Asistente sexual por solidaridad 5
Tras el susto con el grupo de chicos, me decido a dar un paso adelante y coger las riendas. Me apunto a un club de frikis para alegrarles la vida e ir hasta el final.
Hola a todos, como sé que muchos están esperando esta confesión desde hace mucho, voy a ir directa al grano. Solo voy a recordar cómo soy para los que se han olvidado ya: tengo los ojos verdes, soy rubia natural, normalmente siempre he llevado el pelo largo y liso, y tengo una cara que todo el mundo me dice que es muy bonita. De cuerpo soy muy normalita pero muy proporcionada, mido 1,65, soy delgada, tengo un culo redondito y unas tetas acorde a mi físico, se pueden abarcar con la mano y están muy firmes y bien colocadas.
Tras el susto que tuve con los chicos y que conté por primera vez en mi vida aquí, tuve claro que no podía echarme para atrás. Había dejado que la situación me sobrepasara porque tuve una actitud pasiva, quitarme las bragas y ver qué pasaba, sin pensar, ese había sido mi error, tal vez llevada por mi excitación al llevar tiempo intentando ignorar mis instintos “diferentes”. Ahora tenía claro que me gustaba llevar las riendas y dar experiencias sexuales a aquellos que no lo tienen fácil. Tenía que quitarme los miedos e ir a por todas.
Así que empecé a pensar qué colectivo podía ser “manejable” y a la vez estuviera necesitado de experiencias con chicas, y la respuesta me esperaba en el tablón de anuncios de la facultad. Allí, en una esquina tapada por fiestas y clases particulares, había un papel del club de manga de la universidad. Sabía quienes eran, eran tres chicos que llevaban desde el primer curso organizando campeonatos de juegos de rol y lecturas de manga, creo que sin mucho éxito. Nadie les hacía caso, pero ellos seguían intentándolo. El siguiente viernes empezaban unos talleres de cosplay que, si os soy sincera, no tenía ni idea qué era. No me han gustado mucho los cómic, y los japoneses mucho menos, pero eran mis beneficiarios perfectos. Sabía que yo podría darles mucha confianza para un futuro y además podría manejar la situación si me lo proponía. Así que me apunté.
El día en cuestión me presenté en la puerta de unos locales de la universidad que se dejaban a este tipo de clubes y asociaciones. A la hora en punto estaban ellos tres y yo, con mis pantalones vaqueros cortitos, mi camiseta ajustada sin sujetador, y mi cola de caballo habitual en el pelo. Su cara era un poema. Javier era muy gordo y no muy alto, lo que hacía más evidente su enorme barriga, su cara inflada y sus mollas en piernas y brazos. Luis, por el contrario era un palillo, casi daba pena verlo con sus bracitos y sus piernas super delgadas, debía pesar menos que yo, y Ramón era una cosa intermedia, de pecho para arriba era normal pero sí tenía una barriguita prominente. Ninguno era un pivón, vaya.
Me presenté, les dije que me quería apuntar y tras 20 minutos de espera, por si venía alguien más, cosa que no ocurrió, entramos para empezar a trabajar. Me explicaron, con muchos nervios, que se trataba de hacernos unos trajes de algún personaje de manga o de series de tv japonesas y poder ir a una convección de cómic que había un mes más tarde. Ahora es más normal, pero hace unos años, no era muy frecuente y yo no sabía ni lo que era. Así que el primer paso era elegir personaje.
Mientras me enseñaban imágenes de personajes, yo aprovechaba para poner posturitas y para pedirles cosas. Si por ejemplo preguntaba si había algo de beber, al momento uno de los tres venía con un refresco que conseguía vete a saber dónde. Si preguntaba si tenían algo para picar, les faltaba tiempo para traer una bolsa de patatas o cosas así. Me sentía como una reina.
Tras mucho enseñarme personajes que no conocía de nada, llegamos a uno que se llamaba Tier Hanibet o algo así, ya no me acuerdo y que en el dibujo que me enseñaron llevaba un top blanco que dejaba ver la parte de abajo de los pechos y subía como una especie de cuello tapando hasta la nariz y una especie de falda pantalón blanca que se sujetaba con un cinturón de tela negra con dos grandes aperturas en forma de V a los lados, lo que dejaba difícil ponerse bragas, pues dejaba al aire casi toda la cintura. No sé si os hacéis a la idea, yo acabo de buscarlo en internet y es Tier Harribel. Salen varias versiones, pero una es como yo os he dicho.
