Asumiendo la derrota 2
Despertar
DESPERTAR
Después del patético encuentro en el desayunador del hotel, reflexioné que la idea de mandarle el video a Julia no era buena idea, era solo voluntad de lastimar. Pasada la triste revancha y vista la cara de pánico de Santiago cuando se lo dije, me di cuenta que si lo hacía, podría dañarme en el aspecto profesional.
Mezclar trabajo con vida privada, rara vez da buenos resultados. Santiago me había derrotado en el plano personal. Y allí debía quedar.
El Lunes me presenté a trabajar y me otorgaron un hermoso despacho en un quinto piso frente al mar. Varios directivos pasaron a saludarme, satisfechos de que hubiera decidido incorporarme al nuevo emprendimiento y me notificaron que el próximo día habría una reunión formal en el anfiteatro con todo la plantilla. Allí se delinearían los nuevos proyectos y los objetivos para el personal.
El resto de la jornada se fue desgajando entre conocer a los compañeros, las funciones de cada uno, ajustar los equipos de trabajo, y acomodar el lugar de trabajo a mi uso y costumbre. Mi puesto era de nivel directivo y de mucha responsabilidad, pero sin manejo de personal.
El Martes me presenté temprano, tomé un café con mis compañeros para empezar a conocernos mejor y nos dirigimos juntos al anfiteatro ubicado en el último piso del edificio, una gran sala con grandes ventanales mirando al mar y techo acristalado. En un extremo, sobre una tarima, estaba la junta directiva, y desde allí se abrían en abanico, en leve pendiente, los asientos para el personal.
Ubicado a media altura observaba todo con satisfacción y una leve melancolía, el presente que hacía unos días pintaba duro de llevar, se estaba desarrollando con la dulce y suave sensación de la oportunidad.
Hasta que me golpeó la realidad
En determinado momento de la reunión, comenzó a ingresar a la tarima la junta directiva y junto con los inversores, entraba Santiago del brazo de una rubia espectacular. Todo lo que hubiera podido imaginar no le hacía honor a la realidad, esa mujer destilaba una extraña mezcla de porte, belleza y autoridad. Como aquel que sabe por qué está donde está y jamás se cuestiona su lugar, saludaba gracilmente al pasar, mientras paseaba lánguida su mirada por el lugar.
Un vocero de la oficina de Personal nos fue presentando uno por uno haciéndonos levantar de nuestros asientos, pero sin movernos del lugar. Al llegar mi turno, pude observar con triste deleite, como el rostro repentinamente pálido y demacrado de Santiago se contraponía con la sonrisa que me dedicó su pareja.
Al finalizar la presentación, la señora Julia me llamó aparte para saludarme y comentar su satisfacción por la labor realizada con sus cuentas, además de expresar el gusto que le daba conocerme personalmente después de tanto tiempo de trabajo en común. Mientras se desarrollaba nuestra corta charla, observaba con doloroso regocijo como Santiago se paseaba de un lugar a otro, nervioso como fiera enjaulada.
Como imaginaba que sucedería, el miércoles me anunció mi secretaria que la señora Julia Peralta quería concertar una cita conmigo y dada la importancia del inversor, quedamos para esa misma tarde.
Se presentó con un elegante vestido entallado que delineaba sobriamente su esbelta figura, largo sobre sus rodillas, de poco escote, cartera de piel y zapatos de medio taco al tono con la cartera, como para estar cómoda y elegante en una reunión de trabajo.
Nos saludamos con un apretón de manos y nos sentamos enfrentados en los sillones individuales del tresillo. Estos permiten una posición erguida, ideal para mantener una conversación respetuosa con una mujer con faldas, no sucediendo lo mismo con el sillón largo, que al ser de respaldo echado, es más apto para charlas íntimas o informales.
-. ¿A qué debo el honor de su visita?
Le pregunté, a pesar de imaginar el motivo de esta cita.
-. Necesito tratar contigo un tema delicado, y me gustaría saber si puedo contar
con tu discreción.
-. Si es un tema referente a su cartera de inversión, delo por hecho señora, pero
si es un tema personal, mejor hablarlo en otro sitio, hay mucho cotilla por el lugar.
