Asuntos de Familia
Mis inicios al sexo oral, con el novio de mi hermana.
Asuntos de Familia
A partir de mis primeros orgasmos y masturbaciones, comencé a interesarme mucho en el sexo. Deseaba aprender y conocer todo lo concerniente a las relaciones entre hombres y mujeres. Constantemente, andaba mirando a mi hermana, cuando estaba a solas con sus novios.
Acostumbraba a espiar a mi hermana atracando con sus pololos, desde un altillo que había en mi casa y que daba directamente al living donde ella generalmente atendía a sus pololos. Me escondía en ese lugar y la observaba durante largo tiempo. La mayoría de las veces no pasaban más allá de unos calentones agarrones, besuqueos y caricias, lo cual me dejaba muy frustrada y molesta. Pero con otros se toqueteaba más osadamente, que era lo que a mí me gustaba ver.
Fue así como pude enterarme de muchas cosas respecto a las relaciones intimas de las parejas. Entre otras cosas pude apreciar por primera vez un pene masculino en estado de erección, ya que en algunas ocasiones, vi a mi hermana tocando y masturbando a sus pololitos de turno.
Pero él que fue verdaderamente inolvidable fue Mario, un pololo de mi hermana que era realmente estupendo. Era el mejor de todos los pololos que hasta entonces ella había tenido, él era bastante mayor que ella pues tenia como 20 años y mi hermana 17.
Desde el primer día en que mi hermana lo trajo a la casa, yo me enamore perdidamente de él, lo encontraba el tipo más atractivo del mundo. Además de ser estupendo, él siempre tenia una sonrisa para mí, o se tomaba el tiempo para cruzar algunas palabras conmigo.
Realmente él me volvía loca. Casi desde el primer día, en que él aparecio, yo no perdí oportunidad de mirarlo mientras estaba con mi hermana. Cada tarde y mucho antes que él llegara a la casa a visitar a mi hermana. Yo me refugiaba en mi escondite para poder mirarlo. Mario era un tipo muy divertido, desfachatado y canchero, casi todos los días él tenia ardientes acercamientos con mi hermana. Apenas notaban que estaban solos, Mario sentado siempre en el mismo sofá, desabrochaba su pantalón y se los bajaba hasta las rodillas, separaba lo que más podía sus piernas, mientras mi hermana se acomodaba sentada a su lado y con su mano tomaba firmemente el imponente miembro masculino y comenzaba a masturbarlo.
Era sorprendente apreciar como esa cosa se agrandaba y engrosaba, cada vez que mi hermana se lo frotaba con la mano; crecía tanto que alcanzaba unas dimensiones impresionantes. Ella deslizaba su mano sobre el pene, de arriba a abajo, primero lo hacia lento, luego aceleraba sus movimientos hasta llegar a hacerlo a mil por hora. Por instantes ella detenía sus fricciones y se quedaba mirando fijamente esa cosa colorada, mientras le hablaba como si tuviese vida propia.
Enseguida continuaba con sus manoseos, con una expresión en el rostro que acusaba claramente lo mucho que estaba disfrutando con ese juego. Esta entretención continuaba sin pausas, hasta que él, entre agitados jadeos le decía algo así como "ya me llega" o "voy a acabar", en ese instante, ella se lo introducía en la boca y lo mantenía ahí, deslizando su boca sobre la superficie de ese aparato, hasta que él empujaba sus caderas hacia arriba y gemía agitado.
Por el dialogo que ellos tenían, yo sabia que él expulsaba cantidades de semen en su boca y que ella se lo tragaba todo. Pero sinceramente yo estaba desesperada por la curiosidad, ya que hasta entonces nunca había podido observar como era exactamente lo que los hombres arrojaban desde sus penes, cuando mi hermana los pajeaba o como en este caso, cuando ella se lo chupaba.
A pesar que en algunas ocasiones, me había parecido apreciar que algo lechoso corría por entra los dedos o por labios de mi hermana, ella rápidamente se lo limpiaba, incluso en algunas ocasiones había observado como ella lo recogía con su lengua aquel liquido tragándoselo, mientras continuaba lamiéndole el pene.
Luego él se subía los pantalones y se quedaban sentados, besándose y acariciándose, hasta que él invariablemente, metía su mano entre los muslos de mi hermana y la movía incesantemente masturbándola casi al mismo ritmo que lo hacia mi hermana con su pene. Momentos después era mi hermana la que de pronto explotaba en un orgasmo, mientras jadeaba y se agitaba hasta quedar agotada sobre el sillón. Luego de eso, ella generalmente se dirigía al baño.
