Arreglando la familia 1
Una familia está a punto de romperse. Los hijos intentarán solucionarlo a su manera
Las cosas no suceden por casualidad. Pero si aprovechas las casualidades, puedes lograr que sucedan cosas.
Me llamo Nesto, tengo 30 años y una hermana gemela que se llama Vicki. Dicen que los gemelos pueden sentir lo que sienten sus hermanos incluso a distancia. Si eso es verdad, mi hermana y yo no estamos tan unidos. Pero sí que con sólo mirarnos podemos saber cómo nos sentimos: tristes, alegres, preocupados, melancólicos e incluso cachondos perdidos.
Siempre hemos estado muy unidos y creo que puedo decir que somos los mejores amigos que tenemos ambos. Entre nosotros no ha habido nunca secretos y siempre nos hemos apoyado el uno al otro sin reservas.
Falta presentar a mis padres: fueron un matrimonio muy joven. Apenas pasaban de la veintena cuando se fueron a vivir juntos y poco después se casaron al saber que iban a ser padres. Creo recordar que mi madre Mamen (de Maricarmen) tenía 23 y mi padre Alf (de Alfredo) 24. Son dos personas alegres y abiertas. Cuando llegó el momento de las "preguntitas" de los hijos no se anduvieron con la tontería de que papá le da una semillita a mamá y nace un hijo. Recuerdo que consiguieron no sé dónde una cinta de video en la que por medio de dibujos animados contaba todo el proceso de la reproducción.
Me imagino que Vicki y yo tendríamos los ojos como platos al verlo. Pero al menos nunca tuvieron reparos en aclararnos nuestras dudas en cuanto al sexo. Y cuando nuestros amigos del colegio nos contaban las tonterías que habían escuchado de otros chavales, nosotros ya éramos licenciados en la materia. Eso sí, nos faltaban las clases prácticas. Pero todo llegaría en su momento.
Hechas las presentaciones, vayamos a lo que sucedió hace casi diez años.
Con veinte años tiene uno las hormonas dando botes y yo no era menos. Pasado ya el acné juvenil, puedo decir sin falsa modestia que estaba, y todavía estoy, muy bien formado. Era alto, tenía el pelo corto muy negro y los ojos color miel herencia de mi madre.
Vicki era casi tan alta como yo y tenía un cuerpo de escándalo. La melena hasta casi la mitad de la espalda igual de negra y los ojos del mismo color miel.
Todo comenzó un día de verano. Vicki entró en mi habitación, como casi siempre, sin llamar mientras yo echaba una siesta. Debido al calor estaba tirado sobre la cama con un simple pantalón de deporte. Ella y yo nos habíamos visto desnudos miles de veces, así que no me preocupé lo más mínimo, aunque sí me molestó un poco que entrase de improviso. Llevaba puesta una de sus minifaldas RC (a Ras de Culo) y un top.
—
Lo de llamar a la puerta antes de entrar lo llevamos mal, ¿No?
—
protesté.
—
Anda. No protestes. Que no iba a ver nada que no haya visto antes
—
se defendió ella sentándose en la cama.
—
¿Qué pasa?
—
vi por su expresión que algo le preocupaba.
—
¿Te has fijado últimamente en papá y mamá? ¿No los notas raros?
—
Los veo como siempre. No he notado nada. ¿Te ha pasado algo con ellos?
—
No con nosotros. Entre ellos. Tengo la sensación de que algo no funciona ya como antes entre ellos. Los noto distantes. Tengo miedo de que terminen separándose
—
confesó mientras se retorcía las manos.
—
¿Lo has comentado con mamá?
—
Sí. Le pregunté qué le pasaba. Pero me ha contestado con evasivas. Como si no quisiese hablar del tema.
—
¿Quieres que lo intente yo?
—
le ofrecí. Me estaba empezando a preocupar a mí también.
—
Te contestará lo mismo
—
dijo encogiéndose de hombros desanimada.
—
Puedo intentarlo con papá.
—
Con él ya hablé yo
—
dijo con el tono de quien da una mala noticia.
—
¿Y qué te ha dicho?
