Asegurando el futuro.

Tras conseguir un empleo, y dado lo buenorro que está mi jefe, decido tirármelo para asegurar mi permanencia en la empresa.

Dejar que me presente, mi nombre es Katy y he decidido hacer un diario en esta página de mis experiencias sexuales.

Estoy soltera y soy una hembra caliente que gusta de practicar sexo con frecuencia y que lee en todo relatos asiduamente. Ahora sois vosotros los que me vais a leer. El motivo es simplemente morbo. Me gusta comparir con todos vosotros mis experiencias. Es como si me desnudara en publico.

Imagino cientos de vergas duras, leyéndome mientras las propias manos las someten a caricias.

Me pongo cachonda.

Voy a llevar mi diario como esas niñas en las películas que tienen su cuadernito de tapas rosas con flores. Pero yo lo llevaré como una zorra. En público, para que todos sepais quien y como me follan.

Hasta principios de agosto 2014, fecha en la que firmé el contrato a tiempo parcial con la empresa, servidora estaba en paro. Había tenido desde hace dos años un total de tres empleos y me apetecía y mucho quedarme más tiempo en un trabajo.

Aquella mañana de mediados de agosto los otros dos empleados disfrutaban su periodo vacacional y el jefe y yo trabajábamos desde las ocho de la mañana. Eran las diez y él me había pedido, por favor, que le llebase un café.

Mi jefe estaba sentado en la mesa del ordenador. Mario, que así se llama mi jefe había montado el despacho en un rinconcito libre. Suelo de tarima y paredes en temple blanco. La mesa de formica negra cerquita de un rincón, el ordenador y una silla de esas giratorias. Vamos la austeridad personificada.

Ojeaba las cuentas del trimestre y, la verdad, no eran como para tirar cohetes. Su gesto era de preocupación. El ceño fruncido y la mano en la barbilla, como sopesando lo que hacer con aquellos malditos resultados.

Me acerqué con el café que me había pedido. Yo llevaba el pelo recogido en un elegante coco trasero. Estaba bien maquillada y guapa. Vestía, sin duda alguna provocativa. Blusa corta de tirantes blancos, cortita como digo, por encima del ombligo y minifalda negra. En los pies unas botas de media caña negras, con un tacón fino y alto.

Dejé el café junto a los papeles desperdigados en el escritorio. Él bebió unos sorbos y yo me senté insinuante contra el borde de la mesa.

Me recorrió con su mirada de arriba abajo mientras bebía pequeños tragos del humeante café. Luego me miró con una sonrisa a los ojos.

En nuestra relación no había habido aún ningún contacto íntimo, pero estaba decidida a tirármelo y aquel día me había vestido de zorrita y llevaba la decisión de que el día no pasase como otro cualquiera.

-¿Qué tal estas, Mario? Te veo preocupado- Le sonreí.

-Si Katy. No lo dudes. Estas cuentas me van a matar-

Me dirigí a la parte trasera de la silla negra, rotatoria.

-Creo que si te suelto el cuello estarás mejor. Tú sigue con el café-

Le dije mientras mis manos se posaban en la parte superior de la chaqueta gris marengo. Maniobré con dulzura, casi acariciando aquellas zonas colindantes con su cuello.

Comencé a pellizcar con mis manos haciendo pinza. Mario no pudo evitar un "ohhhh" de placer al sentir el masaje en su cuello y hombros.

-¡Oh Katy. Siiiiii! Sigue un ratito más por favor-

Giró la cabeza buscando mi rostro y yo me asomé hacia ese lado para dedicarle una sonrisa más que expresiva. Él mantuvo la mirada. Creo que intuía lo cachonda que estaba y giró la cabeza más aún hacia mí, elevando la cara. Pedía un beso.

Me agaché y busqué con mis labios los suyos. El primer beso fue muy corto apenas dos o tres segundos. Al retirarme Mario mostraba una sonrisa de oreja a oreja.

