Arturito: liberando presión virginal...

Segunda confesión de Arturito, en esta ocasión le chantajean para desflorar a la sobrina de Elena...

Querido diario:

De nuevo aquí para reseñarte mis excelentes novedades, pues sin duda, este año 2021 empieza de la mejor manera posible: Sexo en mucha cantidad y de muchísima..., muchísima calidad.

Hace unos pocos de días, el pasado sábado, como ya te conté, había hecho el primer trio de mi vida, y precisamente con mis mejores amigas, con Elena y Gema, a las que llevaba años y años deseando, amigas que, obviamente, habían sido las protagonistas de miles de pajas previas a mi estreno sexual.

Cuando me desperté el domingo, casi a las tres de la tarde, después de aquella maravillosa madrugada pasada, con tanto sexo de altísima intensidad con aquellas dos amazonas de infarto, de inmediato llamé a Clara, para ponerla al corriente.

Se alegró por mí, como me suponía, aunque estaba especialmente  morbosa y no pudo resistir la tentación de escaparse, y ese mismo domingo por la tarde, llegaba para follarme a placer durante toda la noche.

Me confesaba que estaba caliente solo de imaginarse la escena con Elena y Gema.

Mientras me follaba, solo quería que le reseñase todos los pormenores de la sesión, sin excluir ninguna parte:

-      Kuki, cuéntame todo, absolutamente todo.

-      Claro que sí, mi vida.

Mientras le rememoraba lo acontecido sin despreciar ningún punto, la excitación que sentíamos ambos, nos llevaba al máximo del placer. Ella estaba especialmente viciosa. Follamos a culo lleno como locos.

Durante varias horas practicamos sexo romántico de altísima intensidad.

En ocasiones me decía, cosas como:

-      Kuki, cada día me follas mejor.

Más o menos a la mitad de la follada, me preguntó:

-      Siento tu enorme polla cada vez más grande y que me profundiza como más dentro, Arturito. ¿Puede ser?

-      Puede ser, mi amor. Yo siento en mi polla, cómo tu elástica y caliente vagina se contrae y se relaja rítmicamente, haciéndome sentir una sensación muy excitante. (Le contesté).

Al estar muy morbosa y habiéndole dado muchos detalles concretos, Clara, me follaba, al igual que la noche pasada las amazonas me habían montado a tutiplén. Disfruté de aquellas cabalgadas de mi súper novia, a pesar de que ella, de momento, no hacía tanto esquirting como mis amigas, especialmente una de ellas. Obvié ese detalle. Hay que tener tacto en la vida.

Cuando se corría por penúltima vez, me pidió mi leche de forma muy guarrilla, como nunca lo había hecho:

-      Cabronazo, dame tu leche. (Enfatizaba de manera desproporcionada).

-      Claro, mi amor, lo que tú quieras.

Le eché mi extra de leche..., mientras le decía:

-      Toma mi leche, puta. (Jugaba a su juego).

-      Kuki, me está gustando mucho este juego. Me siento realmente muy guarra. Quiero que me utilices y utilizarte yo.

-      Iremos progresando en este juego. Habrá días que yo me ofrezca sin rechistar a tus demandas, sean cuales sean y por el contrario, otros días será al contrario. ¿Vale?

-      Kuki, me pongo en tus manos, o mejor dicho, en tu polla..., vamos, súper polla.

Quedamos absolutamente rendidos. Mientras me dormía, pensaba en lo que acontecería en los siguientes días. Los planes de esta última semana del mes de enero, estaban programados sexualmente.

Elena y Gema querían repetir el sábado de nuevo. Clara, volvería el próximo domingo y empezaríamos a jugar a nuestro juego “guarrillo”.

Mientras yo repasaba todo, miraba la cara de Clara. Era de una auténtica ninfómana.

El martes, Elena me mandó un mensaje:

-      ¿Qué haces el jueves por la tarde?

No tenía planes. Lo dedicaría a leer e ir preparando un trabajo del trimestre.

-      ¿Quieres comer conmigo?

Por un lado, me temí lo peor. Quizás se sentía mal por la infidelidad hacia su novio, y quería anular la cita del sábado.

Intenté no pensar en ello y afrontar lo que fuese, aunque lamentaba que pudieran desbaratarse los planes de un nuevo trío con aquellas calientes y sensuales amigas, ya íntimas.

-      Claro, sin problemas. (Sólo me limité a contestar).

El jueves, me recogía con su coche, aquel coche de grandes recuerdos, y en el que mi fino olfato aún notaba hedores de la pasada actividad sexual.

-      ¿Dónde vamos a comer?

-      A casa de mi hermana Susana.

No dijo más.

No indagué nada al respecto.

Mi mente calenturienta comenzó a pulular enfebrecidamente.

Conocía a Susana, la hermana mayor de Elena. Una cuarentona bien conservada, muy sensual, tremendamente preciosa y muy parecida a Elena. Estaba divorciada y convivía con su hija del mismo nombre, una niña que hacía varios años que no veía.

Me encantaba aquella mujer.

En mi calenturienta imaginación, ya me veía con aquellas dos hermanas.

“Seguramente, le había contado los detalles en confianza y quería probar...” (Pensaba mientras me excitaba de manera brutal).

Llegamos. Elena llamaba al timbre.

Cuando la puerta se abría, después de esperar unos segundos que se me hicieron minutos, apareció una adolescente, que no reconocí de inmediato.

-      Hola, tita. Hola, Arturito.

-      Hola, sobri. (Dijo, Elena).

-      Hola, Susana. (Dije..., algo cortado).

Me había enfriado de inmediato. Todos mis planes de hacer un trío con dos hermanas, desaparecieron en una fracción de segundo.

Susana nos invitaba a entrar.

Iba delante de nosotros.

No pude dejar de recrearme en los detalles: Era muy parecida a Elena en sus formas. Un cuerpo atlético, seguramente, gracias a la mucha actividad física que había hecho desde que se aficionó al tenis, cuando era apenas una niña que no podía con la raqueta.