—
Fue hace un par de meses. Cuando tú estabas en el hospital por aquel accidente de tráfico
—
lo recordaba perfectamente. Un conductor despistado se había subido a una acera y nos había llevado por delante a mí y a tres personas más. Me había costado casi un mes de hospital
—
. Mamá pasaba mucho tiempo contigo y una noche mientras cenábamos se nos fue la mano con el vino.
—
No sé cómo llegamos a hablar del tema
—
continuó
—
. Pero papá era el que iba más perjudicado y el vino le soltó la lengua. Me confesó que llevaban tiempo sin tener relaciones. Por lo visto no consigue… ya sabes.
—
¿Y qué más?
—
pregunté muerto de curiosidad.
—
Dijo que lo único que le ponía a tono de verdad era imaginarse todo tipo de perversiones. Desde hacer un trío, ver a mamá follando con otro, o incluso el incesto.
—
¿Pretendía acostarse contigo?
—
pregunté incrédulo.
—
Yo le dije que lo hablase con mamá. Tienen la suficiente confianza como para hablar de todo. Tal vez ella estuviese de acuerdo en entrar en su juego. Por preguntar no perdía nada. Pero me dijo que no se atrevía. Tenía miedo a que mamá se divorciase.
—
¿Y lo otro…?
—
la curiosidad me podía.
—
Pues lo otro, como tú dices… entre el alcohol, que los dos estábamos faltos de sexo últimamente y sus caricias que creía inocentes pero resultó que no o eran tanto…
—
Y follasteis
—
concluí.
—
Sí
—
reconoció bajando la mirada avergonzada.
Algo cambió dentro de mí en ese momento. Al imaginar a Vicki abierta de piernas mientras nuestro padre la penetraba dejé de verla como a mi hermana. Fue como si mi alma se trasladase fuera de mi cuerpo y la viese desde el punto de vista de un extraño a la familia.
Podía imaginarla jadeando en pleno éxtasis sexual. Ya sabía cómo jadeaba cuando se masturbaba. Cuando éramos más niños y empezamos a descubrir que lo de abajo servía para algo más que para mear, habíamos experimentado juntos debido a lo unidos que estábamos. Nos habíamos masturbado nuestras primeras veces juntos, uno frente al otro; picados por la curiosidad que despertaban nuestros recién descubiertos cuerpos. Pero aquel tiempo tiempo había pasado hacía años y no habíamos vuelto a hablar del tema.
De repente mi hermana era una mujer de infarto y mi padre un cabrón con suerte que se acostaba con ella.
—
Ahora dirás que soy una puta
—
gimoteó bajando la cabeza avergonzada.
—
Claro que no
—
contesté abrazándola
—
. Confieso que eso no lo esperaba. Supongo que son cosas que pueden pasar. Pero no creo que fuese buena idea.
—
Lo sé.
—
¿Pero cómo…? ¿Cuándo…?
—
no acertaba a hacer la pregunta adecuada.
—
Si te parece te hago un croquis
—
contestó molesta.
—
Pues casi lo necesito para hacerme una idea.
—
¿A qué te mando a la mierda? Ya sabía yo que era mejor no decir nada
—
ahora parecía ofendida por mi falta de empatía.
—
No seas tonta
—
la consolé abrazándola
—
. Es que me has pillado con el paso cambiado. No me esperaba esa bomba. No tienes por que contarme nada. Pero comprenderás que me quede de piedra.
—
Esa noche dormimos juntos
—
siguió contando. Parecía necesitar confesar para descargarse del peso que llevaba en el alma
—
.Y repetimos. Y al día siguiente volvimos a hacerlo. Y esta vez estábamos serenos. Sabíamos que estaba mal. Pero era como una droga. Era el primer hombre con el que lo hacía que sabía cómo complacer a una mujer. No te sientas ofendido, pero los maduros os dan mil vueltas a los jóvenes.
—
Y me imagino que para él follarse a una tía de tu edad sería como volver a la juventud. Mamá está muy buena. Pero la edad pesa. Aunque ella la lleva muy bien y sigue estando para mojar pan.
—
¡Serás cerdo!
—
protestó ella
—
. ¿Cómo se te ocurre hablar así de mamá?
—
¡Coño! Porque es verdad. Está muy buena. ¿O no? Además… ¿Con qué cara me puedes recriminar tú nada?
