Ascensor
De pronto, una pequeña mano a pesar de estar encendido el botón oprimió el número 25. Las puertas se cerraron, y el ascensor subió una vez más.
Piso 1
A Ismael le sudaban las manos por los nervios, entró al elevador y presionó el botón con el número 9, luego el 25 y al final el 30. No le importó que su vecino en el elevador lo viera con cara de qué demonios haces, pero; así lo había acordado con Ana. Ismael, un hombre de cuarenta y dos años, divorciado y amante de los retos, vio las puertas cerrarse y sus piernas amortiguaron el impulso del ascensor al moverse.
Impaciente reviso el mensaje más reciente en RETSEX, la app de moda para intercambiar experiencias entre jovencitas y hombres mayores.
“…Ya estoy en el noveno [carita mandando beso], vengo con el uniforme escolar gris y coletas [deditos encontrados]. Recuerda si te hago venir antes de llegar al piso 25 me das lo acordado [gotitas de agua salpicando]. Si no, me voy contigo al cuarto y me coges con esas ganas que dices traerme [berenjena + carita de ángel]…””
Su amigo Leopoldo ya le había platicado de la aplicación semanas antes, pero; la noche del jueves en el juego de domino lo que le contó, terminó por acrecentar su deseo y curiosidad.
—¿En serio cabrón? Preguntó Ismael.
—Te lo aseguro, mira se supone que son puras mayores, pero a mí me han tocado hasta más chicas que no tienen para sus estudios. Aseguró Leopoldo.
—No te creo.
—Inténtalo hermano, ahora que si quieres puedes contactar con Ana, te la vas a pasar increíble.
—¿Es la lolita que te andas cogiendo, verdad?
—Sí, está bien loquita y para su edad hace unas cosas…
—¿Y no te importará que me la coja? ¿Seguro?
—Seguro Ismael, es más, algo me dice que a ti también te va a gustar. O la que tú quieras pues. Ahí hay cientos de chicas.
—Mejor a la segura, ¿Cómo la busco? Pásame su perfil.
Amigos desde la universidad y cómplices de andanzas, era su mejor confidente. Lo único que le incomodaba era que al tener las mismas preferencias, cuando llegaba a coincidir con su familia en alguna fiesta o así, las miradas lascivas eran inevitables y estaba seguro que no miraba el trasero de Marisol. Por eso a pesar de ser muy amigos y todo, nunca lo invitaba a su casa.
La mañana siguiente aun dudando entró a la tienda de aplicaciones, buscó la tan famosa RETSEX, la encontró y la descargo. Estaba tan concentrado revisando las condiciones y las opciones de pago, que no se percató de la salida de su esposa Marisol quien llevaba a su hija a Alondra a la escuela. Es más, ni se despidió de ellas.
La app en su diseño no era nada espectacular, pero; si lo que ofrecía era verdad podría ser la mejor recomendación hasta ahora.
Por lo general se conformaba con ir de putas en lugar de tener sexo con su esposa. Ya que según él, con la edad las mujeres van perdiendo encanto. Marisol su mujer, con la llegada de las cuatro décadas empezó a cuidar de sus curvas y firmeza en el gimnasio, pero; ni así eran lo suficientemente excitantes para desahogar sus ganas en la cama matrimonial.
Así que sus conversaciones con ella se limitaban a lo mismo: Ve por Alondra a la secundaria, hay que hacer la despensa, falta esto o aquello… Y así corrían los días unos tras otros. Tal vez ir por Alondra era lo más emocionante de la semana, el uniforme escolar enaltece los atributos en flor de más de una de sus compañeras y gustoso se perdía en su imaginación sobándose el paquete de bajo del pantalón.
Una semana después frente al espejo, Ismael se esmeraba en su imagen e higiene personal. Con los datos del perfil no le fue difícil contactar con Ana, sólo bastaron unos días de mensajes, promesas de orgasmos, algunas fotos de su pene y la propuesta del pago formal, para que nuestro protagonista acordara una cita con ella.
En las fotos Ana siempre reservo el mostrar su rostro, pero; el resto de su cuerpo lo exhibía con una seguridad envidiable. Tenía los pechos pequeños, y astuta los mostraba en corpiño en lugar de sujetador. No usaba lencería, posaba en panty de algodón, mostraba un culo redondo y firme. Pelucas de colores, bailes entre sombras, contoneaba el cuerpo y las caderas bajo luces rojas. Ismael pasaba horas embobado en ese perfil.
