Asuntos familiares

Probando el intercambio de parejas, un matrimonio acaba en el incesto

Este relato había sido ya publicado. Pero después de repasarlo me di cuenta de que se habían escapado demasiados errores así que lo borré. Por lo visto me había olvidado de revisarlo. Pido perdón por ello. Además recibió bastantes peticiones de una segunda parte que en aquel momento no estaba programada. Después de darle unas cuantas vueltas he decidido continuarlo. Eso sí, no sé todavía de cuántos capítulos constará.

Así que os dejo el primer capítulo como recordatorio (ahora si, revisado) y el segundo.

Espero que os guste.

Me alegraría que lo comentaseis y si queréis dejar alguna idea de por dónde os gustaría que siga, no lo dudéis. No prometo que os haga caso, a fin de cuentas puede haber tantas ideas como lectores. Pero las valoraré todas.

Muchas gracias por vuestro interés.

– 1 –

Me llamo Nesto. Tengo 30 años y estoy casado desde hace dos con Eva, una mujer explosiva en su belleza y sus gustos. Desde el principio sabíamos que estábamos hechos el uno para el otro. Los dos somos muy activos sexualmente y estamos dispuestos a probar casi cualquier cosa. Creo que lo único que no nos gusta es el sado.

Un día Eva llegó entusiasmada. Una amiga le había hablado de una especie de restaurante de las afueras. Yo lo conocía de pasar por delante pero nunca había comido allí.

—¿Y qué tiene de especial ese sitio? —pregunté intrigado mientras la invitaba a sentarse a mi lado.

—Pues que por lo visto, una vez cada dos semanas organizan unas cenas…especiales —sonrió con una picardía que me mosqueó.

—¿Cómo de especiales? —viniendo de Eva yo empezaba a imaginar por dónde iban los tiros.

—Por lo visto hay que pedir reserva en un teléfono especial. Sólo se puede pedir cita para parejas y hay que usar un antifaz en todo momento. La cena se hace a puerta cerrada para evitar confusiones. Durante la cena puedes elegir a otra pareja del comedor para “los postres” llamando al camarero que hace las veces de intermediario. Si la otra pareja acepta, en el piso de arriba hay habitaciones para el intercambio de parejas. Eso sí, la misma habitación para las dos parejas. ¿Cómo lo ves?

—Muy interesante —admití—. ¿Y es de confianza?

—Según mi amiga, totalmente. Ella ya probó un par de veces y está encantada.

—¿Y a ti te apetece? —vaya pregunta más tonta. Ya chorreaba sólo de imaginarlo. Y reconozco que yo me ponía como un burro.

—Me encantaría —dijo sentándose sobre mi polla—. Y un bulto aquí debajo me dice que a ti también.

—Supongo que te ha dado el número al que llamar —dije sabiendo que lo tenía.

Por toda respuesta sacó una tarjeta de su bolso y me la mostró. Era un simple pedazo de cartulina que ponía “Cenas sexpeciales” y un número de teléfono fijo. Después sacó el móvil y marcó el número. Un minuto después estábamos apuntados en la lista de la próxima cena.

Estaba tan excitada por la novedad que soltó el móvil y se tiró sobre mí que no me había movido del sitio. Nuestras lenguas se enredaron al instante mientras las manos se deshacían a toda velocidad de las ropas que teníamos puestas. No tardamos nada en estar totalmente desnudos. Entonces Eva se lanzó sin contemplaciones a por mi polla. Me tumbó en el sofá y se arrodilló sobre mi cabeza para ocuparse de comerla con maestría.

Yo, por supuesto encantado, me abalancé sobre su coñito que estaba ya rebosante de jugos. Lo abrí con la lengua pasando la punta a todo lo largo de esa raja. Cuando llegaba al clítoris le dedicaba un chupetón que lograba que Eva se arquease de placer. Después de estar ya excitados al máximo ella se deslizó hacia abajo hasta colocar su coño encima de mi tranca que estaba deseosa de entrar en ella. Yo disfrutaba de una vista magnífica de sus nalgas y más cuando ella se sentó sobre mi polla clavándosela hasta el fondo mientras se inclinaba hacia delante. Agarré sus nalgas y las amasé con ganas. Ella subía y bajaba hasta casi soltar mi rabo y volvía a clavarse hasta el fondo. Sus gemidos eran poesía para mis oídos.

Lubriqué un dedo y lo metí en su culo. Ella soltó un respingo de sorpresa pero enseguida cambió sus movimientos para follarse el culo y el coño a un tiempo. Su ojete no tardó en convertirse en ojote y metí un segundo dedo para follarla con más ímpetu. Estábamos tan excitados que no tardamos en corrernos los dos. Después ella se dejó caer hacia atrás para descansar sobre mi cuerpo mientras recuperábamos el aliento.

—Lo estás deseando. ¿Verdad? —pregunté mientras la besaba en el cuello.

—Me encharco sólo de pensarlo —admitió ronroneando.

Sentirla así me calentaba mucho y comencé a acariciar sus tetas a placer. Ella disfrutaba de las caricias moviendo su pelvis. Mi polla se había salido pero comenzaba a recuperar fuerzas. Ahora se deslizaba por los labios de su vagina mientras iba ganando consistencia. Agarré uno de sus pezones y lo retorcí un poco con los dedos. Ella gimió de placer.

—Si sigues así acabaré de ordeñarte —me amenazó.

—Sírvete tú misma —dije sabiendo que no tardaría.

Movió las caderas hasta que esta vez fue su culo el que buscó mi polla. Agarró mi tranca con una mano para sujetarla mientras volvía a deslizarse para clavársela despacio. El agujero estaba tan estrecho que pensé que no entraría. Pero de un solo empujón se clavó la cabeza entera. Ahí se detuvo unos instantes.

