Arresto
Continuación del relato "La silenciosa noche"
-Oh, vamos, ¿no eres capaz de nada más?-susurró una voz a escasos centímetros de su boca.
-Puedo aún más, putilla-le respondió bravucón Robert, que se encontraba tumbado boca arriba en la oscuridad. El joven sintió una ligera bofetada en su mejilla.
-No seas maleducado, o me enfadaré-le respondió la voz. La joven contoneaba sus caderas y se hincaba la polla de Robert hasta el fondo. Su vagina rebotaba contra la cintura del joven. Ella gemía con cierta desesperación y arañó el pecho de Robert. Robert llevó sus manos a los grandes senos de ella y los estrujó.
-Bebe de ellos, bebe-le dijo la voz y la joven se inclinó. Robert llevó uno de los pechos a su boca y succionó del pezón. La joven ahogó un gemido de placer cuando el joven empezó a mordisquear su pezón. Robert no era capaz de ver a la joven, únicamente sentía su calor interno, escuchaba sus gemidos y ruiditos, besaba aquella piel ardiente, tocaba su culo y aquellos senos que lo enloquecían.
Se produjo un ruido tras la espalda de la joven, y Robert intentó averiguar que era, pero la joven le atrapó el rostro con las manos y lo obligó a seguir lamiendo su pezón. Se escuchó una risa juvenil.
-Son unas amigas, que vienen a pasar un rato agradable-le dijo la voz.
Robert intentó vislumbrar algo a su alrededor y consiguió observar una mesa llena de peluches, que él creía haberlos visto en algún lugar, y a dos jóvenes. Una tenía el pelo castaño y llevaba un farolillo de luz, la otra era rubia. Ambas estaban desnudas, exceptuando unos zapatos de tacón que llevaba la rubia en sus pies.
-Me han dicho que me has visto masturbándome-le dijo Tania con una sonrisa traviesa. La rubia sonrió ampliamente y le pegó una palmada en el culo. Tania se acercó a Robert, quien tenía su vista clavada en el cuerpo espectacular de Clara y Tania y seguía lamiendo el pezón de la otra joven. La chica le cogió la mano izquierda al joven y se la llevó hacia su vagina, aquella vagina con el vello púbico recortado en forma de punta de flecha estrechísima. La joven se puso de rodillas y le cerró el puño, exceptuando el dedo corazón, el cual se metió en la boca y empezó a lamer con la lengua. Detrás de Tania, Clara tenía las piernas un poco abiertas y se estaba estimulando el clítoris con una mano y con la otra, se estrujaba el pecho izquierdo.
-Fóllame,Robert-le susurraba Clara, como aquella vez cuando su novio había cortado con ella y Clara envió aquel mensaje a Robert-quiero que me folles y me metas en la boca aquel tanga blanco que me robaste-añadió ella. Tania se levantó y se introdujo el dedo corazón de la mano de Robert entre sus labios vaginales. Ella le apretó la mano y marcaba el ritmo.
-Nota como me puse cuando me dijeron que me habías visto saciando mi sed sexual-le susurraba-fóllame, Robert, vísteme con el tanga amarillo con los bordes morados que me robaste y apártalo mientras me la metes.
-Este cuerpo es sólo mío-les contestó la joven que cabalgaba a Robert, cuyo rostro estaba a oscuras y su cuerpo ligeramente iluminado por la luz del farolillo. La luz resbalaba por su hombro izquierdo, iluminando tenuemente un mechón de pelo pelirrojo y la curvatura del seno izquierdo.
-Yo no pienso compartirlo con una como tú-espetó Clara y empujó a Tania hacia la cama, cayendo la muchaba sobre el pecho de Robert. Tania se irguió sobre sus manos y sus rodillas y Robert tuvo ante sí la visión de sus pechos colgando con aquellos pezones que le resultaban al joven tan apetitosos. Por entre las piernas de la joven, Robert podía atisbar el coño depilado de Clara, su cintura y el principio de sus muslos prietos.
<>.
