Asuntos de un corazón malvado (fragmento)

Traducción del correspondiente fragmento ofrecido libremente en la web de PF. Sobre el aprendizaje de Lana

Asuntos de un corazón malvado (fragmento)


Título original: Affairs Of A Wicked Heart

Autora: Lizbeth Dusseau

Traducido por GGG, diciembre de 2001

Diva se convirtió en el Ama de Lana por defecto....

Y Lana aprendió rápidamente. Cambiando su espacio mental en el momento que se adentró en el territorio de Diva, estuvo lista para caer de rodillas en cuanto se lo dijeran y obedecer cualquier orden.

No fue enjaulada para empezar, salvo la primera noche. Diva la llevó al escenario central del calabozo, le arrancó la ropa, le puso los grilletes y la hizo arrastrarse a la jaula. Estuvo encerrada dentro durante horas, elevada a lo alto del calabozo e ignorada. El incidente estaba pensado para impresionarla, para hacerla volver a la realidad desde la fantasía y probar la sinceridad de la novicia. Lana apenas se resistió. Las barras de la jaula de pájaro le resultaban cómodas, casi tranquilizadoras - como si hubiera encontrado un hogar. Al mismo tiempo, su cuerpo físico estaba alborotado, como un manantial de deseo inexpresado saliendo rápidamente a la superficie. Una vez liberada y llevada a casa, la mente de Lana empezó a poblarse de imágenes. La presa que retenía necesidades incontestadas había reventado de repente.

Después de esa noche, cada varios días, Lana volvía para entrenarse más a fondo, normalmente bajo algún macho dominante agradecido que le enseñaría como iba a ser usado su cuerpo. Su Ama estaba más preocupada por el carácter general de sus experiencias que por los detalles concretos de las escenas. Era cuidadosa, especialmente al principio, en elegir hombres que respetaran la ingenuidad de la sumisa y la llevaran lentamente a los sueños que estaban a punto de ser desvelados.

Su primer Amo, Aaron, la puso en la cruz de San Andrés y la azotó sensualmente, transformando su cuerpo en un lánguido charco de deseo. Se estremecía de arriba abajo, y solo con un toque de su mano desnuda en los genitales de ella empezó a correrse, salvajemente, son su largo pelo rubio ceniza oscilando atrás y adelante, su boca gritando de placer extasiado, y su cuerpo agitándose vigorosamente hasta que pasó toda la corrida. Una vez suelta se arrastró ágilmente y se inclinó a los pies de Diva como si fuera un acto natural. Ciertamente era la devota esclava de su Ama.

Los amos que siguieron fueron cada uno una prueba. En pequeñas dosis, llegó a acostumbrarse a las exigencias que se hacían sobre ella y sus propios sentimientos para conseguir esta marca de lujuria.

La noche en que fue atada a un banco de azotamiento fue la primera sesión verdaderamente dura de su entrenamiento. Después de casi un mes de escenas más suaves podía sentir sus entrañas anhelando más - y viendo el amo que Diva había escogido para ella sabía que sus límites serían puestos a prueba.

La escena empezó rápidamente mientras sus miembros eran estirados e inmovilizados como si fuera a ser arrastrada y descuartizada. 'Critical' otro de los extraños, pero apropiadamente elegidos amos, la tomó en tres rigurosas horas de ensanchamiento anal. Uno tras otro alimentó su culo abierto con consoladores cada uno un poco mayor que el anterior. Empezó con una fina sonda de dedo que apenas sintió, y lentamente incrementó el tamaño de los vástagos hasta que pareció que intentaba forzarla con el puño. Estaba a punto de tomar algo de ese tamaño cundo Critical se apartó. El miedo había empezado a envolver su mente y hacía que se cuerpo rehusase relajarse. Sus jugos naturales se secaron; y aún deteniéndose por un tiempo para dejar que su cuerpo se enfriara, los susurros dominantes de Critical en sus oídos no conseguían excitar de nuevo su cuerpo hasta la cooperación. Dejó el calabozo demacrada y deprimida, corriendo en la noche lluviosa sin decir adiós a su Ama, preocupada por si había perdido el rumbo, la fantasía, la diversión, el cosquilleo que la hacía amar sus sesiones bajo las órdenes de Diva.

Diva la ordenó volver al calabozo la noche siguiente.

"¡Jamás te vayas de aquí sin verme, cerda!" rugió su Ama como un león herido. "Soy dueña de cada segundo que pases en este sitio. No me faltes al respeto."

"No lo hago, señora," imploró de rodillas mirando a los ojos de la mujer. "Me dolía tanto."

"¡Te dolía tanto! Me hieres, putita, cortando conmigo sin permiso."

"Pero yo..."

Diva se encabritó y la abofeteó en la cara, emanando rabia por todo su cuerpo. Lana se hundió temerosa y llorosa.

"¡Alto!," rugió de nuevo el Ama, "¡y vamos al banco de azotamiento!"