—Joder. La tienes otra vez dura como una piedra —“protestó”.

—¿Algo que objetar? —pregunté sabiendo la respuesta.

—Protestaré el día que no lo esté —se rio.

Después comenzó a moverse para que mi polla fuese entrando despacio en su interior. Yo la ayudaba sujetando sus caderas. Cuando llegó al fondo se quedó quieta un segundo disfrutando la sensación de sentirse totalmente empalada. Después comenzó un lento vaivén que fue aumentando de velocidad cuando yo eché una mano a su sexo y comencé a acariciar su clítoris al tiempo que metía un par de dedos en su cueva.

No tardó en correrse de nuevo. Su cuerpo se arqueó al ser de nuevo víctima de unos espasmos que me indicaban que estaba disfrutando de un monumental orgasmo. En ningún momento dejó de moverse. Parecía como si pretendiese que el orgasmo durase toda la noche. Yo la ayudé siguiendo el tratamiento en su botoncillo del placer.

—No pares, Nesto. Por favor, no pares. Me corro, Nesto. Me corroooo….. —gemía sin parar.

Poco después yo estaba de nuevo a punto de correrme y se lo dije.

—Córrete, cielo. Lléname el culo, por favor. Córrete para mí… —decía entre gemidos de placer.

No pude aguantar más y me vacié totalmente en su culo. Ella se clavó hasta al fondo para disfrutar de la sensación mientras yo soltaba las últimas gotas. Después se recostó de nuevo sobre mí.

—¿Te peso mucho? —preguntó girando la cabeza cuando hubo recuperado el aliento.

—Para nada. Estoy en la gloria —contesté con sinceridad. Mi polla todavía sufría algún espasmo de placer que le arrancaban gemidos a Eva cuando los sentía.

Por fin llegó el gran día. Nos vestimos elegantes pero sin pasarnos. Yo llevaba un traje con una camisa sin corbata y ella un vestido negro ajustado sin sujetador que le quedaba de muerte, unos tacones altos y un casi nada de color en la cara. No necesitaba más para provocar infartos.

Llegamos al restaurante y vimos que las luces estaban casi todas apagadas. Un cartel en la puerta indicaba que se trataba de un evento privado. Un guarda en la puerta iba comprobando los nombres de una lista e invitando a pasar a los “elegidos” tras un somero repaso a las indumentarias. Imagino que no querían que entrase nadie que no mostrase un mínimo de elegancia. Me pareció buena idea.

En la recepción dejamos los abrigos y nos dieron un antifaz a cada uno y un tiquet donde además indicaba el número de la mesa. Después nos hicieron una foto en pareja con el antifaz ya puesto. Ya en el comedor vimos que había más o menos medio aforo. En total unas veinte parejas. La luz era tenue pero suficiente para distinguir a los comensales. Un camarero nos acompañó a nuestra mesa y nos tomó nota de la bebida. Por lo visto el menú estaba cerrado de antemano. Se trataba de un menú degustación de esos que están compuestos de una docena de platos. Sonaba una suave música para dar ambiente muy agradable que no impedía mantener una conversación en voz baja.

El camarero desapareció y volvió al rato con una botella de vino y nos sirvió un par de copas. Dejó la botella y nos explicó cuál era la dinámica del asunto. Sobre la mesa había una tablet con todas las fotos de los comensales. En el caso de que alguna pareja te interesase se podía seleccionar en la pantalla. Eso le enviaría una señal a la otra pareja. Si ellos también estaban interesados, podían aceptar y entonces se nos asignaría una habitación en el piso de arriba.

—Que moderno esto, ¿No? —dijo Eva tan sorprendida como yo.

—Ya te digo. Parece una nave espacial de película. ¿Estás segura de que el resto de parejas son humanas y no robots?

Ella rio con la broma y después me explicó que según su amiga se trataba de generar confianza en los clientes. El camarero asentía sonriendo ante nuestros comentarios.

—Si encuentran una pareja de su agrado y lo desean pueden compartir mesa. Y así se van conociendo —añadió el camarero.

—Bien pensado para romper el hielo —dijo Eva. Yo estaba de acuerdo.

—Pues vamos a mirar la carta de postres—dije yo tomando la tablet y poniéndola en medio para que pudiésemos mirar los dos. El camarero se retiró y fue a atender otra mesa.

Nosotros fuimos mirando las fotos despacio. No teníamos muy claro que era lo que buscábamos, ni siquiera si buscábamos algo en concreto. Había gente para todos los gustos. Eva me señaló una pareja en concreto.

—Mira. Parecen tus padres —dijo con cara de asombro—. ¿Te imaginas a tus padres aquí?

—No jodas —reí yo—. Era lo que me faltaba.

—¿Pero te los imaginas? ¿Los crees capaces de hacerlo?

—Ni por la cabeza se me pasó pensarlo pero… creo que no —contesté después de pensarlo un poco.

No es que mis padres sean unos reprimidos ni nada por el estilo. Pero tampoco me los imaginaba en un sitio así.

—¿Qué te parecen? Están buenos los dos. Se nota que son mayores que nosotros, pero tienen un morbo que no veas.

—No sé. Sí que tienen muy buena pinta. ¿Miramos primero los demás?

—No me digas que no te daría morbo follarte a una tía como si fuese tu madre… —dejó caer haciendo una mueca pícara.

—¿Eso no sería complejo de Edipo? —pregunté siguiendo la broma.

—Y en mi caso de Electra. El tío puede ser mi padre. Casi me mojo imaginándolo —rio.

