Así lo manda el Rey
¿Qué es lo que hará un sádico rey cuando descubra que la mujer que quiere tener, a parte de ser princesa de otro país, está enamorada de su hermana?
Capítulo 1.
No quería estar ahí en ese momento. Los tacones repiqueteaban a cada paso en el suelo de mármol viejo, en ese palacio los techos eran altos y hacía un frío que te helaba el alma. Mi vestido no ayudaba, me habían obligado a ponerme uno sin mangas y con escote para conocer al rey, sentía como si sólo vistiera con el corsé, podía ver mi pecho hinchándose aparatosamente cada vez que intentaba respirar.
La mayoría de las estancias no eran muy grandes, aunque sí que estaban muy decoradas, debías pasar por todas ellas para llegar al gran salón, como si formaran un pasillo con recovecos. A mi lado se encontraba mi dama de compañía, Diana, que había venido conmigo desde mi país, el traductor y el mayordomo que nos enseñaba el camino.
Cuando llegué a la estancia donde se iba a celebrar la comida y donde el ambiente estaba algo más caldeado yo ya estaba a punto de tiritar por el frío y mi piel estaba más blanca de lo habitual.
Ella ya estaba ahí, esperándome. No se sorprendió de verme vestida así, incluso me miraba como disculpándose por las exigencias del rey, su hermano.
Petra no era como las demás chicas, no llevaba vestidos ni usaba tacones, no se maquillaba y no estaba obligada a seguir el mismo protocolo que nosotras, siempre llevaba consigo una carta firmada por su hermano en la que le concedía el privilegio de ser tratada en todas partes como a un hombre. A primera vista podías ver medias, pantalones abombados, grandes chaquetas y el pelo debidamente recogido y aunque al mirarla a la cara también veías unas facciones duras se notaba que estabas ante una mujer.
Por ella estaba aquí.
Nos habíamos conocido cuando su hermano la había mandado como representante a mi país, España, y me habían asignado a mí el trabajo de enseñarle las costumbres y los sitios más representativos del reino, aunque claro está, todo esto fue asignado antes de que mis padres, los reyes, vieran a Petra. No les hizo gracia que el rey de Ucrania mandara a una mujer como representante para hacer negocios, por muchas cartas de permiso que tuviera y por muy hermana que fuera del rey. Sobre todo, no querían que pasara tiempo con ella por miedo a que llegara a influenciarme de algún modo.
Y tenían razón, me influenció de tal modo que no pasó ni un mes desde su llegada cuando empezamos a pasar las noches juntas, retozando entre mis propias sábanas. Nos habíamos enamorado, así que convencí a mis padres para volver con ella con el pretexto de que reforzaría nuestros lazos que la propia princesa de España visitara al rey de Ucrania.
Mis padres no apoyarían mi vestimenta, en España nunca había aparecido en público enseñando el pecho y los hombros, no estaba bien visto en alguien de la realeza, pero aquí, aunque había intentado explicarlo, no había servido para nada. Una sombra de inquietud me recorría desde que había llegado, aunque Petra me había asegurado que no había ningún problema.
Se acercó a mí, y cuando yo acabé de hacer una pequeña reverencia ella hizo lo propio y me besó la mano, sujetando la mía más tiempo de lo necesario.
- Puedes irte Alen, yo seré su traductora -dijo Petra.
Cuando Petra vino a España ya sabía hablar nuestro idioma, aunque no solo este, sino que había tenido el gusto de aprender la mayoría de los del continente.
El rey entró a la estancia sin ningún tipo de anuncio, así que no pude hacer más que sobresaltarme cuando su manó se posó en mi cintura y de repente se encontraba a mi lado, muy cerca.
- Hermano -dijo en mi propio idioma- esta es la Princesa María de España.
- Encantado de conocerte María -dijo también en mi idioma, pero con mucha menos seguridad de como hablaba su hermana.
- El placer es mío, Rey Stephan -dije apartándome de él y haciendo la pertinente reverencia.
El rey dijo algo en su propio idioma y todo el mundo comenzó a sentarse, a parte de nosotros también se encontraba en la sala el resto de lo que supongo que sería la nobleza. Petra estaba sentada entre el rey, que presidía la mesa, y yo, así que era ella la que me fue traduciendo todo. Tuve que levantarme antes de comenzar para que Stephan anunciara mi presencia y los nobles me mostraran sus respetos, aunque fuese en un idioma que no conocía.
Había un mayordomo por persona, así que todos tuvimos nuestros platos delante al mismo tiempo, los destaparon a la orden del rey y se me revolvió el estómago. En mi plato, al igual que en todos los demás, había grandes pedazos de carne de cordero acompañados por unas cuentas verduras cocidas. Fui la única, junto a Petra, que no tocó su plato.
