Asediando la Torre de Marfil

Un tipo de 31 logra seducir a una tierna colegiala, que aprende lo que es tener sexo con "un poquitín" de violencia, ¡y en su primera vez!

Asediando La Torre de Marfil

Nunca conocí a una chica más tierna y  delicada, y tan irresistible que sólo verla dolía. Me llamo Ángel, y soy dueño de un cibercafé en la esquina de un colegio. Cada mañana y cada tarde me deleito observando lo buenas que se han puesto las niñas que hace años empezaron el colegio y que ahora están a punto de dejarlo, tan llenas de vida, sanas y hermosas, insultando a las adversidades de la vida con su juventud y lozanía. A mis 31 años he vivido de todo y he tenido, a medida que mi edad avanzaba, todas las mujeres que necesitaba, pero pasados los 25, me di cuenta de que tener mujeres de mi misma edad ya no tenía mucha gracia, puesto que tenían ya un pasado, y maneras y manías de tener sexo y hacer el amor (que son cosas distintas ¿No te parece?) que no podían enderezarse, no como en mi adolescencia, cuando con mis primeras novias descubríamos todo por primera vez o lo inventábamos. Ése es el por qué de que me gusten tanto las adolescentes.

Ilsen.

La conocí hace 2 años, cuando empecé este negocio y ella entró sonriendo un día lluvioso a mi local, para alquilar una máquina y chatear un rato. Fue la visión más turbadora que tuve de cuantas jóvenes adolescentes había visto hasta entonces, como ver a un ángel de 14 años, ¿Recuerdan a la emperatriz de Fantasía, en La Historia sin Fin?, ése tipo de ángel. Su pelo con tinte rubio, húmedo y largo caía desordenadamente a ambos lados de su rostro angelical de piel trigueña y con hermosos y grandes ojos castaños. Al retirar su melena hacia atrás completamente con ambas pequeñas y delicadas manos vi hincharse su busto prepubescente luchando por reventar los botones de su blusa blanca, y su falda corta azul marino recorriéndose por encima de sus hermosos muslos me dieron un espectáculo muy erótico.

A medida que avanzaba el año se le volvió una costumbre visitar mi negocio luego de clases, y aunque yo no me cansaba de devorar con la mirada a cuanta chica entraba y salía de aquí, con esas cortas faldas y los pechos que agitados buscaban aire por una blusa con un botón suelto de más, pronto me di cuenta de que la esperaba a ella cada día.

Ahora, tampoco significa que me haya consagrado a ella, pues cuando tuve oportunidades con otras muchachas no las desaproveché, especialmente cuando se trataba de aquellas que buscaban su primera vez y me entregaban su néctar temblando y llorando de felicidad entre gemidos acalorados sobre la cama de mi trastienda, en la que duermo para cuidar de mi negocio de los ladrones nocturnos.

Cuando realmente sentí el peso de su ausencia fue cuando terminó el curso. El colegio entró en vacaciones de fin de año, y dejé de verla a diario, para extrañarla más que a ninguna otra. Y angustiarme con la duda de si volvería a verla nuevamente esta gestión. Sin embargo, dos meses pasaron, y el primer día de clases, nuevamente la vi, en su impecable uniforme y más alta, estaba más hermosa que nunca, y sus caderas y busto habían aumentado de talla, aunque no su cintura. Otra vez cruzó la puerta de mi negocio. Ni falta hace decir que me embargó la emoción y que no pude ocultar una sonrisa que se reflejó en ella en la primera mirada larga que nos dimos. Al parecer ella también me había extrañado. A partir de ese día decidí pasar de la charla casual al asedio, e intensificar nuestra amistad, así que pasaba cada vez más tiempo a su lado mientras ella fingía navegar en el Internet y reía de mis ocurrencias. Terminé por no cobrarle cuando venía, logrando así que se quedara más tiempo y cuando nos despedíamos, su húmedo beso en la mejilla era una sensación desesperante y sobrecogedora.

Un día mi suerte mejoró y ella se quedó más tiempo del normal, hasta que llegó un momento en el que  quedamos sólo los dos. Ella todavía se estaba riendo de un chiste mío cuando nos dimos cuenta, ambos miramos alrededor y vimos que no quedaba nadie más en las máquinas. En ese instante su risa acabó suavemente y nos miramos a los ojos, y ella sonrió nuevamente. Yo entendí la señal y me acerqué a su rostro y besé esos labios suaves y húmedos, acariciándolos con los míos durante varios segundos que parecieron uno solo. En ese instante le dije:

  • Voy a cerrar para que no nos molesten.
  • Ahá

Así que cerré las puertas de mi negocio a media tarde y volví junto a ella, que se levantó de la silla en la que estaba sentada y al fin abracé esa esbelta cintura y ella pasó sus brazos alrededor de mi cuello, para repetir muchas veces más aquél primer beso nuestro, cada vez con más pasión, mientras mis manos paseaban por su tibia espalda a través de su delgada blusa.