Después de mirarlas todas, la verdad es que ninguna otra pareja nos parecía interesante. En ese intervalo nos habían llegado ya varias invitaciones para compartir cama y una para compartir antes la mesa. Precisamente era de esa pareja misteriosa. Eva y yo nos miramos.

—¿Qué hacemos? A mí las demás no me dicen nada —reconocí.

—Y ellos al menos prefieren cenar juntos antes. Me parece que tienen más clase —admitió Eva dándome la razón.

—¿Entonces lo tenemos claro? —yo empezaba a estar nervioso.

—Creo que sí —dijo Eva poniendo el dedo sobre la foto de la pareja—. ¿Le doy?

—Dale —coincidí yo.

Eva pulsó la foto de la pareja aceptando la invitación y enseguida llegó el camarero.

—¿Entonces desean compartir cena? —preguntó sonriente pero sin atisbo de malicia en su voz.

—Así es —admití—. ¿Qué hay que hacer ahora?

—Nada, señor. Nosotros nos encargaremos de poner sus platos en la otra mesa. Casualmente la otra pareja ha pedido el mismo vino que ustedes. Así que me llevaré esta botella y se la serviré cuando deseen.

—Pues muchas gracias —dijo Eva poniéndose ya en pie.

Yo me levanté también y nos dirigimos hacia la otra mesa. Ambos comensales estaban, como antes nosotros sentados uno frente al otro. Los dos sonreían cuando llegamos. Al verlos más de cerca un trallazo de corriente me atravesó de pies a cabeza. Habría jurado que efectivamente eran mis padres. Pero ellos no parecían reconocerme. Tal vez estaba equivocado.

Saludamos y cuando nos sentamos me fijé en las manos de la mujer. Nuevamente esa sensación. En su dedo lucía una sortija que yo conocía bien. ¿Era posible que fuese una casualidad? No creo en casualidades. Eran ellos. Juan, mi padre y Carmen, mi madre.

Cuando comenzamos a charlar me di cuenta que la voz de ambos era la de mis padres y la mirada de Eva me decía que ella también se había dado cuenta. Estuve tentado a sacarme el antifaz pero un gesto de Eva me detuvo. No iba a negar que la posibilidad de follarme a mi madre me daba mucho morbo. Me había tenido muy joven y mantenía su belleza. Ya no era la misma belleza. Ahora era una belleza serena, sin estridencias. Seguía teniendo un gran tipo y aunque la gravedad y la edad ya no permitían que su pecho se mantuviese tan firme como antaño, no dejaba indiferente a los hombres. Era toda una milf de campeonato. Mi padre por su parte siempre había practicado deporte y se mantenía en muy buena forma.

Yo no podía quitarme de la cabeza que éramos familia y buscaba señales en la actitud de nuestros compañeros de mesa que me indicasen si se habían percatado o no pero no daban señales de que les importase lo más mínimo.

Poco a poco, a pesar de mi aprensión, la cena transcurrió muy agradable. Con la tontería nos bebimos las dos botellas de vino y acabamos bastante alegres y desinhibidos. A los postres comenzamos a comentar nuestros gustos sexuales. Mis padres, porque ya tenía claro que eran ellos, confesaron que como nosotros, era la primera vez que acudían a un lugar así aunque habían practicado ya el intercambio de parejas. No me sorprendió demasiado, ya que sabía que mis padres podían ser cualquier cosa menos mojigatos.

Pero se iba acercando la hora de subir a la habitación y yo no acababa de tener claro si mis padres se habían percatado de quienes éramos nosotros. Finalmente mi padre llamó al camarero y pagó todo a pesar de mis protestas.

Cuando llegamos a la habitación vi que era una auténtica suite. Destacaba en el medio una cama de dos por dos metros. La iluminación era regulable y la dejamos tenue. Nos servimos unas copas del mueble bar que había en una esquina y nos sentamos en el tresillo que completaba el mobiliario.

—Creo que ya podemos quitarnos las máscaras —dijo mi madre—. ¿Tú que dices, Nesto? —preguntó mirándome a los ojos.

—Joder —protesté deshaciéndome del antifaz—. ¿Lo sabíais?

—Desde que os vimos entrar —dijo mi padre mientras se sacaba el antifaz riendo.

—¿Entonces por qué habéis seguido con esto? ¿Para qué subimos?

—A ver cariño. ¿Tengo que hacerte un croquis? Para follar —rio mi madre.

Su contestación me dejó totalmente descolocado. ¿En serio mi madre estaba dispuesta a follarse a su propio hijo? Mi padre se follaría a su nuera, que a fin de cuentas no era familia. Pero.. ¿Mi madre? Creía que me estallaría la cabeza. Ambos se dieron cuenta de mi turbación

—¿Y tú que opinas? —pregunté a Eva.

—Por mí vale. Un polvo es un polvo. Pero comprendo que puedas tener reparos —contestó con total tranquilidad.

—Mira cariño —dijo mi madre tomando mi mano—. No era lo que pretendíamos al venir aquí. No sabíamos que estaríais vosotros. Pero cuando os reconocimos lo comentamos. Que fueseis vosotros añadía un morbo extra. Somos todos adultos y no debemos explicaciones a nadie. Y nadie fuera de esta habitación lo sabe ni tiene por que saberlo. Aunque comprendo que no quieras hacerlo con una vieja.

—No mamá. No es eso. No eres una vieja. Eres una mujer espectacular y mi padre es un cabrón con suerte por tenerte cada noche en su cama…

—Yo también te quiero, hijo —cortó mi padre riendo—. Pero tienes razón. Y soy muy consciente de eso.

