Así fui usada y humillada (2)
Uso y humillación a dos hermanas.
ASÍ FUI USADA Y HUMILLADA (2)
Los días posteriores transcurrieron penosamente para Lara. Al hecho de haber sido profundamente herida en su interior por parte de las dos señoras viciosas, se añadía que su padre había perdido su puesto de trabajo en la construcción. A esa edad era imposible plantearse otro empleo; próximo a la jubilación, debían pensar en mantener a la familia con el sueldo de Lara, que no era copioso, y con la raquítica pensión del padre de familia. Aunque la subsistencia fuera posible, podían mantener la casa y procurarse la comida, aquella crisis acarrearía a la familia consecuencias nefastas en su economía. Era necesario, antes de que los problemas se acrecentasen, llevar a casa otro sueldo. Y quien tenía las mayores posibilidades de ello era la hija pequeña, Daniela, la hermanita de Lara. Las dos eran muy parecidas, aunque Daniela era un poco más alta y delgada que Lara. Era morena, de pechos generosos y trasero esbelto. Ambas eran dos bombones muy apetecibles.
Encontró un empleo con buen sueldo sin tardar mucho, en una boutique de ropa para mujeres. Era una tienda muy preparada, una auténtica boutique llena de ropas caras y de complementos por doquier. Se hallaba situada próxima al centro de la ciudad, y a ella acudían mujeres maduras de elevada posición social para adquirir sus caprichos de moda en forma de vestidos y otras vestimentas. Cuando Daniela dio la noticia en casa hubo una gran alegría, los padres respiraron tranquilos y Lara pudo olvidar el amargo traspié, lo consideraba ya sólo eso, que había sufrido con las dos mujeres. Otro sueldo en la familia permitía a ésta soliviantar las deudas y esquivar las contrariedades de una penuria económica.
Así Daniela comenzó a trabajar en su nuevo empleo, y le fue muy bien desde el primer día. Se llevaba muy bien con la dueña, una mujer próxima a los sesenta años, muy autoritaria pero de trato justo hacia los demás. Con el paso del tiempo, Daniela se iba encontrando más y más a gusto, y después de un par de semanas ya se encontraba perfectamente asentada en la tienda. Un día, cuando Lara tenía la mañana libre en su trabajo, Daniela le insistió para que la fuera a visitar, puesto que aún no había ido a verla en su empleo. Lara se hizo de rogar primeramente, pero accedió a ir, pues la curiosidad también le molestaba y quería aliviarla.
Las dos acudieron a la tienda. Lara no sabía lo que le esperaba, pues la dueña de la misma era una de las mujeres que habían chantajeado y abusado de ella anteriormente. Llegaron pronto, Daniela entró sonriente por la ilusión de mostrarle a su hermana mayor el lugar donde trabajaba. A esas horas tempranas de la mañana apenas había clientas, y aunque Daniela estaba sola para atender la tienda, podía perfectamente mostrársela a Lara. Cerca de la entrada había una mesa acristalada que servía de soporte a la caja; no era muy grande. Las dos columnas que soportaban el techo estaban cubiertas de espejos, dando la sensación de mayor tamaño al local. Por todas las paredes había perchas con diversa ropa colgada, a la vista de las mujeres que quisiesen buscar algo bonito como prenda. A un lado había blusas, de diversos tipos y colores; encima de ellas se albergaban los jerseys y cárdigans, ropas más de abrigo; a otro lado de la tienda se hallaban los pantalones y faldas; al fondo estaban los vestidos, que ocupaban toda la pared y que se situaban colgados desde perchas más altas. El color destilaba por todas partes, todas las prendas eran muy floridas y alegres, rompiendo el tópico de las prendas sobrias que en teoría llevaban las mujeres maduras.
Lara estaba encantada con todo aquello. Vio que era una gran tienda y que su hermana, trabajando en ella, podría ganar mucho dinero y permanecer de manera estable en el empleo. Cuando terminó de verlo todo, Lara le dio un abrazo a su hermanita, dándole la enhorabuena y recitando las excelencias de la tienda. Durante el abrazo, Daniela cambió el gesto hacia uno más serio, y se desembarazó con cuidado de su hermana. Lara se dio cuenta de que esa reacción por parte de su hermana estaba causada por la entrada repentina de una mujer, posiblemente una clienta. Sin volver la cabeza hacia la mujer pudo escuchar una voz familiar.
<< ¡Que satisfacción me produce ver a dos chicas tan guapas llevarse tan bien y quererse tanto!>>
Aterrada, torció la cabeza y la impresión que le produjo el ver a la mujer le hizo sentir un leve vahído. Era María, la mujer que había abusado de ella. Su rostro se puso pálido como la leche, Daniela se asustó al ver a su hermana con tan amarga reacción y se la atribuyó al susto que María le hubiese podido ver al llegar por su espalda.
