Atracción y Desviación 2: Confesiones de una madre

Segunda parte. La historia de deseo no sólo es de nuestro protagonista, sino que su madre también lo deseaba. Un agradecimiento a ladysexopata y ariel por sus comentarios y hacerme darle un lado más sicológico a los personajes.

Atracción y Desviación 2: Confesiones de una madre.

Desde hace mucho tiempo ya me había distanciado de mi esposo. La verdad es que ya no lo quería como antes el amor hacia otro hombre se había interpuesto. El problema es que eso hombre es mi hijo.

Mi hijo Iván desde niño siempre fue muy dulce y atento conmigo. Al crecer y entrar a la adolescencia siguió con mis atenciones hacia mí, pero ya me veía con otros ojos y yo no podía apartar la vista de los cambios agradables: se había puesto más alto, guapo y fuerte. Un día encontré unas pantaletas mías manchadas con semen y supe que se estaba masturbando, me excitaba el pensar que lo hacía por mí. Sólo me quedaba imaginar que mi esposo era él cuando follábamos para tener un orgasmo.

Es que las relaciones con mi esposo se habían vuelto rutinarias, sólo teníamos coito una vez por semana, un polvo y una sola pose. No me ayudaba con las labores, ni me acompañaba de compras o me esperaba a la salida del trabajo, como sí lo hacía mi hijo.

Lo más difícil fue cuando ingresó a la universidad y empezó a salir con chicas. No sólo se concentraba en su carrera, sino también en su apariencia, había comprado un equipo de pesas, una tabla de abdominales y otras cosas. Ver su cuerpo sudado y sin polo me excitaba.

Como teníamos cierta confianza, traía a su novia a casa para presentarla en familia. Trataba de poner mi mejor cara y no parecer celosa.

Recuerdo principalmente a Melisa, una chica delgada, de curvas gráciles, cabello negro ondeado y largo, que siempre venía en jean y polos sicodélicos. Y la razón por la que la recuerdo es que hace casi cinco años había llegado temprano a casa, luego de salir con unas amigas, mi esposo había ido a casa de sus padres y escuché ruidos raros en la habitación de mi hijo.

Ahí estaba Melisa e Ivan haciendo el amor. No era el coito aburrido y rutinario a la cual estaba sometida. Era algo salvaje: Mi hijo echado boca arriba, mientras Melisa totalmente desnuda con su cabello suelto lo montaba cual amazona. Luego cambiaron de posición, él la echó en la cama en la posición del helicóptero, pero le levantó una pierna la cual apoyó en su hombro y empezó a penetrarla en forma enérgica. No pude evitar colocar mi mano en mi concha y empezarla a sobar. Una luz llamó mi atención, se trataba de la luz de la filmadora. Estaban filmando sus acrobacias amatorias. No quería ser descubierta, así que me escondí en mi cuarto esperando a que terminen, tratando de oír detrás de las paredes cualquier dulce gemido de los labios de ambos.

A la hora sentí la puerta abrirse, se habían ido al baño a bañarse. Vi si estaba la filmadora, quité el disco e hice una copia en el ordenador. Todo esto sin hacer ruido.

Cuando se fueron, coloqué el disco –el cual aún conservo y veo- en el DVD y empecé a masturbarme pensando que era yo a quien follaba. Quería sentir su sudor, la pasión de sus besos y abrazos, sentir que me laman la cuca y sentir la leche en mi piel –mi esposo nunca lo había hecho-, inventar poses, montar encima del hombre a quien amo y siempre me ha cuidado y protegido.

Cuando regresó mi esposo estaba tan caliente que quise hacerle el amor de una manera salvaje, pero él no me correspondió. Me senté encima y quise cabalgarlo, pero él no hizo nada y cuando terminó ya no quiso otra más. Había eyaculado y no se preocupó si yo había alcanzado el orgasmo o no. En cambio mi hijo, se preocupó en que Melisa alcanzara por lo menos dos orgasmo, luego de acabar empezó a beber los labios vaginales de Melisa, jugar con su clítoris y hacerla perder en la lujuria total. Cada vez que veo unos condones recuerdo las acrobacias de Melisa e Ivan.