-Te voy a follar, Tania, y quiero que chilles y me pidas más-hubo un silencio, sólo roto por el ruido que provocaba el choque de las caderas de la joven sobre la cintura de Robert-te voy a meter la punta de este tacón-añadió Clara. Los pechos de Tania se estremecieron y empezaron a moverse hacia delante y hacia atrás al ritmo de la velocidad con la que Clara le introducía la punta de su tacón. La joven que cabalgaba a Robert le daba tortazos en el culo a Tania y la pobre sólo podía gemir y pedir más y más. Robert sentía que estaba a punto de correrse e intentó quitar a la joven, pero ésta soltó una risilla y se lo impidió.
-No puedes irte-le dijo Tania con una voz extraña.
-Quiero correrme en tu cara, Tania-suplicó el joven, al tiempo que notaba como su leche inundaba el coñito de la joven...
Robert abrió los ojos y se sobresaltó, apartando las sábanas que cubrían su cuerpo.
-Era un puto sueño-se quejó, notando una humedad en sus calzoncillos-estupendo, sólo me faltaba eso-dijo y se volvió a dejar caer sobre la cama dura. Miró al techo, apesumbrado, mientras recordaba los sucesos que le habían acontecido hacía poco. Él caminando por una cuesta, había visto unos bonitos tacones y un bolso, se acercó curioso a ellos y escuchó de nuevo aquellos terribles sonidos y la discusión en aquel idioma extraño que había escuchado junto con Tania en el parque... Había huido hacia su casa, llevándose los tacones. Los guardó junto con la colección de tangas que poseía, escogió el de Tania para aquella ocasión y lo frotó contra su miembro ya endurecido. Puso en el Reproductor DVD el disco que Christian había grabado y suspiró cuando vió a Tania sentada y besando aquel consolador morado. Siguió frotando su miembro con el tanga de ella mientras la joven empezaba a pasar los deditos por sus braguitas y entonces, de repente, la puerta de su cuarto se abrió. El joven apenas tuvo tiempo de arrojar aquel tanga con los demás, cerrar con el pie la tapa de madera del cofrecito donde los guardaba como un tesoro y levantarse para tapar la imagen con su cuerpo mientras se subía los pantalones. En la puerta de su cuarto,recortados contra la luz del pasillo, había dos agentes de policía, con las manos sobre los mangos de sus pistolas. Una mujer, quien decía llamarse Sofía, y un hombre, Rafael. Robert reconoció a Sofía, era la mujer guapa que les enseñaba lecciones de taekwondo. El hombre le anunció que estaba detenido por violar a Clara Benítez. Robert se había puesto muy nervioso, había intentado huir del cuarto pero el hombre lo inmovilizó y lo tiró contra la cama. No olvidaría la cara de sorpresa de Sofía cuando observó en la TV a Tania bajándose las braguitas hasta los tobillos, ni tampoco la cara asustada de su hermanita pequeña, de once años, apoyada contra el marco de la puerta y tapándose la boca con una manita mientras miraba la TV. Lo habían llevado a la comisaría, le habían interrogado, luego a prisión. Robert no entendía nada, apenas le pudo contar algo a los agentes. Él no les dijo nada sobre la partida de póker, ni sobre aquel vídeo que habían visto, y apenas pudo contarles algo sobre lo acontecido tras las 10 de la noche pues se había emborracho. Les confesó que había encontrado los tacones, que ellos le dijeron que pertenecían a Clara, pero Robert juró que no la había visto en la calle.
-Sólo escuché unos ruidos extraños y una discusión violenta en un idioma extraño-añadió el muchacho acalorado y nervioso. Se arrepintió al instante de decirlo. Ahora sí que no le creerían.
-Por favor, Clara, yo no te he violado, no me guardes rencor por lo que sucedió aquel día-se dijo el joven para sí en un tono bajísimo. Estaba seguro que Clara, astutamente, le había tendido una trampa por habérsela follado mientras estaba borracha.
<>.
Robert ocultó su rostro con sus manos, y un policía apareció ante él, tras la verja y le anunció una visita.
-Deberías descansar-le aconsejó Rafael, con el entrecejo fruncido y los ojos grises llenos de preocupación.
-No puedo, Rafa, gracias por el consejo-contestó Sofía, restregándose el ojo derecho y sentándose-esto me desborda-añadió y cerró el puño y lo estampó contra la mesa. Algunos papeles temblaron y se hizo daño, pero no le importó.
