Atilana

Al rato, a punto de correrse, se destaparon. ¡Ni frío ni leches! ¡¡Eran de Bilbao, la hostia!! Atilana enterró su lengua en el coño de Rita. Rita enterró la suya en el coño de Atilana...

Atilana era una mujer casada, de 40 años, de un metro cincuenta y cinco de estatura, de cabello claro.Tenía algún kilo de más, pero eso la hacía más deseable. Sus tetas eran grandes y su culo gordo. Era guapa sin ser un bellezón.

Atilana no estaba satisfecha sexualmente, pero no le pusiera los cuernos a su marido, aunque sus dedos, en su imaginación, ya habían sido la polla y la lengua de varios de bombones, y de alguna fresa, en otras palabras, no se cortaba para darse amor a si misma. Era una mujer de sangre caliente.

Una noche que su marido estaba roncando en cama y no la dejaba dormir, se levantó y se se fue a otra habitación. Media hora más tarde no lograba quedarse dormida. Se dijo a si misma:

-¿Le damos una alegría al cuerpo, Ati? -se respondió- Damos.

Recordó la última vez que se la habián metido por la puerta de atrás. Comenzó tocándose las tetas, pensando como se las besaba y como se las mamaba... Luego se acarició el clítoris... pensando como su amante le comía las tetas, el coño y el culo... Metio dos dedos en el coño pensando como la follaba y cuando ya estaba a punto, metio un dedo en la puerta de atrás... Imaginando que el dedo era la polla de su amante, (esa noche era el mejor amigo de su marido) se folló coño y culo hasta que se corrió mordiendo la almohada para ahogar los gemidos. Después de masturbarse, le entró el hambre, y en pijama, bata de casa y calzando unas zapatillas, se levantó de cama, fue a la cocina y pilló una lata de leche condensada, (ya estaba abierta) un generoso trozo de pan y volvió a la habitación. Allí, sentada en el borde de la cama, bajo la atenta mirada de Minina, una blanca gata de angora, abrió el pan y echó leche condensada en él. Enseguida dio cuenta del extraño bocadillo. Al acabar bebió a morro de la lata de leche condensada. Una poquita le cayó sobre una rodilla. Le pasó un dedo y al chuparlo le vino a la cabeza una polla. Le dijo a la gata:

-Así se chupa una polla, Minina.

La gata, maulló mirando como su dueña chupaba el dedo. Atilana, echó más leche sobre el dedo y se la acercó a la boca a la gata. Minina le lamió el dedo. Aquello le dio una idea de las guarrillas. Abrió la bata. Se desabrochó la chaqueta del pijama hasta dejar las tetas al descubierto y se echó sobre la cama. Derramó unas gotas de leche condensada sobre un pezón, leche que bajó a su areola. La gata al ver la leche, fue y le lamió el pezón y la areola hasta que la dejó limpia, echo más y más... Luego la echó en la otra teta. La gata, con su pequeña lengua, lamía y lamía. Atilana, sentía como su coño se mojaba, se mojaba y se mojaba. Tenía las bragas para escurrir cuando las quitó después de bajar el pantalón del pijama. Echó leche sobre el clítoris. La gata, dándole al rabo, se lo lamió. Atilana se magreaba sus grandes tetas mientras la gata la iba acercando al orgasmo.

A punto de explotar, echó leche en abundancia sobre el clítoris erecto y fuera del capuchón para que le bajase hasta el coño abierto. Cerró los ojos. La lengua de la gata era la de su prima Rita, a la que en su fantasía, le dijo:

-No pares, no pares, no pares, cariño.

Atilana tapó la boca con una mano para que no se oyesen sus gemidos de placer y, sacudiéndose, comenzó a correrse. La gata no paró de lamer al juntarse el jugo de la corrida con la leche condensada. Al acabar de correrse, se tapó antes de que le cogiera el frío.

Atilana, quedó exhausta, pero con una inmensa sonrisa en sus labios. No había descubierto el placer que daba una lengua, pero le quedaron ganas de experimentar con la lengua de una mujer.

Al día siguiente, sentada a una mesa de la cocina delante de dos tazas de café, le dijo a su prima Rita, que estaba sentada en otra silla:

-Esta noche tuve un sueño húmedo.

-¿Cómo de húmedo?

-Me corrí.

-¿Con quién soñaste?

-No te lo puedo decir.

-¿Fue un sueño incestuoso?

-Sí, y lésbico.

-Incestuoso. Lésbico, y no me puedes decir con quien soñaste. ¿Soñaste conmigo?

-No.

Rita era una zorrita embaucadora que iba de puritana.