-      “¡Vaya culazo!” (Pensaba para mis adentros).

Sabía por Elena, de las peripecias generales de su sobrina: Una buena estudiante que, fruto de su iniciada adolescencia, hacía malabarismos para aprobar por los pelos, su último curso. Había abandonado el deporte que tanto le gustaba, y estaba absolutamente enganchada a las redes y al móvil. En fin, malgastaba su vida como tantos otros jóvenes de su edad.

Charlamos banalmente. Encargamos unas pizzas.

Estábamos comiendo mientras cada uno mirábamos nuestro móvil.

Susana, a lo suyo.

Nosotros empezamos a mensajearnos...

-      “¿Para qué me has traído?”

-      Tengo que pedirte un favor.”

-      “Claro, lo que quieras.”

-      “No es tan fácil decirte lo que queremos pedirte, y menos por aquí.”.

-      “¿Queremos pedirte algo?”

Terminábamos de comer. Apenas habíamos hablado nada, especialmente la niña, que estaba como cortada, y rara de más.

Susana se levantó, se despedía de nosotros:

-      Me voy a mi habitación. Ya me dices. (Se dirigía a su tía).

No es lo que dijo, sino el tono en que lo dijo. Algo pasaba y quería saberlo.

-      ¿Qué pasa, Elena?

-      Mira, Arturito, perdona por la encerrona. Tengo..., bueno, tenemos un problema.

-      Lo he intentado por todos los medios, pero es muy cabezona.

-      ¿De qué me hablas?

Empezaba a contarme los antecedentes.

-      Mira, Arturito, las mejores amigas de Susana, la han invitado el sábado a una fiesta muy especial.

-      ¿Y?

-      ¿Conoces el juego sexual denominado “El muelle” o “La ruleta rusa”

-      Claro.

Recordé una conversación con Elena, hacía semanas, respecto a las amigas de Susana. Me había contado, que habían intercambiado favores sexuales, a cambio de móviles de nueva generación.

Estaba estupefacto imaginando a Susana, realizando actos sexuales de esa naturaleza, a su tierna edad.

El muelle, es un juego que incluso tiene altos riesgos sanitarios.

Había leído mucho al respecto. Soy un investigador y lector de todo lo relacionado con el sexo.

El muelle, también denominado ruleta rusa o carrusel, es un juego que había nacido en Medellín, Colombia.

Era un juego sexual, en el que varios hombres desnudos, o al menos con sus pollas endurecidas al aire, se conformaban en un círculo y una o varias mujeres por turno, generalmente de 30 segundos, los follaba o follaban ininterrumpidamente pasando al siguiente, y así sucesivamente.

Quien se corría primero de los hombres, se veía obligado a abandonar el juego.

El juego terminaba cuando solo quedaba un solo hombre.

El resto del juego tenia variantes, bien follaban ininterrumpidamente al vencedor hasta que se corriese o le hacían mamadas entre todas ellas, bien él seleccionaba, si había varias, a la que quisiese, para terminar.

Generalmente, se hacía a pelo, sin protección, y por ello, ha sido un juego con muchos riesgos de embarazo, o peor aún, de contraer enfermedades sexuales.

El juego empezó, aproximadamente en 2013 y no dejó de exportarse al resto del mundo, especialmente a España, a grandes ciudades, como Madrid y Barcelona.

Estaba algo sorprendido por todo lo que me contaba Elena, de su sobrina Susana.

-      Pero, sí, es una cría.

-      Si Arturito, pero ahora los jóvenes son distintos de nosotros a su edad.

-      Si follan ya como cosacas, que acepten las consecuencias. La vida es aprendizaje.

-      Susana, es aún virgen.

-      ¿Cómo? ¿Entonces?

La mirada de Elena, me hacía temer todo lo peor. Vi la luz. Me di cuenta de la encerrona.

-      ¡Elena, coño!

-      Lo siento, Arturito. No había nadie mejor. Tu herramienta es idónea para que hagas ese trabajito.

Mi cara era todo un poema por fuera, aunque por dentro, mi mente calenturienta morboseaba a mil por hora.

-      Joder, es muy joven.

-      Esta encabezonada. Quiere ir desvirgada al sábado y no quedar mal ante sus amigas. Lo he intentado por todos los medios. No hay solución.

-      Sí, claro, yo soy la solución al problemilla... ¿No?

Me daba más información y más detalles, respecto a la virginal sobrina.

-      Compréndela. No quiere suicidarse socialmente.

-      Joder.

-      Con su espíritu competitivo, quiere ser la mejor folladora de la fiesta. No quiere que se note su inexperiencia. Tienes toda la tarde para ponerla a punto.

-      Joder, Elena, vaya marrón.

-      Arturito, ese enorme pollón incansable es la solución idónea al problema. ¿Tampoco será tan desagradable, estar follándote a mi sobrina toda la tarde, no?

Me contaba que se lo había pedido por activa y por pasiva, que había llorado, que le había suplicado.

Me confesaba, que había pasado lo suyo para sacárselo a su sobrina todo. Su madre la llevaba viendo varios días mal. Estaba irascible, nerviosa, estresada, malhumorada. Su madre, alarmada, intuyendo algún grave problema, la había llamado para que intermediase, pues sabían que tía y sobrina, se llevaban muy bien.

Elena, me decía que, después de pensarlo durante toda la noche anterior, había determinado que la solución era yo, que era la única solución a aquel “problemita”.

Me daba más detalles de la fiesta. Habían quedado las tres amigas con una docena de compañeros de clase. No podía quedar mal, ni con ellas, ni con ellos. Había amenazado con incluso suicidarse.

El teléfono de Elena sonaba. Era un mensaje. Me lo mostraba.

-      “Vamos, tita, estoy esperando”.

-      Arturito..., te espera.

-      Oye, Elena. ¿Tú hermana, su madre?