—
le espeté aunque me arrepentí mientras lo hacía.
Vicki me miró a los ojos fijamente. Vi que una lágrima asomaba a ellos. Su labio inferior comenzó a temblar. La había herido sin querer y eso me dolía en el alma.
—
Lo siento Vicki. No quería decir eso
—
dije intentando abrazarla de nuevo, pero ella se zafó de mis brazos.
—
Tienes razón. Soy una puta. Pero me da igual. No espero que lo entiendas. ¿Qué quieres por no decir nada?
—
preguntó mirándome orgullosa.
—
Parece mentira que me digas eso. Sabes que no quiero nada. Eres mi hermana y te quiero. No pretendía ofenderte y no diré nada a nadie. Lo siento mucho
—
dije bajando la cabeza y bajando de la cama por el lado contrario para ponerme las zapatillas. Me sentía ofendido.
Vicki se quedó mirándome. Una lágrima corría libre por su mejilla, pero su boca había dejado de temblar. Le di la espalda mientras me calzaba. De repente sentí sus brazos alrededor de mi pecho. Sus tetas se clavaban en mi espalda provocando que de nuevo mi pene comenzase a despertar a mi pesar. Su cara escondida en el hueco de mi cuello hizo que se me erizase el vello de la nuca. Podía sentir su respiración sobre mi piel.
Podía sentir sus tetas apretadas contra mi pecho. Por debajo del top pude sentir sus pezones y algo comenzó a hervir en mi interior. Mi polla comenzaba a despertar bajo la tela del pantalón a pesar de mí mismo.
—
Perdóname Nesto. No pretendía enfadarme contigo. Tienes derecho a pensar lo que quieras de mí. Me lo merezco.
—
No seré yo quién te juzgue, Vicki. Eres mi hermana y te quiero
—
contesté de la forma más suave posible. Eché un brazo hacia atrás y le acaricié el pelo. Ella dejó un pequeño beso sobre mi cuello que me erizó la piel
—
. Vuestro secreto está a salvo conmigo. No te preocupes.
—
Gracias Nesto. Eres el hermano más maravilloso del mundo
—
contestó ella agradecida. Su voz sonaba más animada y eso me alegró.
Fui a girarme para abrazarla y consolarla pero no me dejó. De repente su mano derecha bajó por mi pecho acariciándome hasta tocar mi polla. La acarició por encima del pantalón mientras se apretaba contra mí.
—
Pero sigues siendo un guarro por empalmarte con tu hermanita
—
dijo riendo mientras soltaba mi polla.
—
Será cabrona…
—
contesté riendo también
—
. Ahora debería obligarte a hacerme una paja. Si está así es por tu culpa.
—
¿Y no prefieres que te la chupe?
—
preguntó poniendo voz melosa.
Deshice el abrazo y me giré de golpe. Sin darle tiempo a reaccionar agarré su cabeza e hice el gesto de empujarla hacia abajo. Ella se sorprendió y me miró con los ojos como platos, asustada ante mi reacción. No dejé pasar más de un segundo que a ella se le hizo eterno. Después solté su cabeza y la miré.
—
Ahora sí que te acojonaste. ¿Eh?
—
dije sonriendo para tranquilizarla.
—
Cabrón
—
contestó ella recuperando el humor mientras me daba un puñetazo en el pecho.
—
Es parte de mi encanto
—
presumí mientras la abrazaba para hacerle sentir que todo estaba bien.
—
Joder. Tienes otro encanto por ahí abajo que no está nada mal
—
dijo al sentir mi polla contra su cuerpo
—
. Estás mejor servido que papá.
—
La raza, que mejora de generación en generación
—
aseguré yo sacando pecho en broma.
—
Nesto…
—
Vicki bajó la voz mientras se ruborizaba
—
. ¿Me dejas verla?
—
¿Eh?
—
contesté sorprendido
—
. ¿Verla? ¿Mi polla?
—
Claro, tonto. No va a ser el hígado.
—
Pero Vicki. Es que… me da vergüenza
—
reconocí.
—
Si ya te la vi antes.
—
Sí, coño. Pero éramos casi unos críos.