Vais a pensar que soy una zorra por lo que os voy a decir pero lo cierto es que llevaba semanas preparando ese momento y había algunos detalles que me habían dado a entender que el camino estaba libre. Volví a acercar nuestras bocas y saqué la lengua, cosa que Mario hizo también. Las dos lenguas se enredaron y mi mano, por sorpresa recorrió su camisa azul oscuro, el pecho y la tripita hasta llegar al pantalón. Allí encontré lo que buscaba. Tanteé el pene, no del todo flácido.

Mario no perdía el tiempo el muy cabrón. Giró la silla hacia mí y según me enfrentaba agarró mi teta con su mano, apretando sobre la blusa blanca de tirantes.

Estamos en agosto y no hay clientela, así que las posibilidades de que nos sorprendiesen eran prácticamente nulas. La blanca luz del flexo nos iluminaba la escena, mi tetita amasada por aquella mano obscena.

Yo caminé ruidosamente sobre el parqué, mis tacones resonaron en toda la habitación marcando los cuatros lentos y rítmicos pasos con los que me puse enfrente de Mario. Flexioné las piernas hasta quedar en cuclillas. Acaricié su pene sobre el pantalón.

-Katy. ¿Y esto.....?-

No le contesté. Apreté más mi mano contra el pene oculto bajo el pantalón, Mirándole a los ojos y sonriendo. Él no insistió en la pregunta.

-Ohhhhh-

Comencé a desabrochar el cinturón del pantalón. La maldita hebilla se me resistía. Mariol apartó mi mano con dulzura, abrió el cinturón y los botones del pantalón mientras mis manos acariciaban sus muslos, y una vez abierto dejó las manos colgando a ambos lados de los brazos de la silla, para que yo continuase el trabajo.

Abrí con un dedo la goma del slip tirando de ella con la mano izquierda y con la derecha entré en aquel territorio aún inexplorado. Encontré sin dificultada aquel placer hecho carne dura. Lo agarré con fuerza y lo extraje.

Él me miraba mientras sacaba la tranca dura y leñosa. Ataqué con mi boca lateralmente. Su aroma lo invadía todo. Cerré los ojos y la recorrí lentamente desde la base hasta la punta, dos veces. Él miraba fijamente mi trabajo, algo retrepado, con gesto serio, concentrado.

Yo me sentía como había imaginado, triunfante. Mis rodillas abiertas, el coño a un palmo del suelo. Aquello era lo que mejor sabía hacer en la vida.

Lo chupé al estilo chupa chups, agarrando la base con mi mano y degustando la piruleta del prepucio rojo. Comencé a bajar y subir la mano acompañando las entradas y salidas del majar en mi boca.

Mario abrió la boca y frunció el ceño. Sus jadeos se tornaron constantes.

-Siiiii, mmmmmmm, ahhhh, siii , siii- Era muy jaleoso. Menos mal que estábamos solos en la oficina.

Le miré en unas de mis lamidas con la lengua, longitudinales. Mis ojos clavados en los suyos.

Entonces Mario llevó su mano izquierda a mi nuca, justo por debajo del moño de mi melena.

Presioné hacia abajo el pellejo de aquel pene hasta el tope y comencé a follarlo con la boca, apretando los labios hasta casi hacerle daño. Dentro, fuera, dentro, fuera. Su mano en mi nuca, asintiendo, colaborando, casi acariciando mi quehacer.

Le gustó tanto aquel rato de follada labial que algunos de sus quejidos se tornaron verdaderos alaridos.

Desde la perspectiva de Mario.

El pene brotaba en la unión de la camisa azul marino y los pantalones negros. Detrás de la polla tenía a Katy, delicadamente maquillada. La sombra de ojos perfecta, las cejas súper perfiladas, el maquillaje bello y discreto. La zorrita también estaba pulcra y perfectamente peinada, con la melena exquisitamente recogida en aquel moño en forma de gran manzana. Le gustaban aquellos pendientes negros, eran largos y compuestos, como pequeñas lamparitas negras de araña. Se bamboleaban como péndulos según le comía el rabo.

