Atada. segunda parte

Segunda parte de mi experiencia sexual con desconocidos. me someten, pero disfruto como nunca

ATADA. SEGUNDA PARTE

Llego a casa del trabajo después de una jornada muy larga, deseando comer cualquier cosa, darme una ducha y meterme en la cama lo más rápido posible y me encuentro una nota pegada en la puerta de la entrada que dice “esta vez irás despierta. Estate preparada mañana, viernes, a las 6, un coche irá a recogerte”

Miro para todos los lados, pero no veo a nadie que pueda estar vigilándome ni nada fuera de lugar, excepto aquella nota pegada con celo a la puerta. Han pasado ya algunas semanas desde que tuve aquella experiencia tan inusual y excitante. De inmediato sentí una humedad pegajosa en mi ropa interior, me había excitado imaginando cuánto placer tendrían reservado para mí esos desconocidos. ¿Cuántos serían esta vez?

No pude dormir esa noche y la jornada laboral del siguiente día se me hizo eterna. Las horas pasaban a cámara lenta, hasta que por fin llegó la hora. Un coche oscuro con los cristales tintados paró delante de mi casa, yo estaba asomada a la ventana, de manera que cuando tocó el claxon yo ya salía por la puerta. Una chica espectacular, más o menos de mi edad, se había bajado del coche y me invitó a subir, con la condición de que debía de ponerme una capucha negra para evitar ver. ¿Una mujer? La anterior vez hubo no recuerdo la presencia de ninguna, eso me hizo ponerme en guardia. ¿Estaba a salvo? El coche arrancó y empezó el recorrido. De repente, sentí que unas manos me acariciaban por encima de la ropa, intuí que era la chica –“¡no te muevas!” me dijo con una voz dulce pero firme sin parar de manosearme, mientras yo empezaba a excitarme cada vez más. Noté cómo desabrochaba mi camisa y me sacaba una teta del sujetador. Se la metió en la boca y estuvo todo el camino chupándola, lamiéndola, mordiéndola… mientras con un dedo me acariciaba el clítoris por encima de la ropa.

Llegamos al destino, yo con un calentón tremendo, deseando que no me dejara así, sin correrme al menos una vez. Sin quitarme la capucha y sin cubrirme la teta me bajaron del coche, una voz masculina se acercó y habló mientras empezó a acariciarme el pezón, que se puso enseguida duro como una piedra, “vaya, ya veo que has ido calentando motores durante el camino”, comprenderás que te mandara a Sandy, no puedo dejar que conozcas nuestra identidad. Me metió la mano por debajo de la ropa interior y comprobó lo mojada que estaba “wow, qué maravilla. Entremos”

Una vez dentro, me informaron que esta vez sería algo diferente. Seguiría teniendo mucho placer para mí, pero en esta ocasión, habría que seguir un circuito y conseguir unos objetivos. En cada punto se llevaría a cabo una experiencia sexual y solo esa. No se podrían mezclar más de una actividad al mismo tiempo. Yo podría poner punto final a esa experiencia cuando quisiera, siempre que fuera durante el cambio de turno de una actividad a otra. Y en cada punto habría un mirón, que iría anotando las corridas de los hombres que iban estando conmigo. Cuantas más corridas tuvieran, más puntos para mí, que luego se convertirían en premios y privilegios. Aquello me parecía novedoso y excitante.

Me informaron de que había infinidad de puntos dentro del circuito y que yo iría pasando por la mayoría de ellos, si no todos. Dicho esto, me quitaron la capucha pero me vendaron los ojos, Al menos de esta forma podría respirar mejor. Me desnudaron y me llevaron al primer punto. Conforme me acercaba, iba escuchando con más claridad. Allí debía haber muchísima gente por la cantidad de gemidos que se escuchaban. En breve yo también iba a participar en esa fiesta.

Durante horas estuve sometida a sexo oral, azotes en las nalgas y en las tetas, felaciones, enemas anales, ligeras descargas eléctricas, dildos… Y ya cuando mis jugos me recorrían los muslos abajo, las nalgas las tenía totalmente enrojecidas, las tetas y los pezones me quemaban… entré en la segunda fase del circuito: la penetración pura y dura, sin juguetes de por medio. Yo durante el proceso anterior ya me había corrido infinidad de veces, estaba agotada y el cuerpo me temblaba, pero no quería parar. Nunca había experimentado tanto placer y no estaba dispuesta a renunciar  a aquello a la primera de cambio.

Aquellos que habían experimentado conmigo todos esos juegos sexuales en la primera fase, estaban en fila para follarme. Me habían estado dando placer del bueno durante gran parte de la noche y ahora querían su recompensa. El mirón que debía ir apuntando las corridas de los hombres se echó a reír, dudando que yo fuera  a ser capaz de aguantar aquel trance.

Las penetraciones se sucedían sin piedad, primero fueron las vaginales. Había pollas pequeñas que casi no me daban placer, estaba tan dilatada que casi nos las notaba. Pero cuando llegaban las pollas gordas y largas, sentía que me iban a reventar, pero qué rico se sentía. Pedía más y más, tenía un calentón horrible que no se aliviaba con nada. Me golpeaban bien duro haciendo hueco para follarme más profundo y yo creía volverme loca. No pensé jamás que tuviera tanta hambre de polla en mi coño, no querían que pararan. Algunos decidieron que con eso ya tenían bastante y se corrían. Otros guardaban la corrida para la follada anal. La mayoría se esperó a empalarme el culo y lo hicieron a base de bien. Me faltaba el aire, me quedé sin voz después de llevar horas y horas jadeando, pero tenía claro que no deseaba parar. Me encantaba tener el culo relleno, cuando uno terminaba, enseguida reclamaba otro para que ocupara su lugar. El mirón no daba crédito, la lista de corridas que los distintos hombres habían tenido conmigo esa noche era interminable, ya que muchos incluso repetían después de correrse una primera vez; aunque estaba acostumbrado a ver muchas cosas, aquello se salía de todo lo vivido con anterioridad.

Mi cuerpo estaba totalmente resbaladizo, por el sudor, por los jugos que iba soltando con cada orgasmo, por el semen de quien me lo había querido ir echando encima conforme se corría… Había entrado en un bucle de excitación y nada me lo calmaba. Ya estaba a punto de perder la consciencia cuando la última polla salió de mi culo y se corrió en mi espalda soltando el último chorro caliente de la noche.

Desperté en una cama gigante, súper confortable. Miré alrededor y no reconocí dónde estaba. Me levanté y vi otra nota, “Enhorabuena. Fuiste la zorrita triunfadora de la noche. Disfruta tu regalo”. En ese momento, alguien llamó a la puerta y entró una chica informándome de que estaba en un Spa de lujo, que cuando yo estuviera lista empezaríamos con la multitud de tratamientos que tenía adjudicados y que esperaba que mi estancia de tres días fuera de mi agrado. Tendría que llamar al trabajo e inventar alguna excusa para no ir, pero ya se me ocurriría algo.

Se me viene a la memoria todo lo vivido la noche anterior y un dedo se desliza hasta el clítoris. Esos tratamientos del Spa pueden esperar unos minutos.