-No tienes la responsabilidad de que fuera Clara-intentó animarla Rafa, pasándole un brazo por el hombro. Rafa era mayor que Clara, tendría unos 42 años, con algunas canas en su pelo negro, una barba de dos días y un diente menos en su sonrisa blanca, producto de una redada turbulenta, como él explicaba. Era comprensivo, atento y encantador.
-Me siento inútil-explicó Sofía y se alejó de Rafa y escrutó por la ventana de cristal. Fuera de su oficina, la comisaría estaba sumida en la oscuridad. Alguien tocó la puerta y entró. Era Nick, que traía dos cafés calientes. Le dio uno a Rafa y otro a Sofía. Ésta, dejó el suyo en la mesa y le hizo una señal a Nick para que la acompaña. Susurró buenas noches a Rafa y se marcharon de la comisaría.
-Necesito respirar aire fresco-dijo Sofía, a modo de aclaración. Aquel joven al que habían detenido...Lo recordaba, era uno de sus alumnos en taekwondo. Y ni siquiera se había percatado de que aquel joven era peligroso.
-Oye, Sofía, tranquilízate.
-Estoy tranquila-le replicó ella.
-No lo estás-aclaró él-estás a punto de hacerte sangre en la mano-añadió y cogió la mano derecha de Sofía. Ésta comprobó que aquello era cierto. Había cerrado tanto el puño...El contacto de Nick hizo que cesara la presión.
-Oh, Nick-susurró ella, y se lanzó a su pecho. Apretó al joven contra su pecho e intentó frenar las lágrimas de sus ojos. Había sido Sofía quien había encontrado a Clara sentada, apoyada la espalda contra una farola rota de un callejón, a unos cien metros de donde el chico aseguraba que había cogido sus tacones. La joven estaba inconsciente, desnuda, con los restos de su ropa en sus dos manos...
-Vamos, tranquila, ella está bien-la animó Nick, acariciándole la espalda.
Sofía se dió cuenta de la situación tan vergonzosa, y se apresuró a alejarse de Nick.
-No volverá a ocurrir-le aclaró e intentó ocultar la ruborización de sus mejillas con su pelo. El joven titubeó y se acercó a ella, agarrando suavemente su codo.
-Sofía, yo...-le dijo él, pero se interrumpió. Sus ojos estaban brillantes y los labios le temblaban-yo...te voy a proteger.
<
-No me sucederá nada, los ataques son entre las jovencitas, yo soy demasiado madura ya-le aclaró ella.
-Tienes 30 años, tienes un cuerpo...-replicó él, algo enfadado, pero enseguida enmudeció-quiero decir, yo...
Sofía miraba al joven, con los ojos extrañados. Nick se había comportado de una forma rara en el último día. Estaba, más...¿protector?. Enseguida, algo apareció en su mente y soltó una carcajada seca.
-Estás celoso de Rafa, ¿no?-le dijo. El muchacho se azoró y negó con la cabeza.
-Él tiene una novia, yo no me meto entre parejas y no me gusta Rafa-le aclaró ella. El joven le cogió la mano izquierda y se acercó a ella, besándola. La acción pilló por sorpresa a Sofía, quien no abrió sus labios y se quedó paralizada. El joven se separó de ella, visiblemente inquieto.
-No volverá a suceder-le dijo. Ella se acercó a él y le agarró por los hombros.
-Sí volverá a suceder-le respondió y le depositó un suave beso sobre sus labios. Las bocas de ambos se abrieron y sus lenguas se encontraron, danzando entre ellas.
-Vámonos a otro sitio, estamos junto a la comisaría-le dijo ella, en un susurro al oído. Los dos se separaron al instante y siguieron caminando por la calle, con los corazones latiendo con fuerza y mirándose de reojo. A los diez pasos, se cogieron de las manos. Pasaron junto a un callejón oscuro y el joven giró hacia aquel sitio. Sofía se mostró al principio reticiente, pero le siguió cuando él le volvió a besar, esta vez, más apasionadamente.
-Aquí nadie nos verá-le dijo él, situándola tras un contenedor que apenas tapaba a Sofía la cintura.
