Arreglando algo más que ordenadores

Me dejé llevar y de pie apoyado con mi trasero contra la mesa apretaba su cuerpo cada vez más a mi. Llevaba puesto un pantaloncito corto y una camiseta de tirantes, lo que dejaba al descubierto todas sus piernas, espléndidas, y sus brazos, mucho más delgados que los míos, pero con una piel muy suave y deliciosa que me volvía loco.

Arreglando algo más que ordenadores.

Hace ya más de 6 meses que he dejado de trabajar para una empresa, modesta pero competente, en la que sólo trabajan mujeres. O al menos hasta que yo llegué. Necesitaban a un informático que les hiciera la página web y arreglara un poco el sistema informático y de red que tenían en la sede, para poder conectarse y actualizar datos con las 3 delegaciones que tenían en otras tantas provincias.

Al principio me resultó excitante ser el único chico en medio de 5 chicas. Aunque la sede estaba dividida en 2 plantas y trabajaban 2 chicas en la primera y 3 en la segunda me pasaba el día subiendo y bajando escaleras y controlando sus ordenadores, por lo que me fue muy fácil empezar a coger confianza con todas. Con todas menos con una. Mi mesa se encontraba en la oficina de arriba, enfrente de Beatriz, sin lugar a dudas la chica que más llamaba la atención nada más verla. Rubia, alta, delgada, un cuerpo de escándalo y siempre vistiendo de manera provocativa, lo cual alegraba mis días frente al ordenador. Pero tenía un lado negativo y es que era borde, muy borde, difícil de congeniar con ella. Yo creo que era un escudo que se ponía para protegerse de tanto baboso que le tiraba los tejos a cada momento.

A su lado, Monica, una casi cuarentona que tenía su punto de morbo, morena, simpática, buen cuerpo, una delantera que quita el hipo y una cara de no haber roto nunca un plato. Y casada.

La tercera en discordia era la jefa, cañón, vestida siempre a la última, con cara de viciosa y pinta de que le va más el sexo que a un niño las golosinas. Típica mujer de treinta y pocos, acostumbrada a la buena vida y al lujo, sin novio conocido pero con multitud de amantes a sus espaldas. Según el día también aparecía con vestidos provocativos, escotes casi imposibles, transparencias y minis que en alguna ocasión he tenido que acudir al cuarto de baño a desahogar mis más profundos instintos ante la visión de ese perfecto trasero cuando se ponía a hablar con alguna de las 2 chicas, manos en la mesa y reclinada hacia delante, sin percatarse de que justo detrás, a la altura adecuada estaba yo sentado. ¿O sí se percataba y le encantaba mostrarse? Nunca lo sabré, pero el espectáculo era digno de grabar.

Quedan 2, las de la oficina de abajo, no por ello desmerecedoras de presentación. Ana, una chica buena, de las cinco la menos agraciada, pero aún así escondía algo que apetecía descubrir. Dicen que las que parecen buenas chicas en la cama son las peores y ésta era un claro ejemplo de ello. En el fondo de esa carita de niña buena se debía de esconder la más perversa y endemoníaca ser sexual, descargando toda su energía cabalgando encima de una buena polla. Y así era, pero eso es otra historia.

La última, Silvia, una monada. Preciosa, carita angelical, bajita, morena, delgada y siempre bien vestida. Tetitas pequeñas pero que se vislumbraban bien puestas y firmes. Vamos, la chica perfecta para una relación duradera o futura esposa.

El hecho es que me contrataron por 3 meses, pero viendo el buen resultado del trabajo realizado y que todavía quedaban cosas por realizar me renovaron por otros 3 meses más. Tiempo suficiente para coger, como he dicho, mucha confianza con todas ellas. Con la que menos, con Beatriz, ya que tanto por la posición jerárquica que ocupaba en la empresa como por su personalidad me resultaba difícil. Y eso que era con la quien más tiempo tenía que pasar.

A todo esto, casi no me he presentado. Me llamo David y tengo 32 años. Llevo 4 felizmente casado y en ningún momento he sentido la necesidad de acostarme con otra mujer. Pero eso no quita que no dejen de gustarme las mujeres, y de las 5 que tenía por compañeras, cualquiera podría perfectamente hacer que un día perdiera el sentido, como así ha ocurrido. Físicamente soy más bien alto (1,80) e intento cuidarme, haciendo deporte regularmente y manteniendo una figura delgada y algo formada, lo cual atrae muchas veces la mirada de algunas chicas.

