Asi empezó todo (1)

Una noche determinó que ya era hora de tener un amante

ASÍ EMPEZÓ TODO (1)

El dos de enero había llegado, eran las nueve de la mañana, la oficina poco a poco iba volviéndose más ruidosa, los escritorios se iban llenando de papeles, yo llegué al mio con cara de fastidio, me senté y saque mis pendientes, estas vacaciones habían sido largas y aburridas, con 32 años y diez de matrimonio mi vida se había vuelto rutinaria, mi esposo siempre se había dedicado a su trabajo, no habíamos tenido hijos, nuestra vida diaria era la misma, casa-trabajo-casa, todos los días de estos últimos ocho años habían sido exactamente iguales.

La voz de un compañero que me llamó me sacó de mis pensamientos, levante la vista y me topé con la mirada de joven moreno, delgado, de grandes ojos, él saludo con una sonrisa y en ese momento sentí una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo; Arturo me presentó al recién llegado.

-¡Miranda, te presento a Santiago, laborará contigo a partir de hoy!- Nos dimos la mano en un cortés saludo y le di una gran sonrisa.

La mañana transcurrió tranquila, el ambiente se fue relajando cada uno de los miembros de la oficina iban adaptándose de nuevo a la jornada laboral, yo le explique a Santiago lo que hacíamos, pero le di las tareas más sencillas, recibir oficios, otorgar números de oficio, y demás, él ponía toda su atención. La hora de comer llegó, le dije a Santiago si quería comer conmigo y salimos juntos de la oficina, en ese rato hablamos de las vidas de uno y del otro, le dije que no era feliz ya en mi matrimonio, él me dijo que tenía novia, que vivía con su familia que tenía 22 años recién egresado de la facultad y nada más, creo que yo acapare la conversación.

El tiempo pasó sin contratiempos la relación laboral entre nosotros fue estrechándose, teníamos largas conversaciones, poco a poco nos dimos cuenta que había intereses en común, trabajábamos muy bien juntos. Abril llegó y con el un nuevo periodo vacacional, se acostumbraba dejar guardias en la radiodifusora y a nosotros nos tocó el primer día, teníamos que estar al pendiente de la cabina, y estaríamos veinticuatro horas juntos… y solos. Yo esperaba con ansia ese día pero creo que lo disimulaba bien, cada vez que llegaba a casa me ponía de mal humor, no aguantaba la indiferencia de mi marido, soñaba despierta con fantasías irrealizables, no aguantaba ya la monotonía de mi hogar, los problemas con mi esposo cada vez eran mayores, no importaba ni que ni como pero solo peleábamos. Pero así llegó el primer día de vacaciones, y Santiago y yo tuvimos esa guardia.

El día empezó tranquilo sin nada que hacer en la radiodifusora, las melodías sonaban de manera automática, solo debíamos revisar de vez en cuando que la música siguiera, la noche empezaba a asomarse por el horizonte, el cielo se opacaba poco a poco, en la oficina tenían un pequeño cuarto con lo necesario para calentar y enfriar, así que Santiago metió de contrabando un six de cervezas y me ofreció una, el clima permitía darnos ese lujo, la temperatura subía y el aire acondicionado no funcionaba muy bien, la ropa que llevábamos era casual, no el clásico traje formal para ir a trabajar, la cabina estaba alfombrada, así que nos dispusimos a saborear esas cervezas, sentados en la alfombra, la sudadera gris que traía Santiago era gruesa así que se deshizo de ella, yo llevaba un pantalón ajustado y un suéter tejido y mi temperatura subía un poco, platicábamos amenamente y en un descuido la bebida de él se derramó en mi pantalón, nos reímos aun más y él puso su mano en mi pierna, la consola sonó previniendo que solo faltaba una canción y Santiago se levantó a cambiar el disco, al regresar se sentó muy cerca de mi, y al voltear nuestras bocas quedaron muy cerca, sin embargo un rayo de cordura hizo que me volteara a otro lado ruborizada.

Las manecillas del reloj seguían su curso, marcaban ya la media noche, la cerveza se había terminado, pero había dejado una temperatura de 30º, Santiago se levantó entre risas por la platica que teníamos, se dirigió a la plancha de la consola para verificar que todo funcionara bien, yo me quede sentada y lo observe, recorrí todo su cuerpo de arriba hacia abajo y un pensamiento fugaz cruzó mi mente…, imagine que lo besaba apasionadamente, el ruido de un botón me hizo saltar, mi corazón latía a mil por hora, la joven figura de Santiago se deslizo sobre el piso, para sentarse detrás de mi, disimuladamente paso su brazo por mi cintura y al sentir ese roce volví mi cara hacia él y sin poder contenerme, lo besé. De manera instintiva su mano se colocó sobre mi cuello y ese beso tierno que empezó se fue transformando en algo ardiente y pasional ambos sentimos que subía algo por nuestros cuerpos, un fuego que todo lo recorría, combinó el cálido ambiente con la cerveza ingerida y eso animó a que los ánimos se encendieran aun más, es beso despertó los deseos que yo tenía dormidos, mis mejillas se ruborizaron, sentía ese calor subir por ellas, las manos de Santiago se deslizaban por mi espalda y me jaló invitándome a posarme sobre sus piernas, los sentidos se confundieron en mi pero pronto deseche cualquier duda y lo hice, me monte en sus piernas y de inmediato sentí un bulto bajo su pantalón, al mismo tiempo que algo se mojaba en mi entrepierna.