-. Es una mezcla de ambos y por favor tutéame, llevamos trabajando juntos mucho tiempo y creo que somos de edades similares.
-. De acuerdo, como quieras, pero es una cuestión de respeto a tu posición, no de edades.
-. ¿Entonces podríamos quedar para un almuerzo informal?
Me consultó
-. Por supuesto, dime día y hora y nos vemos.
-. ¿Qué te parece este viernes a las doce del mediodía, en mi casa de fin de
semana? Allí estaremos más tranquilos.
-. Me cae bien, pásame la dirección y nos encontramos.
Avisé a la directiva y dada la importancia del inversor, me otorgaron el día.
Resultó ser en Sierra de los Padres, una localidad a 30 km de la ciudad. Al presentarse una mañana soleada decidí ir con la moto, la cual me había llegado el día anterior enviada por mi hermana, junto con el resto de mis cosas que habían quedado en la ciudad y opté por vestirme informal, con un pantalón vaquero entallado, una remera rayada marcando figura, campera de piel a la cintura y botas haciendo juego con la campera.
Arribé a la cita diez minutos antes de la hora concertada. La casa era una construcción moderna y no muy grande sobre el lateral de la sierra, con una vista preciosa a los campos de golf. Me anuncié y una señora vestida como personal de servicio me abrió la puerta y me guió hasta la zona de estar, donde me esperaba Julia.
Después de los saludos de rigor, nos ubicamos en dos sillones de ratán frente a un ventanal enorme que daba a la sierra y compartimos un aperitivo previo al almuerzo. Decidí comenzar la charla mientras Julia me observaba con una sonrisa enigmática, como midiéndome.
- ¿Vas a decirme para qué querías verme?
Le pregunté curioso.
-. ¿Tiene que haber un motivo especial?
-. Alguien de tu nivel, no se reúne en privado con un simple empleado como yo, sin un motivo especial.
-.Tienes razón, el motivo de la reunión es tratar de averiguar por qué Santiago, mi pareja, quedó tan alterado después de nuestro encuentro
.
Disparó a quemarropa, queriendo ver mi reacción.
-. ¿Alterado de qué modo?
Le pregunté tanteando el terreno.
-. Me ametralló a preguntas sobre lo que habíamos hablado, de que nos conocíamos, y qué tipo de negocios teníamos contigo. Cuando le dije que eras nuestro agente financiero y que manejabas todo el dinero de la familia, se puso muy nervioso y me pidió encarecidamente que cortáramos ese vínculo, que nos ibas a dejar sin nada. Que habíais tenido un enfrentamiento en el pasado y no habían quedado bien las cosas.
-. Mira Julia, si ustedes deciden que es mejor cambiar de agente, háganlo, pero no perjudiquen a la firma por mi culpa. Por otro lado, llamar enfrentamiento a lo que pasó la única vez que nos vimos, y calificar como pasado, a algo ocurrido hace una semana, me parece una exageración.
-. Para cambiar el agente que más dinero nos hizo ganar en los últimos años, necesitaría saber por qué nos querrías perjudicar y que tiene que ver Santiago en todo esto.
-. Santiago es el actor principal en la película de mi divorcio.
La mano de Julia con el bocadillo quedó a medio camino de su boca al escuchar mi
respuesta y antes que preguntara agregué...
-. Estuvo trabajando con mi esposa en la fusión de las dos empresas, en la que Santiago era el representante de los inversores, que imagino eran ustedes.
-
.¿Y qué sucedió?
Preguntó por preguntar, porque ya imaginaba la respuesta.
-. Sucedió que las reuniones empezaron a prolongarse en la habitación de mi mujer y terminaron con ella tan entregada como jamás pensé que podría suceder.
-. Santiago tiene ese efecto en las mujeres
. Se lamentó y agregó...
-. ¿Cómo te enteraste? Los vieron? ¿Lo sabes realmente? ¿O solo lo sospechas?
-. Los vi con mis propios ojos, y lo tengo bien documentado.
-. ¿Compartirías esa información?
