ATADA VII El club

Cristian lleva a Ana a un club bdsm y le presenta a algunos de sus amigos. ¿Que pasará en el club? ¿Lo harán delante de todos como desea Cristian, o Ana se resistirá?

Luego vi que Cristian había cogido unas esposas de cuero que tenían unas

tiras de colores y me explicó:

  • Estás tiras significan que eres mi sumisa y que nadie puede tocarte sin

mi permiso.

  • Afirmé con la cabeza y ambos pasamos al interior del club. La zona en la

que entramos era como un pub o una discoteca, tenía una pista de baile

en el centro y un par de barras a los lados, y luego había unas cuantas

mesas con bancos alrededor de la pista de baile. Desde una de las

barras un hombre alto y fornido Por supuesto – dijo Cristian mientras

Pablo se alejaba de nosotros.

  • Ese es el dueño del club – me dijo Cristian – Y además somos amigos

desde hace mucho tiempo.

  • ¡Ah, bien! Me alegra conocer a tus amigos.

  • Sí, pensé que ya era hora de que los conocieras.

  • Gracias Señor – le dije.

Seguimos hacia la barra y al llegar una rubia despampanante y con cara de

pava le dijo a Cristian.

  • Dichosos los ojos, no puedo creérmelo – y se abalanzó sobre él

plantándole un superbeso de tornillo en los labios sin darle tiempo a

reaccionar.

  • Sonia, no he vuelto por ti, así que quietecita. Además como ves no

vengo solo – le dijo mostrando nuestras manos unidas.

  • ¡Ah, vaya! Así que tienes... Perdón, soy Sonia – me dijo mirándome

despectivamente tendiéndome la mano.

Se la estreché y muy orgullosa le dije:

  • Yo soy Ana.

Y me dio dos besos de esos tan falsos, uno en cada mejilla.

  • ¡Sonia! –Oímos que la llamaba Pablo – Prepárate, hoy empezaras tu la

escena para la clase.

  • Sí señor. Os dejo, tengo trabajo. Espero que luego podamos hablar – le

dijo a Cristian.

Cristian ni siquiera le hizo caso, sólo se limitó a decirme.

  • ¿Has visto el color de las líneas de sus puños? - Afirmé con la cabeza –

Eso significa que no tiene Amo, que lo está buscando y la otra linea de

al lado blanca, significa que trabaja aquí, con lo cual cualquiera puede

solicitarla como Sumisa para hacer una escena o lo que sea.

  • Bien – acepté.

  • Hola Juan – dijo Cristian, saludando al chico que había tras la barra.

  • Hola Cristian cuanto tiempo.

  • Sí. Mira te presento a Ana.

  • Mucho gusto, princesa – dijo tendiéndome la mano y mientras se la

estrechaba me preguntó: - ¿Qué quieres tomar?

  • Mucho gusto, Juan – le respondí – Quiero una coca-cola.

  • Bien, ¿para ti lo de siempre Cristian?

  • Sí.

Juan nos sirvió las bebidas y Cristian y yo nos quedamos observando el

ambiente a nuestro alrededor, como el local acababa de abrir no había mucha

gente. Había alguna pareja bailando y algunas en las mesas de alrededor.

Pablo el amigo de Cristian, iba de un lado a otro, hablando con unos y otros, la

mayoría empleados del local ya que llevaban una camiseta negra con el logo.

  • ¿Quieres que nos sentemos en una de las mesas o prefieres que

vayamos a ver como se preparan las escenas?

  • ¿Escenas? – pregunté sorprendida.

  • Sí, como bien habrás visto, este es un local de bdsm, en el que se dan

clases a gente que se quiere introducir en este mundo o las parejas que

lo deseen pueden montar una escena a su gusto en los escenarios

habilitados para ello que están por ese pasillo – me señaló a nuestras

espaldas - ¿Quieres verlo?

  • Sí, señor – afirmé empezando a sentirme excitada.

  • Esta bien, pues daremos una vuelta y luego ya nos sentamos en alguna

de las mesas.

  • Vale.

Cristian me cogió de la mano y nos dirigimos hacia el pasillo que me había

indicado. En el había varias puertas, tras la primera hacía una habitación que

parecía una mazmorra, con cadenas y una mesa de madera en el centro que

también tenia varias cadenas. Más adelante había otra habitación con una cruz

de San Andrés y un potro y en esta además, había una pareja preparando la

escena. La siguiente habitación, está decorada con un estilo muy renacentista

y en la cama con dosel que había en el centro, había una chica atada y

completamente expuesta con las piernas abiertas, a un lado su amo, que

pasaba una pluma suavemente por sus senos, el brillo de su sexo evidenciaba

que estaba excitada y eso me excitó. Cristian detrás de mí me susurró al oído:

  • Te gusta ¿verdad?

  • ¡Oh, no, señor! – mentí.

  • No mientas, querida, te conozco muy bien, sé que no te gusta estar

expuesta, pero a la vez te excita como nada – y sentí sus dedos meterse

entre mis piernas para comprobar mi humedad - ¿Lo ves? Quizás luego

tengas tu oportunidad de estar expuesta.

