Ascensor al paraíso III (Final del relato)

La fortuna favorece a los audaces, aliándose con el protagonista para gozar finalmente a la sensual Lucía

A la mañana siguiente, desperté temprano; no por estar de vacaciones abandonaba mis hábitos. Además, la experiencia vivida la tarde anterior, así como el desasosiego que causaba en mí aquella exuberante mujer, me impidieron volver a conciliar el sueño al despejarme un poco las primeras luces de la mañana.

Decidí explorar un poco el complejo turístico, a ver si era capaz de encontrar algún lugar donde dieran de desayunar a la manera andaluza. Encaminé mis pasos hacia el edificio más cercano a la zona de bungalows, distante unos 800 metros, hallando un espacioso comedor con un fastuoso buffet en el que abundaban todas las delicias gastronómicas de la cocina europea e internacional, excepto lo que yo buscaba, por lo que opté por untar con 5 euretes a un simpático camarero, al que recordaba trabajando en la terraza en la que cenamos la primera noche, el cual atendió solícito mi petición de tostadas con aceite y jamón serrano. Encajado el cuerpo por el refectorio, indagué un poco con el camarero, el cual me indicó que el complejo no estaba inaugurado al 100%, pues una alta torre, de unos veinte pisos que divisábamos en el extremo más alejado del complejo y próximo a la costa, sería aperturada en breve; no pasó la oportunidad el avispado sollastre de informarme que aunque no estaba en servicio, era visitable bajo “ciertas condiciones”, pues todo el edificio estaba en disposición de funcionar y las vistas desde el mirador eran inmejorables.

Receptivo a la solícita codicia del bribonzuelo, le volví a endosar 20 euros, tras lo que me indicó la forma de acceder a la torre y la clave para que el sistema de seguridad me permitiese utilizar el ascensor del personal de servicio, sin duda aquella excursión se saldría un poco de los cauces plastificados de aquellas vacaciones, que parecía que en nada discurrirían por los cauces esperados.

Tras desayunar y sobornar al camarero, decidía hacer una horita de penitencia y me encaminé a paso rápido hacia el paseo marítimo, pues aún era temprano y el ejercicio no se vería entorpecido por el calor. Caminé mas de una hora y media y satisfecho regresé al bungalow.

Llevaba unos minutos realizando estiramientos, cuando me sorprendió la presencia de Astasio, eran más de las 11, pero acababa de levantarse y tras tomar una ducha salió a mi encuentro. Su reentreé fue cordial y tranquilizadora para mí, pues el reencuentro era algo que me resultaba embarazoso después de lo de ayer.

- Buenos días Dyomedhe, veo que te han quedado energías después de lo de ayer para hacer más ejercicio

- Buenos días Astasio. Veo que te has levantado con sentido del humor, eso me alegra ¿Cómo estáis?

- Yo como nuevo; Lucía dice que quiere descansar, que ha venido a relajarse y que se levantará antes de almorzar. Luego sólo piscina y sol, aunque yo he pensado que tú y yo

- Miedo me das, Astasio

- No hombre… he pensado salir en la excursión con catamarán que tenemos incluida en las vacaciones, porque creo que con Lucía la perderé, así que… ¿te apuntas?

- Pues claro que sí, me encanta estar con vosotros me habéis caído estupendamente, así que ya tienes grumete para la excursión, aunque debes saber que lo hago por deferencia hacia ti, porque soy un marino lamentable… lo que me pide el cuerpo es quedarme aquí

Medio en broma medio en serio, Astasio enarcó las cejas y dijo:

- Já, qué peligro yo embarcado y vosotros en tierra firme… ¡Grumete, lía tu petate y sígueme, nos esperan a bordo!

El paseo en barco fue agradable incluso para un pésimo marinero como yo, no hacía demasiado calor, la mar estaba en calma moderada, la brisa soplaba suave el velamen del catamarán y sólo íbamos cuatro pasajeros, por lo que no apareció el por mí temido mareo y me instalé cómodamente a la sombra de la vela para charlar con Astasio.

- Oye Astasio, esta mañana estaba incómodo hasta que hablé contigo por lo sucedido ayer

- No te preocupes, Dyomedhe. Era algo que llevaba tiempo presente en nuestras fantasías sexuales, luego lo hemos hablado y después de acordar cómo queríamos que sucediese, te hemos encontrado y todo ha fluido, salió muy bien y quedamos muy satisfechos con la experiencia… espero que tú también

- ¿Estás de broma? Lucía es un sueño de mujer, tiene un cuerpo que quita el hipo y es muy sensual, tienes mucha suerte de estar con una mujer como ella, que además se ha atrevido a hacer realidad vuestras fantasías.

- Ya, lo sé; pero el tema de la infidelidad es algo que me hacía dudar mucho, sobre si afectaría a nuestra relación, si no soy bastante hombre para ella

- Mira, Astasio. Las mujeres de verdad no son las de las revistas: son como Lucía, con curvas, con tripita, con estrías, porque la granada no está dulce y madura hasta que no se estría su corteza, es cuando ha dado lo mejor de sí y está en sazón para ser degustada, son hermosamente imperfectas, con sus virtudes y defectos… la perfección es artificial, fría, hueca… y Lucía es una mujer de verdad, que al igual que nadie pertenece a nadie, tampoco te pertenece… está contigo porque lo desea, pero tiene fantasías y valor para hacerlas realidad.

No le des más vueltas al tema porque no las merece, tienes una mujer extraordinaria a tu lado y sólo debes preocuparte de ser y hacerla feliz, no le des demasiadas vueltas a la vida, porque te complicarás la existencia, que ya de por sí es harto difícil… deja que la vida fluya y navega en ella… es fácil, como este velero mamón que no deja de moverse y agitar mi estómago: ¿ves cómo el patrón utiliza el viento y surca las aguas? Haz siempre lo mismo, Astasio, navega y usa el viento, no te compliques en intentar remar a contracorriente si no es necesario

- Eres un tío listo, Dyomedhe. Me alegra que esta experiencia haya sido con alguien como tú; me lo has puesto más fácil de lo que pensé que sería… además Lucía piensa igual que yo.

