Asuntos familiares 2
Segunda parte de este relato en que se mezclan el incesto y el intercambio de parejas
Llegó el sábado y tanto Eva como yo estábamos excitados con la idea de la comida con mis padres. Compré una botella de vino para la comida y salimos a la hora del aperitivo. Mi padre estaba ya atareado con la parrilla en el jardín. Mi madre preparaba la mesa y con la ayuda de Eva acabaron en un momento. Mientras tanto yo preparé unos vermuts y algo de picar. Hacía buen tiempo, así que habíamos llevado los bañadores por si acaso.
Las mujeres no tardaron en entrar a cambiarse mientras mi padre y yo charlábamos de cómo había ido la semana. Al cabo de un rato entré yo a cambiarme también y después relevé a mi padre en la parrilla mientras él se cambiaba también. Llevábamos ya un buen rato mi padre y yo charlando animados después de cambiarnos y me extrañó que las mujeres no hubiesen salido todavía.
—Estarán hablando de sus cosas —dijo mi padre en un tono que me sonó a broma.
—¿De sus cosas? Tú sabes algo que no me cuentas —respondí mosqueado.
—Pregúntales cuando vengan —dijo antes de soltar una carcajada.
Al cabo de media hora llegaron las dos cogidas del brazo. Venían riendo felices. Estaban en topless y he de reconocer que mi hombría comenzó a despertar al ver a esos dos monumentos.
—Por fin aparecéis —exclamé de buen humor. Las dos se echaron a reír por toda respuesta.
Miré a mi padre y él parecía divertirse mucho.
—¿Qué pasa? —pregunté intrigado. De repente me di cuenta de lo qué sucedía.
—Seréis cabronas…. Ahora lo entiendo. Vosotras comenzasteis por el postre —adiviné al fin.
—¿Ves cómo nuestro hijo no es tan tonto? —se burló mi padre mirando a su mujer.
—Pero parece que le costó —dijo Eva acercándose para darme un pico.
—Y mientras los hombres trabajando. Ya os vale —les recriminé en broma.
—Anda, anda. No protestes —dijo mi madre siguiendo la chanza—. ¿Estás celoso?
—A ver… vosotras pasándolo bien y nosotros aquí a dos velas. Tú me dirás —protesté mientras mi padre me daba la razón.
—Ven aquí, anda. Que te compensaré —dijo mi madre haciéndome una seña con la mano.
Me acerqué esperando una broma cualquiera y me sorprendió echando mano a mi entrepierna.
—No pareces muy preocupado. La verdad. ¡Uy! Ahora parece que sí —dijo al sentir que mi miembro despertaba debido a sus caricias.
Apartó una de las sillas de la mesa y se sentó tirando de mi mano. Me colocó entre sus rodillas y me bajó el bañador. Ahora mi polla apuntaba ya al cielo. Sin perder ni un momento comenzó a pajearme sin dejar de mirarme a los ojos.
—¿Mejor así? —me preguntó sonriente.
—Muchísimo mejor —respondí—. Aunque estoy seguro que todavía se puede mejorar.
Sin molestarse en contestar acercó la boca al glande y le dio un beso en la punta. A continuación comenzó a envolverlo con sus labios para comenzar a chupar como una maestra.
—¡Eh! ¿Y yo qué? —protestó mi padre.
—Como sois los hombres de esta casa —contestó Eva entre risas mientras se arrodillaba ante él para hacerle también una mamada.
Mi madre se sacó mi polla de la boca y agarró sus tetas para comenzar a pajearme con ellas.
—¿Te gusta, cariño? —me guiñó un ojo.
—Me encanta. Eres la mejor —afirmé acariciando su rostro.
No tardó en volver a llevar mi polla a la boca y chupar como si le fuese la vida en ello. En un momento dado miró hacia Eva que se aplicaba en chupar la polla de mi padre.
—Cariño. ¿A la vez? —le preguntó. Eva asintió.
Las dos empezaron a chupar con ganas. No sé cómo lo hicieron, pero lograron que los dos nos corriésemos a la vez. Cuando acabamos de soltar la última gota, las dos se pusieron en pie y se acercaron la una a la otra para fundirse en un húmedo beso para compartir nuestras leches. Mi padre y yo las mirábamos embobados. Era el espectáculo más morboso que podíamos imaginar. Cuando se separaron tras un minuto de morreo abrieron la boca para demostrar que se lo habían tragado todo. Después se rieron como niñas traviesas.
—Papá. Yo estoy por pasar de la parrillada —admití asombrado.
—Ya te digo. Necesito un trago, que me han dejado la boca seca —dijo él provocando las risas del grupo.
Eva se acercó y la rodeé con un brazo para darle un morreo. Su boca todavía tenía el sabor agrio del esperma, pero me dio igual. Mi madre buscó a mi padre para hacer lo mismo, como buscando su aprobación por el espectáculo que nos habían brindado.
