Ascensor al paraíso II

Sigue la escalada morbosa entre lucía y su marido Astasio y el tercero en concordia, Dyomedhe. Lucía parece que se atreverá a dar un paso más para coronar a su esposo

Astasio, ajeno al procaz motivo de mi ensimismamiento, me sacó de él invitándome a tomar un baño, ofrecimiento que decliné al comprobar que Lucía se tendía morosa en su tumbona y que no estaría demasiado por la labor de darse un remojón.

  • Lo siento amigo, pero si mi madre se entera de que me ha bañado sin esperar las dos horas de digestión, es capaz de tomar un avión y volar hasta aquí para darme un buen tirón de orejas, ve tú y pasado un rato te acompañaré.

Astasio se despojó de su camiseta riendo y se marchó hacia la piscina, dejándonos solos a mi… y al peligro, que tumbada bocabajo me miraba enigmática oculta tras sus gafas de sol, levantando alternativamente ambas piernas en un jugueteo infantil que en ella tomaba un cariz muy sugerente. Tras dos minutos de interminable y enigmático silencio suspiró y me pidió:

  • Dyomedhe, ¿te importa ponerme cremita?, es que no llego y no quiero quemarme

  • Claro, cómo iba a importarme?

Comencé a aplicarle lentamente la crema acariciando sus pantorrillas y tobillos, demorándome cuanto podía en recorrerlos suavemente, para continuar con sus muslos, aquellos muslos que tanto me gustaban y que Lucía mantenía juntos sin relajarse para ofrecerme una mejor visión de sus encantos ocultos, decidí no insistir mucho en sus muslos para no incomodarla y quedar en evidencia, por lo que pasé a su espalda, extendiendo la crema por la zona de sus riñones

-Espera, que me mancharás el biquini

No podía creer mi suerte: Lucía se desató la parte superior del biquini y, descuidadamente, se incorporó un poco, con la excusa de dejar sus gafas de sol en la mesita junto a la tumbona, se incorporó lo justo para que desde mi posición pudiera ver cómo sus monumentales tetas pendían bajo ella, depositando sobre la toalla sólo los pezones. Eran dos bellas campanas de catedral, blancas como la nieve, majestuosas, surcadas por venas azules, y en mi mente esas campanas repicaban a gloria, mientras que mi travieso badajo se encontraba duro como el bronce y pidiendo a gritos tañerlas a ambas alternativamente… Había perdido toda precaución y tenía la mano llena de crema, la boca abierta, la mirada fija en las tetas de Lucía… y ella su mirada fija en mi porque había dejado de aplicarle crema.

  • Dyomedhe, vamos aplícate un poco que me voy a quemaaaar.

  • Disculpa, esto… no sé que me ha pasado, yo

  • No pasa nada, pero me parece que eres un poco mironcete, no?

Joder, aquella mujer me estaba retorciendo el alma como si fuera un herrero haciendo tirabuzones en hierro al rojo vivo. Jugueteaba en la ambigüedad conmigo y me estaba intimidando como hacía años nadie hacía ¿Lo diría por lo de anoche, o por ahora cuando estaba mirando sus tetas… por ambas situaciones? Vaya embarazo

Ante la zozobra, tiré por la calle de en medio y seguí aplicándole crema por el resto de su espalda y hombros, por el envés de sus brazos, que tan delicados me parecían, deteniéndome en sus muñecas gordezuelas y carnosas como las de un querubín de canastilla de paso de semana santa… mmmm ¡qué placer de dioses tocar y acariciar aquellos brazos y muñecas, aquellos hombros! De repente, Lucía se bajó la braguita del biquini hasta descubrir la “huchita” de su culo, mi corazón estaba próximo al infarto, pero aún le quedaba lo peor: tras ello apartó la tela de sus nalgas hasta casi introducirse la tela en la raja de su delicioso culo.

  • Anda, ponme también por aquí que lo tengo muy blanquito y si me lo quemo luego duele una barbaridad.

  • Faltaría más, que por mí no quede para que esta parte tan bella de tu cuerpo no pase dolor.

  • ¡Bella? Querrás decir enorme, no se puede tener más culo

  • Siento contradecirte Lucía, pero las mujeres sólo entendéis de hombres, no de mujeres. Os bendicen con un culo bello y hermoso que a todos los hombres nos disloca y vosotras sólo queréis un culo anoréxico y casi inexistente como el de la Beckham o similar, algo que sólo sirve para enfundarlo en pantalones de adolescente y poco más.

No te obceques en rechazar lo que la naturaleza te ha regalado, pues eres una mujer hermosa, además de inteligente y divertida, como pude comprobar anoche.

  • Parece que anoche comprobaste bastantes cosas en muy poco tiempo… -me espetó zumbona aunque con la cara oculta entre sus manos-.

Yo había perdido la vergüenza y las precauciones, debido a que del riego sanguíneo que debía dirigirse hacia mi cerebro, una parte nada desdeñable estaba desviada a otra parte de mi torturada anatomía, que ahora pugnaba por salir de su encierro y relevar a mi mano en la tarea de cubrir de crema a aquella lolita torturadora.