<<Lara, tranquila, es la señora María, la dueña de la tienda.
Se dio la vuelta titubeando, no quería creerlo pero allí estaba, con esa mirada dominante y amenazante, a la que no se le podía decir que no. La jefa de su hermana era la mujer que había abusado de ella. Las consecuencias que enseguida se dedujeron de esto era que tanto su hermana como ella estaban en peligro de convertirse en los juguetitos de las dos señoras.
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Lara no hablaba, no le salían las palabras. Demasiado cruel para que fuese verdad. Daniela la miraba todavía incrédula, preocupada porque aún no sabía lo que estaba pasando por la cabeza de su hermana.
<< ¿Conoces ya a la señora María?>>
<< Eh sí yo bueno, de la piscina, ya sabes, coincidimos. >>
María las interrumpió.
<< ¿No le has contado nada? Entre hermanas no debería haber secretos. Lara ya estuvo en mi piso, y lo pasó muy bien, ¿verdad querida? >>
Se acercó hacia ella y comenzó a acariciarle la melena morena que le caía hasta los hombros.
Lara no podía sostener la mirada de su hermana, que la miraba inquisitivamente en busca de alguna reacción por parte de ella.
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Daniela hizo caso y se fue al almacén, preocupada por su hermana aunque esta le hiciera un gesto tranquilizador cuando se dirigió a cumplir su orden. Una vez que atravesó la puerta del almacén, las dos quedaron solas, cazadora y presa.
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Diciendo esto acercó sus labios a los de la chica, pero esta apartó la cara. María hizo un mohín de desaprobación con su boca, no le gustó el gesto de rechazo. Le cogió con una mano por la mandíbula y con la otra por la nuca.
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Demasiado turbador como para no estremecerse. Había logrado olvidar el abuso que aquella mujer le había inflingido y en ese momento, no sólo volvía a estar en sus manos sino que su hermana también se veía involucrada. Su pobre hermanita pequeña, lo peor iba a ser pensar en lo que le sucedería a Daniela. Pensó en términos absolutos, y vio que lo mejor que podían hacer era soportar los abusos de las señoras, y mantener al menos la situación económica de la familia.
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María sonrió ante la posición sumisa que había adquirido Lara.
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Situadas detrás de una de las columnas de espejos de manera que nadie al entrar pudiese verlas, María le dio un profundo beso. Primero su beso fue suave, despacio, pero cada vez lo fue haciendo más profundo y recio. La resistencia inicial de Lara se fue debilitando. Mientras las salivas se mezclaban, las manos de María comenzaron a palpar el esbelto cuerpo de Lara. Acariciaba los pechos, los manoseaba y estrujaba, también sus manos pasaron por su vientre rozándolo suavemente. Todos estos tocamientos estimularon a Lara sensualmente, ya no ofrecía la oposición tan firme de antes. Gemía, se retorcía, sus pulmones se henchían rítmicamente tratando de captar el aire necesario que su cuerpo demandaba. Sobre su piel brotaban las primeras gotas de sudor, dándole un brillo especial. María también estaba en plena excitación, moviéndose al mismo ritmo de Lara.
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María le cogió la mano a Lara y la introdujo por debajo de su falda primero, y de sus bragas después, hasta que la mano delgada y tersa de Lara alcanzó el coño húmedo de María. Lara se asustó, quiso retirar la mano, pero María la mantenía bien presa. Finalmente, Lara accedió a los deseos de María, que de no ser así podía enfadarse y resultar fatal para el futuro de su hermanita. Introdujo dos de sus dedos por entre los labios vaginales de la señora y empezó a ejercer un movimiento rítmico de entrada y salida en un intento de darle un orgasmo. María movía sus caderas al son de los movimientos de la mano de Lara, buscando que los dedos de la chica se introdujeran más y más. El baile duró diez minutos, en los cuales ambas féminas fatigaron sus cuerpos y cuyo resultado fue el tremendo orgasmo de la mujer madura, que tuvo que agarrarse a los hombros y cuello de Lara para no caer al suelo. Una vez conseguido su objetivo, María despidió a Lara con un beso cariñoso en la mejilla, y la dejó ahí plantada.
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Lara se quedó sorprendida ante la insinuación.
<< ¿No puede pedírselo a ella directamente?>>, preguntó con temor.
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Lara se fue de la tienda ante el ímpetu de María para que se fuera. De camino a casa, sola, no dejó de pensar en como le diría a su hermana que se rasurara el coño. Pero, ¿y si ya lo tenía rasurado? Podría ser, y así ella no se tendría que involucrar. También le preocupó el tratamiento que le iban a dispensar las señoras, puesto que al día siguiente, lo primero que haría María sería comprobar la tarea encomendada. Lo sintió por su hermana, pero no podían prescindir de un sueldo tan suculento durante esta crisis.