Un día en que yo como de costumbre había estaba observándolos, y mientras mi hermana se había ido al baño, Mario se dio cuenta que yo los había estado observando. Cuando noté que él me había visto, llena de vergüenza, salí de mi escondrijo y me fui a mi dormitorio, muy preocupa de que le fuera a contar a mi hermana.
Al día siguiente, Mario llegó un poco más temprano que de costumbre, según él a esperar a mi hermana. Se puso a conversar conmigo de manera muy amable y entretenida, me decía que yo era muy bonita y que estaba transformándome en toda una mujer. Hasta que de pronto me preguntó:
-¿Te gusta mirar lo que hacemos con mi hermana?
Me puse roja de vergüenza y me quede en silencio, entonces él siempre en el mismo tono amable y cómplice, me dijo:
-¿No te gustaría probar lo que se siente?
Yo no respondí, pero creo que con mi actitud, de no hacer nada, le estaba diciendo que si deseaba hacerlo. Sin esperar mi respuesta, se me acercó y sentí sus labios, ligeramente húmedos y muy cálidos, tratando de abarcar los míos, como si quisiera chuparlos por completo. Como si no le interesara si yo abría los míos o no. Y estuvo un momento solamente ahí, acariciando mis labios con los suyos. Mi cuerpo se estremeció, como si esa boca abarcara toda mi piel. Poco a poco su lengua se abrió paso hacia mi boca, y penetró en ella. Suave, con cuidado y lentitud, fue explorando todo su contenido, mientras sus manos se paseaban por mi espalda. Sentí escalofríos, en parte porque la temperatura del lugar era bastante fresca, y en parte por aquellas sensaciones.
Mientras nos deleitamos disfrutando de nuestros profundos y calientes besos, sus manos empiezan a ascender lentamente desde mis caderas, con suavidad y delicadeza cubrío con su mano mi pecho izquierdo por encima de mi camisa, el cual empezó a amasar como un experto.
Apartó sus labios de mi boca, y sin soltar mis pechos, empezó a chupar mis pezones, erectos desde el principio, mientras intenta murmurar palabras sin duda relacionadas con lo que estaba disfrutando.
De pronto, abrió su pantalón tal como lo hacia cuando estaba con mi hermana e hizo un movimiento hacia adelante; puso a mi vista su desmesurado miembro, erecto y al rojo vivo, con un leve brillo la cabezota. Su miembro apuntaba hacia adelante, balanceándose, ocupando toda mi atención. La visión de aquella cosa era sumamente enloquecedora y embrujadora.
El se agarró el miembro con su mano y comenzó a movérselo delante mío, mientras me decía que no me preocupara que mirara tranquila, puesto que no había nada de malo. Comenzó a masturbárselo más rápido, mientras seguía preguntándome sobre lo que yo había visto entre él y mi hermana, y si me había gustado mirarlos.
Su pene estaba absolutamente rígido, con su cabeza hinchada y brillante, y a través de su torso se podían apreciar como sus venas hinchadas lo surcaban. Sentí el inmenso deseo de acercar mis manos y tocar su grueso miembro, pero obviamente no me atrevía ni a respirar.
Tomó su miembro y mientras me hacia obscenas y lujuriosas observaciones sobre su dureza y grosor, se lo pajeaba lentamente. Mientras lo miraba, no pude dejar de notar que su pene iba hinchándose y endureciéndose cada vez más. Tenia el glande muy abultado e inflamado y cuando él se lo apretaba firmemente con su mano, el miembro brillaba intensamente.
Mientras él me invitaba a que se lo tocara, sentimos ruidos en la puerta, era mi hermana que llegaba, él apresuradamente se guardo su cosa en los pantalones, y con una sonrisa cómplice me dijo que ese día mirara con atención como mi hermana jugueteaba con su miembro, para que yo fuera perdiendo el susto.
No sé porque ese día no me atreví a espiarlos, me fui a mi pieza y me encerré ahí. Durante todo ese día, no había podido olvidar la imagen del miembro erecto de Mario y había comenzado a fantasear con tocárselo, tal como lo había visto hacer a mi hermana.
Al otro día, él nuevamente llegó temprano, y repitió lo mismo del día anterior. Desde que nos sentamos en el sillón, yo no podía dejar de mirar su entrepierna. A cada instante notaba un bulto voluminoso que iba ocupando cada vez más espacio en la entrepierna de su pantalón.