-      Qué pasa con mi hermana.

-      ¿Está al corriente?

-      No, coño, cómo va a estar al corriente. Si se entera, nos mata.

-      ¿Dónde está?

-      No vendrá hasta la cena, está trabajando fuera de la ciudad. Tienes unas seis horas para el entrenamiento...

Me miraba con cara de traviesa. Ya había visto esa mirada, alguna que otra vez. El sábado pasado fue la última.

Mi cara le decía, que aún no lo tenía claro.

Se jugó el farol...

-      Si no lo haces, olvídate del sábado.

La jugadora de póker me había ganado.

Nos levantábamos de la mesa, y me indicaba el camino hacia la habitación de la niña.

Elena, abría la puerta del dormitorio de Susana, y me invitaba a entrar.

Mientras se despedía, me decía:

-      Yo me quedaré viendo la tele o leyendo algo. Si necesitas algo me dices.

La niña no había preparado ambiente alguno. Ni velas, ni música, ni nada de nada.

Allí tumbada, en el centro de la cama, totalmente desnuda, esperaba al desvirgador.

Elena, me miró por última vez, antes de cerrar la puerta tras de mí.

Un mensaje me llegaba al móvil...

-      “¡Vamos, campeón!”.

Un último mensaje:

-      Ojito, Arturito. Ni se te ocurra decirle nada de nuestros “juegos”. Me tiene en el pedestal de tía súper fiel. No lo entendería. Cuidadín, de que no se te escape nada. ¿OK?

-      OK.

Susana, ni un ápice cortada.

-      Hola. (Dije, con cara de estúpido).

-      ¿Te ha contado mi tía, verdad?

-      ¿Lo tienes claro?

-      ¡Pues claro! (Entre sorprendida y algo indignada).

Su cuerpo era maravilloso.

Su desnudez sensual, era de película porno de primera. Era una auténtica lolita.

Aquellos pechos enormes, con pezones que parecían de acero, que ya se observaban durísimos, me empezaron a inspirar una erección enorme.

Cuando, allí de pie, enfrente de mi futura desvirgada, me desnudaba, y mi polla quedaba finalmente a su fiscalización, sus ojos enormes y sin parpadear, hablaban por ella.

Dos segundos de silencio y después, solo decía:

-      ¡Vaya pollaza, Arturito! Mi tía tenía razón.

-      ¿Cómo? ¿Qué te ha contado?

-      Nada, que imaginaba que tendrías una buena tranca. Que se comenta en la “uni” que tienes una XXXXL, y es verdad.

Los jóvenes no son empáticos, son bruscos y dicen siempre lo primero que se les pasa por la cabeza:

-      Joder, con lo enano que eres y el pedazo de polla que gastas. Algún día les diré a mis amigas, que vengan a probar esta estaquísima. Ellas han follado mucho, pero por lo que me han contado, todo ha sido con pollisímas enanas...

Para a continuación preguntar:

-      ¿Me harás mucho daño?

-      No Susana, procuraré hacerlo adecuadamente.

Compartía sus dudas:

-      Arturito, el sexo no me da miedo.

Se denotaba que estaba decidida, pero algo asustada, en todo caso.

Querido diario, allí me tenías como una res que entra al degolladero, y con una tremendísima erección, mucho más ostensible de lo habitual.

Aquel cuerpecito soberano me encendía. Era una versión más joven y en pequeño de su tía Elena, Un cuerpo, prácticamente igual, pero bastantes años menos, y unos diez centímetros más bajita. A sus enormes pechos todavía le quedaban de crecer algo. Serían, en un par de años o tres más, unas tetazas exuberantes.

De momento pensaba que hoy saborearía este petit suisse...

Me subí a la cama. Ella esperaba allí con su coño abierto, y ojos no de deseo de mí, sino de ganas de estar preparada para el muelle.

Sus ojos aparentaban la realidad: Jamás se hubiese fijado en mí, no era ni por asomo el modelo de hombre para una joven adolescente, materialista y superficial. Creo que todas o casi todas las de su edad son así.

Aquel trozo de carne, apetecible por cierto, solo quería utilizarme como objeto, como una herramienta para conseguir su objetivo.

Me puse de rodillas ante ella.

Ante mí, con todo detalle, su sensual y fresco cuerpo.

La verdad es que son unas jóvenes sin un mínimo de tacto, jodidamente ineducadas.

En fin, no quería cabrearme.

Mi cuerpo por una parte la deseaba, pero por otra la detestaba.

Me daban ganas de irme, pero eso implicaría la pérdida de dos sesiones de sexo, la de esa tarde y la del sábado.

En fin, me pondría a ello, y al menos le daría trabajo a mi bendecida e incansable polla que, obviamente, iba a disfrutar, no mucho, sino muchísimo.

Yo pensaba en ese instante:

-      “Cuando se lo cuente a Clara, no se lo va a creer”.

Seguramente, este trozo de carne que tumbado me esperaba, ni tan siquiera disfrutaría de la experiencia... Me equivocaría de todas..., de todas, todas.

Mientras, en mi mente, mis elucubraciones insulsas me asaltaban, salvo lo de Clara, y su reciente vena súper guarrilla, aquella virginal joven me miraba absorta, y solo decía:

-      ¿Me follas ya?

-      No Susana. Esto requiere un proceso. He de preparar tu coño para la penetración.

-      ¿Cómo?

-      Voy a tocarte el coño, masajearlo para relajarlo, y te iré metiendo poco a poco mis dedos, para que tu himen se vaya preparando para su desgarro. Cuanta más paciencia, menos dolor. Tranquila.

Me miraba, creo que sin comprender nada. Parecía que le había hablado en chino.

Me decía a mí mismo:

-      “Vamos, Arturito, cumple y disfruta lo que puedas, y que le den por culo, a quien no crea en el destino”.

Así hice. Pensar en ser egoísta, aunque educado, para intentar generarle el menor daño posible, a aquel chochete ingenuo y primerizo.