Se interesó
-. Depende del uso que le quieras dar.
-. Quiero sacármelo de encima, y si lo que tienes es contundente, lo dejo en la puta calle.
Comentó alterada, perdiendo los papeles por primera vez.
-. Como imaginaba que los tiros venían por ese lado, te traje una compilación de algunos momentos de esa noche, lo preparó mi abogado para que veas si te sirve.
-. El original es bastante mas largo, pero nunca lo he mirado completo, todavía me lastima.
-.Te entiendo. ¿Cómo lo quieres manejar?
Me preguntó realmente conmovida.
-. Compartamos la mesa hablando de cosas más agradables y luego si te parece bien, pasamos a la sala de estar y lo vemos.
Pasamos a un merendero acristalado ubicado en un lateral de la piscina, del que posiblemente sus paredes fueran removibles para abrirlo en verano. Almorzamos pastas rellenas bañadas en salsa de queso acompañadas con un buen vino torrontés, y de postre, frutas frescas. Después del café pasamos a la sala para ver el video.
-. Un último pedido antes de que lo veas.
-. Dime.
-. No quiero que uses esto para perjudicar profesionalmente a Blanca.
-. ¿Todavía la quieres?
-. Te puedo asegurar que no, es una cuestión de dignidad, no quiero mezclar lo personal con su trabajo, me sentiría mal, a pesar de lo que pasó entre nosotros, es una excelente profesional.
-. De acuerdo, te lo prometo.
Aclarado el tema, colocamos el pendrive en la pantalla gigante, y le dimos play.
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Blanca volvió de la cena alrededor de la una de la mañana. Cuando extrañado, escuché ruido de risas en la puerta, me oculté en el vestidor y miré en el móvil las imágenes de la cámara para decidir el momento de mostrarme, para mi sorpresa, no venía sola.
Entró a los tropezones con el hombre que la vino a buscar, se besaban furiosos arrancándose la ropa con desesperación. No necesitaba ver más, puse la cámara a grabar, apagué el móvil y me concentré profundamente para no reaccionar, hacerlo sería darle entidad a su traición. Con un nudo en el estómago me retiré a un rincón y me senté en el piso a la espera del mejor momento para marcharme.
No se cuando, ni por qué, si por el cansancio del día, o por la situación de stress, con las mandíbulas apretadas y los oídos tapados para no escuchar, perdí conciencia del tiempo y el lugar.
Me despertó el silencio. Solo una suave letanía se escuchaba en el lugar. Observé en el móvil y no estaban en la recamara. Salí despacio y me asomé silencioso al origen del lamento.
Blanca estaba en el fondo, aplastada contra el lateral de la ducha y el brazo izquierdo levantado con la palma hacia la pared, con la cara descompuesta vuelta hacia mi lugar, con los ojos cerrados, la boca abierta con la lengua afuera y repitiendo sin cesar
-Ah... ah...ah... mas... mas... mas…
Estaba con la pierna izquierda en el piso, la derecha sobre el umbral y su mano derecha enterrada entre ellas. Detrás, el macho furioso le perforaba el culo sin piedad.
Bajé la cabeza alterado y me retiré sin dudar. Esa ya no era mi mujer, ni ese mi lugar.
Retiré la cámara del espejo y bajé al Bar.
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INTROSPECCION
Dejé a Julia mirando el video, por un lado, a mi no me daba coraje para hacerlo y por el otro, quería que ella tuviera intimidad. Me coloqué la campera, me retiré al parque y el fresco de la tarde en la sierra erizó mi piel. Cerré la cremallera y comencé a cavilar. En poco tiempo mi mundo se había puesto cabeza abajo, mi vida anterior y mis sueños habían estallado en mil pedazos pero ahora lentamente, las piezas del rompecabezas empezaban a encajar.
Tampoco me podía engañar, la sensación de fracaso y el dolor por la pérdida me iban a acompañar mucho tiempo, una sensación de ser arrastrado por la corriente y de no haber podido ser artífice de mi destino, de que alguien amado, sin piedad, hubiera amputado toda mi seguridad.
Blanca. Ella propició el inicio y ella decidió el final.
