Asistente sexual por solidaridad 8: masturbación
Hoy me salto un poco el orden de mis confesiones para hablar de las pajas. Masturbar a los chicos es algo que he hecho muchas veces, y me gusta.
Hola a todos. Hoy me voy a saltar un poco el orden cronológico que he seguido hasta ahora en mis confesiones. El otro día estuve hablando con una amiga sobre las primeras veces que nos masturbamos y que masturbamos a alguien, y recordé cosas que tenía algo olvidadas, por lo que creo que os puede interesar.
No recuerdo muy bien qué edad tenía cuando me masturbé por primera vez, pero sé que fue en la cama. Una noche noté cierto calor en mi chochito y de forma inconsciente me puse la almohada entre las piernas y me froté medio dormida. De repente noté una sacudida de calor y gusto hacia arriba y me desperté por completo. Yo no sabía lo que habia pasado, era mi primer orgasmo y solo sé que me gustó. Aunque me quedé muy sorprendida.
Desde ese día empecé a cogerle el gusto y tengo recuerdos de llevar mi dedito a la rajita y tocarme hasta volver a tener esa sensación. No me atrevía de hablar de eso con nadie, ni siquiera con mis amigas, pues no sabía si era bueno o no, pero lo cierto es que me daba placer y lo repetía a menudo. Así que recuerdo un verano en el pueblo que las tardes eran muy calurosas y se hacían eternas hasta que mi familia se levantaba de la siesta y las otras familias dejaban salir a mis amigas, me empezó a dar por pasearme por los huertos y fincas que había enfrente de mi casa. No sé por qué, un año, me empezó a excitar la idea de masturbarme allí, detrás de alguno de los muros de piedra y lo hice. No recuerdo qué ropa llevaba, pero sí que eran pantalones cortos (sabéis que siempre he sido poco de faldas), porque recuerdo mirar a mi alrededor, ponerme en cuclillas, bajarme el pantalón y las bragas como si fuera a mear y empezar a tocarme el chochito hasta correrme. La excitación me hacía tener un orgasmo mucho mayor que en la cama, así que, debo reconocer, que ese año lo hice unas cuantas veces. Mi sexualidad empezaba a estar a flor de piel.
A partir de ahí, poco después empecé a salir con chicos. Yo era muy mona, así que siempre tuve muchos pretendientes a los que dejaba que me manosearan y poco más. Después, en casa, me masturbaba pensando en ellos o si conseguían calentarme, me quitaba la excitación normalmente con el dedo. Digo normalmente porque en algún momento empecé a meterme alguna cosa. Lo de los pepinos me parece una asquerosidad, que lo sepáis, yo siempre he preferido algún bote de champú que tuviera forma idónea, (cuando veía alguno con la forma adecuada lo compraba y lo rellenaba con el champú que le venía bien a mi pelo. De todas formas yo soy clitoriana, es decir, consigo los orgasmos con la excitación del clítoris, aunque la penetración me excita mucho, claro.
En cuanto a masturbar a otros, empecé tarde. Con 16 fue mi primera paja a Eusebio, pero luego cogí ritmo hasta que en la facultad hice muchas. La sensación de notar cómo crece en mi mano me excita mucho y a los novios que tuve en la carrera les masturbaba a menudo. En épocas de exámenes iba a sus casas a estudiar y les hacía una paja de vez en cuando para que se relajaran. A mí no me costaba trabajo.
Una vez, casi al final de la carrera, y esto sí fue después de la experiencia con los chicos frikis, estuve en un pequeño grupo de estudio. Eramos tres, dos chicos y yo, que vivíamos cerca y quedábamos en la biblioteca. Uno de ellos era gay, y muchas veces nos reíamos imaginando lo que nos forraríamos si montáramos una empresa de telepaja, es decir, en épocas de exámenes, nos llamarían para ir, hacerles una paja rápida para quitarles estrés y para casa. daríamos servicio solo dentro del campus, para no perder mucho tiempo en los transportes, y no habría nada de mamada ni de follar, solo pajas, que son más rápidas.
En los ratos muertos, los tres hablábamos mucho sobre la empresa. Siempre de broma, imaginando hasta dónde podríamos llegar. Jorge se encargaría de la clientela gay y yo de los heteros, y yo dije que admitiría un máximo de dos chicos a la vez. Jorge me dijo que no podía ser, que no se puede seguir el ritmo con dos a la vez, que es muy cansado y que con la izda. no iria tan deprisa y siempre tendría que acabarla con la derecha. Yo dije que era capaz y que si querían se lo demostraba. Además, añadí, debemos probar el tiempo de reacción y cuánto tardaríamos en tiempo real, así que, por la tarde nos separaríamos y me llamarían como si fuera un servicio real.
Así lo hicieron.
Les cogí el teléfono, les pregunté dónde estaban y me presenté lo más rápido posible. Era la biblioteca, en una zona no muy concurrida a esas horas y en esas fechas, así que me senté entre los dos, mientras se reían, pensando que era una broma. Yo les recordé las normas: nada de tocarme, nada de mamadas y ser discretos. Bajé mis manos y les toqué los paquetes, los manoseeé, les cogí la polla y los huevos por encima de los pantalones hasta que se empezaron a poner duros, los dos. Miré a Jorge que no me devolvió la mirada pero no me quitó la mano, así que les desabroché los pantalones y les saqué las pollas. Jorge estaba en mi derecha y empecé a masturbarles a los dos. Debo decir que no es fácil, pues hay que mantener cierta coordinación y además, como bien decía Jorge, como soy diestra, la derecha la muevo más rápido, pero opté por hacer una paja más lenta pero apretando bien todo el tronco de la polla, para que notaran bien mi mano.
Sus pollas empezaron a ponerse muy duras y sus glandes se pusieron gordos y de rosa intenso, pues mis manos les apretaban bien el tronco y topaban con el capullo, hasta que las dos pollas se corrieron casi a la vez.
Le dije a Jorge que yo tenía razón y que me debían unas cervezas en el bar de la facultad, que pagaron, aunque luego tuve que aguantar varias semanas las justificaciones de Jorge de por qué se le había puesto dura a pesar de ser gay, gay, jajaja.
Bueno, como siempre, me gustaría que si os gusta y queréis que siga contando mis experiencias, comentéis y valoréis. Un besito.