No sería la primera vez. Hacía un par de años, había hecho lo mismo con Clara.

Aquella vez fue maravillosa, y Clara solo tenía palabras tiernas y amorosas de agradecimiento para mí, una vez que consumamos nuestra primera sesión completa de sexo.

Dejé mis pensamientos y me puse a la obra.

-      Susana, cierra los ojos y relájate.

-      Vale, Arturito.

Cuando cerraba sus ojos, empecé suavemente a tocarle su precioso coño.

Con mis dos pulgares al mismo tiempo, y con el resto de dedos haciendo de soporte en su pubis e ingles, empecé a tocar sus labios externos.

No podía dejar de fijarme en la impoluta depilación, que se había hecho en todo su sexo, la jodida niña. Lo había rapado con cuchilla,  estaba impecablemente depilado. Estas chicas tienen súper desarrolladas algunas técnicas de higiene, y puesta a punto.

Tras meter mis pulgares un poco más dentro, observé sorprendido que estaba húmeda.

Deseché de inmediato satisfacción sexual, sería quizás simplemente, que era una joven que generaba más fluidos de lo normal. Quizás sería su cuerpo, pero no su mente.

Seguía con mi tarea.

Abrí bien su coño y observé su interior rosáceo, sus labios menores, el brillo del conjunto. Me quedaba con todos aquellos detalles en mi mente fotográfica.

Era un puto coño perfecto.

Conforme lo abría, y sin esperarlo, su cuerpo se estremeció algo, y de su boca salió una aparente e inesperada expresión de gozo.

-      Ummm...

No me hubiese supuesto en mi vida, aquel signo evidente de placer.

-      Me gusta lo que haces. (Dijo).

-      Sigue con los ojos cerrados y relájate. Piensa que estás en una playa con un hombre que te gusta. (Dije).

Parecía relajada.

Pero me soltó otro gemido, esta vez doble:

-      Ummm..., ummm

Lo mismo hasta se corre. (Pensé).

Ausculté más aquel precioso órgano sexual. Le daba un rítmico masaje a dos manos, cuando noté como su ya henchido clítoris, parecía mucho más grande.

Pensaba empezar a meterle mi dedo, para empezar a hacer elástica la entrada de su vagina, pero no pude remediarlo y cambié de planes en el último segundo.

Me gusta mucho follar, pero no desprecio el sexo oral, y aquel botoncito henchido, creo que pedía a gritos una soberna lamida, aunque fuese pequeña.

Cuando apenas llevaba lamiendo su sexo diez segundos, y le había dedicado seguramente, solo un par de ellos a su clítoris, el cuerpo de mi virginal adolescente, se retorcía y gemía como casi gritando.

Decía de todo:

-      Uy... Ummm... Ahhh...

-      Puff... Uy... Sssssi...

-      Ohhhh...

-      Joder..., me corro.

-      Joder..., que gusto.

-      Joder...., Arturito, que bien lo haces...

Mi ego se inflamaba y aposté por multiorgasmia.

Volvía a comerle el coño con incluso más énfasis y querencia.

Aquellas caderas volaban y vibraban al máximo. Jamás había visto a una  mujer tan alterada. Hube de sujetar fuertemente con mis manos sus muslos, para que su bendecido, caliente y húmedo coño, pudiera permanecer a disposición de mi boca.

Ella a lo suyo:

-      Ssssssí.... Ahhhhhhh.... Ohmmmmm.

Ya no lo confesaba, pero sin duda se estaba corriendo otra vez, incluso con mucha más intensidad.

Después de un grito bestial impronunciable, Elena, abría la puerta y asomando la cabeza, comprobaba y se tranquilizaba de que no era dolor, sino placer, lo que emanaba de aquel tierno cuerpecito, en aquella habitación juvenil llena de pósters rarísimos.

-      Joder, qué susto me habéis dado.

-      Menos mal que no hay nadie en la casa, que si no, habían llamado a la policía. Susana, muerde la almohada si acaso...

Obedientemente, Susana dobló con su mano derecha la almohada y empezó a morderla, mientras seguía disfrutando de aquella experiencia.

Su coño era incansable y mi lengua también.

-      Fóllame ya, Arturito. (Dijo).

Dejé de lamer su increíble coño, a la par sabroso y bien oloroso, para darle las razones de mi negativa.

-      Aún no, Susana. He de meter mis dedos primero, para preparar al himen. Debo de ayudarle para que se prepare. He de follarte con los dedos primero, antes de meter mi polla. No quiero hacerte daño de más.

-      Vale.

Aunque hubiese deseado seguirle comiendo su tiernísimo coño, un buen rato todavía, no quería demorar en nada el proceso para el que me habían seleccionado.

Me preparé en una posición cómoda. El dedo corazón de mi mano derecha sería el elegido. Comenzaba a entrar tímidamente en aquella gruta inescrutada, hasta ese momento.

La humedad era alta. Los fluidos suficientes, incluso de más.

Pocas personas saben, que el himen muchas veces no está, pues puede haberse roto sin enterarse haciendo ejercicio, montando a caballo, o en bicicleta.

Del mismo modo, pocas jóvenes saben que un tampón, o meterse un dedo, generalmente no rompe el himen de tenerlo. El himen, es una barrera, generalmente elástica y fina, que separa la vagina de la vulva haciendo de barrera antibacteriana.

Mi dedo corazón entraba despacio. Susana, se sobrecogía. Hice movimientos circulares despacio, muy despacio. Susana, seguía sobrecogiéndose, pero con cara de gusto.

Saqué mi dedo solitario. Incorporé a la penetración un segundo apéndice. Metía el índice junto al corazón, y volvía a hacer los ejercicios de twister o remolino, primero muy despacio y luego cogiendo ritmo.

Los dos dedos presionaban algo más, y Susana, después de hacer un pequeño gesto de incomodidad, se relajó y empezó a disfrutar.