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La conocí en Nochebuena, en casa de unos amigos de mis padres, con los que, como todos los años, nos habíamos juntado para celebrar la próxima Navidad.
De entrada llamó mi atención, más que por su sutil belleza, por su jovialidad. Piel trigueña, pelo ondulado, ojos color miel, colita erguida y busto prominente. Nada en ella era especial, pero el conjunto, unido a su sensualidad, la convertía en una mujer especial.
Retraído como soy, solo atine a mirarla ir de aqui para alla. A los 25 años con dos carreras universitarias, no es que no haya tenido roce con el sexo femenino, pero tampoco fue nada especial, algún aqui te pillo aqui te mato en una acampada, o al final de algún trabajo en conjunto en mi piso, con alguna compañera de facultad.
Llegado el momento del baile, mi familia y Blanca fueron las primeras personas en lanzarse a la pista. Para no dar la nota patética de ser el único sentado y dedicado a mirar, salí al parque y me senté en una reposera junto a la piscina.
Habría transcurrido una hora. Estaba relajado, copa en mano, distraído viendo aislados fuegos de artificio en una noche despejada y calurosa por demás, cuando para mi sorpresa Blanca se sentó a mi lado a conversar, sonriente, agotada y transpirada por tanto bailar, pero con una sonrisa a imitar.
- ¿Qué te sucede, te sientes mal ?
Me interrogó preocupada.
-. No, para nada, ¿Qué te lo hace pensar ?
-. Estas solo aquí afuera y es Navidad.
-. No soy gregario, no me motiva que sea una fecha especial.
-. No tiene nada de malo dejarse llevar, olvidarse un rato de todo, ponerse a bailar.
Y así, comenzamos a conversar. Amanecía ya. La fiesta comenzaba a decaer y nosotros seguíamos en divertido contrapunto. Finalmente nos pasamos nuestros números de teléfono y quedamos en vernos para tomar un café .
Pasaron las fiestas y me olvidé del tema, mis nuevos algoritmos comenzaban a funcionar y el boca a boca entre mis clientes me iba proporcionando cada vez más trabajo. En especial me llegó una propuesta de una consultora que representaba a la compañía inversora más importante de la costa.
Se trataba de una búsqueda de asesor y auditor externo para su cartera de inversiones. El desafío era entregar un análisis detallado de cinco inversiones propuestas por el staff de la empresa y al cabo de un año decidir la contratación del proponente que haya estado más acertado. El contrato, en caso de ganar era muy jugoso y difícil de rechazar y no exigía ningún tipo de exclusividad, solo demandaba manejar sus asuntos en estricta confidencialidad.
El trabajo era arduo y tentador, y además, me permitiría poner a prueba todos los programas desarrollados en esos años. Razón por la cual, durante un mes, solo paré para comer y descansar.
Sobre finales de Enero, cuando faltaban pocos días para la entrega, recibí un llamado de un número desconocido.
-. Hola ¿Cómo estás ?
-. Disculpa ¿Quien habla ?
-. Vaya.... que poco te he impresionado esta Navidad, ni siquiera me has agendado
-. ¿Blanca ?... Que gusto. Disculpa, es que soy muy despistado.
-. Pero es que, ni siquiera te ha tentado llamar.
-. No tengo excusa... debo informarte que no soy muy formal. Si además tengo en curso algún trabajo importante. Me olvido de todo lo demás.
-. Uff, eso es un golpe a mi vanidad. Ja ja ja, debo estar perdiendo encanto.
-. Ja ja ja, para nada, eres una mujer hermosa, el problema soy yo que soy un desastre.
-. En desagravio, me vas a tener que invitar a cenar.
-. Hecho, dame esta semana que tengo una entrega especial. Y te llamo.
-. ¿Prometido?
-. Prometido.
Finalmente y en fecha entregué el trabajo, ahora solo quedaba esperar.
El viernes por la mañana la llamé y después de mucho negociar, quedamos para esa misma noche en su casa, que yo llevara bebida y postre y ella se encargaba de la comida.