-Oh, sí, nadie nos verá, exceptuando a algún vagabundo, algún gato, ratas, lagartijas, algún ciudadano que tire la basura-le decía ella, besándolo y abrazando sus hombros.
-Un ciudadano responsable-le contestó él, posando sus labios en el cuello de ella, delicadamente. Apenas una caricia que estremeció a Sofía.
-¿Qué pensarán de la policía si nos ven así?-le preguntó ella, pasando su lengua por los labios de él.
-Que tenemos necesidades básicas-le contestó el joven, sonriendo. Alzó una mano y acarició la mejilla y el cuello de Sofía.
-Besas muy bien para ser un novato entre la policía-bromeó ella, besándolo otra vez. Aquellos labios eran tan atractivos para ella...
-Imagínate cuando sea un oficial como tú-le insinuó él, deslizando su lengua por la comisura de los labios de ella. Las manos del joven recorrieron su espalda y se clavaron en las nalgas de ella.
-El novato se está tomando muchas libertades con la oficial-le regañó ella, y le propinó dos besos prolongados.
-¿No lo deseas?-le preguntó él, en un susurro al oído. Su voz acarició el oído de ella, y la volvió a estremecer.
-Sí, lo deseo-le contestó. Él sonrió y se arrodilló ante ella. Sin dejar de mirarla a los ojos, le desabrochó el cinturón y le bajó los pantalones, revelando unas piernas bronceadas y fuertes. El joven besó sus muslos, prietos, y poco a poco ascendió hacia arriba, deslizando su lengua y sus labios. Una de sus manos ascendió hasta sus braguitas grises, donde Sofía ya notaba una pequeña humedad. Sofía se mordió la lengua, mientras la mano del joven abarcaba su vagina y se posaba sobre sus braguitas, y su boca y lengua iban ascendiendo hacia allí, dibujando círculos sobre su piel.
-Oh, Nick-susurró ella, apoyando sus manos en su cabeza. Sofía había fantaseado con Nick, había conversado con él viéndolo como amigo pero como amante en sueños y masturbaciones. Y ahora, ahora el joven estaba bajándole las braguitas, y las deslizó hasta los tobillos, junto a sus pantalones. Nick alzó su rostro y lo situó justo enfrente de su vagina, ella notaba el aliento del joven en aquella zona y se excitó, abriendo un poco más sus piernas y moviendo ligeramente sus caderas. El joven encendió una linternita y observó su vagina.
-Eres muy atrevido-le dijo ella.
-Esto está a oscuras y quería ver tu tesoro, me gusta que tengas vello púbico-le contestó él, con una sonrisa.
-Tengo muy poco, por encima de la entrada-aclaró ella.
-Y oscuro-añadió él, antes de posar sus labios en el monte de Venus. Deslizó sus labios hasta el clitorís y lo besó. Ella empezó a gemir, disimuladamente. El joven movió su lengua por el clitorís y ella abrió la boca y gimió un poco más.
-¿Le sucede algo, agente?-preguntó una voz al principio del callejón. Sofía volvió la cabeza hacia aquel lugar e intentó cerrar las piernas pero las manos del joven lo evitó. Sofía miró hacia abajo durante un segundo y se encontró con la sonrisa traviesa del joven.
-No...no sucede nada, anciana-sonrió ella, mientras notaba como el joven empezaba a mover su lengua por su raja, de arriba abajo, y uno de sus dedos toqueteaba el clitorís. La anciana, algo regordeta, vestida con batín y al parecer con un peluquín, se desplazó las gafas hacia el borde de la nariz y la observó con una expresión suspicaz. Sofía forzó una sonrisa y posó una de sus manos en la tapadera del contenedor mientras aguantaba los gemidos.
-Hace una noche fría y hostil-le dijo la anciana, moviendo unos regordetes labios y mostrándole unos dientes amarillos.
-Pues sí-respondió Sofía y al instante cerró la boca en un intento por aguantar un gemido. Nick desplazaba el dedo con rapidez por el clítoris y su lengua estaba penetrando su vagina.
-Venía a tirar la basura, ¿sabe?-le dijo la anciana, abriendo la tapadera del contenedor que había a la entrada y tirando la bolsa negra.