Como supones diario, Susana, empezó a correrse de nuevo.

Me puse de lado y empecé a follarla con los dos dedos.

Al ver que seguía corriéndose, no le pregunté nada sobre molestias, solo quería confirmar su estado.

-      ¿Vas bien, Susana?

-      Sí, Arturito. Voy genial.

Dada mi talla, mis dedos no son muy grandes, pero por mi experiencia con Clara, que no sintió dolor alguno al follármela por primera vez, creo deducir que el himen es un absoluto misterio, y que la diferencia entre una ligera molestia inicial y dolor intenso, está más relacionado con la suavidad o brusquedad del amante masculino de turno. En fin, por el tacto con mis dedos supuse que, bien no tenía himen, o ya estaba prácticamente perforado.

No quería pasar directamente a la polla, y seguí durante una media hora más, jugando con mis dos dedos. Susana, por supuesto, no dejó de correrse en todo aquel periodo de tiempo.

La almohada hacía de barrera antisonido y Elena, no oía apenas nada.

De vez en cuando me hablaba. En una ocasión, me dijo:

-      Joder, Arturito, qué vicio tienes con los dedos. Me encanta. Jamás me he corrido tantas veces seguidas.

Cambiaba de mano para no cansarme.

La cara de Susana, era de absoluto placer.

Creía que estaría preparada para la penetración con mi polla, que seguía embestidamente dura y goteante. Creo que me pedía acción o mis huevos se resentirían.

-      Preparé a Susana.

-      Susana, creo que estás dispuesta.

-      Vale, Arturito. Lo estoy deseando.

-      Primeramente, te follaré en posición de misionero, metiéndote mi polla muy despacio. Si tienes molestias me dices. ¿Vale?

-      Vale.

-      Después te follaré al tipo perrito, para que finalmente, me montes tu encima de mí, follándome al estilo cowgirl, que te irá genial para el muelle. ¿Alguna duda?

-      Ninguna. Tú mandas.

La di indicaciones para la primera posición.

Susana, no era tan alta como su tía, pero calculando la posición de nuestras respectivas alturas, supe que me podría comer sus tetas  mientras me la follaba en misionero.

Le puse la almohada en los riñones para mejorar la introducción de mi súper polla.

Me acoplé en la idónea posición. Aquel coño ya estaba abierto y preparado.

Cogí mi endurecida polla, y paseé mi brillante glande, entre sus labios vaginales. No quería tener prisa. Me embelesé en el cortejo de mi polla ante aquella tierna vulva, antepuerta de su vagina.

Ella, a lo suyo:

-      Vamos, dale. Vamos, Arturito. Fóllame...

-      Yo, a lo mío:

-      Tranqui, tronca... (Empezaba a disfrutar del trabajito).

Con mi mano derecha, restregaba mi durísima herramienta enervada al máximo, y deseosa por su puerta. Arriba y abajo. Estaba caliente, muy caliente...

Después de una leve presión, mi glande entró a medio gas.

Miré la cara de Susana. Hacía un gesto de fruncido de su frente cerrando los ojos.

-      Relájate, Susana. No temas, no vas a sufrir daño, te lo prometo.

-      Vale.

La cabeza de mi pene, poco a poco había entrado, y había modificado la superficie externa de su vulva, metiendo gran parte de sus labios hacia dentro. La saqué, y volví a meterla después de volver a humedecer mi cabeza peneal en la puerta de su coño, que se humedecía por momentos mucho más. Seguramente, su fisiología sexual ayudaba a ello.

-      Voy a meterla un poco más, Susana.

-      Vale, Arturito. De momento voy bien. Solo siento algo muy grande dentro de mí, aunque me gusta. Me gusta mucho. No me molesta demasiado.

Con un golpe controlado de mis riñones, metía mi polla unos cinco centímetros, volviendo a sacarla y volviendo a meterla en impulsos suaves.

-      ¿Bien, Susana?

-      Siento como entra, me comprime, pero de momento no me hace daño. Sigue, por favor. Me encanta... Guau...

-      Relájate. Cierra los ojos y si te acaricias suavemente el coño, comprobarás que todo va a ir mejor.

-      Vale.

Como preparada para correrse, volvía a coger la otra almohada, esta vez con su mano izquierda, para prepararse para morderla, para no gritar de placer o de dolor, y con su mano derecha empezaba a tocarse el coño. Obviamente, sabía dónde tocarse para obtener placer.

Empezaba a relajarse, y a gemir.

-      Ummm... grrrrñññ...

Yo aprovechaba para seguir entrando y saliendo con mi polla especialmente dura. Cada vez que entraba en su estrenada cueva, la metía un poco más, pero no me mantenía mucho tiempo así. Retrocedía de inmediato y volvía a meterla, intentando ayudar a incrementar la elasticidad de su interior.

Finalmente, la mayor parte de mi polla estaba dentro.

Procedía a follarla con ritmo, aunque sin brusquedad, con firmeza, pero sin excesiva rapidez.

-      Prácticamente, está dentro. Si tenías himen era pequeño o estaba ya algo desgarrado. ¿Sientes dolor?

-      No, dolor no. Siento una ligera molestia, me siento como comprimida, pero creo que voy a disfrutar enseguida como una perra.

Realmente, ponía ya cara de fulana guarra...

Así sería.

Apenas diez minutos después, Susana, estaba como nueva. Empezaba a relajarse, se olvidaba de mi trabuco, que no dejaba de entrar y salir rítmicamente, y solo se concentraba en el placer.

Los gemidos y los movimientos de su pelvis, así lo demostraban. Sus ruiditos, enmudecidos también por la almohada mordida.

-      Ummm, ahhhhh, ummm, ahhhhh.

De vez en cuando retiraba el “quita ruidos” de su boca, y me decía:

-      Joder, vaya follador qué estas hecho... Me está dando gusto hasta en mi culo. ¿Puedes meterme el dedo?

-      Luego.