Por la tarde, Lara no dejaba de pensar en Daniela. Durante el mediodía, cuando la vio en casa, no pudo decirle lo del rasurado. Hablaron entre ellas sobre la tienda, dando Lara su opinión de ella y sobre la jefa de Daniela, María, obviando el affaire que tuvo con ella mientras Daniela se encontraba en el almacén. Pero no se atrevió a decirle lo del rasurado, pensó en hacerlo por la noche, cuando Daniela se duchara.
El tiempo le pasó muy rápido a Lara. Incluso le pareció que volvía de regreso del trabajo muy pronto a su casa. Al llegar, Daniela ya estaba en ella, sonriente en el salón, mirando la tele mientras la madre preparaba la cena. Lara la vio, temía no atreverse pero hizo un esfuerzo y llamó a su hermana para que acudiese con ella a la habitación. Cuando ambas estaban en la habitación de la hermana mayor, a Lara no le salían las palabras. Daniela le insistía para que hablase, pero Lara no se atrevía. Finalmente se lo dijo.
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<< ¿De qué se trata? ¿Hice algo mal?>>
<< No, nada de eso. Verás, es algo complicado de explicar. Por favor, entiende que es algo que me ha pedido María y que si no cumples te despedirá. Se trata de que mañana mañana tienes que .bueno llevar . >>
<< Vamos, dilo ya. ¿Tengo que llevar algo mañana?>>
<< Lo que tienes que hacer es llevar el pubis rasurado completamente. >>
Al pronunciar estas palabras Lara esperó unos instantes para comprobar el efecto que producían en la pequeña Daniela, la cual, con ojos desorbitados, no daba crédito a lo que oía.
<< ¿Cómo? Es imposible. ¿Cómo va a pedirme algo así? Ya sé jajajajaja es una broma tuya, Larita. >>
La cara de Lara permanecía seria mientras Daniela reposaba su risa.
<< No es broma, Dani. Además, puede que no lo compruebe, que lo pida como medida higiénica o algo así. Me dio el ultimátum de que si no hacías esto te despediría. ¿Quieres eso, perder el mayor sustento que tiene la familia ahora que papá ha perdido su puesto de trabajo? Ganas mucho más que yo, y no podemos desaprovecharlo. >>
Que horror estaba viviendo la pobre Lara, mintiendo a su hermanita al no atreverse a contarle lo que en realidad ocurría. Pero debía hacerlo, y hasta podía ocurrir que María no se atreviese a nada más con Daniela y la cosa no fuera a mayores.
<< No sé Lara .nunca hice eso y no sé como se hace. Pero ella no lo comprobará, ¿no? No me mirará para ver si lo hice. >>
<< No, no creo Dani. Pero si no sabes como se hace puedo hacértelo yo. >>
<< ¿Tú? ¿Sabes hacerlo? >>
<< Sí yo lo llevo así siempre. >>
<< Anda, no sabía. Pero, ¿te atreverás a rasurarme? >>
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Las dos se dirigieron sigilosas al baño. Sus padres se encontraban preparando la mesa para la cena. Una vez dentro del baño, Lara instó a Daniela a desnudarse y meterse en la bañera. Lo harían ahí, para que los pelos fueran fácilmente eliminados después con el agua de la ducha. Mientras Daniela se desvestía y se preparaba, Lara preparaba los utensilios necesarios para la operación, espuma de afeitar (la del padre) y una maquinilla de afeitar. Al dirigirse a la bañera su mirada se topo con el formidable cuerpo desnudo de su hermana. Se turbó al verlo, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo y se acumuló en su vagina. Era la primera vez que le ocurría. ¿Le excitaba el cuerpo de su hermana? Desde que María le ordenó que Daniela se rasurase, una extraña sensación de ardor se depositó en su pensamiento. En ese momento el cuerpo de Daniela, desnudo y fresco, estaba esperando a que sus manos lo liberasen del vello púbico. Todo por culpa de María.
