Así conocí a mi vecino
Una chica descubrirá que a veces un accidente es sólo otra forma de dar pie a una relación maravillosa.
Recién me había mudado a este edificio de departamentos, después de un cansado fin de semana, de mover muebles, colgar cortinas, abrir cajas de libros y mal comer latas de atún con galletas y otras porquerías, logré darle un ambiente agradable a mi nueva vivienda. Obvio es que el lunes por la mañana estaba totalmente agotada y no escuché el sonido del despertador. Con media hora de retraso, tomé una rápida ducha, me vestí con una falda corta y blusa ligera y salí corriendo hacia la oficina. Era tanta mi prisa que al doblar en el pasillo rumbo a la escalera, me estrellé contra un joven que venía en sentido contrario.
Ambos caímos estrepitosamente rodando por el piso hasta acabar, él boca arriba y yo sobre él, a horcajadas, con la falda hasta la cintura y un par de botones de la blusa desprendidos.
-¡Que horror! ¡Que pena! - dije mientras intentaba levantarme y acomodar mi ropa.
El dolor de mi tobillo no me permitió moverme y me dejé caer rodando hacia un lado.
-¿Está usted bien?- me preguntó con una voz profunda mientras se incorporaba.
-No- le respondí en un susurro - creo que me lastimé el tobillo.-
Me examinó el tobillo unos instantes con ojos Preocupados. Acto seguido me levantó en sus brazos y me preguntó que cuál era la puerta de mi departamento.
Con dificultad abrí la puerta y me llevó al sofá.
-¿Tienes algo de hielo? - me preguntó - Tienes el tobillo muy inflamado.
-No, lo siento, recién me mudé y con tanto quehacer olvidé poner agua en el congelador
-Bueno, espera un momento e iré a mi casa por un poco.
Mientras salía, aproveché para llamar a la oficina y avisar que no podría ir. El regresó pronto y puso algo frío en mi tobillo. Se sentía bien.
-Bueno, yo me tengo que retirar, pero vendré más tarde ¿estarás bien?
-Si, - le respondí - Gracias por todo y disculpa las molestias.
Una vez que salió me quedé profundamente dormida en el sofá, hasta que me despertó el timbre de la puerta.
Con dificultad me levanté y vi a través de la mirilla que era mi vecino. Le abrí la puerta y le invité a pasar. Me sorprendió gratamente que llevara una bolsa de papel con hamburguesas, papas fritas y refrescos, estuvimos conversando mientras comíamos, y lo observé discretamente. Era alto, apuesto, de hombros anchos y cabello negro, ojos de mirada profunda. También noté que el me observaba con disimulo, debo decir que soy mas bien bajita, delgada, cabello lacio, semi-corto,
ojos claros, y creo que no soy fea, al contrario, tengo todo bien puesto en su lugar.
Poco a poco se fue acercando a mí mientras conversábamos, y como al descuido pasó su brazo sobre mis hombros. Al poco rato nos estábamos besando apasionadamente... ¡¡que rico besaba este chico!!
Poco a poco nos empezamos a desnudar, me trataba con suma delicadeza, como para no lastimar mi tobillo.
Me tomó en sus brazos y me lanzó una mirada interrogante... con la cabeza le indiqué la dirección de mi habitación.
Caímos en la cama entre besos y abrazos, sus manos recorrían todo mi cuerpo con frenesí. Sus labios me besaban en mi boca, en el cuello, se detuvieron en mis senos y los saborearon largamente. Poco a poco trazó un camino de besos hacia mi vientre, deteniéndose un momento en mi ombligo, bajando más, hasta llegar a lo más profundo de mi intimidad. Su lengua experta me hizo disfrutar como loca, acariciando, besando, sorbiendo, provocándome un orgasmo intenso que me arrancó gritos de placer.
Giró su cuerpo hasta ponerse en sentido opuesto al mío, y se colocó sobre mí, me siguió acariciando con su boca y me invitó a hacer lo mismo con él. Aaaahh que delicia, tenía el miembro más delicioso que yo recordara.
Estuvimos un buen rato, en un 69 perfecto, hasta que ambos alcanzamos de nuevo un magnifico orgasmo. Bebí su semen y el se recostó junto a mí, abrazándome.
Permanecimos así un buen rato, incluso creo que me dormí un poco. Hasta que me despertó de nuevo con sus caricias.
Me besaba con frenesí, acariciando mi cuerpo con sus expertas manos.
De pronto me colocó boca abajo, sobre mis rodillas y codos, se ubicó detrás de mí y me penetró de una sola embestida. ¡Aaaahh! ambos dejamos escapar un suspiro ahogado.
Inició un vaivén de ritmo intenso. Su mete-saca me volvía totalmente loca. No pude controlarme y empecé a agitar mis caderas estrellándome contra su cuerpo, mis gritos escapaban de mi garganta. Era la gloria...
Nuestros movimientos se hicieron cada vez más rápidos, más intensos. Pronto llegamos a un nuevo orgasmo, esta vez más intenso, más explosivo.
Ambos dejamos escapar un grito al mismo tiempo. Nos desplomamos abrazados sobre la cama, llenos de sudor, satisfechos y felices.
Nos quedamos de nuevo dormidos y al despertar volvimos a amarnos sin límites.
Han pasado varios meses y la relación con mi vecino sigue a las mil maravillas. Definitivamente escogí el mejor edificio de departamentos para vivir.
Si algo tienes que opinar sobre esta historia, escríbeme a aylin@uol.com.mx Mientras tanto... recibe un beso