Enfrascados en la conversación, el catamarán retornó al puerto casi sin darnos cuenta, pues el patrón decidió acortar el recorrido debido a que el viento empezó a soplar con demasiada fuerza y aquello podía convertirse en una singladura de la America`s Cup en lugar de un paseo para aficionados.

Al arribar al muelle, Astasio pecó de impaciente, pues sin esperar a que los operarios terminaran de acoplar la escalerilla para que desembarcásemos, quiso emular a un consumado lobo de mar y abandonó el catamarán de un salto sobre el embarcadero. Desde luego olvidó que ya no era un adolescente y que sus años de gimnasta quedaban lejos, por lo que inició el salto sin calcular el balanceo de la embarcación, lo que le hizo desequilibrarse y caer como un fardo sobre las tablas, con tan mala fortuna que su tobillo derecho sufrió una fuerte torcedura que le hizo retorcerse de dolor y maldecir su payasada durante un buen rato.

Le evacuamos al centro médico del complejo y allí el doctor le diagnosticó un fuerte esguince de tobillo, aplicándole un vendaje compresivo y suministrándole un par de muletas que serían su inseparable compañía durante al menos quince días. Una vez administrada una considerable dosis de calmantes, nos facilitaron por parte de la dirección un cochecito de minigolf para que Astasio pudiera usarlo durante el resto de las vacaciones para desplazarse por el complejo.

Cabizbajo y malhumorado, además de dolorido –en su tobillo y en su orgullo de “gimnasta”-, le acompañé conduciendo el cochecito hasta nuestros bungalows. Allí nos esperaba Lucía, sorprendida por el aparatoso vendaje y las muletas que usaba Astasio. Tras las pertinentes explicaciones, Lucía se lo tomó con buen humor.

- Bueno, cariñito, ya ves que no se puede ser Indiana Jones a determinadas edades, así que a partir de ahora: piscina, sol y buen caldo… como los abueletes, jajajajajaja

Astasio soportó mohíno las chanzas de su esposa y nos dijo que tomaría un relajante muscular y se acostaría hasta que se le pasara el dolor. Lucía pensó en almorzar algo ligerito y pasar la tarde en la piscina:

- Qué Dyomedhe ¿te apuntas?

Mi corazón y mi entrepierna se apuntaron enseguida a la propuesta de Lucía, pero afortunadamente mi cerebro se impuso, pues la mirada preocupada e insegura de Astasio me hicieron pensar mejor sobre la conveniencia de pasar la tarde poniendo crema en el cuerpazo de Lucía… con el consiguiente peligro… y provocando inseguridad y malos rollos en Astasio. Todo llega a su debido momento y por encima de los deseos antepongo el no hacer daño conscientemente a nadie, así que decliné la oferta.

- Lucía, me encantaría, pero el paseo matinal y el barco me han dejado derrengado, así que almorzaré algo y descansaré toda la tarde.

- Bueno… tú te lo pierdes

Su tono indicaba a las claras que algo me perdería, pero no deseaba precipitar nada, así que me mantuve firme la postura, no sin lanzar un señuelo a su innata curiosidad femenina.

- Sin duda que pierdo el placer de pasar la tarde contigo Lucía, pero si os parece bien, esta noche podemos cenar de nuevo los tres juntos y luego, aprovechando el cochecito que nos han prestado, realizar una excursión de las que no están programadas en el circuito

- Mmmmmmm… ¿de veras, se puede saber algo más de esa excursión?

- De eso nada, Lucía; sólo te digo que no es nada peligroso, será muy exclusiva y… hasta ahí puedo contar.

- Eres malo… pero aceptamos, ¿no Astasio?

- Claro que sí, pero ahora necesito descansar, nos vemos esta noche.

- Hasta la noche pues, pareja.

Me quedé inmóvil en la terraza del bungalow viendo alejarse a Lucía, que se contoneaba, sabedora de mis miradas, haciendo bambolear su excelso culo bajo la tenue tela de su vestido playero, que dejaba al descubierto esos carnosos brazuelos que ella grácilmente movía acompañando su caminar.

Emulando al viejo Clint Eastwood en su devaneo con la sensual René Russo comencé a especular con la posibilidad de que me lanzara una última mirada antes de perderse en el jardín camino de la piscina, aunque yo fui bastante mas prosaico que el maestro Eastwood: “Si te giras antes de perderte, es que estás deseando que te folle… anda hermosa, date media vuelta y despídete antes de irte… vamos, guapísima, hazlo por m텔

Mis profanas plegarias se vieron recompensadas: antes de desaparecer, Lucía se giró hacia mí, ofreciéndome un espectacular perfil de su busto y lanzándome una sexy y prometedora sonrisa, me lanzó un adiós con la mano que me pareció más un hasta luego y ya verás que otra cosa, por lo que alegre me dirigí hacia mis aposentos para disponerme a pasar la tarde esperando la caída de la noche y sus sugerentes e infinitas posibilidades

A la caída de la tarde, tras asearme y vestirme lo más elegante que pude, me encaminé resuelto hacia el bungalow de mis vecinos, resuelto a, con un poco de fortuna –que siempre favorece a los audaces-, lanzar el último asalto a las reticencias virtuosas de la divina Lucía.

