Asumiendo la derrota 3
Amanecer
AMANECER
Esa Noche volví a casa mas tranquilo, como si compartir mi dolor, lo hubiera hecho mas soportable. Como estar menos solo.
La semana siguiente, recién llegada de su viaje, me visitó mi madre. Notificada por mi hermana de lo sucedido, solo se interesó por saber como lo estaba llevando. Siempre era gratificante hablar con ella, su forma positiva de encarar la vida te llevaban a un oasis de paz y tranquilidad, a su lado la vida era fácil, como si nada te pudiera dañar.
Una tarde, saliendo de la ducha vestido solamente con un pantalón corto, mi madre me preguntó sonriendo por el colgante que llevaba puesto, aquel que me regaló mi padre en su lecho de muerte.
-. ¿ Sabes lo que significa ?
-. No, no hubo tiempo para preguntarle.
-. Es la llave que abre el cofre que contiene los secretos de la vida. ¿Imaginas por qué está doblada?
-. No madre, no tengo idea.
-. Porque no sirve, aunque la fuerces y lo intentes una y otra vez, nunca lo lograrás.
Y así, de forma tan simple, con una sonrisa, sintetizó lo que me estaba pasando. Creemos ser artífices de nuestro destino. Y solo somos balsas llevadas por la marea.
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El compartir algo tan doloroso con Julia, borró de nuestra relación personal las distancias profesionales. Nuestro trato se volvió más cercano y poco a poco nos fuimos abriendo uno al otro. Julia, por debajo de su imagen fría y lejana, era una mujer apasionante, con una amplia cultura y con una forma de ver la vida mucho más amplia que sus semejantes en el mundo de las finanzas.
Nuestras reuniones se volvieron mas frecuentes en la medida que fue cortando los lazos con su anterior pareja, a la cual, valiéndose de los videos que le había aportado y el acuerdo prenupcial que tenían firmado, la dejó en la calle con lo puesto.
Se fué forjando entre nosotros, una relación cálida de amistad y camaradería y a las cada vez mas frecuentes reuniones de trabajo, se fueron sumando visitas a su residencia de la sierra los fines de semana, donde conversábamos durante horas de temas mundanos, alejados de nuestra relación profesional.
Una de esas mañanas, mientras estaba saliendo de la cochera con la moto para dirigirme a la sierra, se me acercó el conserje del edificio para entregarme unos sobres recién entregados por el correo. Por comodidad, para no tener que bajarme y guardarlos en el interior de la mochila, abrí el cierre y los coloqué apretados a mi pecho en el interior de la campera.
Llegué a la casa y salió a recibirme Julia con una sonrisa. Me abrió el portón y guardé la moto, la saludé con un beso en la mejilla y me dirigí a la parrilla para encender el fuego con el que pensaba cocinar un suculento asado. Ideal para el hermoso día de primavera que se presentaba en la sierra.
Con el fuego encendido y antes de empezar a sazonar la carne, me saqué la campera porque estaba empezando a tener calor. Al haberme olvidado de los sobres, estos cayeron al piso desparramados y como tenía las manos engrasadas, le pedí a Julia que los recogiera y de paso me dijera de que se trataban.
Entretenido con la preparación, no me percaté del tiempo transcurrido, al levantar la vista extrañado por el silencio de Julia y preguntarle que pasaba, me sorprendí al ver que demacrada y con los ojos irritados, me extendía una hoja para que la leyera.
Preocupado, limpié mis manos con una servilleta y me dispuse a leer…
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Querido Carlos
Quizás te extrañe que me comunique contigo después de tanto tiempo sin hablar, es que no he tenido el coraje. El solo pensar que estabas ahí dentro esa noche y el dolor que has debido sentir, me destroza el corazón.
Que yo haya sido capaz de lastimar de esa forma, a la persona que trajo paz a mi vida de locura y me haya hecho vivir los mejores cinco años de mi existencia, no me lo puedo perdonar.
Esa mañana cuando te encontré al bajar y se cayó toda la mascarada con la que me pretendía justificar, sentí una vergüenza que aún no he podido superar, hubiera necesitado que estalles, que grites, que me insultes, y no la cruel frialdad con la que me pusiste de cara a la realidad.
Recién ahora, después de que tu hermana me pusiera de vuelta y media, de pasar el amargo trago de retirar mis cosas de nuestro hogar con Magda vigilándome como a una apestada y de largas horas de charla con tu madre, me he dejado convencer de volver a contactar contigo.
No te escribo para excusarme y sí para pedirte perdón, perdón por la mentira, perdón por el daño, perdón por la ingratitud.
Solo quiero decirte que no lo pude evitar.