-Vaya. Ya me había hecho ilusiones.

-¿De qué?

-De que hiciéramos ese sueño realidad.

-Creía que eras una mujer intachable.

-Me pica, como a todas.

Atilana le miró para las tetas a su prima Rita, que era una muchacha de 22 años, casada, rubia, delgadita y muy guapa, pero con poco de todo, pocas tetas poco culo, poco cuerpo..., y le dijo:

-¿Lo hacemos?

-Entonces soñaste conmigo.

-Sí. ¿Hacemos el sueño realidad?

-¿Cómo fue?

Le volvió a mentir.

-Nos comíamos todo y acabábamos corriéndonos una en la boca de la otra. ¿Lo hacemos?

-Mi marido lleva un mes trabajando en Madrid, y no lo niego, tengo ganas...

-Deja que te las quite.

-No soy bisexual como tú.

-Pero habías dicho que te hicieras ilusiones, que tienes ganas...

-Era para sonsacarte.

-¡No!

-Sí, gusta saber que soy decente y que tú eres una calentorra, bueno... y también sentirme deseada.

-¡Que vergüenza!

-No te preocupes, no se lo diré a nadie. Y quien sabe. Algún día si se me quita lo decente....

Una semana más tarde, en sabado, el marido de Atilana llegó a casa pasado de chacolí. La mujer encontró la disculpa perfecta para ir a dormir a casa de sus tíos. Allí sabia que sólo podía dormir en un sitio, en la cama de su prima Rita.

Al meterse en su auto, Minina se coló dentro. No tuvo más remedio que llevarla con ella.

Era invierno, y en invierno vasco es muy jodido por más que la calefacción esté a tope.

Rita y Atilana, después de meterse en cama vestidas con camisones blancos, taparon la cabeza con las sábanas y las mantas. Enseguida entraron en calor.

Atilana, cuando sacaron la cabeza de debajo de la ropa de la cama, en bajito, casi susurrando, le dijo a su prima:

-Me siento rara contigo a mi lado.

Seguirían hablando en bajito, casi susurrando, todo el tiempo.

-¿Qué te pasa?

-Tengo calor de más... ahí debajo.

-Sé que has venido para ver si consigues algo, pero ni se te ocurra tocarme.

-Duerme tranquila. No lo haré.

Rita cerró los ojos. Al rato sintió como Minina, debajo de lás sábanas, se puso sobre sus piernas, bajo el camisón. Con su suave pelo se fue acurrucando entre ellas. Rita, abrió las piernas, y al abrirlas, la gata, por encima de las bragas, le acarició la raja con el hocico y con su pequeña lengua le lamió el clítoris. No encontró la leche que buscaba. Salió de debajo de la ropa y se acostó encima de la cama. El daño ya estaba hecho. Rita, acarició a Minina y le dijo a su prima:

-Ayer pensé en como sería.

-¿Lo qué?

-Tú. Yo. El amor.

-Si quieres saberlo...

-No, no quiero, pensar no es querer.

-Podría darte un beso a ver si te gusta.

Rita empezó a abrir la puerta, sin que se notase mucho que quería fiesta.

-¿Qué pensarías de mí?

Atilana la miró a los ojos.

-Que quieres saber que se siente al besar a una mujer.

Rita, le dijo, sin mucho entusiasmo:

-Está bien, bésame, un beso no le hace daño a nadie.

Atilana, se puso de lado, le dio un pico en los labios a su prima, después le metió la lengua en la boca. Rita se dejó hacer sin devolverle el beso. Al acabar de besarla, Atilana, le preguntó :

-¿Qué te pareció?

Rita tenía el coño mojado y quería que Atilana la voviera a besar, pero eso descubriría que era tan zorrita como su prima.Tenía toda la noche para follar con ella y hacer que pareciese un accidente, así que le dijo:

-No me excitó. Fue como si me besara mi madre en la mejilla.

-A mí se me mojó el coño.

-Es que tú eres muy puta, Atilana.

-Caliente, lo que soy es muy caliente. ¿Y si quitamos los camisones y nos abrazamos?

-Hace mucho frío.

-Sin destaparnos. Los quitamos debajo de las sábanas.

-¿Para que quieres que hagamos eso?

-Para sentir tu cuerpo junto al mió.

La palabras de Rita ya no engañaron a Atilana, cuando le dijo;.

-Vale, pero nada más que abrazarnos.

Se taparon las cabezas con la ropa de la cama. Allí ya no olía a colonia como al principio, oliá a coño. A las dos las excitó pero no hablaron de ello. Se abrazaron. Era el pimer contacto corporal para las dos con otro cuerpo de mujer desnudo. Se les erizó la piel. Una cosa eran las fantasías y otra la realidad.