Me agaché hacia ella, puse mis manos al lado de sus hombros, y empecé a lamerle aquellos preciosos melones, coronados por aquellos dos enormes pezones duros y rosados.

Aquello debió de gustarle mucho, por el incremento de sus gemidos, y por la vibración de sus caderas.

Sus piernas me enganchaban para hacerme prisionero de su coño.

Pensaba en el pareado:

-      “Era un prisionero en aquel misionero”.

Además, al acoplarme bien encima de ella, había sacado su mano y la base de mi polla rozaba sin duda, adecuadamente, su clítoris, y ello, junto a mi comidita de sus tetazas, debía de gustarle muchísimo más, pues empezaba a moverse como una auténtica posesa desbocada.

Estábamos follando de puta madre.

Notaba sus corridas por el incremento de sus convulsiones pélvicas, y el apriete intenso de sus piernas en mi culo y espalda.

Dejó la almohada para decirme.

-      Joder, qué gusto, Arturito. Jamás había sentido algo así. Joder, joder, joder...

-      Me alegro.

-      Quiero que te corras dentro de mí.

-      Prefiero que sea con preservativo. (Le dije).

-      No te preocupes, tomo la píldora.

-      De acuerdo.

-      Dale, Arturito. Dame leche, quiero sentir dentro de mí, esa sensación. Mis amigas me dicen que es algo muy especial.

Estaba cachondo, y aunque podía estar follándola durante horas sin correrme, dejé que mi leche saliese.

-      Toma tu leche, Susana. Jodida puta... (Se me había escapado, esto último. Pensaba que estaba con Clara, pero no me dijo nada).

-      Guau. (Se limitó a decir).

-      ¿Te gusta?

-      Me encanta, creo que soy muy guarra, vamos, que seré muy guarra en la cama. Me puedes decir lo que quieras, creo que me pone más cachonda...

Callamos ambos. Yo seguía expulsando semen, andanada a andanada. Ella se corría como loca. Volvió a gritar fuertemente, al olvidarse ponerse la almohada en la boca.

-      Joder, Arturito, que súper corrida me ha salido.

-      Me alegro. Yo también estoy disfrutando mucho. Tienes un cuerpo precioso.

-      ¿Te gusta?

-      Sí.

-      ¿Crees que desentonaré en el muelle?

-      Qué va. Serás la reina de la fiesta, te lo aseguro.

-      Ojalá.

Mientras la había estado follando, me confesaría Susana, que cuando su tía Elena, le dijo que yo era el idóneo para el trabajito del desvirgue, ella no quiso. Sentía cierta repulsión hacia mí. Elena, la convenció de que mi polla era de primera, grande e implacable, que podía permanecer dura horas, y que era capaz de correrme muchas veces, sin que se ablandase. Que al preguntarle cómo lo sabía, volvió a comentarme que se lo habían dicho algunas de las más cachondas,  que se comentaba en el campus, y que principalmente, había sido Clara, mi novia, la que le había confesado algunos detalles de mi anatomía sexual.

Susana, no dejaba de correrse, perdía la cuenta de sus corridas.

Susana, tenía la cabeza en su sitio, dado que me recordó lo de las demás posiciones.

-      Ahora, al estilo perrito, que dicen mis amigas que da mucho más gusto.

-      Perfecto.

Saqué mi polla.

Un río de leche, salía de su coño recién estrenado.

Con cara de viciosa, llevó su mano al coño, y mientras se mojaba los dedos con mi leche, se la restregaba enfurecidamente y volvía a correrse.

Luego, se llevó parte de aquella leche con sus dedos, hacia la boca.

Vio cómo la miraba.

Después de tragar aquel resto bastante grande de leche, me decía:

-      Quería probarla. Una de mis amigas dice que es muy sabrosa.

-      ¿Te gustó? (Le pregunté).

-      Me encanta. (Me contestó).

-      Me alegro. (Le dije).

-      Creo que luego te voy a hacer una mamada y me la tragaré toda entera.

-      Me parece bien. Después de montarme, me la comes. Pero primero, el perrito.

-      Ok.

Cuando se incorporaba, para prepararse para la posición perruna, salió un borbotón de leche, que no dejó de aprovechar. Mientras se colocaba en posición, siguiendo mis instrucciones, y con su mano a modo de cuenco, recogía toda la leche que salía y se la comía. Sin duda, Susana, sería una verdadera “guarrilla” sexual el resto de su vida. No me quedaba ninguna duda.

Mi polla, como siempre, inalterable. Seguía dura, y preparada para la siguiente posición.

Cuando empecé a metérsela, aquella conchita ya se notaba de otra forma, más flexible, más profunda. De todos modos, no quise ser brusco, y se la metí nuevamente muy despacio.

Comenzar a follarla, sin llegársela a meter del todo, y empezar a correrse, todo fue uno.

Al tener que sujetarse con las manos, y no poder morder nada, los gritos empezaron a surgir y Elena, tuvo que venir a echarle la bronca.

-      Joder, Susana, se va a enterar todo el mundo. Tengo la televisión alta y a pesar de eso, solo te oye a ti.

-      Perdón.

Al ver que la posición era la del perrito, le facilitó una pequeña toallita de bidé, para que la mordiese.

Seguíamos follando. Aunque no llegaba a meterle todo mi manubrio, no quería molestarla en el fondo de su vagina, aún. En la posición de amazona después, ella misma podría controlar cuánta polla querría dentro de ella.

Los orgasmos se sucedían, y los gemidos también a pesar de la toallita en su boca.

-      Uyyyyy... Ahhhh... Ssssssssi...

-      Fsssss... Ññññññ... Fggggg...

En un momento de descanso de su mano derecha, sacaba la toallita y decía, entre bromista y cachonda:

-

-      Joder, Joder, Joder, Arturito. Eres un follador superfragilísticoespialidoso...

-      Si no fuese, porque hice antes caca, creo que me hubiese podido cagar de gusto, en esta última follada, vamos súper follada que me has dado...