—Perdona papá. No pretendía insultarte.

—Lo sé, hombre. Lo sé —dijo palmeándome el hombro.

—Pero es que no sé… no me diréis que no es… raro.

—Normal del todo no será —intervino Eva encogiéndose de hombros—. Pero como dice tu madre, esto sólo nos importa a nosotros cuatro.

—Cariño —dijo mi padre—. Creo que Nesto todavía no está convencido del todo.

—Pues a ver si lo convenzo… —dijo mi madre con voz sugerente mientras comenzaba a acariciar mi entrepierna.

Mi cerebro podía decir misa, pero mi cuerpo iba a su puta bola y a los poco segundos estaba empalmado.

—Vaya. Dirás lo que quieras, Nesto. Pero aquí abajo siento algo distinto —susurró mi madre al lado de mi oído.

Mientras tanto Eva y mi padre comenzaban a besarse al tiempo que Eva desabrochaba el pantalón de mi padre. Entre tanto él sobaba el generoso pecho de Eva. Yo me dejaba hacer. Al carajo las convenciones morales y al carajo todo. Levanté mi mano y agarré un pecho de mi madre. Pude notar que el pezón estaba ya excitado.

—Mucho mejor, cariño. Sóbame las tetas, cielo —me dijo mientras bajaba la cabeza hacia mi polla ya libre del pantalón. Sin dudarlo ni un instante pasó la lengua por la cabeza arrancándome un gemido de placer y después comenzó a engullirlo todo hasta que no pudo tragar más.

Yo mientras tanto bajé los tirantes de su vestido. Ella maniobró con los brazos para poder pasarlos y solté su sujetador. Dos hermosos pechos quedaron a la vista. Comenzaban a colgar un poco debido a la edad, pero se mantenían razonablemente firmes. Sus areolas era rosadas, no muy grandes. Y los pezones se veían ya excitados del todo.

Acaricié las areolas con la punta del dedo rodeándolas. Después agarré uno de sus pezones y lo pellizqué ligeramente arrancándole un gemido de placentero dolor. Ella me miró complacida y animándome a seguir mientras ella parecía disfrutar de tener mi polla en la boca.

—¿Te gusta, cariño? —preguntó sonriente.

—Y tanto que me gusta. Como sigas así acabaré corriéndome en nada.

—Pues no te prives, cielo. Si lo deseas puedes hacerlo en mi boca. Me encantará tragármelo todo.

Yo estaba alucinado de la naturalidad con que los otros tres se habían tomado el asunto. Y he de reconocer que con su actitud me ayudaron a relajarme y disfrutar del sexo.

Con alguna dificultad logre desembarazar a mi madre de su vestido y la bonita braga de encaje que usaba.

—Ven aquí. Que a esto podemos jugar los dos —le dije tomándola de las caderas para que se arrodillase sobre mi cabeza.

No se hizo de rogar y disfruté de la vista de su coño que se veía ya empapado de lujuria. Acerqué mi lengua y la pasé a lo largo de sus labios. Ella demostró su agradecimiento con un estremecimiento de placer al tiempo que engullía todo mi rabo. Por el rabillo del ojo pude ver que Eva y mi padre habían hecho otro tanto y ahora mi padre le comía el coño a Eva con devoción mientras ella seguía chupando polla como la experta en la materia que era.

Me concentré en lo que tenía sobre mi cabeza y jugué con mi lengua por toda la vagina de mi madre. Acaricié, lamí, la penetré con la lengua. Ella todo lo agradecía con gemidos mientras chupaba sin descanso al tiempo que acariciaba mis pelotas con mimo. En un momento dado me lancé decidido a por su clítoris y entonces ella se sacó la polla de la boca mientras clavaba sus dedos en mis piernas.

—Joder, nene. Si sigues así me correré antes que tú —reconoció con voz entrecortada.

—Pues no te cortes y córrete todo lo que quieras —le respondí mientras volvía a jugar con el botoncito que deseaba más atenciones. Lo acaricié con la punta de la lengua antes de hundir mi boca en aquel sabroso coño y chupar sus jugos con deleite.

No tardó en anunciarme que iba a llegar al clímax. A mi tampoco me faltaba mucho. Mientras pudimos oír como mi padre se corría sin que Eva se sacase la tranca de la boca. Como una buena experta se lo tragó todo mientras mi padre seguía atendiendo su coño para lograr que ella llegase también al orgasmo.

—Me corro, Nesto. Me corrooooo… —gimió mi madre mientras yo notaba que estaba también a punto de acabar.

—Yo también, mamá. Yo también —respondí cuando noté que iba a explotar.

Mi madre mientras se retorcía de placer siguió chupando con ansia hasta que logró que mi polla explotase en su boca. Aunque le costó y alguna gota se escapaba por la comisura de sus labios, logró tragárselo todo. Después siguió chupando hasta dejar mi polla impoluta. Cuando acabó se incorporó y me miró sonriente.

—¿Te ha gustado? —preguntó.

—Ha sido maravilloso —reconocí—. ¿Y a ti?

—Nene. Eres todo un experto comiendo coños —dijo antes de darme un piquito.

—¿Qué tal, Nesto? —preguntó mi padre—. ¿Más relajado?

—Relajado me acaba de dejar aquí mi madre —respondí arrancando las risas de los otros.

Eva me dio un beso antes de preguntarme.

—¿Lo has disfrutado, cielo?

—Y tanto —reconocí—. Y creo que tú también.

—Uff. Tu padretiene una lengua increíble. Creo que has heredado su habilidad —rio.

