Atención personalizada
Mi mujer me puso a vender perfumes.
Atención Personalizada
Y esta es la última fragancia que la línea ha sacado al mercado, decía mi mujer dándole a probar el aroma a una clienta.
Mientras esto ocurría, yo estaba en el sillón de enfrente leyendo el periódico.
Mi mujer se dedica a vender productos de cosmética a domicilio y a veces sus clientas se llegan hasta nuestra casa a buscar algún producto determinado.
Este fue el caso de Mirta, la clienta que hoy nos visita. 30 años, separada, un buen cuerpo, y muy seria, lo que había evitado que los vecinos hicieran ningún comentario sobre su vida. Bastante dificil frente a lo atractivo de su persona.
Sentada frente a mi esposa, y también a mí que estaba mas atrás, mostraba sin reparos su singular belleza. Ojos verdes, cabello castaño ondeado, largo, un excitante par de tetas que ocultas tras una camisa abotonada blanca, apenas se mantenían en su lugar. Por debajo de la mesa podía ver su cintura estrecha, sus caderas, y como culminación un largo par de piernas torneadas, que sus jeans marcaban deliciosamente.
Yo leía el diario y por encima de mis anteojos cada tanto observaba a las mujeres.
Realmente es muy rica, dijo Mirta
Y no es lo único que se destaca, hay una infinidad de nuevos productos que llegarán en los próximos días. Justamente mañana tengo una reunión en la casa central para informarnos sobre los planes futuros. Imáginate que nos tendrán desde el mediodía hasta la noche.
Que lástima, dijo Mirta, mañana a la tarde es el único momento que tengo para venir y elegir una fragancia.
No hay problema. Querido, dijo girando hacia mí, mañana a la tarde estarás en casa?
Si, pero hasta las 5, luego tengo que salir, contesté.
Bueno Mirta, si vienes antes de esa hora Raúl podrá atenderte.
No quisiera molestar, dijo Mirta clavándome sus ojos verdes como dos agujas.
Sostuve su mirada y le respondí que no habría ningún problema.
Siguieron charlando y al rato Mirta se fue.
Raúl, te pido que seas amable, es una buena clienta, me reprochó mi mujer
Querida, yo no entiendo nada de fragancias, así que no esperes milagros.
Esta bien, basta con que le permitas probar los productos y que seas atento, dijo, meneando su cabeza.
Esa noche me costo dormirme. La mirada de Mirta se había clavado en mi alma, y de solo recordarla, me excitaba. Había algo en esos ojos que me daban curiosidad. Sospeché que no todo era como parecía, pero a la vez me preocupaba como avanzar sin que la reacción de ella fuera catastrófica.
Al día siguiente, sobre el mediodía , una combi pasó a buscar a mi esposa, y yo me quedé en mi compu revisando mails y otros documentos.
Media hora habría pasado cuando tocan el timbre.
Al abrir la puerta me encontré con Mirta, pero una distinta del día anterior.
Cabello recogido en una cola, remera de mangas largas de algodón escotada y ajustada al cuerpo, y un pantalón negro que parecía pintado a su cuerpo.
Disculpa que vine temprano pero no quiero que se haga tarde y complicarte tu agenda, dijo pasando a mi lado con toda soltura.
No hay problema. Vamos al living que allí dejó las muestras mi esposa.
Caminó delante mío, moviendo ese trasero espectacular, y a contraluz su cuerpo tenía una forma capaz de enloquecer a cualquiera. Mi verga, comenzó a despertarse y a latir, aún contra mi voluntad.
Se sentó en un sillón y comenzó a pedirme diversos productos. Al alcanzarselos, como yo quedaba más alto, no podía evitar perderme en su escote. La muy perra no tenia sujetador, y el espectáculo era de película.
Son todas ricas, pero en cada piel reaccionan distintas, dijo mirando los envases.
No sabría decirte, de esto no entiendo nada, aclaré.
No importa hagamos una prueba, dijo, y se frotó una gota de perfume en su cuello. Acércate y huélelo a ver que te parece, me invitó.
Me acerqué poco menos que temblando, me agaché, pasé mi cabeza por encima de sus tetas y acerqué mi nariz a su cuello.
Huele muy bien, dije tratando de aparentar tranquilidad.
Cuando me alejé, tomo otra muestra y se frotó el otro lado del cuello.
A ver este, dijo desafiándome con la mirada.
Volví a acercarme y ya no podía ocultar mi erección, la cual quedó delante de sus ojos cuando me acerqué.
También te queda bien, dije tratando de disimular la situación.
Mirándome a los ojos, tomó otro perfume y lo frotó en medio de sus pechos.
Veamos este que te parece, dijo
Ya estaba totalmente descontrolado. Mi verga era una piedra que abultaba mi pantalón. Acerqué mi rostro a sus pechos, olí el perfume y despacio fui levantando mi cara hasta que encontré la suya y la besé. Primero suavemente, pero luego, la voracidad de ella me llevó a meter mi lengua hasta el fondo de su garganta, y tomar su cabeza. Luego de unos segundos, ella con habilidad desabrochó mi pantalón y liberó mi pija, comenzando a masturbarme. Cuando gemí, aprovechó para separar sus labios y atrayéndome hacia ella comenzó a chuparme la verga con suma habilidad.
Frente al excitante cuadro de ver mi pedazo entrando y saliendo de su boca, solo atiné a bajar su remera y liberar sus espectaculares pechos, comenzando a acariciarlos, y sobarlos con ambas manos. Sus pezones se endurecieron de inmediato respondiendo a mis caricias.
Me hubiera gustado chupar sus tetas, pero no era yo quien manejaba la situación.