-Mmm...bien....muy bien-susurró Sofía, intentando aflojar el nudo de la corbata de su uniforme. Sentía mucha calor y la ropa le sobraba.
-¿Se encuentra bien?-masculló la anciana, dando un paso al frente. Sofía alzó su mano y le indicó que se detuviera.
-Estoy...mmm...bien, gracias. Vigilando la zona...mmm...no pueden entrar civiles...es...ohh...peligroso, ¿sabe?-decía como podía Sofía, mientras las piernas le temblaban y sentía la proximidad de un orgasmo. Nick estaba penetrando su vagina con dos dedos y su lengua se concentraba en el clítoris.
-Eso está bien, los policías deben servir al ciudadano, protegiéndole y velando por su salud.
-Por...ohhh...supuesto, señora...mmmm...¿podría ir...oohh....se, síii?-le susurró ella, mordiéndose los labios y apretando la cabeza de Nick contra su vagina con una mano. Sus dedos se deslizaban rápidamente y su vagina empezaba a contraerse.
-Buenas noches, agente-le deseó la anciana.
-Ohhh, síii, buenas...oooh...noches-gimió ella, sin poder controlarse y sintiendo la lengua del joven bebiendo los líquidos que su vagina expulsaba. Las piernas le temblaban ligeramente y necesitaba besar con desesperación al joven. Éste se levantó y abrió su lengua, deseoso de sentir la lengua de ella. Justo entonces, el móvil sonó. Era el de Sofía. Ella se dispuso a cogerlo y el joven le aconsejó que no lo hiciera.
-Sigamos-decía él. Ella sonrió y empezó a manipular en el cinturón de él mientras escuchaba la voz de quien le había llamado. El joven le sonreía y observó un cambio en el rostro de ella. La mano de ella se detuvo y empujó a Nick hacia atrás.
-Gracias por la información-dijo y colgó el móvil, se agachó y se vistió.
-¿Quién era?-preguntó el joven, visiblemente preocupado y con un bulto en su pantalón.
-Es el comisario, quiere hablar conmigo. Me ha dicho que han soltado a Robert, alguien ha testificado a su favor-respondió ella con una expresión de ira en su rostro. Nick afirmó con la cabeza y se dispuso a seguirla. Ella se detuvo y se dió la vuelta, sonriendo.
-Te prometo que acabaremos lo que hemos empezado.
-¡Oh, profe pero si he hecho la tarea tal como me pidió, no me castigue, por favor!-gimió la mujer, mientras el hombre le azotaba el culo. La mujer, de unos 27 años, tenía el pelo oscuro, recogido en dos coletas, se había maquillado con coloretes en las mejillas, tenía la nariz respingona y vestía una camisa desabotonada y blanca, algo pequeña pues le llegaba por encima del ombligo. La faldita a cuadros que había llevado puesta hacía escasos unos minutos estaba tirada en el suelo. El culito,respingón, temblaba con cada palmada.
-No has hecho bien tu tarea, ahora tu castigo-gruñó el hombre, tirando de las dos coletas hacia atrás. La mujer, de cuerpo delgado, con unos senos pequeños y firmes, soltó un gemidito de dolor y se giró hacia el hombre. Éste, cogió su cabeza con una mano y con la otra se bajó los calzoncillos, revelando un pene erecto y duro. La mujer, obediente, se dispuso a metérselo en la boca.
<>.
El hombre le marcaba el ritmo a la mujer cogiendo su cabeza. La visión de sus coletas moviéndose tras su espalda lo excitaba mucho. El hombre alzó su mirada un instante hacia la ventana, donde vislumbró a un cuervo negro con los ojillos rojos.
-Mierda...-masculló y detuvo a la mujer.
-¿No te gusta? Puedo hacerlo de otra forma-dijo la mujer con un tono asustado.
-No es eso, tengo que atender unos asuntos, vete-le espetó éste y depositó un beso en los labios de ella. La mujer salió de la habitación, llevando la faldita en sus manos y sus braguitas, visiblemente preocupada.
El hombre se puso los calzoncillos y los pantalones y marchó hacia la ventana, abriendo. El cuervo revoloteó y se sentó en la cama, justo donde la mujer había estado recibiendo su castigo antes. El hombre enarcó una ceja.