  • Bueno, soy una persona observadora y abierta al mundo

Ella quedó en silencio y yo continué torturándome al extender la crema por todo el contorno de su culo, hasta el punto de que algo se introdujo en el inicio de la raja del mismo, no dudando yo ni un instante en introducir un poco el dedo para sacar la crema de allí y continuar extendiéndola, al tiempo que por el lateral descubierto de la cara de Lucía, observé una mueca mitad sonrisa mitad mordisquito en el labio inferior; aquella pícara estaba disfrutando el masaje como una zorrona y me estaba poniendo a mil

-¿Continúo o ya tienes suficiente… crema?

  • Creo que aún no me has dado en los cachetes del culo, así aprovechas para tocarlo un poco, ya que lo ves tan hermoso

Al mismo tiempo apartó aún mas la tela y casi se la introdujo en la raja del culo; podía ver perfectamente los vellos púbicos recortados que presagiaban el inicio de sus labios vaginales, por lo que aproveché y comencé un concienzudo sobeteo y amase de sus nalgas, al tiempo que con el dedo pulgar aprovechaba cada movimiento circular extendiendo la crema para acariciar sus vellos púbicos y recorrer la raja de su culo bajo la tela, volviéndome más atrevido en cada pasada, hasta conseguir acariciar descaradamente, con mi dedo pulgar, la zona cercana a su vulva y al ojete de su culo. Al tiempo que me mordía los labios y me contenía mentalmente para no saltar sobre ella.

  • Mmmmmmm ¿te gusta acariciar mi culazo, eh? Igual que anoche te gustó ver cómo me lo comía Astasio. Casi me cortas el orgasmo que estaba a punto de tener con su lengua horadando mi ojete

No podía creer aquello, aquel zorrón me estaba calentando hasta límites insospechados y yo cada vez me volvía más atrevido, pues mi pulgar ya le estaba dando un masaje circular en su ojete al tiempo que rememoraba la escena de la noche anterior a la que ella hacía referencia. Las máscaras se nos habían caído a ambos, habíamos saltado fuera de las trincheras y ahora sólo quedaba avanzar y triunfar o caer, así que me lancé a degüello sobre Lucía, aunque por el escenario hubo de ser en sentido figurado:

  • ¿Te gusta que te coman el ojete, Lucía?

  • Buuuufff, una barbaridad, y Astasio tiene una lengua que es una pollita, cuando termina me lo deja abierto como si me lo hubiera follado… ¡¡ooohhh, qué hacessss?

Le estaba introduciendo mi lubricado pulgar hasta su primera falange en el ojete del culo, mientras disimuladamente vigilaba que nadie de los alejados turistas advirtiera mis maniobras anales con Lucía, que se estaba revelando como una calentona de campeonato.

  • Oye, Lucía ¿y si Astasio nos pilla con mi dedo en tu culo?

  • No te preocupes que somos una pareja liberal y hasta ahí podemos llegar, pero nada más, porque soy fiel y sólo hemos llegado hasta el intercambio de fotos y algo de sexo por webcam, nada más. No podría dejar que nadie me follase sin el permiso de mi Astasio.

  • Bueno, que te follasen con la polla, no? Porque ahora mismo te estoy follando con mi dedo y lo tienes ya completamente dentro, Lucía, esto es gorrinamente contradictorio, no?

  • Un dedo no es una polla, pero creo que debemos parar porque como sigas necesitaré gritar un poco para poder correrme, y creo que eso significaría un pequeño alboroto en esta piscina.

Introduje un poco más el dedo y barrené su culo hasta hacerla gemir como una gatita en celo.

  • Entonces ¿lo saco o sigo?

  • Sácalo pero antes mételo y sácalo varias veces duro, que me estás poniendo como una perra en celo… uuuufffff qué gusto, cabrón!!

Lucía mordía la toalla y sus manos desaparecieron bajo sus tetas para pellizcarse los pezones, pero en ese momento me pareció que un camarero se acercaba más de la cuenta a nuestras tumbonas y decidí sacar mi dedo de aquel alojamiento que tanto gusto me estaba dando, no sin cierta pena.

Lucía quedó tumbada sobre la toalla junto a mí, jadeante, deseosa de más, aunque ambos sabíamos que no podía ser. Me miraba fijamente, mientras su cuerpo ondulaba arriba y abajo al compás de su agitada respiración.

En ese momento apareció Astasio de vuelta de su baño, aprovechando yo una momentánea bajada en mi escandalosa erección para ausentarme con la excusa de tomar un bañito en la piscina.

Desde el agua pude observar cómo ambos se prodigaban caricias y besos apasionados y de vez en cuando dirigían miradas hacia mi posición; por un momento temí que por culpa de mi calentura Astasio terminara molesto o, peor aún, decidiera restañar con unos mamporros el honor mancillado por la presencia de mi dedo en el interior del culo de su bella y hermosísima esposa

Pasados veinte minutos decidí dar por terminado el baño y acercarme nuevamente a ellos, los cuales me recibieron con absoluta normalidad, conversando amigablemente durante unos minutos, aquella situación me tenía un tanto desconcertado, aunque lo atribuí a que el calentón al que me tenía sometido aquella diosa perversa del biquini amarillo me tenía perturbado el raciocinio.

