Asunto: nuestra mujer en común
La bandeja de correos muestra que tienes un mail del amante de tu pareja ¿No te pica la curiosidad...?
Me habrías retado a duelo, lo sé, de haber nacido apenas un siglo más temprano. Una bofetada o un guantazo y ya tendríamos una cita con la muerte. Vendrían tus padrinos y los míos, a la fecha y hora señaladas... Seguramente no al amanecer, eso sí, para no tener que madrugar también en un día así y llegar descansados, dejando un cadáver relativamente joven y guapo, sin demasiadas ojeras, como mandan los cánones.
Nadie llora mucho a los feos, digan lo que digan.
Cambia las armas por un par de alianzas, y el compromiso no sería un ápice menos serio, ni más aterrador. No logro imaginar nada más íntimo: se puede amar en mil ocasiones, pero sólo se muere una vez.
Imagínalo, unidos para siempre a razón de unos cuernos... Chico, qué forma tan "vintage" de salir de este mundo. ¡Por la puta puerta grande! Ya ni se palma como antes, te lo digo yo...
Es posible, no obstante, que aún así tengas ciertas -no muchas ni pocas, sólo las razonables- ganas de matarme, aunque hoy en día sería (¿cómo dicen ellas? ¡Ah, sí!) heteropatriarcal y políticamente incorrecto, por aquello de que "nadie pertenece a nadie".
¡Sandeces! ¡Mentiras! Ella sí era tuya, y ¿qué quieres que te diga...? ¡Me encanta eso! Pensar que ahora mismo rechinas los dientes mientras me lees, que te remueves de ira en el asiento sin dejar de mirar ni por un momento cada una de estas líneas, esperando los detalles como un cornudito bueno, me la pone realmente dura.
Es tremendamente inspirador. Casi mejor que follarme a tu mujer.
Tiene que joder de veras saber que se la ha estado percutiendo un pijo de mierda. Uno de esos niños de papá de los que echas pestes en internet... Ya ves, hasta me ha dejado usar tu ordenador, la muy puerca. Domesticadita la tengo, campeón.
Sólo me faltaría haberme lavado los dientes con tu cepillo y paseado a tu perro para que la traición fuera completa.
Pero tranquilo, todo se andará.
No es que me esté quejando, por supuesto: cada visita a tu casa ha sido una estancia cinco estrellas. Nueve sobre diez. Podrías publicitarla en Bed and breakfast, tal vez en TripAdvisor. (Tienes un negocio con potencial entre las manos, macho. Yo haría algo al respecto). Me ha tratado siempre como un marqués, como por otra parte me merezco. Media hora dejándome a fondo los riñones bien vale un masaje y un baño calentito.
Coincidirás en que es lo mínimo, por las molestias.
Seguro que sí.
Si te hace sentir algo más cómodo, ya casi nunca ceno allí. Como mucho, me tomo una cerveza. Tu chica cocina casi igual que mi asistenta, pero mi dietista desaconseja tres de cada cuatro cosas de las que hay en tu nevera... Y yo obedezco, naturalmente. Faltaría más. Para eso le pago.
¡Y esas ridículas proteínas! Me preocupa de veras saber que no te estás alimentando en condiciones, con todo el calcio que vas a necesitar... No sé para qué pasas tanto tiempo en el gimnasio, si entre ella y yo te estamos ayudando a ponerte como un toro más que la dieta y las pastillas.
Que los tres kilos que hayas subido sean de hueso y no demúsculo es una cuestión puramente circunstancial. Caray, ¡si hasta has ganado en dignidad! ¡Ahora puedes llevar la cabeza unos centímetros más alta!
Ya te digo que no es por tu nuevo físico que ella empieza a tener tanto interés en que le rasques los picores ( las miradas de chicas más jóvenes que crees notar son simples espejismos, muchacho, a falta de otro premio de consolación). A esta tía le va la marcha. No deja de ser patético, si quieres mi opinión, pero a ella le encanta el morbo de tener una vida secreta, como las zorras de la tele, las heroínas de las novelas.
Secreta hasta ahora, quiero decir.
Sé que me agradecerás la información.
Ella disfruta con tu ingenuidad, tus celos, tus sospechas... El modo en que le miras el móvil cuando va al baño o crees que está dormida. Tu cariño- mi puta- me cuenta cómo se le deshace el coño de placer al ver brillar esa lucecita del smartphone en medio de la noche, sabiendo que la acechas. Que te importa hasta el punto de convertirte en un obseso y arriesgarte a perderla con tu inseguridad.
Por eso no ha cambiado nunca su contraseña. Necesita saber que juega limpio, pero que es más lista que tú; que aunque te dé todas las pistas, todas las facilidades, siempre va un paso por delante. Un peldaño por encima. Que eres tan tonto que te lo mereces. ¿De verdad no has notado cómo se hace la interesante cuando la acorralas y preguntas por su amante...? Esa postura de diva digna, esa falta de aspavientos cuando le chillas y ella abandona la estancia, dejándote con la palabra en la boca y la cabeza desquiciada, sin saber si te estás volviendo loco o no...
Si hay buenas razones para desconfiar de una mujer tan servicial, tan mona, tan tranquila. Tan elegante que ni siquiera se defiende a gritos, y te permite desgañitarte con esas rabietas de niño, de modo que acabes siempre convencido de que ella es la única adulta de la pareja.