Tomé un aperitivo con Astasio –el suyo un “combinado” de zumito con paracetamol- mientras esperábamos pacientes a que su esposa terminara de arreglarse, aunque la espera mereció la pena: salió con un vestido que hacía justicia a todas las curvas y formas de su cuerpo divino, escotado y ajustado a sus enormes pechos, vaporoso pero abrazado a sus caderas de manera que resaltaba su sensual figura. Además, para la ocasión usaba un perfume, creo que de Bvlgari, que por elegancia decliné preguntarle sobre cuál era, aunque no me privé de aspirarlo y deleitarme con su fragancia, operación que ella advirtió y que no pareció molestarle en absoluto. Tras rendirle tributo de admiración con los adecuados halagos y requiebros sobre lo hermosa que estaba aquella noche, nos encaminamos hacia el cochecito de minigolf, encaminándonos hacia el restaurante que elegimos para aquella ocasión, el cual sería una marisquería –por aquello del poder afrodisíaco del producto-.

Cenamos de manera magnífica, bebiendo varias botellas de vino blanco, sin que Astasio se resintiera de sus dolores debido a los calmantes, riendo y charlando y disfrutando de la magnífica noche. En aquella ocasión no extendimos la velada tanto como en nuestra primera cena, pues llegado el momento oportuno, comencé con mi estrategia.

- Bueno, parejita ¿estáis listos para la prometida excursión?

Astasio miró a su esposa aguardando su respuesta

- Pues claro que sí, ¿no pensarás que podré dormir esta noche sin saber lo que nos tienes preparado?

Cruzamos una sonrisa cómplice por la ambigüedad de su respuesta.

- No te preocupes, Lucía, que por mí no quedará para que disfrutes con ello

- Bueno, par de enigmáticos, ¿nos vamos o sigo aquí plantado de pie con mis muletas?

Astasio se encaminó delante nuestra hacia el cochecito, mientras que Lucía le siguió tras dedicarme una elocuente y seductora mirada, comenzando a andar lentamtente tras su marido bamboleando su extraordinario culo ante mi atenta mirada, no pudiendo evitar que mi mano se adelantara hasta su vestido y le realizara una firme caricia de su nalga derecha, que comenzó a ponerme a temperatura de ebullición. Ella se limitó a girar su cabeza y sonreírme cómplice, tras lo que se instaló en el asiento trasero del coche.

Tras instalarnos los tres, dirigí el cochecito hacia la torre por el camino indicado por el camarero, estacionando junto a la puerta que me indicó.

- Bueno parejita, esta excursión es especial y nadie puede hacerla aún, porque este edificio no está en servicio. ¿Os interesa colarnos y disfrutar las vistas desde el mirador de la terraza? Me han dicho que son impresionantes.

- Pues claro que sí, Dyomedhe, siempre y cuando los ascensores funcionen, porque no me veo subiendo hasta arriba por las escaleras.

- No te preocupes, que tengo la clave de acceso y subiremos en ascensor.

- Pues no se diga más, vamos a verlo.

Introduje el código y tras franquear la entrada, nos introdujimos los tres en el ascensor y pulsé el botón del último piso. El ascensor comenzó a subir entre nuestras risas y bromas sobre la “gamberrada” que estábamos cometiendo. Cuando estaba a punto de alcanzar su destino, la dichosa máquina se detuvo en seco y la luz interior se apagó, encendiéndose una débil bombilla de emergencia, que iluminaba tenuemente nuestras preocupadas caras.

- ¿Y ahora qué hacemos? La culpa es mía por hacer caso a dos “enredas” como vosotros

- No te preocupues, Lucía, hacedme un poco de sitio

Manipulé la puerta y conseguí forzarla y abrirla, advirtiendo que estábamos casi a la altura del último piso, aunque el suelo de la caja del ascensor había quedado a un metro y medio aproximadamente del nivel del piso.

Apoyándome en la baranda del ascensor me aupé como pude hasta el piso, tras lo que ofrecí mi ayuda a Lucía y Astasio para salir de allí. La primera en subir fue Lucía, que por lo inadecuado de su vestimenta, con vestido y tacones, sufrió bastante más que yo para encaramarse hasta el piso.

La postura que tuvo que adoptar Lucía para conseguir escapar del ascensor no resultó demasiado airosa: tuvo que subir su vestido casi hasta la cintura, mientras Astasio iluminaba con su celular el recinto, para mostrarle el pasamanos que utilicé para auparme, al tiempo que me enseñaba una sugerente vista de sus despampanantes muslazos. Siguiendo nuestras indicaciones, Lucía se recargó con cuidado en el hombro del maltrecho Astasio y se aupó hasta el piso, momento en que la así como pude para ayudarla a terminar de encaramarse fuera del maldito ascensor, para lo que primero subió una rodilla, lo que junto a su vestido remangado hasta la cintura me ofreció una panorámica de su culo regio sólo tapado por la minúscula tira del tanga que se perdía por esa raja que tan conocida me resultaba ya. Tuve que espantar mis libidinosos pensamientos, ya que lo importante era conseguir sacar a Astasio del ascensor, pero nuestros intentos resultarían infructuosos.

- Mira, Dyomedhe, con el tobillo como lo tengo, creo que hay que ser realistas, no sería capaz de salir de aquí ni en cien años; creo que será mejor esperar a que alguien venga a reparar el ascensor tranquilamente.

- Estoy de acuerdo, Astasio, pero déjame intentar asegurar la caja, a ver si encuentro algo

Escudriñé en la oscuridad y encontré, gracias a la tenue luz de mi teléfono, un taburete metálico que por su altura y robustez, resultó ad hoc para usarlo como puntal entre el suelo del piso y el techo de la caja del ascensor; por lo menos aquello no se caería si fallaba el sistema de retención. Tras eso, Astasio nos propuso que intentásemos buscar algún modo de avisar a personal del hotel, pues ninguno de nuestros teléfonos tenía cobertura, lo cual era extraño pues Lucía y yo estábamos ya fuera de la caja del ascensor.

- Dyomedhe, no pienso quedarme aquí sola fuera del ascensor, así que o me bajo de nuevo con Astasio o voy contigo.