Después de finalizar mi contrato laboral con esa empresa, seguí mi camino por otro lado, pero cuando era necesario realizar cualquier ajuste o arreglar cualquier cosa que se hubiera estropeado en cuestión de ordenadores continuaban llamándome para que fuera a solucionárselo. Pagando, claro está.

Así fueron pasando las semanas y los meses. Periódicamente, cada cierto tiempo, recibía una llamada para que me pasara por allí para que les solucionara algún tipo de problema que tenían con el correo, o la base de datos, etc

Ni que decir tiene que mi relación con Beatriz no pasaba de ahí, de algo meramente profesional. Y era con ella con quien la empresa seguía teniendo el contacto conmigo. Ella llamaba y concertaba las citas que necesitaran. Normalmente por las mañanas, cuando más gente y movimiento había, por lo que difícilmente se podría intimar ni siquiera un poco. Y además su forma de ser tampoco invitaba a ello. Muchas veces seca en sus respuestas. Y viendo lo que había yo no me quedaba atrás. Así como con las demás me trataba simpático, hablador y jovial, charlando con ellas de que tal estábamos pasando el verano, planes y ambiciones, con ella empecé a volverme distante, seco, directo y centrarme únicamente en aspectos profesionales.

Pero conforme iban pasando las visitas me empecé a dar cuenta de que su actitud iba cambiando y que poco a poco empezaba a coger confianza y nuestras conversaciones se tornaban más amigables y distendidas. Realmente me estaba sorprendiendo, y me resultaba extraño el hecho de que en distancias cortas esa chica podía llegar a ser muy simpática lo que la hacía terriblemente sexy, más aún de lo que su apariencia ya de por sí mostraba. A lo mejor, empezó a darse cuenta de que no era una amenaza para ella y que al tratarla tal y como ella me estaba tratando a mi, su subconsciente se revelara ante sí misma y comenzara a verme con otros ojos.

En una de las últimas llamadas se despidió mandándome un beso, cosa que nunca había hecho, además de que me pidió que intentara ir por la tarde, ya que por la mañana iba a estar muy liada y no podría atenderme como quisiera.

Cuando llegué al día siguiente por la tarde, estaba sola en la oficina. Tanto la jefa como Mónica, su otra compañera, estaban de vacaciones. En la oficina de abajo Ana y Silvia seguían en sus puestos. Lo primero que necesitaban era que actualizara un programa de gestión en todos los ordenadores el cual su proveedor había enviado vía CD. Y como la primera planta cerraba media hora antes que la segunda necesitaba que empezara por abajo. Y así fue. Los dos ordenadores, tanto de Silvia como de Ana, fueron los primeros. Cuando terminé subí y me puse con los otros 2 dejando el de Beatriz de última. Mientras actualizaba el programa y revisaba ciertos detalles en el ordenador, Beatriz se mostraba muy abierta y jovial. Se le notaba que hoy estaba de buen humor. Así que la conversación fue bastante distendida, con algunas risas de por medio y algún que otro silencio incómodo cortado por algún encuentro fugaz de nuestras miradas. En medio de la conversación Ana y Silvia subieron a despedirse, ya que su jornada laboral terminaba. A Beatriz aún le quedaba media hora. Y en ese momento me di cuenta de un detalle: ella y yo estábamos solos en la empresa, y aunque mi trabajo ya estaba a punto de finalizar deseaba en ese momento hacer el mayor tiempo posible para quedarme más rato con ella.

Decidí echarle un vistazo a la impresora, así que me levanté y me situé frente a ella. Beatriz, dada la hora que era, y que nadie estaba controlándola, no tenía muchas ganas de trabajar más, por lo que también se acercó a ver lo que estaba haciendo. Tenía su cuerpo a apenas unos centímetros de mi y su perfume aún desprendía fragancia después de tantas horas de trabajo. Para poder salir del hueco donde me encontraba, durante unas fracciones de segundo apoyé mis manos en su cintura y me moví lateralmente tras ella haciendo que nuestros cuerpos se rozaran por unos instantes, suficientes para que su aroma me embriagara y el sentir de su cuerpo contra el mío provocara una excitación tal que mi pene respondió al estímulo como si tuviera vida propia causándome una notable erección.

