Ashley en el cine

Primeras experiencias

Ashley en el cine

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Título original: Ashley at the movies

Autora: Ashley Jacobs (ashleyjacobs20@hotmail.com)

Traducido por GGG. Mayo de 2000

Esta es una narración básicamente real de lo que me ocurrió hace dos años.

Contiene mucho sexo no consentido y abusos. Me llevó mucho tiempo superarlo.

Sí, parte de esto todavía me vuelve a la mente en la actualidad, pero fui

forzada y maltratada. Si le afecta no lo lea. Un amigo cibernético con el

que había hablado de esta experiencia, me pidió que lo publicase. Me

encantaría que la gente me diese su opinión. Si le gusta o no le gusta. En

todo caso, contádmelo. Decidme si sigo con ello.

ashleyjacobs20@hotmail.com .  (N. del T.: esta presentación también está

traducida).


Sólo llevaba en casa unos pocos minutos cuando Paul apareció para nuestra cita de esa noche. Llegaba temprano y yo no estaba todavía lista. Se lo dije y dijo que no tenía importancia. Dijo que quería elegir lo que llevaría puesto esa noche. Yo dije ¿qué? Paul es una persona extremadamente dominante y a veces sádica. Concedo que soy de gustos retorcidos a veces, pero no tanto como a Paul le gustaría. Tengo mis límites y Paul parece encontrar diversión en hacerme traspasarlos. Podríais preguntarme por qué lo acepté. La respuesta es simple, era estúpida y le amaba.

Pero sigamos con el incidente en cuestión. Paul dijo que subiéramos arriba y le enseñara mis vestidos. Le seguí lentamente. Sacó mi falda más corta y una de mis blusas más bonitas. Las echó sobre la cama. Limpió y sacó un par de zapatos de tacón y los echó también sobre la cama. Dijo, bien, es todo, nada más. Ni más ni menos. Bueno, si quieres, menos, y sonrió. Dije "ah, olvidas algo, querido". Dijo, no se me ocurre nada de postre. Dije, ah, quizá ropa interior, ya sabes, sostén, bragas, quizá pantys. Dijo, no, no me he olvidado de ellos, no vas a llevarlos. Dije, Paul, no puedo y no llevaré esta falda sin ropa interior. Paul dijo, cariño, harás lo que te he dicho y sabes que no puedes negarte, pequeña. Dije, Paul, en serio, esta falda difícilmente me tapará las nalgas. Puedo salir sin sostén pero no así. Dijo, tienes que salir sin nada. Harás lo que te he dicho, y ahora muévete. Nos reuniremos abajo, si no bajas subiré y el resultado será el mismo. Pero no te gustaría sentarte en el cine pareciendo una puta. Con eso bajó y me dejó con mis pensamientos.

Estuve unos 15 minutos sentada allí. La mayor parte del tiempo preguntándome por qué le daba tanta importancia como le daba. Para ser completamente sincera pensé que era un buen negocio, la idea de ser tan vulnerable a él. Quiero decir que me imaginaba que obtendría una buena ración de sexo o, al menos, de diversión en el cine. De modo que decidí seguir adelante con el juego de Paul por el momento. Me quité mi ropa de trabajo y empecé a ponerme la ropa de la pequeña fantasía de Paul. Me puse los tacones en los pies y me miré al espejo. Dios, nunca parecí tan barata pero pensé que era lo que él pretendía. No me veía mal, pero no parecía apetecible. Parecía como si quisiera ser violada o algo por el estilo. Quizás se me pasó por la cabeza porque sabía que no llevaba nada debajo. Así hice el descenso de las escaleras y me encontré a Paul sentado en el sofá, bebiendo la que parecía ser su tercera cerveza. En la mesa había dos vacías. Empezó a silbar cuando bajé lo que me hizo sentir aún más barata. Muy bien cariño, dijo. Ahora date la vuelta para mí y déjame verte bien. Entonces dijo, te pediría que te subieras la falda para asegurarme que no llevas bragas pero puedo decirlo ya, y se reía y reía. Dijo, vamos querida y así salimos de casa y cogimos el coche y nos fuimos.

El viaje se me hizo endiabladamente largo y no hablamos mucho. Paul me dijo, desabróchate los tres primeros botones, querida. Dije, Paul, se me saldrán las tetas. Dijo, no exageres, no se saldrán y lo sabes. Así llegamos al cine y entramos. Una vez dentro Paul buscó una fila vacía. El cine no estaba vacío pero tampoco lleno. Cuando empezó la película Paul hizo así. Dijo, bien, cielo, quítate los zapatos y dámelos. Dije, vale, pensando que eso no podía ser malo. Dijo, buena chica, ahora levanta un poco el culo y súbete la falda hasta la cintura. Miré a derecha e izquierda y no vi a nadie en nuestra zona. Dije, realmente tengo que hacerlo. Dijo, sabes que lo harás, puta. Dije, de acuerdo, pensando que había planeado masturbarme y me valdría la pena hacerle caso. No tenía idea de que las cosas serían como luego fueron. Dijo, oh, que buena chiquilla eres a veces. Dijo, ahora pon tus piececitos sobre el asiento de delante y ábrete de piernas sobre las aberturas de cada lado del asiento. Dije, estás loco, la gente me verá.