—
Para que no te de corte yo también me desnudaré. ¿Vale?
—
¿Pero a qué viene ese interés?
—
pregunté intrigado.
—
Quiero ver cómo es. Para comparar con la de papá.
Me lo pensé durante unos segundos. Era verdad que ya nos habíamos visto desnudos cuando éramos poco más que unos críos. Pero entonces ella apenas tenía unos granos en lugar de tetas, y ahora era una mujer espectacular. El morbo de verla desnuda me hizo aceptar.
—
De acuerdo
—
dije mientras tiraba de mi pantalón hacia abajo. Ella se sacó el top liberando sus firmes tetas. Los pezones comenzaban a endurecerse, excitada ante la perspectiva de ver una polla a escasos centímetros de ella o tal vez por el morbo de mostrarse desnuda ante un tío.
Con decisión bajó la cremallera de su minifalda y la bajó junto con el tanga mostrando un monte de Venus completamente depilado. Su visión hizo que me quedase paralizado mirando embelesado aquel sexo que parecía el más dulce manjar. Vicki dejó caer los brazos a lo largo de su cuerpo mostrándose totalmente desnuda. Su rostro estaba como una amapola. Mi polla reaccionó al instante y se puso dura como una piedra. Dejé caer el pantalón y me quedé en la misma posición que ella.
Sus ojos no se apartaban de mi polla que apuntaba desafiante al techo. Vi que se mordía el labio inferior. Parecía ansiosa de tirarse a por mi polla.
—
Es más grande que la de papá. ¿Puedo tocarla?
—
preguntó con timidez.
—
Creo que sí…
—
acerté a contestar mientras mis ojos iban de sus tetas a su sexo
—
. ¿Y yo?
—
Me parece justo
—
aceptó tras un titubeo.
Se acercó hasta que nuestros cuerpos casi se tocaron. Sus pezones llegaron a rozar mi pecho y vi que estaban más duros. Entonces alargó su mano y sus suaves dedos agarraron con cariño mi tronco provocando que una corriente atravesase mi cuerpo de arriba a abajo. Vicki cerró los ojos un instante y enseguida miró hacia abajo. Un par de segundos después alargué yo mi mano y toqué una de sus tetas. Acaricié el pezón y este se puso más duro todavía. Vicki cerró los ojos un instante disfrutando de la caricia. Después lo pellizqué con delicadeza y oí como soltaba un suspiro de placer.
Llevé mi otra mano hacia abajo. Ella tenía las piernas juntas y al sentir el contacto de mis dedos las separó un poco para facilitarme el acceso a su depilado coño. Mis dedos recorrieron la raja de un extremo al otro provocando ese gesto tan sensual de morderse el labio inferior.
Ella acariciaba ya mi polla en toda su longitud. Lo hacía con suavidad. Pero recorrió el glande con dulzura con la punta de sus dedos antes de agarrar el tronco con más firmeza y empezar una paja en toda regla.
Yo hundí mis dedos entre sus labios y sentí la humedad de su sexo. Mirándola a los ojos me llevé los dedos a la boca y los chupé. El sabor era delicioso. Sus ojos brillaban de deseo, encendidos como ascuas. Llevé de nuevo mi mano a su sexo y seguí acariciando mientras con suavidad comenzaba a empujar los dedos dentro de su cavidad. Los dedos se deslizaron sin dificultad debido a todo el flujo que manaba de su coñito.
Llevé un dedo a su clítoris y comencé a acariciarlo. Sentí como sus piernas temblaron un momento por la sorpresa y la descarga de placer recibida con la caricia. Se acercó más y pegó su cuerpo al mio y sin dejar de masturbarme buscó mi boca.
Nuestros labios se encontraron y su lengua entró en mi boca ávida de deseo. Nos besamos durante un par de minutos sin dejar de masturbarnos mutuamente. Cuando separó su boca de la mía buscó mi mirada.
—
Nesto. Necesito más
—
pidió casi gimiendo
—
. ¿Te gustaría hacer un 69?
—
Lo estoy deseando
—
admití empujándola con suavidad hacia la cama.
