Arqueologia
Un equipo de arqueologia se interna en busca de nuevos descubrimientos
ARQUEOLOGÍA
Me habían avisado que partíamos esa mañana hacia el norte en una nueva excavación. Parecía que había restos de un animal enorme, así que tal vez estaríamos unos cuantos días. Prepare las maletas. Me despedí de mi mujer que salía en ese momento hacia su clase de gimnasia.
En el aeropuerto estaban casi el mismo equipo de siempre. Los arqueólogos Juan Faglio y su esposa la doctora Renata Luengui. Allí estaba el muchachito Esteban y su padre Gervasio, dos ayudantes de oro. Siempre estaban al pie de cañón para todo lo que uno necesitara. Juan me comentó que allá en el norte ya andaba Samuel Jhonson. El investigador de toda la era de dinosaurios que siempre andaba con nosotros por todas partes del mundo.
Nos solucionaba muchos temas porque hablaba cuatro idiomas y eso en arqueología es fantástico. Uno nunca sabe con quien se va a encontrar en este camino de andar buscando restos de no se sabe bien que cosas. Nos divertíamos mucho cada vez que salíamos de excursión.
El vuelo fue tranquilo. Discutimos un rato como nos íbamos a dividir el trabajo. Allá en el norte teníamos planeado encontrar gente que nos ayudara en cuanto a la comida y esas cosas. Además dividimos como siempre donde dormiría cada uno y esas cosas. A mi siempre me tocaba desde hacía 3 años dormir en la tienda junto con Samuel. El matrimonio dormía en otra ala. Luego el padre y el hijo. Después los que se irían agregando a la expedición.
Luego de dormir unas horas se vieron las montañas verdes y hermosas. Llegamos al aeropuerto y bajamos estirando las piernas un poco entumecidas. Recorrimos los pasillos de aquel aeropuerto pequeño y salimos afuera. El sol nos abrazó caliente. Nos esperaba un auto y partimos raudos de aquel sitio. Admirábamos el paisaje con elocuencia y grandilocuencia.
Anduvimos en el vehículo un rato. Nos perdimos en subidas y bajadas pronunciadas. Me apuné un rato. Alguien me dio un chicle y comencé a mascar. Por fin llegamos al sitio. Los cardones nos miraban inmutables. Samuel se acercó a al auto hacía rato que estaba en el lugar
__¡Bienvenidos!!__ nos gritó Samuel.
__¡Hola viejo amigo!__ le grité yo.
__¡Samuel! ¿Cómo estas?__ le dijo Renata abrazándolo.
Todos lo fueron saludando. Nuestras valijas pesaban. Ya estaban las carpas instaladas a una distancia cada una de unos treinta metros. Teníamos terreno para elegir. Eran como las tres de la tarde y el sol pegaba realmente duro. Estaban instaladas las regaderas y se habían montado una especie de baños públicos pero con cierta intimidad.
En un rato fui a pegarme una ducha refrescante. Así hicimos cada uno de nosotros. Luego nos acomodamos en una tienda que era una especie de comedor. Empezamos a comer algo.
__¿Pero como has estado?__ me preguntó Samuel.
__Bien Samuel. Este año nos hemos visto muy poco
__Si realmente no hemos tenido mucho trabajo, pero este pinta que va a ser largo
__Creo que si. ¿Ya has recorrido?
__Un poco, está bien. Hay un equipo eficiente y con ganas
__Bueno los que hemos llegado también estamos con ganas
__Mejor
__Juan y tu ¿como has estado?__ preguntó al pasar pero interesado. Samuel tenía siempre buen humor. En verdad era un equipo relajado. Todos nos sentíamos contentos de estar allí. Luego de comer salimos a caminar con grandes sombreros colocados. Vimos el terreno. El polvo se levantaba con las pequeñas brisas.