  • Bueno, Dyomedhe, tenemos que volver al bungalow, Lucía está un poco cansada y quiere acostarse un ratito antes de almorzar, ya sabes: “la siesta del obispo” jejeje… voy a buscar un cochecito de esos de golf, que nos han dicho que podemos usarlos para desplazarnos hasta nuestros bungalows… por cierto, no dejes de venir a tomar el aperitivo con nosotros, eh? Y esta noche volvemos a cenar los tres, hecho Dyomedhe, no admito un no por respuesta

  • Así será Astasio, no te preocupes

Astasio ya se alejaba para solicitar el cochecito, momento que aprovechó Lucía para levantarse de la tumbona y descuidadamente olvidar atarse una de las tirantas del biquini, lo que provocó que la tela me brindase durante unos segundos de “descuido” la contemplación de un pezón similar en color y textura al de los mejores chocolates suizos, coronado por un pezón desafiante y carnoso, que volvió a descentrarme de mirar a la cara a aquella mujer.

  • Bueno, Dyomedhe, como podrás suponer no estoy nada cansada, sino que voy a tener que ir al bungalow a terminar lo que has empezado –al tiempo que se acariciaba uno de los cachetes de su divino culazo, donde minutos antes mi dedo había horadado hasta su límite-. Me has puesto muy cachonda y como te dije, soy una mujer fiel, así que voy a satisfacerme con el único hombre con el que me lo puedo permitir. ¡Ciao, caro! Te esperamos para el aperitivo –me espetó sensual mientras se alejaba hacia el cochecito bamboleando su fenomenal trasero, sabedora de que mis ojos estaban hipnotizados en su contemplación-

Aquella mujer estaba volviéndome loco de lujuria y no sabía cómo podía acabar aquello; de momento sabía cómo continuarlo. Me encaminé hacia la piscina no climatizada y, desoyendo los consejos del socorrista, que me advirtió sobre lo desagradable que podría resultarme la experiencia, me zambullí en la misma, lo que me supuso casi una hipotermia, aunque el frío alivió mis torturados testículos, completamente “cargados de amor” a causa de Lucía. Treinta largos más tarde, consideré que “mi potro” ya estaba suficientemente desbravado, por lo que me dirigí hacia el restaurante asador, degusté un delicioso solomillo de ternera a la plancha –imaginé que su textura y sabor eran las del trasero de mi adorada Lucía, saboreando cada bocado con delectación- y me dirigí a mi bungalow a sestear como un señor, previo trasiego de un par de “digestivos” escoceses con sus correspondientes y tintineantes –cómo tintinean en el silencio de la noche…- cubitos de hielo.

Desperté sobre las 5.30 de la tarde, recordando la invitación de la pareja a tomar algo con ellos, por lo que me asomé prudentemente a mi terraza, ya que no deseaba volver a interferir en ningún ritual de apareamiento de aquella leona en celo. Astasio me divisó desde su tumbona y me saludó, vaso en mano, invitándome a acercarme para tomar algo con ellos. No veía a Lucía, pero cuando estuve suficientemente cerca, pude descubrirla tumbada en la tumbona más alejada, bocabajo y con un pareo puesto, tomando el sol silenciosa.

  • ¿Qué tal, pareja? He dormido como un lirón; esto es el paraíso del dolce far niente

  • Bueno, pues para compensar, haremos un poco de levantamiento de codo

En ese momento, mientras Astasio me preparaba un combinado, Lucía llamó su atención, mientras yo me hacía el distraído, parecía que le estaba pidiendo permiso para algo, a lo que Astasio le hizo una señal de asentimiento; aquella mujer me tenía en vilo, no sabía por dónde podría salir ahora, aunque pude comprobarlo al momento, puesto que se levantó de la tumbona y se despojó del pareo para poder tomar el sol sin impedimentos. Cuando pude contemplar lo que ocultaba el pareo quedé maravillado, llevaba un minúsculo biquini con braguita tanga blanca con lunares negros, cuyo triangulito de tela sólo le tapaba a duras penas su abultado coño, con unas tiras finas a los lados que se sujetaban altas a sus monumentales caderas, enmarcando a una tripita redondeada y prominente como una colina de la Toscana en primavera, cuyo centro era un ombliguito redondo como un sol, que en ese momento para mi constituía el verdadero centro del universo, justo hasta el momento en que lasciva se dio la vuelta y me ofreció una espectacular visión del hilo del tanga perdiéndose en ese monumental culo cuyos cachetes abrazaban y perdían a la tela al igual que horas antes habían hecho perderse entre ellos a mi dedo pulgar. Pensaba que en ese momento iba a levitar como un yogui calenturiento, pero lo mejor estaba aún por llegar, pues a renglón seguido, tras dejar el pareo sobre la mesa con suficiente parsimonia que garantizase que yo habría podido contemplar morosamente su culo, Lucía se dio la vuelta y mirándome fijamente, desabrochó los corchetes de la parte superior de su biquini y desveló ante mis ojos su maravilloso par de tetas, las cuales bambolearon unos segundos ante su nueva situación de libertad, redondas, campanudas, con esas bellísimas venas azules que se marcaban bajo su piel nívea, me imaginé besando ese lunar pequeño y delicado situado sobre el pezón de su pecho izquierdo, arrodillado amamantándome como un niño, pensé en los seguros goces que debía proporcionar ese estrecho canal que separaba aquellas estupendas tetas

