Así me comí a Carlos

Dos hombres casados follan de nuevo.

Los días siguientes después de haber estado con Martín mis pensamientos giraban alrededor de esa noche apasionada llena de lujuria y placer. Quería volverlo a ver, besarlo, comérmelo. Sí, Martín era la comida que ansiaba. Pocas cosas tan placenteras como comer el culo de un macho. Sobretodo el de Martín. De ese encuentro recordaba insistentemente sus bellas nalgas, nalgoncito como era se movían como dos hermosos melocotones, bamboleantes, insinuantes, atrevidos. Aún tenía ante mi vista y mi nariz su hermoso ano, arrugadito, con ese sabroso olor, ano que había besado, acariciado, y penetrado con mi alborotada lengua. Ahora serían mis dedos y mi verga los que horadarían su ojete.

Lo llamé un martes. Luego de saludarlo le dije: ¨ Estoy con tremendo deseo de verte y comerte ¨. " ¿Sabes? Eso es lo que quiero, que me cojas y hagas conmigo lo que quieras, entregarme a ti ¨. Mi verga se había parado y ampliaba los pliegues de mis pantalones, suavemente la sobé con una mano, ya estaba mojado. ¨¿Estás solo? ¨, le pregunté. ¨ Sí, ¿y tú? fue su respuesta. ¨ También, ¿por qué no nos pajiamos por teléfono?, le pregunté alborotado mientras me bajaba los pantalones con las tangas incluidas y dejaba salir enhiesto con todo su deseo mi chimbo. ¨ Ya me estoy acariciando amor. ¿Quieres ser mi amor? ¨, me preguntó entre jadeos.

¨ Sí, seré tu amor y tu serías el mío...ah, ah, qué placer, qué rico...ahh...ahh..¨, eran mis palabras, a las que él contestó con voz entrecortada: ¨ ¿Me cogerás la próxima, quieres comerme, hacerme tuyo?...ah...ah..papi mío, mi amor...oh...oh....¿quieres ser mi papito?...dime que sí....seré tu hembra...sí quiero ser la hembra que comerás con pasión...oh...oh...ah...¨ eran las frases que me llegaban por el teléfono. Yo no dejaba de masajearme el chimbo, excitado al máximo. ¨ Sí amor, serás mi hembra, te someteré, me obedecerás. Y lo harás desde ya. Quiero que te pongas en cuatro y te culees con un dedo......¿lo estás haciendo? Bien, sigue, sigue, has de cuenta que soy yo ¨, le ordenaba por teléfono. Martín y yo nos quedamos oyéndonos nuestros jadeos, me lo imaginaba con sus dedos dentro de su culo. Yo había comenzado a acariciar mis nalgas.

Como hablaba a través del citófono me desnudé del todo y me subí al escritorio. colocándome en cuatro, ¨ Oye Martín, también estoy en cuatro patas y me estoy culiando, ¿tú que haces? ¿Sigues con tus dedos en el culo? ¿ Sácalos y mételos en tu boca?... ¿Lo estás haciendo?... Eso así me gusta...qué placer...creo que en poco me vendré...quiero meterte toda esta leche amorcito ¨. Martín me dijo: ¨¿ Tu eres mi papi, sí, mi papi, mi papito, oh, cómo te deseo dentro de mí, eres mi macho, mi dueño...oh. oh....oh, qué delicia ser marica...soy un marica casado...qué alegría...¨. Le respondí: ¨ Sí, ambos somos maricas...ah, ah, me estoy masajeando, tengo el chimbo rojo..ah, ah...tu serás mi marica...oh, ahg, ahg...si la gente supiese cuántos hombres casados somos maricones...qué delicia ser cacorro...ay, ay, me vengo, me vengo, toma la lechita tómala Martín, mi amor, tómala, ay, ay... ¨, y con buenos chorros mi leche embadurnó el escritorio mientras oía a Martín que gritaba: ¨ Sí, sí, ya me sale, oh, está saliendo, sí, saliendo, qué rico, qué rico, uhy, cómo sale...¨.