El se dio cuenta que yo miraba de reojo su paquete y sin decir nada, comenzó a desabrocharse el pantalón. Quede aún más impresionada que el día anterior, ante las proporciones de su miembro, me pareció que era mucho más grande que lo que recordaba. Aún no había acabado de quitarse el calzoncillo y ya surgía de su delantera el rígido pene ante cuyo tamaño, cualquier persona tenia que sentir admiración, cuando lo dejo en completa libertad, la gigantesca proporción, erección y rigidez me dejaron totalmente atónita.
Con su propia mano se lo fue acariciando y estimulando; su cuerpo era muy atlético y bien formado, y hacia una perfecta armonía con su sorprendente miembro muy grueso y largo, que estaba tremendamente endurecido, Mario con su mano se lo acariciaba tocándoselo como masturbándose muy suavemente.
Mientras él se masturbaba, me pidió que yo se lo tocase. Las caricias de su propia mano sobre su pene, me calentaron tanto que osadamente, acerque mi mano a su protuberancia, y comencé a rozársela con mis dedos. Su miembro se puso aún más rígido, mientras se le tocaba con suavidad. El hizo que se la agarrara firmemente y que retirara la piel que cubría el glande, la deslice por el ardiente tronco, reanudando mi fricción con evidente deleite. Apreté mi mano en torno su pene, era liso, suave, estaba caliente y esponjoso. Lo apreté otro poquito y sentí su dureza, me dio como una especia de desesperación, tanto que no pude resistir las ganas de apretárselo y estrujárselo.
Tenia sumamente erguido su miembro y mientras se la frotaba suavemente con mi mano, notaba como se le hinchaba y endurecía cada vez más en mi mano. El comenzaba a estar fuera de sí, mientras me indicaba como masturbarlo. Seguí corriéndole la paja tal como él me indicaba, y como había visto hacerlo a mi hermana. Entre bramidos dejó escapar incesantes chorros de esperma caliente, que se esparció sobre mi mano y entre mis dedos, seguí moviéndosela, mirando extasiada y golosamente, su cremosa y abundante secreción masculina que brotaba a raudales en cada uno de mis movimientos.
Su esperma era muy espesa, caliente y abundante, continuo bombeando su viscoso semen incesantemente. Pude apreciar como brillaba su hinchado miembro, bañado por las emisiones recién emitidas. Yo seguí moviéndoselo y meneándoselo, hasta que él me detuvo, explicándome que ya era suficiente. Entonces me abrazó y me dio unos besitos, mientras me decía que yo era maravillosa, y que se lo había hecho mucho mejor que mi hermana, que estaba encantado conmigo y que se sentía muy satisfecho, luego previendo que mi hermana llegaría en cualquier momento se fue a limpiar al baño.
Pasaron varios días y yo francamente estaba desesperada, porque deseaba volver a tocarlo. Me ponía muy enojada producto de mis celos, cada vez que lo veía junto a mi hermana, pero durante esos días fue casi imposible hablar con él. Yo andaba de tan mal genio que todos en mi casa me preguntaban que me sucedía.
Como al cuarto día, Mario por fin llego temprano en la tarde nuevamente, cuando sentí el timbre mi corazón salto como un conejo, de pura ansiedad. Apenas abrí la puerta y lo vi, mi alma se ilumino de dicha. Me porte sumamente mañosa e indiferente con él. Cuando me pregunto que me pasaba, yo le respondí:
-¿Porque no llegaste más temprano los días anteriores?
El me tomó entre sus brazos muerto de la risa y me dijo, que había estado muy ocupado, pero que me había echado mucho de menos, y por esa razón hoy había llegado más temprano, para poder verme solo a mí. Me hizo sentarme a su lado y comenzó a besar y mordisquear mi cuello, pasando lentamente su lengua desde mi nuca hasta mis orejas. Nunca había sentido algo tan rico y agradable como lo que él me estaba haciendo sentir.
Mientras me besaba nuestros labios permanecían íntimamente unidos, mientras las manos se inquietaban sobre nuestros cuerpos, comenzamos a entregarnos ricas caricias con nuestras lenguas, mientras que el calor de la presión subía en nosotros. El me acariciaba mis aún incipientes pechos y yo le refregaba su pene que se proyectaba contra la tela del pantalón amenazando con salir perforando el cierre.
Lentamente fue subiendo mi vestido mientras dejaba resbalar la yema de sus dedos por mis muslos, hacia arriba. Yo no intente detenerlo, total había visto a mi hermana hacer lo mismo innumerables veces, así que no podía ser nada tan malo. Sin dejar de besarme y acariciarme, metió su mano por el costado de mi calzoncito, alcanzando con sus dedos mi entrepierna. Yo estaba excitadisima y cuando sentí uno de sus dedos resbalando hacia las profundidades de mi vulva, no pude evitar gemir apasionadamente, al tiempo que separaba mis muslos. Él tuvo vía libre a mi vagina y apartándome otro poco las piernas, comenzó a rozarmé el clítoris, poco a poco mi vulva se fue humedeciendo, sentía correr mis fluidos eróticos por sobre sus atrevidos dedos.