Atilana buscó los labios de su prima con los suyos y los encontró cerrados, Rita, sintiendo los labios de su pima sobre los suyos, se apartó, y le dijo.

-No.

Atilana le pasó la lengua entre lo labios.

-No, Zuriñe, no.

Rita ya no sabía ni con quien estaba.

-Atilana, mi nombre es Atilana, no metas a otra en tu imaginación.

Se la volvió a pasar.

-Cansina.

Rita, entreabrió los labios. La punta de su lengua asomó timidamente y se encontró con la lengua de Atilana. Rita, le dijo:

-Eres una perra.

-Tú me pones perra. Déjate llevar.

-¿Adonde?

-¿Al cielo?

Le metió la lengua en la boca y Rita se la chupó. Atilana, le dijo:

-Dime que te gusto.

-Calla.

Rita, le metió la lengua en la boca a su prima, Atilana se la chupó y comenzaron a darse un largo beso. Rita, al terminar el beso, le dijo a Atilana:

-Dime que me quieres.

-Follar, lo que te quiero es follar.

Tiempo después, y cuando se estaban devorando, Atilana le metió una mano a su prima dentro de las bragas. Se encontró con su coño chorreando. Rita, se la quitó.

-Para, para. Ya llegamos demasiado lejos.

Atilana, decepcionada, le dijo:

-No seas payasa. Estás deseando correrte.

-No lo niego, pero yo no soy como tú. Tuve un pequeño calentón, eso fue todo.

-Como quieras.

Atilana, se levantó de la cama.

-¿A dónde vas?

-A hacerme un dedo en el baño.

-Hace mucho frio. Hazlo aquí. A mí no me importa.

Atilana volvió a la cama.

-¿Tú no te vas a masturbar?

-No soy tan cochina como tú.

-Entonces deja que te coma las tetas.

-Tocarlas, sólo te dejo que me las toques.

Atilana, quitó las bragas y se metió dos dedos en el coño empapado. Le magreó una teta, después la otra, le lamió un pezón.

-Para.

-Sólo un poquito.

-Eres una cabrona.

Volvió a lamerlo. Se lo chupó. Rita, con el coño abriéndose y cerrándose, le dijo:

-Me está empezando a gustar, a gustar muchísimo.

-¿Cómo para correrte?

-Como para correrme y como para hacerte cosas.

Atilana le comió esa teta y después la otra. Rita, acabó de quitarse la careta y con ella las bragas. Metió un dedo en el coño y comenzó a masturbarse. Atilana le puso una teta en la boca, se la mamó, le mamó la otra, después se besaron apasionadamente. Al rato, a punto de correrse, se destaparon. ¡Ni frío ni leches! ¡¡Eran de Bilbao, la hostia!! Atilana enterró su lengua en el coño de Rita, Rita enterró la suya en el coño de Atilana. Sacudiéndose, temblando, y ahogando los gemidos una en el coño de la otra, tragaron los jugos de las deliciosas corridas de aquel maravilloso 69.

Al acabar, se besaron, se abrazaron, se taparon y quedaron dormida. Así las descubriría la aurora.

Una semana despues, (era viernes) cuando ya anochecía, Atilana se fue a dar un paseo para despejar la cabeza. Ya las farolas se habían encendido en su barrio. Vio, de pie, al lado de un ferrari F355 rojo con los cristales tintados a un desconocido, alto, de pelo cano y de buen ver. Tendría unos sesenta años. Vestía un traje gris de Armani, y calzaba unos zapatos marrones. Al llegar a su altura, el hombre le enseñó un papel, como aquel que está preguntando una direccion, y en voz baja le preguntó:

-¿Quieres ganar cinco mil pesetas, bonita?

El porte y el perfume de Agua Brava que llevaba el desconocido, junto a la voz de Rod Stewart, que le llegaba desde el ferrari, la cautivaron. Hizo que no lo oyera bien, y también en voz baja, le preguntó ella:

-¿Qué me da qué?

-Cinco mil pesetas si me enseñas las tetas.

Otra vez en voz baja, mientras dos muchachas pasaban por su lado, le respondió:

-No soy una puta.

-Si quisiera una puta iría a un puti club.

-Estoy casada.

-Es lo que andaba buscando.

A Atilana le anduvo el culo para dentro y para fuera. Llevaba más de un mes sin catar una polla, y sabía que enseñarle las tetas al desconocido iba a ser el comienzo un polvo de película. Le dijo:

-A seis calles de aquí, cogiendo a la izquierda encontrará un parque. Espéreme allí.