Era la primera vez que era castigada merecidamente. Y para ser la primera, fue terrorífica. Dolía como nunca había sentido, la hizo gritar, y dar vueltas y retorcerse dentro de las prietas cuerdas que Diva utilizó para anclarla al banco, la convirtió en un cuerpo en llamas. La castigó con un látigo de piel de vaca, una banda de afilar navajas y finalmente la castigó con la palmeta, doce veces con golpes que casi le hacían sangrar el culo. Una vez terminado, el Ama empapó su abrasado trasero con vinagre para hacer que las quemaduras la aguijonearan desde el culo hasta los muslos. Luego le colocó un consolador ancho sondeando su culo, asegurado con un improvisado vestido de cuerdas alrededor de sus partes y le hizo llevárselo a casa.

"Lo siento, señora," suplicaba Lana con las lágrimas brotando de sus ojos mientras miraba a la cara severa de su Ama.

Diva apenas se ablandó, aunque le pasó una mano por el pelo suavemente y le ofreció una débil sonrisa. "Debes seguir. Aprenderás, aprenderás."

No se habló más sobre el castigo; o bien Diva había olvidado el incidente o simplemente lo había dejado reposar con esa escena. Incluso cuando Lana le devolvió el consolador lavado a su Ama, la mujer lo apartó a un lado como si hubiera olvidado por qué su sumisa lo tenía.

Los siguientes momentos más duros vinieron con el sado de suspensión, una de las torturas favoritas de Diva, y una en la que, a pesar de las protestas de Lana, insistía Diva.

La idea de colgar por los tobillos - o las muñecas - traía a la mente de Lana imágenes de las cámaras de tortura medievales, que siempre fueron un poco más fértiles que las de sus Amos y Amas. Se podía ver a sí misma gritando, con sus brazos - o piernas - estirados hasta grados imposibles. Su temor se redobló cuando supo quién la conduciría en ese viaje a lo macabro.

De vuelta para la represalia, Critical trajo un experto en una modalidad que muchos otros amos consideraban demasiado peligrosa, o demasiado complicada para ocuparse de ella. Pero Critical asumió su elección como una venganza, quizás la venganza estaba en su mente. Esta pequeña sumisa advenediza se había escapado de su escena anterior demasiado pronto con mucho. Había deseado tenerla de nuevo desde aquella noche, hacía dos semanas. Diva sabía que su pupila tendría que afrontar de nuevo al hombre... era realmente bastante inofensivo en opinión de Diva, solo intensa y legítimamente exigente en las tareas que realizaba con una sumisa. Lana descubrió más tarde que era Critical a quien Diva tenía en mente para su entrenamiento a largo plazo, un hecho que seguramente la habría hecho huir de la escena prontamente. Le tenía miedo, a la vez que le seducía por la facilidad con que se movía por la vida. Era indiscutiblemente el Dominante consumado, el epítome del Amo, con aptitudes naturales para el mando. No necesitaba probar ni entrenarse para el papel. De hecho, no era en absoluto un papel, ni un juego; ser el amo emanaba de su carácter. Un hombre acaudalado, de amplia e impresionante corpulencia, cabeza con pelo saludable y ojos que brillaban tanto de crueldad como de compasión, Critical era adorado por algunos, respetado por la mayoría, pero evitado por los de disposición débil o proclives a vacilar con respecto a sus inclinaciones sexuales.

Esa noche llevaba su kimono. La seda negra colgaba pesadamente, como una ola en un mar resuelto, rodeando sus tobillos sin descanso. Se abría por encima de la cintura, dejando al descubierto su pecho impresionante. El símbolo japonés del 'espíritu' bordado en la parte alta del cuello con hilo marfil. Para Lana, parecía como las horas antes del amanecer cuando el cielo muestra un negro fundido.

Critical era un hombre directo y echado para delante, pero a menudo era el espectáculo del calabozo, preparando su actuación en las escenas como un pintor aplicando los golpes de pincel a una pintura al óleo. Dada su elección del atuendo, solo parecía apropiado que Lana fuera atada en un intrincado vestido de cuerdas japonés. La malla de nudos y cáñamo empezó en el cuello y siguió por las caderas y las ingles, situándola en la mentalidad de retención mucho antes de que empezara la espantosa suspensión. Estaba casi inundada en lágrimas desde el minuto en que Critical le puso la mano encima, mientras, a la vez, temblaba de anticipación sexual nerviosa, con la entrepierna a punto de explotar.

Terminado el vestido de cuerda, sus grandes y orgullosos pechos estaban atados con firmeza, haciendo que la carne sobresaliera de forma poco elegante para un recuerdo visual. Los pezones de Lana parecían como minúsculas dagas resaltando de los centros de sus globos atados. A cada movimiento, la tensión del cáñamo contra la piel provocaba ardientes, agradables disparos de energía que atacaban sus ingles. Pero a pesar del placer que obtenía de sus ataduras, su ojos suplicaban piedad.