-¿Cuánto tiempo has estado espiándome, bribón?. Se escuchó el sonido de un portazo y el hombre soltó un suspiro y se sentó junto al cuervo. Los ojos grises del hombre se clavaron en los rojos del cuervo. Ante el hombre, apareció una habitación amplia, polvorienta y casi a oscuras, a excepción de un pequeño haz de luz lunar que caía sobre el armario y una lámpara encendida que iluminaba parcialmente el rostro de un hombre, sentado tras una mesa.
-Espero no haberte molestado-susurró el hombre.
-Para nada, sólo me has costado un polvo y una posible reconciliación-masculló Rafael, visiblemente enojado. El otro soltó una risilla y se pasó una mano por la melena que le ocultaba la oreja izquierda.
-Lo siento, luego te pasaré algún vídeo y así te entretienes y te complaces.
-¿Qué quieres?-preguntó secamente Rafael.El otro se quedó un instante en silencio.
-¿Ha funcionado lo del chico?
-No, lo han soltado. Sólo has conseguido marear la perdiz por un día.
-Algo es algo. Estoy interesado en saber cómo es posible que lo hayan soltado, ella creía haberlo visto.
-No tengo acceso a esa información, quizás mañana sepa los detalles-dijo Rafa, encogiéndose de hombros. El otro asintió levemente.
-¿Sabes quién se coló en la oficina?
-Sí, un joven novato. Nick. Y al parecer, animado por la agente Sofía. Los ví besándose fuera de la comisaría hoy.
-¡Oh!-exclamó levemente el hombre, sonriendo y mostrando a Rafael el brillo de un diente dorado que poseía-así que la tía de la chica...¿Clara, de 18 años?, menudo coño tiene...
-¿Qué quieres que haga con el novato?-le preguntó Rafael.
-¿Asesinarlo? ¿Erradicarlo de la faz de la Tierra? Que te hayas encariñado del coñito de esa agente no te da permiso para hacer una estupidez-le espetó el otro hombre.
-¿Cómo sabías que...?-preguntó Rafa, asombrado. A nadie había dicho que le gustaba Sofía.
-Te conozco desde hace tiempo...Conozco tus reacciones, tus prontos. Leo tus inquietudes en tu rostro. No harás nada a ese tal Nick, de ellos me ocupo yo-dijo, con una sonrisa feroz-yo y nuestro amigo Barti, ¿verdad?-el cuervo asintió levemente la cabeza.
-No me gusta este tipo de conversación-confesó Rafa.
-Es la mejor posible, tú en tu casa y yo en la mía. Nadie sospecharía. Si nos vieran en una cafetería o algo, podría atraer miradas-le explicó el otro.
-¿Cuándo vas a terminar con los...ataques? Se están haciendo algo llamativos, al comisario le cuesta más ocultarlos-le dijo Rafa.
-Tranquilo, esto terminará cuando tenga que terminar, por ahora, el hecho de que el comisario oculte los casos o los publique no me afecta. Si los publica, habrá menos chicas en la calle y tendré que atacar sus tiernos hogares-decía con una sonrisa cruel-ellas vestidas con sus pijamas, siendo despertadas de su apacible sueño por un monstruo feo y horripilante, no por Barti, que usa unos disfraces algo más gratos a la vista humana, ellas soltando un chillido de terror y luego...-el hombre se calló y empezó a reírse disimuladamente.
¿Y el próximo pago...?-preguntó Rafa.
-No sabía que estuvieras tan interesado en el dinero-suspiró el hombre-en la papelera del parque, la que está medio rota junto al árbol podrido y mohoso, estará en una bolsa mugrienta, y que rezumará un líquido verde pegajoso y que huele fatal. Lleva una bolsa impermeable o una bolsa de plástico, y ciérrala bien. Ve sobre la madrugada, allí hay menos gente...
-¿No sería mejor que fuera a tu lib...?-preguntó Rafa.
-Para nada-le interrumpió el otro, con un brillo feroz en la mirada-ni se te ocurra acercarte aquí-hubo un silencio y añadió-que pases una buena noche, querido sobrino- el cuervo cerró los ojos y agitó sus alas, levantando el vuelo y se lanzó hacia la fría noche graznando furioso.