- Hermano, la Princesa María sigue una dieta a base de vegetales desde hace años, creía haberlo comunicado a cocina.
- Sí, lo hiciste -dijo en español, aunque su hermana estaba hablando croata- y cocina me lo comunicó a mí y lo cancelé. Su rey le manda que coma lo que se ponga en su plato.
Lo último lo dijo con sus ojos fijos en los míos, había un rastro de amenaza bajo el intento de su mirada afable.
Bajé la mirada hacia mi plato, preguntándome cómo iba a hacer para comer siquiera un bocado, se notaba que Petra estaba teniendo una conversación con su hermano sin ni siquiera abrir la boca. Corté un pedazo de carne y me costaba respirar por el hedor que me llegaba a la nariz desde el plato. Me lo tragué casi sin masticar, intentando ser neutral en mi expresión para no enfadar al rey.
Corrí al baño a vomitar tan pronto como se nos dio permiso para levantarnos de la mesa. Diana vino conmigo y le di orden de no dejar que nadie abriera la puerta, ya que Petra corría tras de mí. El proceso de que saliera de mi cuerpo fue incluso peor que su entrada, y no salí de allí hasta que me lavé los dientes y Diana volvió a maquillarme. Petra estaba apoyada en la pared de enfrente cuando salí.
- Lo siento muchísimo María, no pensaba que mi hermano se fuera a comportar así.
- ¿No suele hacerlo? -pregunté.
- Sí, pero no pensaba que fuera a atreverse con alguien que forma parte de la realeza de otro país -sentenció.
Como ya no tenía que estar en presencia de Stephan, Petra me dejó su propia chaqueta y me condujo hasta sus aposentos, que había mandado caldear lo máximo posible para mí. Fue un alivio entrar en la estancia, ahí pude relajarme por primera vez desde que había llegado.
- Diana por favor, encárgate de que calienten mis aposentos tan bien como estos y descansa un rato.
Diana hizo una pequeña referencia y salió de la estancia.
- Estaba deseando besarte -dijo mientras se acercaba a mí y me agarraba de la cintura- he estado cachonda toda la comida contigo al lado así vestida.
- Lo que me preocupa es que estuviera cachonda también otra persona -dije separándome un poco.
- Tranquila, mi hermano está preocupado en otras cosas y además dispone de las putas y nobles de todo el reino, sólo ha querido demostrar un rato su poder.
Volvió a acercarme a su cuerpo y quitó de mis hombros su chaqueta para empezar a besarlos. Llevábamos un par de semanas sin poder acercarnos debido al viaje y debo confesar que sus caricias estaban haciendo que perdiera el control. Subió mi abultada falda y metió la mano por mis pantalones interiores, medias y ropa interior hasta llegar al centro de mí y comenzar a masturbarme.
Unos gemidos comenzaron a brotar de mi garganta mientras Petra seguía moviendo su mano y me besaba la mandíbula, el cuello y bajaba hasta la parte visible de mis pechos.
- Desnúdame.
Mis deseos fueron órdenes para ella, arrancó mi corsé con violencia y empezó a tocar mis tetas y meter mis pezones en su boca. Hizo que cayera encima de su cama y, quitándome el pantalón, las medias y la ropa interior, y dejándome la falda, se metió debajo de ella y empezó a comerme el coño. Me agarré a las sábanas sobre las que estaba e intenté no gemir demasiado alto.
Y en ese momento alguien irrumpió en la habitación, me tapé el pecho rápidamente con la manta que estaba a mi izquierda y Petra salió de debajo de mi falda con cara de enfado.
- ¡Fuera de aquí! -gritó al paje que había irrumpido en la habitación.
El chico, muy joven, salió despavorido.
- Me voy a mi habitación Petra. -dije recogiendo mi ropa del suelo.
- No no María, quédate.
- Nos acaban de pillar con tu cabeza debajo de mi falda Petra, la hemos cagado.
- Escúchame María, aquí ya saben que me acuesto con mujeres, no pasa nada.
- Lo siento, no -me puse rápidamente la parte de arriba, aunque sin el corsé porque necesitaba ayuda y Petra no estaba por la labor.
Caminé con rapidez por los pasillos, mirando a todos lados como si en cualquier momento alguien fuera a venir a por mí, como ocurriría en mi país. En mi habitación sólo estaba Diana, que cosía en una butaca al lado del fuego.
···
Me despertaron a mitad de la noche de forma violenta, dos hombres me sujetaron las manos contra el colchón, iba a comenzar a gritar cuando vi que el tercer hombre que había en la estancia era el propio rey junto con el paje que nos había visto esta tarde.
- Repite lo que me has dicho esta tarde -le ordenó.
- He visto a su alteza Petra manteniendo relaciones de índole sexual con la Princesa María de España.