Conocer a Santiago fue un terremoto a mi seguridad. Su prestancia, su amabilidad, su forma desenfadada de trabajar, me fueron envolviendo en una aura de irrealidad. Esos días fuera de casa se fueron convirtiendo en mi cajita de felicidad. Algo mío algo que tenía derecho a conservar.
A lo largo de las semanas y con el éxito de la negociación, fuimos conociéndonos más, compartíamos el café de los breaks criticando entre risas a los demás y poco a poco comenzamos a hablar de temas personales, nuestros gustos, la pasión por la adrenalina y la mirada descontracturada de las cosas. Siempre dejando fuera nuestra intimidad.
Como si fuera natural, fuimos alargando el día con un café a la salida y también alguna cena eventual. Finalmente, empezamos a escribirnos cuando no estábamos juntos. Chats divertidos, bromas picantes a deshora, saludos de buen día y algún comentario subido de tono antes de irnos a acostar.
Se convirtió en mi amigo invisible, mi alter ego, nunca me cuestioné mi lealtad hacia tí, era algo personal, que no te involucraba, hasta que se convirtió en necesidad. Me empecé a alterar si un día no se comunicaba o tardaba en contestar. Comencé a esperar impaciente la fecha del próximo viaje. Y a sentir una enorme alegría al volverlo a encontrar.
A la vuelta del anteúltimo viaje me acercó al aeropuerto y cuando estábamos por embarcar nos miramos a los ojos emocionados por la despedida y no lo pudimos evitar, nos lanzamos uno sobre otro y nos besamos con pasión.
Y me di cuenta que no lo podía evitar, lo necesitaba como el respirar. Esa tarde acostada sobre el sillón y agotada por la tensión de pensar como seguir viéndolo después del fin de las negociaciones...entre los nubarrones de mi pensamiento se filtraron tus palabras…
-. ¿Sabes que te quiero mucho?
Y me puse a llorar.
Durante la última semana de trabajo, la tensión entre nosotros empezó a aumentar, la inminencia del final nos tenía desbordados. Finalmente, tras el éxito de la negociación y la felicitación que nos dieron a ambos durante la cena por nuestra participación en ella, se ofreció a alcanzarme al hotel. Y al momento de la despedida no lo pudimos evitar, saltando todas la precauciones me acompañó a la habitación.
Sé que es injusto que te lo diga y quizás hasta doloroso, pero ya sea por el calor acumulado, por ser como somos o por la pasión contenida, fue por lejos, la noche mas morbosa y excitante de mi vida. Entrega total sin límites. Horas y horas sin parar. Y finalmente por la mañana, bajé a desayunar envuelta en un aura de felicidad. En mi mundo ideal volvía a ser esa adolescente enamorada para la que nada era imposible.
Salimos del ascensor besándonos y metiéndonos mano como poseídos. A pesar de pasar una noche maravillosa, donde dí todo lo que se le puede dar a un hombre, con pasión y con locura y donde recibí con creces lo que un amante entregado como Santiago puede dar...seguía excitada. El leve roce del vestido sobre mis pezones empinados, me ponían al borde del orgasmo.
Estaba fascinada. Viviendo un sueño. Sumergida en la fantasía de un mundo de sensaciones nuevas. Al lado de un príncipe encantado que sabía dar generoso, todo lo que una mujer desea recibir.
Al pasar por recepción, el conserje, un hombre enjuto y envarado como si tuviera un palo en el culo, nos miraba con reproche. Santiago se dió cuenta y como repuesta me levantó el vestido por detrás y me clavó su mano en la entrepierna.
Ese gesto burdo, de posesión machista marcando territorio, que en el pasado reciente hubiera generado una reacción violenta de mi parte, en ese momento elevó mi líbido a niveles insospechados. Y así, con su mano entre las piernas, levantada en puntas de pié y caminando con las piernas abiertas entre carcajadas, entramos al comedor.
Y entonces te vi sentado a una mesa. Mirándome con una expresión de ...cómo describirla...mezcla de asco, decepción, reproche, tristeza...todo eso junto, deformado por la mueca de una sonrisa forzada.
Y mi sueño se derrumbó como un castillo de naipes. Y esa mano en mi entrepierna de pronto quemaba.
Recuerdo que me acerqué cautelosa, temblando, esperando tu explosión, el escándalo bochornoso...Pero claro...no iba a ser así, se trataba de tí. Nos invitaste a sentarnos, me hablaste tenso y pausado, y con media docena de preguntas desnudaste mi traición, fuiste amable, certero y puntilloso. Fatal
Ahí nomás acabó la mascarada, había que afrontar la realidad.
Cuando te fuiste... Santiago entró en pánico... Que como pasó. Que como sabías. Que por qué me había descuidado. Que de donde conocías a Julia. Que por qué estabas en la habitación. Que si era una trampa. Preguntas y mas preguntas y finalmente huyó despavorido.