  • Astasio, joder, toma el whisky, que te has quedado empanado mirando a Lucía y te vas a poner malo

Definitivamente no sabía si Astasio era tonto o aún más perverso que Lucía, porque me acababa de pillar babeando ante el culo y las tetas de su mujer y sólo me reconvenía amistosamente, mientras ella, sonriendo maliciosamente, se tumbó nuevamente bocarriba y siguió tomando indolentemente el sol mientras escuchaba a su marido.

  • Mira, Dyomedhe, Lucía me ha estado contando al mediosía lo de anoche y lo de la piscina esta mañana. Somos una pareja liberal pero aún con límites… no estamos seguros de hasta dónde queremos llegar, por eso lo de la cremita y el culo de Lucía… no sé, quizás haya ido demasiado lejos. Hasta ahora sólo habíamos follado delante de la webcam con otras parejas y tal, pero nunca habíamos tenido contactos reales, aunque debo reconocer que me he puesto super caliente cuando Lucía me contó que le habías follado el culo con tu dedo en medio de la piscina, con gente alrededor y todo… me puse como un burro y tuvimos que venir a follar y bajarnos la calentura, porque si no, no sabíamos lo que hubiera pasado.

  • Me parece muy interesante vuestro rollo, pero vais a acabar conmigo

  • Pues aún no hemos terminado contigo… cuéntale cariño… -espetó Lucía desde su tumbona sin mirarnos-

  • Verás Dyomedhe… no sé cómo explicártelo… después de follar este mediodía como posesos, hemos estado hablando y queríamos dar un pasito más en este mundillo.. pero sólo un paso y ni uno más

  • Explícate porque no te termino de seguir

  • Es que no sé cómo pedírtelo porque es un poco injusto… no sé si hacerlo….

  • Déjalo, se lo explicaré yo.

Lucía se había sentado sobre la tumbona, con las piernas abiertas en ángulo y ofreciéndome una espectacular vista de nuevo de sus tetas bamboleando sobre su barriguita, un poco caídas, aunque aquellas dos fenomenales mamas no habría cirujano ni madre naturaleza que pudiera mantenerlas completamente erguidas, ni falta que hacía. Además, podía contemplar su coño perfectamente marcado bajo la telita del tanga, algo que ella sabía y aprovechaba para acentuar aún más su dominio sobre mí antes de soltar su proposición.

  • Dyomedhe. Queremos follar delante de ti. Pero con una condición: no podrás tocarme ni un pelo, sólo mirar… bueno y tocarte si quieres, pero yo no te tocaré tampoco, es lo que hay, sólo podemos y queremos llegar hasta ahí. ¿Lo tomas o lo dejas?

Yo no contesté, me limité, fija la mirada en sus tetas, a apurar el whisky hasta el final, pasarlo lentamente por mi garganta y a esbozar una malévola sonrisa en la que iba implícita toda la carga de calentura que aquella mujer estaba inspirando en mí.

Tras unos segundos de silencio, Lucía comenzó a tocarse el coño sobre la tela de su tanga, lentamente, mirando alternativamente a su marido y a mi, al tiempo que se acariciaba las tetas con la mano libre y comenzó a gemir y suspirar.

  • Ven maridito, creo que a Dyomedhe no le va a importar nada aceptar el trato, porque quien calla otorga, acércate y tócame que estoy muy cachonda y te necesito.

Astasio me miró con cara de circunstancias y se acercó a la tumbona de Lucía, se sentó junto a ella y comenzó a besarla ardientemente en la boca, como si ella le estuviera insuflando el aire que necesitaba para respirar. Comenzó a acariciarle y sobarle las tetas, para cada poco tiempo pellizcarle los pezones, que con cada estimulación que recibían iban adquiriendo el tamaño de dos pitones. Lucía abrió aún más las piernas y su mano libre desapareció bajo la tela de su tanga, lo que le provocó aún más gemidos y suspiros. Con la otra mano comenzó a sobar el paquete de Astasio que, al igual que el mío, se encontraba duro y pugnando por salir de su prisión. Yo miraba alternativamente la escena que me estaban brindando aquella pareja de marranotes y también oteaba los alrededores por si había algún posible espectador. Lucía lo advirtió y me dijo:

  • ¡Aaaaahhhh! No te preocupes si nos ven, espero que algún camarero se pueda pajear con nosotros si pasa por aquí cerca, es parte del espectáculo. Quitaos los dos los bañadores, quiero ver vuestras pollas