Qué paja tan sabrosa nos habíamos hecho. Estaba exhausto. ¨ Amor, ¿cuándo nos vamos a ver de nuevo?¨, le pregunté. Me dijo que su esposa salía el jueves para EE.UU. con unas amigas, que podríamos venos el viernes y que me esperaría con ansias. Así quedamos.

¡Martes! Aún faltaban tres días. Serían largos, pero el viernes llegaría. Y efectivamente llegó. Por la mañana me afeité las pelotas y el chimbo dejando una pequeña mata de vellos púbicos a modo de un bigote; me rasuré los pelos del pecho. Había visto que Martín también se rasuraba y me gustó. Me coloqué unas tangas pequeñas, me vestí y salía al diario trajín esperando la llegada de la noche donde dos machos se encontrarían para darse placer como sólo dos machos saben darlo. Pasadas las siete de la noche llegué al apartamento de Martín que estaba situado en un buen sector de la ciudad en el quino piso. Toqué el timbre y Martín me abrió. Estaba esplendoroso, sólo tenía unas minúsculas tangas blancas, transparentes por delante que dejaban ver su verga semi erecta y en la parte de atrás con un hilo dental que se metía entre sus cachas. Eso y unas sandalias de correa era todo lo que tenía puesto. Sonriendo me invitó a seguir.

¨ Ponte cómodo mientras te sirvo un ron ¨, me dijo mientras caminaba hacia un pequeño bar. Con placer veía cómo sus nalgas se movían al caminar invitando a ser acariciadas, amadas, tomadas. Mientras me dirigí a la sala observé que el apartamento era pequeño aunque decorado con buen gusto, en la sala había una mesa de centro sobre la cual observé la hielera, un ron servido que debía estar tomando, un cigarrillo en el cenicero, aún encendido, una bandeja con pasantes de uva, salchichas picadas, trozos de queso y al lado dos potes con salsas. También había un paquete de condones, una caja de vaselina y un rollo de papel higiénico. Martín sabía hacer las cosas. Un espejo grande separaba la salita del comedor. Mi mirada se dirigió a Martín que me daba la espalda. ¡Qué nalgas, qué culo el que se exhibía a mis ojos! El hilo dental estaba completamente inmerso en ellas. Martín terminó de preparar el ron y se dirigió a la sala donde ya me estaba desvistiendo quedando sólo con mis tangas aprisionando mi chimbo, ya lubricado de saber lo que llegaría después.

¨ ¿Qué te parece si mientras nos tomamos los rones vemos una buena película?—pero antes de responderle ya estaba encendiendo el VH. La película iba en la mitad y en esos momentos estaba mostrando un joven que mamaba la verga grande y gruesa de su amante. Su culo se exponía a la pantalla. ¨ Qué hermosura, está bueno para comerle ese culo, ¿no te parece? ¨, le dije a Martín. Éste me contestó que estaba bueno pero que mi culo le había gustado mucho. Lo miré y vi que su verga alzaba sus tangas transparentes, un círculo mojado cubría la parte superior. Le puse la mano y acaricié su humedad. Él hizo lo mismo y nuestras bocas se unieron en un apasionado beso. Me separé para tomar un poco de ron que acompañé con una uva, volviendo de nuevo a la carga lingual. Tomé su boca y pegué la mía pasándole la uva.

Martín jugueteaba con ella en su boca mientras mi lengua se unía a la suya. Ambos mordimos la uva, cuyos restos, con nuestras lenguas, quedaban regados en nuestras bocas. No pude más. Me quité las tangas y lo volteé. Quedó sobre el sofá recostado de lado, mirando hacia el espaldar, y alzando una pierna en ángulo recto sobre su rodilla. ¨ Vas a ser mi hembra amor ¨, le dije. ¨ Sí, seré tu hembra, tu mujer, hazme lo que quieras cariño ¨, me respondió. Cogí la cajita de vaselina y embadurné dos dedos de mi mano derecha. Martín aún seguía con sus tangas por lo que alcé el hilo dental y vi su ano, ansioso de ser perforado. Suavemente introduje un dedo que deslicé lo más profundo, lo saqué en parte y con el otro abrí más su ana. Mi otra mano acariciaba sus nalgas, sus pelotas que se asomaban entre las tangas. ¨ Oh, sí, sí papi...sigue...dómame, sométeme...ah, ah, hoy soy tu mujer...ah, ah, clávame otro dedo" . Y otro dedo entró en el culo de Martín. Se contorsionaba, gritaba, pedía más y más.