- No te preocupes cariño, ve con Dyomedhe, pero aquí no vuelves a bajar de ninguna de las maneras. Ya verás cómo en cinco minutos me sacan de aquí

Lucía y yo comenzamos a explorar aquel dédalo de pasillos, iluminados por la débil claridad que aportaban nuestros teléfonos, consiguiendo encontrar el acceso hasta la magnífica terraza, pudiendo comprobar no sólo las magníficas vistas que ofrecía, sino que el motivo del parón del ascensor había sido un apagón general, pues no se divisaba ni una sola luz en todo el perímetro del complejo. Por las cercanías de la torre pasó un vehículo de la empresa, advirtiendo con un megáfono que había un apagón general en la isla y que todo se solventaría a lo largo de la noche, rogando a los clientes que nadie se moviera de sus habitaciones entre tanto.

Lucía nerviosa se abrazó a mí y comenzó a gimotear preocupada por la suerte de su marido. No me cupo otra opción que corresponder a su abrazo y comenzar a acariciarla y a intentar tranquilizarla.

- No te preocupes, esto lo solucionan en cinco minutos, es una tontería

- Es que no soporto la oscuridad y saber que Astasio está ahí

Tanto la abracé y la acaricié, que por un momento, embriagado por su perfume, por las formas de su cuerpo que mis abrazos intuían, por lo bello de la noche en su oscuridad total… me lancé y la besé.

Ella permaneció inmóvil en un primer momento, pero enseguida respondió a mi beso, entrelanzando su lengua con la mía y acelerando su respiración. Aquello comenzaba a tomar temperatura y yo no estaba dispuesto a parar, por lo que a los besos uní mis caricias, comenzando un recorrido por las caderas y muslos de Lucía, que comenzó a gemir y suspirar, disfrutando con el momento.

Mis besos comenzaron a dirigirse hacia su cuello y lóbulos de las orejas, embriagándome totalmente con el aroma de su perfume, al tiempo que recogí su vestido y comencé a acariciar su culazo divino, mientras mi otra mano amasaba con fruición sus tetas. Ella sólo se dejaba hacer y suspiraba, animándome a continuar en aquella línea.

Tras unos minutos de lid, me lancé al descaro absoluto y la despojé de su vaporoso vestido. Lo que contemplé a la luz de mi teléfono me dejó atónito y elevó mi calentura desproporcionadamente. Lucía llevaba un conjunto de tanga –ya lo había contemplado al salir del ascensor- y un sujetador que casi obliga a mi corazón a salir disparado de mi pecho; era de encaje negro, con unas copas que embolsaban sus enormes tetas y las realzaban, pero que además tenían dos aberturas longitudinales que permitían que sus pezones salieran por las mismas y pudieran ser admirados por mi calenturienta persona.

- Pero cariño, este sujetador es de putita, estás bellísima con él, pero no voy a tener más remedio que castigar tus pezones por ser una niña mala y putita

- Bueno, le pedí permiso a Astasio para ponérmelo para la ocasión… por si podíamos continuar con nuestros jueguecitos… Aaaaaaaahhhhh, sigue así, chúpame bien los pezones, que me duelen de caliente que me tienes… huuuummmmm ¡¡qué rico me chupas!! Deja que te saque la polla, yo también quiero chupar

Se arrodilló y me sacó la polla, comenzando a manosearla mientras con su otra mano se acariciaba las tetas y me miraba con perversión, aunque cuando creí que la engulliría sin remedio, desistió:

- Dyomedhe, cariñito, recuerda el trato, no puedo chupártela ni follar contigo sin permiso de mi maridito

- Eres una putita mala, pero yo no tengo hecho ningún trato y ahora mismo te voy a dar lengua en todos tus agujeros

La hice tenderse y sin dilaciones comencé a dedicarle una feroz comida de coño que la hizo perder todo su recato. Alternaba mis lamidas de clítoris con concienzudos repasos de mi lengua en el ojete de su culo, que desde la primera noche me dejó claro que era uno de sus deleites favoritos.

- Oooooooohhhhhhh síiiiiiiiiiiiiiiiiii… cómeme el culito… uuuuuuuuuuufffffff cómo me gusta… así, así mete la lengua hasta dentro… uuuhhhaaaauuu fóllame el culo con la lengua… ¡¡qué gustoooooooo!! Sigue así que me corro… nooooooooo, por favor no pares, méteme bien la lengua en el culo.

Maliciosamente interrumpí el tratamiento de lengua en su culo, intentando que su calentura me permitiese follarla.

- Lucía, cariño, necesito meterte la polla o me moriré de calentura

Ella me acariciaba la polla y entre pensativa y salida reflexionaba, agitando su pecho arriba y abajo ante el orgasmo interrumpido. Sus ojos brillaban como los de una loba, daba miedo y placer verla así de hermosa, tirada en el suelo, con sus piernas abiertas, el sexo encharcado por su flujo y mi saliva, los pezones erectos a través de las aberturas del sujetador

- Está bien tú ganas. Acompáñame hasta el ascensor.

Lucía se incorporó, me agarró por la polla y se dio media vuelta, comenzando a caminar mientras se iluminaba con su teléfono de vuelta hacia el ascensor. Vestida sólo con sus sandalias de tacón, con el tanga y el sostén, era la viva imagen de la reina de las putas, me llevaba a su merced como un perrito faldero y salido, mientras masajeaba y tironeaba suavemente mi polla… podría haberme llevado así al infierno, yo la hubiera seguido sin dudarlo.

Llegamos al ascensor y Lucía, sin soltar mi polla, se puso a cuatro patas junto a la puerta, Astasio nos miraba incrédulo y sorprendido:

- Cariño, mira cómo me tiene Dyomedhe por tu culpa

- ¿Cómo que por mi culpa?

