Asignatura pendiente
A veces una persona te hace perder todos tus principios, una mujer preciosa y una tarde en el parque envuelta de pasión, nunca hay que dejar asignaturas pendientes en la vida...
Hacía un día espléndido, después de una semana fría y lluviosa, el sol por fin volvía a salir. Hoy era un día especial, mi gran amiga Alexandra venía unos días de vacaciones a España e íbamos a encontrarnos. Ella era mi asignatura pendiente.. mi debilidad, cada vez que nos volvíamos a ver y daba igual si habían pasado unas horas o un año, todo mi ser sentía un deseo incontrolable de hacerla mía. Ella siempre se había hecho de rogar, sentía un gran cariño por mi, pero no sentía el mismo deseo que sentía yo por ella.
Fui a recogerla al apartamento de sus padres donde tantas otras veces habíamos quedado, mi obsesión con llenar todo el día con actividades me hacía frecuentemente llegar tarde a los sitios y esa no iba a ser una excepción, al fin y al cabo yo llevaba años esperándola sin conseguir nada, así que no veía del todo mal que ella esperara unos minutos mi llegada. Ni ella ni yo eramos amantes de lo habitual por lo que habíamos acordado ir a hacer un picnic a un parque poco concurrido a las afueras de la ciudad. A medida que me acercaba a su apartamento mi corazón se aceleraba, hacía dos años que no la veía, mil preguntas recorrían mi mente, que pensaba deprisa, muy deprisa, ¿seguiría igual? ¿volvería a ponerme nervioso con su mirada profunda?¿llevaría la ropa adecuada? . Todos estos pensamientos que recorrían mi cabeza, se extinguieron alborotados cuando la ví salir del portal, sin duda no había cambiado nada, se dirigía a mi con su sonrisa eterna y su caminar alegre, vestida con unos pantalones cortos que me hacían perderme en sus largas piernas y una camiseta ancha que dejaba entrever uno de sus hombros, entró al coche y nos dimos un largo abrazo, me encantó sentir su voz otra vez cerca de mi. Después de los cumplidos de rigor nos pusimos en marcha, ella desprendía un magnetismo hechizante, ver sus piernas a mi lado era una tentación demasiado grande para mi y de inmediato mi mano comenzó a juguetear con su rodilla, siempre olvidaba lo muy nerviosa que le ponía que le hicieran cosquillas, pero para mi resultaba irremediable, a veces cesaba y dejaba mi mano apoyada a mitad de muslo sin moverme, hasta ahí llegaban las licencias que ella me concedía. En pocos minutos habíamos llegado a nuestro destino, recorrimos el verde parque hasta llegar a la antigua caseta del conserje, hoy en desuso, situada junto al arroyo justo al lado de una pequeña colina que daba inicio a la frondosidad del bosque de hayas, era el sitio perfecto, los dos amábamos las cosas simples que la naturaleza nos brindaba, desplegamos una gran toalla en el césped y nos sentamos en ella.
- Sorprendeme, ¿qué me has traído?
- Hoy no voy a sorprenderte... se perfectamente que deseas
- ¿ah sí? ¿lees pensamientos?
No leía pensamientos, pero la devoción de Alexandra por la pizza, solo era comparable por mi devoción hacia ella, así que esa misma mañana había estado preparando una pizza carbonara que haría la delicia de los dos, junto a ella, dos copas y un vino de Oporto que tenía reservado para una ocasión especial, de uno de mis últimos viajes.
- Oh my god! Pues si lees pensamientos.
- A veces los leo, y a veces los escribo...
Nos encantaba ser místicos y tratar de “arreglar” un mundo que nos parecía en un profundo declive.
- Bueno, brindemos por nuestro reencuentro.
- Brindemos!!
- Pero, brindemos como Dios manda! En uno de mis viajes aprendí que si quieres tener suerte, has de mirar los ojos de la persona con quien brindes, no debes chocar las copas y debes cogerla con la mano izquierda, pues es la que conecta el corazón.
- Así sea, pues.