  • Señor – traté de protestar, pero él me metió los dedos que habían

estado en contacto con mi sexo en mi boca para que los chupara.

Seguimos andando y observando las diferentes escenas que había en las

habitaciones y al terminar me sentía tan excitada que no podía seguir. Cristian

me arrinconó contra la pared y me besó.

  • Vamos.

Volvimos al pub y al entrar le pedí a Cristian:

  • Necesito ir al baño.

  • Sí, mira está allí, en aquella puerta azul junto al escenario.

  • Bien, enseguida vuelvo señor.

  • Aquí te espero.

Me encaminé al baño y entré, dentro había algunas chicas. Por su atuendo o

sus puños traté de deducir quienes eran sumisas y quienes Amas. Entré en

uno de los WC y luego al salir, me lavé las manos y me arreglé un poco y salí

del baño. Miré hacia la barra y vi a Cristian, pero no estaba solo, frente a él

estaba Sonia, con una actitud totalmente seductora, tocándole el brazo. Me

acerqué a ellos y cuando estaba a pocos pasos pude oír como Sonia le decía:

  • No sé que haces con esa mojigata, es bajita, delgada y poca cosa para

ti, sabes que yo soy mucho más mujer que esa.

  • Vamos Sonia, sabes que lo nuestro no puede funcionar, además esa

mojigata como tú la llamas, es mucho más mujer que tu y la amo.

En ese momento di los pocos pasos que me separaban de ellos y Cristian al

verme sonrió.

  • ¿Hablabais de mí? – Dije como si no supiera de que iba la cosa.

  • Sí, le estaba diciendo a Sonia que tu eres mucho más mujer que ella –

dijo Cristian.

Y Sonia se alejó de nosotros sin decir nada más como avergonzada. Cristian

me cogió de la mano y me dijo:

  • Ven, vamos a sentarnos en una de las mesas libres.

Le seguí y nos sentamos en la mesa más alejada del escenario pero que

estaba junto al pasillo. Cristian me puso sobre sus piernas de espaldas a él y

me dijo:

  • Trae tus brazos.

Obedecí y los puso a mi espalda, atando un puño al otro a través de unas

anillas que tenían, dejándome inmovilizada. Sabia que eso significaba que iba

a tratar de montar alguna escena, exponiéndome a los que hubiera en la sala y

quisieran mirar. Eso me avergonzó, pero también me excitó y gimotee.

  • Tranquila – me dijo subiéndome el minivestido que llevaba hasta la

cintura y me ordenó: – Abre las piernas.

Obedecí y luego me bajó el vestido por debajo de los senos, y empezó a

masajearlos suavemente. Enseguida empecé a sentirme excitada. Apretó mis

pezones y los masajeó con vehemencia haciéndome gemir. Eché mi cabeza

hacía atrás apoyándola en su hombro, dispuesta a dejarme llevar. Sus manos

masajeaban mis senos y me excitaban, miré a mi alrededor, ya empezaba a

formarse un nutrido corrillo de mirones a nuestro alrededor.

  • ¿Te gusta, zorrita? – Me preguntó Cristian.

  • ¡Uhhhmmmm, si! – Gimoteé con cierta reticencia.

Llevó entonces sus manos hasta mi sexo y empezó a acariciar mi clítoris

suavemente. Enseguida el placer aumentó, mientras mi mente se debatía entre

la vergüenza y el deseo al ver que el corrillo iba aumentando y la gente miraba

con interés lo que Cristian y yo hacíamos. Sus dedos se movieron de mi clítoris

a mi sexo y me introdujo dos de ellos en mi vagina, empezando a utilizarlos

como si fueran un pequeño pene, además de seguir acariciando mi clítoris con

la otra mano. La excitación aumentaba en mí, gemía y me estremecía y cuanto

más intensas era sus caricias, más aumentaba mi placer, de modo que estaba

a punto de alcanzar un orgasmo y Cristian lo sabia.

  • ¡Oh, Cristian, me voy a correr! – Le avisé.

  • Dime que quieres zorrita ¿quieres mi polla?

  • Síii, si – gimoteé enfebrecida de placer.

  • ¿Aquí, delante de todos?

  • Sí, Cristian, si – respondí desesperada.

  • Bien, pues será tuya.

Mientras Cristian se desabrochaba la cremallera del pantalón y sacaba su sexo

erecto de su refugio, yo observé quien nos estaba mirando y vi a Sonia casi en

primera fila, y a Pablo en un segundo plano junto a una chica rubia y a Juan

también.

Cristian me penetró por fin, haciéndome subir y descender sobre su sexo

erecto. Me sentí llena y feliz al tenerle finalmente dentro de mí y ya no me

importaba que nos observaran, sólo quería desahogarme. Cristian se movía a

la vez que me movía a mí sobre el pene, haciendo que entrara y saliera,

entrara y saliera hasta llevarme a un maravilloso orgasmo. Cristian continuó

penetrándome, y tras varias fuertes embestidas se corrió también dentro de mí.

