Asuntos Familiares III (Cristina 1)
Una hermana más en el redil...
CRISTINA
Llegó el sábado y con él la visita de mis dos queridas tías y de mi abuela. Seguramente necesitaba dinero. Me resultaba extraño ver a Bea vestida, aunque sabía que no llevaba bragas y eso me ponía cachondo. Nos besamos y Bea los trato como siempre. Charló, rio y a mí siempre me dio mi lugar.
- Ya es mayor de edad, dijo. A partir de ahora es el hombre de la casa, además de ser socio con voz y voto del negocio familiar.
Tendría que premiarla por cómo se portó. Ya se me ocurrirá algo.
Durante la comida, Bea le pregunta a Cristina qué le pasa, pero ella contesta con evasivas. En la oficina también le han dicho que estaba muy rara últimamente. Durante el postre, mi madre comentó que le parecía que faltaba dinero de la caja que tiene en el despacho. Cristina se puso un poco nerviosa, aunque el único que se dio cuenta fui yo. Acabamos de comer y subí a mi estudio.
Fui a revisar las grabaciones del despacho de mi madre y voila¡¡¡… encontré a la persona que se llevaba el dinero. Se veía claramente a Cristina entrando en el despacho y cogiéndolo de la caja que tenía mi madre en sus cajones.
- Cristina ven, te quiero enseñar algo.
Entró en mi estudio. Le puse el video sin decir nada y se quedó muda. Después de dos minutos sin hablar, me volví y la vi muy nerviosa frotándose las manos a la altura de su falda. Se echó a llorar y dijo con cara de miedo…
- Tengo algunos problemas, pero pensaba devolverlo. Por favor no le digas nada a Beatriz.
- No hace falta que le diga nada a mi madre. Vamos a poner una denuncia en la policía, aportando este video de prueba. Te vamos a despedir y también tendrás que dejar el apartamento.
Me miro con cara de pánico y dijo temblando:
- Perdóname, no lo volveré a hacer. Devolveré el dinero. Pero, por favor no me despidáis. Que voy a hacer a partir de ahora sin trabajo, sin piso y con una denuncia puesta por mi propia familia.
Lloraba desconsoladamente.
Quedé callado durante un rato. Solo escuchaba sus sollozos. Al cabo de diez minutos que se le hicieron eternos comencé a hablar.
- Hay una posible solución…
- Lo que quieras, dijo al instante.
- Lo primero, dije, tengo que saber cuál es tu problema, sin mentiras. Después buscaremos una solución y tendrás que hacer todo lo que yo te diga. Al decir todo, quiero decir todo. Entiendes?
- Lo que quieras. Acepto.
Ella se imaginó que algo sexual me traía yo entre manos, pero no tenía más opciones. Empezó a contarme su problema mientras yo ponía mi mano en su muslo sin que ella hiciera nada por quitarla.
- Hace seis meses me junte con un grupo de gente bastante conocida en Madrid y de buenas familias. Sin embargo todos ellos tenían un vicio en el que caí al final caí yo también, la cocaína. Al principio lo pasaba muy bien, de juerga hasta las tantas y encima ellos siempre llevaban de sobra unas rayitas para mí. Al final después de discutir con alguno de ellos por diferentes motivos, me dieron de lado y se acabó el suministro gratis. Tuve que empezar a comprar y a salir y me gasté el poco dinero que tenía ahorrado. Por eso cogí el dinero de la oficina. Lo voy a dejar, te lo juro. Y devolveré el dinero.
Yo ya le acariciaba el muslo con descaro y ella seguía sin rechistar.
- Está bien, conteste. Te pondré a prueba. A partir de hoy te vienes a vivir a esta casa. En la oficina estarás de permiso. Te desintoxicarás aquí y veremos cómo va.
Sin dejar de llorar, me dijo:
- Muchas gracias, Jorge. Pero mi hermana que dirá de todo esto? –
- Eso déjamelo a mí, contesté. Repito que estás a prueba. Cualquier cosa que considere como una falta por tu parte hará que el trato se cancele y continuaremos con la denuncia.
En eso que escuche los tacones de mi madre por el pasillo.
- Mama, entra. Cristina se queda a vivir con nosotros una temporada a partir de hoy.
- Vale, contestó.
Cristina se quedó sorprendida y me miró con los ojos muy abiertos. Le dije,
- Ya has oído a mi madre en la comida. Ahora el hombre de la casa soy yo.
- Ya veo, contesto extrañada y aún con lágrimas en los ojos.
- Vete para abajo y diles a las demás que te quedarás aquí un tiempo. Por ahora a Alicia y Almudena no les cuentes los motivos.