La tomé de la mano y la llevé hasta la trastienda, hasta mi cama, y ella primero se detuvo al verla, pero después me miró a los ojos, y sonriendo se sentó delicadamente en ella, con las piernas juntas, como toda una señorita, aún tomada de mi mano y sin dejar de mirarme diciéndome:

  • Ten cuidado

Yo tomé sus dos manos con las mías e hice que se recostara en la cama, entonces las arrastré suavemente por encima de su cabeza y empecé a besarla nuevamente. Aquellos fueron los labios más exquisitos que jamás he besado, y de aquel hermoso cuello de marfil, empezó a brotar la fragancia de un perfume que me excitó aún más, hasta que de pronto pareció llenar la habitación y aún hoy lo encuentro en algún pliegue de mis sábanas, o escondido entre las ropas, incluso en mí mismo.

  • Voy a quitarme la ropa
  • No, déjame a mí

¿Acaso existe placer mayor en esta vida que la de desnudar a una mujer? Yo creo que no. Pero no era cuestión de esperar más, así que al fin realicé mi sueño de desabotonar aquella blanca blusa, y poco a poco descubrir su precioso busto agitado, protegido por el brasier de otro blanco luminoso, y su firme y delicado vientre, sin un átomo de grasa. Luego empecé a retirar su pequeña falda azul de colegiala, al tiempo que acariciaba sus cálidas piernas, y la observé un momento semidesnuda sobre la cama, sólo en su ropa interior blanca y aún con sus medias y zapatos reglamentarios. Entonces y en un instante, también me desvestí.

  • ¿Estás lista?
  • ¿Me va a doler… mucho?
  • Sólo un momentito
  • ¿Me lo prometes?
  • Claro, cariño,
  • Entonces…, s..sí..

De pronto tuve una inspiración y acerqué mi rostro a su pubis, para percibir el aroma en su monte de Venus, el cual encontré dulce y enloquecedor, mordí la parte delantera de sus pequeños calzones en la parte que ya estaba mojada, y con ellos entre mis dientes empecé a alejarme hacia sus pies, quitándoselos. Ella dio un profundo suspiro y movió sus caderas de tal forma que ayudó a la maniobra, así que le quité los calzones sólo con mis dientes, mientras mis mejillas recorrían sus ahora ardientes muslos en el trayecto, dejando al descubierto su delicada vagina, apenas coronada por una suave pelusa. Entonces, ella cruzó los brazos sobre su pecho y tomó los tirantes de su brasier, y se lo quitó dejando a la vista sus pequeños y redondos senos, rematados por diminutos pezones rosados. La observé una vez más, desnuda sobre mi cama, sólo con sus medias blancas y pequeños zapatos negros de colegio, que no le quité, pues me gustó la visión y me pareció bastante erótica. Sonriendo estiré mis brazos al velador junto a la cama y de ahí saqué una lata de espuma para afeitar y un rastrillo nuevo, que guardo por si acaso tengo que afeitarme de emergencia, y ella los miró un poco desconcertada, no tenía idea de lo que yo pensaba hacer,

  • ¿Qué vas a….?
  • Ya verás

así que no tardé más y rocié espuma sobre su monte de Venus, y empecé a afeitarla, lentamente, mientras ella miraba, hasta dejar sin un solo vello su caliente pubis, que se excitaba más a cada momento, entonces tiré la lata y el rastrillo a un lado y me dediqué a acariciar  su vagina con mi lengua, al tiempo que ella reía e intentaba evitar las cosquillas aprisionando mi cabeza con sus muslos, que se agitaban al ritmo de sus risas, asfixiándome un poco. Metí mi lengua lo más profundamente que pude y poco a poco la presión de sus muslos aminoró, permitiéndome concentrarme en llevar los jugos de su charquito hasta su clítoris, y hacerlo bailar con la punta de mi lengua mientras ella crispaba sus dedos entre mi pelo, impidiéndome escapar.

  • Ah…, ah…, que rico, Ángel…, sigue…, sigue por favor

Entonces empecé a subir mi lengua, paseando por su ahora desnudo monte de Venus, subiendo por su vientre y perdiéndola un momento dentro de su ombligo, luego dirigiéndome al espacio entre sus pechos mientras mis manos los apretaban intentando desmenuzarlos inútilmente, al tiempo que la punta de mi verga se acercaba, entre sus piernas abiertas, a la entrada del templo de su pureza.