Cuando terminó, me abrazó con fuerza y el público que había estado

observándonos aplaudió. Cristian me ayudó a incorporarme y miró a Sonia

diciéndole:

  • ¿Has visto lo mujer que es Ana?

Sonia giró la cara y se alejó de nosotros, el público fue dispersándose, mientras

Cristian y yo nos arreglábamos. Pablo se acercó a nosotros y le dijo a Cristian:

  • ¿Qué tal si hablamos un poco ahora que tengo un rato libre?

  • Bien, espera – dijo mirándome, yo me sentía un poco extraña tras haber

vivido aquella escena supongo que Cristian lo notó porque

inmediatamente me preguntó: - ¿Te pasa algo? ¿Quieres que hablemos

un poco?

  • ¿Es la primera vez que hace una escena así? – Preguntó Pablo.

  • Sí – respondió Cristian.

  • Entonces sí que necesitáis hablarlo a solas, creo yo. Tu vieja habitación

aún está como la dejaste y sigue siendo tuya, podéis usarla cuando

queráis.

  • Sí, gracias Pablo, eres un gran amigo. Luego hablamos.

  • Sí.

Cristian me abrazó y cogiéndome por la cintura me llevó hasta la habitación.

Era una habitación con una decoración preciosa, de estilo moderno y colores

claros, con una cama de matrimonio en el centro y una mesa de escritorio junto

a una ventana. Tras entrar Cristian me abrazó.

  • Dime nena, ¿Estás bien? ¿Qué pasa?

  • Nada, solo me siento un poco extraña porque... – me daba miedo

admitirlo.

  • ¿Te ha gustado? ¿Has disfrutado al ver como otros disfrutaban al ver tu

placer?

  • Sí.

  • Ja, ja, ja, me alegro, me alegro, sabía que aunque te molestara que te

exhibiera a los demás, también era algo que te gustaba y excitaba y hoy

por fin lo has admitido. Te quiero.

Y me besó dulcemente en los labios.

  • ¡Oh Cristian, me has hecho descubrir aspectos de mi y de mi sexualidad

que jamás supe que existían, y has hecho que me sienta libre, libre de

expresar completamente mi sexualidad. Te quiero.

Y volvimos a besarnos.

  • ¿Quieres que nos quedemos aquí un rato? – Me propuso.

  • No, vamos con Pablo, quiero conocer a tus amigos.

  • Esta bien.

Salimos de la habitación y volvimos al pub, buscamos a Pablo que estaba en

una mesa junto a la barra con una chica rubia, muy guapa.

  • Hola – lo saludó Cristian.

  • Hola, sentaos. Os presento – nos dijo mirándonos a mí y a la chica –

Esta es Ángela, mi sumisa y esposa – me dijo – Esta es Ana, la sumisa

y novia de Cristian – le dijo a su mujer.

Mucho gusto. Os he visto mientras hacíais ese numerito, ha sido espectacular.

Espero que te sientas a gusto aquí.

  • Gracias – le dije, apretando con fuerza la mano de Cristian, pues estaba

nerviosa.

  • ¿Queréis tomar algo? – Nos preguntó Pablo.

  • No – respondí yo. Cristian pidió un gin tonic y él y Pablo se pusieron a

hablar de sus cosas, mientras Ángela y yo hablábamos de nosotras.

Hasta que en un determinado momento Cristian se giró hacia mí y me dijo:

  • Pablo quiere proponernos algo.

Me giré hacia ellos y presté atención.

  • Veréis, la escena que habéis montado hoy ha sido fantástica y quería

pediros, sobre todo a ti Ana, porque sé que eres nueva en todo esto, que

si queréis formar parte de mi equipo de enseñanza en el club y una vez

a la semana a través de alguna de esas escenas dar clases prácticas a

nuestros nuevos socios.

Me quedé un poco sorprendida al escuchar la proposición pero al mirar a

Cristian a los ojos, vi que a él le hacia ilusión y dije:

  • Esta bien, lo haremos.

Cristian me abrazó al oír mi respuesta. Estaba feliz.

  • No sabes cuanto me alegro de volver a estar en activo en este club. Me

has hecho muy feliz al aceptar.

  • Bien, me alegro mucho chicos, yo también estoy feliz de que vuelvas a

ser parte de este club, Cristian – dijo Pablo – y a ti te doy la bienvenida,

no te arrepentirás – me dijo a mí - ¿Qué tal si empezáis mañana? Es

viernes y viene bastante gente.

Cristian me miró como preguntándome si quería y le dije que si con la cabeza.

  • Bien, mañana empezamos amigo – le dijo a Pablo.

  • De vuelta a casa aquella noche, Cristian me contó como él y Pablo

habían sido amigos desde adolescentes y como Pablo fundó el club y

como él había colaborado siempre en este. También me contó que

Pablo era policía y que había conocido a Sonia a través de él, ya que

también era policía, pero que su relación nunca había ido bien en ningún

aspecto.