Mi madre me tomó de la mano para arrastrarme a la cama. Era evidente su intención de un segundo asalto. Eva y mi padre se quedaron en el amplio sofá. Mi madre me tiró sobre la cama y ella se quedó a mis pies sonriendo con picardía.

—Vamos a ver si ponemos a este soldadito en posición de firmes —dijo mientras acercaba su boca a mi polla.

Tras un minuto de minucioso trabajo por parte de mi madre, mi polla estaba de nuevo dura como una piedra. Ella lo aprovechó situándose a horcajadas sobre mi cadera con la punta de la polla rozando sus labios vaginales.

—Que ganas tengo de tener este pedazo de polla dentro de mí —susurró acariciándose el coño con mi polla.

—Sírvete tú misma —la invité levantando un poco mis caderas.

Ella se fue sentando despacio mientras mi polla la penetraba. Cerró los ojos como si así pudiese concentrarse más en disfrutar cada milímetro de polla según entraba. Cuando acabó de entrar toda abrió la boca como sorprendida de lo adentro que había llegado. Un suspiro se escapó de su boca.

—Dios, que gusto —dijo con voz entrecortada.

Se quedó quieta un momento disfrutando de tener su coño completamente repleto de polla y poco a poco sus caderas se movieron trazando un círculo. Parecía buscar que el intruso tocase cada recoveco de su cueva.

Mientras tanto vi que Eva chupaba de nuevo la polla de mi padre para ponerlo de nuevo en forma para seguir follando. A mi padre le costaría un poco más que a mí pero no dudaba en que las artes de Eva lograrían resucitar aquel rabo que ahora aparecía solo morcillón.

Mi madre comenzó un mete saca lento, disfrutando de las placenteras sensaciones que sentía en el coño. Yo por mi parte alargué los brazos para acariciar aquellos generosos pechos que tenía ante mí. Los amasé con lujuria y acaricié sus areolas y sus pezones. Me incorporé un poco y mi madre, viendo mis intenciones, se acercó un poco hacia mí para que pudiese llevármelos a la boca. Mordí uno de los pezones arrancándole gemidos de placer mientras lo chupaba. Eso hizo que incrementase el ritmo de la follada.

Mientras mi padre estaba ya listo para un segundo asalto y Eva le dio la espalda apoyándose en el respaldo del sofá. Mi padre apuntó con su polla a la entrada de aquel coño que se lo ofrecía jugoso y de una sola estocada lo clavó hasta el fondo. El grito de sorpresa y placer de Eva llenó la habitación. Juan agarró los pechos de Eva y mientras los amasaba comenzó a follársela con ganas.

Yo seguía agarrado a los pechos de mi madre. Ella se inclinó sobre mí y me dio un pico.

—Juega con ellas, cariño. Estrújalas cuanto quieras. Puedes morderme los pezones, que me encanta.

No me hice de rogar y las castigué duramente con la boca y con una mano mientras con la otra acariciaba su culo logrando que Carmen gimiese cada vez más fuerte a la vez que incrementaba el ritmo con que se clavaba hasta el fondo mi polla. Decididamente le encantaba que le castigase las tetas pues enseguida anunció que estaba a punto de correrse de nuevo.

—Córrete mamá. No te aguantes las ganas. Córrete para mi —la invité.

Sus espasmos de placer me indicaron que efectivamente se estaba corriendo de nuevo. Al poco se quedó quieta con mi polla totalmente hundida en su coño. Se dejó caer sobre mi pecho.

—Joder, que bueno —dijo—. Pero tú no te has corrido aun.

—Pero lo haré. No lo dudes.

—Ven —dijo levantándose y dándose la vuelta—. Métemela por el culo.

—¿Estás segura? —pregunté escéptico.

—Sí, cielo. Rómpeme el culo —invitó separando sus nalgas con las manos mientras descansaba la cabeza en la almohada.

No me hice repetir la invitación. Mi polla estaba húmeda de los jugos de su coño, pero con un poco de saliva lubriqué su ojete. Ella se estremecía de placer al notar mis dedos jugando con su agujero.

—Clávamela, cariño. Rómpeme el culo —pedía cada vez más excitada.

Apoyé mi rabo en la entrada de su culo y poco a poco fui empujando hasta que entró el glande. Ella reprimió un grito contra la almohada.

—Espera un poco, cielo. Parece que ahora está más grande que antes.

—Es que esto es muy morboso, mamá. Estoy como un burro.

Esperé hasta que su ano se relajó un poco. Dejé que ella llevase la iniciativa. Al cabo de unos segundos ella misma comenzó a empujar el culo contra mí para que la follase. Agarré sus caderas y a mi vez comencé a empujar poco a poco, dejando que el culo se fuese acostumbrando a mi rabo. Sus manos estaban crispadas agarrando la colcha.

Bajé una mano hasta su sexo y eso pareció excitarla un poco más y aliviar la sensación de dolor. De nuevo volvió a empujar para empalarse completamente con mi polla. Enseguida comencé a moverme a dentro y a fuera follándome ese maravilloso culo al tiempo que con la otra mano la masturbaba de nuevo. Aquel agujero estaba muy apretado y parecía querer tragarme.

Mi padre bombeaba cada vez con más ímpetu mientras Eva agradecía los esfuerzos con un continuo gemido de placer. Lo estaba disfrutando como si fuese el último polvo de su vida.

Yo, a la vista de los gemidos de mi madre, también incrementé el ritmo. Por su gesto se notaba que el dolor del principio había dado paso a un gran placer. Ahora era yo el que estaba a punto de correrme.

—Me voy a correr, mamá. Estoy a punto.

—Aguanta un poco, cielo. Por favor. A mí me falta poco y quiero que lo hagamos a la vez.