Justo cuando estaba retirando mis manos de su cintura ella comenzó a girarse de manera que nos encontramos prácticamente enfrente uno del otro. Un escalofrío comenzó a recorrerme la espalda y mis músculos no respondían a las órdenes de mi cerebro, el cual les ordenaba que siguiéramos el camino que comenzamos. Pero me quedé inmóvil, allí, frente a ella, con nuestras bocas a escasos pocos centímetros la una de la otra. Fueron décimas de segundo lo que duró el momento pero en aquel instante me parecieron horas. Ella también se quedó inmóvil y nuestras miradas comenzaron a buscarse. No sé de dónde saqué fuerzas y valor suficiente pero en aquel preciso instante sólo deseaba poseer aquella mujer. Así que justo cuando ella comenzaba a pronunciar algo acerqué mi dedo a sus labios y los situé de forma que entendiera que se callara, que no dijera nada. Ella seguía inmóvil, por lo que me dio tiempo de situar mi mano en su nuca y acercar su cabeza a la mía con la intención de besarla. No sólo no hizo intención de evitarlo sino que respondió besando ella también. En apenas 30 interminables segundos de besos y caricias de nuestros labios comenzamos a abrir las bocas esperando que fueran las lenguas quienes entraran en acción.

Pero de repente paró, y con un empujón me apartó.

  • "No deberíamos de estar haciendo esto" – dijo.
  • "Tienes razón" – le contesté.
  • "Tengo novio" – apostilló casi sin tiempo a que terminara mi respuesta.
  • "Mejor. Así ya tienes a alguien que te entretenga cuando no estés conmigo".

Tras decir esto su mirada se clavó en mi y por su cara podía adivinar que todo había terminado, así que me dispuse a recoger mis cosas e irme. Ella se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Mientras introducía mi portátil en su funda levanté la vista y comprobé que había cerrado la puerta de la oficina por dentro y se dirigía nuevamente hacia mi pero esta vez con cara de satisfacción y una pícara sonrisa en su cara.

Había derrumbado todos sus muros, aquellos que ella levantaba para quitarse de encima a todos los plastas que sólo quieren acostarse con ella por su cuerpo y superar la última prueba que me había impuesto, al rechazarme alegando que tenía novio (cosa que era cierta) y ahora la tenía ahí, a mis pies, dispuesta a todo, con una cara de viciosa y morbo que no olvidaré en mi vida.

Volvimos a besarnos apasionadamente, y ahora notaba que era ella quien quería imponer el ritmo. Me dejé llevar y de pie apoyado con mi trasero contra la mesa apretaba su cuerpo cada vez más a mi. Llevaba puesto un pantaloncito corto y una camiseta de tirantes, lo que dejaba al descubierto todas sus piernas, espléndidas, y sus brazos, mucho más delgados que los míos, pero con una piel muy suave y deliciosa que me volvía loco. Mientras nos besábamos mis manos recorrían su espalda y cintura y los de ella acariciaban toda mi cara, cabeza y nuca. Estuvimos así un buen rato hasta que comencé a bajar un poco las caricias llegando a su trasero. Lo apreté bien fuerte y noté como soltaba un pequeño gemido a la vez que su sexo se apretaba contra el mío, el cual ya estaba completamente erecto y deseando salir de esa cárcel que para él era el apriete de mi ropa interior.

Sin dudarlo llevó sus manos a mi cintura y pasándolas por debajo de la camiseta comenzó a acariciarme el pecho y la espalda. Yo seguía enfrascado en su culo, el cual me tenía fascinado. A simple vista parecía pequeño y respingón, pero tocándolo era todo lo contrario. Bien puesto y glúteos duros y tersos. Algunos apretones más y mis manos comenzaron a subir por entre su espalda, esta vez por dentro de la camiseta. Ella ya estaba en la labor que quitarme la mía, y con un movimiento rápido de brazos yo mismo ayudé a retirar por completo. Sus labios comenzaron a bajar desde mi boca hasta el ombligo deteniéndose en cada rincón de mi pecho y chupando y lamiendo mis pezones como si fuera la última vez que fuera a estar con un hombre. Cuando llegó a la altura del pantalón miró hacia arriba encontrándose con mi mirada y sin retirarla por ningún momento se fue levantando lentamente. Fue ella misma quien se retiró su camiseta, dejando al descubierto un sujetador blanco de encaje precioso. Le quedaba como un guante. Abrazó mi cuello para que yo mismo fuera retirando poco a poco esa prenda que empezaba a sobrar.

