Atada
Es posible recibir extremo placer de unos completos desconocidos. A mí me pasó. Os cuento cómo fue
Empecé a ser consciente de que algo no iba bien. Tenía la cabeza bastante aturdida, enseguida supe que estaba tumbada boca abajo sobre algo parecido a una camilla de hospital. Intenté moverme pero mis brazos y mis piernas estaban sujetas, sin hacerme daño pero con la suficiente sujeción para impedir movimiento alguno. Quise hablar, quise moverme, pedir ayuda, pero me fue imposible. El mismo aturdimiento me provocó momentos de semi inconsciencia.
En los momentos en que volvía en mí, intentaba descubrir qué estaba pasando; en uno de esos momentos pude descubrir que estaba desnuda, no sentía frío, tenía las piernas abiertas y los brazos en cruz. La cara la tenía metida en un orificio y podía respirar con facilidad. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta allí? Las dudas empezaron a asaltarme, el miedo empezó a apoderarse de mí, tenía que salir de allí cuanto antes; pero, ¿cómo? Intenté zafarme de las ataduras, pero me tenían atrapada y no me daban ninguna opción.
Escuché que la puerta se abrió y sólo conseguí escuchar unos susurros mínimos, unas risas ahogadas de voces graves y movimiento a mi alrededor. Nadie se dirigía a mí. Preguntaba y pedía explicaciones, pero sólo obtuve silencio. Y llegó lo que había estado temiendo desde que salí de mi letargo.
Unas manos de tacto caliente empezaron a acariciarme por todo el cuerpo, quise oponerme pero no conseguí evitarlo. Quise gritar, entonces una mano me tapó la boca y una voz cerca de mi oído me dijo, Nadie te va a oír . No gastes fuerzas en tonterías . Creí morir. Las peores imágenes vinieron a mi cabeza. Me intuía rodeada de hombres. Atada. Sin escapatoria. Aquello sería el final.
Mientras pensaba en todo esto, las manos no dejaron de investigar mi cuerpo. Me recorrían las piernas, la espalda, mis nalgas… Me resistía otra vez, o lo intentaba. Y escuché que las risas volvieron, ahora más evidentes. Una nueva voz se acercó, Ahora sí que vas a disfrutar . Y sin previo aviso, sentí que una lengua comenzó a lamerme el sexo. Sería por lo inesperado, por un nuevo aturdimiento que se apoderaba de mí o quién sabe, pero lancé un grito que todos interpretaron de placer. Las caricias aumentaban de intensidad, ahora ya mientras la lengua continuaba con su recorrido clitoriano, unas manos me azotaban sin excesivo dolor. Estrujaban mis cachetes, volvían a azotar, más caricias… yo sentía que mi sexo estaba cada vez más húmedo y relajado. Unos dedos habían entrado en mi vagina y buscaban con deleite recorrer todo el interior. Quería impedir aquel atropello, en mi cabeza sentía que aquello no estaba bien, que tenía que huir. Sin embargo, la fuerza física no me acompañaba, sentía una extraña placidez, cada vez más notable, así que después de varios intentos me abandoné a la situación.
Continuaron aprovechándose de mí, no contentos con inspeccionar mi vagina, también se decidieron por mi culo. Me abrieron los cachetes y una lengua me humedeció toda la zona. Sentí que algo quería entrar, ya sin susurros me decían que dejara el esfínter relajado, sería mejor. Poco a poco sentía que mi culo dilataba al paso de algo rígido, sin prisas iba y venía hasta que quedó totalmente atrapado dentro. Nunca había experimentado eso y excitada comprobé que me gustaba. Entonces de mi boca salió un jadeo de placer que desató la tormenta. Comenzó el festival de penetraciones en mi vagina. Unas embestidas más hondas y salvajes, otras rápidas y suaves, todas me gustaban, todas me hacían gemir. Entonces unas manos estrujaron mis pechos que quedaban al descubierto a través de unos orificios sin yo haberme dado cuenta antes. ¡Grata sorpresa! Distintas voces me animaban a gritar el placer que sentía, me azotaban, me mordían, jugaban con el consolador del culo que aún estaba dentro, seguían las embestidas, me pellizcaban los pezones, me los azotaban, me cogían del pelo y tiraban de él, me ponían cachonda los jadeos de cuando llegaban al clímax y se corrían encima de mí.
Sentí que una revolución estaba a punto de surgir en mi vientre, pedía más y me lo dieron a la voz de Córrete, putita y entonces ocurrió. Un placer extremo me recorrió desde el vientre hasta cada extremo del cuerpo, sentía que me vaciaba y que mi vagina no dejaba de palpitar. Todos los allí presentes celebraban aquel momento.
No me había repuesto cuando sentí que continuaban jugando con mi culo. Me estaban sacando el consolador y alguno me penetró, ¿o fueron varios? De nuevo, las embestidas, ¿cuántos hombres había? los jadeos, los tocamientos por todo el cuerpo y las corridas que esta vez dejaban dentro de mi. Con la última penetración volví a sentir que se preparaba una nueva explosión, pedí más, por favor, quiero más. Y de nuevo la frase mágica, claro que sí. Ahí llevas, puta , sin dejar de penetrarme el culo. Me corrí. Me corrí con mi sexo palpitante, con el culo dilatado y lleno de semen, con las nalgas al rojo vivo por los azotes, con los pezones irritados de los pellizcos. Me corrí y casi no podía respirar de todo el placer acumulado. Aun así hubo varias penetraciones más, parecían no cansarse. Cuando todos se despacharon, desaparecieron y caí en un sopor profundo.
Cuando me desperté estaba sentada en mi coche, en el asiento del conductor, estaba amaneciendo en un barrio desconocido. Dudé si estaba despierta o si dormía. Dudé de si lo recordado era imaginación o un sueño. Busqué mi bolso y encontré una nota: Has disfrutado mucho. Nosotros también. Pronto tendrás noticias nuestras.
Puse el gps, me encontraba a pocos kilómetros de casa, llegué y retomé mi vida. No denuncié aquello aunque fue el primer impulso que tuve. No sabía quiénes ni cuántos me habían retenido. Ni dónde había estado. Ni durante cuánto tiempo. Sin embargo, realmente había disfrutado de todo lo que me hicieron esos desconocidos y estaba de vuelta a casa sin ningún daño.
Día tras día salgo de casa con la esperanza de despertarme de nuevo atada y desnuda. Hace dos semanas que aquello pasó y deseo repetir. Cada vez que recuerdo cómo disfruté me descubro húmeda y muy caliente. Ojalá no tarden mucho en venir a por mí.