Así pasó... (4) FINAL
Esto no pintaba nada bien y una punzada en el estómago me descompuso hasta dejarme a la orilla de la terraza sin saber qué pensar.
La mente comenzó a trabajar de manera paranoica, ¿y si había sido una broma, una apuesta, un reto?, ¿y si alguien ha estado siguiendo o hasta documentando todo lo sucedido? El nerviosismo me provocaba nauseas y la cabeza parecía que me iba a explotar. Comencé a hiperventilar y con los ojos cerrados traté de tranquilizarme. En seguida llegó mi amiga preguntando qué me pasaba.
-Se te pasaron las copas, ¿verdad? – dijo divertida –Vamos, es tarde – agregó, ayudándome a ponerme de pie y medio a rastras llegamos al coche.
Esa noche dormí en casa de mi amiga, aunque, por supuesto, lo de dormir es una mentira. No podía conciliar el sueño, estaba desconcertada, nerviosa, molesta; estaba totalmente convencida que había sido víctima de una pesadísima broma y, armando toda la historia en mi cabeza, cerré los ojos y por fortuna, me quedé dormida.
El gusto me duró muy poco, ya que a la hora más o menos, la alarma de mi celular comenzó a sonar. Me levanté pesadamente de la cama, tratando de no despertar a mi amiga, y como zombie me dirigí a apagar la alarma. Entré al baño, y mientras, en la regadera, comencé a reconstruir toda la historia, con la esperanza de encontrar explicación lógica. Una alternativa era contarle a amiga lo sucedido y que ella me diera explicación.
Salí del baño con la intención de contarle todo pero ella, haciéndome a un lado, entró corriendo al baño y gritando:
-¡Es tardísimo! ¿Por qué no me despertaste? Vete bajando, que tardo cinco en estar lista – dijo lo último ya con el sonido del agua mezclado en su voz.
Tomé mis cosas y me dirigí a la parte baja de la casa. Me reconfortaba (y provocaba el más profundo terror) el saber que en unas horas, la vería de nuevo en el campus; entonces sí, le exigiría una explicación. Ahh!, y de paso su nombre.
Bajó mi amiga con el cabello todavía escurriendo, tomando las llaves de la mesita y salió de la casa todavía gritando:
-¡!Apúrate!! A ver si llegamos. ¿Ya ves? Todo esto por querer fiesta – vociferaba entre enojada y divertida.
El camino no dije nada; más bien pensaba en cómo abordaría a la chica en cuestión. Después de casi una hora, llegamos al campus y nos dirigimos corriendo al salón. Mi corazón daba vuelcos dentro del pecho, me punzaba la cabeza hasta sentía que me salía sangre de la nariz; entiéndase, estaba nerviosa. Cuando entramos al salón, y disculpándonos por el retraso, busqué su mirada entre todas… y no la encontré. El maestro me pidió mostrar las fotos para, entre todos, seleccionar las mejores. Saqué el equipo para conectarlo al proyector, de la manera más torpe, casi tiro la cámara, tropecé con la mesa, no lograba tranquilizarme.
-¿Falta alguien? – preguntó el maestro, lo que atrajo toda mi atención a la respuesta, mientras todos miraba a su alrededor.
-Falta Ana, – dijo una voz desconocida – pero no vendrá hoy, profe. Me ha dicho que se siente mal, que la disculpe.
Ana. ¿Ana era mi Ana? No vendrá, se siente mal, ¿y yo qué? ¡¡Me está desbaratando la duda pero acá estoy!! Bueno, por lo menos ahora sé su nombre.
Después de exponer distraídamente las fotos, el maestro nos permitió un descanso de unos minutos. Me acerqué a la chica con el recado de Ana y le pregunté si había enfermado.