Con Daniela de pie dentro de la bañera, Lara se colocó de rodillas fuera de ella. Primero le mojó el coño con un chorro de agua caliente, para abrir los poros de la piel y facilitar así la liberación del pelo. Después esparció la espuma por toda la superficie íntima de Daniela, a lo que el cuerpo de esta respondió con un suave estremecimiento al contacto frío de la misma. La imagen de su hermana con todo el pubis cubierto de blanco volvió a conmover a Lara, hasta llegar a sentir como se estaba humedeciendo ella misma. Faltaba el último paso, el más delicado y comprometido, pasar la cuchilla con cuidado y precisión para no provocar ningún corte en la delicada piel de Daniela. Con la mano izquierda estiraba la piel, con la derecha empuñaba la maquinilla y así, suavemente, inició el rasurado. Daniela no se atrevía a mover ni un músculo. Sentía temor, porque aunque en ese momento la cuchilla estaba en una zona más o menos plana y extensa (por debajo del ombligo), poco después alcanzaría la zona del clítoris, una zona de pliegues cutáneos difícil de rasurar. Pero las manos de Lara eran hábiles, poco a poco la zona se fue despejando y dio lugar a la aparición de los primeros trozos de piel libre de vello. El coño de Lara chorreaba de placer, estaba excitadísima por hacerle esa operación a su hermanita pequeña. Y pensar que el fruto de su trabajo lo iba a disfrutar un par de señoras maduras
Tras media hora de fino trabajo, Lara aclaró el pubis de Daniela para contemplar el trabajo realizado. El resultado fue espectacular, imposible no desear devorar el preciado coño de Daniela. Lara lo contemplaba absorta, se veía hermoso y apetitoso, la boca se le hacía agua literalmente.
<< Ya estás lista. Creo que ha quedado bien. ¿Qué te parece? ¿Te gusta? >>
<< Sí, la verdad es que sí. Noto más fresquito y todo. Y hasta pensé que iba a ser más difícil, pero lo has hecho muy bien, Larita. >>
Lara continuaba observando la piel resplandeciente del cuerpo de Daniela. De repente, una idea se cruzó por su cabeza. Le irritaba pensar que las dos señoras que estaban abusando de ellas serían las primeras en disfrutar del manjar de su hermana, y no podía tolerarlo. Se obnubiló pensando en ello y precipitadamente se dirigió al coñito de Daniela.
<< Lara, ¿qué haces? Por favor .déjame ¿Qué haces? >>
No pudo soportar más la tentación y comenzó a devorar a Daniela, quien estaba sorprendida ante el ataque inesperado de su hermana.
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Pero Lara hundía su lengua cada vez más profundamente en el coño de Daniela. Lo degustaba, lo saboreaba, se relamía para captar en su totalidad los fluidos que caían por aquella piel blanquecina. Lo hacía con voracidad, con brusquedad, pero Daniela no sentía dolor, sino que dentro de su cuerpo el orgasmo comenzaba a asomar. Seguía instando a Lara para que detuviese su arremetida, pero llegó el momento en que la dejó hacer para que terminase de darle el orgasmo. Tras unos minutos de frenética actividad, los músculos de Daniela temblaron bruscamente ante la llegada de la corriente procedente de su clítoris. Lara absorbió todos los fluidos de su hermana, hasta que se sació. Después se despegó de su cuerpo y la contempló durante un rato. La mirada de Daniela denotaba sorpresa y aturdimiento por lo que había pasado. Tenía la boca abierta, jadeaba fuertemente para tratar de captar la máxima cantidad de aire posible a fin de recuperarse.
Lara, con el rostro desencajado, la observó unos instantes. De sus ojos brotaron lágrimas y una sensación de culpa se abatió sobre ella. ¿Aquello era real? ¿Había violado a su hermana pequeña? ¿Ocurrió realmente lo que ella pensaba? Buscaba dentro de ella el motivo que la había llevado a cometer un acto tan atroz. ¿De donde había surgido un instinto tan terrible? De su boca temblorosa salieron débilmente y apenas de manera imperceptible unas ligeras palabras en forma de susurro.
<< Perdóname yo ¿Qué he hecho?...perdóname. >>
Sin más salió del baño y se encerró en su habitación. No se atrevió a salir para cenar con la familia, la aflicción era demasiado grande como para estar en presencia de su hermana y de sus padres. Lloraba desconsoladamente, pegada a la almohada para que no oyeran sus sollozos. En su mente atormentada encontró un pequeño esbozo sobre lo que la había empujado a cometer ese desagradable acto. Desde que María había dado a entender que Daniela era muy apetecible, y que quería disponer de ella de la misma manera de la que había dispuesto de Lara, no había dejado de pensar en su hermana de manera carnal y obscena. La culpa era de María. ¿Lo era realmente?
Al día siguiente Lara esperaba a su hermana en la cocina con el estómago hecho un nudo, sin poder llenarlo con el desayuno. Apenas durmió esa noche, presa de un terrible remordimiento por la violación que cometió a su hermana. Sabía que después de aquello, la relación de hermanas había quedado maltrecha por culpa de ella. Daniela desayuno rápidamente para ir a la tienda a trabajar. Su cara no mostraba un enojo demasiado marcado, pero su mirada era seria hacia Lara. Intercambiaron algunas palabras cordiales, para que sus padres no sospechasen nada, pero ambas deseaban quedar a solas para explicarse mutuamente el acto cometido. Llegada la hora de ir Daniela a trabajar, su hermana mayor se ofreció para acompañarla hasta allí. Daniela accedió, tras pensarlo unos segundos.
