Atracción prohibida
Me atraía tanto y no podía dejar de torturarme a mí misma pensando lo mal que estaba para sentir esas cosas por él: era mi primo. Nada tenía que pasar. Nada debía pasar
Antes de comenzar el relato, mi nombre es Julia. Respecto a mi apariciencia física, no me considero una diosa ; mi altura es 1, 65 cm., soy de complexión normal, algo delgada y piel neutra. Mis pechos no son grandes, mejor dicho, son medianos. Mi trasero, supongo que está bien. Es firme y de nalgas definidas. Mi cabello es castaño claro y mis ojos color ámbar, aunque la gente suele confundirlos con avellana.
Lo que voy a contarles, pasó ya hace casi dos años. Mis padres habían decidido irse a unas vacaciones románticas al exterior por tres semanas.
–¿Eso significa que me quedo sola en casa por tres semanas? –pregunté a mi madre, con una sonrisa queriendo escaparse de mis labios–.
–Claro que no Julia, ¡eso nunca! –exclamó mi mamá, frunciendo el ceño–. Le preguntaré a tu tía Isabel si puedes quedarte en su casa hasta que volvamos.
Tía Isabel es la hermana de mamá. Es neurocirujana, y está casada con Martín, dueño de una concesionaria de autos. Ambos tienen un hijo de mi misma edad, llamado Tomás, mi primo. Es un chico muy guapo; alto, delgado, de pelo castaño claro y ojos verdes. Desde chiquitos en todas las reuniones familiares jugábamos juntos apartados de nuestros otros primos, debido a que ellos eran más grandes que nosotros. En la familia éramos Tomi y Juli, “ los más pequeños de la familia ”.
Mamá llamó a tía Isabel esa noche, y ella aceptó, alegre con la idea de recibirme en su casa.
El día de la partida había llegado. Papá subió el equipaje de ellos al baúl del auto, y luego subió mi bolso. Cuando todo estuvo listo, mi padre arrancó el auto y partimos rumbo a casa de tía Isabel.
Cuando llegamos, papá me dio mi maleta y nos despedimos.
–Pórtate bien, Julia–me advirtió mi madre–. Te llamaremos en la semana para saber cómo estás.
Entré a la casa de mi tía, y saludé a Martín, quien estaba poniendo la mesa, ya que estaban por cenar.
Mi tía me acompañó al piso de arriba para mostrarme la que sería mi habitación, el cuarto de huéspedes, que se situaba al lado del cuarto de Tomás.
Dejé todas mis pertenencias allí y bajé al comedor. Me senté a la mesa y me puse a conversar con mi tío de mis estudios y mi vida.
De pronto, miré a las escaleras y vi a mi primo, que bajaba todo adormilado y bostezando, mientras se pasaba una mano por el cabello, desordenándolo. Mi ritmo cardíaco aumentó, y no podía creer como había cambiado mi primo; aparentaba unos 1, 75 cm, se le notaban pequeños músculos en los brazos, y si estaba (y sigue) muy muy guapo, con sus ojos verdes tan hipnotizantes como siempre. Sacudí mi cabeza sorprendida por las barbaridades que estaba pensando en ese momento.
–Hola Julia–me saludó, con una sonrisa, para luego abrazarme–, pasó mucho tiempo.
–Sí, es verdad. Hace años que no nos veíamos–contesté, con una sonrisa–.
Mientras cenábamos, notaba como Tomás me clavaba la mirada y me recorría con sus ojos cuando tenía oportunidad.
Habían pasado ya siete días, y mi primo y yo charlábamos frecuentemente y nos pasábamos viendo tele y comiendo porquerías juntos, además de atractivo era muy divertido, me hacía reír todo el tiempo, era una combinación perfecta. Me atraía tanto y no podía dejar de torturarme a mí misma pensando lo mal que estaba para pensar y sentir esas cosas por él: era mi primo. Nada tenía que pasar. Nada debía pasar…
Era lunes, y mis tíos tenían que ir a trabajar. Ambos se iban por la tarde y volvían por la noche.
Entré a bañarme, y estuve largo rato bajo la ducha. Cuando me decidí a salir, busqué la bata, pero en ese momento, la puerta del baño se abrió bruscamente, y mi primo me vio desnuda. Me quedó mirando un momento, y luego reaccionó.
–Lo-lo siento, Julia, yo… no sabía que te estabas bañando–balbuceó, y me sonrojé, mientras me tapaba con la bata.