Nos despojamos ambos de los bañadores obedientes y rápidos, quedando al descubierto nuestras pollas erectas como misiles. Lucía se demoró un momento en contemplar la mía, tenía los ojos brillantes y se relamía los labios con la punta de la lengua, tras darse un mordisquito en el labio inferior, ordenó acercarse a la tumbona a su marido, le agarró la polla y comenzó a pajeársela lentamente, mientras me miraba fijo a los ojos con la mayor cara de perra en celo que recuerdo haber visto en mi vida. Tras unos segundos de pajeo en los que Astasio bramaba como un toro, Lucía comenzó a lamerle los huevos mientras no dejaba de mirarme, al tiempo que seguía acariciándose el coño con su mano libre. Yo me senté en la tumbona de enfrente y seguí mirando loa escena sin pestañear y sin tocarme, sólo mirando

Lucía comenzó a introducir un dedo en su coño imitando el recorrido de una polla, mientras comenzó a introducirse alternativamente un huevo de Astasio en su boquita y a chuparlo con perversión; cada vez que abandonaba un huevo para pasar al otro, el abandonado se mostraba chorreante de saliva, enrojecido y cada vez más hinchado.

  • Ooooohhh… Dyomedhe, has visto qué chupona tengo? Es una auténtica guarrita a la que le encanta chuparme los huevos, y cuanto más caliente se pone más y mejor chupa, mira cómo se da dedo en el coño la muy calentona… Cariño, déjame ya los huevos y métete la polla en la boca, que Dyomedhe vea cómo la chupas y la engulles

Lucía, obediente, se sacó el huevo de Astasio de la boca, quedando ambos unidos por hilillos de saliva que colgaban desde sus huevos hasta los labios de ella, la escena era subyugante. Ella recogió concienzudamente todos los hilos de saliva que colgaban de los huevos de Astasio y los volvió a esparcir por toda su polla, tras lo que, con la mirada nuevamente fija en mi, la engulló sin miramientos hasta dar con su nariz en el vientre de él, que gemía y se agarraba a los bellísimos hombros de ella para no caer sin fuerzas al suelo.

Lucía comenzó una mamada sin concesiones, acompañaba los movimientos acompasados de su boca con la mano, que pajeaba la parte de polla que ella no tenía dentro de su boca. Pasados unos minutos, se levantó y se despojó del tanga que estaba completamente empapado por sus jugos vaginales, arrojándomelo a la cara diciendo:

  • Toma mironcete, para que además puedas oler, no sólo mirar… ¿Qué te pasa, no te pajeas, no te pongo caliente?

  • Mira marranita, me tienes a punto de morir de calentura, pero no te preocupes por mi, vosotros seguid que yo estoy muy, muy pero que muy bien

Ambos estaban de pie y comenzaron a abrazarse y besarse al tiempo que Astasio refregaba su polla en el vientre de Lucía.

  • Cariño, deja que ahora te coma yo el coño

  • De eso nada… este coño ya no quiere lengua, necesito polla, la lengua ya no me haría nada, llevo un rato castigándome el clítoris y necesito polla

  • Pues no pienso follarte hasta que me la chupes un poco más, además, ponte sobre la tumbona a cuatro patas, así Dyomedhe podrá verte mejor y si alguien se acerca también podrá disfrutar

Ni corta ni perezosa, Lucía se puso a cuatro patas sobre la tumbona, abrió sus piernas y engulló nuevamente la polla de Astasio, que ahora colaboraba en la mamada con sus vaivenes de caderas, follando la boca chupona de Lucía. Sus tetas ahora sí eran dos gloriosas campanas que se bamboleaban a cada envite de la polla de Astasio. Ahora Lucía no podía seguir tocándose el coño, pues necesitaba estar apoyada en sus dos manos para mantener su postura de perra feladora. Yo me levanté y di la vuelta a la tumbona para poder contemplar su “cara oculta”: el espectáculo era majestuoso, me vi sobrecogido por la belleza de aquellas nalgas rotundas, redondeadas y poderosas, que ahora lucían entreabiertas y dejaban al descubierto su agujero parduzco y rodeado de vellos, y un poco más abajo un jugosísimo y chorreante coño, completamente sonrosado y brillante, palpitando, con el vello recortado pero presente sobre todo en su espléndido monte de Venus. Me demoré en la admiración de un lunarito existente entre su la ingle y el labio derecho de su vulva, imaginando el placer que daría devorar ese lunar con detenimiento, retardando el acercamiento definitivo de la lengua a su verdadero destino. Astasio se fijó un poco en mi, despejando un poco su mente, sin duda para retardar el inevitable orgasmo que sin duda Lucía iba a desencadenar si seguía mamándole la verga a ese ritmo.

  • Qué Dyomedhe ¿te gusta el culo de mi mujer? Es divino, no te imaginas lo rico que está cuando lo chupo… anoche sin ir más lejos, se lo estuve follando con la lengua hasta que se lo dejé encharcado y abierto… tiene un sabor que me vuelve loco… No me digas que no está ahora mismo para comérselo

  • Claro que está para comérselo, aunque ella creo que lo que agradecería es una buena polla, verdad Lucía?

No contestó, se limitó a gemir y a meterse la polla de Astasio hasta la garganta, al tiempo que agitaba sus caderas y meneaba su culo, que oscilaba majestuoso, mientras se veía claramente cómo palpitaban su esfínter y la chorreante vagina.