El trayecto fue tenso. Daniela le reprochó la violencia recibida por su parte y Lara trataba de disculparse por algo tan denigrante. Pero Daniela no estaba demasiado enfadada, lo que sorprendió a Lara. Puede que en el fondo hasta le hubiese gustado.
Llegaron pronto a la tienda. Daniela quiso despedirse de Lara pero ésta le dijo que no se iba a ir, María le obligaba a ir con ella y a quedarse. Daniela se extrañó, y las dos chicas entraron juntas. En el interior había un gran revuelo debido a la presencia de un grupo de mujeres maduras con actitud de espera, ojeando aburridas algunas prendas de la tienda sin mucho interés. Las dos muchachas vieron acudir hacia ellas a María con gesto severo.
<< Llegáis tarde. Vamos, rápido, las dos, entrad ahí y haced lo que Esther os ordene. >>
<< Pero ¿Qué está pasando? ¿No abrimos la tienda hoy? ¿Qué hacen esas mujeres ahí? >>
<< No, hoy no se abre la tienda. Me ha llegado una nueva colección de ropa íntima y vamos a hacer un pase delante de este grupo de clientas, con vosotras dos como modelos. >>
Ante esta declaración las dos hermanas pusieron los ojos como platos, y ambas se agarraron tímidamente las manos en un gesto instintivo de protección mutua.
<< Pero no somos modelos no sabemos bueno que no >>
<< A callar. Os diré lo que sois; tú eres una chica que necesita este trabajo para ganar dinero y sustentar a la familia, y tú eres su hermana que si no hace lo que le pido despido a la chiquilla. ¿Me habéis comprendido? >>
Las dos chicas afirmaron tímidamente con la cabeza y se dirigieron hacia donde les indicaba María, cruzando entre la multitud de mujeres que allí aguardaban. Daniela giró la cabeza hacia atrás y observó a María cerrando la tienda y poniendo un cartelito en la puerta, suponiendo que en él se daba una excusa para justificar el cierre de la tienda. Tragó saliva y, agarrada de la mano de su hermana mayor, juntas entraron en la pequeña salita aguardando los avatares que le esperaban ese día.
Esther las recibió muy sonriente. Era una pequeña sala situada al fondo de la tienda, que hacía las veces de despacho. Normalmente estaba muy ordenada, debido a la escrupulosidad de la dueña, pero ese día había montones de cajas repartidas por el suelo. Las chicas entraron y cerraron la puerta.
<< Hola chicas, que bien que estéis las dos aquí. Supongo que María ya explicó lo que vais a hacer, ¿no? >>
<< Vamos a servir de modelos de ropa, pero nos da mucha vergüenza posar con todas esas mujeres ahí. >>
<< Eso se os pasará enseguida. Veréis, yo os ayudaré con la ropa, primero la elegiré y después os ayudaré a ponerla. Luego vosotras salís ahí fuera y hacéis como un paseíllo mostrando las prendas a las mujeres. Habrá un espacio destinado para ello, por donde caminaréis enseñándolo todo bien. Debéis obedecerlas en todo lo que os pidan, ¿está claro? Deben quedar bien complacidas por lo que van a ver, puesto que son clientas muy importantes de la boutique. Bien, desnudaros ahora. >>
Ninguna se atrevió a mover un solo músculo. Al entrar, María les había dicho que se trataba de ropa íntima. Se estremecieron al comprobar el rumbo de los acontecimientos.
<< Vamos, desnudaros, ya vamos retrasadas y esto no puede durar mucho más. Las ropas fuera, ponedlas ahí. >>
Poco a poco, las dos hermanas se fueron desnudando. Lara se sentía fatal, más que por ella, por su hermana. Se creía culpable de la situación que estaba viviendo ahora. Si no hubieran abusado de ella anteriormente .si se hubiera resistido más ahora no estarían las dos en manos de aquellas dos señoras.
Las dos quedaron desnudas, con las manos tratando de ocultar la máxima superficie de sus cuerpos. Esther se acercó a Daniela y, apartándole las manos, le acarició suavemente el coño, ante el estremecimiento de la joven. Comprobó concienzudamente que no había rastro de vello en su pubis, tal y como se le ordenó a la hermana el día antes. Después miró a Lara, pero ya sabía que ésta estaba rasurada.