Seguimos tomando el aperitivo mientras se acababa de hacer la carne, charlando como buenos amigos y familia que éramos. Media hora después la comida estaba lista y nos sentamos a la mesa. Comimos con apetito y tras el café nos quedamos charlando un rato.
Como quince minutos después mi madre dijo que tenía ganas de tumbarse a tomar un poco el sol y Eva se animó a acompañarla. Mi padre y yo decidimos recoger las cosas de la mesa para evitar las moscas. En un santiamén habíamos metido los platos en el lavavajillas y metido la basura en una bolsa.
Cuando llegamos de vuelta al jardín, las dos mujeres estaban tumbadas al sol. Se habían despojado de la braga del biquini y lucían orgullosas sus cuerpos totalmente desnudos. Mi padre me miró y guiñó un ojo con picardía. Lo entendí al instante. El se acercó a Eva y yo a mi madre por los pies de las hamacas. Nos arrodillamos ante ellas y abrimos las piernas que se dejaron hacer complacidas.
Pude ver que mi madre esbozaba una sonrisa cómplice. Tenía los ojos cerrados. En realidad le daba igual quién le iba a comer el coño. Lo importante era que se lo hiciesen bien. Se agarró las piernas por las rodillas dejando su sexo bien expuesto para mis atenciones. Se merecía un trabajo de primera después de la mamada que me había regalado. Recorrí despacio el exterior de sus labios. Sentí como arqueaba la espalda y emitía un ligero gemido. Le gustaba. Recorrí con la punta de la lengua el interior de sus muslos y los alrededores de su coño haciendo que desease que centrase mi atención en el interior. Intentaba mover su pelvis para lograr que mi lengua llegase a su coño. No la hice esperar más. Deslicé de nuevo la lengua a lo largo de los labios. Esta vez haciendo la fuerza justa para separarlos. Estaba ya totalmente lubricada. Podía sentir el olor a sexo y su deseo. Lubriqué un dedo con sus jugos y lo introduje despacio en su coño mientras con la boca comenzaba a jugar con su clítoris. Sus jadeos se hicieron más intensos. Por el rabillo del ojo pude ver que mi padre se empleaba con toda su maestría. Eva se retorcía de placer pero su cara me miraba embelesada. Disfrutaba del espectáculo de ver como yo le comía el coño a su suegra. No sé por qué, pero eso me excitó más. Ataqué el coño con un dedo más y los gemidos de mi madre aumentaron en intensidad.
No le di tregua. Lamí y chupé al tiempo que la follaba con mis dedos hasta que explotó en un escandaloso orgasmo. Eva no tardó en conseguir alcanzar el suyo. Apretaba la cabeza de mi padre contra su coño como si quisiese que no se separase nunca.
Mi madre se incorporó y me besó con pasión.
—Gracias, cielo. Eso estuvo fantástico. Ahora me gustaría que me rompieses el culo. Lo estoy deseando desde el sábado pasado —me dijo sonriendo.
—Tus deseos son órdenes, mamá.
Se giró rápidamente como una niña que se ha salido con la suya y puso el culo en pompa, abriendo sus nalgas para darme paso libre. Acerqué la boca y lamí la raja desde arriba a abajo. Cuando pasé por el ano su cuerpo se estremeció anticipando la penetración. Metí un dedo y entró sin problemas, como si lo hubiese estado preparando para lo que venía a continuación. Acerqué el glande a la entrada y ella misma empujó un poco hacia atrás hasta conseguir que entrase la cabeza. Se detuvo un segundo dejando que su culo se acostumbrase al intruso. Me agarré con firmeza a sus rotundas caderas y empujé un poco hasta meter otro par de centímetros. Su boca dejó escapar un pequeño grito de sorpresa. Por un momento creí que la había lastimado, así que paré. Pero enseguida ella comenzó a empujar de nuevo, sin prisa pero sin pausa, hasta que mis huevos golpearon sus nalgas.
Eva se había puesto también a cuatro patas para que mi padre, poco amigo del anal se la metiese por el coño. ambos lo estaban disfrutando al máximo a tenor de los jadeos que emitían. Yo me concentré en mi pareja y comencé a bombear dentro y fuera haciendo que mi madre suspirase cada vez con más fuerza. Creo que sus jadeos llegaban a oírse fuera de la finca, pero como nadie podía vernos, nos daba igual.
Me follé aquel maravilloso culo con ganas durante unos minutos, no sé cuantos, hasta que sentí que mi madre alcanzaba a correrse de nuevo. Sus manos estaban aferradas como garfios al respaldo de la hamaca y se retorcía presa de un frenesí salvaje cuando llegó la descarga. Yo no tardé en seguirla logrando que su orgasmo se prolongase hasta que acabé en su interior con un ronco rugido.