Al fin nos fuimos a descansar. Empezaríamos a cavar. Debo decir que me desmaye y creo que a todos les pasó lo mismo. Cuando desperté Samuel ya no estaba en la tienda. Eran pasadas las seis. Mis compañeros ya estaban en la excavación. Haciendo bromas y riendo, mientras escarbaban a ver que se podía encontrar. Me sumé al grupo. Las piquetas resonaban en el silencio de la montaña. Era un sonido percusivo y sin descanso. De vez en cuando se encontraba algún hueso. Alguna vasija. Algún elemento que nos llenaba aún mucho más de energía y entusiasmo.
Finalmente el sol fue cayendo y perdiéndose entre las montañas. Nos fuimos retirando. Nos fuimos duchando. Nos volvimos a reunir todos a cenar. La noche en la montaña nos había ganado por completo. Una luna gigante cubría el paisaje. Los faroles se habían encendido y nos veíamos las caras. Luego de cenar, nos quedamos con Esteban y Gervasio fumando unos cigarros y contando anécdotas. El silencio fue ganando el lugar.
Entré en la tienda y me tiré a dormir rendido por completo. Se escuchaban los suaves ronquidos de Samuel. No hice ruido y quedé dormido en un instante.
No recuerdo la hora. Solo sé que sentí algo duro chocando con mi culo. Sentí la respiración relajada de Samuel, supuse, en mi oído. La dureza no me molestó. Había una pequeña luz. Pero no sabía si era la luz del amanecer o la luna llena. Mi bóxer era la tela que separaba aquel pedazo que me arrimaba Samuel. Me moví un poco. Samuel me abrazó un poco. Entonces sin ningún remordimiento comencé a frotar mi culo en aquel fierro que cada vez parecía mas duro. Aquella vara se hundía en medio de mis glúteos. Aproveché a moverme mas duro. La verga de Samuel nunca salió de su calzoncillo. Yo agarré mi pija con la mano y empecé a meneármela. No tardó en salir de mi la blanquecina leche. Sentí que Samuel detuvo su arremetida gruñendo y pataleando, no sabía si estaba despierto o no. Con la misma sábana que estaba por ahí me limpié la mano y limpie un poco el calzoncillo. Un rato después me volví a dormir.
Sentí unos movimientos y abrí los ojos. Estaba amaneciendo. Samuel se levantó y salió de la tienda. Lo espié hacia donde iba. Me incorporé y me estiré. Por un momento pensé que la apoyada de aquel muchacho había sido un sueño, pero no. Me levanté y salí de la tienda. El camino era pedregoso. No se escuchaba a nadie andar por allí levantado. Samuel ya se había perdido de vista. Caminé por donde creía que podía andar.
Escuché unos ruidos. Detrás de unos peñascos había como una riacho o una lagunita que se formaba quizá por acumulación de agua de lluvia y entonces habían una especie de arbustos. Me escondí detrás de alguno de aquellos y fue cuando los vía. Esteban estaba a horcajadas de Samuel que sostenía las piernas del muchacho mientras lo tenía calvado hasta el fondo en su terrible poronga negra y brillosa. Gemía Esteban prendido del cuello de el muchacho soberbio aquel. Estiraba las venas del cuello, sus músculos se tensaban y gruñía como bestia, supuse que largando su semen dentro del chico, que se retorcía de placer. Quedaron un momento quietos. Esteban besaba el cuello de Samuel. Luego salió la víbora chorreando del ojete del chico. Semi blanda. Esteban bajo de los brazos de aquel semental. De rodillas el chico apresó la pija de Samuel y metiéndola en la boca un rato la limpió por completo. Mis ojos y mi cuerpo se llenaron de calentura. Una calentura brutal que tuve que contener porque aquellos se movieron y venían en mi dirección sonriendo. Yo salí casi corriendo y me aleje del lugar.
Durante todo el día prácticamente ni nos cruzamos con el negro aparatoso. Cuando nos cruzamos solo nos sonreímos pero nada se dijo de lo que había acontecido la noche anterior. No sabía que pasaría. Si habría otro contacto o no. Dudas pesaban sobre mi. Un poco ansioso. Alerta. Emocionado. Con ganas de ver si tendría una nueva aventura sexual. En los años que nos conocíamos nunca habíamos tenido un acercamiento de tal magnitud. Pero siempre hay una primera vez.