Lentamente, casi desesperante, mis manos se acercaron a la goma del sostén y retiraron la atadura, para a continuación, ir quitando primero uno y luego el otro ambos tirantes mientras la besaba en el cuello y en la zona que se iba descubriendo hasta que cayó al suelo. Ante mi, unos pechos perfectos, firmes y con los pezones pequeños y ligeramente levantados, apuntando directamente hacia mi. Ni muy grandes ni muy pequeños, la medida perfecta para que quepan en la palma de una mano y sobre un poquito.

Beatriz con una mano retiró su pelo hacia atrás y giró su cabeza de forma que expuso todo su cuello para mi. Comencé a besarlo mientras mis manos acariciaban su cintura y barriga desde abajo, poco a poco subiendo por los laterales hasta llegar a la altura de sus pechos. El mismo recorrido pero al revés iba realizando con mis labios hasta que tenía mi cabeza en medio de esos dos preciosos pechos. Sin acariciarlos fui recorriendo lentamente y en círculos todo el contorno de los mismos acercándome cada vez más a los pezones en un recorrido de espiral que la volvía loca. Cuando estaba cerca del pezón saqué la lengua para aumentar un poco más la presión y realicé los últimos centímetros del trayecto realizando círculos alrededor del pezón, el cual ya estaba realmente duro y de punta. Una vez llegué a él con sólo una chupada vi que su cuerpo se arqueaba y comenzaba a gemir.

Estaba totalmente entregada a mis caricias, roces, besos y chupetones. Hizo exactamente lo mismo con el otro pecho y ahora podía comprobar perfectamente que a la vez que mis labios y mi lengua se centraban en su pezón ella comenzaba a acariciarse la entrepierna por encima del pantalón.

Me levanté totalmente de la postura que tenía y girándome sobre ella la puse en la posición que tenía yo antes: apoyada sobre la mesa para que pudiera agarrarse a algo ante lo que estaba a punto de venir.

Comencé a besarla desde sus pechos hacia abajo recorriendo todo su cuerpo, casi sin dejar ni un solo centímetro sin besar. Al llegar al ombligo me paré un poco y jugueteé con él con mi lengua. Mirando hacia arriba podía comprobar que estaba totalmente ida, con la cabeza retirada hacia atrás y los ojos cerrados. Continué bajando hasta llegar a su pantalón.

Despacito retiré el botón y volví a mirarla. Seguía igual, así que tenía vía libre. También despacito fui bajando la cremallera saliendo a relucir una ropa interior blanca que hacía perfecto juego con el sostén. Unas braguitas embriagadoras que en aquel cuerpazo le quedaban divinamente, lo cual pude comprobar unos segundos después tras retirarle completamente el pantaloncito.

Desde los tobillos comencé con mis manos a acariciarla por las piernas, tanto por su parte exterior, trasera e interior. Al llegar a la altura de sus rodillas ella separó un poco las piernas para que tuviera acceso libre por la parte interior de sus muslos. A partir de ahí también utilicé mis labios. Iba despacio, sin prisa acariciando la parte trasera de sus piernas y besando y lamiendo el interior de sus muslos. Jugué un poco con mis dedos y palma de la mano entre sus piernas mientras me levantaba para volver a besarla en la boca. Cuando nuestras lenguas se encontraron de nuevo mi mano comenzó a retirar la goma por la parte superior de las braguitas para introducirse y acariciar su sexo.

Un nuevo gemido salió de su boca y agarrándome fuertemente contra ella deseaba que incrementara mis caricias en esa zona. Así que, mientras bajaba nuevamente besando todo su cuerpo iba retirando suavemente sus braguitas, las cuales una vez llegaron a sus tobillos ella misma se encargó de darles una patada y lanzarlas por el aire, hasta acabar encima de la impresora. Nos miramos y reimos de la escena recién acontecida.