El desconocido se metió en el ferrari. Llegó a la entrada del parque y esperó por Atilana. Al llegar la mujer, el hombre bajó la ventanilla del auto. Se oía la canción de Rod Stewart: The first cut is the deepest. (El primer corte es el más profundo) Le dio los cinco billetes de mil pesetas, y le dijo:

-Enseña.

Atilana, guardó los billetes en el bolso, y mirando para los lados y para atrás, abrió la chaqueta, se levantó el jersey, desabotonó la blusa y levantó las copas del sostén. El desconocido vio unas tetas grandes y redondas, con hermosa areolas y deliciosos pezones. Sacó la verga, una polla gorda, descapullada y empalmada y comenzó a menearla. Atilana, al ver como el desconocido movía el brazo, asomó la cabeza por la ventanilla y vio el aparato.

-¡Qué grande y qué gordita!

-Cinco mil pesetas más si me enseñas el coño.

-Venga esas cinco mil pesetas.

El desconocido le dio el dinero, Atilana, lo guardó. Bajó las bragas, levantó la falda y le enseñó su coño, un coño con poco pelo.

-Cinco mil más si me haces una mamada.

Atilana, bajó las copas del sostén, subió las bragas y se metió en el ferrari, que tenía la calefacción a tope. El desconocido subió la ventanilla.

-¿Cómo te llamas, bonita?

-Atilana, ¿y usted?

-Llámame José, y tutéame.

José le dio las cinco mil pesetas. Atilana, los guardó con el otro dinero en el bolso, y le dijo:

-Tira recto que a unos tres kilómetros de aquí hay un bosque.

Al llegar al bosque, José, se metió por un camino de tierra. Se detuvo entre dos robles. La verga la seguía teniendo fuera y empalmada. Atilana, la cogio, la metió en la boca, y le hizo una mamada. Meneándosela, lamió su meato, mamó el glande. Le chupó las pelotas y lamió la verga hasta la corona. La metió toda en la boca. Volvió a mamar... Le hizo uma mamada 10. José, caliente como un perro, le dijo:

-Cinco mil pesetás más si me dejas comerte las tetas.

-Vale.

-Cógelos en la guantera.

-Después.

Atilana se quitó la blusa y el sostén, José, se quitó la chaqueta y la camisa, después reclinó los asientos. Le agarró las tetas con las dos manos, se las magreó y se las mamó dulcemente durante más de un cuarto de hora. En el coño de Atilana ya podían nadar patos, cuando le dijo José:

-Cinco mil más si me das el coño a comer.

-¡¿Quieres que me corra en tu boca?!

-Quiero.

-Eso va a llevar a que me quieras follar.

-Va.

-¿Qué ves en mí que te guste tanto?

-Tu boca, tus tetas, tu culo. Coger ese culazo blandito y apretarlo contra mí mientras te meto la polla hasta el fondo del coño debe ser una maravilla.

Atilana ya estaba entregada.

-Antes del coño cómeme la boca.

José, besó los sensuales labios de Atilana, chupó su traviesa lengua y le magreó las tetas. Su cipote, echando aguadilla, se puso de un revoltoso que si tuviera orejas tocaría las palmas con ellas.

Atilana, se quitó la falda y las bragas, José los zapatos, el pantalón y los calzoncillos. Atilana, le dijo:

-Ponte cómodo.

José se echó hacia atrás. Atilana subió encima de él y le puso el coño en los labios. José se lo besó y después lo metió todo en la boca. Con su lengua lo lamió y lo limpió de jugos, momentaneamente, ya que el coño no paraba de echar jugos. La sensación de poder que tenía Atilana sobre José era tan morbosa y placentera que se vino arriba. Le agarró el cabello, y moviendo la pelvis de atrás hacia delante, le dijo:

-¡¡Come!! ¡Come que no tardas en beber!

Dicho y hecho, al ratitó, Atilana, comenzó a temblar con el inmenso placer que estaba sintiendo al correrse y le dió de beber las aguas cremosas que José desde un principio venía buscando.

Al acabar de correrse y quitarse de encima de José, el coño le pidió verga, y aquel trozo de carne, soltando aguadilla se le antojaba perfecto. José, le preguntó:

-¿Cuánto quieres por echar un polvo?

De repente se acordó de algo que la pasión le hiciera olvidar. ¿Y si quedaba preñada?

-¿Y si quedo...?

José, era perro viejo.

-No vas a quedar preñada, hay modos de follar sin necesidad de meter. ¿Cuánto?