Por fin la noche llegó. Luego de una buena comida nos retiramos algunos a fumar. Otros quedaron tomando unos tragos. Otra vez la luna aparecía brillando entre aquellas hermosas montañas. El cansancio nos fue ganando. Cuando entre en la tienda Samuel roncaba a pata tendida. Un poco resignado me quité la ropa y me tumbé en mi lugar solo con un bóxer como vestimenta. Daba vueltas y no me podía dormir. Mi respiración estaba agitada. El silencio de el exterior era inmenso y embriagador.
Hurgué en mi mochila a oscuras y encontré mi gel. Tome un poco y lo esparcí por mi agujero. Se dilató enseguida y me penetré con dos dedos. Estuve un rato así y sobando mi ya crecida y endurecida verga resoplaba. Me calmé un instante para oír a mi lado. Sentí que Samuel como la noche anterior se acercaba a mi gruñendo y recitando palabras perdidas y extraviadas. No tarde mucho en encontrar con mis dedos dubitativos la tremenda poronga del negro totalmente rocosa. La acaricié descaradamente. A través de la tela sentía su latir. Lo percibía. La morcilla estaba tan parada que la tela se estiraba como goma. Me acerqué con mi cola. Como la noche anterior lo roce varias veces haciendo presión contra el cuerpo de aquel muchacho caliente.
Quité totalmente mi bóxer quedando desnudo. Mi ojete chorreaba humedad. Babeaba por aquel bicho inquieto. La carne brotó. La ropa interior de Samuel voló quien sabe donde. Mi mano se aferró a aquella palanca infernal.
Lo guié despacio a mi entrada. Apoyé la cabezota en aquel túnel. Hice movimientos con mi culo tratando de ensartar aquella vara. Por fin entró la cabeza, suspire hondo. Vibré y me moví como animal deshecho. El negro gimió y gruñó. Ya no sabía y no me importaba si estaba despierto o no. Restregué mi culo contra el. La vara se fue hundiendo en mi canal. Estábamos de costado. El me atravesaba con su daga. Mi pija y mis huevos hervían en la fusión de los cuerpos. Yo lo atacaba y no dejaba de moverme. Ya los gemidos subían de volumen y me di cuenta que debía bajar el volumen. Después de todo no quería que todos se enteraran de que en aquella tienda estaban cogiendo.
Largando su leche Samuel apretó mis tetillas y me mordía el cuello. No dude de que estaba despierto.
__¡Oh!¡Cómo me has hecho gozar!__ me murmuró en el oído. Sentía su líquido correr en mi interior. Y su pijón todavía duro. Con una de sus manos Samuel acarició mi pija. Pasó por mis bolas. Las tocó con pasión. Comenzó a hacerme una paja sin sacar la verga de mi anillo. Me besaba el cuello. Lamía mis orejas y las mordía suavemente. Yo me hamacaba. Penetrado por este chico que sabía darle placer a un hombre maduro como yo.
__¡Tu culo es tan hermoso!__ susurró
__¿De veras te gusta?
__¡Me encanta, claro!¡Ahhh! ¿No te das cuenta?
__Noto que aún esta duro.__ entonces me moví y yo mismo salí del ensarte. Giré mi cuerpo y quedamos enfrentados. Acaricié su pecho. Nuestras bocas comulgaron en besos chorreantes de saliva. Nos lamimos las lenguas. Nos chupamos los labios, nos mordimos. Fui bajando hasta llegar hasta su vara. La tomé fuertemente con mi mano. La sacudí amorosamente. Lamí alrededor de su cabezota. Le di pequeños besos rodeando aquel miembro oscuro. Los gemidos de Samuel se levantaban. Encontré unos huevos grandes. Metí de a uno en mi boca que se abría como nunca antes. Los besé intempestivamente. El muchacho se retorcía. Acariciaba mi pelo con sus grandes manazas. Su mástil se volvía a endurecer de tal manera que era un manojo vivo de nervios y venas. Lo golpeaba contra mis mejillas. Lo chupaba con ardor. La saliva lo iba lubricando mas y mas. Con mis manos lo masajeaba, la herramienta ardía parecía lanzar chispas cuando lo comía y lo mordía suave.