–No pasa nada, Tomás–susurré, y salí del baño, dejándolo completamente solo y fingiendo tranquilidad mientras mi corazón iba a mil por hora.
Cuando llegué al cuarto estaba más que excitada y mojada… ¡Me había comido con la mirada! Era prohibido y también una completa locura, pero no podía negar que moría porque mi primo me hiciera lo que quisiera…
Más tarde salí del cuarto para ir a tomar algo, y me lo encontré. Estaba sin camiseta, y se notaban sus abdominales levemente marcados. Me miró y le sonreí algo avergonzada.
–Julia, ¿sabías que eres hermosa? –me preguntó descaradamente, mientras yo bebía agua, y casi escupí todo al escucharlo y no pude evitar reír–. Pareces una modelo.
–Si eso es un cumplido, gracias–dije riendo y luego lo miré seductoramente–. Yo pienso lo mismo de ti–susurré–.
Tomás se acercó a mí y me tomó por la cintura y me besó apasionadamente. Correspondí al beso y puse mis brazos en su espalda. Tomás introdujo lengua al beso, y comenzó a explorar toda mi boca. Yo estaba a mil, y mi mente en blanco: en lo único que podía pensar era en mi excitación inmensa.
–mmm…–gemí entre besos cuando sentí la mano de mi primo bajar a mi trasero.
Tomás me tomó de la cintura y me subió a la encimera de la cocina, mientras nos seguíamos besando. Metió su mano por debajo de mi blusa, y comenzó a acariciarme la espalda. Yo me estremecí y un cosquilleo de excitación atravesó todo mi cuerpo. Tomás siguió con las caricias un poco más, y luego tomó mi blusa por los bordes, dándome a entender que quería quitármela. Yo me separé de sus labios y me quité de un tirón la blusa. Luego estiré mis brazos hasta su camiseta, y se la saqué rápidamente. Ya a medio vestir, continuamos con los besos y mi primo bajó a mi cuello, y trazó un camino de besos desde mi cuello hasta mi pecho. Luego deslizó sus dedos en mi espalda hasta llegar a mi sostén, y lo desabrochó, me lo quitó y lo arrojó. Tomó mi pecho izquierdo y comenzó a manosearlo mientras se comía mi pezón derecho, dándole lamidas y suaves mordisquistos.
–Mmm… Tomás, no pares–dije arqueando la espalda del placer.
Cuando mi pezón derecho quedó totalmente erecto, pasó a chupar y morder el izquierdo, haciéndome gemir del placer. Subió a mi cara y me besó con desesperación, y se acercó a mi oído y me susurró:
–Vamos a mi cuarto, Julia–dijo sensualmente y me sorprendió cuando me tomó por la cintura y me levantó. Pusé mis piernas rodeando su espalda y los brazos alrededor de su cuello, para no caerme.
Llegamos a su cuarto y me lanzó sobre su cama. Me quedé apoyada en la cama, semi-sentada, y las piernas entreabiertas, dedicándole una mirada seductora y una sonrisa de lado. Tomás se bajó los pantalones de un tirón quedando sólo en bóxers y pude notar su excitación. Se subió a la cama y quedando de rodillas frente a mí, se inclinó para bajarme mis jeans junto con mis bragas, dejándome completamente desnuda. Aproveché su distracción mientras me miraba, y bajé sus bóxers de un tirón liberando su erección. La miré dudando, pero finalmente tomé su pene con mi mano y comencé a moverla de arriba hacia abajo apretándolo fuerte. Tomás soltó un leve sonido de satisfacción que de pronto cambió a sopresa cuando metí su miembro en mi boca y comencé a chupar deslizando la lengua por la punta, sin dejar de mover mi mano.
–Julia...–dice Tomás abriendo los ojos sorpendido–.
Introduzco el miembro en mi boca de nuevo hasta el fondo, y repito el procedimiento varias veces haciéndolo suspirar de placer.
–Ah, Julia, para o me harás correr en tu boca–dice y le doy una última chupada, lamiéndo la punta con la lengua–. Eso ha estado… excelente–dice y me observa con una sonrisa y a la vez me sonrojo–. Eres hermosa…–me susurra–.