- Puedes retirarte.
- Os ordeno que me soltéis -exigí nerviosa.
- Aquí no puedes exigir nada querida, estás bajo mi jurisdicción.
- No puedes hacerle esto a una princesa.
- Te voy a hacer mucho más que esto.
Dio una orden en croata y los dos hombres me soltaron, pero sólo para que el rey se metiera conmigo a la cama, intenté huir, pero me sujetó fuerte por la muñeca. Los dos hombres se quedaron en la puerta, vigilando.
El rey de Ucrania, hermano de Petra, estaba metido en mi cama mientras yo sólo llevaba un fino camisón y no me dejaba ir.
- ¿Te has acostado alguna vez con un hombre? -me dijo al oído.
No podía creer que me estuviera preguntando eso.
- Suéltame -dije revolviéndome.
- Contesta.
Le di una patada y conseguí salir de la cama, aunque cuando llegué a la puerta me esperaron los brazos de los guardias para obligarme a enfrentarme a la ira del rey.
- Zorra -dijo cogiéndome del cuello y llevándome de nuevo a la cama.
Volvió de nuevo a dar órdenes en su idioma y uno de sus hombres salió.
Abrió mis piernas y se poyó en mí, poniendo su polla a la altura de mi coño. Mi respiración se agitó y unas lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Cuanto más se frotaba contra mí más crecía su erección. Se acercó a mi cara y comenzó a besarme, aunque yo intentaba quitar mi cara.
En esa total oscuridad escuché cómo desabrochaba sus pantalones.
- No no, por favor, nunca lo he hecho con un hombre.
Paró de inmediato y se hizo un silencio total.
- No me digas eso, no es verdad.
- Soy la Princesa de España y no estoy casada claro que no he conocido varón, por favor.
- Mierda.
Pero comenzó a moverse de nuevo, aunque aún con los pantalones puestos. Metió la mano debajo de mi camisón, para tocar mis tetas, intentaba quitármelo de encima porque era muy brusco y me hacía daño, después de jugar con mis pezones bajó la mano hasta mi coño, donde insertó de golpe y sin lubricación un dedo en mi coño.
Grité lo que pude, aunque su otra mano estaba tapándome la boca.
- ¿Gritas así con mi hermana?
- Tu hermana no me hace daño -dije tras morderle la mano.
Antes si quiera de darme cuenta de lo que había pasado Stephan ya me había dado una bofetada que dejaría algún tipo de marca. En ese mismo momento también entró el guardia que se había ido junto con otro hombre que parecía llevar algo en la mano.
- ¿Te acuestas con mi hermana como si fueras una de sus putas, pero te niegas a acostarte con tu rey?
- No eres mi rey, no eres mi nada.
Claramente enfadado porque apretaba aún más mis muñecas, habló con el hombre que había entrado recientemente. Los dos guardias se acercaron y me sujetaron boca abajo con el colchón.
- No no no, por favor rey Stephan no haga esto.
- No tienes ni idea de lo que voy a hacer -dijo mientras se agachaba a mi lado para que su cara quedase al mismo nivel que la mía.
Fue él mismo quien levantó mi camisón, dijo algo y los hombres se rieron.
- Les ha hecho gracia que una supuesta Princesa duerma sin bragas.
Comenzó a tocarme la cara, no como un gesto de cariño, sino como si estuviera tocando algo valioso, pero sin sentimientos. Giré mi cara.
- Has dicho que no soy tu rey, pero ahora voy a hacer algo para que recuerdes que eres mía y ni siquiera voy a tocarte -dijo mientras daba la vuelta a la cama y se ponía de nuevo a la altura de mis ojos.
Empecé a revolverme aún más cuando terminó de hablar y empezó a dar órdenes de nuevo, pero no servía para nada. Sujetó mi cabeza para que no dejara de mirarlo y un dolor descomunal atravesó mi cuerpo, mi grito debió desgarrar al palacio entero.
- Por si aún no entiendes qué acaba de pasar, -dijo unos momentos después- te he marcado como a una de mis reses.
El mundo se me terminó de caer encima, los guardias dejaron de sujetarme pues ya no tenía fuerzas para moverme, los escuché salir de la habitación con el que debía ser el herrero.
Stephan se sentó a mi lado y comenzó a acariciarme el pelo.
- Ahora en tu culo pone que eres propiedad de su majestad de Ucrania.
- Por qué has hecho esto -dije con un hilo de voz.
- Porque así -dijo mientras alguien intentaba entrar a la habitación de forma violenta- podré verlo mientras te folle a cuatro patas tras casarme contigo.
Se levantó tranquilamente y abrió la puerta donde estaba Petra discutiendo agitadamente con los guardias que no la dejaban pasar. Sus miradas se cruzaron y Petra entró corriendo, preocupada.