Lo primero que les ofreció para ponerse fueron unos picardías semitransparentes de gasa blanca, con gomas negras que remarcaban el cuello y la parte baja de los mismos. Desde los pechos ascendían unas tiras elásticas negras que rodeaban los hombros y bajaban hacia la altura de los omóplatos. Por debajo, los camisones llegaban a la parte alta de los muslos, dejando todo el cuerpo sumido en una visión un tanto translúcida que lo hacía altamente sugerente. De esa guisa salieron las chicas hacia el vestíbulo, convertido improvisadamente en una pasarela de ropa interior y repleto de espectadoras ávidas de contemplar las más finas vestimentas en los esbeltos cuerpos de Lara y Daniela. Al hacer acto de presencia, el silencio hizo presencia entre las mujeres que rastreaban con sus ojos anhelantes los preciosos contornos de aquellos jóvenes cuerpos. Ante las muchachas se abría un pasillo a través de las señoras, sentadas a ambos lados para no perder ningún detalle. Al final del mismo y de pie estaba María, con cara de enorme satisfacción cuando comprobó la expectación que había creado la aparición de las dos jóvenes enfundadas en tan delicadas prendas.
Fue Lara la que dio el primer paso hacia delante, llevándose ella las primeras miradas inquietas y dejando a su hermana libre de esa primera impresión. El silencio previo que habían mantenido las señoras fue roto por los primeros piropos y galanterías hacia las chiquillas. María informaba en voz alta sobre la prenda que ambas llevaban, dando datos sobre su composición y su costura. Las mujeres no perdían ningún detalle de los jóvenes cuerpos de los que eran espectadoras. Bajo la fragilidad de la gasa blanca se intuían sutilmente las formas de Lara y Daniela. La piel joven y lozana de ambas causaba una enorme excitación en las maduras señoras que los contemplaban. Los coños rasurados fueron la mayor atracción que podían ejercer, y fueron fruto de los primeros tocamientos por parte de las mujeres cuando, habiendo avanzado un trecho por el pasillo, las señoras no pudieron mantener la calma y alargaron sus manos para tocarlas bajo el pretexto de comprobar la textura de la prenda. Lara, ante las primeras manos, trató de mover el cuerpo para esquivar los tocamientos de las ansiosas mujeres, pero un gesto de reprobación por parte de María le hizo mantener la compostura inicial y la obligó a soportar en silencio las caricias indecorosas. Lara tenía manos sobre su coño, se habían colado por debajo de su pequeño camisón y la acariciaban sin contemplaciones. También sentía alguna caricia sobre sus pechos y su abdomen, aquello no era un simple desfile de ropa, era un desfile de carne fresca. En un instante del paseíllo, María les hizo un gesto para que se detuviesen y girasen sus cuerpos para que fueran completamente contemplados. Después les ordenó adoptar algunas posturas, como poner los brazos en la nuca (quedando expuestos totalmente sus pechos), ponerlos en jarra, agacharse levemente (para contemplar mejor el culo y las piernas de las jóvenes). Lara sentía las miradas de las señoras. No perdían detalle de sus cuerpos, estaban siendo observadas con rigor. Pudo apreciar mejor los rostros de algunas de las señoras, y sus ojos denotaban lujuria y deseo por ellas.
Después de terminar el recorrido se introdujeron nuevamente en la salita. Esther ya las estaba esperando con otras prendas en las manos.
<< ¿Oís las voces? Parece que les gustó el picardías. >>
El vocerío se hacia notar del otro lado de la puerta. Daniela estaba al borde del llanto. Mientras caminaba entre esas mujeres se sintió una presa que era expuesta a las fauces de las que la iban a devorar. Lara la miró preocupada y la abrazó.
<< Tranquila shhh aguanta un poquito más, piensa en nuestros padres, debemos ser fuertes >>
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Lara no respondió porque no tenía respuesta.
Esther se acercó con algo en las manos.
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Las dos obedecieron y se pusieron los conjuntos. A Lara le hubiera gustado disfrutar de ese precioso conjunto en otras circunstancias, pero ahora debía limitarse a servir de alimento para las lobas.
Se abrió la puerta y volvieron a salir. Esta vez fue Daniela la que iba delante. Al salir ellas, María comenzó a dictar las excelentes cualidades de las prendas que lucían al resto de mujeres. Todas se quedaron absortas ante la imagen de los dos bonitos cuerpos de las jóvenes enfundados en los delicados corpiños de encaje. Las piernas de Daniela quedaron marcadas perfectamente por las medias, al igual que su trasero, cuya raja era evidente a través de la tela. Las nalgas se contraían en cada paso, las caderas se contoneaban, era imposible que la boca de la observadora no se hiciera agua ante el espectáculo de las chicas. Del cuerpo de Lara destacaban sus preciosos pechos, apenas envueltos en la estructura del corpiño que hacía de sostén. Delante de ella caminaba su hermana, a su lado las mujeres estiraban sus manos para tocar la tela ante la petición de María para que así lo hicieran y comprobaran el tacto sutil de la ropa. Pero las manos raramente se detenían ahí, aprovechaban para rozar y acariciar los cuerpos de las improvisadas modelos indefensas ante los tocamientos. Lo peor era cuando María les ordenaba detenerse y poner alguna postura, puesto que en cada postura los improperios y las manos de las señoras les caían por doquier.