Comenzamos a besarnos apasionadamente y se coloca sobre mí. Besa nuevamente mi cuello para pasar a mis pechos y gemí al ritmo de sus besos y caricias. Sentía deseo… Estaba completamente perdida en el placer y lo único que podía pensar era que lo quería dentro de mí, quería sentirlo. Levanté mi cadera en busca de su erección y gimió al sentir mi roce, lo hice una vez más y entendió que lo quería en mí. Se incorporó, se estiró alcanzando el mueble que estaba a centímetros de la cama y sacó un paquete plateado de su cajón.
–Julia… –suspiró y sentí su respiración sobre mi cuello–.
–No digas nada, sólo… házlo –murmuré perdida en la excitación y el deseo–.
Tomás me besó fugazmente y rasgó el paquete plateado, y luego procedió a inclinarse sobre mi. Buscó mi entrada con su masculinidad y cuando entró en mi, proferí un grito de placer. Comenzó a embestirme lentamente, estimulándome y haciéndome gemir desesperada, haciéndome querer más. Moví mi cadera a la vez que su miembro me encontraba y empezamos a movernos juntos… Seguía perdida, concentrada en sus embestidas, en su miembro entrando con fuerza una y otra vez en mí, en nuestros cuerpos, fundiéndose. Las embestidas incrementaron su velocidad y comencé a sentir el placer dentro mío, creciendo en mi vientre, quemándome, derritiéndome y entonces arqueé mi espalda y llegué al orgasmo. Estallé como un volcán en erupción, con la lava extendiéndose sobre mi ser. Me abracé fuerte a Tomás, quien dio una última embestida, llegando el también. Se quedó quieto unos segundos y luego salió de mi cuerpo, suspirando y recostándose sobre mi lado. Extendí mis piernas y me quedé mirando el techo.
–Fue asombroso–susurró él–.
–Sí, Tomás, sí lo fue–afirmé entrando en razón y sintiéndome terrible–. Pero también fue una locura. Y no se puede volver a repetir–susurré–.
–Julia, eres la chica más hermosa en todo el mundo y además de eso eres divertida, inteligente y extremadamente perfecta y alocada y… todo lo que alguien podría desear–dijo mirándome–.
–Tomás, mierda, ¡Eres mi primo! –exclamé girándome a mirarlo–.
–Ya sé, pero eso no significa que no te pueda halagar y desear, ¿o sí? –preguntó sonriéndome tontamente haciéndome reír–.
–Supongo que no–suspiré algo más tranquila–. Siempre y cuando no me toques más de lo debido… –dije con un tono de advertencia, haciéndolo reír–.
Y los días pasaron. Aún seguía deseando a mi primo y él a mí. Pero sabía que no debía , y me tenía que controlar.
El viernes, me había duchado y había decidido tomar una siesta. Estaba durmiendo, cuando sentí que alguien se metió al cuarto, pero no estaba segura, así que seguí con los ojos cerrados. Sentí un peso sobre la cama, y al instante sentí peso sobre mí. Entonces abrí los ojos y encontré a mi primo depositando sus labios sobre los míos. Era un beso sumamente apasionado. Puse mis manos en sus hombros mientras nos besábamos, tratando de separarlo pero no pude. Comenzó a convertirse en un beso más excitante y Tomás bajó su mano por mi vientre lentamente, y metió su mano dentro de mis pantalones, movió mis bragas y comenzó a tocar mi clítoris. Empezó a moverlo en círculos y gemí, sus movimientos eran lentos y me hacía perder en el deseo. De pronto entré en razón y lo aparté, dejó su mano quieta e introduje mi mano en mis pantalones tomando la suya para apartarlo. Lo miré a los ojos y vi su frustración.
–Entiéndelo, Tomás–dije con la voz firme–. Nada debe pasar–Bajó la mirada, confundido y me acerqué a él y tomé su labio inferior con los míos tirando suavemente, para luego soltarlo y darle otro corto beso para sellarlo–. ¿Está bien?
–Está bien–susurró, y se levantó, saliendo por la puerta dejándome sola en la tranquilidad del cuarto vacío–.
Pasaron los días y Tomás y yo tratábamos de actuar normal y olvidar lo que pasó. Pero no podía negar que me excitaba cada vez que estaba con él, realmente lo deseaba .
Finalmente, llegó el día viernes de la tercera semana en la casa de mi tía. Al día siguiente, mis padres estarían de regreso. Ya era de noche y mis tíos habían salido a cenar a la casa de una familia después del trabajo informándonos que volverían mañana por el mediodía.