¿Sin meter? ¿Cómo sería eso?

-Ya hablaremos de eso al acabar. ¿Comó se folla sin meter?

-Vuelve a subir encima de mí.

Atilana hizo lo que le dijo.

-Aplasta mi polla con tu coño por la base, junto a los huevos.

Atilana, con su coño empapado, aplastó la polla.

-Ahora, que tus labios vaginales besan mi polla, desliza el coño desde la base al glande y del glande a la base.

El coño de Atilana se fue deslizando de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, lentamente, a la velocidad de un caracol, y como un caracol fue dejando más y más baba sobre la polla. Pasado un tiempo, Atilana, ardía como una antorcha, besó a José, y le dijo:

-Me gusta mucho. ¿Quieres que la meta por la puerta de atrás?

-Mete.

-Engrásamela.

Atilana le llevó el ojete a la boca. José le lamió el periné y le magreó las tetas. Jugó con su lengua en la entrada del ojete y después se lo folló con ella. La punta de la lengua entraba y salía por la puerta de atrás arrancado dulces gemidos de la garganta de Atilana.

Minutos más tarde, le cogió la verga y la pusó en la entrada de la puerta. Empujo y entró la cabeza. Atilana, exclamó:

-¡Dioooooooos! Es como si me hubiera metido el cañón de un tanque en el culo.

Mientras José le acariciaba las tetas, la metió muy despacito. Cuando iba por la mitad. José, vio que el clítoris de la mujer estaba erecto. Mojó el dedo pulgar con saliva y se lo acarició. Atilana acabó de meter la verga en el culo. José se movió debajo de ella. Follándole el culo y acariciando su clítoris, la mujer, poco después, le dijo:

-¡¡Me corro otra vez!!

Atilana se corrió con tanta fuerza que parecía estar poseída por el diablo. Temblaba como una enferma. Los ojos los tenía en blanco y sus gemidos eran como los rugidos de una fiera.

Al acabar de correse se derumbó encima de José, que la besó y la dejó descansar un par de minutos, después le quitó la verga del culo, y le dijo:

-Deja que te mame las tetas.

Se las dió a mamar. La lengua de José lamía los erectos pezones, cuando le dijo Atilana:

-¿Me quieres follar el coño?

-Quiero.

Ya nadie hablaba del dinero.

-Promete que no te vas a correr dentro.

-No soy tan hijo puta como para hacer eso.

Atilana, cogió la polla, la frotó contra su coño. La puso en la entrada, y despacito, metió el glande. José se quedó quieto y la dejo hacer.

Atilana, metía y sacaba el glande. La corona se frotaba con su meato... Pasado  un tiempo le comenzó el cosquilleo. Con voz temblorosa. le dijo a José

-Me voy a correr otra vez.

-Eres de orgasmo fácil.

-Hasta hoy no lo era.

-Me da a mí que tu marido te tiene mal aprovechada.

-No estás equivocado.

-Mírame a los ojos cando te corras.

Atilana, movió el culo alrededor, más, más, y más y más aprisa... y llegó la explosión.

-¡Me cooooorro!

Atilana, no pudo mirarle a los ojos a José, ya que sus luceros se cerraron y lo único que vio, o mejor dicho, que sintió, fue el fuegp abrasador del placer quemando sus entrañas.

Al acabar de correrse, José, empujó y lentamente se la metió hasta la altura de su punto G. Besándola, le apretó el culo contra él y la folló sobre el punto G con un rápido "tin tin tin tin tin tin tin tin tin tin...," hasta que se volvió a correr como una bendita. Después se la clavó hasta el fondo. Le dio la vuelta y la folló despacito, rápido, despacito, rápido... hasta que notó que ni él ni Atilana aguantaban más. En ese momento le volvió a dar la vuelta. Le quitó la polla del coño, la frotó contra el ojete, y después le metió la puntita y se corrió dentro de su culo. Atilana no se quería quedar con las ganas. La metió hasta el fondo, y le folló la polla con el culo. Cuando se iba a correr, sacó la polla del culo, le puso el coño en la boca a José y a los pocos segundo se corrió. José sintió como restos de su propia leche le bajaba por el cuello y como el jugo de Atilana le llenaba la boca. Atilana tuvo un orgasmo brutal.

¿Recordáis que os dije que Atilana era de sangre caliente? Pues era más que eso, era como un volcán. Al acabar de correrse en la boca de José, volvió a meter la polla en su coño, y cuando José se volvió a correr dentro de su culo, ya ella se corriera más de diez veces.

No comentéis que es pecado.

Quique.