El tercer paseíllo lo hicieron para mostrar ropas más ajustadas. La combinación consistía en un culotte y en una camiseta con mangas de asa, con efecto segunda piel. Según decía María, eran prendas ideales para estar cómodas en casa, y de paso, provocar a sus maridos. Esto último, según comprobaron las chicas inmediatamente, era realmente muy efectivo, pues apenas había que usar la imaginación para apreciar las maravillosas figuras de las muchachas y las señoras dieron rienda suelta a sus más bajos instintos. María las calmaba consignando las características de las prendas. Daniela buscaba con la mirada a Lara, necesitaba tomar contacto visual con un ser querido, pero su hermana mayor estaba en la misma posición que ella. La pequeña sucumbió a la pena que le producía vivir esa situación y rompió a llorar. Las señoras las palpaban por todas partes. Lara agarró a su hermana y la arrastró hasta la sala-despacho abriéndose paso entre las mujeres. Entraron y se sintieron un poco más a salvo, al menos por ese momento. Daniela se derrumbó y quedó sentada en el suelo, con el frío del suelo en contacto con su piel. Lara se agachó para consolarla y enjugarle las lágrimas que caían por sus mejillas.
Al poco rato entró María con gesto serio.
<< Tendremos que terminar aquí el desfile, ya habrá tiempo de más. Pero falta el número final. >>
<< ¿Número final? ¿A qué se refiere? Déjenos irnos ahora mismo. >>
<< Aún no os iréis. No podéis iros dejando a todas esas mujeres calientes como lobas en celo, debéis satisfacerlas ahora. >>
<< ¿Satisfacerlas? No, por favor, no nos haga nada más, por favor, ¿qué más quiere que hagamos? >>
De rodillas imploraba Lara.
<< Ya lo he dispuesto todo. Saldréis ahí, desnudas, y os tumbaréis en las dos en sendas colchonetas que he colocado en el suelo. Viviremos una orgía en la que degustaremos la carne de dos cuerpos jóvenes muy sabrosos. ¡Vamos! ¡La ropa fuera! >>
Daniela rompió a llorar desconsoladamente. Lara aguantó las ganas que ella también tenía, para ayudar a su hermana a pasar el mal trago.
<< Quitaros la ropa. >>
Lara se levantó y se quitó las dos prendas.
<< Ahora quítale la ropa a tu hermana o se la quitaré yo. >>
Lara se agachó y trató de quitarle la camiseta a su hermana.
<< ¿Por qué, Lara? ¿Por qué nos hacen esto? >>
<< Tenemos que hacerlo, Dani. No tenemos opción. >>
<< Podemos irnos le dijo en voz baja Ahora, podemos correr y salir de aquí. >>
<< Me temo que no nos dejarán salir de forma tan sencilla. Ya no se trata del chantaje de tu empleo, sino de salir vivas de aquí. ¿Lo entiendes? >>
Suavemente la besó en la frente.
<< Será un momento desagradable pero pasará rápido. Piensa en algo agradable algo bueno piensa en tus novios o no sé >>
Daniela dejó de llorar y se desnudó completamente.
Se pusieron de pie y ambas salieron cogidas de la mano. Al salir el panorama había cambiado. Había más silencio, las mujeres esperaban desnudas también esperando que la sesión se iniciara. Lara, mientras se tumbaba podía mirarlas fijamente y apreciarlas mejor. Eran caras con alguna arruga, con miradas graves propias de la edad madura, cabellos ondulados y voluminosos fruto de una sesión de peluquería, labios recios y delgados, deseosos de llevarse un buen bocado a la boca. Lara las contó, eran diez, cinco para cada una de las hermanas.
Una vez las dos chicas estuvieron preparadas recostadas en sus respectivos soportes, María dio por iniciada la sesión, indicando que los cuerpos de las jóvenes quedaban a su entera disposición, salvo para hacerles daño o dejarles marcas. Las mujeres avanzaron hasta ellas y el festín empezó.