Con un gran esfuerzo logré aguantar hasta que me avisó de que se acercaba un nuevo orgasmo. Finalmente vi como sus manos se agarraban a la colcha y su cara se hundía en el almohada para ahogar un grito de placer. Se corría. No me contuve más y dejé que mi polla explotase dentro de aquel maravilloso culo.

Cuando acabé me dejé caer sobre la espalda de mi madre y la besé.

—Joder, mamá. Eso ha sido brutal.

—¿Te ha gustado, hijo?

—Gustar es poco —reconocí—. Podría engancharme a follarte el culo.

Ella se separó y se dio la vuelta para darme un pico.

—Podrás follarme el culo siempre que quieras, cariño. Es solo para ti. A tu padre no le gusta —dijo con pena.

—Pues no sabe lo que se pierde.

—Gracias, cielo. Me alegro de que te haya gustado.

—¿Y a ti? —le pregunté.

—Me encanta. La pena es que a tu padre no le guste. Así que tengo que aliviarme a solas o en ocasiones así. Pero a partir de ahora tendré quien me lo llene —me sonrió guiñándome un ojo.

Mientras tanto mi padre lograba arrancar un nuevo orgasmo de Eva al tiempo que se corría de nuevo. Ambos se quedaron quietos intentado recuperar el aliento, él tendido sobre la espalda de Eva.

Cuando recuperaron el aliento se unieron a nosotros en la cama. Eva se acercó a mi y mi padre abrazó a mi madre.

—¿Qué tal? —preguntó Eva.

—Genial —respondí—. ¿Y tú?

—De maravilla. Tu padre todavía puede dar mucha guerra —dijo haciendo que todos nos riésemos.

—A ver si os creíais que soy un viejo inservible —dijo él de buen humor—. Todavía soy capaz de dejar a una mujer contenta.

—Nadie lo discute, cielo —dijo mi madre dándole un pico—. Pero hay que aprovechar. Que todo se acaba.

—Pues que tarde en acabarse. Que esto es lo mejor de la vida —dijo él riendo.

—Creo que la semana que viene podemos organizar una comida en casa. ¿No te parece, Juan? —dijo mi madre guiñándole un ojo a mi padre.

—Ya lo sabéis, chavales. El sábado comida familiar. Ya podéis venir con fuerzas —añadió provocando las risas de todos.

– 2 –

Llegó el sábado y tanto Eva como yo estábamos excitados con la idea de la comida con mis padres. Compré una botella de vino para la comida y salimos a la hora del aperitivo. Mi padre estaba ya atareado con la parrilla en el jardín. Mi madre preparaba la mesa y con la ayuda de Eva acabaron en un momento. Mientras tanto yo preparé unos vermuts y algo de picar. Hacía buen tiempo, así que habíamos llevado los bañadores por si acaso.

Las mujeres no tardaron en entrar a cambiarse mientras mi padre y yo charlábamos de cómo había ido la semana. Al cabo de un rato entré yo a cambiarme también y después relevé a mi padre en la parrilla mientras él se cambiaba también. Llevábamos ya un buen rato mi padre y yo charlando animados después de cambiarnos y me extrañó que las mujeres no hubiesen salido todavía.

—Estarán hablando de sus cosas —dijo mi padre en un tono que me sonó a broma.

—¿De sus cosas? Tú sabes algo que no me cuentas —respondí mosqueado.

—Pregúntales cuando vengan —dijo antes de soltar una carcajada.

Al cabo de media hora llegaron las dos cogidas del brazo. Venían riendo felices. Estaban en topless y he de reconocer que mi hombría comenzó a despertar al ver a esos dos monumentos.

—Por fin aparecéis —exclamé de buen humor. Las dos se echaron a reír por toda respuesta.

Miré a mi padre y él parecía divertirse mucho.

—¿Qué pasa? —pregunté intrigado. De repente me di cuenta de lo qué sucedía.

—Seréis cabronas…. Ahora lo entiendo. Vosotras comenzasteis por el postre —adiviné al fin.

—¿Ves cómo nuestro hijo no es tan tonto? —se burló mi padre mirando a su mujer.

—Pero parece que le costó —dijo Eva acercándose para darme un pico.

—Y mientras los hombres trabajando. Ya os vale —les recriminé en broma.

—Anda, anda. No protestes —dijo mi madre siguiendo la chanza—. ¿Estás celoso?

—A ver… vosotras pasándolo bien y nosotros aquí a dos velas. Tú me dirás —protesté mientras mi padre me daba la razón.

—Ven aquí, anda. Que te compensaré —dijo mi madre haciéndome una seña con la mano.

Me acerqué esperando una broma cualquiera y me sorprendió echando mano a mi entrepierna.

—No pareces muy preocupado. La verdad. ¡Uy! Ahora parece que sí —dijo al sentir que mi miembro despertaba debido a sus caricias.

Apartó una de las sillas de la mesa y se sentó tirando de mi mano. Me colocó entre sus rodillas y me bajó el bañador. Ahora mi polla apuntaba ya al cielo. Sin perder ni un momento comenzó a pajearme sin dejar de mirarme a los ojos.

—¿Mejor así? —me preguntó sonriente.

—Muchísimo mejor —respondí—. Aunque estoy seguro que todavía se puede mejorar.

Sin molestarse en contestar acercó la boca al glande y le dio un beso en la punta. A continuación comenzó a envolverlo con sus labios para comenzar a chupar como una maestra.

—¡Eh! ¿Y yo qué? —protestó mi padre.

—Como sois los hombres de esta casa —contestó Eva entre risas mientras se arrodillaba ante él para hacerle también una mamada.