  • Aah, Ángel, te amo, te amo, te amo…, hazme tuya de una vez
  • Sí mi amor,

Una vez que sentí que la cabeza de mi ariete llegó hasta sus puertecitas, tomé impulso y sin más consideración embestí contra su frágil umbral, destrozándolo a la primera hasta los marcos y penetrando duramente y con fuerza, astillando y machacando toda esa inocencia a mi paso, al tiempo que ella gritaba en mi oreja y hundía sus uñas en mi espalda, con una fuerza que nunca más tendría en su vida, la misma con la que intentaba cerrar las piernas y dividirme en dos con sus muslos como si yo fuera de plastilina.

  • ¡¡Aaay noo, con cuidado, aaayyy!!
  • Ja, ja, ja, ja, ja
  • ¡¡Aaaahhhh!!

Esas sensaciones son irrepetibles, amigos míos, destrozar por primera vez a una virgen no tiene precio y sentir cómo de pronto se encuentra bañada en sudor como si quisiera resbalar fuera de nuestro férreo abrazo, mientras por otro lado arquea su espalda intentando huir del ataque de mi escorpión en medio de un chillido estremecedor es el trauma más exquisito que uno puede provocar.

Entonces no sé que me pasó, sentí que la pasión me cegó por completo pero esta vez invadida por los tiburones de la lujuria, que me obligaron a embestir sin considerar entre las piernas de quién estaba.

  • ¡¡Aaahh, pará, pará un ratito, por favor!!
  • No…, no puedo.., no puedo
  • ¡¡Por favor, aaahhhh, Ángel, me duele…, me duele mucho!!
  • Ya va a pasa…ar
  • ¡¡Aaahhh!
  • ¡Más fuerte!
  • ¡¡Aaaaaaahhhhhhh!
  • ¡¡Más…!!
  • ¡¡Maldito…, ya no…, ya nooo!!

Procedí a desplumar a mi radiante ángel a lanzadas, cada vez más fuertes, más profundas, con más saña, el lobo negro de mi furia buscaba morder, arrancar y comerse hasta la más profunda y suave hebra de carne de aquel pequeño, frágil y delicado santuario mientras ella suplicaba llorando:

  • ¡¡Buuhh, nooo…, dejame por favor…, aaahh!!
  • ¡Toma…, toma…, toma…!
  • ¡¡Aaaahh, basta.., Ángel, ya no…, por favor, NO MÁAAS!!
  • ¡Eres mía…, eres mía…!
  • ¡¡Aaaahhhhh!!

Ella gritaba y gritaba, y sus brazos ya sin fuerzas intentaban separarme de su cuerpo bañado en sudor, durante un momento aquello fue una salvaje violación sexual (¿Sólo durante un momento?) , pero mis manos estaban enganchadas a sus hombros como garfios de hacer y ni Arquímedes hubiera podido arrancarme de ella por más punto de apoyo que le dieran. Yo me sentía poderoso, tiránico, amo y señor de ese angelical ser, y no me costaba en absoluto aumentar la fuerza de mis penetraciones. Paradójicamente, la vagina de Ilsen estaba tan húmeda que la lubricación no podía ser mejor, a pesar de que mi misil Patriot estaba más hinchado y largo que nunca, luego me daría cuenta de que la lubricación era por la sangre que Ilsen estaba derramando de su interior.

  • ¡TE MATO, TE MATO!
  • ¡¡MÁTAME YAAAA!!

Y de pronto cesó de gritar, y su cuerpo quedó inerte entre mis brazos, sus uñas se salieron de mis heridas en la espalda y sus propios brazos cayeron a ambos lados de la cama, al igual que sus piernas que, aún flexionadas, cayeron a ambos lados de mis caderas, abriéndose ridículamente. Me detuve un momento, aquello no era emocionante, acerqué una oreja hacia su boca y noté que aún respiraba. Se había desmayado. Entonces decidí que no era motivo para seguir descansando y  reanudé el ataque con mi arpón sobre aquella rosada truchita.

  • ¡Te odio…, eres una maldita perra…, te odio!

Luego de un momento de bombear salvajemente sobre su bello cuerpo inconciente, se me ocurrió una buena: ¡PENETRARLA POR DETRÁS ANTES DE QUE DESPERTARA!, (Qué novedad, ¿No?) así que arranqué rápidamente mi lanza de su tierna carne ensangrentada y levanté sus piernas sobre mi pecho, con sus pies sobre mis hombros, mientras aspiraba el aroma de sus pequeños zapatos nuevos de cuero negro que ahora estaban a los lados de mi cabeza; ahí fue donde me di cuenta de que mi pene estaba bañado en su sangre, pero tampoco eso me detuvo.