No podía ver la cara de Samuel, pero la imaginaba descontrolada, haciendo muecas y gestos que en ningún momento del día se lo vería hacer sino fuera en estas circunstancias. En tanto, inquieto, el chico me metía un dedo en mi entrada abierta. Lentamente jugaba con mi anillo, después metía otro dedo y otro más. Mientras hacía esto yo tragaba su verga. La saliva chorreaba, era una crema.
Solté la vara. Me corrí del lugar en donde estaba. Me puse de pie y abriéndome de piernas monté al potro azabache. Clavé la vara enorme en mi anillo. Me fui sentando y clavando, los dos gemíamos. Apoyaba mis manos en su ancho pecho y arañaba la piel. Samuel me levantaba en la enjundia de penetrarme totalmente. Sus bolas chocaban con mis nalgas apetitosas. Yo saltaba sobre aquel poderoso amante. Mi pija se sacudía al ritmo y largaba leche casi sin tocarme, solo con el roce de aquel cuerpo magnifico. Largué mi líquido rociando el pecho de Samuel. Recibía mi bendición. Yo recibía su espada de gladiador. Hundido en mi, se acercaba y buscaba mi boca. Nos volvíamos a unir. Las lenguas se cruzaban, iban de boca en boca, se anudaban, danzaban sensualmente, ruidosamente.
En tanto su pistón entra y sale de mi túnel enloquecido. Mis gemidos se mezclan con los de el y hacemos un coro perverso y salvaje. Sus tetillas son apresadas y apretadas por mi. Mueve su cabeza, aguanta el dolor. Se sacude. Gime. Sigue clavándome. Sus embistes son regulares. El bamboleo de sus huevos contra mi me resultan altamente deliciosas.
Se calma de a momentos. Yo me acerco a su cuello y lo muerdo. Mientras siento como su animal se pasea por mi ojete caliente. Late dentro de mi. Siento que su cabezota se agiganta. Mis jugos abrazan su estaca. Lo muerdo. Busco su boca. Nos comemos a besos. Continua con sus vaivenes. Me sacude. Aprieta mis nalgas con sus garras. Me separa. Estira mi piel.
__¡Oh!¡Eres un macho adorable!!!__ gemía en mi oído.
__¡Siiii!¡Cógeme, cógeme, penétrame!!¡¡Ahhhhh!¡Si, hazlo, hazlo!!!__ decía yo mientras lo cabalgaba salvajemente. Después me detenía al oír sus gruñidos explosivos. Mordía mis lóbulos. Metía su enorme lengua dentro de mi oreja y eso daba impulsos eléctricos que llegaban hasta mi espalda y eso hacía que me retorciera como lagartija.
Apuro sus movimientos. Su pistón perforaba más rápido, a otra velocidad. Su fuerza era increíble, los chorros de semen me golpearon adentro. Su descarga fue interminable. A medida que descargaba fue deteniendo sus impulsos. Su respiración agitada buscaba calma. También yo me apoyé en su pecho agotado. Luego recorrí sus labios quietos. Los lamía. Mi saliva humedeció esa boca semi seca. Samuel buscaba aire y se fue recomponiendo. El semen iba goteando en caída libre. Su órgano se fue desinflando hasta salir definitivamente de mi culo sensible. Me acosté a su lado. Sentía la humedad en mi agujero, estaba relajado y agotado pero lleno. Encendimos dos cigarrillos. Nos sonreíamos plenos. El animal de Samuel descansaba a un costado. Yo lo rozaba como al descuido con mi mano. En realidad acariciaba su cuerpo que era delicioso.