Siempre había fantaseado con tener al menos una oportunidad de cumplir su deseo, su amigo le aseguro que ésta era genuina; no como las acompañantes que se pagaba de vez en cuando quienes a pesar del cosplay de colegiala, no había manera de estar cien por ciento seguro, pero; digamos que quedaba casi satisfecho.
Ismael terminó de leer el mensaje y contesto:
“…Voy subiendo, vengo en el de la izquierda. Traigo una gabardina beige, la mascarilla negra y la bragueta abajo [carita de diablo + berenjena]…”
Piso 3
El efímero acompañante descendió e Ismael quedó sólo en ese cuarto hecho para 10 personas. Sonrió para sí mismo admirando el acabado en madera y agradecido con su creador de que no tuviera espejos ni cámaras de seguridad. Su mirada iba y venía de las luces al piso y terminaba por contar las luces del tablero, 9, 25 y 30.
Pero la suerte no duró mucho. De pronto se encendió la luz en el número 8, su reflejo distorsionado por la placa dorada le devolvió cómo fruncía los ojos en señal de mal gusto.
Saco su celular y escribió:
—“…Ya estoy más cerca. Aunque parece que no estaremos solos [carita llorando] ¿Es verdad que tienes la edad que dices? [Carita pensando] ¿Crees lograr lo que prometes en tan poco tiempo? Se necesita experiencia para lograr algo así conmigo, no me vengo tan fácil con una chaqueta [carita babeando]…”
—“…Sí, ya veo la flecha subir, tú déjame a mí, mejor si hay más gente, eso me pone, soy chica pero te aseguro saber lo que hago [carita de ángel] ¿Cuánto mides? [deditos encontrados]…”
—“…[Carita de demonio] [Berenjena] 17 centímetros…”
—“… Jijiji {Carita riendo con manita] no, bobito… de altura, de altura [carita de asombro]
—“…Ah [carita riendo], 1.74…”
—“…Mmmta, no pensé en eso yo mido 1.50 [carita pensando] aunque seguro podré sacarlos [gotitas de agua salpicando]…”
Piso 8
Un carrito de mantenimiento con botes de pintura, accesorios y herramientas era jalado por dos mucamas que acompañadas por dos tipos vestidos de overol se metieron de golpe. Ismael alcanzó a ver cómo intentaron oprimir el botón 9 pero al verlo encendido desistieron. Ágil de mente o inspirado por la calentura, rápidamente se agacho para simular acomodarse los zapatos y bajó del carrito un bote de los que ahí traían.
El emblema del restaurante del hotel bordado a las espaldas de estas personas, era lo único que tenía de frente cuando el timbre tradicional que hacen los elevadores al llegar a cada piso, sonó para anunciar su arribo.
Piso 9
La fortuna no le sonreía mucho a Ismael, pero no podía sentirse más excitado. El personal salió jalando el carrito y al tiempo entraron dos parejas, pero; de Ana ni rastro.
Al verlo pegado a la pared del fondo y con ese pequeño bote frente a él, las parejas se colocaron cerca de la entrada formando una línea y oprimieron el número 23 y después el 24. La sensación de decepción corría por su cuerpo, lo habían pillado. Al menos nada más había pagado el cuarto en el piso 30. Así, podría al menos darse un baño para reponerse de la impresión de haber sido timado. Hasta ahí había llegado la experiencia prometida.
De pronto, una pequeña mano a pesar de estar encendido el botón oprimió el número 25. Las puertas se cerraron, y el ascensor subió una vez más.
Piso 10
La vio. Ismael vio la pequeña figura de 1.50, vestida de uniforme escolar y coletas rubias. Tal y como lo había prometido la joven. Vio cómo se abrió paso caminando hacia atrás, sólo fueron un par de pasos pero pudo contemplar esas caderas firmes y curvadas acercándose lentamente. La falda corta le llegaba justo al nacimiento de los cachetes de las nalgas, donde unas piernas bien torneadas y definidas sostenían el menudo cuerpo femenino.
El poco reflejo del tablero y el uso de la mascarilla en la mujer, le impidieron ver el rostro fino y delicado de Ana. Si tan solo ella hubiera volteado, él se hubiera enamorado de esos ojos de color verdes que irradiaban una sensualidad en nacimiento.
Ana del mismo modo que él a ella, lo encontró en el reflejo dorado.
Piso 11
Los talones de Ana chocaron con el bote de pintura, miró hacia abajo y entendió de inmediato. Se subió en él.