Volvía a la toallita para evitar la policía.

Hacía ruidos que jamás había oído antes, entre la boca cerrada y su nariz.

-      Hkkkmmmufakfauuanu... ifkqkkfijvvnv... opuvnkfnrjnv...

Notaba la intensidad de sus corridas, por el modo de arquear sus caderas, que tenía cogidas con mis manos, para controlar las entradas y salidas de mi polla.

Después de una súper serie, de unas treinta embestidas de mi polla seguidas, escupió la toallita.

-      Joder, joder, joder...

-      Joder, Arturito, qué placer...

-      Joder, cuánto placer...

-      Jamás había disfrutado tanto...

-      Joder, joder, joder... Arturito. Eres un puto crac.

-      Cabrón, cabrón, cabrón..., qué gusto me das.

Llevábamos follando a perrito una media hora, y el entumecimiento de nuestras articulaciones se resentía.

-      Arturito, córrete otra vez, quiero sentir la leche en esta posición también.

-      Vale, Susana. Pero antes, vuelve a meterte la toallita en la boca, para que tu tía no se cabree.

-      Vale.

El desvirgador de la tarde soltaba su segunda leche, que al igual que en la ocasión anterior, llenaba plenamente los mínimos recovecos libres de aquella recién estrenada cueva.

Los gestos de placer de Susana, se incrementaban, sin duda, al recibir esta segunda leche. Esta posición, es mucho satisfactoria para algunas mujeres, aunque suele molestarles una polla grande.

Susana, seguramente era acreedora de una profundísima vagina, y no tendría jamás ningún problema con pollas enormes.

Esta joven desvirgada era muy sexual, muy “putáncana”, muy súper guarrilla, pero no incansable.

Descansó unos minutos, no sin antes llevarse a la boca todo lo que salía por su coño. Toda mi leche, y todos aquellos fluidos internos suyos, iban directamente a su boca.

-      Qué rica.

Lamía y relamía con cara de golosa pervertida.

-      Joder, qué rica, tu leche. El sábado, como pueda, me las zampo todas.

Pensé que me diría que ya era suficiente, pero creo que tenía en la cabeza, que la posición de amazona, era la idónea para terminar de flexibilizar su recién estrenado coño, y prepararlo para el muelle.

-      Vamos, Arturito, cabronazo, que me toca montarte.

-      Estupendo, zorrona. Estoy dispuesto.

Mi polla seguía sin problemas. Es una herramienta única. Ésta sí que era incansable.

Querido diario, la cabalgada fue espectacular.

Susana, era ya una auténtica maestra del sexo, y esta prueba final ponía el epílogo a su adiestramiento.

Se acopló encima de mí.

Cogió mi polla como una maestra, y se la plantó de un golpe en su interior hasta la mitad, al menos.

Con sus caderas, y ejerciendo control sobre sus piernas, iba introduciendo el resto de mi polla en su interior, poco a poco.

Practicó como le había enseñado.

Poco a poco, subía y bajaba.

Cuando ella lo consideró oportuno, se dejó caer despacio hasta sentirse llena del todo.

Mi enorme polla, no conseguía entrar del todo, pero apenas le faltaban dos o tres centímetros.

Empezó a cabalgarme, y enseguida llegaban los orgasmos y los gemidos.

Altísimos gemidos de placer, adormecidos por la toallita de su boca, que como sabia maestra, se había colocado previamente.

-      Ahhhh.... Ssssssi.... Uyyyyyy....

No dejaba de gemir.

Yo, en mi papel:

-      Guarrindonga, fóllame.

-      Jodida puta, menea tu puto culo.

-      Susana, putísima..., deja que ese coño se abra al máximo.

Así estaría más de una hora. Susana, era incansable en aquella posición. Mi polla también era incansable recibiendo placer.

Aquella montadora, aprendiz de jinete, descubriría en aquel momento, el deporte que más le gustaría el resto de su vida: la hípica.

Cuando Susana estaba en todo su esplendor, corriéndose, enrojecida y con la respiración súper alterada, Elena, entró acelerada.

-      Susana, tu madre.

-      ¿Qué?

-      Me ha llamado, por si queríamos algo de cenar. Estará aquí en 5 minutos.

-      Joder.

-      Tranquilas, les dije.

Dirigiéndome a Elena, le dije que le contase a su hermana, que Susana tenía un examen, y que la estaba ayudando a prepararlo. Solo teníamos que vestirnos, airear la habitación, y teatralizar que estábamos estudiando.

-      Vale. (Dijo, Elena).

-      Vale. (Dijo, Susana).

La amazona viciosa, seguía clavada en mi polla sin dejar de moverse ni un solo segundo.

Mi polla estaba durísima, creo, que más dura que nunca.

Pasados esos segundos de confusión, la viciosa de Susana, me dijo:

-      Tenemos unos minutos. Quiero correrme otra vez, y quiero que me eches la leche.

-      ¿Seguro?

-      Sí. Ahora echo el cerrojo, y así no nos pilla. Luego nos arreglamos y montamos la escena del estudio. ¿Vale?

-      Vale.

Empezó a cabalgarme por última vez, olvidándose de la toallita en su boca. Obviamente, gritaba como loca de atar.

Elena nos gritaba:

-      Joder, Susana, no grites, joder..., que llega tu madre. Oigo el coche. Tú madre nos va a matar...

La guarrilla, a lo suyo..., quería otra leche a toda costa.

-      Vamos, Arturito. Córrete.

Le di mi tercera leche. Creía que sería la última, pero me equivocaba.

Al sentir la leche volvía a correrse, aunque intentaba contenerse de gritar, poniéndose las dos manos en la boca...

-      Uhmmm... Uhmmm...

-      Coño, Arturito, cada vez me follas mejor y me corro más y más.

-      Eres una puta de primera.

-      Tú, un cabronazo único.

-      Tu madre, nos pilla.