Nos rendimos al sueño luego de terminar los cigarrillos. No recuerdo que hora sería. Solo sentí el movimiento de un cuerpo a mi lado. Entre dormido vi a Samuel salir de la tienda completamente desnudo. En un momento note que el tiempo pasaba y escuche unos ruidos extraños. Me levanté despacio y me asome espiando. Entonces vi que Esteban estaba agachado entre las piernas de Samuel y que este con su garrote en la mano lo rociaba de pis. Esteban tragaba lo que podía sonriendo y gozando. Me quedé observando. El sol empezaba a salir. Cuando las últimas gotas caían sobre el cuerpo del muchacho, este aferró la verga del negro y se la llevó a la boca. Sus manos se prendían a las caderas de Samuel que gemía y se movía al ritmo de las chupadas que recibía de Esteban. Mi pija se fue levantando. Me calentaba ver todo aquello. Ahora las manos del muchacho se aferraban a las nalgas duras de Samuel que acariciaba la cabeza del chico que no soltaba la vara de aquel tremendo semental. Estaba a punto de enloquecer de calentura y no sabía que hacer.
__¡Ven conmigo!!__ dijo Samuel deteniendo la mamada del chico y los vi venir hacia la tienda. Cuando entraron yo los estaba esperando y corrí de rodillas hacia el glande maravillosos de Samuel que duro como roca seguía erguido. Esteban no perdió tiempo y se unió conmigo. Los dos sonreíamos cómplices. Esteban llegaba con su lengua a las bolas del negro que gemía y gruñía de forma brutal. Le fui quitando la ropa a Esteban y apareció un chico bien formado. Atractivo, joven, una belleza. Con mis manos acariciaba sus nalgas blancas. No soltábamos la verga, en tanto yo escarbaba el anillo y hundía un dedo en el culito de Esteban que movía sus caderas enterrándolo mas. El chico con sus manos acariciaba mi pija. Al rato dejo de chupar a Samuel y encontrando mi ojete metió su lengua allí y exploró mi ardiente agujero. Su saliva agrandaba el agujero más y más. Así como estaba Esteban me penetró sin mucho juego previo. Sus huevos golpearon enseguida contra mi. Su verga iba y venía dentro mío y yo no dejaba de chupar la pija de Samuel. Esteban embestía mi trasero sin piedad. Samuel se movió y se alejo de mi. En un momento sentí que los gemidos de Esteban se aceleraban y observé que Samuel lo había penetrado a el. El trencito sed veía magnifico. Los vaivenes de Esteban se aceleraron y acabo dentro de mi dando gritos estruendosos y diciendo palabras al aire. Salí de la enculada maravillosa. Mi culo aún chorreaba. Me coloqué detrás de Samuel. Besé su ano. Oscuro. Mi lengua lo abrió. Lo besaba. Lamía frugalmente aquella fruta. El negro gemía. Mi saliva lo lubricaba. Acomodé mi poronga erecta en aquella entrada. Presione. Mi verga se fue hundiendo en tanto Samuel largaba su leche en el culito de Esteban. Dilatado el culo de Samuel, mi pija entró a fondo. Comencé a moverme dentro de el. Samuel gemía. Esteban se había acercado a Samuel y poniendo su verga delante de el este se prendió para darle una chupada. La pija del chico volvía a crecer. Yo solté mi semen en el interior de Samuel que se contorsionaba atrapando cada gota en su ojete. Exprimiéndome. Quedé un momento dentro de el, mientras el seguía con la verga del chico en su boca. Un rato después Salí de el. Y en cuatro patas me dirigí hacia Esteban y compartí la mamada con Samuel en tanto cruzábamos nuestras lenguas y nos besábamos ardientemente. En medio de todo aquello la leche del chico apareció en nuestras bocas y la tragamos sin descanso. Luego nos recostamos intercambiando besos y caricias entre los tres. Ya el sol había salido alto y los primeros movimientos del campamento se escuchaban. Había que seguir con el trabajo, pero todos nosotros esperábamos la noche.