Ya no era mi niño, sino un hombre hecho y derecho con necesidades con ciertas galanterías hacia las chicas y conmigo.

Luego de terminar la carrera se fue a convivir con Melisa. Supongo que hacían el amor todos los días. Hasta que a ella le ofrecieron un trabajo en el extranjero, al principio no quiso aceptar pero Ivan le hizo entender que no quería truncar su futuro y estaba dispuesto a esperarla y nunca la olvidaría. Lo importante es que ella se sienta realizada.

Con cuántas lágrimas me contó eso. Dejarla ir fue la decisión más difícil y dura. Lo peor fue que a los meses ella le contó que había empezado a salir con alguien. Él les deseo toda la felicidad del mundo y entendía perfectamente que ella se sentía sola y tiene necesidades, pero no pudo evitarse sentir traicionado. Sólo le quedó abocarse a su trabajo, aún más duro. Pasaron unos meses más y empezó a salir con otras chicas: chico soltero, con departamento, auto y un sueldo aceptable para divertirse de forma adecuada. El resto me lo daba a mí para ayudarme con los gastos de la casa.

Cuando su padre se puso mal, regresó a vivir con nosotros. La razón es que se gastaba mucho en medicinas ya no le alcanzaba para el alquiler del departamento, además que necesitaba ayuda con las labores domésticas. Su cuarto estaba como siempre.

Aún se abocada a su físico, pero había perdido algunos puntos con las chicas. Por falta de tiempo, principalmente, ya que yo me apoyé en su hombro y necesitaba su fortaleza moral.

Ver su cuerpo sudoroso me estaba volviendo loca. En Año nuevo su padre iría a visitar a su familia y yo me iba quedar a solas con mi hijo.

Drogué su vino, la droga cambiaba su percepción y pensaría que se trataba de un sueño. Empecé a quitarle la camisa

-¿Quién eres? –dijo

-Melisa —respondí, ya que fue lo primero que se me ocurrió.

-Hueles como mi madre.

-¿Y qué si lo fuera? ¿Me harías el amor? —La droga no le permitía mentir.

-Sí, la deseo desde que era un adolescente, es mi princesa, mi reina.

-Soy tu madre, hazme el amor.

Sus movimientos eran torpes, así que tuve que ayudar a guiar sus movimientos. Por ejemplo quiso lamer mi concha, pero sus labios fueron hacia mi estómago. Así que guié su cabeza, me relajé y me sentí en la gloria.

Luego me hizo el amor, primero pausado y después más enérgico. Lo hicimos de costado, empiernados. Aunque sus movimientos eran torpes y su miembro no había alcanzado completamente la erección sus caricias y besos y sin olvidar que con la droga demoró más en correrse, hicieron que me sintiera en el paraíso. Luego se durmió pensando que era un sueño húmedo.

Me había quitado el ardor en mi cuerpo, pero sentí una culpa inmensa. Había violado a mi hijo y seguramente iría al infierno. Pero lo importante era que sabía que me deseaba.

Al morir su padre, Ivan me apoyó mucho. La verdad es que su muerte no me afectó tanto. Recordé los buenos momentos, pero sentía la libertad de vivir sola con el hombre que amo. Nos enfrascamos en nuestros trabajos, Ivan más de la cuenta haciendo trabajos extras para conseguir el dinero y el tiempo libre para nuestro viaje.

Un año después lo conseguimos. Los preparativos nos costaron otros meses. Pero fueron meses en los que estuvimos muy cerca. Siempre apoyándome.

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Ayer por fin hicimos el amor de manera consciente fue tierno, dulce y totalmente fiero salvaje. Me gustó muchísimo, pero por pudor con la sociedad y no quiero que piense que su madre es una puta. No volveré a hacerlo, aunque me parta el corazón.

Sin embargo, haciendo el recuento de los hechos, no puedo evitar una sonrisa y sentirme totalmente realizada en un sueño de amor. Porque no sólo fue coito, sino que hubo una conexión amorosa entre ambos.

Quizá si él me sedujera nuevamente no tendría las fuerzas para decirle que no. Pero mis malditos escrúpulos no me permiten dar el primer paso.