Astasio me miró malicioso y me guiño un ojo

  • Cariño, quieres que Dyomedhe te vuelva a dar un poquito de dedo como esta mañana, sólo eso, nada más

  • Noooooo –respondió sacándose la polla de la boca y restregándola por sus labios y cara- sólo quiero ser tuya, sólo quiero que me folle tu polla, eres mi marido

  • Ya, cariño, pero estás muy caliente, creo que no voy a poder follarte yo solo y sólo sería el dedo, ya te lo estuvo metiendo esta mañana, anda marranita bella, no seas tonta, te va a encantar

Lucía lamía el violáceo cipote de su marido y nos miraba a ambos con la perversión marcada en su rostro; deseaba polla en cantidades industriales pero no quería apartarse del plan preconcebido, la calentura y la razón estaban luchando en su interior en ese momento… tras unos segundo de lamer frenética la polla de su marido, llegó a una solución intermedia:

  • Está bien, tócame el culo y el coño pero sólo eso. No tendrás nada más ¿de acuerdo?

Ambos asentimos y me acerqué, con mi polla mirando al cielo, al culo de Lucía, que comencé a sobar con ambas manos, al tiempo que abría y cerraba sus nalgas para estimular su esfínter y su vulva con el movimiento. Ella volvió a su monumental mamada, mientras Astasio había abandonado el movimiento de follar la boca de su esposa, sin duda para retardar su eyaculación.

Comencé a acariciar los labios vaginales de Lucía, pues a estas alturas ya no hacían falta demasiados preámbulos; estaba empapada en sus propios jugos vaginales, todo su recortado vello púbico estaba húmedo y su vulva acogedoramente caliente. Comencé a masajear su clítoris, que a esas alturas lucía erguido y fuera de su capuchón. Al mismo tiempo masajeé con mi mano izquierda una de sus tetas, para a renglón seguido comenzar a pellizcar suavemente su desafiante pezón, que había crecido sorprendentemente y en paralelo a su excitación.

Lucía, espoleada por mis tocamientos y por lo morboso de la escena, se aplicó a devorar, entre suspiros y gemidos la polla de Astasio, que nos miraba alternativamente a los dos con cara de vicio.

  • Cariñito, ¿te gusta como te toca Dyomedhe? Anda, no seas maleducada y sácate un momento la polla de la boca y respóndeme

  • Mmmmmmmm… sssiiiiiiii… me tenéis loca entre los dos. Este cabrón me está haciendo polvo el clítoris y los pezones… mmmm… por favor, fóllame con tus dedos, lo necesito, quiero algo en mi coño… yyaaaaaaaa… ssssiiiiii, así, sigue así, por favor no lo saques….

Le estaba penetrando el coño con dos dedos y entraban y salían sin demasiada dificultad. Lucía estaba preciosa, a cuatro patas, ofreciendo el magnífico espectáculo de aquellos muslos carnosos y redondeados, coronados por su culo majestuoso, que no paraba de agitar y mover buscando ahondar con mis dedos en su vagina… y sus tetas bamboleándose adelante y atrás al ritmo de su mamada, todo ello rematado por la cara de viciosa que la situación requería… en resumen una hembra bella en todo su apogeo, y yo allí de feliz acólito del ritual de sexo de aquellos dos marranotes que tanto me estaban calentando. Definitivamente no me equivoqué al tomar el avión para “aburrirme” allí solo en la isla

  • Cariño… aaaagghhh… no pares de mamar… me voy a correr pronto… ssssiiiiiiii, sigue así, que quiero que Dyomedhe vea cómo tragas leche… oooohhhh… ya verás cómo traga… es una mamona de primera… vamos vamos… un poco más… ahora muy despacio y profundo, cariño, que ya llego… despacio, sssiiiiiii, sigue así, perrita bella… Dyomedhe, dale duro, que esta perra disfrute también… oooooooooooooooohhhhhhh me corro en tu boca… aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh!!!!

Astasio comenzó, entre estertores y con la cabeza hacia atrás como un ciervo en la berrea, a correrse en la boca de Lucía, que chupaba como si fuera lo último y más importante que fuera a hacer en este mundo, espoleada por mis tres dedos que follaban compulsivamente su dilatada vagina. Tras los primeros chorreones de esperma que Astasio descargó en la boca de su zorrita, que pude oír perfectamente cómo eran engullidos por ella, sacó su polla y comenzó a restregársela por su cara, descargando tres chorros más en sus coloradas mejillas, nariz y contorno de la boca.

La escena estaba adquiriendo tintes de obra maestra del porno mundial, porque Lucía giró la cara hacia mí, toda embadurnada de leche, relamiéndose como una gatita hambrienta con su golosa lengua, la cual volvía a salir limpia cada vez que entraba embadurnada en su boca, signo inequívoco de que aquella zorra gustaba del esperma, al tiempo que daba poderosos golpes de cadera buscando mi encharcada mano que no cesaba de castigarle el coño, aunque creo que llevaba bastante bien su suplicio, dada la aplicación con la que lo soportaba, amén de su cara de deleite.