Mi madre se sacó mi polla de la boca y agarró sus tetas para comenzar a pajearme con ellas.

—¿Te gusta, cariño? —me guiñó un ojo.

—Me encanta. Eres la mejor —afirmé acariciando su rostro.

No tardó en volver a llevar mi polla a la boca y chupar como si le fuese la vida en ello. En un momento dado miró hacia Eva que se aplicaba en chupar la polla de mi padre.

—Cariño. ¿A la vez? —le preguntó. Eva asintió.

Las dos empezaron a chupar con ganas. No sé cómo lo hicieron, pero lograron que los dos nos corriésemos a la vez. Cuando acabamos de soltar la última gota, las dos se pusieron en pie y se acercaron la una a la otra para fundirse en un húmedo beso para compartir nuestras leches. Mi padre y yo las mirábamos embobados. Era el espectáculo más morboso que podíamos imaginar. Cuando se separaron tras un minuto de morreo abrieron la boca para demostrar que se lo habían tragado todo. Después se rieron como niñas traviesas.

—Papá. Yo estoy por pasar de la parrillada —admití asombrado.

—Ya te digo. Necesito un trago que me han dejado la boca seca —dijo él provocando las risas del grupo.

Eva se acercó y la rodeé con un brazo para darle un morreo. Su boca todavía tenía el sabor agrio del esperma, pero me dio igual. Mi madre buscó a mi padre para hacer lo mismo, como buscando su aprobación por el espectáculo que nos habían brindado.

Seguimos tomando el aperitivo mientras se acababa de hacer la carne, charlando como buenos amigos y familia que éramos. Media hora después la comida estaba lista y nos sentamos a la mesa. Comimos con apetito y tras el café nos quedamos charlando un rato.

Como quince minutos después mi madre dijo que tenía ganas de tumbarse a tomar un poco el sol y Eva se animó a acompañarla. Mi padre y yo decidimos recoger las cosas de la mesa para evitar las moscas. En un santiamén habíamos metido los platos en el lavavajillas y metido la basura en una bolsa.

Cuando llegamos de vuelta al jardín, las dos mujeres estaban tumbadas al sol. Se habían despojado de la braga del biquini y lucían orgullosas sus cuerpos totalmente desnudos. Mi padre me miró y guiñó un ojo con picardía. Lo entendí al instante. El se acercó a Eva y yo a mi madre por los pies de las hamacas. Nos arrodillamos ante ellas y abrimos las piernas que se dejaron hacer complacidas.

Pude ver que mi madre esbozaba una sonrisa cómplice. Tenía los ojos cerrados. En realidad le daba igual quién le iba a comer el coño. Lo importante era que se lo hiciesen bien. Se agarró las piernas por las rodillas dejando su sexo bien expuesto para mis atenciones. Se merecía un trabajo de primera después de la mamada que me había regalado. Recorrí despacio el exterior de sus labios. Sentí como arqueaba la espalda y emitía un ligero gemido. Le gustaba. Recorrí con la punta de la lengua el interior de sus muslos y los alrededores de su coño haciendo que desease que centrase mi atención en el interior. Intentaba mover su pelvis para lograr que mi lengua llegase a su coño. No la hice esperar más. Deslicé de nuevo la lengua a lo largo de los labios. Esta vez haciendo la fuerza justa para separarlos. Estaba ya totalmente lubricada. Podía sentir el olor a sexo y su deseo. Lubriqué un dedo con sus jugos y lo introduje despacio en su coño mientras con la boca comenzaba a jugar con su clítoris. Sus jadeos se hicieron más intensos. Por el rabillo del ojo pude ver que mi padre se empleaba con toda su maestría. Eva se retorcía de placer pero su cara me miraba embelesada. Disfrutaba del espectáculo de ver como yo le comía el coño a su suegra. No sé por qué, pero eso me excitó más. Ataqué el coño con un dedo más y los gemidos de mi madre aumentaron en intensidad.

No le di tregua. Lamí y chupé al tiempo que la follaba con mis dedos hasta que explotó en un escandaloso orgasmo. Eva no tardó en conseguir alcanzar el suyo. Apretaba la cabeza de mi padre contra su coño como si quisiese que no se separase nunca.

Mi madre se incorporó y me besó con pasión.

—Gracias, cielo. Eso estuvo fantástico. Ahora me gustaría que me rompieses el culo. Lo estoy deseando desde el sábado pasado —me dijo sonriendo.

—Tus deseos son órdenes, mamá.

Se giró rápidamente como una niña que se ha salido con la suya y puso el culo en pompa, abriendo sus nalgas para darme paso libre.Acerqué la cabeza y lamí la raja desde arriba a abajo. Cuando pasé por el ano su cuerpo se estremeció anticipando la penetración. Metí un dedo y entró sin problemas, como si lo hubiese estado preparando para lo que venía a continuación. Acerqué el glande a la entrada y ella misma empujó un poco hacia atrás hasta conseguir que entrase la cabeza. Se detuvo un segundo dejando que su culo se acostumbrase al intruso. Me agarré con firmeza a sus rotundas caderas y empujé un poco hasta meter otro par de centímetros. Su boca dejó escapar un pequeño grito de sorpresa. Por un momento creí que la había lastimado, así que paré. Pero enseguida ella comenzó a empujar de nuevo, sin prisa pero sin pausa, hasta que mis huevos golpearon sus nalgas.

Eva se había puesto también a cuatro patas para que mi padre, poco amigo del anal se la metiese por el coño. ambos lo estaban disfrutando al máximo a tenor de los jadeos que emitían. Yo me concentré en mi pareja y comencé a bombear dentro y fuera haciendo que mi madre suspirase cada vez con más fuerza. Creo que sus jadeos llegaban a oírse fuera de la finca, pero como nadie podía vernos, nos daba igual.

