Así lo manda el Rey (2ª parte)
El rey comienza sus juegos sexuales con la mujer que ama su hermana, siempre con ella presente.
- Dios mío María qué te ha hecho -dijo Petra angustiada al llegar hasta a mí, sin tan siquiera haber visto nada aún.
- Vete y llama a Diana -dije muy débil, sin ni siquiera levantar la cabeza del colchón.
- Qué te ha hecho María, voy a mandar que enciendan las velas -dijo levantándose de mi lado.
- ¡No! Quiero que te vayas y que llames a Diana.
Salió de la habitación a regañadientes y yo acabé por desmayarme.
En las semanas siguientes hice poco más que levantarme de la cama para ir al aseo, Diana tuvo el doble de trabajo del que le había dado nunca, era la encargada de decirle a la gente que estaba indispuesta y también era la única a la que había dado permiso para entrar en la habitación, escuchaba a Petra cada mañana, tarde y noche discutiendo acaloradamente con ella porque no se le permitía entrar.
La herida hecha en mi nalga derecha ya había cicatrizado y aunque no era muy grande ese color ni siquiera podía disimularse con maquillaje. Hacía un par de semanas que había enviado de forma secreta una misiva a mis padres contándoles que deseaba regresar a casa lo más rápido posible, pero sin dar más detalles.
- Princesa -dijo Diana ese día al entrar en la habitación con cara angustiada.- El rey ha ordenado que hoy cene en el gran salón, organiza una fiesta y no quiere que falte.
Se me cortó la respiración, no había vuelto a ver al rey desde esa noche y en mi interior albergaba la esperanza de que se hubiera olvidado de mí y no reclamara mi presencia. Más tarde fue también Diana la que trajo un bonito vestido de color blanco, sus mangas eran abiertas y tan largas que casi medían lo mismo que la falda, con él iba una tarjeta en la que ponía De Petra.
Moría por verla y aún así no era capaz de dejarla entrar en la estancia, había probado haciéndolo cuando fuera de noche y con total oscuridad, pero un sentimiento de asfixia se apoderaba de mí. Ya no había rastro de la bofetada en mi cara, pero estaba segura de que ella, al verme, sabría todo lo que había pasado.
La hora de la fiesta se acercó demasiado rápida y aunque hacía una hora que estaba lista para salir esperé a los cinco minutos antes de la hora acordada para hacerlo. Pasear por esos pasillos después de haber estado tanto tiempo encerrada se me hacía extraño sobre todo cuando ni siquiera había podido llegar a conocerlos bien.
No sabía qué esperar al entrar a la estancia, pero desde luego no lo que encontré. Las flores blancas parecían decorar cada centímetro de la iglesia, los bancos tenían cubiertas de seda y todos estaban de pie, mirando cómo entraba. Petra se puso a mi lado, vestida de forma muy elegante, y por un momento me permití pensar que todo iba a estar bien, que quizá íbamos a tener un final feliz. Pero luego vi la angustia reflejada en su cara, la angustia y el dolor. Y que al final del pasillo por el que estábamos andando, el que esperaba, aún más elegante, era su hermano, el rey junto a un sacerdote. Apreté su brazo e intenté frenar, pero no me lo permitió. Algo me decía que consiguiera escapar de allí como fuera.
- Ayer mismo recibí la feliz respuesta de tus padres a mi proposición de matrimonio -dijo en un tono de voz para que solo yo pudiera escucharlo.
- Nunca aceptarían esto, ni siquiera están presentes.
- Sí que lo aceptaron cuando les envié una carta diciéndoles que en tu empeño por querer estar conmigo habías ordenado marcarte y te negabas a salir de mi alcoba, creo que hasta ha sido un alivio para ellos que les pidiera tu mano y no te echara de palacio como a una puta.
No podía creer lo que estaba escuchando, Stephan había mentido a mis padres y ellos habían caído en su trampa.
- Yo también les envié una carta, ahora mismo deben de estar viniendo hacia aquí para llevarme con ellos -dije acelerada, intentando buscar una salido o ganar tiempo.
- ¿Crees que alguna carta puede salir de este palacio sin que yo la haya leído antes? Además, vamos a tener toda la vida para hablar, ahora siéntate y que empiece el oficio.
No entendí nada de lo que se dijo a partir de ese momento, pero a nadie le pareció preocuparle y que hubiera nada raro en que una extranjera a la que hacían semanas que no veían se estuviera casando con su rey claramente en contra de su voluntad. Incluso Petra estaba allí de pie, algo más atrás.
Se dio finalizada la ceremonia cuando Stephan me besó. Ni siquiera cambié de expresión.
Creía que iríamos al banquete con el resto de los nobles, y aunque era una idea que también me repugnaba mis sentidos se pusieron alerta cuando el rey me condujo hacia otro lado, seguidos por sus dos guardias de siempre.
- Aquí tenemos una tradición, y se trata de que las nuevas reinas no puedan asistir a su propio banquete, ya que están muy doloridas por su primera relación sexual como para estar sentadas tantas horas.
Frené en seco y él, que me llevaba de la mano, frenó en seco también.