Lara cerró los ojos y su piel comenzó a recibir las primeras caricias y los primeros besos. Las mujeres se habían acostado en torno a ella, e igualmente en torno a su hermana. Tenía dos mujeres por encima de su cabeza, otras a cada lado de ella, y otra situada entre sus piernas abiertas. Su boca fue ocupada por una ansiosa boca, y violada por una lengua que se retorcía en su interior llenándola con su saliva. Sus pechos eran manoseados, apretados, retorcidos, magreados por manos furtivas. Su coño alternaba en ser penetrado por unos dedos y por una lengua. Dos manos elevaron sus caderas para que la mujer que estaba entre sus piernas engullera su vagina. Sufría caricias por toda su piel, por las piernas, por el abdomen, por las caderas, por los pechos, por el cuello. Poco a poco toda esa actividad sobre su cuerpo fue surtiendo efecto y comenzó a excitarse. Era violada por un grupo de mujeres, con su hermana a su lado siendo violada también, y su cuerpo excitándose en contra de su voluntad. ¿Qué le estaría pasando a Daniela? No la oía, entre el maremagnum de ruido producido por los jadeos y gemidos de las mujeres (alguno de ellos debería corresponder a su hermana) no podía distinguir a Daniela, bastante tenía ella con soportar el tratamiento que le estaban dando.
El primer orgasmo llegó repentinamente, con la boca libre, por lo que sus gemidos inundaron el local para delicia de las mujeres. Pero la frenética actividad sobre su cuerpo proseguía. Estaba siendo devorada por cinco mujeres. No dejaban de estimularla con lametones, besos, caricias y pellizcos. Su cuerpo seguía recibiendo constantes estímulos por parte de las señoras. Le dolían los labios de la boca, forzados a estar en permanente apertura para alojar cada vez una lengua distinta, le dolían los pechos, continuamente sometidos a las manos y bocas de las mujeres, le dolía el coño, penetrado sin descanso por innumerables dedos y saboreado por multitud de lenguas húmedas, le dolían los músculos de su cuerpo, contraídos y relajados sucesivamente en orgasmos que se repetían uno tras otro.
Había perdido la cuenta de los orgasmos provocados, y su mente se había cansado de pensar y se dejaba llevar suspendida en el infinito. Los orgasmos arrebatados a su cuerpo eran lo peor que le había sucedido nunca, por más que trató de evitarlos al principio. Un orgasmo concedido a una persona amaba es algo maravilloso, un instante de gloria, un estallido de placer cósmico que reconforta el ánimo y la mente. Pero un orgasmo robado, sólo uno, es causa de terrible desesperación y enorme tortura. Y las mujeres se los arrebataron todos, no quedó en su cuerpo ni un solo orgasmo más por salir.
Despertó con el cuerpo aún dolorido. Continuaba desnuda, en la misma sala, pero levemente menos iluminada. No había rastro de ninguna mujer. Aturdida y temerosa indagó con su mirada la presencia de alguna fémina que permaneciese en el lugar, pero no vio a nadie. El siguiente instinto que le asaltó fue el de protección hacia su hermana, tampoco la veía. Se puso rápidamente de pie y se vistió con su ropa, tendida en el suelo cerca de ella. Cuando estuvo lista recorrió la tienda en busca de alguna pista que condujera a su hermana. La llamó a gritos, pidió que alguien acudiese a socorrerla, pero nadie fue. Entre los sollozos de desesperación le pareció oír unos leves gemidos, procedentes del despacho de María. Abrió la puerta con cautela y se encontró a su hermana llorando, envuelta en una manta, recostada en una especie de diván o sillón. Lara se acercó a ella. Las dos no podían pronunciar ni una palabra, sus mentes y cuerpos aún retenían el ingente castigo sufrido ese día. Con la vista, Lara rastreó alguna señal en el cuerpo de su hermanita, pero no encontró nada grave, salvo alguna rojez y algún diminuto moratón. No le preguntó nada, ni la consoló de ninguna manera, simplemente la vistió con algo. ¿Cómo iban a salir? No había nadie, puede que las dejasen allí unos instantes y que próximamente más mujeres regresasen para continuar el festín. En medio de esos temores, recordó que Daniela tenía unas llaves de la tienda. Buscó con ansiedad el bolso de su hermana, hasta que lo encontró en una esquina apartada de la tienda. Cogió las llaves y las dos, agarradas la una a la otra, salieron del infierno que había supuesto la boutique.
<< Lara >>, dijo Daniela en un hilo de voz.
<< No digas nada, pequeña. Iremos a casa y descansaremos. Ya verás como mañana nos encontramos mejor. >>
<< Lara, tenemos que huir de esta ciudad. >>
Lara se sobresaltó con esas palabras. Le sorprendió la frialdad que había adquirido Daniela tras la situación vivida para darse cuenta de que era lo único que las dos muchachas podían hacer; salir de allí y establecerse lejos del alcance de María y Esther.