Me encontraba en la habitación de huéspedes guardando todas mis pertenencias. Cuando terminé, decidí bañarme. Salí rápidamente del baño para meterme a mi habitación, ya que sólo iba con una toalla. Cerré la puerta y me deshice de la toalla, quedando desnuda.
En eso siento que alguien me abraza por detrás y me atrapa el seno derecho con una mano, sé exactamente que es Tomás. Continúa con sus caricias y besa mi cuello furtivamente, mientras baja su mano llegando a mis partes, donde se entretiene acariciando y frotando mi clítoris. Al instante respondo ante sus caricias y comienzo a gemir.
–Ahh, Tomás, para–le pido, mientras me besa detrás de la oreja–.
–Será la última vez, Julia–me susurra seductoramente al oído y un escalofrío me recorre entera–.
Tomás acaricia mi clítoris con el pulgar e introduce el dedo índice haciéndome gemir. Mete un segundo dedo y estoy a punto de correrme por la velocidad en que me embiste con sus dedos.
–Ah,aah, Tomás, me corro–le advierto entre gemidos y al escucharme incrementa la velocidad de sus dedos y me corro sobre sus dedos–.
Se lleva sus dedos empapados de mí a la boca y los chupa.
–Sabes muy rico–dice y me toma por la cintura, llevándome a la cama–.
Me recuesta casi al final de la cama y me abre las piernas. Entonces, se inclina sobre mi intimidad y comienza a lamerme. Su lengua iba de arriba hacia abajo, hasta que se entretiene con mi clítoris, complaciéndome al máximo. Lo chupa y lo succiona fuerte, haciéndome perder la cabeza.
–Ahhhh, Ahh–gemía mientras me penetraba con la lengua, hasta que sentí ese familiar alivio–. Mmmm–gemí y me corrí, mientras Tomás bebía mis jugos–.
Llevó su boca a la mía y pude sentir mis líquidos, de un sabor metálico y algo agridulce que me encantó. Nuestras lenguas se encontraron y cuando se nos cortó la respiración, Tomás bajó a besar mis pechos. Lamía delicadamente mis pezones sensibles casi con adoración. Enredé mis manos en su cabello castaño y me dejé llevar por el placer. Tomé su rostro entre mis manos y junté nuestros labios. Logré dejarlo debajo de mí y comencé a besar su cuello para trazar un camino de besos desde su pecho hasta su vientre. Estaba sólo en bóxers así que me fue fácil liberar su erección. Tomé su miembro con mi mano izquierda y comencé a apretar fuerte la base mientras movía la mano de arriba hacia abajo. Introduje la punta en mi boca y lamí en círculos el glande.
–Aaaah, Julia–suspiró Tomás quitándome un mechón de cabello que estaba sobre mi cara–. Mmm, así.
Me metí su pene lo más profundo que pude y repetí el proceso hasta que su respiración se agitó.
–Ah, Julia me corro. Si no quieres que lo haga en tu boca para–musitó –.
Volví a tragar su miembro profundo y cuando moví mi boca hacia arriba saqué mis dientes y lo rocé suavemente con ellos mientras lamía la punta. Tomás jadeó con fuerza y sentí todos sus líquidos acumulándose en mi boca. Los tragué y sabían a sabor metálico y salado. Tomó mi cabeza entre sus brazos y besó mi boca a pesar de que había tragado sus líquidos.
–Julia, ya no aguanto, quiero sentirte, quiero estar dentro tuyo–me suplicó acariciándome la mejilla–. Por favor.
–Sí… –asentí, besándolo apasionademente–. Te quiero dentro mío.
Se levantó y tomó un paquete plateado que estaba sobre la mesita de noche. Lo rasgó y se colocó el condón. Comenzó a embestirme lento pero fuerte, hundiendo su miembro en lo más profundo de mi ser. No podía pensar del placer que me estaba proporcionando. Jadeé cuando la velocidad incrementó y mi placer empezó a hacerlo también. De repente gemí como nunca antes cuando llegué al clímax. Sentí que Tomás se corría también y lo abracé fuerte. Se desvaneció sobre mí por un momento, luego se salió. Esa noche dormimos juntos.
Al día siguiente, volví a casa. Mi primo y yo nos háblabamos por mensajes todo el tiempo. Recapacitamos sobre lo que habíamos hecho y coincidimos en que nadie debía saber y que sería nuestro secreto.