Así pasó... (1)

No recuerdo la primera vez que la vi. Cuando intento recordar siempre termino en el mismo punto, el mismo día. Mi experiencia personal. Espero no se tediosa porque quiero abarcar todo los detalles

No recuerdo la primera vez que la vi. Cuando intento recordar siempre termino en el mismo punto, el mismo día.

Estábamos en la Universidad, ella un grado más abajo que yo. En el semestre que coincidíamos, jamás me topé con ella, jamás alguien me la presentó, ni su nombre sabía, vamos.

En una de las materias, debíamos hacer una revista como proyecto de fin de semestre y, por lo reducido de los grupos, el maestro decidió juntar a los dos salones.

Yo fui encargada del área de Corrección de estilo y alguno que otro trabajito de diseño; esta asignación se hizo en tiempo de vacaciones, por lo que disponíamos de casi todo el día para trabajar. Algunas veces estábamos en el campus, otras en la calle, o en casa de alguno de los del grupo.

En una ocasión, debíamos tomar algunas fotografías para el área de moda de la revista, así que nos trasladamos a casa de una de las compañeras. Debo reiterar que hasta este momento yo no la hacía en el mundo; hacía mi trabajo y los ratos libres los pasaba con mis amigos del grupo.

Ese día en particular, una de las compañeras fotógrafas enfermó y me pidieron sacar algunas de las fotos. Yo, una aficionada a la foto, acepté, no sin antes recurrir a las ya célebres frases que connotan falsa modestia, “…pero, yo no sé cómo”, “mi nivel es de una simple amateur”; una de mis mejores amigas me sacó de la negación de talento con tremendo golpe en el hombro y soltándome un “ya, no te hagas!”, me empujó hasta quedar como protagonista del evento.

Comencé, nerviosa, a tomar las fotos; aunque, poco a poco, y gracias a que todo el grupo dejó de ponerme atención, me sentí un poco más cómoda y las fotografías empezaron a fluir.

Cuando terminé, y como todos seguían en sus cosas, me dispuse a revisar las fotos ahí mismo en la cámara; estaba sentada cerca de la ventana, fumando, y de la nada, una voz en tono muy quedo, me dice al oído:

-Creo que salvaste el día...

En ese momento, me quedé completamente helada. *Cuando estas cosas pasan, por alguna extraña razón, recuerdas TODO a detalle, como si el tiempo pasara más lento y te diera oportunidad de grabar todo en tu cabeza.

La tibieza de su aliento hizo que la nuca se me erizara como gato de alguna novela de Poe. Lentamente giré mi cabeza y me encontré con dos ojazos que me miraban fijamente (y a una cortísima distancia de mi cara, por si hacía falta material para el nervio).

Como auténtica lela, sólo pude articular un “¿ehhh?”, obviamente acompañado con su respectiva boca abierta.

Ella hizo una deliciosa mueca y sonriendo me dijo:

- Las fotos son buenas, ¿no?

-Emmm … sí, eso creo; hay bastantes rescatables, aunque creo que desperdicié algunos buenos ángulos – dije esto con la mirada clavada en la cámara y pasando de foto en foto a una velocidad, que semejaba película muda.

Ella soltó una risita y, apoyándose en mi hombro, se levantó, no sin antes dejarme otra vez al oído un:

- pues a mí me has parecido maravillosa…

Que alguien venga a resucitarme, por Dios!! Yo creo que sí puse cara de muerta porque el maestro me preguntó si estaba bien.

-Creo que ha sido el cigarro; estoy bien, gracias

Eso no era más que una gran mentira; no estaba bien, las manos me sudaban, el corazón se me salía del pecho y abarcaba hasta la garganta. Tardé unos minutos en recuperarme del todo. Una de mis amigas se sentó al lado mío para avisarme que más tarde habría fiesta en su casa. Mientras me explicaba los detalles, yo buscaba esa mirada de nuevo; sólo escuchaba a mi amiga como personaje de Snoopi, mientras mis ojos recorrían toda la habitación. Y, ¡paff!, se estrellan contra ese par de aceitunas que me miraban de nuevo de un modo que hacían hervir mi sangre. No le pude sostener la mirada y me limité a clavar los ojos en el suelo; cuando miré de nuevo, ella me regaló otra encantadora mueca y se fue después con sus amigos.

Bueno, recuperemos la compostura, caray! Comencé a guardar mis cosas, el equipo de foto, las maletas, etc. Cuando salíamos de la casa, mi amiga me recordó la fiesta, diciéndome que me fuera en su coche para no tener que explicarme la dirección.

-Bien, ve acercando tu coche mientras termino de guardar mis cosas; ya te alcanzo

Todavía acomodando las maletas en el coche, recordé sus palabras en mi oreja y en escalofrío comenzó a recorrerme la espalda; cosa que no duró mucho porque mi amiga me arrancó la fantasía con su estruendoso claxon.

Saqué mi bolsa de prisa y me monté en el auto.

-Ya, lista! – dije mientras prendía un cigarro

- Nos da gusto - y una tibia mano se planta en mi hombro…

Era ella, ahí estaba, sentada en la parte trasera del coche de mi amiga; ahí.

- Hola, de nuevo – dije, mientras fumaba nerviosamente – Me llamo Daniela

Ella soltó una suave risita:

-pues claro, ya lo sabía -  dijo, pícaremente.

¡¿Por qué ella sabía mi nombre y yo el suyo no?! Esto parecía divertirla porque seguía sonriendo y maliciosamente no mencionó el suyo.

-Mensa!!- me gritó mi amiga, haciendo que dejara de mirarla por el retrovisor – va un grado debajo de nosotras!!

Llegamos a la fiesta y yo, como cosaca después de naufragio, busqué una cerveza para relajarme. Había mucha gente desconocida y uno que otro rostro familiar; me quedé con un grupo de amigas que no veía desde hacía tiempo. Estábamos sentadas cerca de la cocina hablando de tonterías de adolescencia, llevábamos ya varias cervezas y, por un momento, había olvidado a la misteriosa chica, cuando siento un peso que cae sobre mis piernas.

Y sí, es ella.

*Por falta de tiempo, lo dejo hasta ahí pero continuaré lo más pronto posible

Gracias