De pronto sentí un calor intenso en mi vagina, eran dos de sus dedos tratando de penetrar mi grieta. Abrí bien las piernas para facilitarle la tarea. Los dedos que intruseaba mi vagina tocaron maravillosamente mi punto más sensible, el placer fue tan intenso que me llego al alma y estuve a punto de gritar. En ese momento Mario se desabrocho el pantalón y saco su miembro para afuera, puso mis manos sobre el rígido aparato y me pidió que se lo tocara.
Me recline entre sus piernas tal cual lo hacia mi hermana, sosteniendo su miembro duro con las manos y jugueteando con el glande con la punta de mis dedos. Mirándolo lascivamente, hacia rodar entre sus dedos la cabeza de la virilidad de Mario, la que gradualmente iba inflamándose y adquiriendo consistencia con las manipulaciones de que era objeto.
La apreté, la estrujé, y deslice hacia atrás los pliegues de piel que la cubrían para observar la gran cabeza que la coronaba. El objeto de mi adoración exhalaba un perfume difícil de definir. Fue en ese momento cuando él puso una mano sobre mi cabeza, y empujándola hacia su pene, me pidió que se la besara. Acerque mis labios y puse mis húmedos labios sobre su extremo superior, cubriendo con boca el reluciente glande, para enseguida hacerlo resbalar lentamente hacia mi garganta, luego lo deslizaba hacia afuera haciéndolo salir lentamente, repitiendo incesantemente este lujurioso juego. Mis propios jugos también fluían abundantes, quemándome por dentro.
Recostada de lado sobre sus piernas me incline y aferrando su pene erecto con mi mano lo chupe frenéticamente. Mientras hacia correr mi mano a todo lo largo del pene, con mi boca le frotaba y le chupaba su ardiente cabezota hinchada. Durante largos minutos estuve mamando y frotando su miembro, hasta que de pronto Mario entre suspiros me aviso que acabaría. Al instante comenzó a vaciar grandes cantidades de leche lanzándola en sucesivos chorrazos a través de mi garganta.
Enloquecí de gusto y placer, al sentir mi garganta bañada por las calientes emisiones, aunque me atraganté con tanto semen, seguí succionando al productor de tantas delicias, hasta exprimirlo por completo. La cara de satisfacción y deleite que tenia Mario nunca la podré olvidar.
Cuando por fin cesó de vomitar si prolífica simiente, me dijo muy cariñosamente:
¡Me encanto tesoro!
Solo pude responderle que a mí también me había gustado, mientras sentía que desde mis labios resbalaban copiosos restos de esperma.
Desde esa tarde en adelante, comencé a compartir a Mario con mi hermana, seguí chupándole el miembro durante largo tiempo, por supuesto él también recorrió mi vulva una y otra vez. Sus dedos conocieron el secreto de mi vagina y de mi ano, ya que a él le encantaba meterme los dedos por ambas aberturas mientras se la mamaba.
A pesar que no soportaba la idea de que mi hermana también se lo hiciera, él me había convencido, que la única manera de verme, era pololeando con mi hermana, ya que de otra manera él no podría venir a mi casa. Me acostumbre a compartirlo con mi hermana y cada vez que podía yo estaba dispuesta a chupárselo, me encantaba provocar su eyaculación en mi garganta; había aprendido que mientras más lo calentara, mayor era la ración de moco que él expulsaba, al extremo que más de una vez casi me había ahogado con sus intensas chorreadas.
Fueron días muy felices para mí, pero ante mi profunda pena y tristeza, Mario de un día para otro no apareció más por la casa. Solo por el escándalo que hubo en mi familia, me entere días después que mi hermana estaba embarazada y por supuesto Mario era el padre, pero aunque reconoció su responsabilidad, él se negó terminantemente a asumir sus responsabilidades.
Después de una visita al medico, el problema de mi hermana fue resuelto, pero a partir de entonces, los pololeos de mi hermana se restringieron absolutamente. Pero acortar el cuento, yo lo único que sentía era un profundo dolor, porque Mario nunca se comunico conmigo para darme una explicación. Pero por sobre todo lo que más sentía era una gran decepción, ya que mis juegos preferidos, habían llegado a su fin, y no me quedo más remedio que incursionar cada vez con mayor frecuencia en mis intimas y solitarias satisfacciones manuales.
Jacqueline
Santiago - Chile