Tenía el tiempo contado, sólo 14 pisos la separaban de la chaqueta mejor pagada de la historia. No tenía problemas en coger con un extraño; tampoco sentía pena de tener más compañía, lo que a ella la motivaba era el reto. Ni siquiera el dinero le hacía falta. Su motivo era la aventura y el deseo. Su despertar sexual estaba al límite y la aplicación que le recomendaron vino a complacer todos y cada uno de sus deseos más osados. Hasta ahora.
Echó para atrás su firme trasero y se contoneó sobre el miembro de Ismael, él le había prometido no tocarla hasta el piso 30, así que ahora todo dependía de ella y sus manos.
Los testigos sintieron a sus espaldas el atrevido movimiento de la chica, pero; podemos suponer que también estaban en el Hotel para coger, así que su reacciones fueron risas tímidas y murmullos tenues. Ninguna de las cuatro personas se giró descaradamente.
Ana e Ismael se sintieron ignorados, aunque agradecidos por la complicidad muda de los acompañantes, así que simplemente se dejaron llevar. En su mente el ascensor bajo la iluminación quedando todo en penumbras, salvo el pequeño espacio que ocupaban dentro de los 16 metros cuadrados. Era como si una lámpara los iluminara sólo a ellos desde arriba.
Ismael sintió la firmeza del trasero de Ana recargarse sobre su vientre, el asta de su pito buscando salir se incrustó justo en el medio de sus nalgas. El baile del culo sobre su miembro dibujó un ocho sobre su pelvis y aunque prometió no tocarla, nunca dijo nada de no bailar con ella. Empujo la cadera para asegurar que ella sintiera su dureza, al sentirlo ella se mordió el labio inferior de su boca e inclinó su cabeza hacía atrás exclamando un ¡Ah…! Sigiloso en forma de suspiro, escondido bajo el cubre bocas. Recargó su nuca en el hombro de su amante y comenzó la danza de los cuerpos, era como bailar al ritmo de milonga de amor de Gotan Project.
El rabo enhiesto era contenido por la tela de la trusa, la bragueta abajo como lo había prometido facilitó la intrusión de la mano de Ana.
Pasando su mano derecha hacia atrás, Ana exploró el grueso camino de carne con sus dedos, con una uña recorrió el trazo de la vena más gorda sobre la piel llegando a la cabeza húmeda y con el dedo pulgar hizo círculos sobre el glande. Con los dedos buscando el hueco en el calzoncillo, lo abrió, pero tuvo un problema. El agujero era pequeño o la verga estaba gorda. Sin más remedio y con una habilidad magistral bajo el resorte del calzón por enfrente del pito hasta la base de los huevos, dejando salir el falo erecto por la bragueta. La verga se sentía enorme entre sus dedos, la cabeza babeaba líquido pre seminal sobre su muñeca, intentó cerrar su dedo índice sobre el pulgar, pero; el grosor de ese músculo sin hueso se lo impidió, así que con todos sus dedos empuño el rabo y comenzó a masturbarlo.
Lentamente de adelante hacía atrás, cuando su mano viajaba en dirección de los huevos extendía los dedos para rasguñar la bolsa de piel que sostienen los testículos. El resorte del calzón los elevaba hacía sus uñas, esto facilitaba la acción mientras a Ismael le provocaban calambres de electricidad cada que lo rasguñaba en sus gónadas.
Ismael estaba en el cielo, la mano pequeña y cálida de Ana se movía con maestría. De continuar así perdería. Ya iban por el piso 17 solo necesitaba aguantar un poco más, pero; sentir el contoneo de la chica, cómo su cuerpo se pegaba al suyo, con esas nalgas turgentes tan cerca de él. El cabello rubio y amarrado en coletas era igual a lo que siempre quiso. Para dedicarse a sentir, decidió echar su cabeza para atrás y cerrar los ojos.
Su pecho subía y bajaba con la respiración agitada. Contenía sus gemidos intentando ser discreto, pero; el olor ácido de su miembro excitado embriagaba el pequeño cuarto y los había delatado desde tiempo antes.
Las parejas inspiradas por el show imprevisto y con las hormonas encendidas, se dedicaron caricias y besos que acompañaban los quejidos mudos de los amantes espontáneos. Las mujeres comenzaban a gemir extasiando el sentido del oído y endureciendo aún más cuánto pene se encontraba dentro de ese elevador. No había duda, a cada una de las parejas les parecía una eternidad llegar a su piso y coger como bestias.