La cosa se remataba con una especie de botines bajos y una gran espada en la espalda. Me contaron la historia, pero os aseguro que no llegué a enterarme de nada.
Tras diseñar y ver más o menos cómo lo haríamos, quedamos para otro viernes. Aunque en el anuncio ponía que cada uno debería traerse el material, ellos me dijeron que no me preocupara, que la goma eva y el poliexpán lo ponían ellos. ¡Qué majos!
Al viernes siguiente, habían traído cervezas, coca-colas y varias cosas de comer, y traían todo lo necesario para hacerme la gran espada. Yo, por mi parte, había encontrado una chaqueta con cremallera delante que tenía el cuello muy alto, de forma que si lo subía me tapaba la boca. El tema era que tenía que cortarlo a la altura de que se vieran los pechos por debajo, pero no se viera el pezón, básicamente para que no me detuvieran por desnudo. Ay, les dije, lo mejor sería que me lo pusiera y que alguno de vosotros cortara con la tijera, no quiero comprar otra chaqueta, era la única en rebajas.
El brillo en sus ojos me hizo muy feliz y además me puso muy cachonda. Estoy segura que durante la semana debieron hablar mucho de mí, así que me di la vuelta (allí no había sitio donde meterse para cambiarse) me quité la camiseta y me puse la chaqueta. Evidentemente, sin sujetador, no llevaba.
El más lanzado fue el Luis, el delgaducho, cogió unas tijeras grandes, midió y empezó a cortar justo por debajo de mis pezones. Yo le hice alguna broma de que tuviera cuidado y ni contestó, de lo concentrado que estaba. Cuando llegó a mis tetas, el dorso de sus dedos las rozaron necesariamente y pude ver cómo creció el bulto de su pantalón, ¡cuántas pajas se haría con aquello! Eso me puso frenética, por lo que, cuando cortó la cremallera y esta se abrió unos centímetros dejando ver casi todas mis tetas, no las tapé, sino que esperé a que terminara de dar la vuelta y cortarlo entero lo más recto posible. La cara de los otros dos, frente a mi, era de creer estar en un sueño. Eso me encantó. Así que, cuando me lo quité, no me di la vuelta del todo, sino que me quedé de lado, dejando que me vieran un poco antes de ponerme la camiseta.
Fácil fue convencerlos para que le cosieran ellos un ribete para que no se despeluchara por debajo y que arreglaran la cremallera por mí, mientras yo me tomaba una cerveza. El pobre delgaducho no encontraba la postura al sentarse, seguro que todavía llevaba una erección de caballo. Lo difícil iba a ser la parte de abajo, pero el gordito me dijo que él podía conseguir una especie de kimono de no se qué cosa, que habría que cortarlo y coserle una cinta negra que hiciera de cinturilla para que no se cayera. Me pareció genial, y quedamos para el siguiente viernes.
Yo aparecí con un peto vaquero de pantalón corto y un top muy pequeño. El delgaducho, que la semana anterior iba con vaqueros, apareció con chandal. El gordo me trajo esa especie de falda pantalón blanco que había prometido, y me convenció, fácilmente, debo decirlo, para cortarlo con él puesto. El peto era bastante lioso de poner y quitar, formaba parte del plan, así que me lo quité (delante de ellos, claro) y me puse lo otro. Llevaba un culotte negro trasparente salvo donde no debía serlo.
Esta vez fue el gordo quien cortó los pantalones, como había que cortar la cintura, si no me lo sujetaba, se caía. Al terminar, aún había que coserle la cinturilla negra, así que me lo quité pero como ponerme el peto era muy laborioso y, total, tenía que volvérmelo a quitar en un rato, les dije que si no les importaba que me quedara así, total, ya me habían visto.