Ella, de pronto dejo de mamar, se levantó, me llevó hasta la mesa del comedor, bajó sus pantalones y dándose vuelta apoyó medio cuerpo en la mesa, dejando todo su sexo accesible.
Me miró por encima del hombro.
Que estás esperando para cogerme? Dijo totalmente caliente. Terminé de sacarme los pantalones, me agaché y les saqué también los de ella, subí lamiendo sus piernas y cuando llegué a su sexo comencé a meterle mi lengua entera, tanto en su concha como en su culo, a lo que ella respondió con largos gemidos.
Basta, cogeme por favor, pidió en un susurro. Me levante, tomé mi verga, la froté en su chorreante concha un par de veces, tome la cola de su cabello, y como si fuera una yegua, la ensarte despacio, hasta el fondo.
A medida que entraba, sentía como sus piernas se aflojaban y cuando mis huevos chocaron con su cuerpo, comenzó a suspirar y resoplar.
Por Dios, está toda ? Preguntó.
Tomé su mano y la dirigí hasta la conjunción de nuestros cuerpos, en su espalda. Nada nos separaba.
Cuando se supo empalada hasta el fondo, comenzó a juntar sus piernas, apretándome la verga de una manera fabulosa, a lo que yo respondí iniciando un bombeo profundo. Mi verga salía casi por completo y volvía a entrar hasta los huevos, 1, 2, 10 veces, siempre tirando de sus cabellos como si fueran una rienda, empujando su cabeza hacia atrás para que la penetración fuera total.
Pero mi calentura no daba para mas, e inconscientemente comencé a acelerar las arremetidas.
despacio, hijo de puta que me vas a partir, decía Mirta mientras la velocidad aumentaba.
No entendés, lo que quiero es partirte puta de mierda, le contesté.
La fuerza de mis bombeos se hicieron imparables, La sacudia como una muñeca y el ruido de nuestros cuerpos chocando me calentaba aún mas. En ese momento ella empezó a acabar. Orgasmos interminables que la dejaron despatarrada sobre la mesa, mientras mi lanza seguía golpeando cada parte de su concha.
Cuando no aguante más , dejé su pelo y me adueñé de sus tetas con mis dos manos, cosa de asegurar mi presa.
No me acabes adentro que no estamos usando nada, dijo. Ni en sueños pensé, este polvo va con todas las de la ley.
Sin darle tiempo a resistirse, la clavé hasta el fondo.
Mírame, le dije.
Ella giró su cabeza hacia mí. Sus ojos verdes estaban nublados del deseo. Y en ese momento mientras nos mirábamos con desesperación, vacié mis huevos dentro suyo. Cuando sintió mi semen, trató de escapar, pero no había manera. Con mi verga hasta el fondo, y mis manos apretando sus tetas, solo pudo dejar que mi leche la inundara.
Hijo de puta, menos mal que tomo pastillas, dijo, una vez que sintió que mi cuerpo se aflojaba.
Salí de dentro de su cuerpo. Me preguntó por el baño y la acompañé hasta allí.
Se sentó en el inodoro y dejó que mi semen corriera, pero mientras tanto comenzó a acariciar mis huevos y mi pija, y como antes volvió a metersela en la boca mientras mi semen escurría de su cuerpo.
Pará un poco que esto cansado, dije
Como, ¿ no me vas a dar por el culito ? Dijo sacándose el caramelo de la boca.
Mi verga saltó como un resorte, y al poco rato estaba otra vez lista para la guerra.
Pero tiene que ser en la cama de tu mujer, dijo, y así semi desnuda se dirigió al dormitorio, sacándose en el camino la remera que era lo único que le quedaba y arrojándola al suelo
Me imagino que alguna de las cremas de tu esposa será buena para lubricar, dijo poniendose en cuatro patas sobre la cama.
Tomé una de las tantas cremas que había por allí, y comencé a untar su culo, metiendo un dedo, y luego dos hasta que noté que la lubricación era buena. Por otro lado, era evidente que ese culo había sido usado mas de una vez, porque resultaba muy facil entrar en el.
Subí a la cama y agachándome detrás de ella, pero sin arrodillarme apunté mi verga hacia su entrada trasera. Apoyé la cabeza de mi pedazo en la entrada de su culo y despacio la introduje.
Despacio, animal, decía ella más para excitarme que para detenerme.
Y la metí hasta el fondo. Cuando estuve adentro comencé el mete y saca, y luego de un rato la obligué a girar y quedamos de costado. En esa posición, podía jugar con sus tetas y meter mis dedos en su concha. Mientras ella, separando sus piernas, jugaba con mis huevos, como si fueran canicas.
Tenés las pelotas duras, cabrón, estan llenas de lechita. ¿ me la querés dar?, dijo mientras me los apretaba, y yo sin esperar más me metí hasta el fondo, y allí adentro me vacié hasta que mis huevos me dolieron. La hija de puta me había dejado seco.
Quedamos allí, tirados en la cama, resoplando.
Luego de un rato, nos separamos, fue al baño, y se vistió volviendo al living.
Nunca me imaginé que fueras semejante perra, le dije.
No seas boludo, frente a las mujeres soy mas que recatada. Con ese sistema me he cogido a casi todos los maridos del vecindario. Cuando necesito un hombre, simplemente lo elijo. Las mujeres del barrio son tan estúpidas que me los sirven en bandeja. Puedo ir a cualquier casa en cualquier momento y nadie sospecha, dijo riéndose.
Estuve con Mirta, dijo mi mujer al día siguiente, y quedó encantada de la forma en que la atendiste, dijo contenta.
Hice lo que pude, contesté sin levantar la vista del periódico.
¿ Uds.: que hubieran hecho?