Mis labios experimentados, tenían sensaciones que nunca había imaginado y aunado a la juventud de él, despertó un mar de emociones, las manos de Santiago buscaron la delgada tela de mi blusa para sacarla por la cabeza, dejando a la vista mis dos pechos que amenazaban con salir de su protección, Santiago dirigió su atención a ellas y poso sus manos para masajearlas al ritmo de un vaivén igual que mis caderas sobre sus piernas. Sus labios fueron bajando por el cuello recorriendo cada centímetro dando pequeñas mordidas hasta llegar a mis pezones ya duros, un suspiro se escapó de mis labios al tiempo que quitaba su camiseta, me incliné para besarlo y poco a poco  fui bajando, hasta toparme con un botón, lentamente lo empuje hasta que quedó totalmente acostado, miré directo a sus ojos y él me invitó a seguir, de manera torpe luché con ese botón para que cediera y me diera paso a una deliciosa verga dura, en ese momento me olvide de todo los modales y la calentura me transformó, quise ser una ramera para darle el mayor placer a ese joven amante.

Sus manos me guiaron la cabeza para que siguiera bajando, mis labios se posaron en la punta de su verga y se fueron deslizando lentamente abriéndose para meterla hasta el fondo, un olor dulce a jabón llegó hasta mi nariz, ese aroma hizo que mojara por completo mi tanga, apreté un poco mis labios haciendo que Santiago gimiera suavemente, mi lengua lamia esa verga dura, sintiendo una lujuria al mil. El sube y baja de mis labios provocaban espasmos en él, su verga se endureció más, las venas se marcaron y yo preparé mi garganta para lo que venía, abrí bien mi boca y me acerque a la punta esperando ese chorro blanco que anunciaba su llegada, limpie con la lengua todo a mi alrededor, Santiago suspiró y relajó su cuerpo, su respiración era agitada pero acompasada, yo me tire a un lado de él para recurar el aliento también y sentí como una mano iba recorriendo mis senos descubiertos una boca se acercó a ellos y empezaron a succionar, las manos de él bajaron mis pantalones hasta los tobillos, mientras esos labios bajaban por el estomago haciendo que mi piel se erizara de placer, apenas podía hablar y casi sin aliento dije:

-Hazme tu puta, cógeme hasta que ya no pueda.

Santiago levantó la mirada no dando crédito a lo que había escuchado, pero la sorpresa bajo rápido sonrió y volvió a regresar a mi vientre, bajo mi tanga negra de encaje casi con desesperación y se encontró con un monte depilado, su lengua rodeo hasta llegar a una abertura, metió dos dedos hasta encontrar ese punto duro que me hizo gemir.

-¡Cógeme ya, mete tus dedos, siente lo húmedo que está!- le dije casi sin aliento.

-¿Así te gusta perra?- me contestó Santiago -¿Te gusta que te folle con la lengua?

-¡Si!, sigue así ¡No pares! Mete tus dedos, chupa mis jugos y dime que te gusta tragarlos…

-¡Aaaahhh! Sigue así.

Santiago estaba perdido en mis piernas de ella, sentí como poco a poco nuevamente su verga se endurecía, sentí esos jugos calientes que llenaban la boca. Yo con los ojos cerrados disfrutaba cada segundo.

-Ven, quiero que me metas esa verga hasta dentro, quiero que vuelvas a llenarme de tu leche, anda papi, hazlo ya, no aguanto más- le dije de repente.

Santiago coloco mis piernas una a cada lado de su cuerpo y sin miramientos metió toda su verga hasta el fondo.

-Ooohhh, que rico mi vida, métela más fuerte, quiero sentir tus huevos en mi culo, que choquen, que se escuche, fóllame así….

-Si, ¿Te gusta como la meto? ¡Vas a gozar mi verga, te voy a hacer gritar perra! De ahora en adelante vas a ser mi puta, te voy a follar siempre.

Esas palabras sacaron lo más sucio que había pasado por mi cabeza pero que jamás me atreví a confesar.

-¡Si, si mi amor, hazme tu puta, recuérdame lo que es ser mujer! Vuélveme tu puta, soy tu perra, tu mi papi.

Ambos nos encontrábamos en un estado de excitación mayúsculo. Empecé a sentir el preámbulo de un gran orgasmo no pude evitar que mis líquidos salieran expulsados a todo lo que daba, mi respiración se agitó en demasía y por un segundo todos mis órganos vitales se detuvieron por un segundo.

Santiago también sintió que nuevamente iba a explotar, apretó fuertemente sus manos en mis caderas y dejo salir toda su leche en mi interior, después se dejó caer sobre mí, besando mi cuello y así nos quedamos por un minuto, una vez que nuestras funciones corporales volvieron a la normalidad, nos vimos a los ojos y sin necesidad de decir nada, supimos que eso no había terminado, nos quedamos dormidos enredados en un abrazo. Santiago se levantó y yo pude admirar nuevamente su cuerpo joven, bien formado de un color cenizo, esa piel que había tenido sobre la mía ardiente y sonreí para mí, cuando él regresó a mi lado me dijo

-¿Serás mi puta entonces?

-¡Sí! Conteste con una sonrisa

El día llegó, clima cálido y dos cuerpos diferentes, abrazados y desnudos, sobre una alfombra descansaban pasivos.

El reloj sonó, ambos nos levantamos y nos vestimos, nos dirigimos a la salida, llegaron los que cubrirían el día siguiente salimos de la estación y vi que mi marido me esperaba, me saludo sin mas y subió al carro, no percibió el aroma del otro que llevaba en mi piel. Por la ventanilla cerré un ojo a Santiago y lance un beso al aire.