Ashly

Una pobre chica, la esclava de la fiesta...

Era el final de la tarde de un viernes, estaba sentada esperando que mi marido volviera a casa del trabajo, porque estaba hambrienta y preparada para salir. Estaba leyendo algo ligero y acababa de darme una paseo por la casa cuando de repente se abrió la puerta y entró Steve. "Hola, cariño, ¿cómo se te dio el día?" Enseguida pude darme cuenta de que no estaba para bromas. Dijo, "Sube y prepárate para salir. Esta noche tenemos función de trabajo." Dije, "oh, cielo, esta noche no.

No me apetece mucho y esperaba que nos limitáramos a una cena ligera juntos." Dijo, "no será esta noche. Vete arriba cielo." Bueno, hay que llamar a las cosas por su nombre, Steve era un marido dominante y había que hacer lo que quería sin cuestionarlo. Normalmente esto me excitaba y estaba de acuerdo con ello. Sin embargo a lo largo del último año había notado un cambio poco grato, un incremento en su rareza e ideas con las que no me sentía precisamente muy cómoda. Aún así subimos arriba.

Él ya estaba sacando mi ropa y me sobresalté al ver que había sacado una minifalda negra que no me pegaba y que, definitivamente, no era apropiada para salir. Normalmente me la ponía en casa para jugar y divertirnos, pero eso era todo. Para ser sincera apenas me tapaba el culo... Dije "estás loco, cielo." Dijo "haz solo lo que te digo. Esta noche es importante en mi carrera y no vas a joderla." Sacó una blusa además y dijo "los botones de arriba tienen que estar desabrochados. Ponte estos zapatos de tacón y maquíllate también y reúnete conmigo abajo y date prisa." No sabía exactamente que hacer ni que iba a pasar pero, bastante a regañadientes, me puse lo que me había dicho y me maquillé.

Bajé las escaleras esperando, al menos, recibir alguna palabra amable o que tenía buen aspecto o algo por el estilo. Lo único que me esperaba era un "¡vámonos!". El viaje duró unos 45 minutos, creo, aunque pareció una eternidad porque Steve no me dijo nada en todo el tiempo. Siguió así hasta que llegamos a una magnífica casa situada en una finca enorme. Probablemente la casa más bonita que haya visto en mi vida. Steve me repitió, "esta noche haz lo que se te diga y no me dejes en evidencia. Dije, "cariño, no lo haré, nunca lo hago, ¿verdad?" A continuación se bajó del coche y se quedó delante de él, esperando a que saliera yo. Estaba un poco sorprendida porque habitualmente me abre la puerta. Empezaba a sentirme mucho más una cosa que su esposa. Estas sensaciones se incrementarían más y más a medida que la noche avanzara, pero me estoy adelantando.

Entramos a la casa y estaba atestada, toneladas de gente bien vestida pasándoselo bien y bebiendo. Empezaba a sentirme muy incómoda porque iba vestida de forma muy distinta a la de la inmensa mayoría. Steve desapareció rápidamente hacia el bar y me dejó sola en una casa extraña, con gente a la que realmente no conocía en absoluto. Quería sentarme pero me daba cuenta de que con aquella falda no era una idea muy brillante. Así que me coloqué en una esquina, sola y muy incómoda. En ese momento cuatro mujeres muy atractivas se acercaron a mí y me dijeron, "hola, tú debes ser la mujer de Steve, Ashley. Estamos tan contentas de que hayas decidido venir esta noche." Dije, "hola, encantada de conoceros." Ella dijo, "me llamo Nancy, estas son Holly, Shannon y Karen." Nancy me dijo, "que faldita tan mona llevas." Dijo "ya nos dirás como consigues esconder las señales de las bragas con una talla tan ajustada." Bueno, no contesté, nunca me habían hablado así y menos una mujer. Dijo enojada, "cariño, te he hecho una pregunta." Dije, "disculpa e intenté alejarme de ellas. Pero solo se movieron para acercarse hacia mí. Ella me colocó la mano en el culo y empezó a levantarme la falda. Dije, "eh, ¿qué haces?" En ese momento un caballero de aspecto muy distinguido se acercó y dijo, "oh, esta es la zorrita de Steve." ¡Me quedé sin aliento! "Bien, a Steve le gustaría que subieras al estudio para conocer a su nuevo supervisor." Estaba casi aliviada de irme. Empecé a mirar a mi alrededor y no veía a Steve y pensé vale, debe ser cierto. Eché a andar y Nancy dijo, "querida, por favor, quítate los tacones y dámelos." Dije, "¿cómo?" Se rió con suficiencia y dijo, "cariño, ahí arriba hay alfombras nuevas, no se permiten zapatos." Bueno, parecía tener sentido así que me los quité y los sujeté con las manos. Dijo, "dios mío, que pies tan bonitos tienes y mirad que bien arreglados." Extendió las manos como si quisiera mis zapatos. No respondí y me los quitó. Luego hizo algo que me dejó estupefacta. Tomó uno de ellos y se lo acercó a la nariz y dijo "oh, que olor más adorable tienes." Me dio una palmada en el culo y me dijo, "no te quedes sin saber lo que quiere Hubby" y me sonrió un poco maliciosamente.