- Eres mi esposa, Reina de Ucrania y ahora mismo vas a venir conmigo a cumplir con tus funciones.
Mis pies de forma automática siguieron a los suyos, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar, habían pasado muchas cosas en un periodo muy corto de tiempo como para no creer que esto fuera un mal sueño.
Cuando entramos en la habitación Petra estaba también allí, atada en una silla frente a la gran cama de matrimonio del rey. No era capaz de entender nada.
- Verás Petra, te voy a ir contando lo que ha pasado durante estos últimos meses… -dijo mientras comenzaba a quitarse la parte de arriba de su vestimenta. -Resulta que fui rápidamente informado de que estabas teniendo un affair con la Princesa de España, y al principio no pude creerlo, luego, al saber que la traías contigo verdaderamente se me hizo la boca agua al imaginarla, ya que en todos los recovecos se cuentan historias sobre su belleza, cuando la vi no quedé defraudado.
Se acercó a mí y me tocó la cara de nuevo, como ya hiciera aquella noche. Acercó su cuerpo al mío hasta que estuvimos completamente unidos.
- Por favor, -susurré, intentando que sólo él escuchara- haré lo que quieras, pero no con ella delante.
- Por favor -repetí.
Me dio la vuelta, ahora él tenía su polla, erecta, pegada a mi culo y yo mantenía contacto visual con Petra.
- La misma tarde de vuestra llegada me hicieron saber que ya estabais juntas en tu habitación, follando, y eso me puso a mil, me costó horrores esperar hasta la noche para ir a visitarla.
Hablaba mientras tocaba mi cuerpo y me quitaba, poco a poco, la ropa. Petra comenzó a llorar de rabia, comenzando a entenderlo todo.
- Cuál fue mi sorpresa al llegar a su habitación y no sólo encontrar resistencia sino también con la sorpresa de que la única persona con la que había mantenido relaciones sexuales eras tú, una simple mujer, al fin y al cabo. No creí que fuera posible, pero me rechazó, a mí, a un rey. No solo rechazó acostarse conmigo, sino que intentó huir de mí, aunque mis guardias estaban en la puerta. Así que no tuve más remedio que hacerle esto tras escupirme a la cara que no me pertenecía.
Al mismo tiempo terminó de desgarrar mi vestido y enseñó a una Petra atónita mi cicatriz.
- ¿Qué pasa hermanita? ¿De verdad te creíste que María se había enamorado de mí y por ello no dejaba que fueras a visitarla? ¿Que el que pasaba las noches con ella era yo mientras lo que hacía era retorcerse por esto?
Parecía que yo ni siquiera pintaba nada en esa conversación, era simplemente una lucha eterna entre hermanos. Terminó de quitarme toda la ropa, nunca me había sentido tan desprotegida e insegura desnuda frente a Petra.
- Tu reina me ha suplicado hace un momento que no estuvieras presente en nuestra primera noche juntos y que así haría lo que yo quisiera, pero bueno, lo va a hacer de todas formas y a mí siempre me ha gustado tener público.
Aún detrás de mí comenzó a besarme el cuello y a llevar su mano de mis tetas a mi coño, siempre con la otra dirigiendo mi cabeza hasta donde estaba Petra, que tenía los ojos llorosos de impotencia.
Se sentó en la cama con las piernas abiertas y me obligó a sentarme delante de él, con mis piernas abiertas también, comenzó a intentar masturbarme y no sé si en una situación normal podría llegar a gustarme, pero estaba claro que lo único que iba a sentir esa noche iba a ser dolor. Petra estaba justo delante de nosotros, obligada a ver cómo su hermano mantenía relaciones sexuales no consentidas con la mujer que amaba.
Seguía masturbándome, pero no para que yo encontrara placer, sino en su propio beneficio y para que Petra supiera que no tenía el control de la situación. Su polla abultaba cada vez más y sus dedos entrando y saliendo de mí me hacían un daño atroz, aunque yo intentaba, sin mucho éxito, disimularlo.
- Le estás haciendo daño -dijo llena de rabia.
- Qué maravilla eh, y aún no hemos empezado.
- Es tu reina, no una de las putas que mandas a ver al médico cada amanecer, no le hagas esto.
Él hizo oídos sordos y yo no la entendí, ella no paraba de hablar en ucraniano, aunque Stephan siempre hablaba en español, para asustarme aún más.
Sacó sus dedos de dentro de mí, el coño me escocía. Me agarró del pelo destrozando parte de mi recogido e hizo que me arrodillara ante él, vi cómo miraba con sorna a su hermana. Aún sujetándome, desabrochó sus pantalones y ante mí apareció una polla de un tamaño considerable, ni siquiera había podido pensar en ese momento, después de Petra, pensar en mantener relaciones sexuales nunca me había dado tanto miedo como en ese momento.
- Chupa -dijo de forma autoritaria, pero sin mirarme, apretando aún más su mano que seguía agarrando mi pelo.
Este momento ya hubiera sido duro de por sí estando a solas, pero pensar que justo detrás de mí estaba viéndome Petra era demasiado.
- Petra, dile que comience a chupármela ya, has visto suficientes mujeres salir de aquí como para saber que a veces ni siquiera acaban bien haciéndome caso.