Allí me quedé, con el culotte enseñando casi todo mi culo y con un top muy corto y ajustado. Los ojos se les salían, mientras intentaban mirarme sin que me diera cuenta.
Les tenía a los tres empalmados y comiendo de mi mano, debía ir a más, pero no sabía cómo pasar a otro nivel. No podía, sin más, meter la mano dentro del chandal del delgadito y hacerle una paja, debía buscar la manera de que fuera un paso más natural, y no sabía como.
Como perdían mucho tiempo mirándome disimuladamente, no daban una puntada bien y se nos pasó el tiempo sin poder terminar mi falda pantalón, así que quedamos en que lo hacían en casa. Como solo nos quedaba un viernes, se repartieron las tareas de sus trajes y el próximo día llevábamos todo y nos lo probábamos antes de ir a la feria de manga.
Los bultos del delgaducho y el barriguita eran evidentes, no así del más gordo, que no se le notaba aunque estuvo toda la tarde congestionado y sudando. Tenía que hacer algo para la siguiente semana, pero no sabía qué. Estuve dándole muchas vueltas hasta que pensé un plan.
El jueves, un día antes de vernos, llamé por la mañana para anular la reserva del local, así que por la tarde nos encontramos los 4, con bolsas enormes y bultos grandes de poliexpan, sobre todo de sus trajes, delante del conserje, con cara de no saber qué había pasado. El conserje de la tarde no sabía nada, solo que no teníamos reserva y por tanto no podíamos usar ningún local, aunque estuvieran vacíos.
Una de las mejores interpretaciones de mi vida, jaja, entre indignada y sorprendida ¡cómo era posible! ¿Y qué hacíamos ahora? Estos se ahogaban en un vaso de agua, así que yo salí al rescate, la solución era encerrarnos en el baño de minusválidos y probarnos la ropa ahí, ver si todo nos quedaba bien y si había que arreglar algo, tendríamos tiempo de hacerlo por la noche, cada uno en su casa.
Los tres estuvieron de acuerdo, claro.
Así que, sin que nos viera el conserje, nos metimos en el baño que estaba al fondo del pasillo. Nunca habíamos visto a nadie en silla de ruedas por allí, así que pensamos que no nos molestaría nadie.
Bueno, dije yo, deberíamos vestirnos tal y como vayamos mañana, para evitarnos sorpresas, y me quité la camiseta dejando mis tetas al aire. Aunque era de minusválidos, 4 personas dentro éramos demasiadas y si levantábamos los codos nos chocábamos unos con otros.
Casi les tuve que dar un grito para que se empezaran a vestir ellos también porque se habían quedado medio embobados. El gordito me dio la falda pantalón que me había arreglado en su casa (yo en realidad no había hecho casi nada del disfraz). Me quité las mallas que llevaba ese día y me di cuenta de que la cinta negra que hacía de cinturilla era muy estrecha, por lo que se notaría si llevaba cualquier braga o tanga. ¿Y qué hago ahora? Yo no tenía bragas que no se vieran, y eso quedaba fatal, les dije, jo. Ellos me miraban, todos sin camiseta, preparándose para ponerse sus trajes y yo, haciendo que me lo pensaba mucho, me quité la falda-pantalón y a continuación las bragas de un solo movimiento. Me quedé, literalmente, desnuda delante de ellos.
Anda, que si ahora me quisierais follar, dije como de broma, Entre los tres me dabais un buen repaso, dije como si fuera algo imposible mientras me ponía los pantalones pero seguía con las tetas al aire. ¡Venga!, les dije, metiéndoles prisa para que se vistieran no fuera a ser que viniera alguien. Los tres dieron un respingo y siguieron quitándose los pantalones. El más gordo llevaba un bóxer amplio con dibujitos, el gordito llevaba un bóxer pero más ajustado, en el que se le notaba la erección y el flaco fue la sorpresa. Luis llevaba un slip y la cabeza de una polla bastante considerable sobresalia por arriba.
