Atormentando a mi hombre

Él tendrá que aprender de una forma muy contundente, que su misión es darme placer del modo que yo quiero.

No lo has entendido... tienes que entender. Quiero decir, debes comprender de qué va la cosa entre tú y yo. Lo que quiero... lo que tienes que darme. Esta noche me voy a encargar de hacértelo saber.

Por eso me puse un vestido de látex negro. Muy corto y que literalmente se me embarra al cuerpo destacando mi cintura y la amplitud de mi trasero. De tirantes gruesos y escote profundísimo con agujetas cruzadas que al apretarlas, hacen que mis pechos se desborden y queden muy juntos dejando una estrecha hendidura entre ambos.

Un bikini transparente bordado con pequeños ramilletes de rosas y lilas. Tacones altos, muy altos para hacer que mis piernas luzcan aún mejor. Mucho maquillaje en los ojos, los labios rojos y brillantes como te gustan, a juzgar por cómo me observas cuando los pinto con colores encendidos.

Te espero en la habitación silenciosa y en semipenumbra. Abro una botella de vino y bebo unos sorbos. Mientras lo paladeo, cierro los ojos y disfruto imaginando tu reacción, lo que harás, lo que te pasará. De pronto la perilla de la puerta gira y apareces.

Me contemplas de esa forma que evidencia lo mucho que me deseas. Yo me incorporo y me acerco. Repego mi cuerpo al tuyo y doy un sorbo a mi copa. Te ofrezco mi boca llena de vino que bebes despacio, chupando y lamiendo. Succionando los hilos que mezclados con la saliva de ambos, se me escurren por la barbilla y el cuello.

Tus manos rodean mi cintura y buscan mis senos, pero te detengo en seco. Con firmeza te digo que te quites toda la ropa. Me miras divertido y sin apartar tus ojos de los míos, te desvistes. Al quedar desnudo aparece tu pene tremendamente erecto y tus testículos se notan tensos y duros, acercas tus genitales a mi entrepierna. De nuevo te alejo. Esta vez, las cosas serán a mi modo.

Me giro y tomo una banda de cuero que había dejado preparada sobre una mesa. Te la sujeto al cuello y le engancho una correa. Estás tan asombrado que me has dejado hacer sin protestar siquiera. Te jalo hacia mí y te beso con violencia mientras te informo que tienes prohibido usar las manos.

Luego, ordeno que te pongas en cuatro y me beses los pies.

Te agachas. Te pones en cuatro. Con el pie empujo tu espalda para que bajes aún más. Mi tacón queda levemente marcado en tu piel. Comienzas a besarme los empeines y apenas tus labios me rozan, siento una descarga de humedad en mi interior. Te digo que subas, que vayas a las pantorrillas y luego a los muslos. Pero despacio ¡Muy despacio!

Abro el ángulo de mis piernas. No olvides la parte interna de los muslos y el pliegue posterior de las rodillas. Besa, lame, muerde y frota tu barba áspera contra mi piel suave, provocándome una tras otra oleadas de placer. Sigue de rodillas. Sintiéndome. Mirándome. Ahora, llega hasta la ropa interior y lame mi pubis por encima de la tela hasta que tu saliva y mis jugos se fundan; sigue el contorno de las flores bordadas dibujandolas con la punta de la lengua. Ahora deslizala por los lados del bikini, introdúcela bajo el elástico. No uses las manos. Mete tu nariz y justo ahí, sumérgela a tope y llénate de mi aroma.

Estás desesperado, casi no puedes contenerte y quieres aferrarte a mis nalgas, introducir tus dedos por todos mis rincones, chupar mis jugos. Pero al intentarlo, sientes un sorpresivo azote sobre tu espalda. Mi pequeño látigo de cuero de tiras delgadas es ruidoso y deliciosamente doloroso. ¡No desobedezcas! Ahora ya sabes lo que te espera si no haces sólo lo que yo digo.

Estás gimiendo de ganas y temblando de excitación. Con mi tacón sobre tu hombro te empujo y jalo la correa para que te incorpores.

Frente a frente, dejo fluir una oleada de lujuria. Agarro tu verga, la aprieto y froto con rudeza, tomo tus huevos y los aprisiono entre mis manos, muerdo tu boca, succiono tu cuello, aprieto tus tetillas y araño tu pecho. Tu respiración agitada y el semen que se te comienza a escurrir, me  indica que estás a punto de explotar.

Pero acabar no te está permitido y además de nuevo intentas tocarme, por lo que recibes un par de azotes sobre tus nalgas, pero que alcanzan a darte en el pene que ante el estímulo, se endurece a un extremo casi doloroso y nuevamente amenaza con derramarse, por lo que recibes más azotes.

Bebo más vino y vuelvo a hacértelo tomar de mi boca, otra vez y otra vez. Percibo el calor de tu aliento y tu cuerpo; tan calientes que pareces tener un incendio por dentro .

Jalo la correa y hago que me sigas hasta donde está el soporte de una televisión empotrado a la pared. Ahí amarro la correa y quedas atrapado con los brazos hacia arriba y la verga apuntando hacia mí. Tus huevos colgando se me antojan y los amaso mientras juego con a retirar mi boca de la tuya cada vez que estás a punto de llegar a ella.

Me siento sobre un sillón frente a ti, y pongo una de mis piernas sobre el descansabrazos. La abro y la cierro mientras acaricio suavemente mi látigo. Dejo que me disfrutes mientras yo también gozo con lo que veo. Tu pene grande y grueso sigue duro como el acero y tu pecho, sube y baja con rapidez.

Me aproximo a ti y te vuelvo a dar vino de mi boca. Hundo los dedos en la copa y te los doy a chupar, luego recojo con ellos el semen que irremediablemente ha comenzado a brotar de tu miembro.

Regreso al sillón y abro las piernas, hago a un lado el bikini y acaricio la entrada de mi vagina y sus labios, antes de introducir profundamente mis dedos llenos de ti. No paro de mirarte a los ojos mientras tú, luchas por liberarte de la correa que te impide llegar a mí...

(Continuará...)