Sus ojos claros se clavaron sobre los míos, por un instante el tiempo se paró para mi, su copa se aproximó a sus labios y un sorbo de vino los humedeció, en ese instante sentí envidia de no ser mis labios quienes humedecieran los suyos. Comimos, reímos y bebimos.. ninguno de los dos está acostumbrado a beber, por lo que los efectos no tardaron en aparecer, ambos nos aproximamos y comenzamos a ponernos al día, instintivamente comencé a acariciar su brazo, a veces ella cogía mi mano, me encantaba que lo hiciera... me contó que su situación laboral era muy estresante, a lo que le repliqué que se olvidará del estrés, que ahora estaba de vacaciones y que disfrutara del momento. Ambos nos fundimos en un abrazo, sentir su pecho contra el mío aceleró mi corazón.
- ¡ Tengo una idea! Exclamé
- ¿Idea tú? Miedo me das...
- Tonta, si sabes que soy un angelito..
Ella me miró con una sonrisa picarona, sabía que lo mismo tenía de ángel que de demonio. Le propuse hacer un último brindis para terminarnos las copas y no manchar la toalla que milagrosamente había sobrevivido al picnic silvestre sin ninguna mancha. El vino de Oporto debía ser bastante fuerte porque enseguida noté un calor que subía por mi garganta. Una vez brindado, le dije que se sentará mirando hacía el río y que cerrara sus ojos y se relajara, ella obedeció sonriendo, le expliqué que debía intentar relajarse y concentrarse en los sonidos que le rodeaban, me puse a su espalda y con las yemas de los dedos, apenas rozando su piel comencé a subir lentamente por sus brazos que permanecían pegados a su tronco, al subir por ellos rocé con disimulo sus pechos, que aunque no eran demasiado voluminosos destacaban sobre su viente plano, ella permanecía en silencio con los ojos cerrados.
- ¿Te estas relajando?
- Si, me encanta.
Seguí unos minutos recorriendo sus brazos esperando el momento en el que pasaba por el costado de su pecho cada vez con más ganas. Una ráfaga de viento deslizó sus cabellos dejando entrever parte de su cuello, fue una señal, le terminé de retirar el pelo y acaricie suavemente su cuello con mis dedos, inmediatamente un escalofrío recorrió todo su cuerpo, su cuerpo se tensó y una sonrisa se dibujó en sus labios, nunca los había sentido tan cerca, volví a bajar mis dedos por su brazo, observé que con su mano izquierda había empezado a juguetear con su pelo, mi imaginación funcionaba a toda prisa, me aproximé a ella para que notara como algo crecía deseando fundirse con ella... no pude aguantar más, mis labios empezaron a devorar su cuello apasionadamente.
- Alberto.. musitó ella
- sshh, tu cierra los ojos y relájate
Su silencio fueron las mejores palabras que en ese momento pude escuchar, la abracé fuerte clavandole mi ya abultada polla en su espalda, oír sus pequeños suspiros mientras la besaba me excitaba cada vez más, cogí sus pechos y un jadeo se le escapó mientras besaba su espalda, la imagen de sus labios entreabiertos me estaba poniendo a mil, por un instante imagine esos labios entreabiertos rodeando mi glande y una palpitación recorrió todo mi polla, le giré la cara y comenzamos a besarnos como sino hubiera un mañana, la sensación de rozar sus labios hizo que mi cuerpo temblara, con suavidad y firmeza la cogí de su larga melena y le obligué a inclinar su cabeza hacía atrás, mis labios se dirigieron a su cuello mientras su respiración se agitaba cada vez más, la miré a los ojos y la besé mordisqueando su labio superior y a continuación el inferior, nuestras lenguas empezaron a trabarse armónicamente, mi mano recorría su muslo hasta quedarse cerca de su ingle, ella inconscientemente movía su cadera buscando el roce de mi mano. La cogí fuerte de la mano y le pedí que me acompañara, rodeamos la vieja casa abandonada a espaldas del camino, para mi sorpresa la puerta de la caseta se encontraba entreabierta, tras una breve inspección visual entramos
- ¡Estas loco!
- ¡Tu me vuelves loco!