Me follé aquel maravilloso culo con ganas durante unos minutos, no sé cuantos, hasta que sentí que mi madre alcanzaba a correrse de nuevo. Sus manos estaban aferradas como garfios al respaldo de la hamaca y se retorcía presa de un frenesí salvaje cuando llegó la descarga. Yo no tardé en seguirla logrando que su orgasmo se prolongase hasta que acabé en su interior con un ronco rugido.

Eva y mi padre no tardaron en acabar a su vez. Pero Eva prefirió que mi padre acabase en su boca. Cuando Juan estuvo a punto de correrse ella se dio la vuelta para llevarse la polla a la boca. Sin llegar a metérsela, la meneó hasta que los chorros comenzaron a brotar. El primero acertó en medio de su frente y fue cayendo por su nariz hasta quedar colgando en la punta. Las siguientes descargas logró dirigirlas a su boca hasta que no salió nada más. Entonces la metió toda en la boca y la chupó hasta dejarla reluciente. Después se llevó un par de dedos a la nariz para recoger lo que había quedado allí y se los chupó con delectación.

Me senté en el borde de la hamaca que ocupaba mi madre y mi padre hizo lo propio en la de Eva. Ellas se sentaron a nuestro lado y nos quedamos así un rato recuperando el aliento. Mi padre soltó un bufido de puro agotamiento que nos hizo reír a todos.

Al cabo de un rato mi padre se levantó para preparar unas bebidas para todos. Seguimos charlando desnudos los cuatro de cosas intrascendentes.

Una hora después mi madre planteó una idea que decía le rondaba por la cabeza hacía tiempo.

—Eva, ¿Alguna vez te han follado dos hombres al mismo tiempo?

—Pues no, la verdad —reconoció mi mujer.

—Debe ser la leche —pareció imaginar mi madre.

—¿Te gustaría? —preguntó mi padre.

—¿A quién? —quiso saber Eva.

—A las dos, ya puestos…

—A mí me encantaría —afirmó mi madre entusiasmada—. ¿Tú qué dices, Eva?

—No sé. No niego que tengo curiosidad —afirmó sonriente—. Lo que no sé es si podré con dos pollas a la vez.

—¿Qué decís, chicos? ¿Os animáis? —preguntó mi madre juguetona.

La sola imagen mental que se formó en mi cabeza me la puso de nuevo dura como una piedra.

—Yo encantado —admití—. Viejo. ¿Tú qué dices?

—¿Viejo yo? Vas a ver tú —contestó él tumbándose en la hamaca—. Venga. Que pase la primera.

Eva cedió el honor de ser la primera a su suegra que se colocó sobre mi padre abriendo las piernas para recibir su polla. Se dejó caer sobre ella despacio mientras soltaba un gemido de placer.

—Mmmm. Todavía tengo el culo sensible, hijo. Así que hazlo con calma.

—De acuerdo —dije colocándome tras ella.

En cuanto mi polla comenzó a penetrar su culo, mi madre abrió los ojos como platos.

—Joder —exclamó—. Esto es increíble. Creo que me voy a correr sin que se muevan.

Una vez que estuvimos colocados, mi madre comenzó a moverse para follarse mientras yo acompasaba mis movimientos para follar su culo sin salirme. Era una sensación extraña, pero sumamente placentera. Eva aprovechó para colocarse sobre la cabeza de mi padre y obligarlo a comerle el coño.

Apenas un par de minutos después mi madre lograba correrse de nuevo. Yo después de la comida de polla y de la follada al culo de mi madre todavía podía aguantar un buen rato, y por lo visto mi padre también. Mi madre quedó desmadejada sobre el pecho de mi padre.

—Uff. No puedo más. Que cosa más salvaje. Eva, hija. Ven aquí verás que maravilla.

Eva corrió a ocupar el lugar de mi madre en cuanto ella dejó el sitio libre. Se dejó caer sobre la polla de mi padre encantada y me miró.

—Despacio, cariño. Que mi culo aún está cerrado.

—No te preocupes, cielo. Lo haré con cariño —contesté mientras metía un dedo para comenzar a abrirlo.

El dedo no tardó en abrir el culo de Eva lo suficiente como para dejar paso al segundo y enseguida pude empujar la cabeza de mi rabo en su interior.

Al igual que mi madre, Eva también abrió los ojos desmesuradamente por la sorpresa.

—Joder. Es verdad. Nunca había sentido nada parecido —admitió entre jadeos.

De nuevo comenzamos a follarla y mi madre se acercó al trío para jugar con las tetas de Eva mientras la besaba con intensidad.

Al igual que mi madre, no tardó en llegar al orgasmo. Por los gemidos y las contracciones de su cuerpo, era el más salvaje que había sentido nunca. Esta vez tanto mi padre como yo estábamos cerca de terminar. Y las chicas se sentaron una al lado de la otra para recibir las descargas en la boca. Por azar, cada mujer se sentó ante su pareja y nos ayudaron con la mano a terminar. Casi a la vez comenzamos a descargar. Las dos parecían felices recibiendo nuestra leche en la cara y en la boca. Aunque esta vez quedaba menos leche en nuestros huevos, entre los dos logramos una buena descarga que ambas compartieron besándose de nuevo. Después nos deleitaron con una nueva mamada hasta que nuestras pollas quedaron impolutas.

Los cuatro estábamos rendidos. Nos dejamos caer en el suelo, felices y satisfechos. Yo estaba deseando ya una nueva comida familiar.