Volví a levantarme y la senté encima de la mesa. Para que tuviera espacio suficiente hizo falta retirar algunos papeles y artículos de oficina que molestaban y podían llegar a ser peligrosos ante cualquier movimiento en falso.

No tardó en abrirse de piernas y yo no dudé en acercar mi cabeza a su entrepierna. Comencé suavemente a besar los muslos y zonas cercanas a su sexo, sin tocarlo. Cada vez me acercaba más pero no lo tocaba. Dejaba que sintiera el calor de mi aliento tan cerca pero si poder llegar a disfrutarlo plenamente. Besaba y lamía su pubis, perfectamente depilado salvo por una fina línea de pelo que había dejado sin depilar a propósito y que le confería un aspecto realmente apetecible. Al poco rato de jugar con los alrededores de su sexo me agarró la cabeza y literalmente me la incrustó entre sus labios vaginales. Me estaba diciendo bruscamente cómeme el coño YA!!!! Yo aún tenía ganas de jugar un poquito más y hacerla sufrir aún un rato así que tras acariciar brevemente con la lengua sus labios superiores volví a acariciar el contorno. Notaba cómo no aguantaba más y ya era hora de hacerla disfrutar. Sin que se lo esperara le di un lametón de abajo a arriba por todo su coño lo que provocó que un escalofrío le recorriera todo su cuerpo y emitiera un gemido tan agudo que hasta creí que se había clavado con unas tijeras o un cutter que andaban por ahí. Después de eso chupaba y lamía sus labios, tanto superiores como inferiores, intercalándolos con nuevos lametones. Era hora que alguno de mis dedos se acercaran por la zona, así que acerqué mi mano derecha y comencé a introducirle lentamente el dedo corazón el cual entró sin esfuerzo dado lo lubricado que tenía el sexo. Un dedo no era suficiente (el pobre bailaba allí dentro) así que pronto se unió el dedo índice. Eso ya era otra cosa y ella ya los notaba pues su respiración comenzó a hacerse cada vez más fuerte y entrecortada. A la vez que movía los dedos dentro de su coño de forma como si estuviera diciéndole "ven – ven" mi lengua no paraba de lamer su clítoris, cada vez con más ansia y velocidad. Unos segundos después noté cómo apretaba con sus manos mi cabeza y comenzaba a tener un explosivo orgasmo.

  • Túmbate, ahora me toca a mi disfrutar de tu cuerpo – me dijo mientras se levantaba y con sus manos guiaban el recorrido que debía hacer.

Así lo hizo y me quedé en la misma postura que tenía al principio de la velada: apoyado contra la mesa sujetándome con las manos, pero esta vez con mi culo un poco más sentado en la mesa, sin estarlo completamente sentado.

Mientras me besaba desabrochaba el cinturón de mi pantalón y uno a uno todos los botones. A cada desabroche de un botón metía un poco la mano por entre el pantalón para comprobar la dureza y firmeza de mi pene. Estaba duro, muy duro, y la ropa interior apretaba tanto que comenzaba a dolerme. Me retiró completamente los pantalones mientras seguía besándome y me dejó únicamente en ropa interior. Ahí comenzó a descender rápidamente apoyando su lengua por mi cuerpo hasta el ombligo. Se detuvo y, observando detenidamente la escena, levantó un poco la goma de mi ropa interior. Como un resorte mi pene salió por el hueco que le habían dejado abierto. Levantó la cabeza y me miró diciéndome con la mirada Uau!! No es que tenga un pene grande, en erección llega a los 17 centímetros, lo que destaca de él es un buen grosor. Desconozco cómo sería el de su novio pero por su cara podría adivinar que bastante más pequeño y delgado sí lo tendría. Acabó de retirar completamente la ropa interior y con las manos intentó depositarlas donde habían quedado sus braguitas pero no consiguió su propósito y acabó a los pies de la impresora.

Primero empezó a acariciarme las piernas desde la parte posterior de mis rodillas hasta mi culo. Ahí tuve que retirarme un poco de la mesa quedándome totalmente de pie. Ella haciendo un poco de fuerza consiguió atraer mi cuerpo hacia su boca y mi polla entró a la velocidad que ella marcaba. Luego comenzó suavemente a chuparla, primero solo con los labios, y luego ayudado por una mano, con la cual me estaba proporcionando una deliciosa paja muy húmeda al contacto con sus labios haciendo que me estremeciera de placer. Que delicia de mamada me estaba proporcionando la tía más borde que había conocido!