Decidí que era el momento de empezar a castigarle también el culo, por lo que sin ambages introduje mi dedo pulgar, que ya había reconocido esa mañana el terreno, en su encharcado esfínter, entrando sin problemas, lo que provocó que Lucía se mordiera el labio inferior, dejando escapar un poco de esperma de su marido por la comisura, el cual recogió rápidamente con su experta lengua y volvió a introducir en su boca, para tragarlo sin dilación. Aquella mujer era una sacerdotisa del sexo y creo que ni ella misma conocía sus límites, pero yo estaba muy dispuesto a explorarlos. Inicié una maniobra que nunca me ha dado malos resultados, consistente en frotar mi dedo pulgar, introducido profundamente en su culo, con los tres que tenía machacando su jugoso coño, haciéndolo a través de la delicada y sensible membrana que separa ambos conductos; todas mis amantes que lo han probado coinciden en afirmar que proporciona un placer exquisito, no sé si porque el famoso punto “G” es estimulado con esa maniobra, o si es porque se multiplican las sensaciones al ser doblemente penetrada y notar el contacto de ambos conductos, el caso es que Lucía no era una excepción: abrió sus hermosísimos muslos al máximo, para favorecer una mejor penetración de mis dedos en su culo y en su coño, abriéndose incluso las nalgas con una de sus manos.

La visión de su culito peludo era maravillosa, estaba completamente empapada y con el norte perdido, boqueando como un pez fuera del agua, mirándome con uno de los gestos más lascivos que recuerdo, disfrutando de aquella locura de sexo que había surgido entre los tres.

  • Ssssssiiiiiii, fóllame así, mueve tus deditos denro de mí… me estás volviendo loca cabronazo, no quiero correrme más… me estoy mareando pero qué gusto, cómo te siento… uuuuuuuuffff me arde el culo pero quiero más

  • Bueno, cariño, ¿no vas a hacer nada con la polla de Dyomedhe’ pobrecito, te está dando mucho gusto y está a reventar… ¿qué hacemos con él?

  • Aaaaaaahhhhh, lo siento pero no pienso tocar su polla ni dejar que me folle… huuuuuummmmm… era el trato.

Yo seguía calladito y atento a mi faena, pellizcando aquellos pezones preciosos que tanto había deseado disfrutar, sin forzar lo más mínimo la situación, temeroso de estropear aquello tan mágico que había surgido entre los tres.

  • Bueno, cariño, aunque sea lo hablado, no tendrás inconveniente en que Dyomedhe se corra, no?

  • Claro que … aaaaaaaahhhhhhhhhhh… la que se ha corrido otra vez soy yooooooo… no puedo más… me va a matar de gustooooooooooooo… que se corra como quiera

  • ¿Le dejas que lo haga encima tuya?

  • Mira que eres marrano y cornudo… ¿lo dejas que me folle el culo y el coño y aún quieres que me llene con su lefa?

  • Claro, cerdita mía, pero sólo si tú quieres, me encantaría ver cómo se corre, pero quiero que lo haga en tu cara, además mientras yo te follaré, porque la tengo otra vez durísima… anda, cariño, anímate

Yo estaba a punto de correrme sin tocármela como un adolescente, pero seguía callado como una puta, expectante y sin dejar de frotar mis dedos dentro del culo y coño de Lucía, aunque a menor ritmo para no terminar lastimándola, ya que tanto deleite me estaba proporcionando. Ella nos miraba pensando si cruzar una nueva línea o dejarlo estar, mientras, Astasio lentamente dio la vuelta a la tumbona y con un gesto me indicó que retirase mi mano de las doloridas zonas íntimas de su esposa, pues polla en ristre se aproximaba a darme el relevo, lo que hizo sin más dilación, mandándole toda su polla hasta el fondo del coño, iniciando un lento vaivén aferrado a sus excelsas caderas.

Era una delicia verle con sus manos llenas de las gustosísimas curvas de las caderas y nalgas de Lucía, acompañando los envites de su polla en el encharcado coño de ella, que se relamía nuevamente de gusto y parecía abandonarse nuevamente a traspasar las fronteras del sexo conocido hasta ese momento.

  • Cariño, decidido, por el poder que me confiere la pollaza que te estoy metiendo ahora mismo hasta el fondo de tu coño riquísimo, concedo a Dyomedhe la facultad de correrse en tu cara a discreción, ¡no hay marcha atrás!

  • Aaaaaaaaaahhhhh, está bien cabrones, haced conmigo lo que decís, pero terminad ya porque me arden el culo y el coño y no puedo más, por favor, dadme leche y dejadme descansar… uuuuuuffffffffff qué dentro la siento, cariño…. Sigue, sigue así, que me corro otra vez

  • ¿Te gusta, eh cerdita?, pues no te preocupes que yo me voy a correr rápido como un conejo, porque estoy salidísimo, toma polla cariñito, toma

Visto que el clímax de nuestra sesión se aproximaba rápido y sin remedio, tomé mi polla, que a esas alturas estaba amoratada y dura como un fierro, y rememorando mis años mozos, en tres o cuatro golpes de muñeca estaba ya en el fragor de mi orgasmo, por lo que mientras le pellizcaba duro el pezón a Lucía, acerqué mi polla a su cara; ella advirtió mi maniobra y, aunque enfrascada en el culmen de su propio orgsmo, posó su cabeza de medio lado sobre la tumbona para hacer más fácil mi tarea de llenarle el rostro de leche con mi corrida. Definitivamente aquella hembra era una diosa perversa y yo no iba a desaprovechar la oportunidad de sacrificar en el ara de su bellísimo rostro una buena corrida.