El aroma a macho que expulsaba Ismael, subía por la espalda de Ana, le atravesaba su mascarilla y entraba por su nariz alterando las hormonas, provocando que sus labios inferiores se humedecieran, deseando sentirlo abrir sus entrañas penetrándola hasta que sus nalgas choquen con sus huevos. Sentía el deseo de ese hombre a través de su erección, las venas entre sus dedos palpitaban irrigando más sangre, endureciendo de manera grosera más y más el pito de ese macho. Iban por el piso 20 y el infeliz no eyaculaba. A ella ya no le importaba si ganaba el reto o no, Ella quería ser embestida, se imaginaba en cuatro patas ofreciendo el placer de su oquedad y exprimirlo con sus pliegues internos, necesitaba sentir que la llenara de lefa, de leche masculina.
Deseaba el semen, deseaba el esperma de Ismael, ella lo había puesto así, era justo que lo recibiera. Miró el reflejo por el tablero y lo vio con la cabeza echada hacia atrás.
—¿Así cabrón? Ahora veras. Pensó.
Se alzó la falda en su parte trasera y colocó la cabeza del rabo en el pliegue de sus nalgas y lo apretó entre sus glúteos. Comenzó un vaivén de adelante hacia atrás. Ismael de inmediato se percató del cambio.
Con solo sentir el calor de ese culo sobre la cabeza de su pene roja e hinchada, el pobre hombre estuvo a punto de venirse, pero; su ego varonil lo hizo resistir de alguna forma que parecía imposible. Pensó que era una artimaña para hacerlo terminar así que bajó su mano y apretó los huevos para evitar la eyaculación. Ahora más que nunca se la quería coger y aguantaría estoico cualquier cosa que le hiciera ella en ese ascensor.
Piso 23 la puerta se abrió y la primera pareja abandonó a toda prisa el elevador entre tropezones y agarradas de nalga.
Piso 24 la puerta se volvió a abrir, la pareja que faltaba imitó a la anterior dejando solos por fin a los atrevidos amantes.
Con todo el espacio para ellos, la diferencia entre los cuerpos era evidente. Él es grande y robusto con una pequeña barriga pronunciada alimentada por el descuido en su cuerpo al correr de los años. El cabello canoso y unas patas de gallo alrededor de los ojos que se marcaban más al tenerlos cerrados. Ella bajita y más joven, 27 años menos según sus mensajes, pero; con unas piernas y unas caderas que cerraban hacía arriba en una cintura bien definida propia de la juventud, vestida con esa minifalda de tablas gris tipo escolar que le marcaba más la figura femenina. Un vientre plano y una blusa blanca donde apenas se marcaban un par de senos pequeños que se alzaban orgullosos al ritmo de su respiración. El exceso de maquillaje sobre los párpados no eran rivales para la belleza del color verde de sus ojos.
Los huevos de él estaban comprimidos intentando no soltar el semen, pero; por más que ella lo apretaba con las nalgas, la verga se negaba a darle su premio. Impaciente y deseosa como estaba, en un solo movimiento se giró al mismo tiempo que aventó el bote de pintura, se hincó, se subió la mascarilla y abriendo la boca grande en forma de O se la metió y se dispuso a darle la mejor mamada que hasta ahora le había dado a alguien.
Su cabeza subía y bajaba, los labios pintados de rojo apretaban la verga en cada succión. Por su corta estatura tenía que mamar hacía arriba cubriendo solo la mitad del pene, a pesar de eso su lengua se esmeraba en consentir la cabeza del falo.
El movimiento sorprendió gratamente a Ismael, sentirla pequeña y frágil mamándole el pito lo enardeció más. Pero no era suficiente, tuvo que doblar las piernas un poco para bajar su pelvis y que su vara enhiesta entrara recta en la boca juvenil.
La mascarilla pasó a ser un antifaz, ocultando la mirada entreabierta que ponen las damas al disfrutar de un buen pedazo de carne.
La tomó de las coletas con ambas manos. Ismael empezó a empujar y retroceder sus caderas; sino se la cogería en el cuarto, se la cogería por la boca ahí mismo. Ella dejó de mover la cabeza, sabía lo que venía así que se preparó para recibir las embestidas del hombre. Como una experta mamadora evito lastimar la carne con los dientes y cada que se la metían, con la lengua empujaba hacía arriba haciendo presión a lo largo del tronco invasor. Él, frenético le jalaba del cabello tratando de abrirle la campanilla con el glande y empujarla hasta el fondo de la garganta. La saliva le escurría por los labios, cada que la verga entraba y salía, un puente de baba se formaba desde la barbilla hasta el tronco de carne.