Dije mientras la cogía fuerte del culo y la empotraba entre la pared y yo... cuantas veces había deseado tener ese culo entre mis manos, perfectamente redondo como culminación perfecta a sus larguísimas piernas. Cogí sus manos y se las puse entre su espalda y la pared, estar a mi merced la excitaba en sobremedida, sin dejar de besarnos comencé a desabrocharle su pantalón corto, que cayó rápidamente al suelo , por encima de sus braguitas comencé a acariciarla, sus caderas se contoneaban deseosas de mis caricias, con un rápido movimiento deslice su ropa interior de encaje que hizo que mi corazón se acelerara rápidamente, acaricié sus labios y me perdí en su clítoris, nuestros besos solo eran pausados por los jadeos que ya no se esforzaba por controlar. Liberé sus manos para quitarle la camisa y desnudarnos, cogí su mano y la puse sobre mi polla que a esas alturas permanecía erguida en todo su esplendor. Ella deslizó su mano de la punta hasta la base lentamente, rodeándola como tratando de imaginar que le esperaba...Mi polla era larga, unos 18 cm, bastante gruesa, lo suficiente como para dar placer a cualquier mujer, ella empezó a agitarlo fuertemente extasiada en una gran excitación, no quise perder el control de la situación, había esperado tanto tiempo este momento que quería tener todo bajo control, la suspendí en el aire y la transporte hasta una mesa vacía donde la recosté, comencé a besarla por las costillas subiendo lentamente hasta sus pechos, con la otra mano acariciaba su clítoris, sus labios estaban húmedos completamente, subí por su pecho hasta alcanzar sus pezones, jugueteé alrededor de ellos, cuando finalmente los alcancé con mi lengua, los gemidos de Alexandra eran incontrolables, me perdí un buen rato gozando entre sus pechos, besándolos suavemente, rodeando con mi lengua sus pezones, dándoles pequeños mordiscos embriagado en un éxtasis fuera de todo control posible. Finalmente ya no pude aguantar más cogí la punta de mi engrosado pene y la deslice por sus labios inferiores, acariciando con ella su clítoris.
- ¿Quieres que te la meta?
- Siiii, suplicó
- ¡Pues tendrás que esperar!
Dije mientras me arrodillaba entre sus piernas y empezaba a besar sus suaves muslo, recorriendo cada cm de su cuerpo hasta llegar a lo más intimo de su anatomía, donde con los dedos separé sus labios para recorrerlos con mi lengua, hasta llegar a su clítoris y juguetear con él, haciendo pequeños círculos..introduje dos dedos en su vagina y un gemido salió de su garganta. Su cuerpo se estremeció en un profundo orgasmo que yo no esperaba tan pronto. Mi hasta entonces pasiva amiga se levantó como un resorte y me besó contra la pared. Cogió mi pene y empezó a agitarlo vivamente mientras besaba mi pecho, finalmente se agachó y arrodillada junto a mi introdujo mi rasurado pene en su boca mientras me miraba con esos ojos claros que me volvían loco, no pude hacer más que morderme los labios y disfrutar de esa escena que se me antojaba un sueño, su lengua se ensañó con mi glande, mordisqueó todo el tronco de mi polla hasta llegar a mis huevos, al sentir como los succionaba creí estar en el cielo. Ahora era ella la que me estaba haciendo sufrir, me estaba haciendo una mamada increíble, sentí varias veces que no iba a poder aguantar por lo que decidí que había llegado el momento, la incorporé y cogí mi polla hasta penetrarla totalmente, sentir su calor y los flujos que liberaba fue muy placentero, ella jadeó, yo también, la cogí fuerte del culo y la empotré contra la pared y empecé a embestirla fuertemente, nuestros cuerpos sudaban y nuestros labios se besaban apasionada y arritmicamente pues mis embestidas a penas permitían mantener el equilibrio. La baje al suelo y le dí la vuelta, su largo pelo en su espalda y ese precioso culo me pusieron más si cabe, la cogí de sus pechos y se la volví a meter, de nuevo comenzamos a jadear, la empalaba con fuerza mientras mis manos amasaban sus pechos totalmente erizados, sentí que el final se acercaba y deslicé mi mano por su ombligo hasta llegar a su clítoris, sin dejar de metersela empecé a masturbarla, su cuerpo se encogió y un espasmo la recorrió de los dedos de los pies a la cabeza, segundos después estallé en un tremendo orgasmo que la llenó por completo de mi leche caliente que había salido en cantidad considerable, se giró y nos besamos.
Nunca más volvió a suceder nada, pero esa tarde nos unió más que nunca y cada vez que camino por el parque, un hormigueo recorre mi cuerpo. Finalmente mi asignatura pendiente había pasado a la historia...