¨ Eres una verdadera puta, eres mi putita, eras mi maricona...síguete moviendo que hoy serás mi hembra ¨, le decía con voz temblorosa por la pasión. Martín se movía agarrándose el chimbo que ya le se había salido de las tangas. Saqué los dedos y le quité las tangas. Quedó desnudo sólo con las sandalias de correa. Le pregunté que en qué posición deseaba que me lo comiera. ¨ Cómeme como quieras, pero hazlo rápido amor ¨, dijo con voz entrecortada. ¨ Antes te calentaré. Ponte en cuatro sobre el sofá ¨. Así lo hizo. Le di una palmada en una nalga, luego otra. Quería ver su reacción. Lo que me esperaba, era tan puto como yo. ¨¿Quieres pegarme papi? Pégame, hazme arder esas nalgas, caliéntalas que res mi macho ¨. Comencé a darle más nalgadas hasta que las vi rojas. Era el momento. Lo hice voltear para que quedara en posición de misionero. Cogí el papel higiénico y me limpié los dedos untados de vaselina. Ensarté un condón en mi verga y me le acerqué. ¨ Me gusta esta posición, así te sentirás mi mujer ¨ le susurré dulcemente.

Nuestras bocas se volvieron a unir y las lenguas entraban y salían como si fuéramos dos colibríes; en un momento ambos teníamos las lenguas fuera de la boca y se acariciaban serpenteando en medio de la lujuria. Mi chimbo empezó a buscar la cueva que lo abrigaría y lo aprisionaría. La encontró e inició su camino. Su túnel del amor abría suavemente sus puertas para darle entrada al visitante que quería dejar allí su lechudo regalo. Cuando las puertas se abrieron totalmente, mi chimbo penetró sin pedir permiso y llegó al fondo de la cueva ansiando seguir y seguir. Descansé. ¨¿Cómo te sientes mi amor? ¨ le hablé a Martín. " Como tu mujer, sí, como tu mujer, tu amante, tu perra, sí tu perra, soy tu perrita. Hazme sentir así papi. Me gustaría que nos miráramos en el espejo ¨. Saqué mi verga pero se salió el condón. Mientras me arrime a la mesa por otro y lo ensartaba, Martín se acomodó de frente al espejo. Yo me deslicé hacia la parte de atrás, le alcé una pierna y coloqué mi verga en su hueco ya dilatado hasta que lo metí de nuevo.

Miré el espejo. ¡Qué excitación! Veía a Martín con su pierna alzada, su chimbo parado exhibiéndose en todo su esplendor. Comencé un mete y saca mientras con una mano le apretaba la tetilla derecha con rudeza. No quise parar más. Continué moviéndome, entrando y sacando mi chimbo, a sentir la calentura de ese túnel hermoso que me había sido permitido visitar. ¨ Vamos puta, muévete, mueve esas nalgas, aprieta con el culito...ah, ah,... oh, ay, qué placer, me voy a venir ¨, eran las palabras que salían de mi boca. ¨ No, espera, quiero venirme contigo ¨. E inició un vaivén con sus nalgas que parecíamos en medio de un vendaval. ¨Ay, me vengo...me vengó ¨, gritó Martín y sentí como su leche se escapaba mojando mi estómago y mi pecho. Casi simultáneamente sentí como mi leche inundaba el condón porque en ese instante frenética y locamente me moví con unas ganas que parecía que buscaba que mi chimbo quedara definitivamente enterrado en las entrañas de Martín o que, al menos, llegara hasta su garganta. Quedamos rendidos y cansados. Sin sacar mi verga de su culito quedé arrimado a su cuerpo. Una somnolencia nos cogió a ambos. Me dormí. Al rato me desperté, mi chimbo ya había salido del culo de Martín mientras dormitábamos. Me asusté por la hora. Era tarde. Me vestí rápidamente porque debía llegar a mi casa donde mi esposa me debía estar esperando. Alguna disculpa tendría. Ése es el problema de los hombres casados que somos maricas.

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