Estaba tan excitado que no iba a durar mucho en esa postura así que le hice señas para que parara pero no me hizo ni caso y continuó con su trabajo ahora con mucha más velocidad. Aumenté mi respiración y noté como cada vez se hinchaba más y más mi polla denotando que la corrida estaba cerca. Ella lo notó pues agarró mis testículos y comenzó a exprimirlos y girar su mano sobre ellos como si estuviera exprimiendo una naranja, suavemente claro, mientras con la otra continuaba pajeándome. Cada vez entraba más en su boca y entre las dos manos, sus labios y su lengua aquello explotó. Vi cómo un hilillo de semen le caía por entre sus labios pero no tardó en recogerlo y tragárselo. Mientras lo hacía limpiaba con desteza mi polla, sin dejar ni un solo resto de semen por ningún lado.

Se levantó satisfecha y con una sonrisa en la cara y volvió a besarme. Aún mantenía la erección, era increíble cómo la excitación del momento hacía que se mantuviera aún levantada sin que en ningún momento bajara la guardia. Beatriz pudo comprobarlo al llevar su mano a mi entrepierna para ver cómo estaba el asunto mientras no dejaba de besarme y viendo que aquello no bajaba se tumbó en la mesa, piernas abiertas incitándome a que me la follara.

Me acerqué despacito y suavemente fui introduciendo mi polla en su coño. No le costó entrar pues ella seguía igualmente mojada y excitada como antes y de un solo golpe ya la tenía completamente dentro. Bea soltó un chillido y se agarró fuerte a mi cuello con sus brazos mientras sus piernas rodeaban mi cintura. Y comencé un lento movimiento, primero despacio y cada vez más fuerte. Las embestidas eran rudas pues la posición no invitaba a mucho más y además estaba incómodo. Allí de pie, descalzo, con el suelo frío de plaqueta haciendo esfuerzos para no caerme y a la vez embistiendo salvajemente a un bombón de rubia.

Paré un instante para que cambiáramos de postura y a ella le gustó la idea. Cogió una silla y me obligó a sentarme en ella. Luego, ella se sentó encima mía y poco a poco fue nuevamente introduciéndose mi miembro dentro de ella. Ahora tenía el control de la situación y reconozco que se movía como una auténtica experta, de adelante hacia atrás y de arriba abajo. Variaba de ritmo y de movimiento. Era delicioso tenerla encima mío. Además, en esa postura me daba acceso a poder besar y acariciar esos maravillosos pechos. Desconozco el tiempo que nos mantuvimos así, en esa situación uno pierde la noción del tiempo.

Poco después ella se levantó y, dándome la espalda, apoyó las palmas de sus manos en la mesa. En esta nueva postura las embestidas eran más fuertes y al poco rato comenzó a tener un nuevo orgasmo. Se dejó caer sobre la mesa pero continué agarrándola por las caderas y follándomela, aumentaba cada vez más el ritmo y sabía que en breve iba a ser yo quien alcanzara el orgasmo.

  • "Dame!, dame más. Y córrete dentro, quiero sentir todo tu jugo dentro de mi!!!" – fue lo que conseguí oir mientras apretaba aún más sus caderas y mis embestidas.

No quería parar, estaba en la gloria, y una gotita de sudor comenzó a caer por la sién. Unos segundos después y mi polla explotó violentamente, llenando todo su coño de mi esperma. Ella seguía chillando y gimiendo de placer, menos mal que en el edificio no había nadie porque si no a buen seguro que nos hubieran escuchado.

Cuando vi el reloj no me lo podía creer, eran ya casi las 21.30h y el móvil de Beatriz comenzó a sonar. Algo agitada consiguió a duras penas cogerlo y con voz serena le indicó a su novio que habían tenido un problema con la impresora y el técnico había tardado más de la cuenta en encontrar el problema. Me miró y me lanzó una pícara sonrisa.

  • "La semana que viene se estropeará la pantalla. Tendrás que venir a arreglarla." – dijo justo después de colgar el móvil.