Así empezamos

Claudia y Alberto inician su recorrido por los caminos del placer

Así empezamos

Se conocieron en la universidad, ambos iniciaron en el mismo curso el primer semestre de ingeniería industrial; Alberto es 7 años mayor que Claudia; compartieron varios grupos de trabajo y estudio hasta que en una ocasión se quedaron a estudiar toda la noche en casa de él; al día siguiente, después de almorzar y caminando de regreso a la casa, se miraron se acercaron y se fundieron en un beso demasiado apasionado, lleno de entrega por parte de Alberto y de una extraña excitación por parte de Claudia, toda vez que era la primera vez que alguien la besaba; ella quedó anonadada, llevaba tiempo escuchando su voz grave y profunda, viendo el negro brillante y triste de sus ojos y su forma de tratarla con algo de ternura y aprecio, pero nunca se imaginó que llegaría a esto; en fin se dejó llevar y le encantó que finalmente la besara después de varios meses de conocerlo.

Para Alberto, que hacía menos de un año se había separado de un matrimonio que lo dejó marcado para toda la vida, esos besos que se dieron eran un reencuentro con un montón de sensaciones que le llenaban otra vez su mente y su cuerpo de excitación que creía no volvería a sentir; no sabía que para Claudia era la primera vez, pero cuando ella se lo confesó al día siguiente, entendió que esa mujer llena de encanto y timidez era la que curaría todas sus heridas.

Desde ese primer día comenzaron a experimentar todas esas hermosas horas de pasión desenfrenada con muchos besos y caricias; aún, cuando Claudia nunca le dejaba meter las manos debajo de su ropa; pero sus mejillas pasaban de rosado a rojo por la excitación que Alberto la hacía sentir, todo era nuevo, raro y sobre todo prohibido para ella; él la invitó varias veces a bailar a sitios en donde pretendía que ella finalmente aceptara entregarse completamente, pero ella, únicamente le dejaba acariciarle pero siempre por encima de la ropa, poco a poco le dejó tocar sus senos bajo su blusa, en aquella ocasión fue tan excitante que dejó que le metiera la mano por debajo de la falda peri sin quitarse las medias; Alberto se dedicó a darle muchas caricias y logró que por primera vez Claudia sintiera su primer orgasmo, intenso, explosivo y sobre todo tan inesperado que la llenó de confusiones; abrió su boca y dejó escapar una serie de gritos y quejidos que excitaron a Alberto mucho más de lo que se imaginaba; afortunadamente estaban en un reservado alejado de la discoteca en donde nadie pareció escucharlos.

A partir de ese día Alberto le acariciaba siempre por encima de las medias y pantis hasta lograr que ella se excitara cada vez más; pero siempre ella se refugiaba en sus creencias y enseñanzas familiares para impedir que llegaran más allá; adicionalmente Alberto empezó a llenarle la cabeza con ideas de sexo libre, desenfrenado, de ideas claras sobre las pasiones que había que experimentar sin tabúes ni restricciones.

Finalmente luego de mucha dedicación y esfuerzo por parte de ambos, él intentando convencerla y dándole caricias cada vez más íntimas y provocadoras y ella manteniendo intacto su virginidad; llegó el tan anhelado día en que se realizaron los sueños de los dos y ella finalmente se dejó llevar y se entregó completamente, Alberto logró lo que nunca había realizado, tener sexo con una mujer virgen y ella a pesar del dolor de su primera vez, experimentó un placer enorme al entregarse a ese hombre que amaba, tan experimentado que le hacía sentir tantas cosas hermosas y llenas de pasión.

Desde ese día las cosas cambiaron lenta pero rotundamente, ella se dio cuenta que Alberto estaba lleno de ideas eróticas y de fantasías que, aunque le parecían algunas extrañas, la llenaban de susto, intriga y deseo por partes iguales; y poco a poco se dejó llevar a ese nuevo mundo de placeres que fueron mejorando más y más su convivencia.

Encontraron sitios en donde podía entregarse a momentos llenos de pasión, Alberto le hacía el amor con una vehemencia y pasión como si fuera un joven de muchos menos años; y ella se dejaba hacer de todo y en cualquier lugar, hicieron el amor en tabernas, discotecas, en el cine y por supuestos en algunos moteles, a los que acudían luego de terminar las clases de la universidad; siempre ella llamaba a su casa y decía que se quedaría a estudiar con algunos compañeros.

Se fueron a vivir juntos un 20 de julio y desde ese día se empezaron a realizar los cambios que Alberto sugería y Claudia acogía con un poco de incomodidad, pero sobre todo con el gusto de complacerlo y además íntimamente sentía que le gustaba todo eso. Alberto empezó comprándole ropa muy sexi, faldas cortas, ropa interior muy atrevida que ella usaba muy complacida en la intimidad de su cuarto, pero que le daba mucho susto utilizar en la calle, cosa que Alberto siempre insistía en que hiciera; en alguna ocasión le pidió que utilizara una tanga tan pequeña que parecía que no llevara nada y se pusiera una minifalda que escasamente le cubría las nalgas, si se inclinaba solo un poco se le veía la parte baja de su hermoso trasero; ella lo hizo con mucho gusto y para darle placer, luego él le pidió que salieran así a la calle, le costó convencerla pero al final lo hicieron, luego le pidió que caminara adelante para él poder verla desde atrás, luego le pedía que corriera un poco para ver como se le levantaba la falda; ella lo hizo temerosa que alguien la viese, pero llena de gusto, sobre todo porque veía en los ojos de Alberto ese morbo y placer que reflejaba; se abrazaban en plana calle y él le tocaba las nalgas subiéndole la falda y la excitación crecía en ambos para luego llegar a la casa y tener el mejor sexo.

Desde entonces Alberto le decía que siempre usara minifalda para mostrar esas hermosas piernas y ese trasero tan marcado que se le notaba, también le pedía que no usara sostén; en otra ocasión le pidió que fueran a un centro comercial pero que saliera sin ropa interior, así lo hizo Claudia aunque un poco insegura porque la minifalda no era ajustada y el viento podría levantarle y mostrar todo sin ropa interior, y eso es precisamente lo que Alberto quería, al fin salieron y él le decía que subiera y bajara escaleras continuamente para ver debajo de su falda y quizás para alguien le viera también; Claudia le hacía caso en todos sus caprichos, le daba mucha pena pero al final siempre aceptaba y le complacía saber que lo excitaba pero también ella se sentía caliente con esas demostraciones en público.

Cuando salían a pasear, Alberto le compró algunos vestidos de baño muy reveladores y le hacía que se acostara a tomar el sol boca abajo para que todos pudieran ver ese maravilloso cuerpo que Claudia tenía, sobre todo ese culo y esas piernas que le encantaba que luciera.

Los primeros cinco años de convivencia, antes que llegaran las hijas, estuvieron disfrutando de muchas actividades de pareja, salían a bailar y siempre vistiendo vestidos muy cortos o pantalones pegados que dejaran ver que tenía un tanga muy pequeña o que no llevaba nada debajo, a Alberto le excitaba que otros hombres le vieran el cuerpo con morbo y deseo y luego en la intimidad de su cuarto le contaba como la desnudaban con la mirada y le preguntaba suavemente al oído, qué haría si aquel u otro hombre le tocaba la nalga; ella siempre le decía que por supuesto que no le dejaría, pero se excitaban los dos y lograban aumentar su excitación.