Eva y mi padre no tardaron en acabar a su vez. Pero Eva prefirió que mi padre acabase en su boca. Cuando Juan estuvo a punto de correrse ella se dio la vuelta para llevarse la polla a la boca. Sin llegar a metérsela, la meneó hasta que los chorros comenzaron a brotar. El primero acertó en medio de su frente y fue cayendo por su nariz hasta quedar colgando en la punta. Las siguientes descargas logró dirigirlas a su boca hasta que no salió nada más. Entonces la metió toda en la boca y la chupó hasta dejarla reluciente. Después se llevó un par de dedos a la nariz para recoger lo que había quedado allí y se los chupó con delectación.
Me senté en el borde de la hamaca que ocupaba mi madre y mi padre hizo lo propio en la de Eva. Ellas se sentaron a nuestro lado y nos quedamos así un rato recuperando el aliento. Mi padre soltó un bufido de puro agotamiento que nos hizo reír a todos.
Al cabo de un rato mi padre se levantó para preparar unas bebidas para todos. Seguimos charlando desnudos los cuatro de cosas intrascendentes.
Una hora después mi madre planteó una idea que decía le rondaba por la cabeza hacía tiempo.
—Eva, ¿Alguna vez te han follado dos hombres al mismo tiempo?
—Pues no, la verdad —reconoció mi mujer.
—Debe ser la leche —pareció imaginar mi madre.
—¿Te gustaría? —preguntó mi padre.
—¿A quién? —quiso saber Eva.
—A las dos, ya puestos…
—A mí me encantaría —afirmó mi madre entusiasmada—. ¿Tú qué dices, Eva?
—No sé. No niego que tengo curiosidad —afirmó sonriente—. Lo que no sé es si podré con dos pollas a la vez.
—¿Qué decís, chicos? ¿Os animáis? —preguntó mi madre juguetona.
La sola imagen mental que se formó en mi cabeza me la puso de nuevo dura como una piedra.
—Yo encantado —admití—. Viejo. ¿Tú qué dices?
—¿Viejo yo? Vas a ver tú —contestó él tumbándose en la hamaca—. Venga. Que pase la primera.
Eva cedió el honor de ser la primera a su suegra que se colocó sobre mi padre abriendo las piernas para recibir su polla. Se dejó caer sobre ella despacio mientras soltaba un gemido de placer.
—Mmmm. Todavía tengo el culo sensible, hijo. Así que hazlo con calma.
—De acuerdo —dije colocándome tras ella.
En cuanto mi polla comenzó a penetrar su culo, mi madre abrió los ojos como platos.
—Joder —exclamó—. Esto es increíble. Creo que me voy a correr sin que se muevan.
Una vez que estuvimos colocados, mi madre comenzó a moverse para follarse con la tranca de su marido mientras yo acompasaba mis movimientos para follar su culo sin salirme. Era una sensación extraña, pero sumamente placentera. Eva aprovechó para colocarse sobre la cabeza de mi padre y obligarlo a comerle el coño.
Apenas un par de minutos después mi madre lograba correrse de nuevo. Yo después de la comida de polla y de la follada al culo de mi madre todavía podía aguantar un buen rato, y por lo visto mi padre también. Mi madre quedó desmadejada sobre el pecho de mi padre.
—Uff. No puedo más. Que cosa más salvaje. Eva, hija. Ven aquí, verás que maravilla.
Eva corrió a ocupar el lugar de mi madre en cuanto ella dejó el sitio libre. Se dejó caer sobre la polla de mi padre encantada y me miró.
—Despacio, cariño. Que mi culo aún está cerrado.
—No te preocupes, cielo. Lo haré con cariño —contesté mientras metía un dedo para comenzar a abrirlo.
El dedo no tardó en abrir el culo de Eva lo suficiente como para dejar paso al segundo y enseguida pude empujar la cabeza de mi rabo en su interior.
Al igual que mi madre, Eva también abrió los ojos desmesuradamente por la sorpresa.
—Joder. Es verdad. Nunca había sentido nada parecido —admitió entre jadeos.
De nuevo comenzamos a follarla y mi madre se acercó al trío para jugar con las tetas de Eva mientras la besaba con intensidad.
Al igual que mi madre, no tardó en llegar al orgasmo. Por los gemidos y las contracciones de su cuerpo, era el más salvaje que había sentido nunca. Esta vez tanto mi padre como yo estábamos cerca de terminar. Y las chicas se sentaron una al lado de la otra para recibir las descargas en la boca. Por azar, cada mujer se sentó ante su pareja y nos ayudaron con la mano a terminar. Casi a la vez comenzamos a descargar. Las dos parecían felices recibiendo nuestra leche en la cara y en la boca. Aunque esta vez quedaba menos leche en nuestros huevos, entre los dos logramos una buena descarga que ambas compartieron besándose de nuevo. Después nos deleitaron con una nueva mamada hasta que nuestras pollas quedaron impolutas.
Los cuatro estábamos rendidos. Nos dejamos caer en el suelo, felices y satisfechos. Yo estaba deseando ya una nueva comida familiar.