Me dio dos besos de agradecimiento y me dejo sus lágrimas en mis mejillas. Al salir le di un cachete en el culo. Sorprendida, me sonrió, pues se iba a librar de una buena gracias a mí, aunque no sabía lo que le esperaba.
Bajamos juntos y al bajar le dije,
- Dame tu bolso.
Me lo dio poniendo cara de niña buena. Lo abrí y cogí dos bolsitas con polvo blanco. Me las guardé en el bolsillo. No dijo ni pio. Estaba asustada, pues se veía muy pronto con el mono, pero la alternativa se antojaba peor.
A media tarde se fueron mi abuela y mi tía Almudena. Cristina se quedó muy callada esperando instrucciones. Estábamos los tres sentados en el salón. Le conté a mi madre que Cristina había robado el dinero de la caja y el porqué. Se quedó muy apenada. Sin embargo, dije, le vamos a dar una oportunidad de que reflexione y veremos hasta donde llegamos. De entrada va a pasar el mono aquí. Según dice, no lleva mucho tiempo consumiendo, supongo que eso hará que el mono sea más llevadero.
- Estás de acuerdo Cris? –
Asintió con la cabeza. Estaba avergonzada.
- Dormiréis juntas en la habitación de invitados, mientras ella pasa la abstinencia.
- Vale, contesto Bea.
Cris asintió de nuevo con la cabeza. Se la notaba muy nerviosa. No paraba de mover las manos. Supongo que ya empezaba a notar notaba los efectos. Iros a la cama. Mamá, antes ayúdale a ducharse. Mi madre me miro algo sorprendida, pero no rechistó. Cris también se sorprendió. Les dije:
- En su estado de nervios y lo que vendrá después no debe de estar sola nunca. Además empieza a temblar, podría resbalar y caerse.
Se metieron en el baño de la habitación de invitados. Yo las seguí. Mi madre fue a cerrar la puerta. Yo le dije que no con la cabeza. La dejo completamente abierta. Empezó a desnudar a Cris. Dios mío, a pesar de estar delgadísima, era preciosa, menudas caderas y vaya culo. Las tetas preciosas. La metió en la bañera y comenzó a enjabonarla. Primero la espalda, después el culo. En ese momento mi madre me miro de reojo y metió su mano en la raja del culo de Cris. Ésta se sorprendió e instintivamente fue a apartarle la mano. Mi madre le dijo: tienes que estar limpia. No dijo nada más y Cris se dejó hacer mirando hacia el suelo de la bañera. Mi madre no se excedió con la raja del culo, pero me miró buscando mi complacencia. Le mande un beso y se puso colorada. Después enjabono sus pechos y su rajita. Cris se dejó hacer, muerta de vergüenza.
- Vete a la cama, le dijo.
Yo ya había salido de la habitación. Cris se acostó.
Mi madre vino a verme un momento. Le di un morreo y le magreé las tetas y el coño. Se corrió con mi permiso en dos minutos. Después me dijo:
- Que quieres que hagamos con Cris, amo.
- Primero vamos a desintoxicarla. Será duro, pero no te separaras de ella. La iremos sometiendo poco a poco y al final se quedará a vivir con nosotros. Ya he visto en el baño que ella confía en ti. Lo iremos manejando.
Por lo que había leído sobre la desintoxicación, al principio dormirá poco o nada. Después pasará a todo lo contrario. Posiblemente coja algo de depresión. Como no consumía mucho ni desde hace mucho tiempo, probablemente su síndrome sería bastante suave. A pesar de eso deberíamos estar pendientes. Probablemente estaría muy irritable.
- He tirado la cocaína que llevaba en el bolso. Tendrás que decírselo. Si no, estoy seguro de que no parará de buscarla por todas partes, le dije a Bea.
Así pasó dos días. Mi madre no dejaba de cuidarla. Oí a Cris chillarle a Bea, pero ella ya estaba advertida y no cedía. Bea le traía comida, pero ella no quería ni probarla.
- Me quieres envenenar, le dijo con voz muy bajita.
El caso es que estuvo más de dos días prácticamente sin comer.
Al cuarto día se presentó en mi habitación y me dijo:
- Jorge mi hermana me quiere envenenar, déjame que duerma contigo, por favor.
Ya esperábamos este tipo de paranoias. Mi madre la seguía pero se paró en la puerta. Le hice un signo para que se fuera.
- Vale, duerme conmigo, pero antes desnúdate, para meterte en mi cama.
Me miró un momento con los ojos idos, pero se desnudó rápidamente y se metió entre mis sabanas. Se quedó dormida de inmediato. Estuve un rato metiéndole mano, tetas, culo, coño. No pareció enterarse y desde luego, no se le notó ningún síntoma de excitación. Durante la noche se movió mucho y habló en sueños aunque cosas ininteligibles. Se notaba que tenía pesadillas.