De pronto... mi carroza dorada fué un zapallo y mi príncipe encantado, un ratón y como tal salió disparado cuando te fuiste de mi vida para siempre.
Y ahí me quedé...llorando como una estúpida... Porque yo no me hacía preguntas, interiormente sabía todas las respuestas, en realidad una sola respuesta...Tú.
Es que todavía no entiendo como pude ser tan idiota, como se te iba a pasar una cosa así, justo a ti que todo lo ves, que analizas cada detalle, que me conoces mas que yo misma. Y sin embargo aquí me tienes, pidiendo perdón.
Solo te pido una cosa, verte una vez más. Te quiero demasiado como para quedarme con ese final.
Levanté la vista y vi a Julia llorosa, pálida, expectante. Tire la carta al fuego, la tomé por la cintura y nos besamos con amor por primera vez.
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Fue doloroso volver con lo puesto y avergonzada tener que pedir asilo en la casa de mi hermana. Y explicar someramente lo que había sucedido ante la mirada reprobatoria de mi cuñado, directamente humillante.
A pesar de que presenté una versión edulcorada de los hechos, culpando de lo sucedido a celos injustificados motivados por un estúpido tonteo de mi parte con un compañero de viaje, la cosa no caló, mi familia sabía muy bien lo racional que era Carlos. Por suerte, no insistieron en pedir mas explicaciones.
Dos días después recibí la llamada de mi amiga Magda, la hermana de Carlos y secamente me pidió que fijara un día para retirar mis cosas del que fue mi hogar. Quedamos para el sábado siguiente a la mañana y cortó, no hubo de su parte una sola pregunta, ni una palabra de más.
A la hora fijada nos encontramos, me saludó secamente y me acompañó al departamento. Permaneció parada todo el tiempo mientras yo recogía mis cosas con dolor y vergüenza, mirándome fijamente sin emitir palabras, hasta que se hizo insoportable…
-. No hace falta que me vigiles, no pienso llevarme nada que no sea mío.
-. No te vigilo, de hecho tengo instrucciones de Carlos de dejarte llevar lo que quieras. No piensa volver a tocar nada que haya compartido contigo. Si es por él, si te llevas todo le haces un favor... Solo te miro y trato de entender.
-. ¿Entender que? ¿Lo que ha pasado?
-. No, eso lo tengo claro. Lo que no entiendo, es cómo has podido ser tan hija de puta con alguien que te quería tanto.
Y así fue como además de perderlo a él, también perdí una amiga.
Con todas las cosas en mi poder alquilé un pequeño departamento y me decidí a reiniciar mi vida. No intenté llamarlo, no me daba la cara, solo después de un tiempo le escribí una carta que nunca contestó. Al poco tiempo firmé el divorcio y ya nada nos unía. Solo un triste recuerdo.
Curiosamente incorporé en mi vida todo lo que aprendí a su lado. Cada decisión importante estaba presidida del razonamiento…¿ Que haría él en un caso así ? Eso me potenció en la empresa y los resultados de mis intervenciones en las mediaciones me llevaron meteóricamente a puestos gerenciales.
Pasaron dos años y por comentarios de amistades que hice esas semanas de trabajo en la costa, me enteré asombrada que rehizo su vida con la ex de Santiago. En realidad, el comentario era que el nuevo había pegado un braguetazo en toda regla y que tienen una hija pequeña que era una belleza. Me alegré por él.
Hace dos semanas recibí un pedido extraño de la dirección de mi empresa. Se trataba de realizar una mediación para la incorporación de una entidad bancaria al grupo empresario de la costa, en cuya fusión había intervenido.
Ante mi pedido de explicaciones, dado que esa ya no era mi tarea, me comunicaron que mi intervención había sido solicitada expresamente, por la señora Julia Peralta en persona. Lo que disparó todas mis alarmas inmediatamente.
Viajé con mi auto el lunes por la mañana y me alojé en un hotel boutique ubicado sobre la muy comercial calle Güemes y durante la tarde me dediqué a pasear, ya que es una ciudad exquisita para recorrer a pié.
El martes a la mañana me presenté en la empresa y me derivaron directamente a la oficina de la señora Peralta. Mientras me dirigía a su encuentro me temblaban las piernas, no se me daba nada bien desenterrar esa parte de mi vida que nunca había superado.
Para mi sorpresa, me recibió con una sonrisa y un beso en la mejilla. Me hizo pasar a una salita acristalada con una hermosa vista al mar y nos ubicamos en unas cómodas sillas enfrentadas a una coqueta mesa redonda, me ofreció un té, el que acepté sin dudar para ganar tiempo y calmar mis nervios.