Dijo, primero, no me importa, segundo, verán tus pies en el mejor de los casos y si alguien ve una pierna pensará que llevas pantalones cortos o algo así. Dije, no, Paul, de ninguna manera. Dijo, vale, vale, de acuerdo. Entonces haz esto, quítate la falda y dámela. Quiero que te sientes allí con tu falda a unos metros y que sientas lo abierta que te sientes. Lo totalmente vulnerable que te sentirás. Dije, bien, y él saltó, una cosa o la otra, cariño. Dije, vale, vale, vale, esperando que quizá después él jugaría conmigo. Aunque a decir verdad, estaba bastante excitada. Volví mi falda a su posición normal y me la quité. Se la di y la puso con mis zapatos. Estaba allí  sentada con poco más que una blusa que estaba más abierta de lo que hubiera querido llevarla nunca. Dijo, guau, estás preciosa ahí sentada de esta forma. Ahora pon tus jodidos pies como te pedí antes y hazlo ya. Dije, no, Paul, lo prometiste. Dijo, te mentí. Hazlo ahora. No sabía qué hacer. Tenía miedo y me sentía estúpida. Dijo, perfecto coñito, me voy. Dijo, estoy seguro que podrás recuperar tu falda de la papelera delante de todo el mundo. Se levantó y dije, de acuerdo, de acuerdo, siéntate, por favor. Dijo, perfecto, pero no me vuelvas a obligar. Así que hice lo que decía y puse los pies en el asiento. No sabía sinceramente si alguien podía verme pero os aseguro que me sentía como si pudieran. Dijo, bien, ahora vamos a hacer un pequeño trato, puta. Toma este barra de regaliz y métetela en el coño, después te la comes, ¿entendido? No podía creer lo bastardo que estaba resultando. Me daba la impresión de que me complacería si hacía lo que quería. Sabía que no me masturbo así porque así y que no me gusta mi propio sabor. Sólo de pensarlo me daba náuseas y me estaba poniendo bastante nerviosa y preocupada por lo que él estaba haciendo. Estaba bastante claro que no le importaban mis limitaciones en este punto. Dijo, Ashley, tienes dos segundos para hacer desaparecer ese regaliz como te he dicho. Después quiero que lo lamas y lo chupes antes de comértelo por completo. ¿Me oyes, coño? No miento cuando digo que me brotó un lágrima en el ojo. No me gustaba cuando se ponía así, me asustaba de verdad. Le quiero y por ello intento agradarle pero no quiero esto y él lo sabe. Dijo, Ashley, te gustaría que te contara algo que te sobresaltará más. Dijo, Ashley, no sabes lo afortunada que eres. Te he traído a un cine para adultos del que podría irme tras este pequeño juego. Dije, alto, Paul, me asustas. Me dijo, adiós, coño. Dije, no, no, no, haré lo que quieras. Dijo, oh, de verdad. Tú sabrás. Dije, si, cariño, observa. Dijo, no, no, no, está bien. Vuelve a ponerte esto. Me dio mi falda y los zapatos y me dijo que nos reuniéramos fuera, frente al cine.

Dije, pero la película no ha terminado. Dijo, ésta es para ti. Vámonos, y me puse rápidamente la falda y los zapatos y me levanté. Sólo entonces me di cuenta de que había dos chicos sentados al final de la fila cuando me acerqué. Él encontró mi mirada cuando sólo podía preguntarme que podrían haber visto. Entonces subió los pies bloqueándome la salida. Dije, perdón, lo mejor que pude, pero mi voz era blanda, estaba aún muy asustada y esto no me ayudó en absoluto. Dijo, eh, preciosa, que tal una exhibición privada de ese bonito culo. Dije, por favor, déjeme pasar. Dijo, oh, vamos, no está bien ser egoísta. Por qué no te sientas en el regazo de papá. Dije, podría quitarse, por favor, dijo, cuál es la contraseña. Dije, 911, ahora, apártese. Se apartó de mi camino en ese momento y cuchicheó algo de que yo era una guarra.

Salí del cine cubierta de lágrimas, cuando estuve con Paul dijo, oh, suelta tu puterío, me encanta. Le grité no, no lo haré y no sabes lo que acaba de pasarme y casi me pasa. Dijo, oh, qué, cuéntame, por favor, dije, no seas sarcástico, hablo en serio. Tu jueguecito casi me provoca un ataque de nervios en el cine. No quería dejarme pasar. Los ojos de Paul se encendieron de verdad, oh, perdona, se me olvidó eso. Oh, cariño, cállate y vamos al coche, lo que iba él a hacerte en un sitio público como éste no es muy diferente de lo que haría yo, jejeje. Vámonos, y entré en el coche pero aún llorando y feliz de volver a casa. Paul se puso a 130 pero no hacia el norte como debería. Íbamos hacia el sur y dije, Paul, ya basta, quiero irme a casa. Dijo, he hecho lo que tú has querido hasta ahora. Ahora me toca a mí hacer lo que quiera y será usarte como me parezca conveniente. Ahora, ¡abróchate el cinturón, cariño!

Fin de la primera parte ...

(N. del T.: No me consta que haya habido continuación como tal, aunque sí otros relatos de la misma autora)