-No sé, sólo me dijo que no se sentía muy bien - dijo un poco cortante
El resto del día, estuve absorta en mis pensamientos; hice todas las labores con desgano y desinterés. Llegó el momento de salir, y el maestro, recordándonos la cita al día siguiente, se despidió de nosotros; hice lo mismo con mis amigos y me dirigí hacia el estacionamiento, cuando recordé que no traía mi auto, que se había quedado en casa de la sesión fotográfica. Ni hablar, a tomar un taxi. Llegué a la casa, recuperé mi auto y me dirigí a mi ya extrañado hogar. En el camino puse música esperando distraerme un poco, cuando mi celular anuncia un nuevo mensaje. Lo saqué de mi bolsa, procurando no descuidar la manejada.
*Nuevo mensaje. Número desconocido. Mensaje: Daniela, perdóname por dejarte así; la verdad, no sé qué me pasó pero me encantaría que me dieras la oportunidad de explicarte. Puedo ir a tu casa o tú a la mía, o vernos en un café. Espero no estés muy enojada. Perdón.
No me pregunten cómo fue que no choqué porque, creo que hasta solté el volante. Como pude, me estacioné en el primer lugar disponible y releí le mensaje, con el corazón en la garganta. ¿Y, ahora? Ni un café, ni su casa; si íbamos a aclarar las cosas, estratégicamente debía ser en mis terrenos.
Nuevo mensaje. Número desconocido. Mensaje: No estoy enojada, sólo totalmente desconcertada. Si te parece, preferiría que fuera en mi casa. Te paso la dirección ****. Te veo en un rato.
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Me sentía un poco más tranquila; incrementé la velocidad, llegué a casa, ordené todo rapidísimo, me di una manita de gato porque traía cara de fantasma y me senté en la sala a esperarla. Prendí un cigarro y, debo aceptar, estaba, aún con todo, emocionada de volverla a ver. Tardó casi una hora en llegar, poniendo mis nervios de punta, pero al fin un par de faros se detuvieron frente a mi casa y mi corazón dio un brinco.
Esperé a que tocara el timbre y yo, con un fingido aire despreocupado, pregunté quién era.
-Soy yo… -dijo con su vocecita suave -…Ana (Ajá, por fin lo confesó)
¿A quién trataba de engañar? Moría por volver a verla, escucharla y sentirla. Abría la puerta y ella me miró melancólicamente, esbozando una leve sonrisa.
-Hola, Ana –dije pausadamente, invitándola a pasar
Ella se acercó a mí, regalándome un beso en la comisura de los labios, lo que hizo que me temblaran un poco las rodillas. Nos sentamos en la sala, una frente a otra. Se podía ver claramente que no se sentía muy bien, pero aún así yo la encontraba hermosa.
-No sé ni cómo empezar. Primero quiero ofrecerte una disculpa por lo de ayer; la verdad, yo no soy así, no sé qué me pasó –decía esto aún mirándome con una expresión que no lograba descifrar.
-No tienes porqué disculparte, –dije un poco turbada por la inesperada confesión – sólo respóndeme algo: ¿todos lo que pasó fue algún tipo de broma?
Ella me miró desconcertada e inmediatamente respondió con la cabeza de manera negativa.
-Me encantaría que así fuera, – agregó, acercándose un poco más a mí – me encantaría poder tener una explicación a la atracción que siento por ti.
Mientras hablaba, acercó su mano a mi cara, atrayéndola hacia la suya. El beso fue extraño, cargado de culpa de su parte y de duda, parte mía. Aún así, prolongamos el beso, acompañado de algunas tiernas caricias. Dejó mis labios un momento y se acercó a decirme algo al oído, esta vez, demasiado claro:
-Dame tiempo… -solamente dijo, besándome de nuevo en la mejilla y saliendo presurosa por la puerta.
¿Podemos considerar eso como una explicación? Por supuesto que no. Tenía ahora más dudas. Me sentí ridícula. La presa ahora debía esperar al cazador cuando había caído completita en la trampa. Tardé bastante en reaccionar y cuando salí a buscarla, su coche desaparecía en la esquina de mi calle.
