetas y vientre.

Tensaron entonces las cuerdas de mis extremidades y me dejaron en aquella postura por espacio de media hora, mientras se iban a tomar un refrigerio.

En cuanto regresaron a mi lado, me aflojaron las ataduras y entre varios, me giraron, para que pudiese quedar tumbada sobre mi espalda y nalgas. Y volvieron a atarme muy tensa en los cuatro anclajes.

Y cuando estuve tensa y llena de mil malditas laceraciones de dolor, decidieron que mientras comían, tomara el sol con mis amigos los insectos, pero algo mas motivada. Y procedieron a frotarme manojos de ortigas por las axilas, pechos y sobre todo por la vagina y el ano.

Me quedé rabiando para mi misma, debido a la mordaza que me habían colocado segundos antes. Y se alejaron de mí, dejándome a pleno sol, muerta de sensaciones perversas y rodeada de toda clase de insectos, en una nube de olor indescriptible.

Al cabo de unas dos horas escuché unos pasos que se acercaban hasta mí. Sentí las manipulaciones en las ataduras de mis muñecas y posteriormente en las de los tobillos.

Me sacaron de aquel colchón sádico tirando de mi cuerpo y siendo arrastrada sobre mis pechos y vientre por la tierra rugosa y ardiente de la tarde.

Pusieron un cepo de madera en mis muñecas y cuello. Y colocaron una barra entre los tobillos, izándome a continuación de los pies y quedando colgando de modo inverso.

El cepo, me retenía cabeza y manos aisladas del resto de mi cuerpo. Tan solo podía ver el suelo y los pies de quienes se acercaran frontalmente hacia mí. La sangre se agolpaba en mi cabeza, cuando escuché la orden de que fueran castigadas todas las partes sexuales de mi cuerpo, sin miramiento alguno.

Y los azotes, imagino que con las mismas varas de bambú, comenzaron a cruzar mis nalgas y muslos, sin control alguno....pero había quienes me asestaban los latigazos, surcando mi canal vaginal y anal, algo que me hacía volverme loca completamente. No podía gritar, debido a la mordaza. Y tampoco removerme, debido a la posición tan forzada.

Después de innumerables azotes aterradores, que hicieron que cualquier parte de mi cuerpo estuviese masacrada, les escuché decir que rellenarían mi vagina con un tarro de miel. Esta caería por su propio peso y al estar tan caliente, se iría colando dentro de mi vagina.

Media hora mas, hasta que mi vagina quedó saturada de miel. Y entonces, sentí que me desataban. Ni siquiera, tras tomar tierra de nuevo, tuve que caminar. Me arrastraron por el suelo hasta otro lugar y ataron mis pies cruzados uno sobre el otro, mientras me dejaban sentada en el suelo.

De los extremos del cepo que sujetaba mis manos y cabeza, metieron unas barras que terminaron por clavar al suelo. Sentía un cosquilleo molesto en mis partes sexuales, pero lo achacaba a las sensaciones perfidas de los latigazos y las ortigas.

Mi mundo se derrumbó a la media hora siguiente, cuando pude apreciar, como por el cepo, en la parte que para mi era visible, aparecían varias hormigas....y pocos segundos después, varias mas.

Y entonces interpreté lo que me estaba sucediendo. Me habían sentado sobre un hormiguero o muy próximo a él. Y mi mente, no quiso o no supo, asimilar esa perversidad.....y mis sentidos comenzaron a aflojarse y alejarse de la luz, hasta la mas profunda oscuridad.

Poco a poco, mi vida se iba escapando. Ya no sentía dolor, ni sensaciones extrañas....la lasitud se apoderaba de mí con manos agigantadas.

............... ................................. ...............................................

Escuchaba voces lejanas.........voces, que me sonaban familiares, pero que no conseguía interpretar....Cada vez mas cercanas. Algunos movimientos en un cuerpo que no sentía.....la luz se apagaba dentro de mí.....y me sentía bien. Era libre al fin.

La luz se cortó por un espacio de tiempo insignificante......cuando sentí de nuevo voces, pero algo mas suaves y susurrantes.....

....poco después algo de luz volvía a mi mente y pensé que estaba en ese otro lugar en el que el cuerpo no servía para nada.

Unos instantes después, sentía nuevas voces....y algo que pinchaba mi cuerpo. No deseaba volver al horror. No sería justo. Pero las voces eran distintas, casi animaban a volver para saber que sucedía.

Volví de algún modo para poder ver la luz, una luz distinta, extraña.......pero además había imágenes distintas......por un instante, creí ver a José ante mí....pero lo asimilé como un espejismo de mi tiempo pasado.

Las voves, cada vez eran mas audibles.....y casi los objetos y aquellos seres, los veía bien, aunque borrosos.

Minutos después, aunque extremadamente débil y sin fuerzas para mover parte alguna de mi cuerpo, le ví......era José.

No podía ser........no podía ser........

..........

El me hablaba y me decía cosas que mi mente no era capaz de reproducir, pero le sonreí para tornar de nuevo al mundo de mis sueños, en donde la paz era mi propio vehículo.

La luz se iba desvaneciendo progresivamente.........

.....pero la paz interior crecía y me envolvía en la misma medida..............

Final de "Atragantadas con su orgullo"