Aquella tía estaba tremenda. ¡Joder qué buena estaba! Al estar agachada podía verle los pechos bailando a través del amplio escote de la blusita de tirantes blanca. Se adivinaba un pequeño sujetador del mismo color. La muy zorra le brindaba un  espectáculo qué le ponía totalmente cachondo. Cuando una tía te mira de esa manera con tu verga en la boca es que es guarra, muy guarra y puta, muy puta. Mario pensó en la suerte que había tenido al contratar a semejante ramera.

El ver, a la vez que sentía, su pene entrar y salir de aquella boca, enmarcada por dos preciosos labios escrupulosamente pintados en rosa cristal. El ver su verga masturbada, degustada por el trabajo experto de Katy, conformaba una conjunción de sensaciones brutal. Ufffffffffff. No esperaba aquel intermedio de placer y morbo esa mañana. ¡Vaya sorpresa se estaba llevando! Si bien su empleada llevaba unos días muy "receptiva", vamos, con ganas de que le echaran un buen polvo (había creído él), Katy había protagonizado un asalto en toda regla, que no imaginaba en modo alguno.

¿Qué querría aquella niña? ¿Sólo follar? ¿Y qué importaba eso ahora? No era el momento de entrar en ese tipo de disquisiciones. Katy le estaba comiendo la polla como muy pocas veces lo había hecho nadie. Mario la agarró con dulzura del cuello, rozando con el dedo meñique el comienzo de la soberbia espalda de aquella hembra, con el índice el moño de pelo suave y con el resto de la mano los caracolillos peludos que enredaban bailando aquella franja de piel graciosa y delicada.

Desde mi perspectiva.

La mano izquierda de Mario me agarraba del cuello bajo el coquito, yo diría que con cierta dulzura, ¿cariño? Yo le miré y él me regaló un piropo algo obsceno.

-¡Qué guarra y qué puta más bella eres, amor mío!-

Me encantó aquel comentario. A la vez que una putita de lujo me sentía una triunfadora. Mario estaba buenísimo y lo tenía bien enganchado por el rabo. Con lo mala que está la cosa del curro creo que ahora, menos que nunca, peligraba mi puesto de trabajo.

Saqué la lengua al máximo, mirándole fijamente a los ojos, apoyé el pene en ella y, sin dejar de mirarle, restregué con fuerza el prepucio, fregándolo como si quisiese desgastarlo.

No recordaba haber tenido un pene tan duro como aquel.

Mario se deshizo de la chaqueta, incorporándose del respaldo del sillón giratorio y la colgó en él como pudo.

Dos lamidas me dio tiempo a hacer antes de que se pusiera de pie. Tiré del pantalón y del slip hacia abajo, que fueron a descansar sobre sus zapatos brillantes.

La imagen de un hombre en camisa, con los pantalones y el slip en los pies, y con el pene erecto asomando pujante junto al primer botón de la camisa, estoy convencida que es una de esas que a las mujeres nos resultan apasionadamente irresistibles, sugerentes y sensuales.

La mano izquierda de Mario continuaba en mi cogote, mi boca en su pene. Lo único que había cambiado era que yo estaba más erguida, al estar mi jefe de pie, y debido a esto él no podía verme las tetas como antes.

Se fue desabotonando la camisa y yo aproveché para mirarle. Bajé mi lengua hasta sus testículos, agarrada con mi mano derecha a la polla como si de la barra del autobús se tratara. El se desabotonaba mirándome, y yo, mirándole, me metí y solté tres veces uno de sus testículos en la boca mientras le masturbaba con la manita.

Luego vino una larga follada de mi boca. Mario con la camisa desabotonada, pero sin quitársela aún, enseñándome su vientre liso y marcado y sus pectorales de gimnasio, acompañaba con las caderas las entradas y salidas de la salchicha en mi boca. Y de vez en cuando apretaba un poco más hasta sentir en su prepucio mi garganta.

Flexionó ligeramente las piernas y me agarró con la otra mano en lo alto de la cabeza para dirigir la follada más a conciencia. ¡Me encanta que un tío tan elegante y guapo me folle así la boca!

Antes de volver a sentarse me agarró las tetas sobre la blusa.