Parecía que había pasado la primera fase del síndrome y que entraba en un periodo de fatiga o depresión. Siempre estaba acostada. Se levantaba a comer y quería mucha comida. No le dejábamos comer mucho y Bea cuidaba de que no fuera a devolver. No le dimos ropa nueva, así que se paseaba en ropa interior por la casa, con la mirada perdida y yo diría que sin dase mucha cuenta de donde estaba. Había vuelto a confiar en Bea y hacía todo lo que le mandaba sin quejarse. Un día le dijo,
- Quítate el sujetador, hay que lavarlo.
Ella se lo quitó y esperó que le diera otro. Esta vez no lo hizo.
- Será mejor que andes así a partir de ahora. A Jorge le gustará. Ella no lo entendió pero tampoco puso ninguna pega.
- Qué guapa estás,
Le dije cuando la vi bajar con las tetas al aire. Ella se sintió avergonzada y miró a Bea.
- Ves, contesto Bea, te dije que le gustaría.
No le dio más importancia pero a pesar de su desnudo, que llevaba sin protestar, estaba de bastante mal humor.
Así pasaron unos veinte días en los que fue disminuyendo su mal humor. Otro día Bea le pidió las bragas para lavarlas. Se las dio y esta vez no recibió ninguna muda a cambio.
- Así le gustarás más a Jorge.
Parece que había asumido que gustarle a Jorge era su destino. Al cabo del rato bajo al salón. Cuando me vio hizo la intención de taparse su zona peluda. A estas alturas le había crecido una buena mata, que Bea se había preocupado de cuidar. Bea le quitó las manos de su zona púbica y quedó mostrando completamente su desnudez.
Yo le cogía el culo cada vez que pasaba por mi lado. Al principio puso cara de extrañeza, pero poco a poco lo fue asumiendo con mucha naturalidad. Yo diría que hacía lo posible por pasar cerca de mí para que yo la tocara.
- Ven aquí,
Le dije con voz imperativa pero no muy fuerte. No andaba muy bien. Se notaba que aún tenía alguna dificultad motriz. Y eso que aún no le habíamos puesto los tacones.
- Siéntate aquí a mi lado.
Crees que es injusto que tu vayas desnuda y los demás vestidos?.
- Si,
Dijo avergonzada, mirando al suelo.
- Bea, le dije, ven aquí enfrente de nosotros.
Bea vino enseguida.
- Has oído a Cris.
Asintió con la cabeza.
- Quítate la blusa y la falda.
Inmediatamente se las quitó. Se quedó completamente desnuda. Con las medias y los zapatos de tacón. Cris miraba asombrada pero se notaba que se sentía más cómoda. A partir de ese momento las dos iban completamente desnudas por la casa. Al final, lo vio con enorme naturalidad y la labor de Bea había sido tremendamente efectiva en cuanto a que Cris asumiera que el que mandaba en la casa y en sus vidas era yo.
Bea paso por mi lado y le di un cachete fuerte. Se paró para mí. Le di otro par de azotes, que hicieron que se le pusiera el culo colorado y Cris mirara con los ojos muy abiertos. A estas alturas ya se había dado cuenta de muchas cosas que pasaban en mi casa.
Pasaron dos o tres semanas más y Cris volvió a tomar un aspecto más natural. Había cogido algo de peso y tenía mejor color. Sin embargo, parecía un poco triste. Ella había asumido, poco a poco, todo lo que pasaba en la casa y ese día le dije a las dos que subieran a mi dormitorio. Las dos subieron sin mediar palabra. Se quedaron de pie delante de mi cama esperando. A pesar de lo que ya había visto, Cris estaba aún algo sorprendida.
- Besaros en la boca, dije.
Cris hizo un amago de protestar, pero en ese momento Bea le soltó una sonora bofetada y le dijo:
- Haz lo que quiere Jorge.
Con la cara enrojecida del bofetón y de la vergüenza, acerco su boca a la de Bea y se dieron un beso en la boca. Al poco, Bea empezó a meterle la lengua. Ella no se resistió, parece que empezaba a calentarse.
- No paréis hasta que yo lo autorice.
Siguieron. Al cabo de cinco minutos, las manos de Bea comenzaron a buscar los huecos de Cris y empezó a masajearle el coño con fuerza. Cris se iba a correr, Bea paró y le soltó otro bofetón. No te correrás hasta que lo autorice Jorge, perra. Me gusta lo de perra, dije, a partir de ahora te llamaremos Cris o perra, Bea te explicará cómo debes de actuar.
- Déjanos un momento Cris.
Cris salió de la habitación y espero de pie en el pasillo.