Viéndome alterada, Julia estiró sus brazos y tomó mis manos entre las suyas..
-. Tranquilízate, no tengo nada que reclamarte...al contrario... tendría que agradecerte...me has hecho conocer a un hombre maravilloso.
-. Pero….Balbuceé sin entender
-. Necesito pedirte un favor.
-. ¿A mi?.. Encantada.. Pero no se como podría...
-. Ya verás...Como imaginarás, Carlos, a pesar de su implacable seguridad laboral, quedó destrozado con lo que sucedió. Lo mío en cambio... se venía venir.
-. Así y todo, el compartir trabajo y vivencias nos fue acercando y me permitió descubrir un hombre maravilloso, que logró vencer poco a poco todas mis reticencias y las de mi familia.
-. Trabajador infatigable, negociador implacable, amante cariñoso y padre amoroso y dedicado.
Al escuchar sus palabras, solo atiné a replicar.
-. No sabes como me lastima haberlo dañado tanto…
-. A eso voy...Me costó mucho que se abra y que me deje ayudarlo a recuperar su estima, tuve que ir juntando y pegando despacio, pedacito por pedacito los trozos rotos.
-. ¿Entonces?¿Para que me necesitas?
-. A pesar de todo lo que te conté y de lo que estamos viviendo, algo está fallando. Muchas tardes, cuando cree que nadie lo ve, sale al parque con la niña en brazos y ahi se queda extasiado, abrazándola como a un salvavidas, protegiéndola y protegiéndose, observando abstraído la puesta del sol sumido en sus pensamientos, como buscando la pieza que le falta en el rompecabezas de su vida. Y esa pieza la tienes tú.
-. P..P..Pero….
-. Déjame terminar. Me interrumpió.
-. Leí tu carta, se que lo has amado intensamente a pesar de lo que pasó, y que posiblemente lo sigas haciendo.
-. ¿Y qué pretendes que haga?
-. Necesito que esta tarde vengas conmigo, me lo debes.
Así lo hicimos y arribamos al atardecer. Al ser una tarde calurosa y tal como Julia presentía, Carlos estaba en el parque, sentado con la niña en brazos, mirando caer la tarde.
Volver a verlo me conmovió a niveles que no imaginaba, se me encogió el alma. Carlos levantó la vista, nos vió entrar juntas y se quedó congelado. Julia me guió hacia él y salimos al parque, tomó suavemente a la niña de sus brazos, me indicó que me siente a su lado y se marchó cerrando la cristalera.
Por interminables minutos nos miramos conmovidos. Finalmente Carlos rompió el silencio…
-. ¿Por qué?...
Me impactó la pregunta después de tanto tiempo. No estaba preparada para contestar algo que ni yo misma sabía. Suspiré profundo…
-. Se que suena duro, pero no hubo un por qué. Tu nunca me fallaste. Solo escuché el canto de las sirenas, y no me tapé los oídos.
-. Sentí que era algo mío que no tenía que compartir con nadie, aunque parezca estúpido, no pensé que te hacía daño. Eran dos universos paralelos que no se tocaban, nunca imaginé que podría dañar lo nuestro. Sé que suena incoherente, pero así sucedió.
-. Aunque te cueste creerlo jamás puse en duda mi amor por tí, estaba tan segura de eso y tan confundida, que en los momentos en que estaba desesperada por lo que sentía por él, buscaba consuelo en tus brazos.
-. Después, cuando todo pasó, y comprendí el daño que te había hecho y el horror por el que tuviste que pasar… Ya era tarde.
Y así, durante una hora estuve hablando sin parar, sin que él dejara de mirarme a los ojos en silencio, buscando entender. Hasta que me quedé vacía y sin palabras, en ese momento Carlos se levantó...
-. Solo te preguntaba...Por qué... habías venido...ahora creo que lo entiendo...espero que después de este encuentro se sienta mas segura.
Me sonrió y me tendió la mano, me ayudó a levantarme y me guió al interior de la casa donde encontramos a Julia parada con la niña en brazos. Nos esperaba con ansiedad, lívida, expectante. Una lágrima rodó por su mejilla cuando nos vió entrar sonrientes y tomados de la mano, como temiendo algo que estaba por suceder.
Carlos le tomó la cara con las dos manos, le limpió las lágrimas con los pulgares y le dió un pequeño beso en los labios. Recogió a la niña en sus brazos y abrazándola con adoración, sin siquiera despedirse de nosotras se marchó a contemplar el ocaso.
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Es domingo por la noche y estoy retornado. Las negociaciones han llegado a buen puerto y no volví a ver a Julia ni a Carlos. Debo andar con cuidado, el tránsito es intenso y no tengo buena visibilidad. No se si es por el cristal empañado o porque no he dejado de llorar desde que he partido.
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