Llegué a la hora acordada. Blanca vivía en un coqueto departamento en el oeste de la ciudad, en un anteúltimo piso. Contaba con un amplio living comedor, toilette y dormitorio en suite. Lo más valioso, a mi entender, era un amplio balcón terraza de cara a un gran parque. Allí poseía dos grandes reposeras y una pequeña mesa que fue donde comimos al abrigo de las estrellas, en una cálida noche de verano en la ciudad.
Como en nuestro primer encuentro, entramos en un delicioso contrapunto y la cena transcurrió en un ambiente de mucha cordialidad, graciosamente a cada tema que uno tocaba el otro, le encontraba una variante a mejorar. A mi -según ella- fría y metódica forma de ver la realidad, ella le aportaba color, riesgo y el morbo de la imprevisibilidad. Casi de madrugada me despedí con un beso y quedamos en volvernos a encontrar.
El caso es que nos fuimos acercando y nos terminamos por emparejar. Hasta en nuestra intimidad llevábamos nuestra personalidad.
La tercer noche que cenamos en su casa, al ir a besarla para despedirme, me paró poniendo las dos manos en mi pecho y me miró fijo a los ojos murmurando rabiosa...
-. Mierda ¿Debo hacerlo todo yo?
Se colgó de mi cuello y me dio el beso mas cachondo que he recibido en mi vida. Al que no tardé en corresponder.
Cuando nos separamos y ante mi sorpresa, me tomó de la mano y me llevó a su dormitorio. Si vestida era sensual, desnuda era preciosa. Estaba desatada, ansiosa, me besaba furiosa, me fue desnudando a los tirones y al llegar a mi pene se arrodilló en el piso y lo engulló con desesperación. Tuve que separarla de su bocado porque me llevaba sin remedio al final. Debía quitarle el control
La levanté de las axilas y la deposité en la cama, me arrodillé entre sus piernas y la empecé a besar suavemente, ascendiendo por el interior de sus muslos desde sus rodillas. Beso cortos seguiditos hasta llegar al trofeo, su candente humedad, Me prendí como becerro a la teta, llevándola a un orgasmo explosivo.
Abandoné la presa, dejándola descansar, fuí subiendo despacio por su vientre, besito tras besito, hasta llegar a sus hermosas cumbres, que con los pezones erguidos me esperaban con ansiedad, los lamí, los besé y los engullí con voracidad. Blanca, recobrada ya de su orgasmo, se retorcía excitada, y elevando desesperada su vientre buscaba mi falo con su cavidad.
-. Fóllame... fóllame, por favor…...no me hagas esperar más.
No me hice rogar, abandoné mi presa y mirándola a los ojos, la penetré suavemente. Me detuve un instante saboreando el momento, y comencé el vaivén, suave, lento y cadencioso, ante su desesperación.
-. Más rápido...más...más
.
Me pedía desesperada.
Estiraba las piernas, las levantaba, las enrollaba en mi cintura. Estaba desatada. Pero yo seguía a mi ritmo imperturbable, volvió a estallar cuando alcanzó un nuevo orgasmo demoledor, pero yo seguí machacando sin piedad, lento, suave. No sé cuantos orgasmos llegó a tener, hasta que aceleré al final para descargar.
Éramos el Ying y el Yang. Ella fuego y pasión. Yo calma y tranquilidad. Las noches que ella más desesperada estaba por concretar, yo la llevaba despacio, hasta hacerla desesperar. Eso sí, luego sus orgasmos eran para filmar.
Teníamos exito personal y profesional, sexo del bueno y con asiduidad y sin embargo...nos llegó el final
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Estaba abstraído en mis pensamientos, contemplando el ocaso con las manos en los bolsillos, cuando Julia me alcanzó en el parque. Nada quedaba de la mujer seria y aplomada, parecía una muchacha frágil y lastimada, estaba pálida y con los ojos húmedos, ante mi asombro, sin decir palabra se aferró a mi brazo y apoyó la cabeza en mi hombro.
Y así en silencio, contemplamos el atardecer perdidos en nuestros pensamientos, mientras tanto, como una síntesis de nuestras vidas, la bola de fuego naufragaba en el horizonte.
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