Así nació Carla (2ª parte)
Continua la transformación de Carlos, sus deseos se van cumpliendo, ahora ya es toda una mujer.
Hacia ya 6 meses que trabajaba en el Centro de Belleza, mi relación con Yolanda seguía en los dos sentidos como jefa y como amante, un par de veces por semana me acostaba con ella.
Le encantaba como movía mi lengua, a menudo durante una hora le lamia todos los rincones de su cuerpo, dedicando tiempo a sus enormes pechos, recorriendo cada uno con mi lengua con parada obligatoria en ambos pezones que succionaba con destreza y después dedicaba especial atención al clítoris y a su culito; la situaba de perrita le abría bien las nalgas y con mi lengua le penetraba su hoyito y movía la lengua de abajo arriba al mismo tiempo que con los dedos le tocaba el clítoris, sus gemidos eran intensos y continuados hasta llegar al orgasmo.
Otras veces el protagonista era yo, ella sabia que lo que más me gustaba era que con la tanguita, el sujetador, las medias y el liguero puestos, tener una buena polla dentro de mi culito, se ponía el arnés y me situaba en la cama con las piernas abiertas y ella encima mio, moviéndose en una mete y saca. Otras veces se sentaba en un sillón, luego yo me sentaba encima entrando la polla hasta dentro de mi culito, era yo quien se movía arriba y abajo hasta llegar al éxtasis.
Adoraba a Yolanda, era mi amiga, mi amante, mi jefa y a veces mi madre, su carácter autoritario hacia que yo estuviese a su merced, su voluntad era mi voluntad, sus deseos eran mis deseos.
Un día estando en su casa me descubrió, revolcándome de placer en la cama, mientras me corría de placer con un vibrador en el culo. Vino hacia mi me pego dos bofetones y me dijo – Maldita zorra, pero quien te has creído que eres para correrte como una puta sin mi permiso. Me agarro por lo pelos a rastras me puso contra la pared, me ató las dos manos, me bajo las bragas hasta las rodillas y con un cinturón de cuero empezó a pegarme en el culo, al tiempo que decía – Que sea la última vez que haces algo sin mi permiso, eres una puta viciosa y una desagradecida. Estuvo como unos diez minutos pegándome, tenía el culo rojo a punto de sangrar, me quede llorando al pie de la cama.
Luego de rodillas ante ella, le dije que me perdonara, que no volvería a ocurrir, empece a besarle los pies y continué por las piernas hasta llegar a su coño, delicadamente le baje las braguitas y empece lentamente a mordisquear sus labios suavemente e introduciendo mi lengua hasta el fondo, Yolanda suspiraba y gemía a medida que se iba humedeciendo su coñito, seguidamente la situé de perrita e introduje mi hábil lengua en su culito, cuando estuvo dilatado la penetre con un dedo, luego dos, …. hasta que tuvo un orgasmo.
Este incidente fortaleció nuestra peculiar relación. Mi vida transcurría de casa al trabajo y viceversa, siempre bajo el extricto control de Yolanda. De pronto empezamos a tener cierta vida social algunos fines de semana acudíamos a fiestas privadas organizadas por amigos de Yolanda. Eran fiestas muy liberales, frecuentadas por homos y hetereos, yo era objeto de sugestivas miradas, sobre todo de hombres, uno de ellos se llamaba Ricardo, pidió bailar conmigo, mire a Yolanda y asintió. El baile fue muy sensual, estuvo besándome apasionadamente al tiempo que magreaba sutilmente mi culito, después me aparto en un reservado, se bajo los pantalones y me pidió que se la mamara, me agache y delicadamente empece a lamer su pene, despacito de arriba a abajo entrando todo su pene en mi boca, succionando su prepucio, se empezó a poner muy caliente y me follo por la boca intensamente hasta que se corrió, me obligó a tragarme todo su semen.
En el trabajo cada vez tenía más confianza, había una serie de cliente fijos que siempre querían que les atendiera yo. Uno de ellos era Javier, encargado de un gimnasio cercano, cuidaba muchos su musculoso cuerpo. Mientras le depilaba me excitaba, deseaba chuparle su precioso pene y soñaba que me hacía suya introduciendo su polla en mi “clítoris”, pero de momento solo eran sueños.
Por otra parte mi aspecto femenino se iban consolidando, los cabellos caoba, un maquillaje cada vez más perfeccionado, un vestuario extenso, mi comportamiento a todos los efectos era de una dama, los hombres con que me relacionaba en el trabajo y fuera de el, me trataban como una mujer. Mis deseos y mis ilusiones se cumplían casi en su totalidad
Cuando hacia aproximadamente un año que trabajaba con Yolanda, una noche después de una placentera sesión de sexo, me hizo una propuesta. Dijo que sabia que una de mis ilusiones era tener pechos y mejorar algunos aspectos de mi físico, por lo que me ofreció la posibilidad de ingresar en una Clínica para someterme a un tratamiento con hormonas y a una intervención de cirugía estética, ella sufragaría los gastos y yo se lo devolvería poco a poco. Me quede sin habla durante unos segundos, le dije que si, por supuesto, me tire encima de ella y la bese apasionadamente.
A los pocos días acudimos las dos la consulta de un médico amigo suyo, le planteamos nuestras intenciones; el primer paso era el tratamiento hormonal, por espacio de tres meses debía tomar una pastilla diaria, una vez terminado este proceso, ingresaría en la clínica para realizar la intervención quirúrgica.
A los tres meses una vez terminada el tratamiento hormonal, ya me sentía diferente, mis cabellos habían crecido ahora tenia un larga melena que llegaba hasta media espalda, mi voz se había feminizado totalmente y lo más importante ya tenia pechos, aunque no lo suficientemente grandes.
Acudimos otra vez a la consulta del médico para analizar el resultado y establecer en que consistiría la intervención quirúrgica. Una vez más Yolanda decidía, aunque esta vez me dejo también intervenir; decidimos que mantenía mi pene, aumentaría mis pechos, moldearía mi culito y la cadera para hacerlos más femeninos y también un implante de silicona en mis labios para hacerlos mas bonitos y apetitosos.
La operación fue un éxito y el resultado espectacular, después de unos días de descanso me reincorpore al trabajo, la compañeras, los clientes, todo el mundo me felicitaba por mi cambio. Cuando iba por la calle, como en el trabajo notaba las miradas penetrantes de los hombres, algunos me desnudaban con la mirada.
Mi deseos e ilusiones se iban cumpliendo, solo me faltaba uno, sentirme mujer en la cama, acostarme con un hombre, ser follada por un buen pene, que mi culito fuera tratado como un clítoris, correrme como una zorra …. (continuará)