Humillarte así, a la chita callando.
En cuanto a mí... Bien, a mí me gusta... No, adoro que lo sepas.
Que te reconcoma, que te joda, saber que a partir de ahora si la besas va a ser únicamente para intentar notar en su aliento el sabor de mi boca, de mi lefa. Un pedacito de mí. Que buscarás con ansia mi olor sobre la piel de ella. Mis huellas en su coño multipropiedad. La lamerás día y noche, sin tregua, hasta reconocer mi saliva en sus poros. La tocarás sabiendo que yo la he tocado, tratando de colocar tus palmas sobre el punto exacto en que han estado mis dedos, para borrarlos. Qué cosa tan bonita... poder darnos la mano así, a través del tiempo y el espacio, usando como intermediaria a una perra.
Romántico, diría, incluso...
Pero esto no tiene por qué quedarse aquí. Claro que no. No hay ninguna razón para conformarte con imaginarme, figurarte una sombra de mí cuando mires al techo, en las noches en las que todo esto no te deje dormir. Buscar obsesivamente algún cabello mío sobre la almohada, en el desagüe de la bañera o en el peine; o compararte con un desconocido en el espejo, sollozando y muriéndote por averiguar si tengo arrugas, pecas, o de qué color son mis ojos. Cómo son mis suspiros. Mi tacto. Mis besos.
Perder las formas interrogándola sobre si la tengo más grande o más pequeña que tú.
Si quisieras, hoy mismo podrías saberlo. Dejar de ser voces en off, fantasmas en la existencia del otro. Conocer desde mi altura hasta mi sueldo. Mi colonia, mi número de calzado. La forma de mi nariz, si renuncias a rompérmela. Podrías sentir de primera mano hasta mi peso. Compartir eso con ella.
Sólo necesitas un poquito de autocontrol... Dejar que la tensión y la sangre bajen de tus sienes a tu verga.
Porque llevo tanto tiempo en tu vida -durmiendo en tu cama, comiendo en tu mesa, usando tus camisas, las escasas veces en que me quedo a mirar un momentito la televisión- que me siento casi obligado a hacer algo por encontrarnos. Charlar un rato con el tío al que parasito. He oído hablar tanto de ti, te he visto tantas veces en las fotos que tenéis colgadas por doquier (¿para autoengañaros? ¿para compensar, quizás?) que te has convertido en algo mío. Una cosa más a la que tengo derecho. Si no fuera absolutamente ridículo, creería que te he tomado un poco de afecto.
A veces incluso me pregunto por qué estoy con ella y no contigo.
Total, la sodomía hoy en día es casi un trámite, y tampoco es como si pudiera joderte más... Además, tengo cierta curiosidad por estar con un tío, y me temo que el culo es lo último que te queda por entregar. Lo único de todas tus posesiones que aún no es mío...
O puedes jugar a devolverme la ofensa, si te gusta más.
Ya sabes, ayudarme a purgar mis pecados. Imponerme un castigo, darme mi merecido, descargar toda tu rabia sobre mi cuerpo ¡Eso sí que sería un auténtico arreglo entre caballeros! Toda esa ira, toda esa energía... reconvertidas en deseo.
También podrías apagar el ordenador, bajar y asestarme un navajazo, pero francamente no te lo recomiendo. Créeme: prefieres ser follado por mí antes que por mis abogados. En la cárcel no sabrían apreciarte del modo en que yo lo hago, y siempre será mejor ser la puta de uno que de treinta y cinco.
Así que, amigo, te invito a ponerte guapo y venir a saludarme. Sin presiones, sin compromisos. Solos tú, yo y un cafelito. Y un paquete de condones, sólo por si acaso.
Para empezar con optimismo.
Soy un tipo positivo, ya lo verás. Alguien muy perseverante, con fe en que por una vez seas listo y sepas lo que te conviene. Hasta me he tomado la libertad de ir pidiendo tu consumición de antemano. Espero que no te moleste.
El único rubio platino en la terraza del bar de enfrente, junto a la comisaría (no, no es casualidad), el del traje gris, que lleva mirando hacia tu ventana desde que te vio entrar por el portal. Ese que se tapa la cara con el periódico, como el abanico decimonónico de una damita.
Creo que heredé la coquetería de mi mamá.
Para cuando leas esto, ya habré llegado a la sección de deportes y empezado a aburrirme. Por favor, sé un buen chico y no permitas que me impaciente. Que la leche se enfríe. Ven y alégrame el día.
Tenemos tanto en común, tantas cosas de las que hablar... Estoy seguro de que nos caeremos bien.
No sé tú, desde luego, pero yo ¡lo voy a pasar genial!
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Creo que hay pocos relatos desde el punto de vista del tercero en discordia, y menos aún con un toque burlón. Este ha caído en "Hetero:infidelidad" aunque haya un giro hacia lo bisexual, simplemente porque pienso que es la categoría que mejor recoge la idea general que trato.
Por lo demás, ha sido inspirado por la canción "The hairstyle of the devil", que desde aquí os recomiendo, porque tiene un humor parecido.
Agradeceré y responderé a los COMENTARIOS, como siempre . ¡Aprovechad a dejarlos ahora, que la semana que viene tal vez pongan impuestos!