El resto de las vacaciones y la asignatura de la revista, Ana desapareció por completo. Intenté comunicarme con ella por mensaje pero jamás recibí respuesta. Por una de las compañeras, me enteré que había salido de la cuidad, lo que me desconcertó aún más, apachurrando de paso el corazón. Terminamos el proyecto y, gracias a los esfuerzos, nos quedaron 4 días completamente libres de obligación. Los pasé en casa, arreglando el desorden (yo venía de otra ciudad y aún no terminaba de acomodar la mudanza; sí, después de casi un año), y visitando a las amistades que tampoco habían salido.
El siguiente lunes, nos dimos cita en el campus, tempranísimo, para la primera clase. A propósito, retrasé mi ingreso al salón, esperando verla entrar al suyo pero no llegó. La clase era tremendamente aburrida, literalmente los ojos me pesaban una tonelada. Pedí permiso al maestro de salir, quien, a regañadientes y después de un mini-sermón, cedió.
Fui al baño a mojarme la cara, esperando despabilarme un poco, cuando me interrumpió una encantadora vocecita.
-Hola – dijo ella, acercándose a mi cara mojada, y con una irresistible sonrisa, me dio un beso fugaz en los labios.
Yo me quedé atónita. Me seguía poniendo mal esta chica. Me sequé el rostro y con un tono algo firme, pregunté:
-¿A qué estamos jugando? Necesito que me expliques qué demonios está pasando aquí. Creo que sabes que me encantas, pero si esto sigue así, lo único que vas a lograr es que me de un infarto de la tensión.
Ella cambió su expresión, sus ojos miraban al suelo, y así, todavía muy cerca de mí y tomando mis manos, agregó:
-Dame tiempo… - dijo de nuevo sin darme oportunidad de preguntar ¿tiempo para qué?, salió del baño y por el resto del día, preferí ignorarla un poco.
Esta actitud, nos llevó casi el resto del semestre. Cuando llegaron de nuevo las vacaciones, nos despedimos fríamente y yo sentí cómo algo de mí se congelaba. Está de más, decir que las vacaciones fueron las peores de mi vida; por más que intentaba divertirme, Ana ocupaba todos mis pensamientos. Cerca del fin de las vacaciones recibí un mensaje de ella:
*Nuevo mensaje. De: Ana. Mensaje: ¿Podemos hacer como si nunca hubiera pasado?
Mi cabeza comenzó a dar vueltas, mi pulso se aceleró muchísimo y sentía que el corazón se me hacía chiquito, dolía. Ni siquiera lo pensé, respondí casi de inmediato.
*Nuevo mensaje. Para: Ana. Mensaje: Si es lo que prefieres…
Fue lo último que supe de ella en meses. Al regreso a clases, me enteré que había cambiado de universidad y hasta de cuidad. Me sentí fatal, usada, burlada pero aún así, tristísima de enterarme de esto. Me costó mucho trabajo superar aquella experiencia y tiempo después supe que su cambio se había debido a un problema personal muy fuerte (que no parecía tener nada que ver conmigo), por lo que, de algún modo, me sentí aliviada.
Seis años pasaron para que nos volviéramos a ver. Aunque, muy esporádicamente, intercambiábamos mensajes, algo fríos pero con buenas intenciones. Al reencuentro fue algo muy especial, que, definitivamente, tiene mucho más significado para mí, de lo que pudiera llegar a ser interesante para ustedes…
FIN
ACLARO:
*Nunca me ha querido decir qué fue lo que me dijo al oído tantas veces
*Tampoco ha confesado el porqué de pedirme tiempo
*Mucho menos la situación personal que la obligó a alejarse
*Y aún trato de entender el motivo de su misterioso comportamiento, cuando intentaba seducirme (¿¿dije “intentaba”?? LOGRABA con astucia, lo que me lleva a pensar que todo era parte del juego, del que no salí tan bien librada.
Muchas gracias por todos sus comentarios; de verdad, me han motivado a terminar esta confesión que he traído atorada desde hace ya tiempo.
La historia es totalmente cierta, sólo he modificado algunas pequeñeces. Y, bueno, ahora que la he escrito, me doy cuenta que viví algo de novela, para bien o para mal.
GRACIAS!!
**Perdonen las faltas de ortografía (si las hay) y los terribles errores de dedo (los muchos).