- Sí, has dejado que me emputezca con él y ahora me ha dado un calentón que me tiene toda empapadita, pero es culpa tuya por dejarle ayer que me follase con los dedos y se corriese en mi cara, eres un cabroncete

- Pero bueno, eso pasó ayer y fue de mutuo acuerdo

- Por eso no le he dejado seguir hoy… sólo le he permitido que me comiera el coño y el culete, pero sin tu permiso no le he dejado continuar

- Mi permiso?

- Sí, cornudito mío, quiero que me des permiso para comerle la polla, porque estoy que reviento por mamársela y quiero que sea con tu permiso

La cara en la penumbra de Astasio era un poema, pues miraba incrédulo cómo Lucía, en paños muy muy menores y con sus pezones al aire, a cuatro patas como una perra en celo, no dejaba de masajearme la polla, mirándole con carita de

- Anda, cornudito, sé bueno y déjame que le coma la polla, que en el fondo estás deseándolo… mira, se la como sólo un poquito para que te hagas una idea

La muy puta se giró y de rodillas, sin quitar la mirada de su marido, me dio unos chupetones en la punta de mi amoratado capullo, lo que hizo que mi erección alcanzara proporciones no recordadas por mi, aquella zorrona me estaba chupando la polla delante de su marido, era una delicia de mujer. Me sacó los huevos y también me los chupó, tras lo que se detuvo y se acercó a su marido, introduciendo su cuerpo en la caja del ascensor y dándole un profundo beso en el que sin duda él compartió el sabor de mi polla en la boca de su mujer.

- Anda, cariño, no seas malo y déjame que le termine de comer el rabo, que tengo el antojo, además, estás empalmado como un colegial, te encanta y te pone a mil que te crezcan los cuernos, verdad?

Como el silencio es una clase de asentimiento, Lucía se volvió a girar hacia mi y engulló mi polla hasta hacer que su nariz golpease contra mi vientre, repitiendo la operación varias veces, tras lo que se concentró en dar un soberano tratamiento de labios y lengua a la zona de mi prepucio, lo que me hizo comenzar a gemir y a decirle obscenidades, algo que me encanta cuanto estoy muy caliente:

-Ooooooooohhhh siiiiiiiiii… ¡qué bien la chupas, Lucía! Me tienes caliente como un burro, así chúpame también los huevos, que los tengo cargados de leche para ti… la corrida de ayer no fue nada para la que te tengo reservada hoy, dónde la quieres, zorrita?

- Donde le apetezca a mi maridito, que para eso es un cornudo feliz. Cariño ¿dónde quieres que Dyomedhe ponga la leche en la cerdita de tu mujercita? ¿La quieres en mi cara como ayer, o mejor me la trago? Dime, cerdito, que no puedo estar tanto tiempo sin comer polla hablando

Volvió a engullir mi polla y comenzó una mamada técnicamente impecable, acompañando con su mano el tallo de mi polla que no entraba en su boca, mientras con la otra mano se daba gusto en el coño apartando el precioso tanga, que a estas alturas estaba empapado en sus flujos vaginales.

- En la boca, que se corra en tu boca, pero no te lo tragues, quiero que la dejes caer en las tetas

- Como tú mandes, cornudito, que para eso eres un cabroncete… los cuernos te van a crecer como tú demandes, cariño

La mamada y la conversación entre los dos me tenían al borde del orgasmo, porque no se podía mamar una polla mejor que lo estaba haciendo la calentona de Lucía, que estaba bellísima de rodillas, con sus tetas aprisionadas en el sostén, los pezones cada vez más erectos aflorando por las aberturas, al tiempo que no paraba de gemir por la monumental paja que se estaba autobrindando mientras me comía la polla como una consumada felatriz. Astasio tomó su móvil y comenzó a hacernos fotos mientras sus cuernos no dejaban de crecerle para su satisfacción personal. Yo no podía más.

- Lucía cariño, no puedo más… eres la reina de las mamadoras de pollas… ssssiiiiiiiii qué gustoooooo… chupa ahora muy lento y profundo, que me corrooooooo yaaaaaaaaaaa….

Entre estertores comencé a correrme como un toro, aunque para ser exactos, el toro era el buenazo de Astasio, que con una mano se la meneaba y con la otra no paraba de hacer fotos para inmortalizar los cuernos que su esposa Lucía le estaba poniendo chupándome la polla y conteniendo en su boca los interminables chorros de leche que no paraba de enviarle mi alocada polla, que estaba dejando las reservas seminales de mis huevos por los suelos. Lucía retiró mi polla de su boca cuando ya no pudo embolsar más leche, pero tuvo cuidado de seguir pajeándola cerca de su cara, por lo que al menos tres chorros de lefa le cruzaron el rostro, inundando su ojo derecho, la frente y su mejilla.

Estaba radiante con la cara surcada de esperma caliente, aunque lo mejor estaba por llegar, se tomó las tetas con ambas manos y las elevó lo más que pudo, tras lo que abrió la boca y dejó escapar todo el semen que aprisionaba mirando sonriente y satisfecha a su cornudo marido, el cual contemplaba embelesado cómo su putita obediente dejaba chorrear la leche de otro sobre sus divinas tetas, que pronto estuvieron embadurnadas de mi esperma, que clareaba sus oscuros y enhiestos pezones, que parecían mirar desafiantes y puntiagudos a su calenturiento marido. La escena era alucinante; aquella hermosura me acababa de chupar la polla delante de su esposo y ahora estaba extendiendo mi corrida sobre sus tetas y cara como la más puta de todas las putas… me tenía definitivamente cautivado con su cuerpo y su calentura.

- ¿Te gusta así cabroncete? Pues ahora te queda lo peor, porque estoy muy pero que muy caliente y necesito follar, así que como tú no puedes arreglarme el coño, ya sabes lo que te espera

- ¿Oye, no te parece que eso sería ir demasiado lejos?