- Bea, te has ganado un premio por lo bien que lo has hecho tomando la iniciativa. Te voy a dar tres cosas. La primera es esta,
Le dije, dándole un enorme beso en la boca que hizo que se le relajaran todos los músculos del cuerpo y le asomara una gran sonrisa. Casi se cae al suelo.
- La segunda es que a partir de ahora no necesitarás autorización para correrte. Sin embargo no estás autorizada a masturbarte.
Me miró con cara de alegría y me dijo:
- Gracias, amo.
- Y la tercera es la más importante. A partir de este momento además de mi esclava, pasas a ser el ama de Cris, cuando yo no esté o no quiera participar, tú serás quien le ordene. Podrás utilizarla para tu satisfacción, repito, cuando yo no esté o lo autorice expresamente.
- Muchas gracias amo.
Contesto feliz por la responsabilidad que le estaba dando.
- Cris va a pasar en el sótano una temporada. Si quiere comida, se la tendrá que ganar. No saldrás de allí hasta que yo lo autorice. Bájate el lubricante, la cola de tamaño medio, para ti y la de tamaño pequeño, para Cris, que se vaya acostumbrando. Tú, entraras a las diez de la mañana y estarás allí con Cris hasta las ocho de la tarde, todos los días. Haz tus necesidades antes de bajar o aguanta hasta que salgas, pues si no, lo tendrás que hacer en el rincón.
- Bájate ya,
Me dio la espalda y se iba retirando moviendo el culito para mí. Estaba agradecida. Le solté un azote en el culo y me miro con cara de enamorada y sonrojada. Gracias de nuevo, amo. Y se bajó con Cris al sótano, donde yo había bajado previamente unos jergones y mantas viejas del perro. Además había colocado una Webcam, para saber cómo iba desarrollándose la experiencia. Esos días, pedí una diadema con orejas de perra para Cris y un collar.
Bea salía por las tardes del sótano, se duchaba y preparaba la cena. Cenábamos juntos y nos acostábamos a follar. Yo pasaba el día muy caliente pensando en las dos hembras que tenía en casa.
No estuve vigilando todo lo que pasaba en el sótano, pero si echaba un vistazo de vez en cuando. Primero vi como Cris se llevó varias bofetadas, aunque no supe el motivo. Al día siguiente vi a Cris de rodillas contra la pared y a Bea detrás de ella gritándole. Al tercer día vi como Bea la tenía en sus rodillas y le daba una buena tunda de azotes al tiempo que le introducía el dedo en el ano. Al cuarto día vi como Bea le colocaba la cola a Cris y a continuación como se colocaba ella la mediana. Con cara de dolor, pero con la satisfacción de obedecer a su amo.
Habían pasado cinco días cuando decidí que Bea bajara algo de comida para Cris y una palangana, además de un cubo y una fregona.
- Dile a tu perra que limpie el sótano.
Cuando volví a subir vi en el monitor, que aún no habían tocado la comida. Cris estaba limpiando la estancia. Cuando acabaron se pusieron a comer las dos. Pasaron cuatro días más en las que baje algo de comida y no me entretuve mucho con el ordenador.
Sin avisar antes a Bea, a las tres semanas de haber entrado en el sótano baje, abrí la puerta y les dije.
- Limpiad todo esto y subid al salón.
Entre las dos, limpiaron el sótano y en media hora estaban firmes en medio del salón. Cris, sucia, desnuda y con sus tacones, medias y colitas puestas. Bea sonreía, pues sabía que había acatado bien mis órdenes. Cris miraba al suelo avergonzada sin saber qué hacer.
- Id a ducharos. No os permito tocaros a vosotras mismas, así que cada una duchará a la otra y quiero vuestros agujeros bien limpios para mí. Si amo, dijeron al unísono. Me hizo gracia.
Subieron y yo lo hice detrás. Bea me vio y dejo la puerta abierta. Bea le quito la colita a Cris y se quitó la suya. Vi su cara de dolor. Después se metieron de pie en la bañera y Bea empezó a lavar a Cris, pero de una manera mucho más caliente que la otra vez. Primero sus tetas, hasta que los pezones se pusieron duros como piedras, después su culito, masajeándolo por dentro y por fuera, Cris jadeaba como una loca. Finalmente se centró en su vagina. Cris se puso como loca y estaba a punto de correrse cuando sonó otra bofetada. Solo te correrás cuando lo autorice el amo, perra. Dijo Bea. Inmediatamente se puso a cuatro patas dentro de la bañera y dijo:
- Si, Bea.
Habíamos quedado en que ella la llamaría Bea siempre. El único amo verdadero era yo. Sonreí. Que bien le había enseñado.
Continuará…