Unas lágrimas oscuras escurrían por el contorno de las mejillas, cada que la cabeza le tocaba la garganta le producía arcadas, pero; nunca se quitó ni se quejó. Al contrario, relajo los músculos permitiendo el paso del falo completo, tanto así que le abultaba el cuello en forma de bola cada vez que Ismael se la introducía hasta el fondo.
—Quieres que me venga no puta. Pues lo haré en tu boca zorra. Se dijo para sus adentros.
Era demasiado para Ana, tenía que hacerlo eyacular y lo tenía que hacer ya, con sus manos libres paso una por detrás del culo de Ismael y con el dedo medio acarició la entrada del ano. Con la otra tomó la bolsa de los testículos como tirando hacia abajo y frotó suavemente con el pulgar un huevo y después el otro.
Él no pudo aguantar más, jaló las coletas al punto de casi hacerle daño para expulsar toda su leche dentro de la boca de ella. El semen salió abundante, llenándo las mejillas y obligándola a tragar.
La verga palpitaba emanando dentro de la garganta de Ana el semen tibio y espeso, la puerta se abrió en ese momento en el piso 25. Nadie subió; ellos no bajaron. Ella hincada se alimentaba del viscoso líquido, el ritmo lo marcaba él, se vino de una forma pausada y tranquila. La bombeaba despacio con pequeños empujes de cadera hacia su rostro. Sus manos ya no la jalaban del cabello, al contrario con una mano le acariciaba suavemente la cabeza y le daba pequeñas palmadas como las que se le dan a una buena mascota.
Piso 25
La puerta se había cerrado, Ismael se sentía victorioso, aunque se vino, fue justo en el momento que la alarma anunció la llegada al piso, no antes. Ahora se la cogería a sus anchas en el piso 30.
Vanidoso ni se guardó la verga. No estaba erecta, pero; lo suficientemente morcillona para presumir que aún podía durar un polvo más.
Era curioso cómo con la fuerza que le jalo el cabello, éste se lo había arrancado. Ella permanecía hincada recuperando el aliento, sus pequeños pechos subían y bajaban.
Debajo de la mascarilla que le tapaban los ojos, se adivinaba el rímel corrido a causa de las lágrimas. Ismael mirando con cara de estúpido, contemplaba la peluca que se había quedado en sus manos. Ana no era rubia. Miro hacia abajo y tenía una hermosa cabellera castaña.
Ella por su parte alzo su mano derecha buscando el rabo para masturbarlo tratando de erguirlo otra vez. Con la voz agitada y entrecortada por la excitación se quitó la mascarilla de los ojos levantando la mirada pausadamente mientras le decía:
—Ay no, perdí. ¿Me vas a coger Daddy?
—No, no puede ser. Respondió Ismael con un nudo en la garganta.
Al escuchar esa voz Ana se quedó helada, la mano temblorosa soltó la verga. Ismael se descubrió el cubre bocas, dejó caer la peluca en el suelo y se sentó en el piso del ascensor.
—¿Pero cómo? ¿Alondra…?
—Papá… Yo… ¡Snif!
La puerta se abrió. Llegaron al piso 30.
CONTINUARA…
Próximamente:
Alondra comenzó a llorar, las palabras no le salían. Se sentía avergonzada, sucia por el semen de su padre en su interior. En el paladar aún tenía el sabor ácido que apenas hace unos segundos pasó de placentero a extrañamente raro…
Ismael inerte sentado en el piso del ascensor con la ropa desaliñada miraba un punto fijo en la distancia como ido de la mente… Pensando en cómo era posible… Su niña… Su princesa… ¿Dónde aprendió todo eso?
En ese momento sonó el celular de Alondra, ella como autómata y sin ganas de contestar lo sacó de la bolsa, miró quién era y lo tiró al suelo. Ismael alcanzo a ver en la pantalla:
Llamando… My Daddy’s friend, Leopoldo
Habitación 305
Las caderas del hombre empujaban con fuerza, las nalgas ondeaban en cada embiste. La posición en cuatro facilitaba el jalón de cabellos. Al sentir el tirón levantó el rostro y vio un miembro enorme aproximarse a su boca.
—No voy a mamar eso, así no quedamos… mgggjggss. Se atraganto.
—Oh sí, eres una putita. Quién lo diría.
Los ojos verdes brillaban de excitación.