- Lejos fuimos cuando dejaste que este me metiera un dedo en el culo y se corriera en mi cara, además de ponernos a follar delante de él; ahora no tendrás sino la consecuencia de querer ser cornudo: te voy a poner unos cuernos plenos y soberanos. Si no quieres, deberías haberlo pensado antes… cornudito

Lucía me volvío a agarrar la polla e hizo que me tumbara de espaldas bocarriba, con mi polla tiesa como el mástil de un velero, surcada de venas y nuevamente pidiendo guerra, como si no hiciera cinco minutos que me había corrido en la ávida boca de la caliente Lucía, lo cual era aún más sorprendente tratándose de mí, ya que no soy un atleta sexual de esos que pululan por los relatos eróticos, necesitando de al menos media hora de recuperación en condiciones normales… aunque aquellas condiciones eran de todo menos normales, Lucía se despojó del sostén embadurnado de mi esperma, así como de su encharcado tanga, arrojándolos a la cara de su estupefacto marido, tras lo que se colocó en cuclillas, a horcajadas sobre mí, comenzando a darse brochazos con mi amoratado prepucio a lo largo de los labios vaginales de su tórrido coño, que abrasaba mi polla con su contacto, aquella mujer estaba a punto de explotar si no era follada en breve. Sus tetas bamboleaban en su perfecta desmesura cercanas a mi cara, por lo que me apliqué a lamérselas a conciencia, sin importarme que estuvieran chorreadas por mi abundante corrida.

Aquella putita se pasaba mi polla por el coño, separándose con cada movimiento sus abultados labios vaginales, aunque sin permitir que un solo centímetro de mi ávida polla penetrase en su interior, porque la “casta y fiel” Lucía aguardaba expectante el permiso de su esposo para ser penetrada.

- Anda cariño, sé un cornudito bueno y déjame que me folle Dyomedhe… ¿no te da penita de verme así de calentona? Tengo el coñito chorreando y tú eres un cabrón renqueante, no puedes follarme… deja que otro disfrute de la puta de tu mujercita… si sé que te gusta llevar cuernos… deja de sobarte la polla y dime que sí, cabrón mío… que estoy muy puta

- Está bien, zorrona… deja que te folle… me lo tengo merecido por cornudo consentidor

Oído esto, Lucía, sin más preámbulos dejó caer su hermoso cuerpo, empalándose sin dificultad en mi polla hasta que su redondeado y majestuoso culo chocó contra mis huevos, dejando escapar un suspiro de satisfacción mientras con la cabeza echada hacia atrás se relamía de gusto al conseguir verse follada por otro con el consentimiento de su marido y delante de él, que no perdía tiempo y seguía haciendo fotos de recuerdo de su gloriosa coronación como cornudo feliz.

Lucía se acomodó con sus carnosos y redondeados muslos a ambos lados de mis piernas, iniciando una cabalgada concienzuda y muy erótica, demostrando tener un absoluto dominio de sus músculos vaginales, con los que aprisionaba mi polla, así como de su maravilloso culazo, que hacía subir y bajar con sensual maestría, dándose y regalándome un placer que me hacía morderme el labio para no enloquecer y correrme enseguida. Yo no dejaba de pellizcarle los pezones, así como de amasar sus tetas, que se bamboleaban a escasos centímetros de mi cara, aquella mujer me estaba matando de gusto y yo se lo hacía saber:

- Lucía, putita de mis entretelas, eres la folladora más divina que se ha clavado mi polla, me vuelves loco… tienes el coño ardiendo y me chupa la polla aún mejor que tu boca… uuuuufffffffff qué gusto para mi polla

- ¿Te gusta Dyomedhe? Pues a mí me encanta tu polla, se te pone más dura que a Astasio… por cierto, cornudito ¿te gusta cómo se follan a tu mujercita?

-Claro que sí, ¿no ves cómo me la meneo mientras os veo? Pero más bien eres tú la que te lo estás follando a él, gran puta, calentona… esta noche en el bungalow pienso desquitarme

- De eso nada, pienso hartarme de follar con Dyomedhe y luego descansaré, que me tenéis el coño hecho unos zorros y lo pondré “en barbecho” hasta mañana… aaaaaaayyyyyyyssssss… síííñii… así hasta el fondo Dyomedhe, métela hasta el fondo… no puedo más… me corroooooooo… no pares…. Damela duro y hasta el fondo… soy tuya… tu puta… fóllameeeeeeeee…… aaaaaauuuuuuuuuu

Lucía se corrió al mismo tiempo que se desplomaba derrengada sobre mi pecho, haciendo que sintiera el contacto de sus tetas contra mi torso, su respiración agitada contra mi cuello, que comenzó a llenar mimosa de besos, mientras hacía casi imperceptibles movimientos de su coño sobre mi polla, terminando de aprovechar los últimos espasmos electrizantes de su orgasmo.

- Mírame, maridito… me has convertido en una golfa… este cabrón me ha follado y ha conseguido que me corra como una fulana en tus narices… Ahora tengo que volver a ordeñarlo para sacarle la leche… ¿cómo quieres que te la saque, cariñito? En el coño no puedes correrte porque lo único que haría falta es que este cornudo tenga que criar un hijo tuyo

- No te preocupes que desde que te vi en la piscina tengo claro lo que quiero –dije al tiempo que me incorporaba y la hacía ponerse a cuatro patas junto a la puerta del ascensor. Lucía se vio venir lo que yo pensaba hacer-.

- Cariño, ¿no estarás pensando en follarme el culo, verdad?

- Este culo no puede por menos que ser follado como se merece, Lucía… sería imperdonable no meter la polla en un ojete tan precioso como este

- Pero es que

- ¿Qué te ocurre…?