Empecé a subir las escaleras y al principio no me di cuenta de que las 4 señoras subían también tras de mí. Cuando lo noté empecé a sentirme un poco incómoda. De repente me sentía muy desnuda y vulnerable. Me acerqué a la sala donde me habían dicho que estaba Steve y entré. Para sorpresa mía estaba vacía de gente y allí había una cama y algunos tocadores y me di cuenta de que era un dormitorio.

Entonces me sentí empujada y la puerta se cerró tras de mí. Eran las 4 mujeres y allí estaban todas sonriendo maliciosamente como lo hacía Nancy cuando estábamos subiendo. Dije que qué infiernos pasaba.

Dijo, "nada, nada, querida, el infierno viene ahora." Luego me gritó "!PONTE DE RODILLAS, ZORRA!" Me habría reído si no hubiera estado tan asustada. Dijo, "ya me has oído". En ese momento las otras 3 señoras se acercaron a mí y me agarraron de los brazos y me obligaron a arrodillarme. Nancy, que ahora era obvio que era la que dirigía el grupo o lo que fuera, se acercó a mí. "Ahora, pastelito de miel, tienes dos opciones, el camino fácil o el difícil. Oh, espero que elijas el difícil," se rió. Dije, "por favor, qué es lo que pasa, por qué me hacéis esto.

Dónde está mi marido." Se volvió a reír, "probablemente follándose a alguien, cariño, no te preocupes, ahora tienes tus propios motivos de preocupación. Mira te han entregado a esta fiesta como lo que podíamos llamar a 'beneficio de la fiesta', ¡¡¡o ESCLAVA de la fiesta!!!" Sus palabras resonaron en mis oídos. Dije, "¿por qué, por qué, por qué?" Dijo, "sobre todo porque podemos y además porque eres carne fresca. Me gusta la carne virgen." Dije, "no soy virgen" y ella dijo, "no me refiero a eso, zorra. Quiero decir virgen para el lesbianismo, violación y esclavitud. Ahora echemos un vistazo a esas tetas tuyas." ¡Empecé a gritar pidiendo ayuda! Dijo, "esa no es forma de comportarse, chocho, y me abofeteó en la cara."

Dijo, "con lo que tenemos pensado para tu preparación debes estar en silencio." Luego empezó a hacer algo que no podía creer lo que estaba viendo. Se quitó las bragas y dijo, "aquí me tienes, dulzura. Rica y húmeda para que disfrutes de todo mi aroma en tu honor." Dije, "que te follen, jodida zorra." Apenas había abierto la boca cuando una de las chicas que estaban detrás me metió la mano en la blusa y me agarró un pecho y lo retorció con más fuerza de la que nunca había sentido. Grité y entonces Nancy me metió las bragas empapadas en la boca.

Dijo, "las he estado empapando desde esta mañana a las 6. Incluso creo que hay alguna gota de pis. Disfruta de la cena." Todas se rieron y Nancy dijo, "ahora atémosla a la cama, quiero a este chocho tumbado sobre la espalda, bien abierta, lo más incómoda posible, cuando vuelva" y salió. Me empujaron sobre la cama y me sujetaron a ella. Me aseguraron a la cama con cuerdas que sacaron del tocador. Resultaba dolorosamente claro que lo habían practicado antes.

Allí estaba, llorando y preguntándome que estaba pasando y por qué me estaba pasando esto. La puerta se abrió y allí estaba Nancy de vuelta con el mismo caballero que había visto abajo. Llevaba una mochila negra y dijo, "oh, oh, es adorable. Será un verdadero placer." Empecé a agitar la cabeza de atrás adelante, "no, no, no". Nancy me agarró la cara y me dijo, "más vale que aguantes." Luego se sentó junto a mí y dijo, "ahora vamos a echar un vistazo a esos pechos antes de que hagamos algo para cambiarlos." Abrí lo ojos como platos. Dijo, "sí, tienes razón, zorra" y el caballero se aproximó con una aguja y dijo, "¿está preparada para que le anillemos los pezones?"