-Espera cielo, voy a quitarme todo esto.-

Mientras se quitaba los pantalones y los zapatos, sentado en el sillón giratorio, me apoyé en la mesa, en un gesto indiscutible de zorra remangué mi blusa de tirantes blanca. Estoy convencida de que mi jefe no esperaba aquella ropa interior. Mi sujetador es de esos minúsculos, totalmente transparente, en color blanco y que dejan fuera los pezones.

No pudo aguantar ni medio segundo, sus manos se abalanzaron y tiraron de los bordes interiores del sujetador hacia afuera liberando mis tetas totalmente. Su boca se abalanzó hasta engullir el pezón de un sorbo, casi media teta quedó alojada en su boca.

El primer lametón en uno de mis pechos siempre me hace temblar los ojos de placer.

Desde la perspectiva de Mario.

¡Joder aquella pedazo de hembra se iba a dejar follar. Sí  o si!

-¡Que buena estás! Katy. Esto es verdaderamente increíble, mi amor. Se me han borrado todos los problemas que tenía hace un rato. ¡Jjjoder!

Mario la agarró de las caderas y la giró para bajarle la falda. Luego la volvió a girar para ver el espectáculo de frente. El sujetador arrugado en los costados dejaba ver las dos tetas totalmente liberadas y un micro tanguita transparente que dejaba adivinar a la perfección las líneas del dibujo de aquel joven coñito.

¡Qué zorra más hermosa! Y lo mejor la tenía a su disposición hoy, pero seguramente aquel no iba a ser el único polvo que echara con Katy. ¡Vaya perspectiva! Poder follarse a semejante hembra cuando se le pusiera en la punta del pijo. Aquello le hizo empalmarse aún más.

Desde mi perspectiva.

Después de bajarme la falda y darme la vuelta, utilizando mis caderas como si fueran un volante, me abrazó por encima de la cintura, detrás de la espalda. Sus manos amasaban las dos tetas y su boca se entretenía lamiendo los dos pezones, pasando del uno al otro con insistente glotonería. Yo sentada en su muslo izquierdo, masturbando con mi mano derecha el pene de mi lactante.

El cabrón metió el dedo gordo de su mano derecha en mi boca y lo lamí como pene, con cara de furcia, puesta a propósito, luego lo llevó a mi pezón y me restregó y restregó y restregó hasta que me hizo lamentar de placer ciego y penetrante, como  perra encelada. Yo cobijaba su rabo en mi mano. Mano que bajaba y subía para darle más placer.

Me puse de pie, me quité el sujetador y le miré como golfa incorregible y viciosa. El se puso de pie también. Me di la vuelta y restregué mi culo contra su pene, con el tanga aún puesto. Él me giró y me sentó en la mesa. Mi culo fue a caer encima de los extractos de cuentas. A mi jefe pareció importarle una mierda.

Quedé recostada sobre el codo derecho ofreciéndole mis piernas abiertas, mi bota izquierda en la mesa. Él cogió mi otra pierna y la subió a su hombro, colándose entre ambos muslos, dejando su cabeza ubicada frente al tanga. Lo corrió como si de una cortina se tratara y dejó mi coño depilado desnudo ante sus fauces.

Me sentó espatarrada, abrí mis piernas más aún, hasta el infinito y comenzó a comer de mi almejita, sentado en el sillón de ruedas, y yo gimiendo como una puta.

Lo besaba, besaba mi coño con devoción, luego acariciaba con su mano el clítoris, lo lamía, se retiraba para verlo. Escupió y fregó con su dedo gordo los labios y el clítoris,  para luego volver a meter su lengua entre los belfos abiertos y empapados. Me succionó el clítoris haciéndolo hinchar más y más, yo jadeando, expeliendo grititos de placer.

Yo a ratos me sobaba a mi misma las tetas, o apartaba el tanga para dejarle todo libre, contemplando el banquete de Mario en mi entrepierna. Se ensalivó dos dedos y me penetró la rajita mientras miraba mis ojos, volví a dedicarle una mirada de zorra. Lasciva y guarra. Mario volvió a lamer el clítoris.  Y luego lametones de perrito, cortos  e intensos.