- Nunca me han dado por ahí… bueno sí… Astasio me lo folla de vez en cuando, pero como se le pone morcillona no termina de follarme bien, me mete la punta y se corre al poco rato sin metérmela entera

- No te preocupes que hoy vas a quedar follada por el culo como una reina puta, como la golfa que eres… además… Astasio nos ayudará

- ¡¡Cómo? Encima eso… sólo me quedaba hacer de mamporrero!!

- Pues casi, amigo… anda colabora que este culo hay que prepararlo para que disfrute ella también de la follada

- Eso, eso… colabora cabroncete mío… haz caso a Dyomedhe

Hice que Lucía se tumbara bocarriba, con las piernas estiradas hacia lo alto y con el culo puesto en la boca del ascensor, justo al alcance de la boca de Astasio, al que hice que comenzara a chupárselo y a horadarlo con su lengua, lo que inmediatamente provocó los suspiros y jadeos de su insaciable esposa, que disfrutaba del espléndido beso negro de Astasio, al tiempo que yo deposité delicadamente mis huevos en su boca, para que empezara a chupármelos y así conseguir mantener mi ya dolorosa erección. Con una mano pellizcaba sus maltratados pezones, mientras con la otra masajeaba su enhiesto clítoris que ya asemejaba un micropene a causa de su excitación.

- Aaaaaaayyyyyyyyssssssss… qué gusto… me estáis matando entre los dos cabrones… así fóllame el culo con la lengua… sssssssssiiiiiiiii… mete tu lengua bien adentro… deja tu saliva ahí para prepararme para la polla de Dyomedhe… oooooohhhhhhhhhh… me duelen las tetas, pero no pares, sigue pellizcando los pezones y castígame el clítoris con el dedo… uuuuuuuufffffffffffff… qué gusto más grande….

Empezó a contraerse, al tiempo que aceleraba la chupada de huevos, señal de que estaba pronta a correrse de nuevo, por lo que detuve la masturbación, ya que si se corría me dificultaría la tarea de follarle el culo sin estar excitada. La puse a cuatro patas y le iluminé el culo con mi móvil: eran dos lunas llenas blancas y redondas lo que tenía por nalgas, mientras que su parduzco y encharcado esfínter estaba semicubierto por numerosos pelillos, lo cual acentuaba el encanto y atracción que ejercía su esplendoroso culo en mí. Introduje mi polla lentamente en su coño y mi dedo pulgar en su dilatado ojete, para terminar el trabajo de preparación para la consiguiente follada anal.

Lucía gemía y retrocedía sus poderosas nalgas para clavarse mi polla más profundamente, pero yo retrocedía mi pelvis, al tiempo que adelantaba mi pulgar, con lo que sólo conseguía clavarse aún más por el culo y dilatar su esfínter, mientras su coño seguía anhelando que mi polla lo castigase. Repetida esta operación una docena de veces, consideré que mi dedo entraba y salía sin dificultad de su culo, por lo que squé mi polla de su coño y comencé a barrenar sus esfínter con movimientos circulares de mi prepucio, que presionaba y dilataba su rincón más secreto. Lucía levantaba sus nalgas y con sus manos se abría las malgas, lo que me daba una visión privilegiada del refinado espectáculo de su ano preparado para ser follado.

- Lucía, prepárate para ser follada por el culo

- Siiiiii… dámelo pero con cuidado… no me rompas… Astasio, cariño… dame la mano… reconfórtame en este momento tan duro… tu mujercita va a ser follada por el culo… ¿quieres que me folle el culito, verdad?

- Claro que sí cariño… relájate y disfruta, que yo estoy aquí para apoyarte

- Disiento contigo, Astasio, aquí el único que va a “apoyar” a tu esposa soy yo… que ahora mismo le voy a meter la punta de mi polla en el culo… con tu permiso

Dicho esto le envié toda la caperuza de mi polla al interior de su ano, el cual recibió al intruso sin la menor dificultad, aunque con un hondo suspiro de Lucía, que quitó las manos de sus nalgas y las apoyó en el suelo, enterrando su cara en ellas. Opté por no meterle más polla y consolidar el territorio conquistado.

- Astasio, si llegas desde ahí al coño de Lucía, quiero que empieces a darle dedo en el clítoris, sólo eso, sin penetrarla, sólo dedo

- Cariño, me está abrasando el culo… la tiene más dura que tú… me arde entero… sigue con mi coño… no pares que me gusta

Comencé un lentísimo mete y saca en el esfínter de Lucía, que no hizo sino dilatar aún más su maltrecho ano, el cual ya parecía que, distraído por las atenciones de Astasio en su clítoris, aceptaba sin problemas la punta de mi polla, por lo que le envié nuevamente hasta la mitad del tallo, no sin antes habérmelo embadurnado de abundante saliva y de sus flujos vaginales, que resbalaban por sus muslos como néctar divino.

Lucía sintió la nueva estocada pero alentada por el estímulo de su marido en el clítoris, no protestó lo más mínimo, por lo que continué con mi trabajo anal, esta vez sacando hasta casi llegar al prepucio y metiendo la polla al mismo tiempo que oscilaba con ella hacia los lados para terminar de dilatar su ano. Tras unos minutos de tratamiento le anuncié:

- Lucía, putita, ahí la llevas entera

Se la introduje hasta que mis huevos rebotaron contra el coño babeante y el dedo de su marido; mi polla entró sin dificultad, aunque permanecí inmóvil temeroso de causarle daño, pero fue Lucía la que comenzó a culear sacando mi polla hasta la punta y volviendo a metérsela hasta el fondo de sus entrañas.