  • Lucía, putita bella, no sabes cuánto agradezco esto que me permites hacer, mírame a los ojos con esa cara de zorrita que tienes, que ahí va mi corrida para ti, en tu cara… aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh

  • Sssssssssssííííííííí dámela, está ardiendo, joder… mira Astasio cabronazo, mira cómo este toro me llena de leche la cara… sigue follándome mientras te crecen los cuernos

  • Puta, zorra… qué feliz me haces… qué buena estás y qué coño tienes… uuuuuuuuuffffffff me corroooooooooo… ya ya yaaaaaaaaa… qué gusto………..

Yo, aguijoneado por la conversación de ellos dos, no dejaba de escupir leche sobre su cara, tenía llena su mejilla, el pelo, la frente, los labios… y mi polla seguía dejando brotar el torrente que mis torturados huevos no dejaban de suministrarle. Astasio no se quedaba atrás y con sus dedos engarfiados en las blanquísimas y poderosas nalgas de Lucía, apuraba los estertores de su orgasmo, la estábamos saciando de leche al unísono, pero aquello no parecía tener fin: Lucía se dejaba hacer y con su lengua y dedos acercaba mi leche hasta sus labios y se la tragaba con gula de zorrona, aquella mujer me estaba enloqueciendo… con un gesto Astasio me indicó que me acercara a su posición, al tiempo que sacaba su polla morcillona del coño de su esposa, acercándosela a su boca, gesto que fue inmediatamente atendido por ella como una invitación a dejársela completamente limpia de los restos de semen y flujos, se la introdujo en la boca y se la lamió como una piruleta hasta dejársela completamente brillante.

Mientras, yo admiraba el panorama que me ofrecía la retaguardia de Lucía, su culo abierto y con el esfínter dilatado y palpitando aún, mientras inútilmente trataba de retomar su diámetro original, al tiempo que su vagina destilaba lentamente el esperma de Astasio, que resbalaba moroso por los muslos más bellos que recuerdo. Tomé la iniciativa y recogí con mis dedos la leche de Astasio y la esparcí por la raja de su culo, introduciéndola con mi dedo en su esfínter, extendiéndola por sus nalgas, cuyos cachetes redondeados y hermosísimos aún presentaban las marcas de los dedos de su marido.

En ese momento Lucía decidió que su culo y su coño no podían soportar ni una más de nuestras “atenciones”, por lo que abandonó su postura de perrita y se sentó sobre la tumbona.

  • Aaaaayyyyyssss, ¡coño! Me habéis dejado que ni sentarme puedo, sois dos cerditos malvados

Estaba bellísima, la cara enrojecida, con restos aún de leche por todo el rostro y pelo, las tetas majestuosas subían y bajaban aún agitadas por su respiración, pendiendo bellísimas sobre su no menos hermosa tripita, mientras un airoso cruce de piernas nos ocultaba ya la visión de su encharcado coño, mientras sus poderosas caderas se ensanchaban a los lados, azuzando mi deseo de volver a acariciarla para empezar de nuevo, aunque sabía que aquello había terminado… por ahora

  • Lucía, eres la mujer más ardiente y hermosa que he tenido el gusto de follar, aunque haya sido con los dedos je je… no sabes cuánto te agradezco el placer y la intimidad que me habéis regalado hoy, muchas gracias a los dos

Abracé a Astasio y girándome y agachándome acaricié la mejilla llena de esperma de Lucía, mientras deposité un beso en sus labios, igualmente con restos de mi leche.

  • Gracias, guapísima… llamadme cuando os apetezca, y con esto no os quiero decir que sea para sexo, sino para continuar disfrutando vuestra compañía.

Me despedí y me dirigí a mi bungalow, para darme un baño reparador y meditar sobre todo lo que había pasado. Envuelto en la agradable sensación del agua caliente en la bañera, rememoraba una y otra vez las sensaciones vividas esa tarde con aquella bendita pareja, el disfrute que me había proporcionado la lascivia de la hermosísima Lucía, su cuerpo de curvas exuberantes que me tenía subyugado, las sensaciones eran como las del buen vino que una y otra vez vuelve a tu paladar para regalarte nuevamente su sabor y sensaciones. Definitivamente, estaba disfrutando insospechadamente de mis vacaciones; a ver qué me deparaban los próximos días ¿Me sería concedido por fin follarme a la divina Lucía? En esas meditaciones pasé la tarde entre baño y relax, esperando una nueva llamada de aquella estupenda pareja.

dyomedhe@hotmail.com

(Continuará…)