-      Calla, gilipollas y échame tu puta leche de una vez.

-      Vale, zorra. Dame otro envite, lo más fuerte que puedas y te la echo.

Su coño estaba preparado para el resto de su vida, y los millones de pollas que se clavaría.

Subía y bajaba como una máquina.

-      Toma, cabrón.

Mi leche explotaba en su interior. Dos, tres, cuatro golpetazos.

-      Toma, puta.

Oíamos la puerta y el saludo de las hermanas.

-      “Hola chacha”.

-      “¿La niña?”

-      “En su cuarto con Arturito, ayudándole con un examen”.

Susana, saltó de la cama y fue a cerrar el cerrojo mientras se ponía la mano en el coño, para que no se le saliese nada de leche, mientras me decía:

-      Por los pelos...

-      Que jetaza tienes...

Volvía a la cama aún alterada por su último súper orgasmo, a rechupetear toda aquella leche que se le salía del coño y corría por sus muslos...

-      Qué rica... (Susurraba, poniendo cara de auténtica viciosa).

Treinta segundos después, Susana madre, tocaba a la puerta.

-      Hola, chicos. Hola, Arturito. Ya me ha contado Elena, lo que estáis haciendo. Susana, pon atención y aprende todo lo que te enseña Arturito. ¿Os falta mucho?

-      Hola, Susana. (Contesté).

-      Hola, mami. Nos queda una media hora, más o menos. Tengo que hacer una prueba práctica. Arturito, me va a hacer una prueba “oral” ahora mismo.

-      Vale, peque. Os preparo cena. Un beso.

Mi cara de extrañeza lo decía todo, aunque me lo estaba imaginando por su tonillo de la “prueba oral”.

-      ¿Media hora?

-      Sí, el tiempo de hacerte una buena mamada. ¿No? Quiero tragarme toda tu lechaza.

-      Vale, Susana, llevo follándote casi cinco horas, y cada minuto que pasa eres más puta.

Su cara lo decía todo.

Realmente, no me extrañaba. Sin duda, Susana, era y sería, una auténtica bomba sexual el resto de su vida.

Nos pusimos manos a la obra, mejor dicho, boca a la polla.

Esperaba que no se corriese grandilocuentemente, si se corría en algún momento de la mamada.

Realmente, Susana, no sabía comer una polla en condiciones, pero aprendió enseguida, siguiendo mis pedagógicas instrucciones.

Yo, allí tumbado, con mi enorme polla como mástil de una gran bandera.

Ella inclinada sobre mi polla, empezando a hacer una buena mamada, pues después de unos primeros minutos de irregularidades, me sorprendía como una verdadera profesional de las mamadas.

Los minutos pasaban y ella quería su leche, su cuarta leche...

Dejó de mamarla.

-      Córrete cuando quieras.

-      Ok.

Abrí el grifo.

Mi leche inundaba su boca y ella, tragadora impertérrita, deglutía la leche poco a poco, saboreándola, pero daba arcadas, por un golpe de tos.

Mi humor salía:

-      Jodida zorra... ¿Te pasa algo? ¿Tragas o no tragas? Si vomitas la leche, vas a volver a tragártela toda enterita...

Mientras terminaba de tragarse los últimos restos, aunque enrojecida por el ataque de tos, apretó mi polla con sus labios, limpiando eficazmente, mi sable aún duro.

Inclinó después, su cabeza hacia atrás, disfrutando de los últimos fluidos, mientras se tocaba su coño, forzaba su boca cerrándola, y se corría por última vez, aquella tarde noche, haciendo un gruñido comprimido.

-      Ummm...

Se acercó a mí..., me susurró:

-      Joder, Arturito, eres todo un auténtico maestro. Jamás pensé que podrías darme tanto placer.

Me levanté, me vestí.

Ella, aún permaneció ensimismada en la cama.

Su cara de enorme guarrilla destacaba, indudablemente, sobre todo su cuerpo.

Se vestía y abría las ventanas, para que el aroma de sexo empezase a desaparecer.

Cuando me despedía de Susana, saliendo de su habitación ya vestido, y aparentemente de estudiar, se acercó, me dio un beso en la mejilla, y me dijo:

-      Quiero volver a repetirlo, Arturito. Ha sido sensacional. Cabronazo follador.

-      Cuando quieras, Susana, pero con una condición.

-      ¿Cuál?

-      Hacer un trío, junto a mi novia. Quiero darle esa sorpresa. Quiere vivir esa experiencia.

-      Vale, pero con otra condición.

-      ¿Cuál?

-      Otro día vendrás a follarme a mí y a mis dos mejores amigas, durante toda una jodida noche. ¿Vale?

-      ¡Trato hecho!

Habían transcurrido, prácticamente, seis horas de sexo de altísima intensidad, yo me había corrido cuatro veces, mientras que Susana, había tenido incontables orgasmos..., al menos calculé mentalmente, que más de cincuenta.

Fui al baño más próximo, el que utilizaba Susana, y traté de acicalarme, para que su madre no notase nada.

La cena fue exquisita. Estaba hambriento. Susana hija, no tenía demasiada hambre. Susana madre, no dejó de agradecerme mis esfuerzos:

-      No sé cómo agradecerte lo que estás haciendo por Susana.

Yo pensaba para mis adentros, que sí se me ocurría una forma, aunque no podía decirle lo que estaba pensando en ese momento.

-      Tranquila, Susana, ha sido un auténtico placer ayudar a tu hija con su problemilla. Creo que aprobará su examen con nota.

Susana hija, solo miraba. En algún momento de la noche, si no lo notaba su madre, sacaba levemente su lengua, y se la pasaba por los labios como una auténtica viciosa buscona, mientras me miraba.

Elena, me miraba sonriendo levemente. Mi humor especial la había dejado anonadada, mientras decía también con un puntito de sorna, apenas imperceptible:

El sábado te toca ayudarnos a Gema y a mí.

FIN.

PEPOTECR.