A esta situación yo quería llegar, y evidentemente empecé a hacer comentarios como, vaya, luis, si me llego a agachar un poco más me la clavas y ni me entero, bueno, enterarme sí, porque no es pequeña, Entre los tres me hacéis una mujer, porque cómo vais. Ellos no sabían ni qué decir, aunque lo cierto es que no se vistieron. Yo seguía con las tetas fuera y la tensión era más que evidente. Ya me miraban las tetas descaradamente y yo miraba sus paquetes, bueno, solo los dos paquetes que veía, así que le dije al más gordo que si él también estaba con su cosita dura como sus amigos y me dijo que sí. Yo le dije que no sabía, porque no se veía, dejando claro que le estaba pidiendo que me la enseñara, pero él se negó, rojo como un tomate.
Yo le insistí que me dejara vérsela, que no pasaba nada, que sus amigos seguro que lo hacían, a lo que el delgado respondió bajándose el slip y dejando un pollón considerable fuera, sin decir ni una palabra, yo me acerqué al medio de los tres y con una mano distraída, como si la pusiera en una barandilla, le toqué la polla mientras con la otra le tocaba la barriga al más gordo y le decía que no tenía que tener complejos, que a las chicas nos gustan todas las pollas, a mí, me gustaban todas, que de todas se puede sacar algo bueno, y en esto el delgaducho se corrió en mi mano mientras soltaba un bufido. ¡Ahora qué! Tú te has corrido y tus amigos no. Miré a los ojos al barriguita y lo captó a la primera sacándose la polla, asi que se la empecé a tocar también con una mano, mientras con la otra seguía tocando la barriga del más gordo acariciándole en círculos, mientras le daba ánimos, que a las mujeres les gusta follar tanto como a los tíos, que seguro que hay mujeres a las que les gustan los gorditos, mientras él ponía los ojos en blanco y yo temía que se corriera solo. El barriguita me cogió del brazo y empezó a follarse mi mano, notaba su polla, normalita, pasando por mi mano deprisa hasta que se corrió.
Sin limpiármela, hice al gordito que s asentara en la taza del wáter y le bajé los calzoncillos. Tuve que levantarle la barriga, sudada, para encontrar una pollita pequeña al fondo, el pobre se quiso tapar, debía tener un complejo que le hacía sufrir mucho. Le pedí que se sujetara la barriga, me agaché dejando mi culo en pompa, abrí un poco las piernas y empecé a darle besitos en el capullito. El pobre soplaba y me decía gracias, lo que me dio tanta ternura que mi coño se puso tan mojado como muy pocas veces se había puesto, así que miré a atrás y dije que ese sería un buen momento para que alguien me bajara el disfraz y me la metiera, que me iba a dejar. Ni un segundo más tarde noté un capullo gordo, sin duda del flaquito, que me bajó los pantalones y empezó a tantear. Ya la tenía dura otra vez, pero no sabía si me la quería meter por el coño o por el culo, porque pasaba de uno a otro sin atinar. Al final, como mi coño estaba tan mojado, en cuanto la colocó mínimamente en su sitio, entró sola.
Nunca me habían follado en una de estas situaciones “especiales”, siempre habían sido masturbaciones y habían estado bien, pero ahora me imaginaba agachada en un baño, dándole mordisquitos a un chico en su pollita, mientras otro me follaba como un poseso, sin ningún miramiento y otro me miraba, salido perdido, masturbándose como un loco. La situación me pareció tan increíble, tan imposible de que fuera yo, que empecé a correrme sin poder parar, le absorbía el capullito a Javier que bufaba y bufaba. Tras mi tercer orgasmo, creo, volví un poco a la consciencia y noté que Luis se corría detrás, o eso creí yo, porque entonces vi al flaquito a mi lado con la polla flácida y goteando. En algún momento se había corrido, había empezado a follarme el barriguita y no me había dado ni cuenta.
Entonces oímos ruido fuera y una voz diciendo que iban a cerrar. Se nos había pasado el tiempo tan deprisa que no nos dimos cuenta. Miré al gordito, él todavía no se había corrido, pero ya no podíamos quedarnos más tiempo. Le pedí perdón, nos vestimos y salimos corriendo despidiéndonos hasta el día siguiente en la feria de cómic, pero lo que pasó entonces, eso lo cuento otro día.
Un besito a todos y no olvidéis valorar mis confesiones para que sepa que os gustan.