"Lo estás haciendo muy bien," le regañó en un susurro. Se había reunido mucha gente a observar, y a Critical no le gustaba que una sumisa estuviera a punto de gritar antes de que empezase la tortura real. "No me hagas castigarte antes de que empecemos," le susurró. Notó el propósito en su aliento caliente, en la forma en que le acarició el cuello y la mejilla y la oreja.

"Sí, señor," replicó débilmente, tomándose un momento para mirarle a los ojos. Se calentó con su calor. El reflejo de las velas parpadeaba en los oscuros iris. Y su pesado cuerpo exudaba tal poder que se sintió conectada a la tierra a su través. Menos nerviosa permitió que la condujeran al centro de la mazmorra donde colgaba ominosamente el aparato de suspensión.

"De rodillas," ordenó él.

Se inclinó rápidamente, y sintió la sensación de estremecimiento a través de la parte alta de su cabeza, donde la mano de él le recogía amablemente el pelo.

"Ahora de espaldas, totalmente," le siguió instruyendo.

Abriéndose delante de él, delante de su Ama que la observaba y de la multitud de curiosos que se había formado, se reclinó como se le había ordenado, exponiéndose - una mujer de carne y cuerda - preparada y ansiosa. Las lágrimas de Lana cesaron.

Levantando cada uno de sus pies por turno, Critical enganchó robustos grilletes de piel alrededor de sus tobillos, suficientes para soportar el peso de su cuerpo para esta primera experiencia.

Lana se estremeció, volviendo el nerviosismo mientras los cables de acero enganchados a los grilletes de sus tobillos tiraban de sus pies y piernas hacia el aire - cada vez más alto, muy por encima de su cabeza. Poco a poco su cuerpo se levantaba sobre el suelo de piedra, hasta que quedó colgando del techo, con la cabeza a más de un pie (30 cm) del suelo, su entrepierna en posición para la tortura, con las piernas separadas ampliamente por los grilletes. Añadiendo más a su temor y a sus ataduras severas, Critical esposó sus muñecas y estiró los brazos tanto como estaban las piernas, y los ató separadamente a anillas del suelo. Su cuerpo aún podía moverse considerablemente, pero las manos estaban forzadas fuera de su camino. Su vulnerabilidad no podía haber sido más completa.

Para sorpresa de Lana, la suspensión era menos penosa de lo que imaginaba. Durante un tiempo flotó libremente en el aire. Su cabeza se llenó de sangre y se sintió borracha. La tortura empezó minutos más tarde cuando el presentador, Critical, empezó a flagelarla siguiendo un esquema artístico, rodeando su cuerpo golpe tras golpe del cuero contra sus formas ondulantes. Consiguió un ritmo sensual mientras las trallas acariciaban su carne. Se sintió desmayar de placer, pero entonces, sin aviso previo, Critical empezó a golpearla entre las piernas con toda la fuerza de su látigo. Chillo y se agitó, luego se calmó mientras él volvía a un ritmo más amable.

Bajando el látigo, Critical empezó la tortura, pellizcando los labios de su vagina con pinzas, apretando la carne hasta que media docena de minúsculos ríos de dolor se arremolinaron a partir de los puntos donde las pinzas pellizcaban. Le aligeró lentamente el momento, dándole tiempo para absorber la impresión de cada pinza, hasta que no pudo admitir más sin pérdida de concentración y ahogándose en el dolor. Oscilaba en el borde crítico entre el éxtasis y la agonía, temerosa a cada segundo de perder la sensación de placer.

Después de ir un rato a la deriva, la paz se extendió a su alrededor como un manto, nada podía hacer Critical, nada para retirarlo - al menos hasta que la conmocionó con el látigo de una cola, mientras sus menudos desgarros golpeaban peligrosamente cerca de las pinzas. ¿Trataba de hacerlas saltar? Los nervios de su cuerpo se pusieron a tope; sabía que quería más y más. Por primera vez, desde que practicaba los extremos de la excitación sexual, se corrió. Mientras la cola única chasqueaba ligeramente contra su carne, contra sus pechos atados y su espalda estirada y sus muslos temblorosos, sus entrañas comenzaron una oportuna revuelta. El clímax desgarrador era desesperante. Su cuerpo se revolvía en el sitio, la cuerda cortaba su piel y el mordisco de las pinzas crecía cada vez más cruel a cada segundo que pasaba, pero nada podía detener la alegría apremiante que palpitaba en su vientre. Critical le agitó el coño con la mano durante un tiempo, luego retiró las pinzas, impulsando su cuerpo a mayores alturas.

Pasado el frenesí, la bajó mientras la multitud empezaba a irse a otras partes y los dejaron solos con Diva.

"Eres de las naturales," oyó decir a la voz de Diva con un suspiro de deseo.

La extenuación la debilitaba.

Critical estaba de pie, sobre ella, con el borde de su kimono rozando los bordes de su piel, ligeramente. Miró hacia arriba a las caras de su Ama y su Amo, luego sin que nadie se lo dijera de puso de rodillas y se inclinó a sus pies.