  • ¿Quieres culear, Ilsen?, ¡Qué más da!

En esa posición tenía su pequeño ano a mi alcance y con la punta de mi torpedo bañé su entrada con sus mismos jugos ensangrentados, como si lo hiciera con una brocha, una vez hecho eso posicioné la punta y empecé a hacer presión. No fue tan difícil, estaba inconciente y todos sus músculos relajados, así que su esfínter se dilató sin problemas y la metí hasta el fondo, empezando a trepanar otra vez con fuerza, entonces sentí que despertaba otra vez y tuve la necesidad de aumentar la velocidad, y tomar sus senos entre mis garras, justo en el momento en que abría los ojos nuevamente y todos sus músculos se activaban y tensionaban a la vez, incluyendo los de su culo, que de pronto presionaron fuertemente mi palo y me ocasionaron una placentera eyaculación dentro de ella en medio de sus gritos.

  • ¡¡Noooo, qué me estás haciendo, Ángel, Aaaahhh!!
  • ¡Aaaahhhh!, Ilsen…, Ilsen

Saqué mi verga y caí rendido sobre ella entre sus piernas, con mi cara resollando sobre sus pechos, escuchándola llorar débilmente

  • Buuhh…, uuuhh
  • Te amo Ilsen

Levanté la mirada y vi su cara bañada en lágrimas, a pesar de todo aún era una niña y tal vez se me había pasado un poquitín la mano. Sus lágrimas no dejaban de fluir ni un solo instante.

  • ¡Eres ma…alo…, buuuh!
  • Ji, ji, ji, ji
  • Me quiero i…ir…a mi casa
  • No…, aún no
  • ¡Déjame!
  • ¡¡HE DICHO QUE NO!!

Se quedó quieta y callada, mirándome fíjamente a la cara, sorprendida, sollozando en silencio, yo me acerqué y la besé en la boca a la fuerza.

  • ¡No…, no más!
  • Tranquila
  • ¡Nooo!
  • ¡Cálmate!

Entonces poco a poco, decidió responder a mis besos, (¿Qué otra alternativa le quedaba?) yo le acariciaba la cara y el pelo y empecé a beberme sus lágrimas a besos, hasta que se tranquilizó un poco.

  • ¿Lista?
  • ¡¿Otra vez?!
  • Ja, ja, ja, ja, ja
  • ¡Buuuhhh…!

Y se la clavé otra vez, pero más suavemente, mientras la besaba en la boca y ella fruncía la cara cada vez que la punta de mi bate tocaba el fondo de su empanadita, tratando con todas sus fuerzas de no gritar, pero sin poder impedir débiles y agudos quejiditos de angustia y de dolor a cada embestida, como si la apuñalara y tratara de sufrirlo lo menos posible. Pero pasaron unos momentos y casi sin darse cuenta entreabrió los ojos, y su respiración, que había estado siendo forzada por cada embestida, ante la dificultad de respirar bajo mi peso, empezó a tornarse más profunda y agitada, y entonces, sorpresivamente, me abrazó la cintura con sus piernas, y el cuello con sus brazos, y esta vez fue ella la que me besó largamente, metiéndome su lengua.

  • ¿Te gusta?
  • Si…í
  • ¿Más fuerte?
  • Dale
  • ¡¿Así?!
  • ¡Más…!
  • ¡¿Ya?!
  • ¡¡MÁAS!!

Así que tuve que perder la compasión nuevamente, y la volví a poseer con furia, sólo que esta vez, y el resto de la tarde, ella lo disfrutó, y yo tuve que funcionar como si fuera una máquina, por poco me funde.

Eso pasó hace como una semana, y desde entonces ella no ha aparecido por acá, me estoy preocupando…¿Y si se aparece con sus papás y la policía?. Otra vez es media tarde y esta vacío. Parece que voy a tener que mudarme a otra parte. Lástima. Me es

¡ES ELla, amigos!, ha regresado

Nos hemos mirado un momento a los ojos y luego ella ha bajado en silencio la mirada al suelo pero no la cara, está seria, se acerca, ¡entra sin mirarme a mi trastienda y noto que trata de no sonreír! Tengo que irme amigos.

Acaba de decirme:

  • ¿Me das por atrás otra vez?
  • Ji, ji, ji, ji, ji

Obviamente éste es un relato ficticio, por lo que espero que no se lo tomen en serio, espero estar mejorando, así que agradeceré sus opiniones, si el relato las merece, claro.

Roby

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