- María, sé que es difícil y nos está haciendo muchísimo daño, pero por favor, hazle caso -dijo terriblemente apenada.
Comencé a llorar mientras habría la boca y el rey aprovechaba para meter la polla en su interior por primera vez, nunca había hecho esto así que tampoco tenía muy claro cómo debía actuar. Tenía un sabor dulzón y desagradable, y pronto me atravesaron las primeras arcadas cuando insistía en meterla hasta el fondo. Tenía mis manos puestas en sus muslos, intentando contrarrestar la fuera que hacía para que se la comiera, pero ciertamente no servía de mucho, se notaba que para él eso era una costumbre más.
- ¿Te pone cachonda que tu reina me coma la polla, hermana? Seguro que nunca la habías visto tan sumisa, pero es lo que suele pasar cuando están con alguien superior a ellas.
- Vete al infierno -contestó.
- Respuesta incorrecta.
Sacó su polla de mi boca y al levantarse tan bruscamente caí al suelo, que, aunque era de madera, me pareció muy frío. Miré a Petra de forma inconsciente, sin tan siquiera pensar que lo que ella vería en ese momento era a una simple princesa tirada en el suelo, con los ojos llenos de lágrimas y saliva y líquido preseminal cayendo de su boca.
Petra comenzó a gritarle algo a su hermano en su idioma cuando volvió la mirada hacia él, cuando yo quise darme cuenta de algo Stephan estaba agarrándome de nuevo del pelo para arrastrarme por el suelo y hacer que me pusiera boca abajo en sus rodillas.
Comenzó a azotarme en las nalgas con algo que era de madera y tenía gran tamaño.
- AHHHHHHHHH -grité del miedo de no saber qué estaba pasando y el fuerte dolor- basta, ¡basta! Estoy haciendo lo que me pides AHHHHHHHHHHHH
- Pero mi hermana -dijo mientras continuaba con el particular castigo, dando no muchas veces, pero si de forma contundente y poniendo énfasis en sus palabras- es una deslenguada y no creo que vaya aprender mejor que viendo cómo te castigo a ti por su culpa.
Lo que más angustia me producía era saber que esto ni siquiera había empezado, y que probablemente lo que me esperaba fuera a ser muchísimo peor.
- Discúlpate -le dijo Stephan.
- Lo siento María, lo siento muchísimo -dijo sin tan siquiera pensarlo.
Volvió a darme una vez más. Mi grito, pues no me lo esperaba, hizo eco en la habitación.
- Con ella no, conmigo -sentenció.
Se hizo el silencio durante unos segundos, cosa que bastó para que el rey volviera a pegarme.
- ¡Basta! -dijo Petra- lo siento, hermano. Siento haber dicho que fueras al infierno, aunque estés violando frente a mí a la mujer que sabes que amo.
- Mal.
Volvió a pegarme una y otra vez, no creí que pudiera sopórtalo mucho más tiempo. Me levantó y me dejó arrodillada frente a ella, era él quien hacía que me mantuviera en esa posición, yo ni siquiera podía mantener los ojos abierto.
- Háblale -me espetó.
- Petra por favor, no digas nada más, no puedo -dije sollozando y en voz tan baja que ni siquiera esperaba que lo hubiera escuchado.
- Por favor hermano, te lo suplico. Déjala descansar de momento, te están esperando para comenzar el convite.
Parecía que Stephan encontró sentido en sus palabras, porque para mi alivio me soltó, lo que hizo que yo terminara de caer al suelo, se subió los pantalones y comenzó a ponerse la parte del arriba del traje.
- Volveré en unas horas -me dijo elevando mi cara- quiero que cuando te meta la polla hasta el fondo seas totalmente consciente, no como ahora -terminó diciendo mientras me besaba y se iba.
Cuando la puerta se cerró tras él me hice un ovillo en el suelo y comencé a llorar desconsoladamente, me dolía tanto todo el cuerpo que no creía que pudiera moverme.
- María, intenta venir aquí y desatarme, eh María -dijo moviendo su silla hasta mí para intentar hacer que reaccionara.
Intenté hacerle caso, levanté la parte superior de mi cuerpo del suelo y me arrastré hacia donde estaba ella. Tras varios minutos intentándolo conseguí soltarla. Lo primero que hizo fue recogerme del suelo, quitar la manta superior de la cama, taparme con ella y abrazarme.
- Todo esto es culpa mía nunca debí haberte pedido que vinieras -me dijo al oído mientras me acunaba.
- No sabías que iba a pasar esto -contesté afligida.
- Pero debí haberlo imaginado.
- Sácame de aquí por favor -dije al borde de las lágrimas de nuevo, unos minutos después.
- No puedo María, si nos fuéramos ahora, algo difícil por los guardias que habrá dejado en la puerta y por todos los demás del palacio, podría matarte por intento de huida.
- Pero va a matarme de todas formas Petra -contesté sin entender nada.
- No va a matarte María, no puede -me dijo intentando calmarme.- Eres su reina.
- Pero va a hacer que tenga ganas de morir, que prefiera estar muerta.