- Siiiiiiiiiii… qué bueno está esto… me arde el culo… pero estoy cachondísima… quiero máaaaaaaaaaasssssssss… dame tu polla en el culo… reviéntalo cabrón….. asssssssssíiiiiiiiiiiiii… que mi cornudito vea cómo se parte un culo como el mío

- Claro que sí, zorrita… un culo bello como el tuyo es para follarlo. Lo tienes buenísimo y calentito… cómo me aprieta la polla… se nota que no has zorreado por el culo… toma polla, cariño, te lo voy a dejar abierto de par en par… Astasio, pásame el móvil, que voy a hacer una foto del culo de tu putita para que la tengas de recuerdo y de ejemplo, a ver si eres capaz de follarselo así y dejarlo igual de abierto que ahora.

Le saqué la polla y le hice abrirse las nalgas con sus manos, tomándole una foto de su ano completamente abierto, palpitando y enrojecido en su interior… era la puta más hermosa que había conocido y pensaba follarle el culo hasta que llorase de gusto.

Volví a meterle la polla y comencé a darle fuerte, barrenando y follando su sufrido ojete, al tiempo que Lucía, que ya no era masajeada por Astasio en su clítoris, comenzó a sentir un placer anal desconocido para ella:

- Guuuuuuuuaaaaaauuuuuu… qué perra me siento… qué gusto en mi culo… oooohhhhhh… me corro sin tocarme el coñooooo……. Sigue así… me muero de gusto… párteme el culo en dos… qué ardor… sssssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Se corrió como una cerda retorciéndose de gusto; acababa de descubrir el orgasmo anal y boqueaba como un pez fuera del agua en busca de oxígeno, mientras su obediente culo seguía soportando las embestidas de mi polla, que lo martilleaba como un ariete.

Por ser la primera vez que era follada con el culo y para que recordarse la experiencia como positiva, decidí no retener mi orgasmo, por lo que me concentré en que su esfínter masajeara en cada embestida mi prepucio, estimulándolo a conciencia, así que en apenas dos minutos comencé a correrme de nuevo en sus intestinos como si hiciera meses que no lo hiciera. Me agarré a sus caderas, hundiendo mis dedos en sus níveas y voluptuosas nalgas, lanzando tres chorros de esperma en lo más profundo de su ano:

- Uuuuuuuuffffffff… ¿notas cómo me corro en tu culazo?

- Ssssssiiiiiii tu leche arde, me abrasa el culo… sigue así rey mío… soy tu puta… córrete en mi culo y enseña a este cornudo cómo se folla bien a una puta como yo

Aquello era demencial, esta mujer me tenía al límite, pero sus comentarios extraían hasta la última gota de leche de mis huevos; mi corrida no tenía fin, seguía bombeando en su culo, a un ritmo lento pero sin pausa y en cada empellón lanzaba un nuevo chorro de leche en su ávido trasero. Finalmente terminé de eyacular, aunque me negué a sacar la polla de su culo, me recosté sobre ella y con mis manos en sus magníficas tetas comencé a besar su cuello y a jadear reponiéndome de la corrida.

- Eres la reina de las putas… me has matado de gusto… me has dejado los huevos secos con ese culo hermoso que tienes, es lo más espectacular que he follado en mi vida, me tenías loco por follártelo desde que lo vi en la piscina

Lucía sólo sonreía voluptuosa y se dejaba hacer, al tiempo que mi polla lentamente se contraía y era expulsada por la presión de su esfínter hacia el exterior; cuando salió completamente, Lucía, a cuatro patas, se giró y expuso sus nalgas a la vista de su marido, ordenándole tomar unas fotos de su culo chorreando leche, al tiempo que me chupaba la polla hasta dejarla limpia como una patena. El pobre Astasio no dejaba de tomar fotos de su putísima esposa, al tiempo que se sacudía sobre el piso del ascensor la lefa que su desatendida polla había vertido, pues no había tenido más remedio que pajearse en solitario para menguar su calentura ante la tórrida escena de su bautismo cornudo.

Tras recuperarnos durante unos minutos, busqué y ofrecí su vestido a Lucía, nos vestimos y nos sentamos pacientes a esperar ser rescatados, un poco cortados por lo vivido, aunque Lucía se encargó de romper el hielo y derivar la conversación hacia otros temas, lo que contribuyó a aliviar y hacer más llevadera la espera. Astasio, cornudo y algo mohíno, también terminó por incorporarse plenamente a la conversación, aceptando con fair play el estreno anal y emputecedor de su espléndida esposa. Tras una hora, la luz volvió al complejo y el ascensor reinició su funcionamiento con normalidad, por lo que pudimos retornar a nuestros bungalows. Cuando íbamos a separarnos, Lucía hizo un alto y dijo:

-Esta noche necesito dormir sola, así que vosotros os vais al bungalow de Dyomedhe. Mañana no quiero saber nada de vosotros… sólo quiero piscina y sol… y cremita hidratante y antiinflamatoria para mi maltrecho culo, así que os doy permiso para que hagáis una excursión, pero desapareced de mi vista. Por la noche, si estoy recuperada, tú Astasio vendrás a nuestro bungalow para que te ordeñe un poco los huevos y la polla, pero no te prometo nada, puede que sólo te la mame un poco, porque tengo el coño y el culo en carne viva. Respecto a ti Dyomedhe, no te preocupes, que tengo buena encarnadura y creo que en dos días estaré recuperada de lo mío, a ver si me dais una buena sesión de sándwich, que estoy loca por tener dos pollas a la vez y tú sabes cómo follar un culo bien follado… bueno chicos, hasta mañana por la noche

Se dio media vuelta y se dirigió hacia el interior del bungalow meneando sus caderas y mostrándonos su culo, que prometía futuros y perversos deleites… Le eché el brazo por encima del hombro a Astasio y le invité a matar una botella de whisky mientras hacíamos una glosa y alabanza de la más hermosa y puta de las mujeres, de la bella Lucía, al tiempo que planeábamos la estrategia para el combate que nos esperaba en breve… aunque esa será otra historia

Dedicado a la hermosísima Lucía, cuyo espectacular cuerpo ha servido de musa inspiradora de este relato. Un beso.