Vicki se tumbó de lado esperándome. Estaba espectacular. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su acelerada respiración. Me tumbé a su lado en sentido contrario y tiré de su cuerpo hacia mí. Ella abrió las piernas para pasar una sobre mi cabeza y su sexo quedó a la altura de mi boca.
Me lancé sobre su coño mientras agarraba su firme culo y lo acariciaba. Al instante sentí su lengua acariciando mi glande y como sus labios rozaban el extremo inferior del mismo como en un beso. Llevé mi lengua a su botoncillo y lo chupé con deleite. Un estremecimiento por su parte me dijo que había acertado de pleno. Mientras la follaba con un par de dedos seguí jugando con la lengua a lo largo de su coño.
Su boca abrazaba ahora mi polla. El calor de su boca era increíble y creí que mi polla se fundiría como mantequilla en aquella boca de miel. Poco a poco, en cada embestida tragaba un poco más. Sentí que una arcada le impedía tragarla entera, pero puso todo de su parte para proporcionarme el mejor sexo oral de mi vida.
Yo abracé su cintura para atraerla más hacia mí. Como si quisiese hundir mi cabeza en aquel maravilloso coño. Mi otra mano buscó su ojete y lo acaricié sin hacer ademán de entrar. Ella cerró un segundo las nalgas. Pero al sentir que no tenía intención de entrar, se relajó de nuevo mientras seguía chupando mi polla y mis pelotas.
No sé cuánto tiempo estuvimos así. Al cabo de un rato sentí que estaba a punto de explotar como nunca lo había hecho y se lo hice saber.
—
Estoy a punto de correrme, Vicki.
—
Yo también
—
contestó para mi alivio. Quería que lo hiciésemos juntos.
Unos segundos después reventaba.
—
Me corrooooo
—
dije justo antes de que el primer chorro saliese disparado.
Vicki no se sacó la polla de la boca. Cerró sus labios alrededor del tronco para que no se escapase ni una gota mientras seguía exprimiendo mis huevos. Sus jadeos me indicaban que estaba a punto de lograr su orgasmo. Ataqué con furia su clítoris al tiempo que hundía un dedo en su culo.
El efecto fue inmediato. Su culo pareció querer tragarse mi dedo al tiempo que se corría con un gemido que se ahogó al tener mi polla en la boca. Frotó con frenesí su sexo contra mi cara intentado alargar su orgasmo. Yo chupé y mordí su botoncillo para intentar que fuese su mejor orgasmo mientras sus fluidos corrían por mi cara y mi pecho.
Al cabo, rendidos los dos. Se deslizó a mi lado y se giró para abrazarme.
—
Joder, Nesto. Ya sé que esto está mal. Pero no me arrepiento.
—
Yo repetiría cada día
—
respondí sonriéndole. Ella se acercó a mi cara y me dio un pico. Sus ojos brillaban de nuevo. Parecía haber olvidado sus preocupaciones y ahora sonreía también.
—
Me largo mientras aún soy capaz de pensar
—
dijo con un mohín de picardía que me sonó a promesa de nuevos encuentros.
—
Aquí estaré siempre que me necesites
—
insinué guiñándole un ojo
—
. No necesitas llamar.
Se levantó de la cama y dándome la espalda se inclinó para coger la ropa del suelo. En realidad lo hizo para mostrarme su culo y su húmedo coño en todo su esplendor. En esa posición giró su cabeza para mirarme con una sonrisa.
—
¿Quién sabe? Tal vez necesite hablar en otro momento.
—
Será…
—
protesté casi muerto de risa.
—
¿Qué ibas a decir? ¿Zorra? ¿Puta? Cómo si te molestase…
—
se lo estaba pasando de miedo excitándome.
—
. Y a tu polla no parece molestarle tanto
—
rio señalándola.
—
¿A qué no te vas sin una buena follada?
—
amenacé haciendo ademán de levantarme.
Vicki se vistió a toda prisa y se escapó corriendo mientras se reía. Yo me dejé caer de espaldas y me quedé mirando al techo un momento mientras recordaba la sensación de su boca comiendo mi polla y el delicioso sabor de su coño. Estaba de nuevo empalmado como un burro. Así que me levanté y me metí en la ducha. Mientras el agua corría sobre mi cuerpo me masturbé a la salud de Vicki y su espectacular cuerpo.