Hicimos un alto. Me quitó el tanga del todo y lo colgó de su boca. Yo se lo quité de entre los dientes con dulzura y lo dejé caer al suelo. Se agachó y escupió en el coño. ¡No veía el momento de ser penetrada! Deseaba de tal manera tenerle dentro ya, que cuando por fin se incorporó y la metió en su sitio, grité como una loca. ¡Ahhhhhhhh!

Sentada en el borde de la mesa. Mi pierna derecha en su hombro. La izquierda en el aire sujetada por su mano derecha por el tacón de la bota. Comencé a ser vilmente follada, como merecía. Un bombeo lento cadencioso, gustoso, dulce, excitante. Nos mirábamos y el frenaba el ritmo, haciendo rotaciones con la cadera para darme a sentir el tronco en la serrería. Después aceleraba sintiéndose dentro, disfrutando de la presión de las paredes de mi conchita. La sacó y me restregó el clítoris con la punta de la polla. Uffffffffff. Primero despacito y después, agarrándose la polla firmemente, me dio una verdadera paliza con el capullo en el botoncito de mi placer. ¡Ahhhhhhh! De nuevo mis gritos de placer. Y otra vez la polla dentro, y otra vez follada y follada. Le gustaba parar y eso me ponía de los nervios. Me la sacaba y bajaba a comerme. ¡Joder! No he estado tan salida en mi vida.

Entonces Mario la sacó y se sentó en el sillón. Yo salté de la mesa y de pie, todavía tenía mis botas negras puestas, me agaché y le lamí la polla de nuevo. Ahora su polla sabía a coño. Me vuelve loca mamar un rabo cuando lo han sacado de mi almeja o de mi culo y probar mi propio sabor. Me agaché y seguí lamiéndolo un buen rato. Luego como una amazona de frente a él abrí las piernas y me senté, con mis tetas en su boca y mi coño engullendo la tranca. Ahora fui yo quien lo follé a él. Subiendo y bajando sobre mis botas apoyadas en el parqué.

Me tumbó en el suelo como a una perra sarnosa. Se tumbó detrás de mí. Elevó con su mano mi pierna y comenzó a follar desde atrás, aceleradamente. Sus envites se hacían más y más tremendos. El pubis de mi jefe golpeaba sonoramente mis glúteos al meterme el leño con tanta dureza en el coñito.

Adiviné que Mario iba a terminar en poco tiempo, así que me toqué el clítoris para provocar mi orgasmo. Tengo un orgasmo bastante salvaje en sus espasmos. Mario notó que me estaba corriendo. Aguantó galantemente hasta que hube terminado y después se salió y se puso de pie. Supe que todo iba a  terminar y abrí la boca poniéndome de rodillas ante él, Mi lengua fuera, mis ojos clavados en los suyos. El masturbando el pene duro, durísimo. El primer viaje de leche salió fuera de mi boca, golpeo mi mejilla y resbaló hasta mis tetas. El restó entró en la boca abierta, regando mi lengua y mis labios y mis dientes con aquella leche caliente.

Metí toda la polla en mi boca y tragué y lamí y tragué. Él restregó después de correrse su pene en el semen que había caído en mis tetas.

-Mario. Ya verás como la situación va a mejor en esas cuentas.-

Miramos los papeles arrugados por haberme sentado en ellos.

Estábamos desnudos, él del todo, yo tan sólo con mis botas.

-Voy a ayudarte a tirar de esto para adelante-

-No lo dudo- me dijo. Y después me dio un largo beso en el que percibí una enorme gratitud.

Querido lector. Voy a irte contando mi vida y sus vicisitudes apoyadas en mis experiencias sexuales, que son muchas y frecuentes. Créeme. Me da un morbo tremendo que tanta gente desconocida lea lo que a mí me pasa en privado.

Si queréis hacerme algún comentario privado, escribirme los correos a

katyjimenezgarcia1990@gmail.com

Espero que mi vida y los relatos en la que os la voy a ir contando sea tu telenovela favorita con la que te excites y entretengas.

Un besote a tod@s l@s que me leéis.